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domingo, 9 de octubre de 2011

Capítulo 9


Ness estaba muy nerviosa.

Se masajeó las sienes mientras daba una vuelta por el aula de informática, echando rápidos pero atentos vistazos de vez en cuando para asegurarse de que los alumnos realizaban las tareas encomendadas. Con las cabezas gachas, aporreaban los respectivos teclados y componían la redacción de dos párrafos «Lo que deseo» bajo la estrecha supervisión de Ashley.

Ahora mismo, lo que Ness deseaba era dormir bien aquella noche. La anterior la había pasado en vela, al igual que la otra, por cierto.

Quizás era debido a los nervios por la conferencia de la velada de hoy... un seguimiento de los hallazgos del doctor Garber sobre abandono y abusos emocionales a niños. Y quizás era porque estaba preocupada por Brian Efron.

Fuera como fuera, sus sueños habían sido un montón de escenas retrospectivas, llenos de retazos de recuerdos que no habían salido a la superficie durante años, no de ese modo tan real. De pequeña, había tenido aquellos sueños a menudo. Fue una época traumática de su vida, que influenció su futuro.

No era de extrañar que los recuerdos hubieran escogido aquellos días para reaparecer. Ness y Gisele no habían estado en contacto durante años. Gisele se fue de casa a los dieciséis... aunque sería más preciso decir que huyó. Siguió escribiendo a Ness durante un tiempo. Enviaba sus cartas desde San Francisco, Los Ángeles, y después desde San Diego... lugares que estaban lo más lejos posible de Poughkeepsie. Luego, las cartas dejaron de llegar y, de algún modo Ness supo que, a pesar de lo unidas que Gisele y ella habían estado en su momento, a pesar de lo mucho que a Gisele le importara su amistad, los lazos con el pasado eran demasiado dolorosos para poderlos mantener.

No es que Ness pudiera echarle la culpa. Después de todos los trances que había sufrido, ¿cómo no iba a querer borrar su infancia? Todo había empezado cuando Gisele no era mucho mayor que Brian. Al principio, los signos eran sutiles, demasiado para que su mejor amiguita, de ocho años, los notara. Pero Meredith Hudgens sí se percató. Y, más adelante, cuando se acentuaron, pasó a la acción.

La realidad jamás había sido tan desagradable.

Con un suspiro, Ness miró el reloj de pared del aula de informática.

Las dos y cuarenta minutos. Casi empezaba el fin de semana. Unos cuantos niños empezaban a alborotarse. Ness no los culpaba. Era el mediodía de un viernes de primavera, los pájaros cantaban y el fin de semana estaba ahí mismo.

Ness: ¿Ya estáis terminando? -Rápidos repiqueteos de teclas, unas cuantas cabezas asintiendo y un par de manos alzadas-. Os diré qué haremos. Disponéis de cinco minutos más. Si, cuando pase la señorita Tisdale ya puede revisar el trabajo de todos, saldremos al patio y celebraremos el comienzo del fin de semana durante un cuarto de hora.

Una ronda de bravos acogió su anuncio, y Ashley le dedicó una sonrisa.

Ash: Una opción bien recibida -observó-. Muy bien, chicos, ¿quién necesita ayuda?

Ocho minutos después, los alumnos estallaron en el patio, lanzando las mochilas contra el muro del edificio y corriendo bulliciosos, a jugar.

Ash: No es extraño que seas tan popular -dijo con una risita mientras se acercaba a Ness-. Yo también te adoraría si me dejaras de empezar mi fin de semana antes. -Lanzó un suspiro triste-. Aunque quizá no si se tratara de este fin de semana. Tengo que trabajar los dos días. Debo acabar un proyecto. Necesito pagar la cuenta mi Visa.

Ness asintió, comprensiva. Ashley era un genio de la informática, no solo en el aspecto técnico, sino también en el creativo. Se había graduado en ingeniería electrónica y, después de finalizar sus estudios, había pasado unos años diseñando circuitos y aparatos inalámbricos para importantes clientes del ámbito de las comunicaciones. Era un trabajo lucrativo, pero a ella no le gustaba demasiado. Ni la presión. Ni el ambiente de incomunicación en el trabajo. Ni la aburrida vida social de los extravagantes personajes con los que trabajaba. Así que se decantó por su otro amor: los niños. Volvió a estudiar y consiguió su título de magisterio. Ahora, era feliz, con un empleo que la complacía y una próspera vida social. Lo único que echaba de menos era el alto sueldo que cobraba en el ramo de la industria. Intentaba compensarlo ganando dinero extra creando sofisticados programas informáticos para compañías pequeñas... programas que le sonaban a griego a un genio de la no-tecnología como Ness.

El talento de Ashley era muy impresionante. Más aún lo era el hecho de que ella lo consideraba una nimiedad comparado con lo que podía ofrecer a los niños que enseñaba. Eso decía mucho de su carácter, al menos desde el punto de vista de Ness.

Ness: ¿Es un proyecto grande? -le preguntó evitando intencionadamente referirse a los detalles-.

Era muy consciente de que la confidencialidad era parte de los contratos que Ashley firmaba.

Su amiga se encogió de hombros.

Ash: La empresa para la que trabajo así lo cree. Todo lo que sé es que me pagarán tres mil dólares cuando termine. Eso cubrirá los gastos que he acumulado durante las rebajas de primavera. Incluyendo ese vestido de seda azul claro del que te hablé, el que me costó un ojo de la cara. Lo voy a llevar el sábado por la noche, por cierto.

Ness sonrió.

Ness: Ah, así que te reservas un poco de tiempo para la diversión, ¿no? ¿Quién es el afortunado?

Ash: Alguien nuevo y muy prometedor. Es todo lo que voy a decir por ahora. No quiero atraer la mala suerte. Sea como sea, va a llevarme a un elegante restaurante francés de Manhattan.

Ness: Al parecer, el vestido de seda irá de perlas.

Ash: Eso espero. -Le dirigió una mirada interrogante-. ¿Y tú qué tal... vas a ver a Andrew?

Ness: Hemos quedado para almorzar el domingo.

No añadió que había procurado a propósito que la cita fuera al mediodía y en un restaurante céntrico. De ese modo, podían encontrarse directamente en el local, y ella no tendría que lidiar con las expectativas de Andrew.

Ash: Ness, en algún momento tendrás que acostarte con ese hombre…

Vaya. No había manera de evitar el tema. La buena y directa de Ashley había eliminado la posibilidad agarrando al toro por los cuernos.

Con un suspiro de resignación, Ness respondió a una frase brusca con otra brusquedad.

Ness: ¿Por qué? ¿Porque él es un macho, yo una hembra, y hemos salido a comer unas cuantas veces?

Ash: No, porque él es atractivo, tiene éxito y, loco como está por ti, no va a seguir con esta rutina de monje por siempre jamás.

Ness: En ese caso, creo que va a tener que buscar en otro sitio.

Ness se sorprendió al oírse a sí misma soltando semejante réplica. Y a su sorpresa se añadió una punzada de culpabilidad ante la expresión asombrada y ligeramente desconcertada de Ashley. Pero solo una punzada. Lo cierto era que Ness estaba harta de que le dijeran que tenía que acostarse con alguien porque era un buen partido y ya habían pasado juntos el tiempo suficiente para que él así lo esperara. A ella le importaba un bledo lo que la otra gente pensara o hiciera. No iba a meterse en la cama con nadie, a menos que estuviera totalmente preparada.

Ash: Vaya, eso ha sido realmente potente -repuso dócil-. ¿He puesto el dedo en la llaga? ¿Te ha estado presionando Andrew?

Ness: No. Nada de eso. -Se pasó ambas manos por el pelo- .Ash, lo siento. No quería contestarte así. Pero esta discusión ya se alarga demasiado. Sé que tu intención es buena. Pero el sexo es lo más alejado de mis pensamientos, al menos estos días. Estos días, cuando me meto en la cama, todo lo que deseo es dormir bien, toda la noche. Cosa que no consigo. Ayer solo dormí tres horas. Quizás eso explique mi humor de perros…

Ash: No te preocupes. -Aceptó la disculpa con su acostumbrada actitud de vive y deja vivir-. Y tienes razón. Que te acuestes o no con Andrew no es asunto mío. Es solo que no quiero que te vaya pasando la vida mientras esperas al príncipe azul. Sin embargo, eso tienes que decidirlo tú, no yo. -Miró, pensativa, a su amiga-. Pero, ahora que lo dices, sí que estás un poco pálida. ¿Hay algo en particular que te preocupe?

Ness: De hecho, sí.

Ness ladeó la cabeza, contemplando a Brian Efron, que cruzaba el patio a la carrera y arremetía contra las barras de la estructura y la subía con movimientos enérgicos. Parecía él mismo… de momento. Pero a veces (demasiadas veces), hoy parecía intranquilo y ausente. Ness lo había percibido durante toda la semana. Pero hoy había sido más frecuente, y más acusado. Además, parecía cansado, y no solo falto de sueño, sino exhausto, como si hubiera algo muy importante dando vueltas por su cabeza, algo que lo consumía y, lo mantenía en vela. Ness intuía que, fuera lo que fuera, tenía alguna conexión con su padre.

Ash: Todavía estás preocupada por Brian -dedujo siguiendo la mirada de su amiga-.

Ness: Sí, lo estoy. No es él mismo. Ojala pudiera encontrar un minuto para hablar con él a solas, aunque Zac Efron prácticamente me prohibió interferir.

Ash: Como si eso pudiera detenerte, si creyeras que uno de tus niños se siente herido.

Ness: Tienes razón, no me detendría. Lo que me ha retenido es el hecho de que hoy no ha habido ni una sola oportunidad que pudiera llevarnos a una conversación privada. No quiero correr el riesgo de alterar a Brian. Lo que significa que no voy a arrinconarlo o a convertir su cambio de comportamiento en un tema a abordar. El momento debe ser el adecuado. Y hoy no lo ha habido. No ha habido ni un solo segundo de tranquilidad desde que ha sonado el primer timbre.

Ash: ¿Y qué te parece ahora? -sugirió-. Bueno, eso sí lo puedes arrancar de la estructura.

Ness volvió la cabeza para escudriñar la zona pavimentada y frunció el ceño y meneó la cabeza al ver que los autobuses empezaban a llegar y a colocarse en fila para recibir a sus viajeros. Tras ellos, los padres que llegaban en coche se acercaban lentamente y aparcaban en los espacios destinados para esperar también a sus pasajeros.

Ness: Ahora no dará resultado. No hay tiempo suficiente y hay demasiada gente. Además, la madre de Brian llegará en cualquier momento para recogerlo. Tendré que esperar hasta el lunes.

Ash: ¿Y por qué no hablas con la señora Efron? No delante de Brian, por supuesto, pero... llámala por teléfono. Siempre se ha mostrado receptiva.

Ness: En el pasado, sí. -Frunció aún más el ceño-. Pero esta vez es distinto. Según todo lo que he visto, desde la tensión del alcalde a la actitud protectora de su hermano, intuyo que el problema tiene que ver directamente con la vida en el hogar. Y, si estoy en lo cierto, puede que la señora Efron no sea la persona indicada para...

Ness dejó de hablar en seco al ver el coche, un Berlina azul que se acercaba hasta la puerta del patio. Su conductora, una mujer con aspecto de funcionaria, vestida con un traje de chaqueta gris, salió y se dirigió directamente hacia ellas. A Ness le resultaba conocida, pero no supo dónde ubicarla exactamente. No era una de las madres de los niños... al menos, ninguna de las que Ness conocía. Además, parecía demasiado aislada del grupo, y caminaba muy tiesa con una libreta de apuntes y una pequeña cajita negra que, después de una observación más detenida, Ness identificó como una grabadora.

Eso fue lo que le descubrió la identidad de aquella mujer.

Cheryl: ¡Señorita Hudgens! -Ness la reconoció en el preciso instante que la mujer la localizaba y decía su nombre-. Señorita Hudgens, ¿puedo hablar con usted?

Era Cheryl Lager, aquella impertinente periodista del Leaf Brook News que había asistido al partido de béisbol de Brian el sábado pasado. ¿Qué demonios quería de Ness?

Ésta dirigió una mirada intrigada a Ashley.

Ness: Es la periodista de la que te hablé -murmuró. Volviéndose hacia ella, se preparó para lo que fuera que aquella desagradable mujer tuviera en mente-. ¿Qué puedo hacer por usted? -le preguntó fríamente-.

Cheryl: No estoy segura de si se acuerda de mí -empezó-. Soy...

Ness: La recuerdo, señorita Lager. Solo que no estoy segura de por qué está usted aquí.

La periodista pareció sorprenderse un poco.

Cheryl: Eso tiene una clara explicación. -Recorrió la zona con la mirada, hasta que la fijó en la estructura de barras, que Brian había escalado por tercera vez-. Ah, ahí está. Ése es Brian Efron, ¿verdad?

Ness se cruzó de brazos.

Ness: Creo que sabe usted perfectamente que sí, lo es.

Cheryl: Y también sé que le tiene a usted un inmenso afecto. Eso quedó muy claro en el partido del sábado. -Consultó sus notas, como si meditara su siguiente pregunta. Con un ágil movimiento, puso la grabadora en marcha-. Dígame, señorita Hudgens, ¿ha notado usted algo extraño en el comportamiento del chico, últimamente? ¿Alguna tensión inusual? Intuyo que él confía en usted, cosa que no me sorprende. Yo adoraba a mi profesora de segundo grado. Le habría contado cualquier cosa, sobre todo si hubiera habido problemas en casa. Como, por ejemplo, si yo hubiera percibido una tensión inusual que no pudiera entender. Quizás incluso le habría comentado qué creía yo que provocaba dicha tensión. -Sin esperar siquiera una respuesta, siguió hablando-: Estoy segura de que conoce usted al alcalde y a la señora Efron bastante bien, a través de la escuela. Desde luego, se siente lo suficientemente cómoda con el alcalde Efron para invitarlo a su clase para que les hable a sus alumnos. Así que, dígame, según sus impresiones personales sobre él, tanto en el pasado como en el presente, ¿le pareció que se ponía demasiado a la defensiva el otro día? ¿Sobre todo cuando se tocó el tema de la financiación de la campaña? ¿Es acaso un tema particularmente espinoso para el alcalde... según su opinión, desde luego?

Ness: No tengo ni idea de lo que me está diciendo -replicó con la voz temblando de rabia-. Ni tampoco tengo idea de dónde saca usted tanta desfachatez. Esto es una escuela. Yo soy maestra. Está usted invadiendo mi espacio de trabajo durante las horas lectivas. Haga el favor de disculparse e irse.

Más que desanimada, Cheryl Lager dio la impresión de sentirse esperanzada.

Cheryl: ¿Significa eso que puedo telefonearla a su casa? Si es así, por mí perfecto. Podemos quedar de acuerdo en una hora conveniente, y entonces...

Zac: Señorita Lager, permita que yo le haga una pregunta. ¿Qué tal le sentaría a su periódico una demanda legal? Porque está usted a punto de ganarse una, ahora mismo.

La voz había salido de la nada, pero Ness supo, sin mirar, a quién pertenecía.

Zac Efron.

Por lo pálida que se quedó, Cheryl Lager también la había reconocido.

Cheryl: Señor Efron -acertó a decir, volviéndose para mirarlo de cara-. Tan solo le estaba preguntando a la señorita Hudgens...

Zac: Interrogándola, quiere usted decir. -Indicó con un movimiento de cabeza la grabadora-. Le sugiero que desconecte eso. Ahora. -La periodista obedeció, y él dirigió su mirada azul claro hacia Ness-. No tienes por qué contestar nada. Ni tampoco aguantar el acoso de periodistas avasalladores.

Ness: No tengo la intención de hacerlo -le aseguró-, De hecho, le estaba diciendo a la señorita Lager que se fuera. Cosa que estaba a punto de hacer. ¿No es así, señorita Lager?

Ness echaba fuego por los ojos. De mala gana, la periodista asintió.

Cheryl: De acuerdo.

Empezó a alejarse, y se detuvo un momento para dirigir una rápida y pensativa mirada en dirección a Brian.

Zac: Ni se le ocurra -le advirtió aniquilando cualquier idea que ella tuviera de acercarse a Brian directamente-. Si no se mantiene usted a una distancia prudencial de al menos tres metros de mi sobrino, haré que la arresten. Piense lo atractivo que sería ese titular.

Su amenaza dio el resultado esperado. Cheryl Lager se metió en su coche y se marchó.

Ness: Qué caradura -masculló aún furiosa-. No me extraña que los medios de comunicación tengan mala fama. Los vampiros como esa mujer se ocupan de ello.

Zac: Es escoria, de acuerdo -concedió sin dejar de mirar en dirección a la periodista-. Pero, aun así, no es, ni mucho menos la única. Y eso va por muchos más de los que se mueven en el mundo de la prensa. La mayoría de gente tiene una orden del día. Y te asombraría hasta dónde están dispuestos a llegar para cumplirla.

Ness: Ese comentario es bastante cínico, ¿no le parece?

Zac: No. -La miró a los ojos y se encogió de hombros-. Bastante realista... cuando tratas con gente que tiene más de doce años, y fuera de las aulas, claro.

Ness se estaba cansando de la actitud condescendiente de Zac.

Ness: En ese caso, me siento contenta de estar en las aulas, tratando con personas de siete y ocho años. De hecho, creo que mucha más gente debería trabajar en las escuelas de primaria. Les haría mucho bien... a ellos y a sus órdenes del día.

Zac: Es posible.

Ahí estaba de nuevo ese ambiente cargado, pendiendo sobre ellos, entre ambos, como dos imanes que se repelen.

¿O eran imanes que se atraían, con cargas totalmente opuestas?

Ash: Hola, hola. -Se abrió paso a través del denso muro de tensión, extendiendo la mano, sonriendo a Zac y desplegando toda su simpatía típicamente americana ante la visión de un hombre atractivo-. Soy Ashley Tisdale. Trabajo en el laboratorio informático de la escuela. Y pienso que su sobrino es estupendo.

Zac reaccionó con una leve expresión de disculpa y un firme apretón de manos.

Zac: Zac Efron. Y perdone mis modales. Estaba pendiente de esa periodista y de mis ganas de estrangularla.

Ash: Si usted lo dice. -Su sonrisa de se tornó traviesa-. A mí me ha parecido que era a Ness a quien quería estrangular. Supongo que ha sido, simplemente, el reflejo de su enfado hacia la señorita Lager. ¿Verdad?

La insinuación tuvo su efecto, y Zac enarcó sus castañas cejas.

Zac: Creo que acabo de ser acusado de ensañarme con la persona equivocada. En ese caso, pido disculpas.

Ash: Ness las acepta -lo tranquilizó-. ¿No es así, Ness?

Ness deseaba con todas sus fuerzas que se la tragara la tierra.

Ness: No es necesario que se disculpe. El tío de Brian y yo, simplemente, no nos ponemos de acuerdo.

Ash: Ah, ¿ése es el problema? -Por el tono, intuía otra cosa-. A mí me da una impresión distinta. No importa. En cuanto a la señorita Lager -continuó, dirigiéndose a Zac-, no le culpo a usted. Sus preguntas rozaban la calumnia.

Ness: Y quizá daban demasiado cerca de la diana.

Masculló casi para sí. No era su intención que Zac la oyera. Pero, por desgracia, la oyó. Luego, se irguió y se volvió para clavar su penetrante mirada en los ojos de Ness.

Zac: Señorita Hudgens, ¿podemos hablar un momento a solas?

A Ness se le hizo un nudo en la boca del estómago. Se había pasado de la raya. Pero, de algún modo, no le importaba. Quizá porque estaba preocupada por Brian. Quizá porque le daba rabia su tío. Probablemente, por ambas cosas.

Ness: Como quiera. -Levantó la barbilla y su mirada recorrió el patio antes de fijarse también en la de él-. Pero solo un minuto. Tengo que vigilar a los niños. Por no hablar ya de que en cualquier momento Brian se dará cuenta de que está usted aquí y vendrá a la carga.

Zac: Un minuto, entonces. -Miró educadamente a Ashley-. ¿Nos disculpa?

Ash: Por supuesto. -Parecía estar aguantándose una carcajada-. Y también vigilaré a los niños. Así que pueden disponer ustedes de un minuto entero y concentrarse en matarse el uno al otro. O lo que sea.

Ness recorrió la corta distancia hasta el edificio y se detuvo en una pequeña entrada que proporcionaba tanta privacidad como era posible un viernes a las tres de la tarde.

Ness: Déjeme adivinar -empezó, girando sobre sus talones para mirar de frente a Zac. Cruzó los brazos, preparada y con ganas de entrar en combate-. No le ha gustado mi comentario. Corrijo: no le ha gustado el hecho de que es cierto.

Zac concentró su penetrante mirada sobre Ness y la observó atentamente durante un instante.

Zac: No se trata de mí y de lo que me gusta o no. Se trata de proteger a mi familia.

Ness: ¿Y acaso no es Brian parte de esa familia?

Zac: Ya sabes la respuesta a eso.

Ness: En ese caso, él también merece protección.

Zac: Y la tiene.

Ness: ¿Ah, sí? -Volvió a levantar la barbilla, un poco más. No iba a ceder, esta vez, no-. Se siente mal. Está exhausto; tiene el aspecto de no haber pegado ojo en toda la noche. Está callado y retraído. Ambos sabemos que Brian no es así. Algo está pasando. El hecho de que esté usted hoy aquí lo evidencia claramente. Es la segunda vez en una semana que abandona usted su imperio de las finanzas para venir a ver a Brian. Usted también está preocupado por él. Solo que usted conoce el problema. Yo, no.

Un músculo de la mejilla de Zac tembló ligeramente.

Zac: No le has comentado nada de esto a esa periodista, ¿verdad?

Ness: Por supuesto que no. No le he dicho nada, excepto que se largara. Pero Cheryl Lager no es el problema. A ella se la puede mantener alejada, por la vía legal, si es necesario. El problema es Brian, el estado en que se encuentra. ¿Qué es lo que está pasando en su casa? ¿Es por la campaña? ¿Le ocupa demasiado tiempo al alcalde? ¿Es acaso que la presión emocional es demasiado fuerte para que su familia pueda soportarla? Puedo entender eso. Una dura campaña, muchas y largas horas. Pero Brian no desfallece tan fácilmente. Está acostumbrado a ver a su padre en el punto de mira de la opinión pública. Así que mi instinto me dice que hay algo más. ¿Me equivoco?

Zac: Brian se acostó tarde -replicó sin inmutarse-. Está cansado. Estará bien después del descanso del fin de semana.

A Ness se le acabó el último rastro de paciencia.

Ness: Deje de intentar aplacarme. No es una cuestión de fatiga. Es algo más. Y el hecho de que usted evada mis preguntas hace que me pregunte si Cheryl Lager está en lo cierto acerca de un problema financiero. Vi la reacción del alcalde a sus preguntas sobre el apoyo monetario. Estaba alterado. Y usted también.

La furia destelló en los ojos de Zac.

Zac: Esa periodista puso en duda mi integridad. La desarmé. Y yo no estaba alterado. Estaba furioso. Es distinto.

Ness: No ha contestado a mi pregunta.

Zac: No me gusta lo que insinúa.

Ness: No insinúo nada -exclamó completamente frustrada-. Me gusta su hermano. Voté por él. Y volveré a votar por él. Es un hombre bueno y honrado. Ha hecho muchas cosas por Leaf Brook, y no dudo que hará cosas aún mejores por Nueva York. No me importa si usted y su padre lo subvencionan hasta que consiga llegar a Albany. Limítese a decirme por qué a Brian le afecta todo este asunto y me iré.

Zac: Por última vez: Brian está bien. Es solo que necesita dormir un poco. En cuanto a la agenda de Stephen, sí, está demasiado llena y sí, Brian le echa de menos. Pero hemos tomado medidas para solucionar eso. Yo ocuparé el puesto de mi hermano para lo que Brian necesite y cuando me necesite.

Ness: ¿Y cómo va a poder hacerlo desde Manhattan?

Zac: No estaré en Manhattan. Me he instalado en casa de Stephen y Nancy.

Eso desconcertó a Ness.

Ness: ¿Se queda aquí? ¿Por cuánto tiempo?

Zac: Como ya he dicho, por el tiempo que se me necesite.

Ness: ¿Y qué pasa con su empresa, con sus clientes?

Zac esbozó media sonrisa.

Zac: ¿Por qué? ¿Te preocupa que pierda dinero? No tienes que preocuparte. La tecnología es increíble. Puedo ocuparme de todo a través de mi ordenador portátil. Mi sistema unificado de mensajes integra mi buzón de voz, e-mail y fax, todo en uno. Incluso puede desviar automáticamente las llamadas a mi móvil. Es uno de los privilegios de formar parte del vicioso entorno no escolar. ¿Impresionada?

Ness: Eso es lo que intenta. Sí, de hecho, sí. -Se dio cuenta, de repente, de que estaba sonriendo, muy a pesar suyo-. Qué sincero. De acuerdo, entonces, sí, estoy un poco impresionada.

Zac: ¿Por qué, por mi sofisticación técnica o por mi franqueza?

Ness: Por ambas. Aunque esperaba ese nivel de tecnología avanzada. La franqueza es otra historia.

Su expresión sufrió un sutil cambio, que no tenía nada que ver con el tema.

Zac: Tengo muchas caras -dijo dirigiendo brevemente la mirada hacia los labios de Ness antes de volver a fijarla en sus ojos-. Al igual, según empiezo a sospechar, que tú.

Ness deseó poder negar la atracción que existía entre ambos. Pero era inútil. Ahí estaba, con o sin base. La percibía. Y Zac también.

Él se aclaró la garganta y rebuscó en el bolsillo de su chaqueta. Sacó un papel y un bolígrafo.

Zac: Voy a pedirte un favor.

Ness: De acuerdo.

Zac: Mi hermano está ocupadísimo con su campaña y con sus deberes de alcalde. Casi no tiene tiempo ni para respirar. Nancy es una esposa y madre increíble, pero ya no da para más. -Garabateó algo en el papel-. Éste es mi número particular, mi móvil. Si tienes cualquier preocupación acerca de Brian, si ves que se repite cualquiera de los síntomas que has descrito antes, llámame. Me ocuparé de ello.

Ness cogíó el trozo de papel y lo repasó.

Ness: Ojala pudiera librarme de la desagradable sensación de que está pasando algo más de lo que...

Zac: No lo pienses. Por el bien de Brian y por el tuyo.

Ness levantó la cabeza como movida por un muelle.

Ness: ¿Es eso una amenaza?

Zac: Intento evitar que destroces sin necesidad alguna un montón de vidas. Incluida la tuya. Aprecio tu preocupación por Brian. Pero soy yo quien se ocupa de este asunto, y lo seguiré siendo.

No era un ruego. Era una orden.

Ness dobló el papel en dos y se lo metió en el bolsillo.

Ness: Creo que sus intenciones son buenas, al menos, en cuanto a Brian. Así que intentaré hacerlo como dice. Pero si usted y yo chocamos, si no estoy de acuerdo en cómo lleva usted las cosas, o si Brian empeora, me reservo el derecho a cambiar de opinión. Tanto si eso significa que informe a la escuela o que hable con los padres de Brian, haré lo que haga falta.

Antes de que Zac pudiera responder, un alegre grito llamó la atención de ambos.

Brian: ¡Tío Zac!

Ness: Parece que ha sido descubierto -observó mirando una forma confusa que se acercaba como un cohete hacia ellos y reconociendo a Brian. Consultó rápidamente su reloj, justo cuando sonaba el primer timbre-. Tengo que hacer que mis niños formen en fila para que los recojan los autobuses y los coches.

Zac: ¿Estás libre para tomar algo más tarde?

Bueno, aquello era lo último que Ness esperaba.

Ness: ¿Qué?

Zac: Te he preguntado si estás libre para ir a tomar algo. A menos claro está, que yo todavía te guste menos de lo que me gustas a mí. Más importante aún, a menos que tú y Andrew Matthews tengáis un acuerdo exclusivo de cualquier tipo.

Ness se ruborizó.

Ness: ¿Cómo sabe que...?

Brian: Hola, tío Zac. -Chocó contra la pierna de su tío. ¿Por qué estás esperándome aquí en lugar de delante de la puerta del patio?

Zac: Porque necesitaba hablar con la señorita Hudgens -Le dio un apretón en los hombros a su sobrino-. ¿Has tenido un buen día?

Brian: Sí.

Zac: Genial. ¿Por qué no vas a buscar tu mochila y tu guante de béisbol? Ahora mismo acabaré mi charla con la señorita Hudgens y podremos irnos directamente al parque.

Brian: ¿Puede venir la señorita Hudgens con nosotros? -pidió-. Quizá su carrera en zigzag sea tan buena como sus lanzamientos en curva.

Ness inspiró lentamente.

Ness: No, cariño, no puedo venir. Tengo que reunirme con mi madre para dar una conferencia. No llegaré a casa hasta por la noche, muy tarde -añadió, hablando con Brian pero dirigiendo sus palabras a Zac-. Además, mi carrera en zigzag es horrible. La primera vez que lo intenté, me rompí el dedo gordo del pie.

Brian: ¿El dedo gordo? -preguntó incrédulo-.

Ness: Ya sé lo que quieres decir -sonrió-. Fue bastante humillante. Iba a toda velocidad y metí el pie entre la base y la zapatilla deportiva del jugador en la segunda base. Me dolió muchísimo. Y no podía lucir nada más que un dedo gordo roto. Ni siquiera tuve que llevar un yeso, en cuyo caso todo el mundo me habría compadecido. Me pasé dos semanas deseando haberme roto algo más importante. Al menos, eso habría sido más impresionante. Pero, ¿romperme el dedo gordo del pie? Todo lo que conseguí con ello fue no poder acercarme al montículo del lanzador y convertirme en objeto de algunas bromas bastante crueles.

Brian: Vaya. -Le dio unos golpecitos en el brazo con actitud tan tierna y comprensiva como si a Ness la hubiera atropellado un camión de dieciséis ruedas-. No te sientas mal. Si te hubieras roto la pierna, habrías estado sin jugar mucho más que dos semanas. Y no te preocupes por la carrera en zigzag. Tío Zac puede enseñarme.

Ness: Buena idea -asintió con una sonrisa triste-.

Brian: Vuelvo enseguida. -Salió zumbando a por sus cosas-.

Zac: ¿Qué me dices del sábado por la noche? ¿Estás libre?

Ness se sorprendió a sí misma respondiendo antes de calibrar su decisión... probablemente porque si la calibraba podía cambiar de opinión.

Ness: Sí, estoy libre.

Zac: ¿Solo para tomar una copa, o puedo pedirte que cenes conmigo?

Ness: Puede intentarlo.

Los ojos de Zac destellaron al aceptar tal reto.

Zac: Conozco un pequeño local italiano a apenas media hora de aquí. Es informal. La comida es fantástica. Y el vino, soberbio. Ah, y hacen un tiramisú tan bueno que es capaz de enderezar tu lanzamiento en curva hasta dejarlo tieso.

Ness: ¿Tan bueno es? -Se preguntó dónde se estaba metiendo. Probablemente, en un lío más grande de lo que imaginaba-. En ese caso -se oyó decir a sí misma-, ¿cómo voy a rechazar la invitación? Acepto la cena.

Un destello de triunfo relampagueó en los ojos de Zac.

Zac: Excelente. ¿Qué te parece a las siete y media?

Ness: Perfecto.

Zac le alargó el bolígrafo.

Zac: Rompe un trocito de ese papel que acabo de darte con el número de mi móvil y escribe en él tu dirección. Pasaré a recogerte. Anota también tu teléfono, ya puestos.

Ness acababa de garabatear ambas cosas cuando Brian reapareció.

Brian: Estoy listo -anunció-.

Zac: Estupendo. -Se metió en el bolsillo el pedazo de papel y el bolígrafo-. La señorita Hudgens y yo ya hemos acabado de hablar. Así que vámonos. -Le dedicó a Ness una de sus penetrantes miradas-. Nos vemos.

Ella asintió.

Ness: Nos vemos. Y pasadlo bien en el parque, los dos. -Ambos se habían alejado ya unos pasos cuando recordó algo-. ¿Zac?

Zac: ¿Sí? -Se volvió hacia ella-.

Ness sonrió ligeramente mientras repetía las palabras que él le había espetado al final de su último encuentro:

Ness: Para que quede claro, no es cierto que no me gustes. Y me llamo Ness.


4 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Awwwwwwwwwwwwww me encanto..
hahah van a tener una cita . super...
lo ultimo me mato haha
ya quiero ver que pasa..
siguela
:D
XoXo

Lau B. dijo...

de acuerdo! tengo que decirlo! SIMPLEMENTE ESPECTACULAR
lo amo le queda pequeño, creo que este sera mi episodio favorito!!
espero con ansias el siguiente!!
so exited
lol
Bye
Xx

Anónimo dijo...

Caromix 27:
Para que quede claro, no es cierto que no me gustes. Y me llamo Ness.

222!! uuu!!
esto se pone bueno 222
me encanto! enserio!!
comenten mas chicas!
tkm mi Ali

Anónimo dijo...

muy lindo

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