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martes, 25 de octubre de 2011

Capítulo 16


10 de abril
8.45

Ness estaba ya sentada tras su mesa, como Zac se había imaginado.

Él se quedó un momento de pie junto a la entrada del aula, contemplándola mientras ella clasificaba papeles. Su oscura cabeza estaba inclinada sobre el trabajo y sus rasgos reflejaban máxima concentración al leer el material. Una sonrisa asomó a los labios de Ness, que se mordió el inferior al releer el párrafo que la había divertido. Sin darse cuenta de que alguien la estaba mirando, jugueteó con su collar, entrelazando los dedos en la fina cadenita y el minúsculo corazón que pendía de ella.

Zac se descubrió observándola fijamente, viendo cómo sus dedos se deslizaban arriba y abajo por su piel desnuda, justo encima de donde acababa el escote de su jersey, sobre su clavícula, hasta el relieve de la parte superior de sus senos.

Maldita sea, la deseaba. Y no solo porque mantenerla al margen era crucial para proteger los secretos de su familia, sino porque la fascinación que Zac había sentido por Ness desde el primer momento se había convertido en una total obsesión.

Todavía sentía el ardor de aquel beso que habían compartido en el apartamento de Ness. Su recuerdo lo había mantenido en vela durante tres noches. ¿Y ahora? Demonios, tenía una erección. Solo con verla juguetear con un collar.

Ness debió de percibir aquel análisis porque, de repente, levantó la cabeza y sus miradas se cruzaron.

Ness: Zac. -Dejó los papeles sobre la mesa y se puso en pie lentamente-. ¿Qué puedo hacer por ti?

Él se le acercó.

Zac: Necesito verte.

Ness: Estoy trabajando.

Zac: Tu clase no empieza hasta dentro de al menos quince minutos. Además, esto tiene que ver con tu trabajo. Concierne a Brian.

Ella le dedicó una mirada cauta.

Ness: ¿Qué pasa con Brian?

Zac: Está enfermo. He venido a recoger sus deberes, su trabajo de clase, cualquier tarea que tenga que hacer.

Ness apoyó ambas manos sobre la mesa.

Ness: ¿Está enfermo realmente?

Zac: Claro que sí. Su madre te lo dijo ayer por la noche.

Ness: Sé lo que me dijo. Y no estoy segura de que yo la creyera.

Zac enarcó las cejas.

Zac: ¿Por qué te mentiría Nancy?

Ness: Dímelo tú. Por la voz, parecía estar agotada y tensa. Mucho. Como si estuviera dispuesta a decir cualquier cosa para poder colgarme el teléfono.

Zac: Estaba con Brian cuando tú llamaste -repuso suavemente-. Le dolía el oído. Tiene hora con el pediatra esta mañana. Estoy seguro de que se pondrá bien enseguida. Las infecciones de oído son dolorosas, pero se curan fácilmente con esa medicina en chicles.

Ness: Claro. -No sonrió. En lugar de eso, observó a Zac con perspicacia y luego le dedicó un aplauso de una sola palmada-. Eres muy bueno, ¿sabes? Quizá deberías ser tú quien se dedicar a la política.

Zac: ¿Qué se supone que quieres decir con eso?

Ness: Quiero decir que tienes mucha labia. Posees una increíble habilidad transmitiendo información... la información que tú quieres, claro está.

Zac: Te estoy diciendo la verdad.

Ness: Solo en parte. -Se aclaró la garganta-. Sea como sea, has venido para recoger los deberes de Brian. Ahora te los daré.

Se acercó junto al pupitre de Brian, sacó de él un libro de ejercicios de lectura, uno de ejercicios de ortografía y una carpeta. Sacó de ésta una hoja en blanco Y anotó unas instrucciones.

Ness: Aquí lo tienes -dijo, entregándoselo todo a Zac-. Es todo lo que Brian puede necesitar. Ya tiene el libro de matemáticas en casa. Dile que haga solo lo que se vea con ánimo de hacer. Y también que se mejore muy pronto.

Zac: Gracias. Así lo haré. -Cogió lo que Ness le daba, pero no hizo ninguna intención de irse.

Ness: ¿Hay algo más? -preguntó insistente-.

Zac: Sí. Le he prometido a Brian que buscaría su gorra de béisbol. La perdió ayer por la tarde. Está más preocupado por eso que por su oído.

Ness frunció el ceño.

Ness: No mencionó haber perdido su gorra de béisbol.

Zac: Sucedió durante el recreo de después de comer. -Enarcó las cejas en un gesto de desafío silencioso-. Quizás ese es el motivo por el que parecía estar tan extraño ayer. Esa gorra es su amuleto de la suerte.

Ness: Lo sé. Pero lo dudo. -Indicó con un gesto hacia la puerta-. Vayamos a mirar en objetos perdidos. Probablemente esté allí.

Zac la agarró por el brazo cuando ella pasó junto a él.

Zac: Hay una tercera razón por la que estoy aquí. Quería verte.

Ness se puso tensa. Pero no retiró el brazo.

Ness: ¿Por qué?

Zac: Cancelaste nuestra cita. Sin darme la oportunidad de reaccionar, por cierto. Quiero que concertemos otra.

Ness: Zac...

Zac: Lo que está pasando entre nosotros no tiene nada que ver con Brian -afirmó llanamente-. Tú lo sabes y yo también. No levantes muros que no existen.

Esta vez, ella se soltó de Zac.

Ness: Quizá tú eres capaz de separar las cosas en claros compartimentos. Yo no. Mis emociones se solapan unas con otras.

Zac: ¿Y eso quiere decir...?

Ness echó un rápido vistazo hacia la puerta para estar segura de que seguían solos.

Ness: Lo que está pasando entre nosotros es atracción sexual. De acuerdo, quizá sea algo más -añadió de pasada, al ver la expresión de duda de Zac-. No lo sé. Lo que sí sé es que no confío en ti plenamente. Y ni siquiera estoy segura de que me gustes.

Aquella franqueza que Zac había encontrado tan difícil de creer empezaba ahora a enfurecerle.

Zac: Muy bien. Encontrémonos y hablemos de eso. -No iba a rendirse-. Cenemos juntos esta noche.

Al principio, Zac pensó que ella rechazaría la oferta. Sobre todo después de lo que acababa de decir. Por no mencionar la indecisión que su rostro reflejaba.

Ness: Tú y yo somos muy diferentes -repuso con evasivas, atrapada por su propio conflicto interior-. Empezando por nuestras prioridades.

Zac: Quizá sí y quizá no. No lo sabremos si no exploramos esas prioridades. Ah, y nuestros principios. Todavía tenemos esa charla pendiente, ¿te acuerdas?

Zac percibía perfectamente cómo se tambaleaba la seguridad de Ness.

Ness: Me acuerdo.

Zac: ¿Y recuerdas también nuestro plan de vernos varias noches durante esta semana?

Ella le dedicó una resuelta mirada.

Ness: Eso era tu plan, si no recuerdo mal.

Zac: Vale. Mi plan, sí. -Avanzó un paso hacia ella, sin dejar de mirarla a los ojos-. Cena conmigo hoy.

La atracción entre ambos estaba ganando. Zac lo notaba.

Ness: ¿Y qué hay de Brian? -murmuró-. ¿No va a echarte de menos?

Zac: Estará con sus padres. Y yo estaré contigo. -Se inclinó hasta que sus rostros estuvieron a tan solo unos centímetros, pero no hizo ningún gesto de rozarla siquiera-. Podemos hablar, conocernos más el uno al otro. Seguro que eso provoca interés a tus emociones sobrepuestas, ¿no?

Ness se humedeció los labios con la punta de la lengua.

Ness: Puede ser.

Zac: Perfecto. Mañana es laborable, así que no quedaremos tarde. ¿Qué te parece si te recojo a las seis? -Sonrió de medio lado-. Ya se que todavía no es sábado. Así que iré a tu apartamento pero no cruzaré el umbral. Esperaré en el rellano, ¿de acuerdo?

Ness: De acuerdo.

Los interrumpieron las risas y voces de los alumnos que, cruzando bulliciosos las puertas de entrada, se precipitaban a la carrera hacia sus aulas para empezar el día.

Ness se apartó de Zac. Echó un vistazo al reloj y volvió a su mesa.

Ness: Es tarde. No tengo tiempo de ir a objetos perdidos.

Zac: No pasa nada. Puedo encontrarlo yo solo. Brian me ha dado unas indicaciones fantásticas. Está ansioso por recuperar esa gorra. -Se metió los libros bajo el brazo-. Nos vemos esta noche.

Ness: Zac, espera. -Cogió su bolso. Rebuscó en él, encontró lo que quería y lo sacó. Se acercó a Zac y se lo dio-. Toma. -Zac sintió el roce de un suave pelaje sobre su piel. Atónito, miró hacia abajo y vio la pata de conejo de color rojo brillante que Ness le había puesto en la mano-. Éste era mi amuleto de la suerte cuando yo salía al montículo del lanzador a jugar -explicó-. Me la dio mi padre cuando yo tenía nueve años. Aquella temporada me fue increíblemente bien. Dile a Brian que es suya tanto tiempo como la necesite. Es del color de su equipo y trae la buena suerte de mi padre. Yo le paso esa suerte a él. -Una ligera sonrisa-. Lo cierto es que Brian no necesita un amuleto de la suerte. Tiene talento, valor y un montón de gente que cree que es el mejor. Aun así, con este amuleto, no puede fracasar. O sea que será mejor que se tome la medicina y se ponga bien enseguida. Díselo.

Zac hizo girar la pata de conejo en la palma de su mano, sabiendo muy bien cuánto le levantaría el ánimo a Brian. Si Vanessa Hudgens era demasiado buena para ser real, tenía un montón de cosas que enseñarle al mundo.

Zac: Gracias -repuso, más emocionado por el gesto de Ness de lo que recordaba haber estado en mucho tiempo-. Se lo diré.


11.50


Nancy abrió la puerta e hizo pasar a Brian mientras las sienes le palpitaban a toda velocidad. La espera en el despacho del pediatra había sido eterna. Al igual que la espera en la farmacia, mientras el farmacéutico intentaba rellenar una botellita con el preparado que le habían recetado a Brian. Con las prisas, el hombre había derramado la última botella de Amoxyl. Disculpándose una y otra vez, le había entregado a Nancy lo que quedaba del líquido antibiótico (asegurando que le duraría dos días), y luego le había prometido que recibiría el resto en su casa al día siguiente, a primera hora. Nancy asintió sin perder tiempo, ansiosa por irse de allí. Tenía que pasar aún por otro lugar y quería llegar a casa antes de que el atasco de la hora de comer bloqueara las calles.

Un instante después, cargados con la parcialmente llena botella de medicina, una cinta de vídeo con nuevas aventuras de un superhéroe y un paquete grande de cereales para el desayuno, Nancy y Brian llegaron a casa.

Ella estaba alterada. No a causa del inconveniente de una infección de oído (Nancy había pasado por aquello media docena de veces durante la vida de Brian), sino por la noche anterior. Primero, la conmoción de ver a Stephen, no borracho sino apalizado y magullado. Después, la llamada de Vanessa Hudgens, que tan solo alimentó el miedo que crecía en sus entrañas. Y por último, la discusión con Stephen. Fue la peor pelea que jamás habían sostenido. Sí, no levantaron la voz ni perdieron el control, se comportaron de un modo notablemente civilizado. Pero la ira estaba ahí, emergiendo hacia la superficie mientras se lanzaban acusaciones el uno al otro.

Nancy estaba a punto de estallar. Y Stephen, en lugar de mostrarse conciliador con respecto al caos en que los había sumido a todos, estuvo a la defensiva, desagradable, le ordenó no meterse y dejarle margen para que arreglara las cosas y la acusó de no confiar en él, gruñéndole que lo tenía todo bajo control.

Por primera vez, Nancy se preguntó si su matrimonio sobreviviría.

Brian: Mamá, ¿puedo ver el vídeo en mi habitación? -le preguntó interrumpiendo sus pensamientos-.

Estaba pálido y parecía cansado, su aspecto era mucho peor que el que provocaría una infección de oído.

Nancy se agachó y lo abrazó estrechamente.

Nancy: Claro que sí, cariño. Te prepararé un tazón de sopa y un bocadillo y te lo subiré.

Brian: No tengo hambre.

Ella frunció el ceño.

Nancy: Deberías tenerla. No te has comido toda la tortita esta mañana.

Brian: Papá tampoco. Y él es más grande que yo y se encontraba peor.

A Nancy se le hizo un nudo en el pecho.

Nancy: Papá tenía mucho mejor aspecto esta mañana. Ya no tenía la cara hinchada.

Brian: Sí, pero debía de dolerle aún, porque estaba de muy mal humor. Le ha gritado a tío Zac. Y le he oído pasear arriba y abajo durante toda la noche.

Nancy: ¿Qué hacías despierto?

Brian: Me dolía mucho el oído. -Se quedó con la mirada fija en el suelo durante un largo minuto y Nancy tuvo la clara impresión de que había sido algo más que el oído lo que había mantenido a Brian en vela. Su siguiente pregunta se lo confirmó-. ¿Estás enfadada con papá?

A Nancy le costó tragar saliva.

Nancy: No, Brian, no estoy enfadada.

Brian: Pareces enfadada. Y hablas como si lo estuvieras, también. Igual que papá.

Ella tenía que decir algo para tranquilizarlo. Por otra parte, no podía mentir. Así que se decidió por una verdad a medias.

Nancy: Papá está trabajando mucho estos días. Está cansado. Yo también. Quizás eso nos hace tener menos paciencia que normalmente. Lo siento, si nuestro mal humor te preocupa. -Le levantó a Brian la barbilla, desesperada por borrar el dolor que su hijo sentía-. Cariño, nada de todo esto tiene que ver contigo. Eres la mayor alegría de nuestras vidas. Papá y yo te queremos mucho, muchísimo. Tú ya lo sabes, ¿verdad?

Brian asintió, pero su mirada seguía siendo triste.

Brian: Sí, mamá, ya lo sé.


13.15


Stephen se paseaba arriba y abajo en su despacho, sintiéndose como un hámster haciendo girar una ruedecilla. Se estaba dando toda la prisa que podía, pero no avanzaba.

Ni Cliff ni Marty ni Andrew habían descubierto nada sobre Construcciones Walker. Todavía no. De todos modos, ninguno de ellos había recibido instrucciones de darle al asunto la máxima prioridad. No conocían el verdadero motivo por el que Stephen ordenaba una investigación sobre Philip Walker. Y él no podía arriesgarse a contárselo. No sin tener que dar incómodas explicaciones.

Además Stephen no sabía por dónde se había filtrado la información, quién le había dicho a Walker que él había ordenado la investigación sobre su empresa. Lo peor que podía pasar es que quienquiera que fuera descubriera que Stephen seguía adelante con el asunto (y con mayor urgencia), a pesar de la paliza que le habían propinado como advertencia.

No, el problema y la presión eran suyos. Tenía que descubrir algo sobre Walker. Él solo. Y ahora.

Se acercó a la ventana y apoyó la frente contra el frío cristal. Al contrario que sus ayudantes, él no buscaba información acerca de Construcciones Walker, sino del propio Philip Walker, mediante unas cuantas llamadas sutiles para descubrir en qué estaba involucrado aquel hombre. Si había algo, por pequeño que fuera, que pudiera llevar a pescar a aquel hijo de puta, lo encontraría. Escoria como Walker descubrían su verdadera esencia en algún apartado de sus vidas. Y, fuera cual fuera ese apartado, no querían que se hiciera público.

Una minúscula cantidad de basura era toda la munición que Stephen necesitaba. Algún trapo sucio que Walker evitara airear. Si Stephen lo descubría, tendría una sólida base para proponer un trueque. Su silencio a cambio del de Walker.

La sola idea lo ponía enfermo. Philip Walker debía de estar en prisión y no por ahí amenazando y tomando represalias contra funcionarios y hombres de negocios de la zona. Pero si Stephen intentaba mandarlo a la cárcel, sería su propia vida y la de su familia, lo que resultaría perjudicado.

No podía permitir que eso sucediera. Tenía que seguir su plan de frenar a Walker, de hacerlo desaparecer de sus vidas y de cortar por lo sano cualquier negocio que lo uniera con Leaf Brook.

Pero, ¿cómo? Tenía que actuar con rapidez. Y, al mismo tiempo, ser muy discreto. Walker vigilaba de cerca sus movimientos. Necesitaba que alguien hiciera el trabajo sucio por él, alguien que persiguiera a Walker sin involucrarlo a él en la investigación Necesitaba a un profesional.

Como si fuera una respuesta a sus pensamientos, sonaron unos golpecitos en la puerta y Cliff asomó la cabeza al despacho.

Cliff: Perfecto, estás aquí. Celeste no estaba en su mesa, y... -Se detuvo de repente al ver la cara de su amigo-. ¿Qué demonios te ha pasado?

Stephen: Tuve una avería. -Había perfeccionado su explicación, después de haberla dado una docena de veces. Volvió a darla ahora, de cabo a rabo, y acabó con-: Recuérdame que jamás me haga mecánico.

Con el ceño fruncido, Cliff se le acercó, sin dejar de observar las heridas de Stephen.

Cliff: ¿Seguro que te encuentras bien? Desde luego, te hiciste una buena carnicería.

Stephen: Sí, estoy bien, seguro. Aunque ayer por la noche no me sentía tan valiente. De no ser por Zac, probablemente habría pasado la noche en el suelo del aparcamiento. Él me llevó a casa. Nancy me curó. Y ya me estoy reponiendo.

Cliff: Bien. -Como todos los demás, pareció aceptar el relato de Stephen sobre el incidente. Tomó un sorbo de café-. Me he dejado caer por aquí al volver del juzgado. Quería asegurarme de que sabes que tu padre va a venir desde Connecticut el jueves. No sabía si Zac te lo había mencionado.

Stephen: Sí, me lo mencionó. ¿Has hablado directamente con mi padre?

Cliff asintió.

Cliff: No quiso interrumpir tus reuniones de ayer. Supuso que o Zac o yo te daríamos la noticia. -Una prudente pausa mientras observaba su taza de café-. Yo no me preocuparía mucho por esta visita. Tu padre está bastante contento con el resultado de las encuestas recientes. Todo debería ir viento en popa.

Stephen enarcó una ceja.

Stephen: Sí, claro.

Cliff se aclaró la garganta.

Cliff: ¿Quieres que yo esté aquí cuando él llegue?

Stephen: Sería de ayuda, probablemente. Ya sabes, tú y Zac, rodeándorne. Un frente unido contra un adversario colosal.

Cliff: Tampoco es tan horrible como eso. -Soltó una risita, pero en sus ojos había comprensión. Conocía a Harrison Efron desde hacía muchos años, tanto personal como profesionalmente. El tiempo suficiente para haber aprendido a no menospreciar jamas su autoritaria presencia. Y era muy consciente de las expectativas de Harrison con respecto a Stephen-. Además, tú ya tienes un pie en la puerta del Senado estatal. Eso le pondrá de muy buen humor, seguro.

Stephen: No pongas la mano en el fuego. -Se frotó la nuca, ansioso por atacar el tema que lo preocupaba-. Cliff, no has encontrado, por casualidad, nada en la empresa de Walker, ¿verdad?

Cliff: Nada fuera de lo normal. -Le dedicó una mirada interrogante-. ¿Por qué? ¿Esperabas algo?

Stephen se encogió de hombros en un gesto de indiferencia.

Stephen: No. Solo que hay algo en ese tipo que... No sé.

Cliff: Es un poco fanfarrón y perdonavidas, no te lo niego. Y, sí, un poquito agresivo. Pero eso no es ninguna novedad. Ya has tratado con él otras veces.

Stephen: Cierto, pero no en algo de tanta envergadura como esto. -Consideró si ofrecerle a Cliff más información antes de pedirle que le diera un nombre y se dio cuenta de que debía hacerlo. Cliff era demasiado sagaz para que no le pareciera algo extraño que, de repente, le hiciera una pregunta así. Tenía que darle algún motivo para que encontrara cierta lógica en que quisiera investigar a Walker. No es solo una cuestión de ser agresivo -aclaró-. Tengo la sensación de que Walker es un verdadero luchador callejero. Lo cual podría tratarse tan solo de una fachada. Por otro lado, también podría significar que no es trigo limpio. No lo sé. Lo que sí sé es que concederle este contrato del aparcamiento municipal por parte de Leaf Brook sería confiar una fuente muy importante del dinero de la ciudad a una empresa privada. Y, aunque la idea es muy válida, yo tengo la responsabilidad como mandatario sobre Leaf Brook de investigar a fondo a Walker, simplemente para estar bien seguro.


Cliff: Te entiendo.

Stephen: Bien. -Habiendo llegado a ese punto, dio el paso siguiente-. ¿Tienes el nombre y número de teléfono de aquel investigador privado con el que mi padre contactó cuando investigamos los antecedentes de Braxton? Aquel tipo me gustó, era rápido, eficiente y discreto.

Cliff asintió.

Cliff: Tengo sus datos archivados. -Se metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y sacó su agenda electrónica. La abrió y pulsó unos cuantos botones-. Aquí está. Harry Shaw. Vive en Post Road, White plains. Te anotaré su dirección y teléfono. -Cogió una libreta de notas de la mesa de Stephen y garabateó la información-.

Stephen: Gracias.

Eso salvaba el mayor obstáculo. Pero había otro. Alguien tenía que hablar con los apoderados implicados en las transacciones de Walker fuera de la zona, por si la minúscula basura que necesitaba Stephen fuera una indiscreción legal que un abogado no facilitaría a un investigador privado. Cliff era la elección lógica para tal tarea. Era perspicaz, inspiraba confianza y poseía las credenciales legales necesarias.

«Cuidado -se dijo Stephen a sí mismo-. Di cuantas menos cosas sea posible».

Se sentó en su sillón, haciendo una mueca de dolor cuando sus costillas protestaron ante el movimiento.

Stephen: La otra vía que quiero seguir es ponerme en contacto con apoderados de fuera del condado de Westchester que hayan estado implicados en proyectos comerciales de Walker... tanto en los que éste haya construido como en los que haya simplemente gestionado. Quiero estar bien seguro de que solo tengo cosas positivas que decir sobre él.

Cliff lo miró, perplejo:

Cliff: Oye, Stephen, no lo entiendo. ¿Por qué esta repentina desconfianza? Saliste satisfecho de tus anteriores tratos con ese tipo. Lo suficiente para que estuvieras bastante contento cediéndole el contrato. De hecho, al menos, así lo estabas al principio. ¿Acaso ha sucedido algo para que eso cambie?

Stephen tenía la respuesta preparada.

Stephen: Estoy recibiendo la presión del consejo del Ayuntamiento. Eso es lo que sucede.

Cliff: ¿Suficiente presión para lanzar una inspección exhaustiva? Estoy seguro de que ya has investigado sobre Walker alguna vez en el pasado.

Stephen: Alguna vez, sí. Pero el consejo se resiste a este trato. Me temo un auténtico alud de preguntas. Necesito estar preparado para responder a cualquier cuestión que pudiera bloquear mi camino. Quiero todos los detalles. Y eso significa ampliar la investigación hasta zonas más allá del condado de Westchester. Harry Shaw no puede sondear a los apoderados uno por uno. Tú sí.

Cliff dejó la taza sobre la mesa.

Cliff: Y tú también. Por lo que recuerdo, ingresaste en el Colegio de Abogados. ¿Por qué no llamas y les preguntas tú mismo?

Era el momento de detener aquel interrogatorio.

Stephen: Porque soy el alcalde -replicó mirando fijamente a los ojos de su amigo-. Si hago esas llamadas yo mismo, parecerá que esta investigación sea algo muy serio. Como si no me gustara Walker. Eso es lo que intento evitar. Te estoy pidiendo un favor, Cliff. Te daré los nombres. Tú, haz unas cuantas llamadas discretas... hoy, si es posible. Y deja de preguntarme tantas cosas. Sé que eres un buen abogado, pero yo no estoy en el banquillo de los acusados. Así que para un poco.

Cliff percibió la determinación de Stephen en su tono de voz, alto y claro.

Cliff: De acuerdo -asintió, reprimiendo las preguntas que le habían quedado por formular-. Si te hace sentir mejor, dame los nombres. Ya haré las averiguaciones.


16.30


Nancy asomó la cabeza a la habitación de Brian y se sintió aliviada al ver que su hijo se había quedado totalmente dormido. Estaba completamente agotado. Con la infección de oído, los nervios y la falta de sueño. Brian realmente necesitaba echar una buena cabezadita.

Y no porque hubiera hecho muchas cosas hoy. Al contrario, se había mostrado inusualmente apacible. Se había pasado la mayor parte del día en su habitación, jugando con sus muñecos articulados y mirando sin demasiado interés el vídeo que habían alquilado. Se había animado un poco con la llegada de Zac, que le traía los deberes, pero se quedó aún más abatido que antes cuando su tío le informó que no había habido suerte con la búsqueda de la gorra de béisbol en la sección de objetos perdidos de la escuela. El único momento en que Nancy vio un asomo del Brian de antes fue cuando Zac le dio la pata de conejo de la señorita Hudgens. Su rostro se iluminó y el chaval empezó a disparar preguntas acerca de cuándo el padre de Ness le había regalado aquel amuleto a su hija, e incluso quiso saber cuántos partidos había ganado y perdido la señorita Hudgens aquella temporada.

Después de aquel breve resurgimiento de ánimos, Brian cogió la pata de conejo y se encerró de nuevo en su habitación.

No comió nada. Ni siquiera ante la amigable insistencia de Zac hizo más que mordisquear un poco el bocadillo y llevarse un par de bolitas de cereal a la boca. Preguntó por Stephen dos veces. Al saber que su padre se encontraba mucho mejor, se acurrucó en su cama (con la pata de conejo) y esperó que Stephen llegara a casa. Maldito sea Stephen por no llamar, pensó Nancy amargamente. Habría significado muchísimo para su hijo.

Ella lo arropó con una manta y se inclinó sobre él para besarlo en la frente. No tenía fiebre. Y el hecho de que no estuviera inquieto quería decir que la medicina empezaba a causar efecto. En cuanto al cometido de cuidar de Brian, al parecer ella lo asumía en su totalidad. Bien. Nancy cada vez estaba más acostumbrada a actuar en solitario desde que Stephen empezó a luchar contra sus demonios de nuevo. Abajo, sonó el timbre de la puerta.

A toda prisa, Nancy bajó las escaleras, cruzó el pasillo y llegó ante la puerta.

Nancy: ¿Quién es?

No hubo respuesta.

Ella atisbó a través de la mirilla y no vio a nadie. Qué raro. Estaba a punto de volver a subir al piso de arriba cuando oyó el sonido de una camioneta que se alejaba. Pegó el ojo a la mirilla otra vez. Una camioneta de reparto. Eso lo explicaba todo. Debían de haberle, dejado un paquete junto a la puerta. Quizás el farmacéutico había conseguido el antibiótico antes de lo previsto.

Abrió la puerta. No habían dejado ningún papel sujeto entre ésta y el quicio. Nancy salió y dirigió la mirada al escalón de la entrada. Vio una pequeña caja. La cogió. Iba dirigida a ella. Extrañamente, no figuraba remitente alguno.

Nancy volvió a entrar en casa y cerró la puerta tras ella mientras observaba el paquete con atención. «¿De quién podía ser?», -se preguntó-. Ella no había encargado nada. Y Stephen ni estaba de humor ni tenía la cabeza para enviarle regalos.

Entró en la cocina, dejó la caja sobre la mesa, cogió un abrecartas y lo deslizó bajo la tapa. Abrió las solapas del paquete. Lo primero que vio fue un destello rojo. Sobre aquel objeto, un sobre presumiblemente con una tarjeta.

Sacó de la caja ambas cosas... y se quedó helada. El destello rojo era la gorra de béisbol de Brian.

Durante un largo momento, Nancy se quedó mirándola fijamente, haciéndola girar lentamente entre sus manos, mientras una desagradable sensación de mal presagio se apoderaba de ella. De repente, dejó caer la gorra sobre la mesa y cogió el sobre. En él figuraba, escrito a máquina, «Sra. Efron». Nancy lo abrió por un lado, sacó la nota que había dentro y la desplegó.


Querida Sra. Efron:

Creo que su hijo ha perdido su gorra. Se la devuelvo. A veces, pienso que los niños perderían no solo la gorra sino también la cabeza si los padres no tomaran decisiones sabias por su bien. Espero que su esposo tome sabias decisiones por el bien de Brian. Eso garantizará que crezca fuerte y sano. Insista al alcalde para que así lo haga. Insistale a que no corra riesgos 1innecesarios. Hacer apuestas y jugarse la seguridad de su hijo sería un acto estúpido y peligroso. Podría conllevar algún accidente y provocar una incalculable y dolorosa pérdida. No deje que eso suceda.

Sinceramente suyo, Un amigo.


Nancy no recordaba haberse derrumbado sobre la silla de la cocina. No recordaba casi nada de nada. Le temblaban las manos y veía borroso a causa de las lágrimas. Leyó la nota de cabo a rabo dos veces, tiritando de pies a cabeza.

Alguien amenazaba la vida de Brian. Ia misma persona que tenía a Stephen atrapado en una encerrona financiera y que había hecho que le pegaran una paliza la noche anterior. Quienquiera que fuera, sabía que Stephen apostaba. Y lo estaba chantajeando con eso. Solo que Stephen ya no era el único que corría un riesgo. También lo corría su hijo de siete años.

Nancy se levantó, fue hasta el teléfono, lo descolgó y marcó el número privado de Stephen. Celeste respondió la llamada.

Celeste: Despacho del alcalde Efron.

Nancy: Necesito hablar con él, Celeste. -No se lo pedía, se lo ordenaba-.

Una pausa sorprendida. La esposa del alcalde siempre se mostraba cordial.

Celeste: Lo siento, señora Efron, pero está encerrado en el despacho y ha dado instrucciones de que no se le moleste.

Nancy: ¿Está solo?

Celeste: Bueno, sí, pero...

Nancy: Entonces, pásamelo. Es una emergencia.

Otra pausa.

Celeste: Por supuesto. Un momento.

Tan solo unos segundos después, Stephen cogió el auricular.

Stephen: ¿Nancy? ¿Qué pasa? ¿Brian está bien?

Nancy: Hijo de puta -logró mascullar con la voz ahogada por las lágrimas-. No me extraña que estés preocupado por Brian. ¿Cómo has podido dejar que esto suceda? ¿Cómo has podido poner en peligro a tu propio hijo? ¿Y cómo has podido ocultármelo?

Stephen contuvo la respiración.

Stephen: ¿Qué ha pasado? Maldita sea, Nancy, ¿Brian está bien?

Nancy: De momento, sí. -Apenas sabía lo que estaba diciendo, de pura histeria-. Está durmiendo. Después de pasarse todo el día esperando que lo llamaras. Pero no es eso lo que preguntas, ¿verdad?

Stephen: Nancy, cálmate. Cálmate y dime qué está pasando.

Nancy: ¿Que yo te diga a ti lo que está pasando? Lo entiendes al revés. No es a mí a quien están chantajeando. No soy yo la causa de que amenacen la vida de mi hijo.

Stephen: ¿Que lo amenazan? ¿Quién lo amenaza?

Nancy: Un amigo -repuso sarcástica-. El que ha dejado en casa la gorra de béisbol de Brian con una nota que dice que será mejor que seas buen chico y te portes bien.

Stephen: Mierda. -Se le revolvió el estómago-. ¿Ha estado ahí ese tipo?

Nancy: Una camioneta de reparto ha hecho el trabajo sucio. Ha traído la gorra de Brian y este mensaje. -Leyó la nota en voz alta, y por tres veces se le quebró la voz-. Maldito seas, Stephen -dijo al acabar, entre sollozos-. Puedes irte al infierno.

Stephen: Nancy, escúchame. Tengo todo este asunto bajo control.

Nancy: ¿Bajo control? -repitió casi chillando-. ¿Tú llamas a todo lo que ha estado pasando estos últimos días tener las cosas bajo control?

Stephen: Lo llamo una lucha por sobrevivir -le espetó-. Lo llamo ir a contrarreloj para proteger a mi hijo. Y para protegerte a ti. ¿Por qué crees que no te he dicho nada? Sabía que te romperías en mil pedazos, como estás haciendo ahora mismo.

A Nancy le retumbaba la cabeza con tanta fuerza que casi no podía pensar.

Nancy: ¿Quién está detrás de esto? Quiero la verdad, Stephen. ¿Quién te está haciendo chantaje, y por qué?

Stephen respiró hondo.

Stephen: Muy bien -repuso en aquel tono suyo que significaba que estaba a punto de perder el control y explotar-. ¿Quieres saberlo? Pues ahí va. El que me tiene contra la pared es un constructor inmobiliario que quiere un contrato millonario con la ciudad y que no se detendrá hasta lograrlo. Sabe que yo apuesto. Dispongo de dos días para conseguirle el contrato o, de lo contrario, dará la noticia a los medios de comunicación y la policía, por no mencionar lo que puede hacerle a Brian.

Nancy: Oh, Dios mío. -Se secó el sudor que le empapaba la frente-. De acuerdo, pues. Dale el contrato.

Stephen: No es tan fácil. Número uno, el consejo del Ayuntamiento no me respalda. Así que no tengo votos suficientes. Número dos, Walter es escoria. No puedo comprometer a Leaf Brook en un trato tan importante como este... no con ese tipo.

De la garganta de Nancy escapó una risa histérica.

Nancy: ¿Ahora resulta que eres un hombre honorable? Te has destruido a ti mismo y a tu familia, ¿y ahora estás preocupado por la moralidad?

Stephen: ¡No se trata de moralidad! -gritó-. Se trata de librarse de ese bastardo de una vez por todas. Estoy haciendo averiguaciones. Tengo que ir con pies de plomo. Walker tiene un chivato infiltrado en alguna parte. Por eso llegué ayer a casa con el aspecto que llegué. Pero eso no va a detenerme. He contratado a un investigador privado. Él descubrirá algún trapo sucio de ese hijo de puta. Algo que pueda arruinarle. Y entonces...

Nancy: Si es que descubre algún trapo sucio. Un hombre como ése, demasiado listo para dejar rastro de sus trapicheos.

Nancy pensaba a toda velocidad, buscando posibles soluciones. El FBI. Podía llamar al FBI... después de todo, en este asunto se había amenazado físicamente a un niño. Pero la amenaza no era explícita, lo que significaba que no había garantía de que el FBI pudiera hacer algo. Mientras, la historia se filtraría, el sórdido secreto de Stephen se haría público y la vida de Brian quedaría destrozada. Peor aún, Brian no quedaría a salvo, tampoco. Si las autoridades no podían actuar, o si actuaban pero no capturaban a todos los canallas implicados, alguno de ellos podría seguir acosando a Brian.

Nancy era su madre. Dependía de ella hacer algo.

De repente, la histeria desapareció para convertirse en el sereno epicentro del ojo del huracán.

Nancy: No puedo permitir que nos hagas esto a Brian y a mí, Stephen. Ya no.

Stephen: ¡Maldita sea, Nancy, se supone que eres mi esposa! -explotó-. Necesito tu apoyo. Se trata solo de unos días. Mantén a Brian en casa. De ese modo, nadie podrá acercársele. Después del jueves, todo habrá terminado.

Nancy: Ya ha terminado ahora -repuso, toda serenidad-.

Y volvió a dejar el auricular en su sitio, llevada por un ciego instinto maternal de protección. Su matrimonio era algo secundario. Brian era lo primero.

Descolgó de nuevo y marcó aquel número que sabía de memoria.


Cliff conducía de vuelta a casa cuando sonó su móvil.

Cliff: Hola -contestó, esperando oír la voz de Stephen-.

Nancy: Cliff, soy yo.

Sus manos se agarraron con fuerza al volante.

Cliff: Nancy, ¿qué pasa? -Era evidente que ella estaba llorando-.

Nancy: No puedo hablarte. Tengo que salir de aquí. Ahora. Hoy. Necesito un favor. Unos cuantos, de hecho. ¿Puedes reunirte conmigo?

Cliff: Donde y cuando quieras.

Nancy: ¿Dónde estás ahora?

Cliff: En la autovía de Taconic. A tres salidas al norte de Leaf Brook.

Nancy: Bien. ¿Puedes venir directamente a mi casa? Brian está enfermo y no quiero dejarlo solo. Además, no puedo perder ni un minuto. Tengo que hacer las maletas para él y para mí.

Cliff: ¿Hacer las maletas? ¿Para ir adónde?

Nancy: Te lo diré cuando llegues aquí.

Veinte minutos después, Cliff estaba sentado en la cocina de Nancy y escuchaba, boquiabierto, la nota que ella había recibido y que ahora releía en voz alta para él.

Cliff: Por Dios. Esto, desde luego, explica por qué Stephen estaba tan obsesionado con ese tipo. -Levantó la mirada-. ¿Qué sabe Walker sobre Stephen...? o no hace falta que lo pregunte.

Nancy: Efectivamente, no hace falta. -No entró en detalles. Aquel era un tema que nunca habían siquiera mencionado, aunque Cliff era muy consciente de su existencia-. No sé los pormenores. Ni quiero saberlos. Es la misma historia de siempre. Tengo que irme de aquí... por el bien de Brian. Tengo muchísimo miedo por él. -Se secó con ambas manos el rostro bañado de lágrimas-. Cliff, las llaves de tu refugio en la montaña, en Stowe... ¿las llevas contigo ahora?

Lentamente, Cliff asintió.

Cliff: Sí, las tengo aquí.

Nancy: ¿Podrías dejar que Brian y yo nos instalemos allí un tiempo?

Cliff: Ya sabes que sí.

Nancy tragó saliva y su semblante tomó un aspecto decidido.

Nancy: Ahora viene la parte difícil. Tienes que prometerme que no le dirás a nadie dónde estoy.

Cliff: ¿A nadie? -repitió aturdido-. ¿Y qué pasa con Stephen?

Una pausa incómoda y densa.

Nancy: Sobre todo a Stephen.

Las lealtades enfrentadas de Cliff se reflejaban en la expresión apenada y preocupada de su rostro.

Cliff: ¿Tú sabes lo que me estás pidiendo? Stephen es mi mejor amigo, Cuando vea que tú y Brian habéis desaparecido, se desesperará.

Nancy: Y Brian es mi hijo. Va en primer lugar. Mira, no voy a asustar a Stephen. Le dejaré una nota explicándole lo que he hecho y por que.

Cliff: Pero no dónde estás.

Nancy: Eso es. Cliff, si crees que no puedes hacerme el favor que te pido dilo y ya está. No te lo reprocharé. No tengo ningún deseo de ponerte en una situación insostenible.

Cliff: Pero si digo no, te irás a cualquier otro lugar. Solo que, entonces, nadie sabrá dónde estás.

Nancy: Exacto.

Cliff lanzó un suspiro y se levantó. Se metió la mano en el bolsillo y sacó las llaves.

Cliff: Toma -le dijo a Nancy, poniéndoselas en la palma de la mano. Frunció el ceño al notar lo fría que estaba-. Nancy, quizás no deberías conducir. Puedo llevaros a Brian y a ti...

Nancy: No -lo interrumpió con un leve gesto de su brazo-. Es tarde. Tú tienes tu vida. Además, ya has hecho bastante. -Una pausa vacilante-. De hecho, eso suena más magnánimo de lo que en realidad es. Porque estoy a punto de pedirte que vengas mañana a vernos. Brian tiene una infección de oído. Está tomando un antibiótico. El farmacéutico derramó parte de la medicina cuando preparaba la fórmula. Así que me dio la cantidad que quedaba, suficiente para un par de días. Y va a entregarme el resto mañana. -Miró las llaves que tenía en la mano-. Odio tener que pedirte esto... Ya sé lo ocupado que estás...

Cliff: No te preocupes, haré un hueco en mi agenda de mañana. Tan pronto como la fórmula esté preparada, la recogeré y te la llevaré al refugio.

Nancy se sintió profundamente aliviada.

Nancy: Muchas gracias. -Se acercó a Cliff y lo abrazó estrechamente. Por un instante, los brazos de Cliff también se cerraron alrededor de Nancy y la atrajeron hacia él. De repente, Cliff la soltó y se separó de ella-.

Una corriente de comunicación pasó entre ambos.

Cliff: ¿Estarás bien? -preguntó con voz ronca-.

Nancy: Sí. -Le miró fijamente a los ojos durante una larga pausa-, Al menos, eso creo.

Cliff: ¿Te mantendrás en contacto?

Nancy: Te llamaré al móvil. Por la noche, tarde, cuando ya no estés con Stephen. No permaneceré lejos por mucho tiempo. Cuando esta crisis haya acabado... -Los ojos se le llenaron de lágrimas-. ¿A quién pretendo engañar? Enseguida habrá otra crisis. Y otra más, si Stephen no baja de la noria donde está rnontado y se deja ayudar. Cliff, no puedo vivir así. Ya no.

Cliff: Nancy... -le costó tragar saliva-. Ahora no es el momento para tomar decisiones precipitadas.

Nancy: Tienes razón. -Desvió la mirada, le dio la espalda y empezó a ir hacia las escaleras-. Tengo que despertar a Brian. Quiero ponerme en marcha antes del anochecer.


4 comentarios:

Alice dijo...

Y todo eso pasó el día de mi cumple!
y yo sin enterarme! XD XD XD

Va venga chicas, que esto se pone interesante, cada vez más. Tenéis que comentar!!
Ya tengo 5 novelas preparadas para poner después de esta.
Tenéis que comentar mucho mucho para que publique cada día y así poder poner prontito las que tengo preparadas.

Espero que os haya gustado el capi!
Bye!
Kisses!

LaLii AleXaNDra dijo...

1. feliz cumple retardado hahaha
2. Tus noves adaptadas son las mejores.. cada dia las amo mas :D
3.Stephen se va querer morir cuando no vea a Nancy y Briam :(
pero ella tiene razon si el no pone punto final a eso Briam corre peligro...
y ahora Zanessa??, espero que Zac tenga poder de convencimiento sobre Vanessa, y ahora lo que se viene es super bueno..
sigue tu nove :)
X0X0

Lau B. dijo...

HAPPY BIRTHDAY!!!!!
ALICE!!! ;) :D
OTRO CAPITULO AS SOON AS YOU CAN POR FAVOR!!!
CARACTER URGENTEEEE!!!
LOL
ME ENCANTOOO!
BYE
Xx LB

Lau B. dijo...

MORE ZANESSA NEXT TIME PLEASEE!!
ESTOY MUY PREOCUPADA POR BRIAN :(

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