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sábado, 29 de junio de 2013

Capítulo 3


Vanessa permanecía apoyada contra una de las paredes de la entrada de la prisión. Paredes que parecían cerrarse sobre ella, asfixiándola. Al igual que todas las otras veces que se había aventurado a trasponer la valla de la alambrada, la falta de aire, de luz, de libertad, le provocaba una sensación de ahogo. Pero era lo que había visto en la celda de Kane lo que más la había afectado, llenándole el corazón de terror.

La vista de aquella foto con el cuello de Brittany cortado y manchado de sangre reseca la había dejado temblando. Desde el día de su boda había sabido que Kane pensaba matar a Brittany, pero aquella imagen tan gráfica de sus intenciones había sido demasiado. Absolutamente insoportable. Y eso era lo peor: que le había llegado. La treta de Kane había funcionado. Ella había insistido en que no necesitaba protección, que podía enfrentarse sola a Kane, y lo cierto era que… no podía.

Zac tenía razón. Todas las investigaciones que había hecho sobre la mente criminal, todas las historias de horror que había recopilado para sus estudios… nada de todo aquello la había preparado para enfrentarse con aquella fotografía. Con aquella amenaza tan evidente dirigida contra la vida de su hermana.

Afortunadamente, Zac la había sacado de la celda para llevarla de vuelta a la entrada, encargándole a Charles que se ocupara de ella hasta que terminara de registrar las pertenencias de Kane. Apretó los dientes, maldiciéndose por su propia debilidad. Por lo menos, no se había desmayado…

Suspirando, miró a Charles. Incluso antes de haberla informado de la boda secreta de Brittany, aquel guardia parecía haberla tomado bajo su protección.

Charles: Siento todo lo que ha sucedido, profesora -le puso una mano en el brazo con gesto consolador-.

Ness: Gracias, Charles. De verdad.

Charles: Ese maldito Kane… ¿por qué tuvo que enredar a su hermana en todo esto?

Ness: No lo sé.

Desvió la mirada hacia el pasillo de entrada, cerrado por un rastrillo. A pesar de las quejas del director acerca de la falta de fondos, aquella prisión parecía completamente segura, impenetrable. No conseguía imaginarse cómo un preso había podido escapar. No sin contar con alguna ayuda del interior.

Ness: ¿Conocía usted bien a Kane, Charles?

Charles: ¿Conocerlo? -repitió con una mueca de asco-.

Ness: ¿Hablaba con él? ¿Llegaron a tener algún contacto?

Charles: No.

Ness: ¿Nunca?

Charles: Nunca.

Ness: ¿Y los demás guardias? ¿Llegó alguno a mantener un tipo de relación más o menos amable con él?

Charles: No que yo sepa.

Ness: ¿Es posible que alguno pudiera tener alguna razón para ayudar a Kane?

Charles: ¿Ayudarlo? -lo miró asombrado-.

Ness: Sí. Ayudarlo a escapar. Alguien que pudo haberlo ayudado a burlar el sistema de seguridad y saltar la valla, para que luego Brittany pudiera recogerlo.

Charles: Creo que se equivoca en sus suposiciones -repuso sacudiendo la cabeza-. Se fugó solo. Sin ayuda.

Ness: ¿Cómo? Me parece imposible que alguien pueda fugarse de aquí por sus propios medios.

Charles: Pues yo no puedo imaginarme a nadie moviendo un solo dedo para ayudar a ese monstruo. Pero quizá esté equivocado. Tampoco podía imaginarme que alguien pudiera casarse… -se interrumpió de pronto, ruborizado-.

Ness: Que alguien pudiera casarse con Kane -terminó la frase por él-. No se preocupe, Charles. Yo tampoco podía imaginármelo.

Resonaron unos pasos en el corredor, acercándose. Los guardias abrieron el rastrillo y salió Zac, con una caja de cartón en las manos, seguido del inspector Wiley y de los dos policías de uniforme.

Ness: ¿Has encontrado algo?

Zac: No mucho -respondió, antes de dirigirse hacia el mostrador. Cuando terminaron con los trámites, le preguntó-: ¿Estás bien?

Ness: Sí.

Zac recuperó su arma y se encaminó hacia la salida.

Zac: Me alegro. Porque ahora tenemos que ir a la comisaría.

Ness lo siguió hasta la puerta. Antes de que se marchara, Charles le dijo con una tímida sonrisa:

Charles: Pensaré sobre su pregunta, profesora. Y si se me ocurre alguien que pudiera haber ayudado a Kane, se lo haré saber.

Ness: Gracias, Charles.

Era difícil, pero quizá el guardia pudiera suministrarle una información útil. Esperaba que aquel viaje a la cárcel no hubiera sido una completa pérdida de tiempo.


Zac se pasó una mano por el pelo y miró a Vanessa. Se había dejado caer en una silla en la habitación contigua a la sala de reuniones de la diminuta comisaría de Grantsville, con la mirada clavada en el suelo. Seguía teniendo un aspecto lamentable, pero al menos su rostro había ganado algo de color desde que vio la mutilada foto de su hermana.

Se volvió para contemplar la sala de reuniones. Sobre la gran mesa había varios archivadores de cartón. Archivadores llenos de los informes que habían servido para encerrar a Kane la primera vez, junto con las correspondientes fotografías de cada escenario del crimen. Al menos no tendría ninguna necesidad de enseñárselos a Ness. No había nada que ella pudiera decirle acerca de esos casos que él no supiera ya.

Pero debía dejar de pensar en ella. Tenía trabajo que hacer y solo disponía de dos horas antes de que comenzara la reunión con el grupo de emergencia que se había constituido para tratar de capturar a Kane. Entró en la sala de reuniones y cerró la puerta a su espalda.

Wiley ya lo estaba esperando allí. Lo miró arqueando una ceja, pero no hizo comentario alguno sobre su decisión de mantener a Ness al margen. Al menos de momento. Poco después la puerta se abrió de nuevo y entró un hombre de pelo oscuro y complexión delgada. Al ver a Zac, un brillo de emocionada admiración asomó a sus ojos. Le tendió la mano.

**: John Rogers, comisario jefe de policía de Grantsville -se presentó-. Es un verdadero honor conocerlo.

Zac le estrechó la mano. Las diferentes reacciones que provocaba en las diversas autoridades de la policía nunca dejaban de sorprenderlo. Habitualmente su presencia era recibida con indiferencia y hasta con cierto desprecio. Pero había otros que veían a los agentes federales bajo una luz completamente distinta, como Rogers.

Zac: Lo mismo digo, jefe Rogers.

John: Por favor, llámeme simplemente Rogers. O John. Mi departamento solamente dispone de tres agentes a tiempo completo, yo incluido.

Wiley: Ya era hora de que viniera, Rogers -intervino visiblemente molesto-. Deje de hacerle tanto la pelota a Efron y siéntese. Tenemos trabajo que hacer.

Rogers obedeció sin rechistar. Al parecer el joven oficial se sentía intimidado por la superior autoridad de Wiley.

Una vez que estuvieron todos sentados a la mesa, Wiley se dirigió a Zac, señalando los viejos archivadores:

Wiley: He estado buscando el perfil que elaboró de Kane, pero no lo he podido encontrar.

Zac: No está escrito.

Wiley: ¿Por qué?

Zac: Queríamos evitar que pudiera ser filtrado a la prensa. Había muchos factores que podían ser instrumentalizados de manera sensacionalista. Además, solamente deseábamos hacer públicos ciertos detalles. Detalles que podían poner nervioso al asesino e incitarlo a que cometiera riesgos innecesarios, o incluso a que saliera a la luz. Si los periodistas hubieran accedido a un perfil en un informe por escrito, habríamos perdido toda nuestra ventaja.

Wiley: ¡Periodistas! Hemos montado una sala de prensa en Platteville. Con un poco de suerte podremos mantener controlados a todos esos vampiros -rebuscó en una de las cajas-. Entonces… ¿tendrá que elaborar un nuevo perfil completo? ¿No le llevará eso demasiado tiempo?

Zac sabía que no le costaría mucho reconstruir el original. Cada noche veía en sus pesadillas los rostros de las víctimas de Kane. Y no pasaba un día sin que pensara en ellas y en sus desconsoladas familias. Sacó el fajo de fotografías que había estado viendo en la celda de Kane.

Zac: Seguiré examinando las cosas que nos llevamos de la celda y revisaré los archivos. Habré terminado para cuando se reúna el grupo investigador.

Se concentró en las fotografías. La de la boda de Kane y Brittany. Las sensuales imágenes de Fiona Hamilton. Y volvió a experimentar la inquietud que lo había asaltado en la celda. Definitivamente, había algo raro en aquellas fotos. Algo que no encajaba…

Las dejó encima de la mesa y abrió el archivador más antiguo. Sacó una carpeta para examinar su contenido: eran fotografías de escenarios de crimen. Una de las víctimas parecía mirarlo con unos preciosos ojos azules de brillo apagado, sin vida. Ashley Dalton. Veinte años, con dos hermanas pequeñas, aficionada a la bioquímica. Su cuerpo mutilado presentaba una insoportable blancura a la luz del flash de la cámara. Tenía la larga melena rubia enredada y revuelta.

Continuó examinando más fotos. Poco a poco fue recordando los detalles más retorcidos de los crímenes de Kane, aunque nunca había llegado a olvidarlos. Formaban parte de su memoria, de su cerebro, de su persona. La mujer de la segunda carpeta era Diana Bertram, estudiante de postrado de psicología. Una joven preciosa. De ojos verdes, no azules. También rubia.

Eso era. Eso era lo que le había extrañado en las fotos de Fiona Hamilton. Su pelo oscuro. Kane prefería las rubias.

Wiley: ¿Ha visto algo, Efron?

Zac le mostró las fotografías que había estado viendo.

Zac: Todas las víctimas de Kane eran rubias. Ese era uno de los rasgos de identidad de sus crímenes. Una especie de firma. Mata rubias. Solamente rubias.

John: ¿Por qué? -inquirió extrañado-. ¿Acaso su madre era rubia o algo así?

Zac: Su madre no, aunque ella probablemente fue bastante culpable de la configuración de su personalidad. Desde que era niño comenzó a incubar rabia, odio, fantasías de violencia. Sabíamos que realizaba esas fantasías en animales pequeños que robaba a sus vecinos del barrio.

John: Entonces, ¿lo de su fijación por las rubias?

Zac: Meses después de que su madre muriera de cáncer, se casó con una rubia. Ella estaba en la universidad cuando se conocieron. Cuando ella empezó a tener aventuras con otros hombres, Kane comenzó a realizar sus fantasías de violencia en mujeres que se le parecían. Fantasías que siempre culminaban en el asesinato. Eso lo hacía sentirse poderoso. Poseedor de un control que no tenía en su vida normal. Cada vez que mataba a una joven universitaria, rubia, se podía imaginar a sí mismo dominando a la esposa que lo humillaba cotidianamente.

John: Hasta que acabó matándola también a ella.

Zac asintió con la cabeza. Casi podía oler el ocre olor de la sangre mezclado con el de los abetos y las lilas. Sangre fresca. Maldijo para sus adentros. Si hubiera sido más rápido, habría podido salvar a la primera esposa de Kane. Si hubiera logrado identificarlo y localizarlo antes.

Pero no había podido ser. Kane se le había adelantado por unas pocas horas.

El recuerdo de la atemorizada voz de Ness resonó en sus oídos. Bajó la mirada a la foto mutilada en la que aparecía con su hermana. No podía dejar que se le adelantara esta vez.

Wiley se había puesto a comparar las fotos de las víctimas con las de Fiona Hamilton.

Wiley: Así que no lo excitan las morenas.

Zac: No -repuso volviendo a la realidad-.

Wiley: Creo recordar que una vez leí algo en una de las cartas de esta Hamilton… acerca de que se teñía el pelo -pronunció frunciendo el ceño-. Quizá se lo teñía de rubio para él.

Zac buscó entre las cartas hasta encontrar aquella a la que se había referido el policía. La leyó en voz alta:

Zac: «Como puedes ver me he teñido el pelo para ti Derek. La lencería roja queda estupenda con el pelo oscuro, ¿no te parece?»

Wiley: Pero eso quiere decir que se tiñó de morena para él. De morena, no de rubia -dijo dando golpecitos con el bolígrafo en la mesa-.

Así era, efectivamente. Pero, para Zac, aquello carecía de sentido. Un asesino en serie jamás cambiaba su pauta de comportamiento, que se repetía hasta el infinito en cada crimen. Podía cambiar su modus operandi para ganar en eficacia o evitar que lo capturaran. Pero lo que no cambiaba era el tipo de satisfacción emocional y sexual que conseguía con cada asesinato. Kane se alimentaba del miedo de sus víctimas mientras se vengaba en ellas de la mujer que lo había humillado. De la ex mujer de melena rubia.

Zac: ¿Hay más fotos? ¿Alguna en la que Hamilton aparezca de rubia?

Wiley buscó entre las fotografías que se habían llevado de la celda de Kane.

Wiley: Sí. Este retrato -y se lo tendió-.

En la imagen, Fiona Hamilton lucía una melena rubia platino. Llevaba un traje muy elegante. Zac maldijo para sus adentros. No lo entendía. Kane no podía haber cambiado su pauta de comportamiento. Pero, si no lo había hecho, ¿por qué le había pedido a Fiona Hamilton que se tiñera de morena?

Zac: Brittany.

Brittany era una morena natural, como Ness, pero llevaba años tiñéndose el pelo de rubio, al menos desde que la conocía Zac. Recogió de la mesa la foto de su boda y la mutilada. En ambas Brittany tenía el cabello rubio platino, en tirabuzones que le caían sobre los hombros. Si la preferencia de Kane había cambiado hacia las morenas, ¿por qué se había casado con una rubia apenas un mes atrás?

A no ser que Brittany, como Fiona Hamilton, ya no fuera rubia.

Zac se concentró entonces en la fotografía mutilada, fijándose en Ness. En su confiada sonrisa de felicidad, en los ositos de peluche que se amontonaban en el banco del vestíbulo. Se le encogió el estómago.

Zac: Tal vez la profesora Hudgens pueda servirnos de ayuda, después de todo -se levantó para dirigirse hacia la puerta-.

A su espalda, Wiley murmuró algo y lanzó su bolígrafo sobre la mesa. Zac ignoró su evidente gesto de desaprobación.

Al verlo, Vanessa se levantó de su silla como un muelle.

Ness: ¿Habéis encontrado algo? -inquirió desesperada-.

Zac: ¿Te importaría pasar, por favor?

Asintió en silencio. Justo cuando estaba entrando, Zac le puso suavemente una mano en la espalda. No pudo evitarlo. Era un gesto automático, que había repetido mil veces antes. Cuando todavía estaban juntos. Cuando todavía había tenido derecho a tocarla.

El sedoso tacto de su suéter le provocó una sensación de cosquilleo en la punta de los dedos. El calor de su piel pareció atravesar la tela. La sintió tensarse bajo su contacto, pero no lo miró. En silencio, ocupó su asiento libre ante la mesa.

¿Qué diablos estaba haciendo? No tenía ningún derecho a tocarla. Había renunciado a ese derecho hacía dos años. Había renunciado a todo tipo de derechos sobre ella para mantenerla a salvo del mismo tipo de maldad que ahora la acechaba.

Cerró la puerta y se sentó a su lado. Vio que estaba mirando el fajo de carpetas que estaba apilado sobre la mesa. Una fotografía asomaba fuera de una de ellas. La cara de una de las víctimas de Kane la estaba mirando. Rubia, pálida, con unos ojos sin vida…

Zac se apresuró a guardar la foto y apartó las carpetas. Lo más lejos posible de Ness.

Zac: Me gustaría hacerte algunas preguntas.

Ness: Adelante.

Zac: ¿Se ha cambiado Brittany el color del pelo recientemente?

Ness arqueó las cejas, claramente sorprendida por la pregunta.

Ness: Sí. Ha vuelto a su color natural.

Zac: ¿Cuándo?

Ness: Después de la boda. Hará unas tres semanas.

Wiley cesó de dar golpecitos con su bolígrafo por primera vez desde que Ness entró en la habitación.

Wiley: ¿Así que ahora es morena?

Ness: Su pelo tiene más o menos el mismo color que el mío.

Zac asintió. Y muy parecido al de Fiona Hamilton.

Zac: ¿Te dijo por qué se lo cambió?

Ness: Oh, sí, desde luego. Me dijo que a Kane le gustaba lo más natural posible. Que le encantaba su color natural de pelo.

A Zac se le encogió el estómago al imaginarse a Kane susurrándole aquellas palabras a Brittany, con su voz cargada de falso encanto. Y a juzgar por la expresión de Vanessa, ella también estaba sintiendo náuseas.

Wiley: ¿De modo que le pidió que dejara de teñirse el pelo y se quedara morena? -intervino-.

Ness: Eso es lo que a mí me dijo Brittany -miró a uno y a otro, asombrada-. Pero… ¿se puede saber a qué viene tanto interés por su color de pelo?

Zac: Parece que Kane ha cambiado sus preferencias -le explicó-. De rubias a morenas. Y en el lapso de unas pocas semanas. Al parecer, a Fiona Hamilton le pidió que se tiñera de morena.

Ness: La mujer de la lencería roja.

Zac: Sí.

Ness: Y todas las mujeres que había matado antes eran rubias, ¿verdad? Eso formaba parte de su pauta de comportamiento. Era una señal de identidad suya.

Zac: Exacto.

Ness: ¿Y eso qué quiere decir?

Zac soltó un suspiro de frustración.

Zac: Eso es precisamente lo que estamos intentando averiguar. Un asesino en serie no cambia de pautas así como así. No tiene sentido. A no ser…

Ness: ¿A no ser qué?

Zac miró la larga melena oscura de Ness. Era una melena brillante, que olía a lavanda. Una melena que recordaba muy bien derramándose sobre sus dedos, o sobre la almohada de su cama…

Zac: ¿Alguna vez le hiciste algo a Kane que él pudiera tomárselo a mal? ¿Algo que pudiera ponerlo furioso? -El sobresalto que experimentó Ness no le pasó desapercibido. Agarrándola de un brazo, la obligó a que lo mirara-. ¿Qué sucedió, Ness?

Ness: Hace unos cuatro meses… publiqué un artículo en una revista académica. Un artículo sobre Kane, aunque no lo cité por su nombre. No entiendo cómo pudo conseguir una revista así en la prisión, pero lo leyó. Se enfadó mucho conmigo. No le gustó lo que escribí sobre él.

Zac: ¿Qué fue lo que hizo?

Ness: Tenía un encuentro más con él para el libro en el que estaba trabajando. Primero accedió a verme, pero luego se negó a responder a cualquier pregunta. Se limitó a mirarme fijamente.

Cerró los ojos, llevándose una mano a la boca. Estaba pálida como la cera.

Zac: ¿Qué más, Ness?

Tragó saliva y abrió los ojos, aferrándose a su mirada como si fuera su tabla de salvación.

Ness: Fue entonces cuando empezó a contestar a las cartas de Brittany. Cuando empezó a cortejarla.

Un horrible escenario se dibujó en la mente de Zac. Kane realizaba sus fantasías de violencia con mujeres para satisfacer sus deseos de venganza. Escogía víctimas que tuvieran el mismo color de pelo que la mujer que lo había humillado. Luego preparaba su juego. Soltaba a su víctima en algún bosque aislado y le daba caza, hasta que la cortaba desde el cuello hasta la pelvis, abriéndola en canal. Con cada mujer que asesinaba, se imaginaba que poseía y dominaba a la mujer que lo había mortificado: el verdadero objeto de su odio.

Pero, en esa ocasión, mucho se temía que el verdadero objeto de su odio… era la propia Ness.




Oh my God, oh my God, oh my god!!! ¡Esto va mal, esto va jodidamente mal!

Apuesto a que estaréis sumamente asustadas e inquietas, porque así es como deberíais estar...

¡Gracias por los coments!
A ver si veo alguno más.
¡Un besi!


6 comentarios:

Unknown dijo...

Amooo esta novela, me encanta!!! En serio, es suuper!!
Siguela pronto, cuidate!

Anónimo dijo...

noooooooooooooooo, ahora va por ness esto va yendo un poco mal, ahora es turno de zac de encontrar a ese loco y principalmente de cuidar de ness
quiero mas
saludos yoha

Unknown dijo...

AAAAAAAAAAY NO!
DECIME QUE ESTE LOCO NO QUIERE MATAR A NESS, YO LO MATO PRIMERO!

CREO QUE AHORA ZAC.. DEBE DE ESTAR MAS CERCA A NESS Y NO DEJARLA NUNCA.

Lau B. dijo...

No se que decir...
Desde que mencionaron que en la foto de la amenza de Kane hacia Brittany tambien estaba Ness sospeche que habia algo raro...
De verdad te lo digo el hecho de pensar de que existen hombres asi... me pone la piel de gallina!
Ahora no creo que nadie se quiera quejar de la intensidad de Zac por protejer a Ness Huh?? XD
Bye
Xx

Lau B. dijo...

Una ultima cosa...cuando vas a publicar el test?
=P

Anónimo dijo...

noooooooooooo
noooooooooooo
a ness nooooo
me encanta esta nove

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