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viernes, 2 de enero de 2015

Capítulo 3


Zac: ¿Qué demonios quiere decir con que hoy no va a venir? -le preguntó al enfermero que al día siguiente le acomodaba la pierna herida sobre unas almohadas-.

Era un alivio saber que dentro de poco le quitarían la barra en la que la tenía colgada, pero aquello era algo secundario comparado con el hecho de que la enfermera Hudgens no se encargaría de ello.

Zac: Tiene que venir. Es enfermera, y tiene pacientes que dependen de ella.

**: Y también tiene días libres igual que los demás -aseguró el hombre con una sonrisa radiante-. Me llamo Carlos, y hoy, yo me ocuparé de usted.

Zac forzó una sonrisa, tratando de controlar su impaciencia.

Zac: Estupendo. Eso es estupendo. ¿Y cuándo dice que volverá Vanessa? Quiero decir, la enfermera Hudgens.

Carlos: Pasado mañana -respondió encogiéndose de hombros con indiferencia-.

¿Dentro de dos días? ¡Pero a él le iban a dar el alta al día siguiente! Pensó durante un instante en la posibilidad de aplazarlo, pero la idea de pasar una noche más en aquella cámara de tortura lo hacía estremecerse. Lo habría hecho si hubiera podido ver a sus hijos, pero Amber había decidido que el hospital era demasiado traumático para ellos, y dadas las circunstancias se vio obligado a ceder. Así que el único contacto que había tenido con ellos había sido telefónico, cuando pudo convencer a esa niñera desconfiada de que era quien decía ser. No, tenía que marcharse de allí lo más rápido posible para poder concertar una visita de verdad... Y cuanto antes mejor, aunque aquello supusiera nuevos problemas.

Lo cierto era que no podía valerse por sí mismo pero tampoco quería ir a casa de sus padres. Will tenía buena intención pero no era precisamente una enfermera ni tampoco tendría tiempo de atenderlo. Así que el abogado estaba llamando a algunas agencias para encontrar a una persona que pudiera quedarse con Zac las próximas semanas. Le producía un cierto repelús la idea de que una persona desconocida viviera en su casa y lo ayudara con sus necesidades más íntimas, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? A menos... Se dio cuenta de pronto de algo que llevaba pensando sin quererlo casi desde el momento en que le dijeron que pronto regresaría a casa. Seguramente no funcionaría, pero sabía que si no lo intentaba, después se daría de cabezazos contra la pared.

Zac: Escuche -dijo cuando el enfermero se dio la vuelta para marcharse-. Tengo que pedirle un favor. Es muy importante para mí.

Carlos: Claro -respondió encogiéndose de hombros-. Siempre y cuando no contravenga las órdenes del médico.

Zac: No se trata de eso -le prometió-. Solo necesito que se ponga en contacto por mí con Vanessa. Quiero decir, con la enfermera Hudgens. ¿Podría hacerlo?

Visiblemente sorprendido, el hombre se rascó la barbilla.

Carlos: No sé. Yo personalmente odio que me llamen en mi día libre.

Zac: Por favor -insistió-. Si pudiera dejarle un mensaje, decirle que necesito verla... Le pagaré incluso. Es importante.

El enfermero pareció molestarse.

Carlos: No hace falta que me pague. Si tan importante es para usted, veré lo que puedo hacer.

Zac se relajó un poco.

Zac: Gracias. ¿Cuándo puede llamarla? ¿Será pronto?

Carlos Martínez consultó su reloj.

Carlos: Tengo un descanso dentro de cuarenta minutos. Lo intentaré entonces.

Cuarenta minutos. Zac se mordió la lengua para evitar apurar al hombre para que llamara en aquel instante. Cuarenta minutos, y luego, ¿cuánto tiempo tardaría en saber de ella? ¿Volvería a saber algo de ella?


Vanessa estaba sentada en la cocina ojeando una revista. Cuando sonó el teléfono ni siquiera levantó la vista. Seguramente su hermano Andrew querría contestar. Un instante más tarde, cuando lo oyó llamarla a gritos, sintió una punzada de sorpresa. Se levantó de la mesa y se acercó al mostrador que separaba el estudio de la cocina. Su hermano estaba sentado en su butaca mirando fijamente la pantalla de la televisión.

Ness: ¿Qué pasa, Andrew?

Andrew: Era para ti -respondió sin apartar la vista de la televisión-.

Ness: Entonces, ¿por qué has colgado? -preguntó cruzándose de brazos-.

Andrew: Era un tipo diciendo que un tal señor Efron quiere verte. Le dije que te daría el mensaje. Eso fue todo.

¡Zac! Se quedó congelada un instante. Zac quería verla. No podía dejar de preguntarse qué querría y qué sería tan importante como para contactar con ella en su casa. No se preguntó quién habría llamado o cuándo o dónde tenía que ponerse en contacto con Zac Efron. Lo único que sabía era que él quería verla, y por el momento aquello era más que suficiente.

Ness: Voy a salir -anunció mientras atravesaba la cocina-.

Andrew le gritó que era muy tarde para salir, pero lo cierto era que apenas pasaban de las ocho. Ignorando a su hermano, agarró el bolso de su cuarto y, sin importarle el hecho de ir vestida con sandalias, pantalones cortos y camiseta, salió por la puerta del garaje y se subió a su coche de dos puertas que estaba aparcado en la calle.

El hospital estaba a menos de diez minutos de su casa. Aquella era una de las razones por las que sus padres se habían mostrado partidarios de que aceptara aquel trabajo tres años atrás. Nunca se había arrepentido de su decisión. Le encantaba ser enfermera. Se le daba bien y estaba lo suficientemente bien pagado como para poder amortizar sus créditos universitarios en un tiempo récord, pagar los plazos de su coche y ahorrar todos los meses una cantidad considerable.

Tras dejar el vehículo en el aparcamiento para empleados, entró a toda prisa en el hospital. Pero nada más entrar en la habitación de Zac se dio cuenta de que no podía haber escogido un momento más inoportuno para visitarlo. La estancia estaba abarrotada de personal médico que se agolpaba a los lados de la cama.

Le habían quitado la barra colgante, y estaban en el proceso de remplazarle las vendas de la pierna derecha por un estabilizador, que consistía básicamente en una venda elástica con cierres de velcro. Vanessa contó a cuatro personas: el médico, su asistente y dos enfermeros. Y supo que no había ninguna razón para que ella estuviera en aquel momento en la habitación.

Aunque cualquier pensamiento negativo al respecto se evaporó en cuanto escuchó a Zac exclamar:

Zac: ¡Vanessa! Entra, por favor.

Carlos Martínez miró por encima del hombre y sonrió.

Carlos: Eso sí que es rapidez.

Así que era Carlos quien le había dejado el mensaje, pensó Vanessa.

Zac: ¡Al fin libre! -dijo saludándola con la mano-. Cielos, aquel cacharro era un horror.

**: Si vuelve a apoyar esa pierna, se lo colocaremos sin dudarlo -le advirtió el médico-.

Zac: No se preocupe -aseguró con seguridad-. No voy a cometer ninguna estupidez.

El médico miró a Vanessa, que se había colocado a la cabecera de la cama, y dijo:

**: Encárgate de que así sea.

Pensó que era extraño que se dirigiera específicamente a ella, pero se limitó a asentir con la cabeza.

**: Cuando hayamos terminado aquí le administrarán un calmante -continuó diciendo el médico mientras anotaba algo en el informe-. Y tendremos que seguir un tiempo más con las inyecciones. Los anti inflamatorios y el antibiótico puede tomarlos por vía oral. Dejaré la receta en la sala de enfermeras. Debe mantener la pierna seca y lo más alto que sea posible. Volveré a verlo dentro de una semana. Tendrá que llamar a la consulta para pedir hora.

Vanessa volvió a tener la sensación de que el médico se estaba dirigiendo directamente a ella, pero decidió actuar como si no fuera así.

Ness: ¿Lo has entendido todo? -le preguntó a Zac-.

Zac: Todo -respondió con una sonrisa-.

Parecía como si aquellos ojos azules como el cielo estuvieran intentando mandarle un mensaje, pero Vanessa no lo captaba.

**: Bueno, esto ya está -dijo el médico guardando de nuevo el informe a los pies de la cama-. Le sugiero que alquile una silla de ruedas para utilizarla en casa y cuando salga a la calle, salidas que debería reducir al mínimo durante algunas semanas. ¿Alguna pregunta?

El médico miró primero a Zac y luego a ella. Vanessa se limitó a mirar a Zac, que negó con la cabeza y dijo:

Zac: No. Ahora mismo no se me ocurre ninguna. Gracias por todo, doctor.

El médico sonrió y asintió antes de volver a dirigirse a Vanessa.

**: Hágame un favor, ¿le importa, enfermera Hudgens? Manténgalo alejado de las escaleras. No quiero volver a tener que recomponerlo.

Vanessa parpadeó y abrió la boca para decir algo pero no se le ocurrió el qué, así que volvió a cerrarla y asintió con la cabeza.

**: Lo dejo en buenas manos -aseguró el médico tirando los guantes de látex en un recipiente apropiado-.

Y dicho aquello salió de la habitación seguido de los enfermeros y su asistente.
Vanessa se quedó mirando la puerta mientras se cerraba lentamente detrás del grupo.

Ness: Qué raro -murmuró girándose hacia Zac-. Se ha dirigido a mí como si yo fuera tu enfermera personal o algo así.

Zac inclinó la cabeza con gesto de falsa inocencia.

Zac: Bueno, tal vez yo... tal vez le haya dejado creer sin querer que así era.

Ness: ¿Cómo? ¿Por qué harías tú una cosa así?

Zac: Porque se supone que no puedo salir de aquí hasta que tenga alguien que pueda ocuparse de mí.

Ness: Pero no lo tienes -dedujo al instante-.

Zac: Bueno, todavía no.

¿Sería aquello de lo que Zac quería hablar con ella? Sintió a su pesar una oleada de desilusión.

Ness: De acuerdo. Puedo recomendarte un par de agencias muy buenas.

Zac: Ya he pensado en eso -aseguró con una mueca-. Pero no puedo soportar la idea de que haya un desconocido rondando por mi casa conmigo dentro.

Vanessa asintió con gesto de comprensión.

Ness: Tal vez deberías quedarte con otra persona una temporada. Con tus padres, tal vez.

Zac abrió desmesuradamente los ojos con fingida alarma.

Zac: Prefiero quedarme aquí. Y créeme, sería capaz de tirarme por esa ventana antes que hacer eso. No, yo solo veo una solución.

Ness: ¿Cuál es?

Zac: Tú.

Ness: ¿Yo? -preguntó parpadeando-.

Zac: Mira, sé que te pongo en un compromiso, pero no confío en nadie más.

Ness: ¿Quieres que me traslade a vivir contigo? -preguntó sin dar crédito-.

Zac: Sé que es muy egoísta -reconoció tomándola de la mano-. Pero estoy desesperado. Te recompensaré con creces. Te pagaré el doble de lo que cobras aquí.

Ness: No, eso no sería justo -aseguró más pendiente del contacto de su mano que de sus palabras-.

Zac: Por favor, Vanessa. No puedo valerme por mí mismo, y es una casa muy bonita, con mucho espacio. La zona es preciosa. ¿Te he dicho ya que eres la única persona en la que confío?

En aquel momento ella no pudo hacer nada más que quedarse mirando fijamente aquel bello rostro. Aquel hombre tan guapo quería que se fuera a vivir con él, aunque fuera temporalmente. Confiaba en ella.

Zac: Sé que es mucho pedir -aseguró apretándole suavemente la mano-. Pero Carlos me dijo que hay escasez de enfermeras, así que podrías acogerte a un permiso sin sueldo y regresar a tu puesto de trabajo cuando quisieras.

El problema no era el trabajo. Podía conseguir otro si quisiera. Las enfermeras estaban muy cotizadas en aquel momento, y esa era la razón por la que a Zac le costaría mucho encontrar a alguien bien cualificado para ocuparse de él. No, el trabajo no era el problema. El problema era su hermano Andrew. Pondría el grito en el cielo cuando le dijera que se iba a marchar de casa temporalmente. A pesar de ser dos años mayor que ella, Andrew era incapaz de hacer nada por sí mismo, ni siquiera hacer la cama o plancharse una camisa. Tal vez ya iba siendo hora de que empezara.

Zac: Escucha -continuó diciendo-, si quieres traerte compañía, no me importa. Me refiero a tu novio, o algo así...

Ness: No tengo novio -murmuró que ya estaba organizando mentalmente el cambio-.

Tenía que llamar enseguida a su supervisor. A nadie le iba a hacer gracia enterarse con tan poco tiempo, pero no podía hacer nada al respecto. Después tendría que hacer la maleta, y más le valdría llevarse consigo todo lo que necesitaba a la primera, porque cada vez que regresara tendría que enfrentarse a los reproches de su hermano.

Zac: Entonces, ¿hay algo más, tal vez? -le escuchó decir-.

Ness: ¿Cómo? No, la verdad es que no.

Él le apretó la mano de nuevo y esta vez, Vanessa sintió una oleada de calor en el pecho que le subió después por el cuello hasta llegar al rostro. «Trabajo», se recordó mentalmente. Aquello era una pura cuestión de trabajo y nada más. Y sin embargo, el corazón le latía con la fuerza de un tambor.

Zac: ¿Puedes hacerlo? -le preguntó mirándola fijamente con aquellos ojazos azules-.

¿Podía? Oh, sí. Vanessa asintió con la cabeza, incapaz de articular palabra.

Zac: ¿Lo harás? -Vanessa aspiró con fuerza el aire para tratar de recuperar la compostura-. Por favor -añadió con dulzura-. Vanessa, te necesito.

Algo dentro de ella se enterneció, y contestó con la única respuesta que había contemplado desde el principio.

Ness: Sí. Sí, lo haré.


Andrew: ¿Te has vuelto loca? -inquirió-.

Ness: Es un trabajo -repitió por tercera vez mientras metía sus artículos de baño en la maletita que tenía abierta sobre la cama-.

Andrew: ¡Pero ya tienes trabajo en el hospital! -insistió-.

Ness: Me he acogido a un permiso sin sueldo -dijo guardando el cepillo del pelo-.

Andrew: ¿Y quién va a cuidar de mí mientras estés fuera? -se quejó-.

Ness: Tendrás que hacerlo tú mismo -aseguró colocando el camisón en la parte superior de la maleta-.

Andrew: No puedes irte -insistió muy enfadado-. Papá y mamá...

Ness: Papá y mamá están de viaje por América -se le adelantó-. Y aunque no fuera así, yo seguiría aceptando este empleo.

Andrew: Soy responsable de ti -aseguró levantando el dedo índice-.

Ness: ¡Oh, cállate! -respondió cerrando la maleta de un golpe seco-. Tengo veintiocho años. Yo soy la única responsable de mí misma, y si quieres ocuparte de algo, créate una vida y responsabilízate de ella.

Vanessa agarró la maleta por el mango y la levantó de la cama mientras Andrew se quedaba de pie con la boca abierta. Durante un instante mantuvo la esperanza de que mostrara un mínimo de comprensión, pero al segundo se dio cuenta de la imposibilidad de que aquello sucediera. Aspiró con fuerza el aire y se digirió hacia la puerta. Había metido el resto de sus cosas en el coche la noche anterior.

Andrew: ¿Quién me va planchar las camisas? -quiso saber-.

Ness: Llévalas a la tintorería -sugirió con dureza-.

Andrew: ¿Y quién va a cocinar? -insistió-.

Ness: Hay más de diez mil restaurantes en San Antonio -respondió con un suspiro-.

Andrew: Quiero saber quién es ese tipo con el que te vas a vivir -inquirió súbitamente-.

Aquello hizo que Vanessa se detuviera.

Ness: Ese tipo se ha caído por las escaleras -aseguró girándose para mirar a su hermano-. Tiene un hombro dislocado, el brazo roto y la pierna llena de fracturas, por no hablar de los ligamentos destrozados. También ha sufrido una conmoción y varias contusiones. Está solo e inválido y me ha ofrecido dos veces lo que cobro en el hospital.

Dicho aquello, Vanessa se giró de nuevo y avanzó con la maleta en la mano hacia la puerta. Hacia la libertad.




¡Van a vivir bajo el mismo techo! Aunque Vanessa no parece muy disgustada, todo lo contrario, es una liberación para ella, no tendrá que ocuparse del inútil de su hermano (¬_¬) ¡Bien por Ness!

El próximo capi será interesante. Comentad y el domingo lo pongo.

Por cierto, no dudéis que este año va a estar lleno de novelas XD Solo espero que os gusten y las leais.

¡Thank you por los coments y las visitas!

¡Un besi!

¡FELIZ 2015!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Siiiii!! Vivirán juntos, estoy segura
Que ahí empezara la acción Jajajaja
Ya quiero leer el próximo capítulo
Esta novela es muy interesante
Igual quiero saber que hará su ex-esposa de zac
Cuando se entere de que su enfermera es muy linda
Sube pronto!!!!
Siii novelas para todo el 2015

Unknown dijo...

Jajaja su hermano es un inútil!! Cómo le va a preguntar quién planchará sus camisas?? No puede hacerlo él solo? ¬¬
En fin!!
Yeyyy!! Se van a vivir juntos!! *.*
La ex esposa les hará algo! Lo presiento...maldita! Grr!!

Síguela pronto! :D

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