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miércoles, 21 de enero de 2015

Capítulo 11


Zac se tumbó de lado y, con ayuda de la mano buena, se las arregló para quitarse los pantalones cortos. Luego los arrojó al suelo. La sensación de las sábanas limpias contra la piel desnuda le resultó deliciosa. Nunca le había gustado ponerse nada para dormir, pero sabía que parte de aquella sensación de bienestar tenía que ver con el té de hierbas que le preparaba Vanessa antes de acostarse y con la propia Vanessa. Reclinándose contra la almohada, Zac se tomó un instante para saborear su relativa tranquilidad.

Veinte minutos antes, Vanessa le había llevado su taza de té con una suave sonrisa antes de desaparecer. Lo único que Zac quería era relajarse y dormir. Pero con la relajación llegaron los pensamientos relacionados con Vanessa.

Durante algunos momentos se entretuvo pensando en todo lo que había hecho por él, en lo que había llegado a significar en su vida. Con ella podía ser él mismo. Casi valía la pena haberse caído por las escaleras para llegar a conocerla. El cielo sabía que había enriquecido su vida de innumerables formas. Seguro que aquello no era una casualidad. Cuando más indefenso estaba había encontrado a alguien en quien confiar.

Ella le hacía olvidar, a veces durante horas, en lo que su vida se había convertido. Con Vanessa podía llegar incluso a estar contento a pesar de los problemas. Siempre parecía estar ocupada. Mary, la asistenta, se había quejado de que era inútil que fuera aquellos días, porque Vanessa apenas le dejaba hacer la colada y los suelos. Pero estaba allí, y de alguna manera eso hacía que Zac se sintiera mejor.

Él también estaba muy ocupado aquellos días llevando el negocio por teléfono todo lo que podía, dejando que Mark se ocupara principalmente de las inspecciones in situ. Su despacho nunca había estado en mejor forma. Gracias a la nueva organización, solo tenía que estirar el brazo para hacerse con cualquier informe, documento de trabajo, contrato, plano o certificado. Las secretarias de la oficina, que solían llamar a aquel lugar «El agujero negro», se mostraban ahora maravilladas de poder solicitar cualquier documento y recibirlo casi al instante. Zac tenía también que agradecerle aquello a Vanessa. Temblaba solo de pensar en cómo sería su vida sin ella y sin embargo no tenía más remedio que dejarla partir.

Debería haberlo hecho en cuanto se dio cuenta de cuánto había llegado a importarle. Ahora no estaba muy seguro de tener la fuerza suficiente, y sin embargo, no podía permitir que se quedara. Al día siguiente volvería a tener una conversación con ella para asegurarse de que comprendía la situación. Pero aquella noche descansaría tranquilo sabiendo que ella dormía al otro lado del pasillo. Con aquel pensamiento en mente, estiró el brazo y apagó la luz de la mesilla de noche.

Estaba hundiendo la cabeza en la almohada cuando se abrió la puerta de su dormitorio y Vanessa entró. Zac levantó la cabeza y vislumbró algo que colgaba detrás de ella cuando se apartó de la luz. Pero entonces Vanessa cerró la puerta de nuevo, dejándolos en una oscuridad total.

Zac: Vanessa, ¿qué ocurre? -preguntó incorporándose sobre el codo-.

Ella no dijo nada, pero Zac escuchó el suave sonido de sus pasos sobre el suelo. Luego se sentó en una esquina de la cama.

Completamente confundido, Zac estiró la mano y encendió la lamparita. Vanessa estaba a los pies de su cama, acariciándose la espinilla desnuda con una mano. Se puso rígida al instante y una oleada de pura lujuria recorrió el cuerpo de Zac. El amplio camisón de algodón que solía ponerse por las noches había sido sustituido por otro rosa pálido de nailon y encaje que llegaba a la altura de la rodilla. Aunque no se trataba de un diseño particularmente seductor, la tela era lo suficientemente delicada como para dejar entrever el espacio entre sus muslos y entre sus senos. El nailon se ajustaba a su cuerpo con una exactitud enloquecedora, marcando la suavidad de sus curvas. Por otra parte, se había quitado la cola de caballo, permitiendo que su largo cabello le cayera libremente por la espalda. La combinación de aquel camisón tan femenino y su pelo provocó que a Zac se le secara la boca.

Vanessa se miró a sí misma, consciente, y jugueteó con la tela sedosa, dando buena prueba de su nerviosismo. Con la voz baja y algo ronca, murmuró como pidiendo disculpas:

Ness: Es lo mejor que puedo hacer por el momento. Lo mejor que podía hacer.

Zac estiró el brazo en el que se estaba sujetando, apoyó todo su peso en él y simplemente se limitó a mirar. En Vanessa no quedaba nada de la niña que él pensó en un principio que era. Lo que le hacía hervir la sangre, que corría a toda prisa por sus venas, era la mujer completamente deseable que tenía delante, dispuesta para amar, para poseer y ser poseída. Por él. Confirmando aquella suposición, Vanessa se subió tímidamente el bajo del camisón por encima de las rodillas y se metió en la cama.

Como si necesitara ponerlo en palabras, Zac preguntó en un murmullo con voz ronca:

Zac: Cariño, ¿qué estás haciendo?

Ella no dijo nada durante un instante. Tenía la vista clavada en las sábanas. Pero luego alzó la barbilla, lo miró directamente a los ojos y anunció:

Ness: Voy a hacerte el amor.

Zac sintió que el corazón se le expandía dentro del pecho con tanta fuerza que hubiera podido romperle una costilla. Pero aunque la parte de su cuerpo que se escondía bajo la ropa de cama reclamaba en aquellos momentos su atención, se las arregló para iniciar una tímida protesta.

Zac: Vanessa, no sabes lo que haces...

Ness: Solo porque no lo haya hecho antes no significa que no sepa lo que estoy haciendo -aseguró-.

Zac apenas tuvo tiempo de procesar la información que acababa de darle cuando ella alzó los brazos y se sacó el camisón por la cabeza. Entonces, Zac estuvo a punto de tragarse la lengua.

Tenía un cuerpo compacto y delicado hecho de músculos bien tonificados, una piel suave y curvas deliciosas. Unos pechos pequeños y firmes, que parecían creados para caber en sus manos, aparecían altivos en la parte superior de su caja torácica. Tenía los pezones puntiagudos, como si estuvieran preparados para introducirse en su boca. La suave hendidura de su cintura y la caída de sus caderas captaron su atención, arrastrando su mirada hasta el triángulo de vello negro que se abría entre sus muslos. La naturalidad de su belleza, su pureza, lo impresionaron. Era tan distinta a Amber, con su aspecto comprado y calculado hasta el último detalle, que parecía mentira que dos criaturas del mismo sexo pudieran llegar a ser tan distintas. Y ningún otro hombre la había tocado antes de manera íntima. Vanessa acababa de decírselo, y además él lo supo con indiscutible certeza.

Zac: Cielo, no me merezco esto.

Ness: Yo sí.

Vanessa se puso de rodillas en la cama y, ayudándose de los brazos, plantó las palmas sobre el colchón y comenzó a avanzar muy despacio hacia él. Al acercar el rostro al de él, susurró:

Ness: Quiero hacerlo, Zac. Por favor, no me rechaces.

Como si pudiera. Igual que tampoco pudo impedir que su mano se asentara en la curva de su cintura y se deslizara hacia arriba por su piel satinada hasta alcanzar la plenitud de su pecho.

Zac: Cariño, llevo tanto tiempo deseando esto... Pero no tengo la forma suficiente para hacerte justicia. Sencillamente, no puedo hacer el trabajo adecuado.

Ness: No tienes que hacer absolutamente nada -prometió acariciándole la nariz con la suya-. Quédate tumbado y déjamelo a mí.

Entonces inclinó su cuerpo contra el suyo, pero sin apoyarse del todo y le acarició el pecho.

Zac: No es justo, cielo -protestó-. Te mereces mucho más de lo que yo te puedo dar.

Ness: Yo no lo veo así. Lo único que sé es que eres el primer hombre con el que he sentido deseos de hacer el amor.

Zac: Vanessa... -suspiró satisfecho de ver confirmada su sospecha-. Ni te imaginas lo que daría por ser digno de semejante regalo.

Ness: Sshh -lo mandó callar deslizándose sobre su cuerpo-.

Un quejido de placer le surgió de la garganta. Luego aguantó la respiración mientras ella empujaba las sábanas a los pies de la cama temblando ligeramente. Parecía como si le hubiera transmitido a él aquel temblor. Todas las terminaciones nerviosas de Zac se estremecieron primero de ansiedad y después de placer. Cuando las manos de Vanessa le rozaron el vientre, toda su espina dorsal se curvó, levantándolo de la cama. El sonido que salió de su boca cuando su mano se cerró sobre él le habría provocado vergüenza si hubiera podido sentir otra cosa que no fuera un placer sublime. Aunque al principio no tuviera guía, Vanessa se convirtió en una experta en cuestión de diez segundos y antes de que hubieran transcurrido treinta lo había convertido en un amasijo de sensaciones sin cerebro.

En medio de la confusión de su mente, Zac se dio cuenta de que ella lo estaba besando, y de pronto su concentración se fijó en lo que su mano estaba haciendo y en la dulce caverna que era su boca. Aquella deliciosa lengüita lo estaba atormentando, deslizándose y retirándose del mismo modo que su mano, eludiendo sus intentos de capturarla. Zac le hundió la mano en el pelo y le sujetó la cabeza por detrás con firmeza hasta que consiguió dominar la situación con su propia lengua.

Cuando Vanessa se colocó encima de él con todo su peso, él alzó instintivamente la mano hacia su pecho otra vez, pellizcándolo y acariciándolo hasta que ella gimió como un gatito y dejó de besarlo. Zac la atrajo hacia sí con el brazo derecho, agarrándola por la parte final de la espalda e inclinó la cabeza para cerrar la boca sobre su pezón izquierdo. En cuestión de segundos consiguió que Vanessa se retorciera de placer. Entonces se giró hacia el otro pecho, y cuando sus dedos encontraron el corazón húmedo y líquido de su deseo, ella echó la cabeza hacia atrás y movió las caderas con ansia creciente. Con las yemas de la mano derecha le pellizcó el pezón del primer pecho mientras le acariciaba rítmicamente el sexo con la izquierda. Pero justo cuando Zac pensaba que iba a conseguir llevarla al clímax de aquel modo, Vanessa se retiró y se sentó sobre sus muslos. Respirando agitadamente con los senos subiendo y bajando a cada respiración, ella lo miró con el ceño fruncido.

Ness: Te dije que estuvieras quieto y me dejaras hacer a mí.

Zac soltó una breve carcajada.

Zac: Sí, enfermera.

Una sonrisa se asomó a los labios de su deliciosa boca.

Ness: Eso está mejor.

Con los ojos encandiladores de una sirena y la sonrisa del mismísimo diablo, Vanessa deslizó la mano y lo agarró. Una vez más, Zac saltó literalmente de la cama, apoyándose sobre un puño. Todavía le daba vueltas la cabeza ante aquel maravilloso cúmulo de eventos cuando Vanessa se puso de rodillas, se colocó encima y se hundió.

Un calor húmedo se fue apoderando lentamente de él. Al encontrar cierta resistencia, ella se movió ligeramente. Zac cerró los ojos. Aquella deliciosa maniobra no consiguió sin embargo llevarla directamente a su destino, así que balanceó las caderas, dejándole sin aire en los pulmones con aquel movimiento. La siguiente embestida la condujo directamente a casa, dejando a Zac completamente ciego y con un sinfín de estrellas explosionando en su cabeza. Para cuando consiguió recuperar la visión se dio cuenta de que Vanessa estaba sentada encima de él, quieta y tan rígida como una estatua.

Zac consiguió reunir el suficiente oxígeno en los pulmones para preguntar:

Zac: ¿Te has hecho daño?

Ella alzó las cejas en un gesto incrédulo.

Ness: ¿Daño? -repitió con una sonrisa de satisfacción en la boca-. Todo lo contrario.

Zac cerró los ojos con gesto aliviado. Entonces Vanessa apretó adrede los músculos internos. Aspirando con fuerza el aire, él le enganchó la parte posterior del cuerpo con la mano izquierda y la inclinó hacia abajo mientras, al mismo tiempo, elevaba las caderas.

Ness: ¡Ah! -gimió. Y aquel pequeño sonido de placer indujo a Zac a repetir el movimiento-. ¡Oh!

Tras hacerlo tres veces, Vanessa se inclinó hacia delante y comenzó a moverse de atrás adelante apoyada sobre las rodillas.

Zac: Sí -susurró animándola-. Oh, sí...

Vanessa se movió de nuevo más deprisa y después lentamente, como si fuera una bailarina ensayando por primera vez una nueva coreografía. Un deseo instintivo de seguirlo provocó que Zac se moviera al unísono con ella. Entonces levantó la rodilla izquierda, de manera que el trasero redondo y bien desmido de Vanessa golpeara suavemente contra su muslo mientras ella se movía, y finalmente encontraron aquel ritmo natural que era tan viejo como el mundo. En cuestión de minutos ambos estaban jadeando como atletas en la recta final de una carrera y el éxtasis inició su ascenso dentro de Zac en lánguidas oleadas.

Semanas de dolor y preocupación fueron cayendo como las capas de una cebolla, dejando al descubierto su esencia más vulnerable. Por primera vez en mucho, mucho tiempo, no tenía que vigilar cada palabra que pronunciaba, calcular cada movimiento ni sopesar constantemente las consecuencias de sus actos. Con Vanessa se sentía libre para ser él mismo, disfrutar del momento, de sus emociones, y expresarlas. Con Vanessa era el hombre que quería ser, que debería haber sido y que tal vez todavía podría ser si el resto del mundo desaparecía y los dejaban amarse el uno al otro.

No era tan estúpido como para pensar que aquello podría llegar a pasar realmente: Sin embargo, de repente todo se cristalizó. Era libre en aquel momento para amar como quisiera, como pudiera, y debido a aquella libertad, el momento ya no le pertenecía. Era de Vanessa. Ella merecía ser amada y bien amada, y durante el tiempo que pudiera, aquello era exactamente lo que Zac pensaba hacer. No tenía muchas herramientas con las que trabajar, discapacitado como estaba, pero todo lo que tuviera se lo entregaría sin reservas.

Cargado de buenas intenciones, Zac reanudó con cuidado el galope de su cuerpos. Solo tenía en mente el placer de Vanessa. Deslizó la mano buena por su cuerpo, acariciándolo y presionándolo mientras experimentaba con el ángulo, la profundidad y el ritmo de sus embestidas hasta que encontró una combinación que la hizo jadear, arquear al mismo tiempo el cuerpo y echar la cabeza hacia atrás. Zac clavó la mirada en su rostro para demostrarla sin palabras que era mucha mujer y que tenía mil razones para celebrar aquella verdad.

Su primer clímax supuso para él una auténtica revelación, tal y como debió sucederle a Vanessa. Se dejó llevar por aquel cataclismo creciente con una alegría manifiesta y un ansia de placer que provocó en Zac la sensación de que sus atenciones habían valido totalmente la pena. Cuando ella se vio inmersa en el epicentro del terremoto, estaba sentada encima de él con la cabeza inclinada hacia atrás, sus propias manos cubriéndole los senos y su largo cabello cayéndole sobre la espalda y por encima de las piernas de Zac. Él se afianzó sobre la cama, penetrándola con toda la profundidad que podía mientras seguía guiándola hacia el fin del universo con los movimientos rítmicos de su mano hasta que las lágrimas rodaron por las mejillas de Vanessa y sus estremecimientos se hicieron tan intensos que llegaron a resultarle incluso dolorosos a Zac. Cuando ella ya no pudo más, retiró la mano. Vanessa se agarró de las rodillas y comenzó a acunarse como si fuera una niña perdida, con los brazos cruzados sobre el pecho.

Zac se sentó a duras penas, con ella todavía dentro, y le rodeó la estrecha espalda con sus brazos, acunándola.

Zac: No pasa nada, ángel. Estoy contigo. Estoy contigo.

Poco a poco, Vanessa se fue relajando. Dejó caer los brazos a ambos lados de su cuerpo y apoyó la cabeza sobre el hombro de Zac. Las lágrimas terminaron de secarse. Transcurridos unos instantes bajó las piernas y las enredó alrededor de su cintura. Lentamente, sus movimientos se fueron haciendo más directos, más intencionados. Finalmente le echó los brazos al cuello, se apartó aquel maravilloso cabello que tenía y lo miró. En sus ojos brillaba un nuevo conocimiento sensual, tan erótico y tan sabio que Zac se quedó sin respiración. La parte de su cuerpo que estaba dentro de Vanessa reaccionó al instante.

De pronto, ella lo empujó de nuevo contra la almohada y echó las piernas hacia atrás. Apoyada sobre las rodillas y sobre las manos, hincó su cuerpo dentro del suyo. Su larga melena se mecía alrededor de ellos mientras Vanessa se agitaba sobre Zac. Lo asaltó con la boca, acariciándole la lengua con la suya con tanta pericia que consiguió captar su atención en aquel rincón durante un buen rato. El final llegó tan rápido y de forma tan repentina que Zac no tuvo apenas tiempo de retirarse. De hecho, si no se hubiera girado para que ambos cayeran de costado, no lo habría hecho. Con la cabeza dándole vueltas, apenas captó el indignado cabeceo de Vanessa ni el fuego que desprendía su mirada. Entonces ella le golpeó el estómago con el puño cerrado.

Zac: ¿Se puede saber qué haces?

Él se rió. Estaba demasiado feliz en aquel momento como para preocuparse de nada. Apenas pudo esgrimir una explicación.

Ness: Yo no quería...

Las palabras se le quedaron presas en la garganta.

Sí que quería, qué demonios. La imagen de una Vanessa embarazadísima inclinándose para verse la punta de los pies lo llenó de una emoción tal que sintió deseos de echarse a llorar. Le habría hecho un bebé encantado, feliz, si aquello fuera justo o al menos posible. Zac tragó saliva para ahogar sus emociones y la atrajo hacia sí.

Zac: No sería muy inteligente tener un hijo ahora -consiguió decir-.

Ness: ¡Oh! -contestó bajando la vista-. Claro. Debería haber pensado en eso.

Zac: Debería habértelo preguntado antes de que... Bueno...

Ness: De que hiciéramos el amor -terminó-.

Zac le acarició la cabeza.

Zac: Sí. Antes de hacer el amor.

Vanessa sonrió de la manera erótica y lenta con la que sonreían las mujeres que conocían su poder sobre los hombres.

Ness: Resulta muy fácil seducirte.

Zac se rió. Sus oscilantes emociones se inclinaron una vez más hacia el lado de la alegría.

Zac: Sí. Soy un tipo fácil.

Ella se acurrucó contra su pecho suspirando de satisfacción.

Ness: Bueno -dijo, encerrando en aquella simple palabra el mundo nuevo que suponían sus descubrimientos sensuales de aquella noche-.

Zac: Bueno -susurró acomodándola a su lado-.

Vanessa levantó la vista y lo miró.

Ness: ¿Puedo quedarme aquí esta noche?

Él le acarició la punta de la nariz con un dedo.

Zac: Intenta salir de esta cama y verás.

Vanessa sonrió y lo empujó suavemente para pasar por encima de él y apagar la luz. Zac no pudo resistir la tentación de acariciarle uno de aquellos senos lujuriosos hasta que ella se giró para tapar a ambos con las sábanas. Luego se acurrucó de nuevo a su lado y reclinó la cabeza contra el hueco de su hombro. Él le echó el brazo alrededor y la atrajo hacia sí. Tumbado en la oscuridad con Vanessa desnuda a su lado, Zac solo podía pensar en el milagro que ella había llevado a su vida. Cuando su mundo estaba sumido en la más absoluta oscuridad, Vanessa le aportó luz y amor. Durante un tiempo. No podía pensar más allá.

Ella se relajó contra su cuerpo, suspiró, y Zac dio por hecho que se había dormido. Hasta que de pronto habló.

Ness: Mañana tengo que ir a la ciudad.

Vanessa solo había salido de casa sola una vez desde que llegaron del hospital, así que el asombro de Zac era algo natural.

Zac: ¿Por qué?

Ella levantó la cabeza de su hombro y Zac sintió cómo lo miraba directamente a los ojos.

Ness: No querrás que mande a Will a comprar preservativos, ¿verdad?

Aquellas palabras implicaban que compartirían más momentos de aquella deliciosa intimidad. La idea le resultó deliciosa.

Zac: No, ángel -aseguró soltando una carcajada-. No le hagamos eso al pobre Will.

Ness: Buena idea -respondió apoyando una vez más la cabeza sobre su hombro-.

Zac la rodeó con su brazo. Era consciente de que Vanessa era su mejor elección. El momento en que decidió contratar a la enfermera Hudgens como su enfermera particular había sido el más lúcido de su vida, y el momento en que ella accedió, el más afortunado.

Ella bostezó en alto y se tapó la boca con la mano.

Ness: Lo siento -murmuró-. Supongo que estoy más cansada de lo que pensaba.

En cuestión de segundos, se quedó dormida. Zac se quedó mirando la oscuridad, flotando en una nube. Antes había estado contento. Ahora era feliz. Le parecía algo tan extraño, tan desconocido y casi antinatural, que sabía que no podría durar. Algún día, dentro de poco, tendría que dejarla marchar. Pero cuando llegara aquel espantoso momento tendría al menos recuerdos maravillosos con los que atemperarlo. Y con mucha, mucha suerte, tal vez podría atesorar alguno más. Aquello era suficiente. Casi.


Zac: ¡Noooo!

Vanessa se despertó de golpe. El corazón le latía aceleradamente, presa del terror.

Ness: ¿Zac?

Él se agitó. Sentía una opresión en el pecho y los pulmones sin aire.

Ness: ¿Zac?

Zac: ¡Aah!

De pronto se quedó muy quieto y ella supo al instante lo que había ocurrido.

Ness: Has tenido una pesadilla.

Jadeando en la oscuridad, Zac la agarró de la muñeca con la mano izquierda.

Zac: Cu... cuchillo -gimió-. Oh, cielos...

Ness: ¿Has soñado con un cuchillo? -le preguntó apoyando la cabeza sobre el codo-.

Zac: Sí. ¿Estás... estás bien?

Ness: Perfectamente. Me has despertado con los gritos que has dado dormido.

Zac: Oh, cielos -repitió-. He soñado que ella estaba aquí, en esta habitación, mirándonos. Y cuando alcé la vista la vi levantar el cuchillo, pero estaba tan sobrecogido, tan mareado, que no pude detenerla.

Ness: A Amber.

Zac: Sí.

Ness: Y esta vez te acuchilló.

Zac: No. -Alzó la mano y le acarició el cabello-.  Fue a ti. Te acuchilló por la espalda. Estabas encima de mí, hacíamos el amor, y cuando miré la vi allí. Dios mío, Vanessa, ¿qué he hecho?

Deslizándose por encima de él, ella encontró la lámpara, tanteó un poco y por fin encontró el interruptor. La luz hizo recular a la oscuridad.

Ness: Tú no has hecho nada que no quisiera que hicieras, Zac -le aseguró con firmeza-. Y Amber no está aquí. Solo ha sido una pesadilla.

Él le apartó suavemente el pelo de los hombros con las yemas de los dedos de la mano derecha.

Zac: Ha sido tan real... Nunca he pasado tanto miedo.

Ness: Ha sido una pesadilla -repitió-.

Zac: O una premonición.

Frunciendo el ceño, ella le puso las manos sobre el pecho y apoyó la barbilla, alzando la vista para mirarlo.

Ness: ¿De verdad crees que haría una cosa así, que se arriesgaría de ese modo?

Zac: No lo sé -confesó mirando al techo-. La verdad es que no lo sé.

Ness: Es a ti a quien quiere hacer daño, no a mí.

Zac: Haciéndote daño a ti me lo hace a mí, así es precisamente como ella funciona. ¿No te das cuenta? No puedo permitir que te conviertas en un blanco para ella.

Vanessa dejó caer las manos y le colocó la mejilla sobre el corazón. Todo su ser se rebelaba ante la idea de que Amber controlara sus vidas. Seguro que su amor era más fuerte que el odio de ella. Pero lo cierto era que Zac nunca había dicho que la amara, solo que le importaba. Tal vez ella confundiera un sentimiento con el otro, pero tal vez un sentimiento de cariño se convirtiera en otra cosa pasado el tiempo.

Ness: No voy a dejarte hasta que estés bien -aseguró con firmeza-.

Zac alzó la mano para acariciarle el cabello.

Zac: No quiero que lo hagas -reconoció con dulzura-.

Vanessa ignoró el gran “pero...” que quedó colgado al final de la frase y se acurrucó a su lado.

Ness: Entonces, está decidido.

Zac: Ángel, no sabes dónde te estás metiendo.

Ella se incorporó y lo miró.

Ness: Yo creo que sí. Conozco los riesgos y conozco la recompensa, y en lo que a mí se refiere no hay ninguna duda.

Zac sonrió al escuchar aquello y le inclinó la cabeza hasta que sus frentes se rozaron.

Zac: ¿Y qué recompensa es esa, enfermera Hudgens?

Cerrando los ojos, Vanessa respondió a su sonrisa con otra y le deslizó la mano por el pecho hacia el vientre. Los músculos de Zac se contrajeron bajo su palma y él sonrió de nuevo.

Zac: Ah, “esta” recompensa...

Ness: Ajá.

Zac: ¿Hay alguna posibilidad de que yo pueda recompensarte ahora mismo?

Ella abrió mucho los ojos y deslizó la mano más hacia abajo, preguntando con inocencia:

Ness: ¿Por qué?

Zac aguantó la respiración.

Zac: Por acariciarme así. Y... por ser lo más sexy que haya pasado nunca por mi vida. Literalmente.

Ella se rió con ganas.

Ness: Creo que mis días de torpeza han quedado atrás, en cualquier caso.

Zac: Oh, sin duda... Segurísimo... Por favor, no... no pares.

Ness: No lo haré hasta que consiga mi recompensa -susurró girando la cabeza para que sus bocas se encontraran-.

Zac le rodeó el cuello con los brazos y gimió de placer mientras la besaba.

Ella sonrió para sus adentros, sintiéndose victoriosa, heroica, poderosa. Ella era la enfermera Vanessa Hudgens, una extraordinaria enfermera personal, sanadora de huesos rotos y demás heridas, ahuyentadora de pesadillas. Y amante.

Pero, ¿por cuánto tiempo? ¿Por cuánto tiempo?




Qué atrevida, Vanessa XD. Quién iba a decirlo... Pobre Zac, está realmente aterrado.

¡Thank you por los coments y las visitas!

Me volví a olvidar XD. Debí haber puesto capi ayer pero se me pasó. El próximo capi será interesante. El viernes lo pongo, pero si se me pasa, lo tendréis el sábado.

¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

Wow wow y mas wow... Esa realmente es Ness? Se mando con todo, y sabía que Zac no la iba a rechazar, pero se esta metiendo en la boca del lobo... Me da miedo que se entere Amber y le haga algo a Ness, espero que Zac pueda manejar esa situación...

Me encanto el capital, fue romántico, pasional y todo eso!!

Sube prontooo :)

Maria jose dijo...

Hooohhh mi dios vanessa es toda una revelación
Jajajaja tan inocente y vulnerable que se veía
Zac quedo encantado con ella y nosotras
No lo podemos creer. Creo que me gusta mucho esta vanessa
Espero que zac luche por ella y no le importa
Lo que amber pueda hacer
Esta novela esta muy hot!!!!
Sube pronto please

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