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domingo, 16 de octubre de 2011

Capítulo 12


19.50

Ness echó un vistazo alrededor, en el restaurante, y deseó poder perderse en su camuflada elegancia. El local, cuyas paredes estaban revestidas de madera, era cálido y acogedor, y su ambiente era el de un bistro italiano. Había música suave de fondo y los camareros iban arriba y abajo con calma, sin prisas, como invitando a los clientes a saborear la comida y la compañía.

Ella y Zac habían sido escoltados hasta una mesa apartada, en un reservado rodeado por ventanas que dominaban el río Hudson. A lo lejos, un brumoso resplandor iluminaba el puente Tappan Zee, realzando, pero no empalagando, el pausado ritmo de la experiencia de la cena.

Volviendo a centrar la atención en su copa, Ness tomó un sorbo del exquisito vino, deseando que le calmara los nervios. Había estado inquieta todo el día... y se había cambiado tres veces de ropa antes de decidirse por unos pantalones marrones y un jersey de color crema. Nunca se había sentido tan nerviosa ante una cita, ni siquiera si era la primera. De todos modos, tampoco antes se había sentido tan atraída por un hombre... un hombre con el que no estaba segura de tener ni una sola cosa en común, aparte del afecto mutuo por su sobrino.

Zac: Pareces distante -observó jugueteando con su propia copa-. ¿No es este lugar como esperabas?

Ness: Es un restaurante encantador. -Dejó la copa sobre la mesa-. Si parezco distante, probablemente es debido a que me pregunto si tú y yo tendremos algo de qué hablar cuando agotemos el tema de Brian.

Zac: Creo que nos las arreglaremos. -Su penetrante mirada caló bien hondo en ella-. Pero míralo desde el lado positivo y optimista; no tendrás que preguntártelo durante mucho tiempo.

Ness: Supongo que no. -Intentó ignorar el hormigueo que sentía en su estómago-.

Zac: Acaba tu aperitivo -le sugirió señalando los champiñones rellenos que quedaban en el plato-. Son el orgullo del cocinero. Se hundirá en la miseria si te dejas alguno.

Ness le dirigió una sonrisa triste.

Ness: En ese caso, quizá deberías comerte tú la mitad de los que quedan. -Lo invitó con un gesto a hacerlo-. Aunque me encanten los champiñones rellenos, soy incapaz de acabarme esta cantidad y tener aún espacio suficiente para otro plato y, además, el fantástico postre que tanto alabas.

Zac: Suena bien.

Se comió el último de sus mejillones y luego ayudó a Ness a pasar parte de los champiñones a su plato. Por un breve instante, sus dedos se rozaron, y Ness sintió que la recorría una oleada de calor. Hizo lo que pudo por esconder su reacción sin apartar la vista del plato que tenía delante. No tenía ni idea de si lo conseguía y tampoco intención alguna de mirar a Zac para averiguarlo. En lugar de eso, se concentró en acabarse el aperitivo y volver a controlar sus avivadas emociones.

Una vez que ambos platos estuvieron vacíos, y los nuevos llenos, Ness ya lo había conseguido.

Ness: ¿Cómo está Brian hoy? -preguntó, apoyando las manos sobre la mesa, con los dedos entrelazados-.

Zac cortó una rebanada de pan caliente.

Zac: Bien, aparte de maldecir el hecho de que el entreno de béisbol se ha suspendido por la lluvia. En su lugar, hemos ido al cine.

Ness: ¿Vosotros dos solos?

Zac enarcó una de sus castañas cejas.

Zac: Pues, sí. Vaya, ¿es eso un problema?

Ness: Claro que no. Estoy segura de que el alcalde estaba muy ocupado.

Zac: Interrogatorio camuflado, ¿verdad? -Roció el plato con un poco de aceite de oliva para mojar pan-. De hecho, Stephen se estaba ocupando de los resultados del robo de ese coche de ayer por la noche. Estoy seguro de que has leído la noticia en el periódico y has visto que la víctima es un miembro del consejo del Ayuntamiento.

Ness: No he tenido que leerlo en el periódico. Lo vi en las noticias de las once. -Ignoró su pan-. Sabía que algo grave había pasado en ese aparcamiento municipal ayer por la noche, porque me quedé atrapada en un atasco allí cuando volvía a casa desde Poughkeepsie. Puse las noticias tan pronto como llegué a casa. Cuando vi que un coche había sido robado, y que pertenecía al consejero Kirson, me imaginé que el alcalde Efron estaría muy ocupado este fin de semana. O sea que no, no estaba interrogando disimuladamente; estaba planteando un hecho. Me alegro de que tú estés allí para pasar tiempo con Brian. -Levantó la barbilla-. No todo lo que digo es un ataque. Y tampoco me mueven motivos ocultos. Si tuviera algo que decir, lo diría. Enseño en una escuela de primaria, ¿recuerdas? No poseo una de esas órdenes del día personales de las que tú tanto hablas.

Zac: Cierto. -Arrancó un trocito de su rebanada de pan y la mojó en el aceite de oliva con gesto fingidamente sereno-. No tienes una orden del día, al menos, no una que sea secreta. Pero sí amenazaste con ignorarme, en todo este asunto de Brian.

Ness: Si no recuerdo mal, fuiste tú quien me amenazó a mí. Me dijiste que me mantuviera al margen. Y yo te contesté que no puedo. También te dije que intentaría hacer las cosas a tu manera, primero. Si Brian responde a tu estancia aquí, si puedes darle la estabilidad que necesita para volver a ser el de antes, estaré encantada de dejarlo todo como está. -Se inclinó hacia delante-. Yo no soy Cheryl Lager. Ella es un buitre que se alimenta de gente. Yo no. Soy una maestra, buena persona. Tan solo quiero el bienestar de Brian.

Zac: Ya lo sé. -Siguió masticando. Su tono y su expresión eran reservados corno siempre que salía aquel tema-. En cuanto a Cheryl Lager, no se me ocurriría poneros a las dos en la misma categoría. Ella es una arpía egoísta e interesada. Tú eres cualquier cosa menos eso.

Ness: No puedo creer que esa mujer tuviera realmente la intención de acercarse a Brian directamente -murmuró recordando el especulativo destello en los ojos de la señortita Lager al mirar hacia Brian-.

Zac: Eso no va a suceder.

Ness: No, no sucederá. Antes tendría que pasar por encima de mi cadáver.

Un asomo de diversión curvó hacia arriba los labios de Zac.

Zac: Eso suena amenazador, aunque un poco forzado. No me pareces del tipo peleón.

Ness: Normalmente, no lo soy. Con Cheryl Lager, haría una excepción.

Zac: Lo dices en serio, ¿verdad?

Ness: Por Brian, sí.

Zac apoyó el codo en el brazo de la silla y miró atentamente a Ness, como si no estuviera seguro de si ella hablaba en aquel tono para desfogarse o si su amenaza era pronunciada en serio.

Zac: Admiro tu lealtad. Pero no te aconsejaría un enfrentamiento con Cheryl Lager. Primero, porque acabarías recibiendo tú. Eres menudita. Ella, robusta. Pesa por lo menos diez kilos más que tú. En segundo lugar, te pondría un montón de demandas. Y tu escuela también. Y por último, ¿qué clase de ejemplo les estarías dando a tus alumnos si agredieras a Cheryl Lager?

Ness: Me convences con tus argumentos segundo y tercero. Pero te equivocas con el primero. Robusta o no, dudo que Cheryl Lager me ganara en una pelea. Yo tuve grandes entrenadores.

Zac: Entrenadores... ¿te refieres a instructores de artes marciales?

Ness: Mejor aún. La Liga Infantil de la ciudad de Poughkeepsie. Me enseñaron a pelear cuando tenía ocho años. Me dieron un montón de lecciones y practiqué muchísimo. Pasé todo el tiempo libre de mi niñez con ellos.

Esta vez, la diversión de Zac era auténtica.

Zac: Así que es ahí donde perfeccionaste tu lanzamiento en curva. Y yo que pensaba que lo habías conseguido durante los entrenos de softball.

Ness hizo una mueca.

Ness: Mi padre me enseñó a lanzar cuando yo era más pequeña que Brian. Yo tenía muchísimas ganas de empezar a ir a la escuela y formar parte de la Liga Infantil. Me llevé un gran disgusto al descubrir que no había equipo femenino de béisbol. El softball siempre me pareció un triste sustituto. Jugué mucho hasta el instituto. Pero cada dos por tres iba al parque y me unía al equipo de chicos.

Zac: Me sorprende que te dejaran participar.

Ness: Más que eso. Estaban fascinados. Yo mantenía su destreza a un nivel alto. Arrojaba la pelota mejor que su lanzador número uno. -Sonrió, traviesamente-. Por supuesto, tenía que prometerles que me escondería hasta el último mechón de cabellos bajo la gorra, para que cualquiera que nos viera jugando creyera que yo era un chico.

Zac: ¿Un chico? -Su mirada repasó lentamente a Ness y después se clavó en sus ojos, incrédula-. No te imagino consiguiéndolo.

Ella se ruborizó.

Ness: Pues, bueno, lo conseguía. Entonces, yo era una chiquilla delgaducha y más bien poco femenina. Así que la farsa no era tan difícil de representar. Desde luego, de vez en cuando alguien me descubría y les hacía pasar a los chicos un mal rato. Y ahí es donde mi habilidad para pelear entraba en juego. Soy menudita, pero tengo un gancho poderoso.

Zac: Intentaré recordar eso si me paso de la raya. -Una pausa deliberada-. Sea cual sea la raya que creas que no tengo que cruzar.

Había algo incómodamente privado en ese comentario, o quizá fue solo el modo en que Ness se lo tomó. Aunque, bien pensado, no. No, teniendo en cuenta el tono de voz y la mirada de Zac. No, él sabía perfectamente lo que estaba diciendo y cómo lo recibía ella.

Ness tragó saliva, deseando que se le ocurriera una réplica inteligente para disipar la tensión. Su dilema se resolvió con la llegada de los platos y la joven centró su atención en las gambas a la marinera.

Ness: Son exquisitas -declaró-. Tenías razón acerca de la comida.

Zac: Tengo razón acerca de muchas cosas.

Él no tenía la intención de dejarla cambiar de tema. Bueno, pues ella lo haría igualmente, llevando la conversación hacia un terreno más seguro.

Ness: Brian y tú tenéis una relación muy especial. ¿Siempre ha sido así?

El sutil movimiento hacia arriba de las cejas de Zac indicó que sabía perfectamente por qué Ness cambiaba de tercio. Con todo respondió a la pregunta.

Zac: Sí, desde el principio. Cuando Brian nació, yo estaba de viaje de negocios en el Lejano Oriente. En cuanto pude escaparme de mis obligaciones, cogí el primer vuelo de vuelta y me fui directamente a casa de Stephen. Brian tenía dos semanas. Yo tenía un miedo mortal a cogerlo y que se me rompiera. Pero Nancy me lo puso entre los brazos, me enseñó a sujetarle la cabeza y me dejó con él. Solos, nos miramos el uno al otro durante un rato. Creo que él estaba intentando hacerse una idea de mí. Y, fuera lo que fuera lo que decidió, debió de gustarle, porque empezó a agitar sus bracitos y piernas y me dedicó una inmensa sonrisa desdentada. Y yo caí rendido.

Ness sonrió, preguntándose si Zac sabía lo mucho que revelaba de sí mismo cuando hablaba de Brian.

Ness: ¿Y tus padres?

Zac: ¿Qué quieres decir?

Ness: Brian es su primer y único nieto. Debían de estar absolutamente embelesados cuando nació.

Un involuntario encogimiento de hombros.

Zac: Mi madre estaba encantada. Es lo más cercano a embelesada que puede estar. Y mi padre estaba complacido. Eso supera el máximo, tratándose de él.

Ness jugueteó con su comida, intentando decidir cómo responder. No es que estuviera aturdida por lo que Zac había replicado. Sabía perfectamente que Harrison Efron no había amasado su fortuna asistiendo a reuniones de la Asociación de Padres y Profesores. Pero su propia escala de valores era tan distinta y su vida familiar tan opuesta a la de Zac... De todos modos, no tenía derecho a juzgar a su padre y tampoco, desde luego, a condenarlo.

Ness: El alcalde y su esposa son unos estupendos padres -dijo desviando la cuestión-.

Zac: Y, viniendo de una familia como la mía, eso es todo un éxito -interpretó, correctamente-.

Ness: No quería decir que...

Zac: Sí, sí querías. Y, según tu punto de vista sobre cómo deberían ser los padres, tienes razón. -Dejó el tenedor junto al plato-. Mira, Ness, no hace falta ser un genio para adivinar tu opinión sobre mi infancia. El apellido Efron es un perseverante del mundo de los negocios y del de la política. Probablemente, te parecemos extraterrestres. Pero, para Stephen y para mí, crecer en ese entorno era de lo más corriente. Nuestro estilo de vida nos parecía tan normal corno a ti la Liga Infantil.

Ness: Eso es obvio. Y también lo es que tú tienes un fuerte sentido de la familia. Eres muy protector... de tu familia y de tu apellido.

Zac: Ambos están en el mismo territorio. Y, solo para dejarlo claro, a mí no me faltó de nada cuando era un niño. Y tampoco a Stephen. Teníamos lo mejor, en todos los aspectos, incluyendo oportunidades por las que otra gente mataría. En cuanto a atención personal, también gozábamos de ella. De acuerdo, nuestra casa no era el hogar de la Familia Feliz. Pero tampoco era el típico caso de padre ausente y madre de buena sociedad a la que le importa un rábano todo. Mis padres se interesaban por nuestras vidas y participaban en ellas. Es solo que ponían el énfasis en puntos distintos de los que tú estás acostumbrada. Su esfuerzo iba encaminado a asegurar nuestros futuros. No dedicaban mucho tiempo en cuidado psicológico. La filosofía de Stephen como padre es diferente. Es un padre mucho más cariñoso y participativo.

Ness: No puedo decir que no aplaudo eso. Lo aplaudo, sí. Es bueno para tu hermano... y para Brian.

Zac: Estoy de acuerdo. -Enarcó una castaña ceja-. Bueno, ¿hemos acabado ya de psicoanalizar a mi familia?

Pensativa, Ness asintió con la cabeza. Tenía la clara sensación de que acababa de escuchar un discurso político que Zac había ido perfeccionando a lo largo de los años. Lo que le llamaba la atención a Ness no era tanto lo que Zac había dicho como lo que no había mencionado. Como si la superficial descripción de su infancia pudiera ilustrarse con detalles mucho más impactantes que él había decidido no comentar.

Ness: Sí -repuso a la pregunta-. Hemos acabado.

Zac: Perfecto. Porque no hay mucho más que contar, nada que no te aburriera. Podría seguir con interminables parrafadas sobre inversiones, adquisiciones, movimiento de capital... ya sabes, los ingredientes de los imperios financieros. De ahí, podría pasar a cómo formamos un grupo compacto detrás de un candidato político, destinado a ser toda una eminencia. Así somos los Efron, como una tribu. -Apoyó la barbilla en la mano-. Para variar, podríamos hablar de ti. Podrías decirme exactamente cuál es tu relación con Andrew Matthews.

El tenedor de Ness repiqueteó contra la mesa.

Ness: ¿A qué viene esa pregunta?

Zac: ¿Vas a responderla?

Ella jugó con la servilleta.

Ness: Podría contestarte que no es asunto tuyo.

Zac: Sí, podrías. Pero ambos sabemos que eso no sería cierto.

Por Dios, aquella conversación se le estaba escapando demasiado de las manos. Y esta vez, Zac la había desviado hacia allí bruscamente, sin darle tiempo a preparar nada.

Bueno, preparada o no, Ness no iba a mentir.

Ness: Andrew y yo hemos salido unas cuantas veces. No hay mucho más que contar.

Zac: Creo que con eso ya lo has dicho.

Ness tragó saliva.

Ness: Zac...

Zac: No te acuestas con él.

Ella levantó la barbilla y se ruborizó al mirarlo a los ojos.

Ness: Eso no es en absoluto de tu incumbencia.

Zac: Si tú lo dices.

Ness: Lo digo.

Ness atacó sus gambas con total ahínco, dedicando toda su atención a comer. Necesitaba un respiro, y con urgencia.

Zac no tenía la intención de dárselo.

Zac: ¿A él le importaría que salieras conmigo?

Lentamente, Ness levantó la cabeza.

Ness: Probablemente. Pero no le he pedido permiso.

Zac: ¿Se lo dirás?

Ness: Si sale el tema, sí.

Zac: ¿Cuándo?

Ness: ¿Cuándo... qué?

Zac: ¿Cuándo puede ser que salga el tema? ¿Tienes otra cita con él en perspectiva?

Ness: De hecho, vamos a almorzar mañana.

Zac: ¿Lo disfrutarás tanto como estás disfrutando de la cena?

Ness: No lo sé -repuso en tono serio y franco-. Te lo haré saber cuando pueda pensarlo con claridad.

Zac: Puede que eso no suceda en poco tiempo. No, si yo puedo evitarlo.

A Ness se le secó la boca. Aún se tambaleaba interiormente cuando el camarero se acercó a tomar nota de los postres.

Aturdida, meneó la cabeza, como disculpándose por no poder comer ni un solo bocado más. El camarero insistió.

***: Por favor, signora, todos nuestros postres son caseros -dijo, con tono meloso y engatusador-.

Ella le dirigió a Zac una mirada de socorro. Zac no salió en su ayuda.

Zac: Te prometí un tiramisú capaz de enderezar tu lanzamiento en curva -le recordó-.

Al camarero se le iluminó el rostro.

***: Una elección perfecta. Tengo una sugerencia, si me permiten: nuestras porciones de tiramisú son muy generosas. ¿Por qué no comparten una ración?

Zac: Buena idea -asintió-. De momento, no pediremos café. Si casi no nos queda espacio, mejor llenarlo con el postre. -Ignoró la débil protesta de Ness-. Dentro de un rato, me lo agradecerás... ya verás.

Ness: Si tú lo dices.

Zac: Lo digo.

La cremosa porción de cielo que llegó unos minutos después no era generosa. Era enorme. El camarero colocó el plato en el centro de la mesa, les dio una cuchara a cada uno y se marchó.

Zac: Prueba -insistió a Ness-.

En el hecho de hundir la cuchara en aquel cremoso plato y llevársela luego a los labios había algo que rezumaba intimidad. Sobre todo, inmediatamente después de aquella conversación tan enervante.

Zac también lo percibía. Miró intensamente a Ness, con los ojos fijos en sus labios.

Zac: ¿Y bien? -le preguntó, después del cuarto bocado-.

Ness: ¿Y bien, qué?

Zac: ¿Acaso no es como te había prometido?

El postre. Zac hablaba del postre.

Ness: Oh, sí. Es fabuloso.

Zac: Estupendo. -Saboreó otro bocado, y Ness se descubrió a si misma mirándolo tan descaradamente como él a ella, incapaz de quitarle los ojos de la boca mientras Zac masticaba y tragaba y su lengua capturaba las últimas miguitas de queso mascarpone de los labios-. Saltémonos el café -dijo de repente, echando su silla hacia atrás-.

Ness casi se cae de la suya.

Ness: ¿Qué?

Zac: No me apetece. ¿A ti sí?

Ness: No.

¿Qué estaba haciendo Ness, por el amor de Dios, estaba dejando que aquel hombre pensara que se sentía dispuesta a meterse en la cama con él?

No estaba completamente segura de que no fuera así.

Zac: Pediré la cuenta.

Le hizo una seña al camarero.

Diez minutos después, la cuenta estaba pagada, le habían entregado el abrigo a Ness y Zac salía con ella del restaurante.

El chubasco había cesado y había dejado tras de sí una noche más fresca, con gotitas de humedad en los árboles y la hierba. El aire olía a limpio, cargado con la típica fragancia de después de la lluvia.

Los zapatos de Ness y Zac crujían sobre el pavimento mientras ambos cruzaban el aparcamiento. Aparte de la ligera presión de su palma contra la espalda de Ness, Zac no la tocaba. Y, sin embargo, ella acusaba su presencia como jamás antes había acusado la de cualquier otro hombre.

Zac pulsó el botón de su mando a distancia y desbloqueó las puertas del Mercedes plateado. Abrió la del acompañante, esperó a que Ness hubiera entrado, la cerró y rodeó el coche para ocupar el asiento del conductor.

Se acomodó, puso el motor en marcha y salió del aparcamiento mientras Ness buscaba desesperadamente un tema de conversación. Cualquier cosa para romper aquel silencio cargado de tensión. Especialmente, con media hora de viaje por delante y una decisión sobre la que prefería no pensar esperándola al final del mismo.

Ness: Dime qué hace exactamente un inversor bursátil -le espetó de repente-. Y no solo lo que hace, sino por qué lo hace.

Zac le dirigió una deliberada miradita de reojo.

Zac: ¿Por qué?

Ness: Porque, como tú muy bien has puntualizado, no conozco a ninguno. No me puedo formar una opinión sin datos.

Zac: Ah. Quieres saber si encajamos en la misma categoría de buitres que Cheryl Lager.

Ness: ¡Muy gracioso! No, no te describiría en absoluto como un buitre. Lo que quiero decir es: ¿qué es lo que te motiva? ¿Se trata realmente del dinero? ¿O es el poder?

Zac: Si me preguntas si es emocionante escoger un movimiento con riesgo, ir detrás de él y ver cómo da resultado... sí, desde luego. ¿Por qué lo hago? Porque me fascina. Porque me gusta ver cómo crecen empresas recién creadas en las que confío. Porque es un reto continúo para mi mente. Porque quiero ganarme un lugar en el futuro de la industria y la tecnología. Porque soy muy bueno en el terreno. -Se encogió de hombros sin pensarlo mientras se detenía ante un semáforo en rojo-. El dinero es, más que nada, un indicador del éxito. Significa que estoy haciendo bien mi trabajo. En cuanto a ser rico, bueno, eso solo no me interesa. He tenido dinero toda mi vida. Es útil, pero no es el centro de la existencia. Sin embargo, para mí es muy fácil decir eso. Nunca he sido pobre. -Ness parpadeó. No había esperado una sinceridad tan humilde. Zac sonrió levemente-. No pongas esa cara de sorpresa. No siempre soy evasivo. De vez en cuando, he sido famoso por decir la verdad.

Ness: No es solo tu sinceridad lo que me sorprende. Es tu lucidez.

Zac: También he sido famoso por ella. Leo bien a la gente; es un don que desarrollé a una edad temprana. Era una de las ventajas de ser un solitario. Cultivé una gran capacidad de observación. Y me ha sido muy útil en mi profesión.

Ness: ¿Siempre fuiste un solitario?

Zac: Era bastante independiente, si es eso lo que quieres decir. Es otro rasgo de los Efron.

Ness: ¿Y qué hay de tu hermano? Tenéis una edad muy similar... ¿no salíais juntos por ahí?

Zac: Nos llevamos tres años y no, Stephen era mucho más abierto y social que yo. Tenía montones de amigos. Yo prefería mi propia compañía. Y todavía es así. ¿Qué dices de ti? ¿Tienes hermanos?

Ness meneó la cabeza.

Ness: No, soy hija única, aunque a menudo deseé tener un hermano o una hermana. Supongo que pensaba en ello desde el punto de vista romántico, como todos los niños. Sea como sea, ahora que lo miro desde lejos, yo era, y soy, muy afortunada. Tengo unos padres increíbles y muy cariñosos. Me enseñaron con su ejemplo la importancia de cuidar, de poner parte de mí misma en todo lo que hago y de seguir mi instinto, incluso si eso comporta ir por un camino más difícil y arduo. Aún hoy aprendo de ellos, por muy sentimental que pueda sonar.

Zac no hizo ningún comentario al respecto. Por otro lado, tampoco parecía mofarse. Si daba la sensación de algo, era de estar pensativo. Se desvió de la autopista en la salida de Leaf Brook y giró a la izquierda al final de la rampa.

Zac: Las conferencias que has dicho que das... Has comentado algo sobre que las impartes con tu madre.

Ness: Sí, mi madre es enfermera diplomada. Y también es uno de los seres humanos más generosos y compasivos que jamás he conocido. Empezó a dar estas charlas gratuitas hace cinco años, en colaboración con la Sociedad Americana Profesional contra los Abusos a Menores. Yo me uní a ella al graduarme.

Zac: ¿Dónde las impartís?

Ness: En los hospitales de Poughkeepsie y de un par de ciudades más del condado. Tratamos temas referentes al bienestar emocional de los niños. Nuestros oyentes son gente que trabaja en salud prenatal, pediatría y obstetricia. Nuestra meta es ayudar a identificar familias potencialmente negligentes y emprender acciones preventivas antes de que la potencialidad se convierta en realidad.

Zac: Entiendo. -Procesó aquella información con el mismo semblante pensativo-. Ahora comprendo por qué estás en tanta armonía con tus alumnos. Y por qué estás cualificada para detectar cualquier signo de que estén sufriendo.

Ness: Los niños interiorizan mucho -explicó-. Eso engaña a muchos adultos, incluso a los bienintencionados. No ven ningún cambio aparente en su hijo, así que se convencen a sí mismos de que todo va bien. Pero interiorizar tiene su precio. Depende de observadores entrenados, como los profesores o maestros, descubrirlo. Hacer que los padres tomen conciencia es la parte difícil. Son reacios a aceptar ayuda del exterior. Ven la situación como un error suyo. Pero no lo es. Es un paso importante, que requiere valentía. Puede ser decisivo para el bienestar emocional de un niño.

Zac: Tus conocimientos son impresionantes. Y también que estés deseando compartirlos ofreciendo esas conferencias. -La miró un instante-. Y, antes de que pongas en duda mi sinceridad, lo digo en serio. Tu madre parece ser una mujer notable. Ambas estáis aportando una valiosa contribución.

Ness: Eso esperamos.

Zac: ¿Qué me dices de tu padre? Supongo que no se gana la vida enseñando a lanzar la pelota en curva.

Ness sonrió.

Ness: Es catedrático en Vassar. Enseña filosofía y literatura. Yo crecí en un campus universitario, rodeada del mundo académico. En ese sentido, estaba muy protegida. En otros, no lo estuve. -Una sombra cruzó su rostro-. Sea como sea, mi padre y yo no hemos dejado de discutir sobre interpretación literaria.

Zac: Estoy seguro de que defiendes tu postura la mar de bien. -Le echó otra miradita de reojo-. ¿En qué sentido no estuviste protegida?

Obviamente, el breve comentario de Ness no había pasado desapercibido. La joven volvió la cabeza y miró por la ventana.

Ness: Digamos solamente que ya he tenido mi ración de ignominia. Ha hecho que me dé cuenta que en la vida hay muy pocas cosas que estén bajo nuestro control. Y a esas pocas cosas, que son los principios e ideales, hay que aferrarse como a un salvavidas.

Zac: Es un pensamiento bonito, pero un punto de vista bastante simple. Tener principios está muy bien. Pero, ¿qué pasa si aparece o sucede algo inesperado que desbarata tus ideales? ¿Acaso no debes revisar y reajustarlo todo?

Ness tenía la mirada fija en las hileras de árboles junto a los que iban pasando. ¿Se estaba refiriendo Zac a experiencias propias, o estaba leyendo en la mente de ella?

Ness: Supongo. Depende de lo arraigado que esté el ideal en cuestión y de hasta qué punto se desbarate todo.

Zac aminoró la marcha del coche y tomó la calle de Ness.

Zac: De acuerdo. -Aparcó en la plaza de parking y apagó el motor-. Ya hemos tenido suficiente conversación formal por ahora. Podemos reemprenderla más adelante. -Una pequeña pausa-. Mucho más tarde.

La tensión sexual que los había acompañado desde el restaurante volvió a aparecer justo delante de sus narices y con renovado vigor. Ness parpadeó, desconcertada de repente. Miró alrededor, preguntándose cuándo habían llegado hasta su apartamento. Había estado tan enfrascada en la conversación, que había dejado de concentrarse en la carretera.

Bueno, pues allí estaban. Y ella no se sentía más preparada que treinta minutos antes para lo que pasaría a continuación.

No había manera de, simplemente, decir buenas noches y huir, Zac ya había salido del coche y estaba rodeándolo para abrirle la puerta a Ness.

Ella también salió, abrió el bolso y lo revolvió, buscando las llaves. Las cogió con mano temblorosa y evitó aposta mirar a Zac a los ojos mientras se dirigía a la entrada del edificio.

Tres minutos después, ambos estaban frente a la puerta de su apartamento.

Ness: Yo... -Se aclaró la garganta con la mirada fija en una de las esquinas de la alfombra del vestíbulo-. Gracias por la cena. Ha sido...

Zac: Ness. -Hablaba con voz grave e intensa y por primera vez rozó a Ness (la tocó de verdad), posándole las manos en los hombros y dejándolas resbalar por la suave lana de su jersey-. Invítame a entrar.

Las descargas eléctricas que la recorrieron ante aquel roce fueron tan agudas que Ness se estremeció. Levantó la barbilla de golpe y sus ojos encontraron la ardiente mirada de Zac, en la cual se reflejaba la suya propia, alerta y asombrada.

Ness: No -susurró-.

Una de las manos se desplazó y unos nudillos acariciaron su mejilla.

Zac: ¿Por qué no?

Ness: Ya sabes por qué.

Zac: También sé que no estás preparada.

Ness: Entonces, ¿por qué me pides que te deje entrar?

Zac: Porque quiero darte un beso de buenas noches. -Su pulgar resiguió la curva del labio inferior de Ness-.

Ness: ¿Y no puedes hacerlo aquí fuera? -consiguió decir, casi incapaz de hablar-.

Zac: No, no puedo.

Ness no le preguntó nada más. Palpó a sus espaldas, logró meter la llave en la cerradura y abrió la puerta de par en par.

Entraron y Zac cerró tras de sí. El apartamento estaba completamente a oscuras. Ninguno de los dos hizo un solo movimiento para encender una luz.

Zac la arrinconó suavemente contra la pared y colocó cada uno de sus brazos a ambos lados de Ness. Esperó a que ésta levantara la cabeza y entonces acercó sus labios a los de ella.

Ningún beso que Ness hubiera experimentado antes la había preparado para aquello.

Simplemente, la boca de Zac se apoderó de la suya. Sin preliminares, sin un comienzo gradual. Aquellos labios abrieron los suyos, los amoldaron sin dificultad a los de Zac, cuya lengua se hundió a través de la abertura y rozó la de Ness en un movimiento descaradamente carnal que muy pronto se convirtió en un frenético ritmo de acometidas y retiradas.

Ness se sintió invadida de un calor líquido.

Sin pensar, reaccionó. Sus manos buscaron a Zac, sus dedos se metieron dentro de su jersey, anclándola, atrayendo a Zac más cerca aún para que el beso fuera más profundo.

Ese era justamente el estímulo que él necesitaba. Sus manos resbalaron hasta la cintura de Ness, la cogieron, la levantaron y la atrajeron también hacia él. Su cuerpo presionó el de ella contra la pared y lo mantuvo allí mientras su boca, ansiosa, seguía unida a la de Ness.

Los sentidos de Ness estaban sobrecargados. La fragancia de sándalo de la loción de Zac, el increíble sabor de sus labios... ella jamás había deseado nada hasta ese punto. Sus senos estaban apretujados contra el sólido muro de su torso y sus pezones temblaban, duros, dentro del sujetador. Los músculos de Zac estaban tensos bajo la aparentemente suave textura de su jersey y Ness notaba el rígido contorno de su erección mientras él se estrechaba aún más hacia ella. La respiración de Zac, como la de Ness, se aceleraba y se convertía en profundos jadeos. Las manos de Zac la acariciaban sin pausa bajando por sus costados, por debajo de los senos, y volvían a subir, deslizándose hacia delante, acercándose más y más a donde ella lo necesitaba.

Ness deseaba con todas sus fuerzas que él se entregara y la tomara en aquella caricia total y completa. Se retorció, esperando que Zac diera el pequeño paso que faltaba.

Sucedió, pero solo por un instante.

Las palmas de las manos de Zac rozaron los rígidos pezones de Ness... una vez, dos. Ella se oyó gemir a sí misma y percibió el estremecimiento que recorría el cuerpo de Zac.

De repente, Zac se detuvo. Sus manos se deslizaron hasta la cintura de Ness y la agarraron con fuerza, y sus labios se separaron de los de ella en lo que fue un obvio gesto de dolor.

Zac: Ness -dijo con voz grave y ronca-. ¿Es esto lo que quieres? -Ella se sentía como bajo los efectos de alguna droga. Sí, aquello era lo que quería. Todo su cuerpo lo pedía a gritos-. Esto está a punto de convertirse en mucho más que un beso -consiguió decir-. Así que si no quieres sentirme dentro de ti, será mejor que lo digas ahora. Porque ahí es donde voy a estar dentro de un par de minutos.

Pensar. Ness tenía que pensar.

Los ojos de ambos ya se habían acostumbrado a la oscuridad y Zac leyó la indecisión en el rostro de Ness. Lentamente, la dejó de nuevo en el suelo.

Zac: Creo que eso responde a mi pregunta.

Ness: No, no la responde -susurró-. No puedes saber lo que quiero. Porque ni yo misma lo sé.

Zac: Oh, sí, tú sí lo sabes. Pero estás muerta de miedo.

¿Muerta de miedo? Estaba aterrorizada. Ni siquiera conocía a aquel hombre. Y, en ese preciso momento, no se conocía ni a sí misma.

Ness: Es demasiado pronto. Somos muy diferentes. No puedo, así sin más... -No terminó la frase-.

Zac: Cobarde -le susurró directamente a los labios-. ¿Que le ha sucedido a ese instinto que tus padres te enseñaron a seguir? ¿No deberías estar escuchándolo?

Ness: Solo cuando tengo la cabeza clara. Ahora mismo, no la tengo.

Zac: Yo tampoco. -Le acarició levemente el labio y, después de una pausa, se perdió en otro beso, profundo y aturdido-. La próxima vez será nuestra segunda cita -murmuró en voz baja-. ¿Aún resultará demasiado pronto?

Ness: Zac, no se trata de cuántas veces nos hayamos visto. Se trata de...

Zac: Ideales. Principios -la interrumpió acabando la frase-. No estoy seguro de cómo influye eso en lo que pasa entre nosotros dos. Pero al parecer estás en uno de esos sucesos inesperados y desbaratadores de los que hablábamos.

Ness: Exacto -mintió todavía agarrada a sus brazos para tener apoyo-.

Zac: Trabaja en ello para el fin de semana que viene.

Ness: ¿El fin de semana que viene?

Zac: Eso es. Resérvate el fin de semana... entero, para pasarlo conmigo. Aparte de tu velada de conferencia.

Ella tragó saliva.

Ness: Lo intentaré.

Zac: Haz algo más que intentarlo. Y, mientras, no te sorprenda algún que otro encuentro improvisado cualquier noche entre semana. Una copa, una cena, un café... no me importa lo que sea. Tú decides. Pero voy a verte.

Ness: Yo también quiero.

Zac: Estupendo. -Sus dedos juguetearon con el pelo de Ness, y su mirada se deslizó hacia abajo y se posó en sus ardientes labios-. Será mejor que me vaya, ahora -murmuró, aunque a regañadientes-. Mientras todavía soy capaz. Pero, Ness, te lo digo claramente: el fin de semana que viene, cuando me invites a entrar, no me iré hasta la mañana siguiente. -Sus pulgares recorrieron de nuevo los costados de sus senos y luego trazaron un lento círculo alrededor de sus pezones-. Date prisa y líbrate de esas normas, sean las que sean, que te has inventado para mantenernos alejados el uno del otro -le ordenó, con voz turbia. Y, besándola de nuevo, apagó su suave gemido de placer, mientras Ness temblaba entre sus brazos-. Que duermas bien.


23.45

Stephen oyó entrar a Zac.

Completamente desvelado, apoyado en la almohada con las manos detrás de la nuca, miraba fijamente el techo mientras Nancy se agitaba y se revolvía, dormida, junto a él.

Deseó que la cita de Zac hubiera sido un éxito y que Vanessa Hudgens se distrajera a partir de ahora de su cruzada por ser el ángel de la guarda de Brian.

Pero ella era el último de sus problemas. No había conseguido convencer a suficientes miembros del consejo. Se había pasado el día intentándolo. Todavía le faltaba un voto. A Philip Walker no le interesaban sus esfuerzos, le interesaba el resultado. Por desgracia, no iba a conseguir ninguno... no el que quería. Lo que significaba que iba a seguir adelante con su amenaza. Rompería la carrera de Stephen en mil pedazos y quizás incluso procuraría que éste acabara en la cárcel.

Stephen podía imaginarse ya los titulares... y la consiguiente reacción de su padre. Pues bien, aquello no iba a suceder. No en su vida.

Había intentado hacer aquello por el camino sencillo, pero no había podido ser. No podía conseguir el contrato como Walker quería. Así que no había alianza posible.

Tendría que ganar influencia por otro lado, de otro modo. Lanzaría un sutil contraataque. Era arriesgado, pero Stephen necesitaba seguridad. Y tenía una idea bastante buena acerca de cómo conseguirla.

Tendría que ponerse a ello rápidamente. Mañana haría unas cuantas llamadas y convocaría una reunión para el lunes, a primera hora. Había llegado el momento de responder al fuego con fuego.


3 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Awwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwww
que emocion ...
me encanto la cita de zanessa...
hahahah
yo se que Nessa queria y aun quiere...
espero que el fin de semana suceda y sea como Zac espera...
siguela
esta muy interesante
me ha encantado
:D
X0X0

Natasha dijo...

ahhh por fin le tome el hilo a esta nove!
ya era hora la leí desde hace 3 capítulos atrás.. tenias razón cuando dijiste que había que esperar un poco, zac y ness? super dulces, también adore la cita

ahh y por cierto no te había comentado porque no estaba entendiendo mucho la nove, espero que en el proximo capi este mas interesante

byee

Anónimo dijo...

wauuuuuwww muy lindo quiero amas capitulos como este

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