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viernes, 14 de octubre de 2011

Capítulo 11


7 de abril


El sábado llovió todo el día.

Eso quería decir que Brian se quedaba sin el entreno de béisbol. Normalmente, eso habría sido motivo de gran disgusto. Hoy, tan solo significó una contrariedad sin importancia, porque tío Zac estaba allí para compartir sus actividades.

La familia entera desayunó junta y después Stephen se encerró en el despacho de casa. Zac se fue a su habitación a hacer unas cuantas llamadas inaplazables de negocios y Nancy y Brian se acomodaron en el suelo del salón y jugaron tres partidas de «Hundir la Flota».

Zac salió de su cuarto antes de las doce del mediodía. Con paciencia infinita, contestó al alud de preguntas de su sobrino acerca de por qué tenía que trabajar los fines de semana si ni siquiera era alcalde y luego compensó su ausencia previa llevando a Brian a comer una hamburguesa y a una sesión de cine de tarde.

Stephen siguió encerrado tras las puertas del despacho y el piloto de la línea telefónica de trabajo permaneció encendida sin cesar.

Alrededor de las tres de la tarde, sonó el timbre de la puerta. Sentada en la salita del piso de abajo, Nancy levantó la cabeza y se preguntó quién podía ser. Sin duda, uno de los colegas de Stephen o alguien del personal de su campaña. Esa gente veía más a Stephen que la propia Nancy, últimamente. Desde luego, lo veían más en un estado normal, cuando no estaba bebiendo o apostando.

«Deja de compadecerte», se dijo Nancy a sí misma, seria. «Nadie te obliga a seguir adelante con este matrimonio. Estás aquí porque así lo quieres. Porque amas a Stephen, porque él es el padre de Brian y porque recuerdas cómo era todo, como puede volver a ser, entre los dos. Todo el mundo tiene problemas. Nosotros no somos una excepción. Saldremos de ésta. Tenemos que salir».

Lanzó un suspiro y se masajeó las palpitantes sienes. Si no se sintiera tan completamente agotada, física y emocionalmente... y si pudiera lograr que Brian volviera a ser el alegre niño de unos meses atrás... Tener a Zac en casa ayudaba, pero todavía había momentos cuando Brian parecía ausente, abatido...

El timbre sonó de nuevo y apartó a Nancy de sus pensamientos. Ésta, sobresaltada, se puso en pie. Había olvidado por completo que había alguien en la puerta. Parpadeó para borrar la humedad que se había concentrado en sus pestañas, dejó a un lado las facturas que estaba clasificando y se dirigió con pasos ligeros y silenciosos hacia el recibidor.

Nancy: ¿Quién es?

Cliff: Soy yo, Nancy.

Era la voz de Cliff Henderson. Ella respiró hondo y abrió la puerta.

Nancy: Hola -saludó a su amigo, con una sonrisa forzada-.

Cliff: Hola. -Entró e indicó el informe que llevaba bajo el brazo-. Stephen y yo tenemos una reunión. Hay un montón de papeles por revisar. -De repente, se calló, observó el rostro de Nancy y frunció el ceño-. ¿Qué pasa?

Vaya, aquello sí que era una novedad. Como esposa de un político, Nancy había aprendido a no mostrar jamás sus sentimientos. Con el tiempo, le estaba mal decirlo, había logrado un rostro verdaderamente inexpresivo para las ocasiones públicas. Ni siquiera Cliff, que era más cercano a ellos que nadie, jamás había adivinado lo que había bajo su cuidada máscara. Si ahora su angustia era lo suficientemente transparente para cambiar aquello, Nancy debía de estar perdiendo pie. Tenía que esforzarse.

Cliff: ¿Nancy? -insistió cerrando la puerta y acercándose a ella-. ¿Qué te pasa?

Nancy: ¿Por qué? ¿Tan mal aspecto tengo?

A pesar de su intento por sonar normal, Nancy se oyó a sí misma en un tono extraño, tenso.

Cliff: No. Pareces estresada. Como si llevaras el peso del mundo sobre tus hombros. ¿Hay algo que yo pueda hacer?

Qué curioso. Nancy recordó los días cuando era Stephen el que le ofrecía aquel tipo de apoyo emocional.

Sin embargo, había habido otros momentos en que era él la causa de que lo necesitara.

Nancy: Gracias, Cliff -repuso, dándole un apretón en el brazo-. Eres un verdadero amigo. No sé lo que haría sin ti. No entiendo cómo aún no te ha pescado ninguna fantástica mujer.

Él esbozó media sonrisa.

Cliff: Porque Stephen se llevó la última. Me estoy echando a perder. Estoy esperando a otra Nancy.

«Quizás a la Nancy de hace diez años», pensó ella con tristeza. «Pero no la de hoy. Me siento como una vieja cansada.»

Nancy: Gracias por el piropo -dijo, en cambio-. En cuanto a tu ofrecimiento de ayuda, te lo agradezco de veras. Pero, te lo aseguro, no me pasa nada. Nada excepto cansancio. He tenido un verdadero lío en la boutique, la campaña está cogiendo un ritmo vertiginoso y los entrenos de Brian parecen auténticas maniobras militares. Ah, y Zac ha venido de visita por unos días. Así que yo voy arriba y abajo como una gallina sin cabeza. Ayer por la noche me estaba relajando un poco y entonces Stephen recibió la llamada que le contó lo del robo del coche de Albert Kirson. Supongo que fue demasiado para un solo día. No he pegado ojo en toda la noche. -Con un gesto automático, le indicó a Cliff que se quitara el impermeable-. ¿Por qué no me das eso y vas a reunirte con Stephen? Está en su despacho. No ha parado de hablar por teléfono en toda la mañana.

Cliff: No me extraña -murmuró deshaciéndose de su mojado impermeable y sacudiéndolo un poco antes de alargárselo a Nancy con un agradecido movimiento de cabeza-. Probablemente, el robo del coche de Albert Kirson ha provocado más debates sobre la seguridad en los aparcamientos municipales de Leaf Brook.

Nancy: Exactamente.

Nancy sabía arreglárselas con aquella clase de conversación.

Los sucesos. Los problemas de la ciudad. Incluso la campaña. Estaba programada para dirigir todo aquello hacia el mismo piloto automático.

Nancy: Sé que Stephen está muy preocupado por el número de coches robados en esta ciudad últimamente -siguió-. Espero que el consejo del Ayuntamiento y la policía puedan encontrar una solución que funcione.

Cliff: Sí, yo también. -Se quedó callado, observando de nuevo el rostro de Nancy, esta vez tomando algún tipo de decisión-. ¿Dónde está Brian?

Nancy: Zac se lo ha llevado al cine. Volverán hacia las cinco.

Cliff: Entonces, ¿por qué no aprovechas este tiempo para dormir un poco? Estás agotada. Y con el tornado Brian a punto de volver a casa, no habrá un minuto de descanso hasta las ocho y media o las nueve.

Muy cierto. Y, por Dios, la idea de echar una cabezadita sonaba divina.

Nancy: Tienes razón -aceptó, mientras relegaba su tarea de clasificar papeles a una categoría inferior-. A caballo regalado, no le mires el diente. Voy a subir ahora mismo y me echaré un rato. -Ya se dirigía a las escaleras-. Tú ve a ver a Stephen. Espero que sea una reunión productiva.

Sus últimas palabras fueron literalmente ahogadas por un bostezo.

Mientras ella subía, cansada, Cliff la contempló con el ceño fruncido en un gesto de preocupación. Se sentía entre la espada y la pared. Y no estaba seguro de que hubiera un modo de escaparse.

Profundamente preocupado, se dirigió al despacho de Stephen.


16.35

Aquella mañana, Andrew había abierto los ojos con la estridente alarma del despertador. Pulsó el botón de detención y el ensordecedor ruido fue reemplazado por el repiqueteo de las gotas de lluvia contra los cristales de la ventana.

Un día perfecto para ir a jugar al golf...

Llamó al club y le confirmaron que la partida había sido cancelada. Estupendo, simplemente estupendo.

Ahora, no solo tendría que sacarles información a todos los miembros del consejo, sino que tendría que hacerlo todo por teléfono. Y obtener información de ese modo era realmente una lata, porque no podría calibrar la verdadera reacción de aquellos tipos sin ver (y leer) cada una de las expresiones de sus rostros.

Por si esto fuera poco, se añadía otra cosa, que no ayudaba mucho a mejorar el humor de Andrew. En lugar de pasar a la acción a las seis de la mañana, tendría que empezar sus indagaciones muchísimo más tarde, lo que significaba que Stephen habría dispuesto de todo ese tiempo para realizar sus propias llamadas. Cualquier apoyo que éste consiguiera para sí llegaría a oídos de Andrew en las conversaciones que mantendría por la tarde. Como resultado de todo aquello, podría informar de la situación con un mucho mayor conocimiento de la misma.

Con ese pensamiento en mente, esperó hasta las tres de la tarde para comenzar su partida política a seis bandas. Lo que había descubierto era muy ilustrativo, aunque no sorprendente, en relación con el robo del lujoso coche el viernes por la noche.

Había habido dos conversos a la causa del alcalde. Ahora mismo, dos miembros del consejo, incluido Kirson, estaban ansiosos por ofrecerle a Philip Walker el contrato que tanto buscaba. Los otros cuatro miembros, sin embargo, no lo estaban. Su preferencia era instituir el programa más barato ejecutado por la ciudad y poner en marcha un servicio de vigilancia de la policía local en los aparcamientos municipales.

Eso quería decir que, incluso contando con el del alcalde, aún le faltaba un voto. Bueno... eso era casi bingo.

Andrew se sirvió una copa de vino y se sentó en el sofá, con las piernas estiradas y un tobillo cruzando el otro. Curioso, lo del robo del coche, pensó, tomando un sorbito de vino. El coche de Albert Kirson, para más señas. Toda una coincidencia.


18.30

Zac se puso un jersey de cuello alto azul oscuro, se pasó el peine por el cabello y echó un vistazo al reloj. Tenía que salir al cabo de diez minutos, o llegaría tarde a recoger a Ness. Cosa que no tenía ninguna intención de hacer, dados sus planes para la velada. Fuera como fuera estaba decidido a hablar con Stephen antes de irse.

No había visto a su hermano desde el desayuno. Y Brian tampoco, por cierto. Stephen todavía estaba encerrado en aquel maldito dspacho cuando ambos volvieron del cine.

¿Qué demonios estaba pasando?

Por lo que Zac sabía, Stephen había devuelto los quinientos mil dólares que él le había dado a los fondos de su campaña. Entonces, ¿por qué estaba aún tan nervioso? ¿Acaso era todavía más profundo el agujero que él mismo había cavado? ¿Era posible que debiera más de lo que admitía?

Había llegado la hora de averiguarlo.

Se echó la chaqueta de estilo informal sobre los hombros, salió de su habitación y se dirigió directamente al despacho de Stephen. Al llegar ante la puerta, oyó el sonido apagado de voces que discutían airadas. Stephen y Cliff. Obviamente, estaban en desacuerdo... totalmente. Eso era extraño. Y también condenadamente inoportuno. Pero Zac no iba a detenerse por ello.

Llamó a la puerta.

Stephen: ¿No puede esperar, sea lo que sea? -ladró-.

Zac: No, no puede esperar. -Entró en la habitación y saludó a Cliff con un leve movimiento de cabeza-. Hola, Cliff. Me alegro de verte.

Stephen: Hola, Zac. -Estaba sonrojado, cosa algo inusual en él-. Lamento interrumpir, pero necesito un minuto con mi hermano y estoy a punto de irme a cenar fuera.

Cliff: Ningún problema. -Recogió rápidamente sus papeles-. Es tarde. Y yo también tengo planes para la cena. -Miró a Stephen un instante-. Piensa en lo que te he dicho.

Stephen: De acuerdo. -Le temblaba un músculo de la mejilla-. Nos vemos.

Zac esperó hasta que Cliff se hubo marchado y luego cerró la puerta cuidadosamente tras él.

Zac: ¿De qué va todo esto?

Stephen: No es nada.

Zac: A mí no me lo ha parecido. Y tampoco parecía que se tratara de una charla de negocios. Parecía personal. Cliff no se imaginaba lo que estaba pasando con el dinero que faltaba, ¿verdad?

Stephen: No. -Puso ambas manos sobre la mesa, se levantó y empezó a pasearse arriba y abajo-. Por si quieres saberlo, Cliff está preocupado por Nancy. Cree que está deprimida. Pero no sabe por qué.

Zac: Sin embargo, nosotros sí lo sabemos. -Se agarró con ambas manos al respaldo de una maciza silla de cuero y se inclinó hacia delante para atacar la situación-. Stephen, tu vida familiar se está desmoronando. ¿Por qué? Te he dado el medio millón de dólares. Entonces, ¿por qué sigues aún tan alterado?

Stephen se detuvo, se metió las manos en los bolsillos y miró fijamente a Zac. Su aspecto era deplorable... hundido y ajado, como si hubiera envejecido diez años. Y tenía unas negras ojeras bajo los ojos, de las que no estaban provocadas tan solo por la falta de sueño.

Stephen: Estoy alterado por una situación sin salida, un punto muerto en el consejo del Ayuntamiento que no puedo desbloquear. Estoy alterado por el aumento de robos de coches, que no hará nada a favor de mi credibilidad como alcalde o por mis posibilidades de llegar al Senado. Y estoy alterado porque sé que papá aparecerá por aquí antes de que acabe la semana para realizar una de sus inspecciones en el desarrollo de mi campaña. ¿Te parece suficiente?

¿Conociendo a Harrison Efron? Más que suficiente.

Zac observó a su hermano, percibió el estado extremo de su nerviosismo y se preguntó por enésima vez si todo aquello valía la pena. Dudaba que ni siquiera el propio Stephen supiera lo que quería en aquel punto, o que una carrera política fuera realmente el camino correcto para él. Si sufría todo aquel estrés por una campaña menor, ¿qué pasaría con su estado emocional cuando su padre lo dirigiera hacia Washington y prendiera la mecha?

Ahora no era el momento para hablar con toda franqueza. No, porque Stephen estaba casi al límite. Zac no sabía con certeza cuándo llegaría el momento oportuno. Quizá después de pasadas aquellas elecciones, cuando Stephen se hubiera librado del peso de la campaña. Quizás entonces podría valorar si el camino que estaba siguiendo (el camino marcado por su padre) lo haría feliz a largo plazo.

Mientras, como mínimo su alteración no era debida a más deudas de juego. Zac se sentía profundamente agradecido por aquel hecho.

Zac: Sí -le contestó a su hermano-. Me parece suficiente. Sobre todo lo que se refiere a papá. -Ladeó la cabeza y le dirigió a Stephen una mirada interrogante-. ¿Hay algo que yo pueda hacer?

Stephen: Puedes empezar por no sermonearme, que es lo que estoy seguro que pretendías hacer cuando has entrado. Lo haré yo por ti. Sí, me doy cuenta de que hoy he tenido abandonada a mi familia, ¿Y qué voy a hacer al respecto? Voy a tomarme una copa, ducharme e ir a la cocina, donde intentaré pasar el resto de la velada con todos vosotros. ¿De acuerdo?

Zac asintió.

Zac: Solo que yo no voy a estar-. Tengo una cita. -Consultó su reloj-. A la que llegaré tarde si no me espabilo. Se supone que tengo que recogerla a las siete.

Eso distrajo la atención de Stephen, que enarcó las cejas en un gesto de sorpresa.

Stephen: ¿Es alguien de por aquí? No sabía que salías con una chica de Leaf Brook.

Zac: No salía. Todavía no salgo con ella. Es nuestra primera cita.

Stephen: ¿La conozco?

Zac: Desde luego que sí. -No cambió su expresión ni un ápice-. Vanessa Hudgens.

Stephen se quedó con la boca abierta.

Stephen: Ness... ¿cuándo demonios ha pasado eso?

Zac: Ayer, cuando fui a recoger a Brian. Se lo pedí. Ella aceptó. Vamos a cenar.

Stephen: ¿Lo sabe Andrew?

Zac se encogió de hombros.

Zac: No me pareció que lo suyo fuera muy serio... al menos desde el punto de vista de Ness.

Stephen: Ya se ve que opinabas realmente que ella era para tu gusto... -Un asomo de sonrisa-. De todos modos, yo jamás te creí. No podías quitarle la vista de encima en ninguno de los partidos de Brian.

Zac: Brian es el motivo por el que voy a salir con ella.

Stephen: Sí, seguro que es por Brian -repuso en el mismo tono que habría utilizado si le hubieran dicho que la Tierra era plana-. Segurísimo.

Zac: No bromeo.

Stephen: ¿Ah, no?
¿Y qué ha hecho mi hijo, de casamentero? -Parecía estar realmente divertido-. De hecho, ahora que lo pienso, no es tan extraño. Vosotros dos sois sus grandes héroes. Entonces, ¿es cierto? ¿Os empujó Brian el uno hasta el otro en el patio?

Zac: Muy gracioso. -No sonrió-. No, fue idea mía. Ness está obsesionada con el estado emocional de Brian. Le preocupa porque intuye que se siente herido... y tiene razón. Y también está condenadamente cerca de averiguar por qué. -Hizo una pausa y luego continuó con las noticias más molestas-: Cuando fui a la escuela a buscar a Brian, adivina qué impertinente periodista estaba acosando a Ness, preguntándole cuál podía ser, según ella, la causa de tu irritación cuando te interrogó en el partido de la semana pasada.

Stephen palideció por completo.

Stephen: Mierda.

Zac: Sí, podrías definirla así.

Stephen: ¿Habló Ness con ella?

Zac: No. Ness mandó graciosamente a la señorita Lager a freír espárragos. Yo hice el resto. No volverá a la carga durante un tiempo, solo cuando haya podido replantearse su estrategia. La amenacé con una demanda.

Stephen: Hija de puta. -Se frotó la frente vigorosamente, como si lo que le dolía estuviera profundamente enterrado en el interior de su cabeza-. Es obvio que hablaste a solas con Ness. ¿Qué te dijo?

Zac: Me disparó un montón de preguntas. No es estúpida, Stephen. Sabe que algo va mal. Supone que es la presión de la campaña o, como mucho, que tú te sientes culpable porque papá y yo te financiamos. Pero me ha dicho muy claramente que no va a olvidarse de este asunto. No, a menos que vea alguna mejora en Brian.

Stephen dejó caer el brazo a lo largo de su cuerpo y pareció que le hubieran pegado un puñetazo.

Stephen: ¿Y cuál es tu plan?

Zac: Dos cosas. Quedarme por aquí hasta que las cosas hayan vuelto a su cauce y Brian esté realmente mejor. Y mantener el tiempo libre de Ness ocupado con asuntos que no sean preocuparse por sus alumnos, y por Brian en particular.

Stephen: Ya veo. -Un lento y apesadumbrado suspiro-. Zac, no se qué decir. Últimamente, me he comportado como un cerdo contigo. Pero es que me siento como una rata acorralada y... -Se derrumbó-. No importa. Eso no es excusa. Tú me has salvado, realmente, y no me refiero solo al aspecto financiero. Me doy cuenta de que haces casi todo esto por Brian, pero quiero que sepas lo mucho que te...

Zac: Eh -le interrumpió, indicando con un vago gesto que no hacía falta que le diera las gracias. Lo último que quería era hundir aún más a su hermano. Aquella débil autoestima era lo que había comenzado su espiral hacia abajo-. No me des las gracias. Ante todo, tú eres mi hermano, y Brian es mi sobrino. En segundo lugar, conozco a papá tan bien como tú. Sé el papel que ha desempeñado en destrozarte la vida. Y en tercer lugar... -Hizo lo posible por hablar en tono desenfadado-. Tienes razón. No puedo apartar los ojos de Vanessa Hudgens. Así que no hagamos como si todo esto fuera un enorme sacrificio, ¿de acuerdo?

Stephen: Sí, de acuerdo. -Le lanzó a su hermano una mirada interrogante-. No estoy seguro sobre cuánto de lo que has dicho es para que me sienta mejor, y cuánto es verdad.

Zac: Yo tampoco. Supongo que es hora de averiguarlo. -Se dirigió hacia la puerta-. Que tengáis una buena velada. Y no me esperéis despiertos.


1 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Stephen y zac son super tiernos como hermanos..
me encato que aceptara lo de Vanessa hahaha
ya quier ver que pasa con la cita de ellos...
Cliff estaba muy coqueto¬¬
hahah dale siguela
esta super....
espero con ansias la cita de Zanessa...
;)

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