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miércoles, 7 de enero de 2015

Capítulo 5


Zac miró de reojo la jeringuilla que Vanessa tenía en la mano y compuso una mueca. No le gustaba nada cómo le hacía sentirse aquello, del mismo modo que odiaba el dolor y la debilidad. Además, si Amber decidía por fin llevarle aquella mañana a los niños, tal y como él le había suplicado, quería estar bien despierto y en posesión de todas sus facultades. Seguramente su ex mujer terminaría por no llevarlos, porque sabía que a él le encantaría verlos. Pero en cualquier caso, quería permanecer lúcido.

Zac: No quiero que me pongas eso -le dijo a Vanessa-.

Ness: Ya hemos hablado de esto más veces -respondió sonriendo con paciencia-.

Zac: Me dará sueño, y no quiero dormirme.

Vanessa suspiró y se sentó a un lado de la cama.

Ness: Comprendo que no quieras quedarte atontado, pero necesitas descansar. Cuando vayas mejorando dormirás menos. Si te medicas con regularidad podrás pasar los días a gusto pero despierto... la mayor parte del tiempo.

Zac: La mayor parte del tiempo -repitió con un gruñido-. A veces, querrás decir.

Ness: Cada día que pase será mejor -prometió-. Pero sabes que tienes que tomar esto. Entonces, ¿por qué tenemos que discutir?

Zac: Discutir es mejor que dormir -aseguró, que estaba empezando a divertirse-.

Olía bien su enfermera Vanessa. A limón y a vainilla, igual que el pudín que le había servido la noche anterior con la cena. Zac se preguntó qué diría si le pidiera que se tumbara a su lado en la cama. Ella empezó a hablar de nuevo y sus ojos se clavaron en su boca. Verla hablar parecía mitigar un poco su dolor. Tenía la sensación de que un beso de verdad sería mejor que cualquier inyección.

Ness: Discutir no ayuda -le estaba diciendo-. Y para eso estoy yo aquí, para ayudarte. Y esa es también la razón por la que el médico prescribió las inyecciones.

Zac pensó que tenía una boca preciosa, absolutamente besable y lujuriosa. Todavía recordaba la sensación de sus labios sobre los suyos. El mero hecho de pensar en ello ahora le mitigaba el dolor del brazo y el hombro. Tal vez el doctor debería haberle recetado a ella.

Zac: ¿Y por qué no puedo tomar solo pastillas?

Ness: Porque no son lo suficientemente fuertes -respondió con aquella boca tan preciosa-. Hagamos una cosa: Hoy pondremos la inyección sin protestar y mañana lo intentaremos con las pastillas, ¿de acuerdo?

En aquel momento, Zac habría accedido a cualquier cosa que la hiciera seguir hablando.

Zac: ¿No más inyecciones?

Ness: Solo a la hora de dormir.

Zac: Pues vaya trato -gruñó-.

Ness: Solo quiero aliviarte el dolor.

Zac: No me duele tanto -mintió-.

Vanessa inclinó ligeramente la cabeza sin apartar los ojos de los suyos.

Ness: Sé que parezco muy joven, pero, ¿parezco también estúpida?

Zac: No -respondió sonriendo a pesar del insistente dolor-.

Ness: Bien, entonces.

Zac se tumbó boca arriba con resignación y sacó el brazo por encima del embozo. Estaba dolorido, y cansado, y Amber no iba a llevar a los niños. Y para colmo tenía pensamientos inapropiados respecto a su enfermera. Vanessa le pasó por el antebrazo un algodón empapado en alcohol, sacó una jeringuilla y le hundió la aguja en la carne. No le hizo nada de daño y así se lo dijo.

Ness: De eso se trata -contestó satisfecha, tapando la aguja-.

Zac: No te vayas todavía -le pidió agarrándola del brazo-. Habla un poco conmigo. Estoy cansado de hablar solo.

Ness: ¿De qué quieres que hablemos?

Zac: No lo sé. ¿Te gusta la casa? ¿Estás a gusto?

Ness: La casa es fantástica, ya lo sabes tú -aseguró con una sonrisa-. Me encanta la cocina.

Zac: Gracias. A ti te gusta cocinar, ¿verdad?

Ness: Me encanta.

Zac: A mí también.

Ness: ¿De verdad?

Zac: Esa es una de las cosas que más echo de menos, la verdad.

Ness: Pensé que tenías cocinera.

Zac: No -respondió negando con la cabeza-. Cuando estaba casado teníamos a una persona porque ella insistió, pero incluso entonces yo cocinaba todos los fines de semana -aseguró recordando con una sonrisa-. Me pasaba las mañanas haciendo pasteles para los niños.

Ness: ¿Ella? ¿Quieres decir tu esposa?

El dulce recuerdo se evaporó al instante.

Zac: Mi ex esposa -corrigió adoptando una postura más cómoda-.

Vanessa apartó la vista. Transcurridos unos instantes, dijo:

Ness: Bueno, tienes una cocina maravillosa -concluyó dirigiéndose a la puerta-. Igual que el resto de la casa.

Zac: No te vayas todavía -murmuró sintiendo cómo el sueño lo vencía-.

Ella se detuvo a los pies de la cama sonriéndole con extrema dulzura.

Ness: De acuerdo -dijo acercando la silla que estaba frente a la chimenea-. Me sentaré aquí a esperar.

Zac: De acuerdo.

Zac cerró los ojos. Le pesaban demasiado los párpados como para mantenerlos abiertos. Un profundo suspiro se le escapó de los labios. Vanessa estaba allí. Podía dormirse tranquilo.


Zac gruñó. Tenía el cuello rígido y le dolía otra vez todo el cuerpo. Rodó sobre sí mismo y se puso boca arriba. Sintió una punzada en el hombro derecho. La maldita escayola hacía casi imposible estar cómodamente tumbado. Habría dado la mitad de sus pertenencias por poder arrodillarse y flexionar el codo. Zac abrió los ojos y supo de inmediato dónde estaba. Estaba en casa.

Ness: ¿Cómo has dormido?

Miró hacia un lado. Vanessa. Ella había acercado la mecedora a la cama y estaba acurrucada en ella como un gatito. Tenía una revista en el regazo.

Zac: Bien, supongo.

Ness: Yo también lo supongo, porque hace tiempo que pasó la hora de la comida. Está claro que necesitabas descansar más todavía de lo que yo pensaba. ¿Tienes hambre? -le preguntó dejando a un lado la revista-.

Zac era de la opinión de que ella estaba para comérsela, pero se limitó a decir:

Zac: Mucha.

Ness: Me encargaré de eso en cuanto te tomes la medicación.

Vanessa se acercó a la mesilla y sirvió un vaso de agua de la jarra que seguramente habría colocado ella allí antes. Luego sacó una pastilla del bolsillo de los pantalones vaqueros, le quitó el envoltorio y ayudó a Zac a sentarse antes de colocarle la tableta en la mano.

La cabeza le daba vueltas. Le dolía el brazo. Zac bajó la vista hacia la mano. Aquella tableta parecía pensada para los caballos más que para un ser humano.

Ness: ¿Necesitas algo para el dolor?

En aquel momento le dolían más partes del cuerpo de las que ella podía imaginarse. Para empezar, sentía como si le fuera a estallar la vejiga. Se metió la pastilla en la boca, agarró el vaso de agua que ella le ofreció y se la tragó. Sintió como si tuviera un ladrillo en la garganta.

Zac: Tengo que ir al baño -dijo con brusquedad dejando el vaso en la mesilla-.

Ness: ¿Quieres el orinal?

Zac: Demonios, no. Quiero ir caminando a mi propio cuarto de baño y utilizar el inodoro.

Ness: ¿Te conformarías con ir en silla de ruedas? -preguntó con suavidad mientras se dirigía a buscarla-.

Zac: ¿Tengo otra opción?

Ness: No.

Zac: Eso pensaba -gruñó colocándose aparatosamente al borde de la cama-.

Ella aparcó la silla cerca de él, y cuando se inclinó para retirar las sábanas, se le abrió la camisa de algodón lo suficiente para que Zac advirtiera los suaves montículos de sus senos y el encaje que los protegía. De pronto, su deseo se elevó al máximo. Puso el pie izquierdo en el suelo y se levantó. Con demasiada rapidez.

Zac: ¡Ay!

Vanessa lo sujetó por la cintura y lo sostuvo, ayudándolo a recuperar el equilibrio hasta que se le despejó la cabeza. Durante un instante, Zac consideró la posibilidad de dejarse caer sobre la cama y arrastrarla consigo, pero el dolor del brazo le hizo ver lo absurdo e inútil que sería. Se balanceó durante un instante y se sentó en la silla dejando caer el brazo izquierdo en el regazo mientras ella le ajustaba el apoyo de los pies. Luego Vanessa se incorporó, se colocó detrás de la silla y la empujó hacia delante.

La silla atravesó la gran puerta y entró en el inmenso cuarto de baño. Zac se inclinó hacia delante para abrir las puertas que separaban la parte de la ducha del resto. Ella hizo el amago de ayudarlo.

Zac: A partir de ahora puedo arreglármelas solo -le dijo con un gruñido-.

Aquella era la peor parte de estar herido, la falta de intimidad y la incapacidad de ocuparse de las cosas más privadas sin ayuda. Por suerte, Vanessa lo captó. Sin decir nada más, le puso el freno a la silla. Zac levantó el apoyo izquierdo con el pie bueno y luego empujó él mismo la puerta, se puso de pie y entró a la pata coja. Vanessa cerró tras él.

Apoyando el hombro sano contra la pared, se las arregló para bajarse los pantalones cortos. Luego se posicionó delante del inodoro ayudándose con el pie bueno. Por desgracia en aquel momento su fisonomía no le permitía acceder a sus necesidades. Zac cerró los ojos y trató de pensar en cosas apacibles, pero la única visión que se le dibujaba en la cabeza era la de Vanessa inclinándose sobre él con la camisa semi abierta revelando los cremosos montículos de sus senos.

Apretando los dientes, abrió los ojos y murmuró:

Zac: Esto me pasa por contratar a una enfermera guapa. -Escuchó entonces un ruido seco en la zona de la ducha-. ¿Vanessa? -preguntó con ansiedad-.

Ness: Lo siento. No ha pasado nada. Yo... Es que me he dado contra el toallero.

Al comprender que lo había oído, Zac sonrió. Al menos, él no era el único que estaba nervioso en aquel momento.

Unos minutos más tarde seguía al borde del colapso pero al menos se había aliviado. Tras sentarse en la silla, Vanessa lo acercó al lavabo para que pudiera lavarse las manos. Zac levantó la vista hacia el espejo y se sorprendió ante lo desaliñado de su aspecto.

Zac: Hay un cepillo de dientes, otro de pelo y una maquinilla eléctrica en el segundo cajón -dijo señalando con el dedo el armarito-.

Se lavó los dientes con comodidad, pero cuando se había afeitado media cara comenzaron a fallarle las fuerzas del brazo izquierdo. Sin decir una palabra, Vanessa agarró la maquinilla de su mano y comenzó a pasársela por la mandíbula.

Zac: Parece como si hubieras hecho esto antes -comentó elevando la voz por encima del ruido-.

Ness: Una vez Andrew se rompió el pulgar derecho y luego la muñeca izquierda al tratar de curárselo. Estaba borracho, por supuesto.

Zac: Ya. ¿Y quién es Andrew?

Ness: Mi hermano mayor. Y otra vez se quemó las palmas de las manos con el radiador de un coche. Entonces no solo lo afeité, sino que además tuve que cepillarle los dientes durante una semana entera.

Zac: Parece que cuidas mucho de ese hermano tuyo.

Ness: Demasiado, tal vez -confesó con un suspiro-. Deberías haber oído la que me montó cuando le dije que me mudaba aquí durante una temporada.

Zac: ¿No le dijiste que se trataba de un trabajo? -preguntó alzando las cejas-.

Ness: Claro. Es demasiado protector, eso es todo. Además, al no estar yo tendrá que cocinar, limpiar y lavarse la ropa.

Preguntándose cuánto significaría ser demasiado protector, le preguntó con sequedad:

Zac: ¿Te enseñó Will cómo activar el sistema de seguridad?

Ness: Sí, pero no pensé que fuera necesario activarlo a menos que saliéramos de la casa, ¿no?

Zac se pasó la mano por la mandíbula recién apurada.

Zac: Siempre que no tenga que pelearme con un hermano enfadado, no tengo intención de salir de aquí por el momento.

Ella sonrió y empezó a peinarle hacia atrás. Cuando terminó, se dispuso a limpiar la maquinilla. Desde luego no se podía decir que la enfermera Hudgens no fuera eficiente. Zac se miró al espejo y decidió que estaba mejor ahora.

Zac: ¿Y cómo es que sigues viviendo todavía con tu hermano?

Vanessa se encogió de hombros y empezó a guardar las cosas.

Ness: Es algo patriarcal. A mi padre le gusta decir que es de la vieja escuela. Mamá nunca ha trabajado fuera de casa y él siempre ha dicho que quería que sus hijos estuvieran juntos porque las familias tenían que permanecer unidas. Pero yo creo que se trataba más bien de una cuestión de control. Cuando se retiró se compraron una de esas caravanas gigantes y se largaron. Parecía como si estuvieran deseando salir de aquí. Pero nos hizo prometer a mi hermano y a mí que nos quedaríamos en casa y cuidaríamos el uno del otro.

Zac: Tengo la impresión de que eres más bien tú la que se ocupa de todo.

Ness: Sí -admitió-. A mí también me lo parece. Esa es una de las razones por las que estoy aquí.

Zac: ¿Una de las razones?

Ella se encogió de hombros.

Ness: Era un buen momento.

Zac sintió una punzada de desilusión. Era un buen momento. ¿Por qué le dolía aquello? ¿Qué esperaba que dijera Vanessa, que no podía resistirse a sus encantadores ojos azules, que estaba decidida a quedarse a su lado hasta que estuviera lo suficientemente fuerte como para saltar encima de él?

Ella se cruzó con su mirada en el espejo y le preguntó:

Ness: ¿Preparado para comer algo?

Zac: Sin duda.

Ness: ¿Quieres sentarte en la mesa que hay al lado de la ventana del dormitorio mientras preparo algo?

Zac: De acuerdo.

Vanessa lo llevó hasta la habitación y aparcó la silla al lado de la mesita en la que él a veces se sentaba a leer el periódico por las noches. Luego le pasó la revista que antes estaba leyendo ella, una de sus publicaciones sobre arquitectura, y le dijo:

Ness: No tardaré mucho -dijo observando el panel de control que había en la pared al lado de la cama-. ¿Crees que alcanzarás el intercomunicador si me necesitas?

Zac: Sí, creo que sí.

Ness: Le he pedido a Will que te traiga una campanita y un par de muletas.

Zac: ¿Una campanita?

Podía comprender lo de las muletas, pero, ¿una campana?

Ness: Puedes llevarla siempre contigo. Y si me necesitas, pero estás lejos del intercomunicador o no llegas, solo tendrás que tocarla. Supongo que tendrá que ser bastante grande o no podré oírla en esta casa tan grande.

Zac sacudió la cabeza con gesto amargo. Así que le iban a poner una campana como si fuera una vaca.

Zac: Mientras no tenga que comer heno... -bromeó-.

Ness: Creo que podremos hacer algo un poco más sabroso -respondió marchándose-.

Diez minutos más tarde, Zac miraba fijamente un cuenco de sopa acompañado de galletas saladas.

Zac: Supongo que esto será solo el primer plato...

Ness: ¿Tanta hambre tienes?

Zac: Soñaba con un chuletón de dos centímetros de gordo con patatas fritas, tal vez. -Le echó un vistazo al líquido ámbar de su vaso y añadió-: Y café. Café negro, fuerte.

Vanessa se puso en jarras y dijo con el tono que utilizaría una profesora de educación infantil:

Ness: Hagamos una cosa: Si te tomas la sopa y el té freiré ese chuletón que tienes en la nevera y te lo traeré.

Zac agarró la cuchara, la hundió en el cuenco y dijo con tristeza:

Zac: De acuerdo, pero tenlo preparado para cuando me haya terminado la sopa o soy capaz de empezar a comerme la servilleta.

Ella se giró sobre sus talones comentando en voz alta:

Ness: El paciente presenta gran apetito.

Él dio buena cuenta de la sopa. Lo cierto era que estaba muy buena. No se parecía a las de sobre. Miró el vaso con más desagrado. Pero cuando llevaba la mitad de la sopa decidió darle un tiento. Levantó el vaso y lo olisqueó. No olía a ninguna clase de té que él conociera, pero no le resultaba desagradable. Tenía tal vez un toque de limón. Le dio un sorbo con desconfianza y saboreó algo afrutado acompañado de miel. No estaba mal. Bebió un poco más y luego volvió a la sopa, apurándola en dos cucharadas. Lo mismo hizo con las galletas y para cuando Vanessa regresó con el chuletón y la cafetera tenía también el vaso vacío.

Sonriendo, le puso delante el plato y los cubiertos.

Ness: ¿Qué tal te sientes? -le preguntó rellenándole el vaso-.

Zac: De maravilla -aseguró agarrando el tenedor-.

Un instante después se dio cuenta de que su torpe mano izquierda y un simple tenedor no conseguirían cortar el chuletón. Vanessa agarró el cuchillo y esperó. Él clavó el tenedor en la carne y lo sujetó mientras ella le cortaba varios pedazos. Unos minutos más tarde, Zac dejaba el tenedor al lado del plato vacío y se reclinaba hacia atrás exhalando un suspiro de satisfacción.

Ness: ¿Y ahora, cómo te encuentras?

Zac: De maravilla. Lleno y relajado.

Vanessa sonrió y se dispuso a llevarse los platos.

Ness: Tal vez este no sea el mejor momento para preguntártelo, pero, ¿qué te gustaría tomar de cena?

Zac se lo pensó durante unos instantes antes, tratando de recordar lo que tenía en la despensa.

Zac: Sorpréndeme -dijo finalmente encogiéndose de hombros-.

Ness: Por cierto, ¿te ha gustado? -preguntó señalando el vaso-.

Zac: Estaba bueno. ¿Qué era?

Ness: Té de hierbas.

Zac: ¿Sabes una cosa? -dijo con amabilidad-. Casi vale la pena caerse de una escalera para que una mujer tan preciosa te sirva un té de hierbas.

La parte de arriba de la pila de platos que Vanessa tenía entre las manos cayó al suelo, pero no llegaron a romperse porque dieron contra la alfombra mullida. Ella tragó saliva y se arrodilló para recogerlos. Zac se mordió el labio para contener una carcajada, pero entonces Vanessa se estiró para alcanzar la cuchara que se había caído y la tela vaquera que cubría su trasero menudo y respingón chocó contra su entrepierna. Zac apartó la vista pero volvió a clavarla en Vanessa cuando se levantó sujetando con firmeza la bandeja entre las manos.

Ness: Lo siento -murmuró saliendo a toda prisa de la habitación-.

Zac se sentía fatal, teniendo en cuenta que era él quien debería disculparse. Su dulce y pequeña enfermera era muy buena en su trabajo, y era muy fácil que cayera bien, era muy fácil llegar a necesitarla. Y si no se andaba con cuidado nunca volvería a ser el hombre autosuficiente que era antes. Decidido a que no fuera ese el caso, Zac llegó a la conclusión de que ya era hora de volver a poner su mundo en orden. Lo había hecho con anterioridad bajo circunstancias mucho más duras. Caerse de una escalera no era nada comparado con el hecho de perder la custodia de sus hijos.

Lo primero que tenía que hacer era convertir su situación en lo más normal posible. Al observar su pecho desnudo decidió que lo más urgente era vestirse. Con dificultad giró la silla de ruedas desde la mesa y maniobró con ella por la habitación. Tardó un poco en encontrar una camiseta vieja y sacar las tijeras del armario del baño, pero para cuando Vanessa regresó ya tenía la prenda encima de la cama y estaba intentando agarrar las tijeras con la mano izquierda para cortarle la manga derecha.

Ness: ¿Quieres que lo haga yo?

Zac dejó caer las tijeras sobre la cama con expresión de disgusto. Pues sí que empezaba con buen pie a recuperar las riendas de su vida.




Ha sido tierno, a qué sí ^_^

¡Thank you por los coments y las visitas!

Perdón por no poneros el capi ayer, se me olvidó. Pero aquí lo tenéis por fin. Comentad mucho y el viernes pongo el próximo, si no se me olvida XD

¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Ayer me hiciste sufrir por no publicar capítulo
Que tierno capítulo el de hoy!!!!!
Ya quiero seguir leyendo
Este capítulo se me hizo muy gracioso
Los pensamientos de zac me dan risa
Sube pronto!!!!
PD: espero que no se te olvide subir capítulo nuevo, pero entiendo que tienes vida como todos los demás

Saludos!!!!

Unknown dijo...

Jaja qué lindo capítulo ^^ :)
Pero me da pena que su ex esposa no le permita ver a sus hijos, se nota que él los quiere T_T
Lo bueno es que, como toda novela, la mala sale perdiendo y como ella intentó matarlo, terminará pagando, yo lo sé! Lo estoy prediciendo!! Jejeje..

Síguela pronto! :D

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