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lunes, 6 de abril de 2015

Capítulo 8


Aquella era una pregunta que él mismo se había hecho muchas veces. ¿Por qué había terminado con el proyecto de Sudáfrica a una velocidad récord, aunque eso hubiese significado trabajar dieciocho horas diarias? ¿Y por qué había ido directo a Londres en vez de volver a Atenas?

Hasta hacía unos segundos, no había tenido respuesta, y en esos momentos todavía no terminaba de entender qué quería de su relación con Vanessa, pero una cosa le había quedado clara nada más verla: la deseaba. Su deseo por ella no había menguado durante las semanas que habían estado separados y por fin había aceptado que su mal humor durante la estancia en Ciudad del Cabo se había debido a que la echaba de menos.

Aquella morena menuda y guapa le había calado muy hondo. En persona todavía le gustaba más que en sus fantasías, y tenía más curvas, pensó mientras posaba los ojos en sus pechos. Aunque era evidente que estaba muy sorprendida con su visita, y la cautela de su mirada hizo que Zac se resistiese a abrazarla y darle un beso.

Zac: He venido a Londres por negocios -mintió-, y he decidido darme un paseo por el río. Solo por curiosidad, ¿por qué vives en una casa flotante?

Ness: Tanto Dan como yo necesitábamos vivir en Londres por trabajo, y esto es más barato que alquilar un piso -le explicó distraída-.

Se le estaba pasando el desconcierto, pero le estaban empezando a zumbar los oídos. Había creído que jamás volvería a verlo, pero Zac estaba allí, tan guapo como siempre, con un traje gris y una camisa azul clara, abierta en el cuello. Le bastó mirarlo para volver a sentirse hechizada. La seducía con tan solo una sonrisa, y Vanessa clavó los ojos en sus labios y se olvidó de todo lo demás, solo podía pensar en que la besara.

Zac: ¿Vanessa…?

Zac frunció el ceño y sus ojos brillaron como los de un depredador ante su presa. Le apartó un mechón de pelo de la cara y le acarició la mejilla, y Vanessa se puso a temblar y notó que le costaba respirar.

Instintivamente, separó los labios al verle agachar la cabeza.

Dan: Vanessa… ¿estás en casa? He vuelto…

La voz de su hermano la hizo entrar en razón y apartarse de Zac. Dan bajó las escaleras y clavó la mirada en el hombre que estaba al lado de su hermana.

Dan: Debes de ser Efron -le dijo con voz tensa-. Supongo que tengo que reconocerte el mérito de haber venido en cuanto mi hermana te ha contado lo del bebé.

Después se hizo un silencio cargado de tensión.

Zac notó cómo se tensaban todos los músculos y no podía ni respirar ni hablar. Muy despacio, giró la cabeza para apartar la vista del hombre de pelo largo desaliñado que lo estaba mirando agresivamente y posarla en Vanessa, que tenía los ojos desorbitados.

Zac: ¡Dios mío! ¿Qué bebé? -preguntó con voz ronca-.

Dan: ¡Vaya!

Zac volvió a mirar al intruso.

Zac: ¿Y tú quién eres?

Vanessa le había contado que vivía con su hermano, pero no se parecía en nada a aquel hombre. Zac se sintió furioso al pensar que podía ser su amante.

Ness: Es mi hermano -le dijo con voz temblorosa. Luego miró a Dan-. ¿Podrías dejarnos solos unos minutos?

Dan dudó.

Dan: ¿Estás segura?

Ness: Sí. Tengo que hablar con Zac. -En cuanto Dan se hubo marchado, Zac la fulminó con la mirada, haciéndola estremecerse-. Iba a contártelo -empezó-. Iba… a llamarte por teléfono, pero estabas en Sudáfrica.

Zac: ¿Estás embarazada? -preguntó sorprendido-. ¿Cómo es posible, si me dijiste que tenías el periodo? ¿Por qué me mentiste? ¿No querías que supiese que ibas a tener un hijo mío?

Zac sintió que revivía una pesadilla. Tres años antes, Amber le había ocultado su embarazo, y solo se había enterado cuando se había desmayado en el escenario durante una actuación y habían tenido que llevarla al hospital.

«No te lo he contado porque no quiero tener el bebé -le había dicho Amber-.»

¿Le ocurriría lo mismo a Vanessa?

Ness: No te he mentido -se defendió-. Di por hecho que tenía el periodo, pero resulta que no fue así…

Dejó de hablar al ver la expresión irónica de Zac.

Vanessa había sabido que se enfadaría, pero no podía evitar que le doliese. Ambos habían tenido la culpa al no utilizar protección aquella noche, pero era evidente que Zac la estaba culpando a ella.

Ness: Tengo que irme -murmuró, al ver la hora que era-. Tengo consulta en el hospital esta mañana. Si quieres, hablaremos cuando vuelva.

Zac no pudo evitar recordar la traición de Amber.

Se acordó también de la expresión de horror en el rostro de Vanessa cuando le había dicho, después de haber hecho el amor por primera vez, que podía estar embarazada. Había dejado claro que no quería tener un hijo que se interpusiese en su trabajo.

Zac: ¿A qué vas al hospital?

Ness: Van a hacerme una ecografía -respondió mordiéndose el labio-. La verdad es que estoy nerviosa. Todavía no me he hecho a la idea de que voy a tener un bebé, y no sé cómo voy a sentirme cuando mi vida cambie para siempre.

Zac tuvo que admitir que aquella sinceridad era una de las cosas que admiraba de ella. Amber había actuado a sus espaldas y había abortado sin decírselo.

No le había dado la oportunidad de demostrarle que la apoyaría.

En esos momentos, Vanessa esperaba un hijo suyo. Una multitud de emociones distintas se apoderaron de él.

Tenía otra oportunidad de ser padre. Dios, su incredulidad se estaba convirtiendo en emoción y alegría. No le cabía la menor duda de que quería tener aquel hijo, pero ¿y Vanessa? Era evidente que estaba asustada y tenía miedo del futuro.

Zac expiró y se acercó más a ella.

Zac: Las vidas de ambos van a cambiar -le dijo en voz baja-. Estamos en esto juntos, Vanessa. Tal vez no planeásemos tener un hijo, pero estás embarazada y voy a estar a tu lado en cada paso del camino.


Tumbada en la estrecha camilla con el vientre al descubierto, Vanessa se alegró de que Zac estuviese allí. Era la primera vez que estaba en un hospital, al menos, como paciente.

Intentó no acordarse de los momentos de espera después del accidente de tráfico de su madre, ni de cuando había visto aparecer al médico, que le había agarrado las manos para darle la noticia de que Gisele había fallecido. El olor a desinfectante era un doloroso recordatorio de aquel trágico día. De repente, sintió claustrofobia y pánico en aquella pequeña y oscura habitación donde iban a hacerle la ecografía, pero, como si hubiese sentido su tensión, Zac le tomó la mano y le apretó los dedos con cuidado.

Zac: Intenta relajarte -la tranquilizó-.

Y a Vanessa se le llenaron los ojos de lágrimas sin saber por qué. Deseó ser como las otras parejas con las que habían estado en la sala de espera, enamoradas y emocionadas con la idea de tener su primer hijo.

Zac le había prometido apoyarla durante el embarazo, pero la cruda realidad era que su aventura se había terminado varias semanas antes y que aquel bebé no había sido esperado.

El médico ya había extendido el gel en el vientre de Vanessa y estaba moviendo el sensor por él.

**: Aquí está -anunció-. Este es su bebé. ¿Ven cómo le late el corazón?

Vanessa solo veía un borrón. Era difícil creer que aquello era una nueva vida, su hijo.

Ness: Entonces, ¿es real? -preguntó en un susurro, sin darse cuenta-.

Tenía miedo. No estaba preparada para tener un bebé. No sabía cómo se las iba a arreglar con él.

Miró a Zac y deseó que siguiese agarrándole la mano, pero este estaba inclinado hacia delante, con la vista clavada en la pantalla. Su expresión era indescifrable. ¿Estaba enfadado por estar en aquella situación? Era un hombre acostumbrado a controlarlo todo. ¿Le molestaría no poder controlar su destino?

El médico sonrió.

**: No se preocupe. Muchas mujeres se quedan sorprendidas al ver la primera prueba de su embarazo. La ecografía lo hace más real. Y tengo que comunicarles otra cosa que, probablemente, la sorprenderá todavía más.

Zac: ¿Le ocurre algo al bebé? -preguntó preocupado, apartando la vista de la pantalla e intentando controlar sus emociones-.

**: Todo parece ir bien -respondió el médico-, pero hay dos embriones. Está embarazada de mellizos.

Aquello no podía estar ocurriendo. Vanessa miró a su alrededor mientras se volvía a vestir y se preguntó si se estaría volviendo loca. No sabía qué había dicho el médico después de la palabra «mellizos», aunque recordaba algo acerca de que los bebés no serían idénticos.

**: Los mellizos crecen en dos óvulos separados, fertilizados por dos espermatozoides distintos. Pueden ser del mismo sexo, o niño y niña, aunque esto solo puede saberse haciendo otra ecografía, alrededor de la semana veinte del embarazo.

¿Qué más daba que fuesen niños o niñas?, se preguntó Vanessa con tristeza. En lo único en lo que podía pensar era en que, en menos de ocho meses tendría que ocuparse de dos bebés. Eso significaba el doble de biberones y de pañales, y el doble de gastos. ¿Cómo iba a criar a dos hijos? ¿Y de dónde iba a sacar el tiempo para seguir trabajando? Iba a ser imposible. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Su futuro era aterrador y nunca se había sentido tan sola.

En la sala de espera, Zac estaba demasiado nervioso para sentarse en las incómodas sillas de plástico, así que fue hasta la ventana, que daba al aparcamiento. Mellizos… Todavía no lo había asumido.

Vanessa estaba embarazada de dos bebés, suyos. Se sintió orgulloso, pero también tuvo miedo. Después de Amber, siempre había pensado que no volvería a confiar en otra mujer lo suficiente como para querer tener un hijo, pero el destino le había dado otra oportunidad de ser padre.

Pensó en sus padres y deseó, como había hecho en muchas otras ocasiones a lo largo de los años, que siguiesen vivos. Se habrían emocionado mucho al enterarse de que iban a ser abuelos de mellizos. Su paciente padre habría sido un maravilloso abuelo.

Le dolió la garganta al tragar saliva. Quería ser tan buen padre como lo había sido el suyo. A pesar de la inmensa fortuna que había hecho, en el fondo seguía siendo el hijo de un pescador griego y, como para su padre, la familia era más importante que el dinero.

Quería crear su propia familia, su propia dinastía en Aura, pensó sonriendo.

Pero ¿qué querría Vanessa? Se le encogió el corazón al recordar el momento en que el médico les había anunciado que eran mellizos. La había visto destrozada.

¿Decidiría que no quería seguir adelante con el embarazo?

Sintió miedo, un pánico desconocido hasta entonces, y, sobre todo, la abrumadora necesidad de proteger a su hijo. Tenía que convencer a Vanessa de que aquel embarazo no sería el desastre que ella pensaba, y asegurarle que la apoyaría económicamente y en todos los demás aspectos.

Tenía que convencerla de que la cuidaría a ella y cuidaría de los bebés, se dijo mientras sacaba el teléfono y empezaba a hacer llamadas. Uno de los beneficios de ser multimillonario era que todo el mundo estaba dispuesto a ayudarlo por dinero.

Ness: Pensé que íbamos a ir a comer -comentó aturdida-.

Eso era lo que le había dicho Zac al salir del hospital. Habían atravesado la ciudad en coche en silencio, ambos sumidos en sus pensamientos y habían aparcado en los muelles de Santa Catalina, pero ya habían pasado por delante de dos restaurantes y no habían entrado en ninguno.

Zac: Ya hemos llegado -le dijo deteniéndose delante de un enorme yate y tendiéndole la mano para ayudarla a subir a bordo-. Es de un amigo mío y nos lo va a dejar para comer, para que podamos tener algo de intimidad. Tenemos muchas cosas de las que hablar.

Ness: Supongo que sí -admitió dubitativa-.

No tenía ni idea de hasta dónde querría comprometerse Zac con sus hijos. Le había dicho que la apoyaría, pero eso había sido antes de que se enterasen de que iban a tener mellizos.

Lo siguió escaleras abajo y miró a su alrededor, cada vez más aturdida. Zac había aparecido de repente, y luego en el hospital le habían dado la noticia de los mellizos.

Ness: No puede ser verdad -murmuró-.

No se dio cuenta de que Zac la había oído y se había puesto tenso. Al menos, ya sabía por qué estaba siempre tan cansada. Dos nuevas vidas estaban creciendo en su interior y el proceso la estaba dejando sin energías.

Zac: La tripulación nos servirá la comida en unos minutos. ¿Quieres algo de beber mientras tanto? ¿Una taza de té?

Vanessa negó con la cabeza.

Ness: El té es una de las cosas que me dan náuseas. Llevo semanas sin poder beberlo -admitió-. Lo cierto era que tenía síntomas del embarazo, pero no fui capaz de verlos.

Zac fue hacia la nevera y se sirvió un whisky.

Zac: ¿De verdad no lo sabías ya en Aura?

Ness: No, no tenía ni idea. Ya te dije que pensé que había tenido el periodo. Cuando el médico me lo dijo me pilló completamente por sorpresa, aunque todavía me ha sorprendido más saber que son gemelos.

Se sentó en un sofá suave y cómodo, apoyó la cabeza en los cojines y cerró los ojos unos minutos. Siempre se sentía cansada a esa hora del día.

Zac la miró, pensativo. Detuvo la vista en la suave curva de su vientre y se le hizo un nudo en el estómago al pensar en las dos vidas que había dentro.

Sabía que no estaba pensando de manera racional, que sus actos eran instintivos y nacidos de la urgencia de llevarse a Vanessa a un lugar donde tanto ella como los bebés estuviesen a salvo. Ella lo acusaría después de no haber jugado limpio, pero en ese momento se había quedado dormida y, con un poco de suerte, cuando despertase, el yate estaría ya muy lejos de los muelles.


Después de despertarse, Vanessa estuvo unos segundos desorientada. Luego recordó que Zac la había llevado a comer al barco de su amigo. Debía de haberse quedado dormida. Miró a su alrededor, estaba en una lujosa cabina. Zac debía de haberla llevado allí, le había quitado los zapatos y la había tumbado en la cama, y todo sin que ella se despertase. Se miró el reloj y vio sorprendida que había dormido varias horas.

Miró por el ojo de buey y vio agua, giró la cabeza para mirar por el que había al otro lado y vio más agua.

Confundida, bajó de la cama y se dio cuenta de que el barco se estaba moviendo. Tenía el vestido arrugado y al mirarse en el espejo se dio cuenta de que estaba despeinada. No veía los zapatos por ninguna parte, así que abrió la puerta de la cabina y fue rápidamente hacia el salón.

Zac: Ah, ya estás despierta -comentó, que estaba sentado en uno de los sofás-.

Dejó el ordenador portátil a un lado y se levantó al verla. A Vanessa se le aceleró el corazón cuando se acercó a ella y recordó varios fragmentos del sueño que acababa de tener, un sueño erótico en el que Zac y ella, desnudos en una cama, hacían el amor. Se sonrojó.

¿Cómo podía pensar en esas cosas en un momento como aquel?

Zac: Has dormido mucho rato. ¿Tienes hambre?

Ness: No -respondió, aunque su estómago protestó, contradiciéndola-. Zac, ¿qué está pasando? ¿Por qué no está el barco amarrado? ¿Dónde estamos?

Zac: No puedo darte la localización exacta, pero estamos yendo en dirección a España, de camino a Grecia -le contestó con toda naturalidad-. Llegaremos a Aura dentro de dos días. El viaje es más largo que en avión, lo sé, pero también más relajante. Y así tendremos la oportunidad de hablar del futuro.

Vanessa se puso furiosa al oír aquello.

Ness: ¿No se te ha ocurrido preguntarme antes? -inquirió-. Podríamos hablar en Londres. No quiero ir a Aura.

Él sonrió, pero su mirada era dura y su tono implacable hizo que Vanessa sintiese un escalofrío.

Zac: Me temo que no tienes elección.

Ness: No seas ridículo. No puedes secuestrarme -le advirtió-. Mi hermano estará esperándome. Debe de estar muy preocupado.

Zac: Dan sabe dónde estás -le contó, sentándose de nuevo en el sofá-. Te ha llamado al teléfono móvil cuando estabas dormida y he hablado con él. Le he asegurado que tengo la intención de asumir mi responsabilidad con respecto a los niños. Le ha sorprendido que estés esperando mellizos, y ha estado de acuerdo conmigo en que lo mejor será que vivas en Villa Elena, y no en una casa flotante, sobre todo, cuando el embarazo vaya progresando.

Ness: No te creo. Dan no puede haber eso. Sabe que tengo que estar en Londres para trabajar.

Como respuesta, Zac señaló una maleta que había al otro lado del salón.

Zac: Ha traído parte de tu ropa y otras cosas, como tu pasaporte. Y una empresa de mensajería va a recoger el resto de la casa flotante.

Vanessa se dejó caer pesadamente en el sofá. ¿Cuántas sorpresas más iba a aguantar? Zac parecía pensar que podía hacerse cargo de su vida.

Ness: ¿Y por qué ha hecho Dan eso?

Había pensado que Dan era su aliado.

Zac: Porque quiere lo mejor para ti.

Ness: Llevarme a Grecia en contra de mi voluntad no es lo mejor para mí -espetó-. Insisto en que regresemos a Londres.

Zac: ¿Y dónde piensas vivir? La casa flotante, con mellizos, es impensable -le dijo muy serio-.

Ness: Tengo pensado alquilar un piso -le dijo sabiendo que Londres era una ciudad demasiado cara para alquilar una casa con jardín. Suspiró-. No sé todavía lo que voy a hacer. Ni siquiera me había hecho a la idea de tener un bebé, así que dos… No sé cómo me las voy a arreglar.

Parecía tan frágil. Zac sintió una sensación extraña en el pecho, como si le estuviesen exprimiendo el corazón. Quería esos niños más que nada en su vida, quería ser su padre y quererlos y protegerlos como su padre había hecho con él. Miró a Vanessa y quiso protegerla a ella también. Le sorprendió desear que no estuviese preocupada y que volviese a sonreír como había hecho durante las mágicas semanas que habían pasado juntos en Aura.

Zac: ¿Cómo te hace sentir el embarazo, Vanessa? -le preguntó en voz baja-.

Ness: Sorprendida, incrédula, asustada. No puedo creer que esté ocurriendo…

Zac: ¿Me estás diciendo que no quieres tener los bebés?

Ella miró a Zac y se preguntó si los niños se parecerían a él. Se los imaginó rubios y con los ojos azules y, en ese momento, las dos pequeñas vidas que estaban creciendo en su interior se hicieron reales. El embarazo no era un concepto abstracto, iba a ser madre.

Ness: Por supuesto que los quiero. No había pensado tener hijos en este momento de mi vida, pero querré a mis hijos.

Tragó saliva cuando una imagen de su madre le inundó la mente. Había deseado que esta le hubiese contado la verdad acerca de su padre, pero no dudaba de que la había querido mucho. El vínculo entre madre e hija había sido especial. En esos momentos, ella iba a ser madre, y les daría a sus hijos el mismo amor incondicional que había recibido de Gisele.

Ness: Sé que no será fácil, pero haré todo lo que esté en mi mano para ser una buena madre.

Zac notó que le estaba pasando algo raro, como si su corazón se estuviese liberando de repente. Vanessa no era como Amber. Se acercó a ella y se sentó a su lado en el sofá, decidido.

Zac: Me alegro de que compartamos el mismo deseo de ser padres de nuestros hijos. -Sabía lo que tenía que hacer y aceptó que no podía seguir evitando el compromiso-. Solo hay una opción -continuó, mirándola a los ojos-. Quiero que te cases conmigo.




Wow, wow, wow! ¡Qué capítulo lleno de emociones!

Vanessa está embarazada, y por partida doble, Zac la secuestra, aunque si vienen a España a mí ya me va bien XD, y ahora le pide que se case con él.

Yo diría que sí XD, pero, ¿qué dirá Vanessa?

En el próximo capi lo sabremos.

¡Thank you por los coments y las visitas!

¡Comentad, please!

Pasaos por mi otro blog, porfi.

¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Wooww que capitulon!!!
Vanessa tiene que admitir que tiene que hacer esto con zac, el es el padre de sus hijos así que espero y eso no sea problemas
Esta noveka me gusta mucho
No creí que vanesssa se vaya a embarazar
Sube pronto
Saludos

Unknown dijo...

Por dios! Mellizosss? A falta de uno vienen dos!!! Que lindo, me encanta.
Que bueno que Zac no se enojo. Y ness que tiene tanto miedo, pero al menos no esta sola, me parece que tiene miedo porque no sabe que Zac la quiere... Pero creo yo que ya se va a dar cuenta. Y Zac que la lleva lejos y no le dice nada... Todo un tema

Me encanto el capi, sube pronto :)

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