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sábado, 2 de noviembre de 2019

Capítulo 12


Vio luces que pasaban por encima de su cabeza a toda velocidad y se preguntó si estaría muerto. A lo mejor aparecían unos ángeles sexis que lo guiarían a través de esas luces hacia lo que fuera.

Oyó voces, muchas voces trepidantes que hablaban en jerga médica. Supuso que a los ángeles muertos y sexis no les preocuparían ni las heridas de bala ni las caídas de la presión sanguínea.

Además, era imposible que los muertos sintieran tanto dolor, joder.

A través de aquel tormento, del frío (¿por qué tenía tanto frío?), de la confusión y de las preguntas extrañamente ajenas sobre su propia muerte, le llegó la voz de Sarah.
 
Sarah: Vas a ponerte bien. Zac. Zac. Tú aguanta. Vas a ponerte bien.
 
Vale, pensó, pues muy bien.

Lo siguiente de lo que volvió a ser consciente fue de más dolor. Su cuerpo, su mente, todo parecía flotar a través del dolor, alrededor de él, dentro de él. El dolor dominaba el puñetero juego.

Como no quería jugar, perdió el conocimiento de nuevo.

El dolor se negó a sentarse en el banquillo cuando recuperó la conciencia, y aquello lo cabreó. Algo, alguien le dio unos golpecitos con el dedo, y eso también lo cabreó.
 
Zac: Vete a la mierda -soltó-.

Incluso a sus débiles oídos sonó a «Temieda», pero lo decía en serio.
 
**: Casi hemos terminado, detective.
 
Zac abrió los ojos. Todo era demasiado blanco, demasiado brillante, así que estuvo a punto de volver a cerrarlos. Pero entonces vio una cara bonita, unos grandes ojos castaños, una piel dorada.
 
Zac: Ángel sexy.

«Aguel sesi.» 

Los labios carnosos y suaves se curvaron. Y volvió a perder el conocimiento.

Lo recobraba y lo perdía, lo recobraba y lo perdía; no era como una montaña rusa, sino como una balsa que se mecía con suavidad en un río.

El río Estigia. Eso sería malo.

Oyó la voz de su madre.
 
«¿Qué clase de nombre es Yossarian? Es el nombre de Yossarian, señor.»

Trampa 22. Ah.

Volvió a sumirse en la inconsciencia; en sueños, mantuvo una larga conversación sobre la muerte y los ángeles sexis con el bombardero que guardaba un secreto.

Cuando el dolor lo azotó de nuevo, decidió que, ya no cabía duda, aquel rollo de estar muerto era un asco.
 
Sarah: Claro que sí, pero no lo estás.
 
Abrió aquellos pesados párpados y vio a Sarah.
 
Zac: ¿No?
 
Sarah: Está claro que no. ¿Esta vez aguantarás un rato despierto? Acabo de convencer a tus padres de que bajen a comer algo. Puedo ir a buscarlos.
 
Zac: ¿Qué demonios...?
 
Mientras Sarah bajaba la barrera de la cama para sentarse a su lado y cogerle la mano, Zac valoró la situación. Máquinas y monitores, la irritante molestia de la vía intravenosa en el dorso de la mano, el intenso dolor de cabeza, el sabor amargo y metálico en la garganta y una veintena de tormentos más bajo el dolor generalizado.
 
Zac: Me disparó. Patricia Hobart, conducía un Honda Civic blanco, Maine...
 
Sarah: Ya nos has dado toda esa información.
 
Su cerebro quería apagarse de nuevo, pero Zac se impuso.
 
Zac: ¿La habéis cogido? ¿La tenéis?
 
Sarah: Lo haremos. ¿Estás para contarme lo que pasó?
 
Zac: Aturdido. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
 
Sarah: Hoy es el tercer día, camino del cuarto.
 
Zac: Mierda. Mierda. ¿Es muy grave?
 
Sarah se revolvió. Ya habían mantenido partes de aquella conversación, pero en esa ocasión parecía más lúcido. O tal vez solo fuera lo que ella quería ver.
 
Sarah: Primero la buena noticia. No te vas a morir.
 
Zac: Sí que es buena noticia.
 
Sarah: Recibiste dos disparos. El del hombro te desgarró unas cuantas cosas, pero los médicos dicen que con fisioterapia recuperarás completamente la movilidad y el rango de movimiento. No puedes pasar de la fisioterapia, por mucho que duela o por aburrida que sea. ¿Entendido?
 
Zac: Sí, sí.
 
Sarah: La segunda, en el torso, lado derecho, te fracturó un par de costillas y te rasgó el hígado al cambiar de trayectoria. Sufriste lesiones internas y perdiste mucha sangre, pero te han curado. Te sentirás como el culo durante un tiempo, pero si no te comportas como un gilipollas, te recuperarás del todo.
 
Zac: No me habrá dado, ya sabes, en la fábrica de diversión, ¿no? Porque noto algo raro ahí abajo.
 
Sarah: Es la sonda. Te la quitarán cuando puedas caminar.
 
Zac: Así que llevo cuatro días prácticamente muerto, pero no del todo.
 
Sarah: Solo tú podrías mezclar dos clásicos del cine. ¿Cómo consiguió pillarte por sorpresa?
 
Zac cerró los ojos y se obligó a recordarlo.
 
Zac: Peluca rubia, lentillas azules, una prótesis facial... ligera sobremordida sexy. Me dijo que Renee, la... Renee.
 
Abrió los ojos y lo vio. Lo vio antes de que Sarah se lo dijera.
 
Sarah: Lo siento, Zac. La encontramos en su casa. Dos disparos en la cabeza. Hora estimada de la muerte, apenas dos horas antes de que te disparara a ti. Por lo que hemos averiguado, Hobart (entonces una pelirroja que respondía al nombre de Faith Appleby) entró en contacto con Renee hace unos meses. Le aseguró que estaba buscando casa y parece que siguió tus pasos por las distintas propiedades. Entabló amistad con Renee, así que debió de enterarse de tu cita y lo vio como su oportunidad de eliminarte.
 
Zac: Me dijo que Renee iba a llegar tarde y que le había pedido que me enseñara la casa. No la identifiqué de inmediato, pero su voz... Había visto algunas entrevistas y reconocí la voz. Tardé demasiado en atar cabos.
 
Sarah: Compañero, si no lo hubieras hecho... estarías no solo muerto, sino real y auténticamente muerto.
 
Zac: Y otro clásico del cine. Me tomó la delantera, Sarah, y deja que añada: recibir un disparo duele que te cagas. Dio la vuelta a la barra, a la isla esa de la cocina, para rematarme. Yo tenía el brazo derecho inutilizado, pero saqué el arma con el izquierdo. Creo que disparé tres veces. Sé que le di. Sé que le di, joder.
 
Sarah: Le diste. El rastro de sangre salía por la puerta principal.
 
Zac: Bien.
 
Sarah: Se nos escapó por los pelos, Zac. Debía de tener preparado un plan de huida. Mató a sus abuelos antes de largarse.
 
Zac: Venga ya.
 
Sarah: La hija de puta se cargó a la abuela cuando iba con el andador y pegó un tiro al abuelo mientras estaba sentado en su puñetero sillón reclinable. Hemos congelado las cuentas de ambos porque su nombre figuraba en todas ellas, pero al parecer llevaba años esquilmándolas de manera sistemática; debe de tener millones -le acarició la mano entre las suyas-. Te debo una disculpa enorme, gigante.
 
Zac: Es ella. Ella ha estado matando a las personas que se les escaparon a su hermano y a sus amigos.
 
Sarah: Encontramos su cuarto de guerra, sus listas de asesinatos, fotos, datos que ha ido acumulando. Las armas que dejó, más pelucas y disfraces, mapas. No hay ordenador. Es de suponer que trabajaba en un portátil y se lo ha llevado con ella. El coche en el que condujo hasta la casa había sido robado aquella mañana y lo abandonó en casa de sus abuelos. Tenemos una orden de búsqueda del coche registrado a su nombre y, como ahora es la principal sospechosa de casos sin resolver en varios estados, se ha convertido en un asunto nacional.
 
Zac: Se han metido los federales.
 
Sarah: Me parece bien que lo hayan hecho. Es lista, Zac. Es astuta y está loca. Es nuestro caso, pero aceptaremos la ayuda. Tienes que recuperarte, compañero. Y eso implica descanso, medicación y fisioterapia, y cualquier otra cosa que digan los médicos, y nada de tonterías.
 
Zac: En mi apartamento, en el dormitorio. He improvisado un tablero para seguir el caso y he cotejado archivos. No dejes que los federales lo confisquen. Lo compartiré, pero no dejes que confisquen el trabajo. Ve a buscarlo.
 
Sarah: De acuerdo. Mira, voy a buscar a una enfermera, ya que llevas despierto más tiempo que en ningún otro momento. Y a tus padres, que apenas se han movido de aquí a pesar de que tus hermanos han hecho turnos -necesitaba tocarlo, así que le pasó la mano por la barba de cuatro días que le cubría cara-. Tienes mal aspecto, Zac, pero vas a salir de esta. Ese botón de ahí es un goteo de morfina que puedes manejar a tu gusto.
 
Zac: Sí. Me lo pensaré. Hay una enfermera... Creo que es enfermera... A menos que estuviera alucinando. Muy guapa, ojos castaños, una sonrisa preciosa, piel del color del caramelo que mi madre solía fundir para cubrir manzanas en Halloween.
 
Sarah: No te equivocas. Es Tinette. Veré si está trabajando. -Después se agachó y posó ligeramente los labios sobre los de él-. Me has dado un susto de muerte, Zac. Intenta no volver a hacerlo.
 
Siguió perdiendo y recuperando el conocimiento durante veinticuatro horas más, pero pasó tanto tiempo consciente como inconsciente. Querían que se levantara, que diera paseos cortos... y la encantadora (y, por desgracia para él, casada) Tinette lo manejaba con mano de hierro forrada de terciopelo. E insistía en que, si quería que le quitaran la sonda (oh, sí, por favor), tenía que recuperar la movilidad.

Zac avanzaba arrastrando los pies, tirando del gotero y por lo general con algún familiar o policía al lado.

Le conmovía el hecho de que Toro Stockwell no faltara ni un solo día, a pesar de que lo sermoneaba con que moviera ese trasero esmirriado de cuentista que tenía.

En los diez días transcurridos desde que recibiera los balazos, había perdido más de tres kilos y medio, y casi podía sentir como desaparecía su tono muscular.

Su madre le llevó pastel de carne, y su padre le pasó pizza de contrabando. Su hermana le hizo galletas. Su hermano le dio una cerveza a escondidas.

La primera sesión de fisioterapia lo dejó exhausto y cubierto de un sudor frío.

La habitación del hospital, llena de flores, plantas, libros y un ridículo osito de peluche equipado con una placa de detective y una nueve milímetros, empezaba a parecerle una cárcel.

La única ventaja era que entrar era tan difícil como salir. La única vez que Susan McMullen había conseguido colarse, Tinette, desde entonces la heroína de Zac, la echó a patadas.

Aun así, McMullen se las ingenió para sacarle una foto con el móvil. Cuando Zac la vio publicada en internet, decidió que le habían mentido y que en realidad estaba muerto.

Desde luego, pinta de zombi sí tenía.

Toro siguió en su línea y lo obligó a levantarse y a moverse después del segundo asalto de fisioterapia, cuando lo único que Zac tenía ganas de hacer era dormir para olvidar sus penas.
 
Toro: Deja de quejarte de que te duele la barriguita.
 
Zac: No es precisamente la barriga lo que me duele.
 
Toro: Gimoteos, quejidos, lloros. ¿Quieres volver a ser policía?
 
Zac: Nunca he dejado de serlo.
 
Zac apretaba los dientes mientras caminaban. Al menos ya le permitían ponerse unos pantalones de algodón y una camiseta, en lugar de la humillante bata de hospital.
 
Toro: Si no eres capaz de desenfundar y disparar como un hombre, te sentarán a un escritorio y no te dejarán moverte de allí.
 
Zac: Sarah te pegaría una patada en el culo si oyera lo de «como un hombre».
 
Toro: Pero Sarah no está aquí -acompañó a Zac hasta una pequeña zona ajardinada donde al menos el aire olía a aire-. Y no te está contando las cosas como son. No quiere añadir estrés a tus pobres sentimientos.
 
Zac: ¿De qué estás hablando?
 
Toro: Los federales. Nos están desplazando, toman el mando.
 
Zac: Lo sabía.
 
Asqueado, Zac lanzó un puño al aire. Se le nubló la vista cuando el hombro le estalló de dolor.
 
Toro: Oye, oye, tómatelo con calma, campeón -agarró a Zac por el brazo bueno y lo hizo sentarse en un banco-. Sarah ha peleado con uñas y dientes, deberías saberlo. Tú has llevado la delantera en este asunto durante años, y nadie te ha echado una mano. Ni siquiera un servidor. El problema es que no es solo un caso importante, es importante para la prensa. Puede que pongan cara de funeral y digan que la prensa no tiene nada que ver con esto, pero eso es una mierda pinchada en un palo. Y el otro problema es que tú formaste parte de lo del centro comercial DownEast y ahora te has convertido en objetivo de la hermana de uno de los tiradores.
 
Zac: Ella también estuvo implicada en lo del centro comercial. Estoy seguro de que sabía lo que estaba tramando su hermano.
 
Toro: No digo lo contrario. Lo que digo es que los federales lo ven como dos puntos en contra de que sigas implicado en la investigación, y los jefes de nuestro bando están de acuerdo.
 
Zac: Eso sí que es una mierda pinchada en un palo.
 
Toro: Es una mierda enorme y apestosa pinchada en un palo, pero es lo que hay. Van a atarte a un escritorio cuando vuelvas, y a darte trabajo de machaca hasta que pases el examen físico. E incluso entonces seguirás apartado del caso Hobart.
 
Zac: Hijos de puta.
 
Toro: Vuelve a poner en marcha ese culo triste y esmirriado, chaval. Muchos de nosotros estamos dispuestos a trabajar en esto en la sombra, pero tienes que superar lo de que te hayan disparado. Y no me digas que no te provoca sudores fríos cuando estás a oscuras.
 
Zac: Veo la pistola acercándose. A cámara lenta. Como si tuviera todo el tiempo del mundo para ponerme a cubierto, para devolver los disparos. Pero yo voy a cámara aún más lenta, y esa maldita pistola tiene el tamaño de un cañón.
 
Toro: Supéralo. Vuelve al trabajo.
 
Zac: Tu compasión y tu simpatía son tan sentidas...
 
Toro resopló, como los toros.
 
Toro: Ya hay bastante gente que te tiene entre algodones y te da besos en la frente. Lo que necesitas es una patada en el culo.
 
Zac: Te lo agradezco.
 
Toro: Y, me cago en la leche, come algo. Pareces un espantapájaros zombi. Ahora levántate y anda.
 
Zac esperó para hablar con Sarah al respecto, porque, por fin, le abrieron la puerta de la jaula.

Se iba a casa.

No al estercolero, pues todavía no podía subir los tres pisos sin ascensor, sino a su antigua habitación en casa de sus padres, a los guisos de su madre, a los chistes maravillosamente malos de su padre.

Había pedido, de forma específica, que Sarah lo recogiera y lo llevara, así que esperó para hablar con ella.
 
Zac: ¿Por qué tengo que sentarme en una silla de ruedas para irme cuando durante dos puñeteras semanas y media no he oído otra cosa que «levántate y anda»?
 
Tinette, la de la hermosa sonrisa, dio unas palmaditas en la silla.
 
Tinette: Las reglas son las reglas, cariño. Y ahora sienta ese culito en la silla.
 
Zac: ¿Y si cuando esté al cien por cien tenemos una aventura caliente, tórrida y salvaje? Sería bueno para mi salud emocional y mental.
 
Tinette: Mi marido te aplastaría como a un insecto, flacucho. Lástima que mi hermana solo tenga dieciocho años.
 
Zac: Eso ya es legal.
 
Tinette: Si te acercas a mi hermanita, yo misma me encargaré de que vuelvas a este hospital. -No obstante, le acarició el hombro-. Me alegra que te vayas, Zac, y al mismo tiempo me da pena.
 
Zac: Vendré para la tortura.
 
Tinette: Y yo bajaré a comprobar que no lloras demasiado. Toma, sujeta tu osito de peluche.
 
Zac lo cogió en brazos y echó un último vistazo a la habitación. Sarah ya había recogido los libros, su tableta y el resto de las cosas acumuladas.
 
Zac: No echaré de menos este sitio -dijo mientras Tinette empujaba la silla hacia el exterior-, pero a ti sí. Eres la única mujer a la que quiero, aparte de mi madre, que me ha visto desnudo sin que yo haya tenido el mismo privilegio.
 
Tinette: Añade un poco de carne a esos huesos -viró hacia el ascensor-. Y acepta un consejo.
 
Zac: De ti lo acepto.
 
Tinette: No vuelvas al lío demasiado rápido, cariño. Date un poco de tiempo. Pasea al sol, acaricia unos cuantos cachorros, come helados, haz volar una cometa. Te conozco lo suficiente para saber que eres un buen policía y un buen hombre. Tómate un tiempo para recordar por qué eres ambas cosas.
 
Zac tendió la mano hacia atrás, la izquierda, para tomar la de ella.
 
Zac: Voy a echarte mucho de menos.
 
Sarah los saludó con una sonrisa.
 
Sarah: Te han soltado, compañero. Tinette, eres un tesoro.
 
Tinette: Por supuesto que lo soy. Venga, cariño, te ayudo a subir al coche -lo acomodó y le puso el cinturón-. Cuida de mi paciente favorito.
 
Zac: Dame una hora en un motel barato. Te cambiará la vida.
 
Tinette soltó una carcajada y lo besó en la boca.
 
Tinette: Me gusta mi vida. Ahora ve a vivir la tuya.
 
Sarah: ¿Y si hubiera contestado que sí? -se preguntó en voz alta cuando se alejaban-.
 
Zac: Imposible. Está loca por su marido. ¿Sabes? Tinette tenía veinte años cuando ocurrió lo del centro comercial DownEast, y estaba haciendo servicios comunitarios a cambio de créditos para la universidad. Era auxiliar de enfermería, así que aquella noche terminó en primera línea en el hospital. El mundo es un pañuelo. -Guardó silencio un instante-. Toro me ha contado que los federales han tomado el mando, que nos han apartado. Que me han apartado.

Sarah dejó escapar una exhalación.
 
Sarah: Pensaba hablarte de ello cuando salieras, una vez que llegaras a casa y te instalaras. Lo siento, Zac, se han impuesto a la fuerza. Estás demasiado implicado, así que yo estoy demasiado implicada. Peleé con todas mis fuerzas, pero aun así han ganado.
 
Zac: Eso no va a detenerme.
 
Sarah resopló y se le agitó el flequillo que hacía poco que se había cortado.
 
Sarah: Mira, yo no apoyé tu teoría, y ahora está demostrado que esa teoría es un hecho. Los federales te la están robando delante de tus narices. Te darán un apretón de manos y una palmadita en la espalda. En nuestro lado, todos los jefes están de acuerdo con la decisión.
 
Zac: Eso no va a detenerme -repitió-.
 
Sarah: Lo convertirán en una orden. Créeme. Hagas lo que hagas, tendrás que hacerlo en la sombra, a escondidas. Si se enteran, te expedientarán y te degradarán. No está bien, pero es la política de la casa.
 
Zac: ¿Cuál es tu política?
 
Sarah: Estoy contigo. Haremos lo que podamos en nuestro tiempo libre. Y añadiré que Hank está con nosotros en esto.
 
Zac: Es un buen hombre.
 
Sarah: Sí. No va a volver a las clases a tiempo completo. Terminará el libro que está escribiendo. Dice que es ficción policial literaria. Es una puta pasada, al menos lo que me ha dejado leer. Pero parte de la razón por la que no va a volver es darme más tiempo para trabajar en esto. Contigo, cuando pueda.
 
Zac: Necesito pensarlo bien, tomarme un tiempo. Tengo que recuperar la forma. Por lo que se ve, recibir un par de tiros me ha convertido en un espantapájaros zombi.
 
Sarah: Sí, la verdad es que no estás en tu mejor momento. Pero, por Dios, Zac, créeme, hace unos días estabas peor.
 
Zac lo sabía, igual que sabía que le quedaba un largo camino por recorrer.
 
Zac: Necesito pillarla, Sarah. Necesito formar parte de esto. Pero voy a pensarlo. ¿No se sabe nada de ella desde que encontraron el coche?
 
Sarah: Se ha desvanecido en el aire.
 
Zac: Entonces el aire cambiará -murmuró-.
 
Pasó un mes con sus padres, aguantó la fisioterapia con los dientes apretados y se las arregló para ganar uno de los kilos que había perdido durante el encarcelamiento hospitalario.

Había perdido cinco antes de estabilizarse.

Volvió al trabajo... de oficina. Y cuando su capitán le comunicó la decisión sobre la investigación de Hobart, no discutió. No tenía sentido.

De todas formas, el trabajo de oficina tenía sus ventajas, y le ofrecía bastante tiempo para acceder a diversos archivos. Puede que no tuviera a los jefes de su parte, pero sí a los compañeros.

Habían encontrado rastros de sangre de Hobart en el asiento del conductor del coche que había dejado abandonado en el aeropuerto. Todavía no habían recuperado el coche cuyo robo había denunciado una familia de cuatro miembros tras regresar de tres semanas de vacaciones en Hawái.

Zac apostaba a que Hobart lo había arrojado a algún lago, le había prendido fuego en el bosque o lo había hecho desaparecer de cualquier otro modo. Hobart tenía dinero en efectivo y, casi seguro, documentos y tarjetas de crédito falsos. Jamás se quedaría con un coche robado.

Se compraría uno bajo un nombre falso, en metálico. Un coche de segunda mano, fiable y del montón, suponía. Cambiaría de peinado, de apariencia, para parecerse poco o nada a las fotos de los telediarios y de internet.

Hobart vería esos telediarios, leería los blogs, los periódicos, y permanecería agazapada, a distancia. Hasta que golpeara de nuevo.

Si era cierto que él le había metido una bala en el cuerpo, Hobart daría con la forma de recibir tratamiento médico.

Zac comprobó todos los allanamientos, los registros de hospitales, clínicas veterinarias y farmacias, pero no encontró nada que encajara.

Hizo una búsqueda de muertes en el ámbito sanitario. Médicos, enfermeros, auxiliares, veterinarios; encontró un par, pero, de nuevo, ninguno encajaba.

Pensó en qué haría él, adónde iría de estar en el lugar de Hobart. Sus pensamientos pulularon hacia el norte. Canadá. Identidad falsa, pasaporte falso. Cruzar la frontera, ponerse cómoda, tomarse un respiro.

Eso era justo lo que él habría hecho.

No era necesario arriesgarse a viajar en avión, no era necesario aprender un idioma nuevo. Alquilaría una puñetera cabaña en el bosque, intentaría pasar desapercibida.

Sin embargo, Hobart no sería capaz de cortar por lo sano, Zac lo sabía. Necesitaría terminar lo que había empezado. Tarde o temprano, una alerta en el móvil lo avisaría de que otra persona con la que había compartido aquella pesadilla había muerto.

Así que se dedicaba al papeleo, cumplía con la fisioterapia, se comía los guisos de su madre.

Y un día se despertó y se dio cuenta de que ya no se sentía buen policía. De hecho, apenas se sentía policía.

Era capaz de rotar el hombro sin agonizar, y de hacer unas cuantas repeticiones levantando una pesa de cuatro kilos y medio, pero lo cierto era que tampoco podía decirse que se sintiera muy hombre.

Era, bueno, el espantapájaros zombi con un buitre posado en el hombro a la espera de que alguien muriera.

Hora de quitárselo de encima, decidió, y de seguir el consejo de Tinette. Necesitaba pasear al sol y recordar qué había sido y por qué.




¡Gracias por los comentarios!
Me alegro de que os esté gustando la novela.

No os diré cuantos capítulos quedan, para que sea más emocionante. Pero aún hay bastantes.
Y respecto a Zanessa, no recuerdo en que capi se conocen 😆
¡Paciencia! Así es más emocionante también.

 

2 comentarios:

Lu dijo...

Menos mal que no le ha pasado nada a Zac.
Espero que encuentren a esa loca de una vez, pero me parece que va a asesinar a algunas personas mas.
Ya quiero que Ness y Zac se conozcan.


Sube pronto :)

Caromi dijo...

Pobre Zac, pero si tiene razón Linette, tiene que relajarse
que será de la loca de Patricia??
Ya quiero saber que es lo que sigue!!
Publica pronto porfis!

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