topbella

miércoles, 26 de octubre de 2011

Capítulo 17


18.05

Zac tuvo una cita de última hora en cl centro de Manhattan. De ahí, condujo directamente hacia el apartamento de Ness.

Había intentado localizar a Stephen dos veces, pero en ambas ocasiones Celeste le repuso que estaba encerrado en su despacho y no se lo podía molestar. No cabía duda, estaba intentando encontrar una solución a la catástrofe que él mismo había provocado. Era lo mejor que podía hacer.

Por el bien de todos.

Entró en el vestíbulo del edificio de Ness, pulsó el botón del portero automático, se anunció y centró luego su atención en la velada que tenía por delante. Si la desconfianza mostrada por Ness anteriormente era indicativa de algo, la tarea que le esperaba le venía como anillo al dedo. Bueno, eso estaba bien. Fuera un reto o no, Zac no tenía intención alguna de dejar cosas pendientes. No cuando tenía una idea muy clara de cuál era el final.

Agarró la manija de la puerta y esperó el zumbido de respuesta del intercomunicador. Sonó.

Abrió la puerta, cruzó el vestíbulo a zancadas y subió las escaleras. En su apartamento, Ness se echó el último vistazo en el espejo de cuerpo entero del recibidor. Llevaba una blusa de seda estampada en azul cálido y malva y unos pantalones azul oscuro. Iba ligeramente maquillada y con el pelo suelto, suavemente ondulado sobre la espalda. El efecto global era bastante parecido a lo que ella buscaba. Sencillo, pero favorecedor. Ni demasiado remilgado ni demasiado informal. Un atuendo que servía para cualquier ocasión.

Lo que era perfecto, porque Ness no tenía ni idea de cómo acabaría la noche. Solo sabía que Zac y ella tenían un montón de trabajo por hacer si iban a seguir viéndose…

Acababa de darle la espalda al espejo cuando Zac llamó a la puerta.

Se colgó una chaqueta del brazo, respiró hondo, se acercó a la entrada y abrió.

Ness Hola.

Zac: Hola. -La miró rápidamente de arriba abajo y no hizo nada por disimular su aprobación-. ¿Estás lista?

Ness: Sí. -Salió al rellano y cerró la puerta con llave tras ella-. ¿Dónde vamos a cenar?

Zac: Pensaba ir a aquel pequeño restaurante francés junto al lago. Hacen una quiche deliciosa, tienen un pan estupendo y un vino excelente. Después, quizás vayamos a dar un paseo. Hace una noche encantadora... no demasiado fría. Y tenemos mucho sobre qué hablar.

Ness asintió.

Ness: Eso suena a muy buena idea. -Fijó la mirada en el traje de Zac y luego le dirigió otra a él, interrogante-. ¿Voy lo suficientemente arreglada?

Zac: Vas perfecta. Yo he venido directamente de una reunión. -Le cogió la chaqueta del brazo y la sostuvo mientras ella pasaba los brazos-. Vámonos.

El trayecto en coche fue tranquilo. Muy tranquilo, con una palpable tensión de fondo. Tan solo intercambiaron unos cuantos comentarios de cortesía, referidos a asuntos tan mediocres como el tiempo y los titulares del día. Afortunadamente, el trayecto era corto, así que los silencios no se hicieron insoportables.

En la cena se mostraron más habladores. Pero la tensión seguía allí, emergiendo de un montón de temas que necesitaban ser discutidos. Hasta que esa discusión tuviera lugar, la tensión no iba a desaparecer.

Zac fue el primero en enfrentarse al reto. Mientras tomaban café se inclinó hacia delante, apoyó los codos sobre la mesa y atacó el tema principal... o, al menos, el que no les permitía entrar en los otros.

Zac: Mira, Ness, te estás muriendo por hablar de Brian y averiguar cómo están las cosas. No va a haber ningún momento oportuno para hacerlo. Así que agarremos el toro por los cuernos y hablemos del asunto para poder acabar con él y seguir con nuestra velada. ¿Te parece bien?

Un destello de sorpresa cruzó el rostro de Ness.

Ness: Me parece bien.

Zac: Perfecto. Y no pongas esa cara de sorprendida. Ya te lo dije, puedo ser muy directo. Creía que ya te habías dado cuenta la otra noche, en tu apartamento.

La sola idea de la situación a la que Zac estaba aludiendo la acaloró.

Ness: Me di cuenta. Y también recuerdo haber estado bastante directa.

Zac: Directa, pero ambigua -modificó-.

Ness: Con razón. -No lo negó-. Ese beso, aparte de lo que fuera preliminar, me abrumó. No espero que lo entiendas. Como ya te dije, tú y yo somos muy diferentes.

Zac: En algunos sentidos. No en otros. No te engañes: yo me aturdí tanto con ese beso como tú. La diferencia es que yo no tuve miedo.

Ness: Bien. Sigues corrigiéndome.

Zac tensó un poco la mandíbula y Ness casi pudo ver cómo su maquinaria mental se ponía en marcha mientras decidía si seguir o no profundizando en el tema.

Ella tomó la decisión por él.

Ness: Creo que nos estamos avanzando a nosotros mismos. Tenemos temas básicos de los que hablar antes de empezar a analizar la química que existe entre los dos.

Zac: ¿Estás segura de eso?

Ness: Zac...

Zac: De acuerdo. -Interrumpió la protesta de Ness con un vago gesto de su mano-. Lo haremos a tu manera. Volvamos al tema principal: Brian. -Su tono se modificó levemente, se tornó poco íntimo, más práctico-. Entiendo perfectamente lo que te pasa la cabeza, Ness. Te preocupas por mi sobrino. Es un niño muy especial. Te preocupas porque lo ves pasando por una época difícil. Estás lo suficientemente preocupada para alertar a sus padres. Y diste por sentado que yo me pondría furioso contigo por hacerlo. Te equivocaste. Cierto, yo te pedí que no acudieras a Stephen y Nancy, pero tú me dejaste bastante claro que si las cosas se nos iban de las manos tenías la intención de hacer exactamente eso. Fuiste sincera. Incluso me diste un aviso antes de llamarlos. Así que, al contrario de lo que tú creías, yo no me enfadé. Lo habrías averiguado si me lo hubieras preguntado. La próxima vez, asegúrate de los hechos antes de cancelar una cita conmigo, ¿de acuerdo?

Ness dejó su taza sobre la mesa, asintiendo lentamente.

Ness: Parece justo.

Zac: Lo es. Y volviendo a tu interés por Brian, lo encuentro admirable. Más que admirable. Creo que es poco frecuente y muy emocionante. Lo digo en serio. -Enarcó una ceja, interrogante-. ¿Tienes alguna duda sobre lo que he dicho hasta ahora?

Ness: No... al menos, no aún.

Zac: Bien. En ese caso, vayamos a la parte espinosa del asunto. Sí, tu llamada pilló a Nancy en un mal momento ayer por la noche pero, te lo aseguro, ella se tomó tu mensaje muy en serio. Y Stephen también. Tienen la intención de hacer lo que sea necesario para ayudar a su hijo. La felicidad de Brian es lo primero. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Todo se arreglará. Mientras, el pobre chiquillo tiene una infección de oído. Cuando lo he visto, a primera hora de la tarde, parecía estar agotado. Pero está tomando un antibiótico, así que pronto se pondrá bien. Física y emocionalmente. Sus padres se asegurarán de ello. -Se inclinó un poco más hacia delante, clavó la mirada en la de Ness y no la apartó-. ¿Te parece lo suficientemente sincero mi discurso? ¿O todavía estás convencida de que miento?

Ness frunció el ceño.

Ness: Nunca te he acusado de mentir, Zac. Solo de contar verdades a medias. Y no sobre Brian. Solo sobre cómo está afectando su vida la presión, sea cual sea, bajo la cual está su padre. Ya sé que piensas que soy una entrometida...

Zac: Eso es otra cuestión -la interrumpió-. Estás diciéndote constantemente lo que yo pienso de ti. Y en general te equivocas. -Alargó el brazo sobre la mesa, capturó la mano de Ness y entrelazó lenta y deliberadamente sus dedos con los de ella-. No pienso que seas una entrometida. Pienso que eres complicada. Hay partes de ti que guardas celosamente ocultas. El resto es un libro abierto... un libro con una cubierta tan preciosa que la mitad de los hombres que asisten a los partidos de la Liga Infantil están pendientes de ti. Créeme, yo soy uno de ellos. Pienso que eres sincera, generosa y sensible, y que te saca de tus casillas que los demás no lo sean. También pienso que eres apasionada... y no me refiero tan solo al trabajo. Ser maestra resulta una vía de salida segura para tu pasión. Hay otras vías que no son en absoluto tan seguras. Yo, por ejemplo. O, mejor dicho, nosotros. Lo que pasa entre nosotros te da muchísimo miedo.

Ness: Vaya. -Respiró profundamente-. Eso es todo un análisis. ¿Estás seguro que no eres tú el que se graduó en psicología?

Zac sonrió de medio lado, lentamente.

Zac: No, yo soy el inversor de sangre fría que dedica todas sus energías a amasar dinero.

Ness: No todas tus energías, al parecer.

Él se rió.

Zac: No, no todas. -Acarició la palma de la mano de Ness con el pulgar-. Bueno. Ahora que hemos despejado el ambiente, ¿todavía no estás segura de si te gusto? ¿O de confiar en mí?

Ness no pudo ignorar la descarga de suave placer que la recorrió ante aquel roce. Deseó poder separar sus reacciones involuntarias hacia Zac de su más racional línea de pensamiento.

Sabía que la explicación que él acababa de darle sobre Brian tan solo tocaba ligeramente la punta del iceberg. Pero, ¿y qué? Superficiales o no, sus palabras eran sinceras. En cuanto al resto... bien, puestos a decir, ella no tenía ningún derecho a esperar que Zac le contara abiertamente los asuntos privados de su familia. Y más aún: ¿era la decisión de Zac de no contárselo todo lo que la asustaba, o era algo más fundamental como el miedo que él había descrito momentos antes?

Zac: ¿Ness? -la urgió-.

Ella respiró lentamente, no sin cierto temblor.

Ness: En este preciso instante, no estoy segura de nada... lo cual, al parecer, se está convirtiendo en un hábito, cuando estoy cerca de ti.

Zac: Me gusta como suena eso.

Ness: Yo no estoy segura de que me guste a mí.

El pulgar de Zac se detuvo y sus dedos se entrelazaron con los de Ness.

Zac: Salgamos a dar un paseo.

Aquella frase podría muy bien haber sido una invitación para ir a la cama, de tan íntimo que resultó el tono. Y Ness estaba muy lejos de ser inmune. Pero también quería salir a pasear, por motivos que no eran solamente los románticos. Necesitaba hablar con Zac, ver qué lo preocupaba o ponía en guardia, y comprender también qué la preocupaba o ponía en guardia a ella.

Asintió, pues retiró un poco la silla y se puso en pie.

Zac: Vamos.

Salieron del restaurante tan callados como habían entrado y con la misma tensión de fondo, aunque esta vez el origen era el deseo en lugar de la incomodidad.

El lago estaba muy tranquilo y la luz de la luna resbalaba sobre él como un velo dorado. Un estrecho sendero recorría todo su perímetro, muy cerca de la orilla, rodeado a ambos lados por arbolillos jóvenes.

Zac le ofreció el brazo a Ness y ambos se alejaron del restaurante. La soltó cuando llegaron al sendero y empezaron a pasear, uno junto al otro, conscientes de sus respectivas presencias, aunque no hicieron ningún gesto por volver a rozarse.

Esta vez fue Ness la que rompió el silencio.

Ness: Tenías razón. Me muero de miedo.

Zac: Lo sé. -Aminoró la marcha y se concentró en la esencia de la conversación-. Lo que no sé es por qué. Tú y yo somos diferentes. De acuerdo, muy bien. ¿Por qué es eso un impedimento? ¿Acaso todos los hombres de tu vida se parecían a ti? Desde luego, Andrew Matthews no es en absoluto como tú.

Ness: Andrew no ha estado nunca realmente en mi vida, así que eso no importaba. Además, yo no os pondría a vosotros dos en la misma categoría, exactamente.

Zac: ¿Qué quieres decir?

Ness: Tú eres un Efron.

Zac: Brian también. Y tú no le tienes miedo.

Ness lo miró un instante.

Ness: Muy divertido.

Zac: No pretendo ser divertido.

Ness: Yo tampoco. Estoy siendo sincera. Tú eres todo un personaje, no solo alguien con una brillante y poderosa carrera. Para mí, es nuevo... e intimidante.

Sin previo aviso, Zac se detuvo en seco, se volvió hacia ella y la agarró por los hombros.

Zac: ¿Me tienes miedo por mi apellido? ¿Porque en los periódicos se dice «de tal palo, tal astilla» cuando se refieren a mí? ¿Porque mi padre construyó una dinastía financiera?

Ness no esperaba una respuesta tan impulsiva. Zac parecía estar furioso, como cuando Cheryl Lager había puesto en duda su integridad.

Ness: Tú también has construido una especie de dinastía propia -le recordó-.

Zac: ¿Y en qué te basas para afirmar eso?

Ness: Zac, no se trata de tu apellido o tu dinero. Se trata de todo: quién eres, cómo te educaron, tu visión de la vida. Tú crees que el idealismo es una estúpida pérdida de tiempo. Yo creo que es la única salvación que tenemos.

Zac: Quizá tengas razón. Quizá lo es. Quizá me he relacionado con las personas equivocadas durante demasiado tiempo. Quizá conocerte haya cambiado eso. -Sus dedos acariciaron los cabellos de Ness, enredándose en ellos, y él la atrajo hacia sí, la hizo levantar el rostro hacia el suyo-. Maldita sea, Ness, la vida no viene en pequeños paquetitos claramente clasificados. Hay sorpresas. Nosotros somos una de esas sorpresas. Así que deja de levantar muros para que esto no suceda. Porque no puedes evitarlo. Ninguno de los dos puede.

Inclinó la cabeza, posó los labios sobre los de ella y la besó con la misma ausencia de preliminares que la última vez. Separó los labios de Ness con los suyos y su lengua se adentró a acariciar la de Ness en una ardiente caricia que acabó con toda conversación.

Aquel momento había estado alimentándose desde el sábado y, de repente, ya no importó nada más... no solo para Zac, sino también para Ness. Ella se descubrió a sí misma gimiendo, devolviéndole el beso con el mismo frenesí y agarrándose de las solapas de la chaqueta de Zac para pegarse a él y no perder el equilibrio. Zac no se sintió plenamente satisfecho con solo aquello. La cogió de los brazos se los colocó rodeando su cuello y la estrechó aun más hacía sí con el movimiento.

El beso estalló. Ness era una masa de terminaciones nerviosas, sus labios se agitaban salvajemente bajo los de Zac y todo su cuerpo temblaba mientras el ansia crecía más y más en su interior. Percibido de modo bastante confuso cómo él la empujaba suavemente hasta que su espalda quedó apoyada contra un árbol y su cuerpo casi inmovilizado por el peso del de Zac. La palma de la mano de éste se posó sobre uno de sus senos y el pulgar acarició su pezón en vertiginosos círculos. Los músculos de Zac estaban tensos, su respiración se había convertido en roncos jadeos y, a través de las ropas de ambos, Ness notaba su erección contra el vientre. Aquella presión era deliciosa... pero no suficiente. Ness necesitaba estar aún más cerca, sentir más y más.

Con un desgarrado gritito de queja, empezó a retorcerse, intentando subir, intentando desplazar su cuerpo hasta la posición adecuada. Zac emitió un apagado sonido, en parte risa, en parte gruñido, agarró las nalgas de Ness, la levantó y la encajó contra su cuerpo. El mundo se detuvo.

Ness se quedó sin aliento y un sinfín de encendidas descargas recorrió su cuerpo. Fascinada, pegó aún más sus labios a los de Zac, se arqueó para arrimarse con mayor presión a él y levantó las rodillas para rodearle las caderas con las piernas. No le importaba nada más que el temblor, los estremecimientos que sentía en su interior, el deseo que crecía en espiral y que Zac debía calmar.

Él presionó su cuerpo contra el de Ness... una vez, dos...y luego se detuvo en seco y separó sus labios de los de ella para mirarla fijamente con los ojos relampagueando pasión.

Zac: Ness. -Su voz sonaba ronca, como si pronunciar aquel nombre fuera más de lo que sus fuerzas le permitieran-. ¡Ness!

Ella abrió los ojos. No sabía por qué Zac había escogido aquel momento para hablar, ni le importaba. Su cuerpo protestaba a gritos.

Ness: No -consiguió decir-. No pares.

Zac: No tengo intención de hacerlo. -Apoyó la frente en la de Ness-. Vayámonos de aquí.

Ness: ¿Qué?

Ness apenas era capaz de fijar la atención o la mirada.

Zac: Estamos en un restaurante junto a un lago. ¿Recuerdas?

De repente, Ness recordó. Parpadeó, echó un vistazo alrededor e intentó recuperar la orientación, la concentración. Estaban al aire libre, en público. Y ella había perdido el juicio por completo.

No tenía deseo alguno de recuperarlo.

Zac: No nos ha visto nadie -murmuró interpretando su silencio como cierto corte-. La entrada del restaurante está detrás de esos árboles. Estamos solos. -Tragó saliva, con el cuerpo aún rígido contra el de Ness-. No cambies de opinión. -Era mitad orden, mitad súplica-. Por el amor de Dios, no lo hagas.

Ness sentía su interior tenso y tembloroso. Sus piernas y sus brazos parecían haberse vuelto líquidos. Se preguntó si podría caminar. ¿Cambiar de opinión? Imposible.

Ness: No lo haré -repuso, con voz trémula-. No puedo.

Zac buscó su mirada durante un largo y febril instante. Debió de ver lo que necesitaba para convencerse, sin duda, porque aflojó su abrazo lo suficiente para que ella se deslizara hacia abajo y sus pies tocaran de nuevo el suelo. Luego, pasó un brazo por la cintura de Ness y la hizo apoyarse en él.

Zac: Vamos.

El trayecto hasta casa pareció ser un paseo entre neblinas. Ness no pensaba en nada más. De hecho, no pensaba en nada, excepto en su deseo. Zac redujo el tiempo del viaje a la mitad superando en treinta y cinco kilómetros el límite de velocidad y saltándose dos semáforos en rojo. Luego, desvió bruscamente el Mercedes para entrar en el aparcamiento del edificio de Ness y salió del coche casi sin haber apagado el motor. Ness saltó del asiento del acompañante con la misma rapidez y con las llaves ya en la mano.

Era la segunda vez que ambos entraban en el apartamento sin encender la luz. Solo que ahora Zac echó el cerrojo de la puerta tras de sí, miró a Ness con ojos encendidos, con una mirada casi de depredador.

Zac: Sé que dije que esperaría hasta el sábado. No puedo.

El corazón de Ness palpitaba con fuerza contra sus costillas.

Ness: Yo tampoco.

Con un solo movimiento, Zac se quitó la chaqueta, la dejó caer a un lado y se acercó a Ness.

Zac: ¿Dónde está el dormitorio? -preguntó, con voz ardiente-.

Ella ladeó la cabeza para indicar hacia la parte trasera del apartamento.

Ness: Ahí.

Zac: Demasiado lejos. No estoy seguro de poder llegar. -La besó con un beso descaradamente carnal que despertó de nuevo el deseo de ambos, lo trajo de nuevo a la vida con mayor ímpetu, si cabe-.

Ness: Hay un sofá en la sala -logró murmurar señalando a su izquierda y temblando mientras Zac empezaba a desabrocharle la blusa-. Está mucho más cerca.

Los labios de Zac dibujaron un ardiente sendero desde la clavícula a la garganta de Ness.

Zac: ¿Qué es más grande, el sofá o la cama?

Ness: La cama.

Zac: En ese caso, conseguiré llegar. -Ya arrastraba a Ness pasillo abajo-. Por los pelos.

La blusa de Ness se perdió de camino al dormitorio y Zac ya se había deshecho casi del todo de la camisa y la corbata. Acabó de quitárselas con unos cuantos movimientos rápidos mientras devoraba con sus ávidos ojos a Ness, ante él, vestida tan solo con los pantalones y el sujetador. La mirada de Zac se hizo más penetrante cuando Ness se acercó a él, se desabrochó el sujetador y lo dejó caer al suelo. Él dio un paso más hacia ella y sus manos se deslizaron por los hombros de Ness hasta llegar a posarse sobre sus senos.

Zac: Me vuelves loco -murmuró, absorbiendo por las palmas de sus manos los pequeños temblores de placer de ella. La besó en el cuello, acariciándole los pezones con los pulgares y sintiendo cómo éstos se endurecían bajo su roce. Ella se arqueó y, con ese involuntario movimiento, sus senos se presionaron contra Zac y sus pezones rozaron la velluda superficie de su torso. Tanto él como Ness se quedaron inmóviles-. Dios mío. -Contuvo el aliento y rodeó a Ness con un brazo para atraerla aún más hacia sí-. Quizá tenías razón. -Refregó el torso contra el de ella, y tembló ante el placer resultante- Quizá deberíamos morirnos de miedo.

Ness: Mm -murmuró, perdida entre sensaciones. Imitó el movimiento de Zac, solo que muy lentamente, paseando sus senos por el torso de él de un modo que acentuaba cada trémulo matiz-. Quizá deberíamos, sí.

Algo pareció detonar repentinamente en el interior de Zac

Un intenso temblor estremeció su cuerpo. Agarró a Ness por los brazos y se separó de ella por la fuerza.

Zac: Tienes treinta segundos para meterte en esa cama.

Ness: Solo necesito veinte.

Ness se desabrochó el botón de los pantalones. No tenía ni idea de quién era aquella mujer, pero sí sabía lo que quería. Y si no lo tenía pronto, se iba a morir.

Zac fue el primero en quedar completamente desnudo, y derribó a Ness sobre la cama, metiendo los dedos por la cinturilla de sus medias y bajándoselas hasta quitárselas.

Zac: Por fin -dijo, con voz ronca, separándole ya las piernas. Cubrió el cuerpo de Ness con el suyo-. Ness, no voy a ir despacio. Esta vez no. Tengo que entrar en ti.

Ness asintió, tan ardorosa como él. Tampoco quería que fuera despacio. Quería a Zac. Contuvo la respiración cuando la mano de éste se deslizó hasta su entrepierna y sus dedos la abrieron, resbalaron hacia dentro, explorando su humedad y haciéndola lanzar un grito ahogado.

Ness todavía se estaba recuperando de aquel impacto cuando él le separó aún más las piernas y se colocó entre ambas

Su pene tentó la entrada al cuerpo de Ness, y luego comenzó a pasar al interior. Ella estaba más que preparada para recibirlo, y Zac se deslizó lentamente más y más adentro, ensanchándola y llenándola. Ness actuaba de puro instinto, y se arqueó para acogerlo con mayor profundidad, mientras abrazaba con las piernas sus caderas. Lanzó otro grito ahogado, un poco más largo y salvaje, y movió la cabeza a un lado y al otro mientras intentaba acelerar los movimientos de Zac.

Zac: Estás muy prieta -dijo jadeando, con los bíceps temblorosos del esfuerzo que estaba haciendo por refrenarse-. No... no quiero hacerte daño.

Ness: No me importa. -Cerró los puños sobre la base de su ancha espalda-. Zac, por favor.

Onduló su cuerpo contra el de él.

Dio resultado.

Zac deslizó las manos bajo el cuerpo de Ness, lo levantó para que pudiera recibirle con mayor facilidad y empujó hasta recorrer todo el camino hasta el fondo. Ella sintió su tensión, sintió que su cuerpo se ensanchaba para abrirle paso, pero nada de eso importaba. Lo único que importaba era apagar aquel fuego.

Zac murmuró algo incomprensible en tono ronco, gutural mientras luchaba por aminorar. Pero no podía, y Ness se negó a dejarle, también. Se retorció bajo su fornido cuerpo y la resistencia de Zac se quebró. Empezó a moverse con más furia, más rápido, y sus dedos se hundieron en la piel de Ness al tiempo que la arqueaba para que ella recibiera más y más de él.

El placer se desbordó, estalló en llamas, y Ness respondió, embestida a embestida, encontrando el ritmo de Zac y uniéndose a él. En su interior, un punzante dolor, como un zarpazo, se intensificaba con cada ataque, se le enroscaba en las entrañas, más y más, hasta que pensó que iba a morir.

Zac debió de percibir su urgente situación (y de compartirla), porque se agarró a la cabecera, se levantó un poco y se adentró aún más en Ness, penetrándola por completo y frotando un punto tan exquisitamente sensible que ella no pudo evitar gemir. Zac se retiró y repitió el movimiento, y Ness se oyó a sí misma gritar, su cuerpo se arqueó como la cuerda de un arco y luchó por aflojarse en una descarga. No podía soportar aquello, ya no. Y Zac tampoco, si su entrecortada respiración y sus movimientos frenéticos eran signo de algo.

Volvió a penetrarla y, de repente, ella explotó, y todas sus terminaciones nerviosas estallaron en mil pedacitos mientras su cuerpo se relajaba y tensaba alrededor del pene erecto de Zac. Él lanzó un grito ronco y se hundió en el clímax de Ness, hasta lo más profundo, y se mantuvo allí mientras sus contracciones lo estrechaban, lo precipitaban al abismo.

Zac llegó al orgasmo como una avalancha, y su cuerpo se sacudió bajo la conmoción mientras él se vaciaba dentro de Ness en poderosos espasmos de culminación. Presionó al máximo su pelvis contra la de ella, completamente perdido en las más intensas sensaciones físicas. Todavía movía las caderas cuando se desmoronó lentamente sobre Ness, sintiendo los pequeños estremecimientos posteriores al clímax que recorrían los cuerpos de ambos.

Ness se hundió en la cama. Las piernas le temblaban, tenía la mente aturdida de felicidad, el cuerpo saciado... no le habría sido difícil quedarse en aquella situación durante años enteros.

Zac pensaba en algo muy distinto. Ness seguía flotando cuando él se incorporó apoyándose sobre los codos y la miró.

Zac: ¿Estás bien? -Ella no respondió y él le acarició suavemente la mejilla-. Ness, mírame.

No sin esfuerzo, Ness abrió los ojos

Zac estaba sudado y exhausto, como si hubiera corrido un maratón. Pero su expresión era decidida y tenía el ceño fruncido en un gesto de preocupación.

Zac: ¿Estás bien?

Ness: Sí -logró responder con un hilo de voz-.

Conteniendo la respiración, Zac reunió fuerzas y salió de encima de ella. El aire de la habitación, fresco, rozó la ardiente piel de Ness, que tembló y buscó a tientas la manta.

Zac la encontró por ella, la atrajo hacia sí de un tirón y se detuvo un instante antes de cubrir ambos cuerpos con el edredón. Su mirada se clavó en la de Ness y su rostro, iluminado por la luz de la luna, tenía una expresión casi severa.

Zac: Eres tan condenadamente preciosa -murmuró con ronca satisfacción masculina-. Mereces que te hagan el amor durante horas. La próxima vez...

Sus propias palabras le recordaron lo que le preocupaba, y Zac frunció de nuevo el ceño mientras ambos se arropaban con la manta. Luego, se apoyó sobre un codo y se inclinó sobre Ness para mirarla a los ojos.

Zac: ¿Por qué no me lo has dicho?

Ella esbozó una débil sonrisa, sin ni siquiera intentar fingir que no entendía lo que él le preguntaba.

Ness: Porque no habría cambiado nada.

Zac: Por supuesto que sí habría cambiado. Yo me habría tomado más tiempo...

Ness: En ese caso, me alegro de no habértelo dicho. Yo estaba tan ansiosa como tú. Si hubiera pasado más tiempo, me habría muerto.

Él seguía con el ceño fruncido.

Zac: Te he hecho daño.

Ness: No, no me has hecho daño. Has estado maravilloso.

La expresión de Zac se suavizó y un destello de entrañable cariño brilló en sus ojos.

Zac: Tú también. -Le apartó unos mechones húmedos de la mejilla-. ¿Te importa decirme por qué?

Ness: ¿Por qué he estado maravillosa o por qué era virgen?

Él sonrió de medio lado.

Zac: La primera parte es innata. Te preguntaba por la segunda. ¿Se trata de tu idealismo, o de algo más?

Ella se encogió de hombros, sintiéndose de algún modo más insegura, más vulnerable que cuando sus cuerpos estaban unidos. Mantener aquella conversación mientras ambos paseaban alrededor de un lago era una cosa. Mantenerla mientras estaban tumbados el uno junto al otro, desnudos, después de hacer el amor, era otra, y completamente distinta.

Ness: Un poco de cada. Para empezar, mi virginidad nunca había sido un tema que me preocupara, antes de esta noche.

Él la miró fijamente, como si ella hubiera perdido el juicio.

Zac: Ness, eres absolutamente sorprendente. No, más que eso. Tienes un tipo de belleza natural, sin artificios, que no he visto en ninguna otra mujer. Tengo una erección con tan solo mirarte mientras animas en un partido de la Liga Infantil. ¿Qué demonios quieres decir con que tu virginidad nunca había sido un tema que te preocupara...? ¿Acaso todos los hombres que conoces son impotentes?

A pesar de la importancia del asunto que ella estaba a punto de compartir con Zac, Ness tuvo que reír.

Ness: Gracias... creo. En cuanto a los hombres que conozco, no, no son impotentes. No era por ellos, era por mí. Yo tardé en florecer. Ya te lo he dicho, yo era una niña delgaducha del montón. Y me convertí en una adolescente delgaducha del montón, muy lejos de ser un bombón. También te he dicho que me comportaba como un chaval. Vivía para mis lanzamientos y mis estudios. Excepto en verano, cuando me convertía en monitora de campamento. Me encantaba trabajar con críos. No recuerdo ninguna época de mi vida en que no quisiera ser maestra. En la universidad, me centré en psicología infantil y educación elemental. Mis estudios cada vez eran más especializados e intensivos. Luego, llegué a licenciarme y, bueno, ya sabes el resto. -Entrelazó los dedos sobre la manta y fijó la mirada en ellos-. Además de eso, siempre fui una persona bastante introvertida.

Zac: Me estás diciendo que no tenías demasiada vida social.

Ness: Exacto. Yo formaba parte del equipo universitario de softball y podría haber salido con aquella tropa... si hubiera querido. Pero si acababa de encajar en el grupo. Era demasiado tímida y una auténtica rata de biblioteca. -Una sonrisa irónica-. Estoy segura de que estudiar en Vassar tampoco le dio un impulso a mi vida social. No con mi padre de profesor allí.

Zac ladeó la cabeza, intrigado.

Zac: ¿Es tu padre realmente amenazador, o es solo del tipo protector?

Ness: ¿Amenazador? -Soltó una risita-. Ni por asomo. En cuanto a protector, sí, supongo que lo es... excepto cuando está en un aula, dando clase. Entonces, incluso si me abdujeran unos extraterrestres delante de sus narices, él ni se enteraría. Su trabajo lo absorbe realmente. Sea como sea, no es del tipo agresivo. Así que no ahuyentaba a los chicos con una escopeta. Huían ellos solos.

Zac: ¿Por qué?

Ness: Prudencia académica. Para empezar, yo conocía a un montón de profesores del campus desde pequeña. Eso hacía que cualquiera que se juntara conmigo se sintiera como en una pecera. Y luego estaba el conflicto de intereses en cuanto a la lista de espera.

Zac: Me he perdido.

Ness: Te lo explico. -Deseó que el resto de la conversación fuera tan sencilla como aquella parte-. Mi padre es un hombre muy activo, que exhala vida en su trabajo. Cada semestre se abren plazas para sus cursos de filosofía y literatura y hay una lista de espera para ocuparlas. La mayoría de chicos imaginaban que ligar con la única hija del profesor Hudgens no parecía el mejor camino para ganarse su simpatía. -Volvió a encogerse de hombros-. No importaba. Nunca pensé en el resultado como en un sacrificio. Como ya he dicho, yo era una silenciosa ratita de biblioteca, no precisamente material para interesantes citas.

Zac la observaba con honda intensidad.

Zac: Te dejas algo -le dijo llanamente-. Algo que está en el mismísimo centro de todo el asunto y que es el motivo de tu decisión total de agarrarte a tu idealismo. ¿Qué es?

Ness se sobresaltó. Zac le había dicho que era muy bueno leyendo a la gente, pero ella no esperaba que fuera tan perceptivo, ni mucho menos.

Ness: Estoy impresionada -repuso, intentando mantener un tono desenfadado-. Eres muy astuto, para tratarse de alguien que no se ha entrenado.

Zac: Ness. -No iba a dejarse disuadir-. Según tú misma dices, en algunos sentidos no estabas protegida.

Ness: ¿Como cuáles?

Ness empezaba a ver cómo Zac había amasado sus millones.

Tenía intuición para detectar banderas rojas, escudriñar a través de ellas y descubrir los puntos esenciales que abordar. Y sabía exactamente qué buscar para obtener los resultados más provechosos. Quizá los inversores de Bolsa y las maestras de educación infantil tenían más en común de lo que ella era capaz de ver.

Fuera como fuera, aquel capítulo iba a ser el más duro para ella. No es que la historia fuera un secreto. Gran parte del asunto era de dominio público. Solo que Ness rara vez hablaba de ello y, cuando lo hacía, era con su madre y con nadie más. Meredith Hudgens comprendía mejor que ninguna otra persona. Había vivido de cerca la situación: primera, como confidente, y después como enfermera... no, más que enfermera, como una verdadera hada madrina que había visto los signos y había dado los pasos necesarios para acabar con el conflicto y empezar la sanación.

Zac: ¿Ness? -la insistió-. Dime lo que estás pensando.

Ella se giró para poder mirarlo a los ojos.

Ness: Estoy pensando cómo contestar a tu pregunta.

Zac: Con tanta sinceridad como has contestado todas las demás.

Ella asintió, decidida a exponer los detalles sin dejar de mantener un firme control sobre sus emociones.

Ness: Cuando era pequeña, tenía una amiga, mi mejor amiga. Gisele. Era una niña dulce y cariñosa. Cuando yo no estaba jugando a béisbol, éramos inseparables. Cerca del final del tercer curso, ella empezó a comportarse de un modo muy distinto... hosco y retraído, Mi madre lo notó antes incluso que yo. O quizá yo me había dado cuenta pero no lo entendía lo suficiente para ponerle un nombre. No lo sé. Sea como sea, los síntomas empeoraron. Mi amiga se volvió malhumorada, nerviosa e incluso colérica.

El semblante de Zac era ahora grave y Ness supo por su expresión que él había percibido lo que venía ahora.

De todos modos, se lo dijo.

Ness: Para no alargar la historia, resultó que el padrastro de Gisele estaba abusando de ella. Y no solo emocionalmente. La amenazaba con todo tipo de cosas horribles. Alguna vez, la pegaba. Y casi al final... -Tragó saliva, asqueada por lo que estaba a punto de decir- Casi al final, sus ataques se volvieron sexuales. La amenazó con matarla si ella se atrevía a contárselo a alguien. No es que ella tuviera, tampoco, a nadie a quien acudir. Su madre se refugiaba en una especie de rechazo de autoprotección. Su verdadero padre estaba en Europa con su secretaria de veinticuatro años. Gisele estaba aterrorizada y sola.

A Ness le falló la voz por un instante al pensar que la realidad le resultaba aún más terrible ahora, como adulta, cuando podía comprender la magnitud de lo que su amiga tuvo que soportar.

Ness: Gracias a Dios que intervino mi madre. Había sido enfermera pediatra hacía tiempo y reconoció los signos. Consiguió que Gisele se sincerara con ella. Luego, se puso en contacto con Protección de Menores. Hubo un juicio, un divorcio y un montón de trabajo de terapia. El padrastro de Gisele acabó en la cárcel, y Gisele acabó por vivir con su madre. Pero nunca volvió a ser la misma. Se marchó de casa en plena adolescencia y cortó cualquier lazo con su hogar. No la culpo.

Zac: Por Dios. -Parecía estar físicamente mareado-. No puedo siquiera imaginar... -Respiró lentamente y observó a Ness con renovado conocimiento-. Eso explica mucho sobre ti.

Ness: Estoy segura de ello. -Suspiró-. Como, por ejemplo, por qué me llevo tan bien con mis alumnos. O por qué quiero conservar todo el idealismo que pueda. Por qué mis principios me importan tanto. He visto el lado oscuro de la vida, Zac. No siempre le toca a quien lo merece. Así que tenemos que agarrarnos a las cosas buenas que nos vamos encontrando. Y a todos los sueños que están bajo nuestro control, sin soportar a menos que nos sea completamente imprescindible.

Zac: En especial, cosas como las relaciones personales.

Ness: Sí, en especial, cosas como las relaciones personales.

Ness no podía adivinar qué estaba pensando Zac. Era obvio que la comprendía. Pero cómo iba a reaccionar después de comprender su punto de vista ya era otro asunto.

Zac: ¿La experiencia de tu amiga te hizo tener miedo de los hombres?

Ness: ¿Sexualmente, quieres decir? No. -Meneó la cabeza-. Ni siquiera me di cuenta de la magnitud de lo que le había pasado a Gisele siquiera hasta que fui lo suficientemente mayor para enfrentarme a ello. Además, yo tenía un fantástico ejemplo de familia en casa. Papá es estupendo, como marido y como padre. Así que no, no metí a todos los hombres en el mismo saco que al padrastro de Gisele. Él era perverso, estaba desquiciado. Pero es una sola persona. No se trata de que yo tenga miedo a los hombres.

Zac: Se trata de no infravalorarte -ofreció-. Quieres tener una relación completa en lugar de solo sexo. Quieres confiar y que te guste la persona con la que te acuestas. Y quieres una perfecta compenetración de emociones y pensamientos, aparte de la física.

Ness: Por sentimental y anticuado que parezca, sí. -Buscó la reacción en el rostro de Zac. No parecía estar burlándose de ella. Aun así, deseó haber tenido aquella conversación antes... cuando todavía no se habían acostado juntos y los principios de idealismo de los que tanto hablaba Ness habrían sonado creíbles-. Como ya he dicho, hay pocas cosas en las que podamos soñar. Hacer el amor con un hombre al que quisiera era uno de mis sueños. No quería acceder, experimentar tan solo el sexo y no las emociones. Puede que suene ridículo, sobre todo después de que me haya ido a la cama contigo en la segunda cita, pero es la verdad. No tuve en cuenta la profunda atracción entre nosotros. Creí que primero se daría un encuentro entre mentes y corazones, y luego vendría la pasión. Supongo que fui una tonta.

Zac: ¿Y ahora te arrepientes?

Ness: No, no me arrepiento. Tan solo me veo... cambiada. Como tú dices, de vez en cuando uno se topa con sucesos inesperados y desbaratadores. No preví este. No solo la atracción entre tú y yo, sino también lo increíble que sería cuando... -Le tembló la voz y aquella invisible fuerza que los atraía llenó de nuevo el ambiente-.

Zac: Cuando hiciéramos el amor -dijo completando la frase por ella. Su expresión ya no era indescifrable. Era tierna y en sus ojos había una cálida mirada. Su pulgar recorrió los pómulos de Ness y luego acarició su labio inferior-. Atrévete y llámalo así, porque eso es lo que ha sido. No nos hemos ido a la cama, simplemente, Ness, queríamos estar aquí. Puede que haya sucedido con mayor rapidez de lo que pensabas, pero no hay nada frívolo en lo que está pasando entre nosotros. En cuanto al orden de las cosas, yo diría que ha ocurrido todo a la vez, como una avalancha. -Inclinó la cabeza y besó el cuello de Ness-. Por si te interesa, creo que eres maravillosa. -La besó sobre la clavícula-. Y también eres el ser humano más sincero y auténtico que he conocido en mi vida. -Varios besos a lo largo del cuello-. Eres inteligente y sensible, y tengo una idea bastante aproximada sobre lo que te pone furiosa. -Desvió el trayecto de sus besos y sus labios se deslizaron hasta rozar la parte superior de los senos de Ness, para bajar luego por la delicada depresión entre ambos-. Eso vale por lo de gustarse y confiar mutuamente y por el encuentro entre mentes y emociones, ¿sí?

La respiración de Ness se estaba agitando. Lo difícil de su compleja y densa conversación se desvanecía bajo las sensaciones que Zac le provocaba con su roce.

Ness: Sí -consiguió emitir-.

Zac: En cuanto a la pasión... -De un solo tirón, le quitó la manta de entre las relajadas manos y la echó a un lado-. Jamás he querido a nadie así, hasta el punto de consumirme. -Se incorporó sobre sus rodillas, se inclinó sobre los senos de Ness y humedeció un pezón con la punta de la lengua-. Tengo una erección cada vez que pienso en ti. Y pienso en ti en los momentos más inoportunos, como en mitad de una reunión de negocios. -Sus labios abrazaron el pezón y lo oprimieron suavemente, provocando en Ness una serie de pequeños estremecimientos de placer. Ella gimió y se arqueó hacia Zac-. Me di una ducha de agua fría el sábado por la noche -murmuró deslizando sus labios al otro seno y acariciándolo con ellos-. Tengo veintisiete años y me di una ducha de agua fría. Peor aún: me he dado una ducha de agua fría cada noche, desde el sábado. Hoy, hace un rato, casi no he podido quitarme la ropa a tiempo. Y cuando por fin he entrado en este hermoso cuerpo tuyo... -Pasó la lengua por el pezón endurecido y lo atrapó con los labios. Se detuvo y saboreó el gemido de placer de Ness-. Ha sido más que increíble. Ha sido explosivo, como embestir al sol y entrar en él. He sentido tantas cosas como tú. Pero, Ness... -Levantó la cabeza y clavó sus ojos en la aturdida mirada de ella-. Esta vez va a ser incluso mejor.

Ness: ¿Ah, sí? -El cuerpo entero volvía a vibrar intensamente y casi no podía hablar-.

Zac: Sí. -Se incorporó, enredó los dedos en la melena de Ness y atrajo sus labios hacia él- ¿Recuerdas que te he dicho que merecías que te hicieran el amor durante horas? Esas horas están a punto de empezar.

Ness: ¿Ahora? -susurró mientras deslizaba sus manos por el musculoso torso de Zac, explorándolo y dejándolas luego resbalar más abajo-.

Zac dejó escapar el aire entre los dientes cuando los dedos de Ness ciñeron su erección.

Zac: Terminantemente ahora.


3 comentarios:

Alice dijo...

Y sigue siendo 10 de abril.
¡Zumbaron el día de mi cumple!
Ahora ya sé porque no vinieron a mi fiesta XD XD

Bueno este os tiene que haber gustado sí o sí. Espero muchos coments, eh.
Se pondrá más interesante, ya veréis.
Y están a 10 de abril, recordad que el accidente de Ness ocurre el día 14, ¡así que a leer y a comentar!

¡Bye!
'Kisses!

Anónimo dijo...

Oh. Por. Dios.
Tienes que seguirla esta muy buena.

LaLii AleXaNDra dijo...

Awwwwwwwwwwwwwwww
porfin... hahahhaha
y me quedo sorprendida con las confesiones de Nesssa....
tan bello Zac.. el si que la quiere de verdad
espero que esto les dure..
siguela
amo esta novela
;)
XoXo

Publicar un comentario

Perfil