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martes, 12 de noviembre de 2019

Capítulo 14


¿Jefe de policía? Aquello no era más que otra locura.

CiCi le soltó la bomba y luego se largó alegremente a su estudio.

Así que Zac fue a dar un paseo en solitario por la playa con la esperanza de que el aire le devolviera la cordura.

Se sentó en las rocas y reflexionó. Paseó un poco más.

Cuando por fin volvió, CiCi estaba sentada en el patio con una cálida manta sobre las piernas y una botella de vino y dos copas encima de la mesa.
 
Cici: Necesitas una buena copa de vino.
 
Zac: No puedo ser jefe de policía.
 
Cici: ¿Por qué no? Solo es un título.
 
CiCi sirvió el vino.
 
Zac: No, no es solo un título. Es estar a cargo de un departamento. Es un puesto administrativo.
 
CiCi dio unas palmaditas en la silla que tenía al lado.
 
Cici: Eres inteligente, y el jefe actual trabajaría contigo hasta que le cogieras el truco. Me has contado lo suficiente a lo largo de estos últimos días y veladas entretenidas para que sepa que no eres feliz en Portland. No te sientes feliz en el molde en el que te ha metido tu jefe, tu capitán o lo que sea. Sal de ese molde, Zac. Tienes un propósito -prosiguió-, y tu aura late al ritmo que le marca.
 
Zac: ¿Mi aura late con un propósito?
 
Cici: Así es. Y aquí lo cumplirías. También cumplirías con tu propósito igual de fundamental de trabajar en la investigación de esa psicópata de Hobart. No es que el jefe de policía de la isla no tenga trabajo durante la temporada baja, pero contarías con ese tiempo y ese espacio -lo miró-. Dime que eres feliz donde estás y no volveré a decir nada al respecto.

Aunque Zac quería contestar que sí, negó con la cabeza.
 
Zac: No. He pensado en pedir un traslado, pero está Sarah. Y algunas personas más. Mi familia.
 
Cici: Aquí estás a menos de una hora de tu familia y tus amigos. Quieres esa casa. No hace falta ser adivina para saberlo, porque se te veía en la cara. Pero como sí soy algo adivina, sé que serás feliz aquí, que serás feliz en esa casa, porque es tu lugar. Está más claro que el agua. Tendrás tu propósito, tu hogar. Encontrarás al amor de tu vida.
 
Zac: Ya lo he encontrado -la interrumpió-.
 
CiCi se acercó a él y le cogió la mano.
 
Cici: Encontrarás al amor que comparta esa casa contigo. Formarás una familia en ella.
 
Zac: A duras penas puedo pagar la casa. ¿Quién sabe si estoy cualificado para ser jefe de policía o si el ayuntamiento de la isla me ofrecería el puesto?
 
CiCi sonrió por encima del borde de su copa. Unos aros de plata con gotas de color sangre destellaban en sus orejas.
 
Cici: Tengo una influencia nada despreciable. En ese puesto necesitamos sangre buena, joven e inteligente. Y aquí estás tú.
 
Zac: Eres parcial porque tú también me quieres a mí.
 
Cici: Sí, pero si no considerara que esto es bueno para ti y para la isla (y en tu caso no solo bueno, sino la respuesta que buscas), no habría hablado con Hildy ayer.
 
Zac: ¿Hildy?
 
Cici: La alcaldesa Hildy Intz. Le encantaría hablar contigo.
 
Zac: Por Dios, CiCi.
 
Entre risas, ella le dio un golpecito en el brazo.
 
Cici: Esta historia empieza a parecer real, ¿a que sí? Me recuerda a Vanessa. Ya te he contado que intentó encajar, pero al final se dio cuenta de que no podía. Cuando dio ese salto, encontró la respuesta. O una de ellas. No dejes que te mantengan encerrado en su molde, Zac. Maldita sea, eso es mi teléfono. Me lo he dejado dentro.
 
Zac: Voy a por él.
 
Entró a toda prisa y le acercó el móvil a CiCi.
 
Cici: Vaya. Barbara Ellen. -Tras subir y bajar varias veces las cejas en un gesto divertido, contestó-: Hola, Barbara Ellen. Sí. Hum. -Escuchó, asintió, bebió vino-. Entiendo. Sí, claro que lo haré. A mí también me ha encantado verte. Y a Cody. Sí, ha hecho un trabajo maravilloso. No me extraña que estés orgullosa de él. Ajá. -Miró a Zac y puso los ojos en blanco-. Sí, ya sé que lo harás. ¿Puedo llamarte luego? De acuerdo, adiós. -Puso fin a la llamada, colgó el teléfono, bebió otro sorbo de vino-. Barbara Ellen se muere de ganas de hacer las maletas y mudarse, de marcharse con Cody y olvidarse de la casa. Teniendo en cuenta todo eso, ha estado dando la lata a Cody para que te baje el precio, si te la quedas según lo acordado, otros setecientos cincuenta.

Zac: Joder, mierda.
 
Cici: Sabe que te encantará la casa que ella tanto ha querido, la casa donde crio a sus hijos. Es evidente que en eso no se equivoca.
 
Zac: No debería haber subido al mirador. -Más piedras, pensó, mientras se hundía a toda velocidad. Se pasó una mano por la cara-. Ya pintaba bastante mal antes de que lo viera. Sentir esa casa ya lo complicaba todo bastante, pero subir al mirador fue el remate. No consigo convencerme de no hacerlo.
 
Cici: Nunca he entendido por qué la gente siempre trata de convencerse de no hacer las cosas que quiere. Acabas de recibir otra señal, amigo. Deberías seguirla.
 
Zac: Sí.
 
Cici: ¿Por qué no llamo a Hildy y la invito a tomar algo?
 
Zac la miró y asintió.
 
Zac: ¿Por qué no?
 
 
En cuanto regresó a Portland, Zac llamó a Sarah y le pidió que se reuniera con él en el parque. Se sentó en el banco en el que habían estado juntos hacía más de una década. Él había dado un nuevo rumbo a su vida justo ahí, con ayuda de Sarah.

En ese momento se preparaba para volver a hacerlo.

Bajo la fría brisa de noviembre, contempló el mar, a la gente, mientras rememoraba aquel caluroso día de verano. El funeral de Britt, una chica que nunca había tenido la oportunidad de cambiar de rumbo.

Puede que aquello formara parte del todo, o al menos de su propio todo. A él sí se le había presentado la oportunidad, dos veces, y creía que tenía que sacarle el máximo provecho.

Después de lo del DownEast, se había preguntado, con preocupación, si habría una bala suspendida en el aire, en modo pausa, esperando a que alguien apretara el botón de reproducción. Patricia Hobart había apretado ese botón, y dos balas, no solo una, habían impactado contra él.

Y había sobrevivido.

Nada de desperdiciar las oportunidades, pensó. Nada de volver la vista atrás más adelante y pensar: ¿por qué no lo hice?

Así que permaneció sentado mientras el viento le alborotaba el pelo, mientras el invierno comenzaba a clavar sus fríos dedos en el bálsamo del otoño, y pensó en los ayeres y los mañanas. Porque, qué demonios, el ahora ya estaba ahí.

La vio acercarse, a su compañera, a su mentora, a su amiga. Zancadas rápidas con unas botas recias, chaqueta oscura con la cremallera cerrada para protegerse del viento, gorro de esquí oscuro sobre el descuidado pelo corto que ella llamaba «peinado de mamá policía».

Sin Sarah, él se habría desangrado hasta morir en un suelo de madera restaurado. A pesar de lo mucho que Zac quería a su familia, Sarah era la persona a la que nunca, jamás, quería decepcionar.
 
Sarah: Vale, deja que te eche un vistazo. -Y eso fue justo lo que hizo: entornó los ojos y lo examinó con mirada crítica. Después asintió-. Sí, tienes buen aspecto. Un par de semanas en Tranquility te han sentado bien. -A continuación tomó asiento y lo miró a los ojos-. ¿Cómo te encuentras?

Zac: Mejor. Mucho mejor. He salido a caminar todos los días, a correr un poco. He seguido con la fisioterapia. Y me he enamorado de una mujer sexy y fascinante.
 
Sarah: No has necesitado mucho tiempo.
 
Zac: Pum. -Chasqueó los dedos-. ¿Has oído hablar de CiCi Lennon?
 
Sarah: Ah... Es artista, ¿verdad? De la zona. ¿No tiene... más o menos la edad de tu abuela?
 
Zac: Puede ser. Me he dado cuenta de que las mujeres siempre han tenido una influencia y un efecto profundos en mi vida. Mi madre, desde luego, y también mi hermana. Y de una manera extraña y horrible, Britt. Tú y yo nos sentamos aquí el día de su funeral.
 
Sarah: Lo recuerdo.
 
Zac: Y tú. Tú también has tenido una influencia y un efecto profundos en mí.
 
Sarah: Has seguido tu propio camino, Zac.
 
Zac: Me gusta pensar que así es, pero tú me ayudaste a encontrarlo. Me encanta ser policía. Odiaba ver la cara de preocupación de mis padres en el hospital y odio saber que es algo con lo que cargarán de ahora en adelante. Aunque sé que lo sobrellevarán. Necesito ser policía.
 
Sarah: Nunca lo he dudado.
 
Zac clavó la vista en el mar.
 
Zac: El caso es que yo tampoco. Ni siquiera cuando estaba tirado en el suelo, preguntándome si se había acabado todo. Si aquel era el fin del juego. La decisión que tomé, o que al menos empecé a tomar, en este mismo banco fue la correcta. Gran parte de esa decisión tuvo que ver con Britt y con aquella noche. No puedo dejar de seguir adelante, Sarah. No puedo dejar de intentar atrapar a Patricia Hobart.
 
Sarah se acercó a él.

Sarah: Esa zorra disparó a mi compañero. Mira, estoy cabreada porque nos hayan apartado del caso, y aún tengo esperanzas de que los federales la pillen. Pero, sea como sea, trabajaremos en ello, Zac. Trabajaremos en la sombra, durante nuestro tiempo libre.
 
Zac: Me mantendrán atado al escritorio un tiempo. De tres a seis meses, supongo. El departamento no nos respalda. Tú tienes familia, Sarah. Podríamos sacar algo de tiempo para trabajar en el caso, claro, pero para cuando me dejen volver al servicio ya te habrán buscado otro compañero.
 
Sarah: A eso me niego.
 
Zac: Tenemos que trabajar en los casos activos. Es prioritario. Jamás permitirán que ninguno de los dos trabaje en la investigación de Hobart, ni de lejos, y eso no podría cabrearme más. Pero Hobart es la clave de todo lo demás, y no pienso dejarlo estar. Para cuando me autoricen a volver, me pondrán con otra persona. Los dos podemos negarnos, pero eso no deja de ser un gran y enorme «tal vez». Y ambos tendremos casos a los que deberemos dar prioridad.
 
Sarah: Estás dando rodeos para decirme algo, y tengo un mal presentimiento al respecto. ¿Te estás planteando solicitar un traslado?
 
Zac: No exactamente. He encontrado la casa. La he encontrado en la isla. Es todo lo que quiero y necesito, y es la razón por la que no la he encontrado aquí.
 
Sarah: Bueno, Zac, por favor, entiendo las ganas que tienes de encontrar una casa, pero...
 
Zac: «La» casa, Sarah, ese es el problema. Me he alojado en casa de CiCi durante la mayor parte del tiempo que he pasado en la isla. No hay nada entre nosotros -añadió con una risa rápida-, aunque si me diera una oportunidad... Como sea, he descubierto un montón de cosas. Los bloody maries y las tortitas, el yoga en la playa...
 
Boquiabierta, Sarah levantó una mano.
 
Sarah: Espera. ¿Has hecho yoga en la playa?
 
Zac: CiCi es muy convincente. El caso es que terminé sentado en las rocas que hay debajo de su casa porque su casa era una de las que recordaba de forma especial de hace un millón de años, cuando fuimos de vacaciones a la isla un par de veces. Y terminó pidiéndome que me alojara con ella porque me reconoció... por el tiroteo y por mi conexión con lo del centro comercial. Su nieta estuvo allí.
 
Sarah: Espera, espera, eso es -hizo un gesto con la mano en el aire-. Me estaba volviendo loca. Es la abuela de Vanessa Hudgens.
 
Zac: Correcto. Tú respondiste a la llamada a emergencias de Vanessa. Lo estoy viendo todo de otra forma, Sarah. Britt: hablé con ella, concerté algo parecido a una cita con ella minutos antes de que muriera. Termino escondiéndome con Brady en su quiosco, manchándome con su sangre. Y termino en este banco contigo. Y termino en la isla a causa de todo eso. No quiero ponerme metafísico ni nada por el estilo, pero significa algo.
 
Sarah: ¿Me estás diciendo que has comprado la casa de CiCi Lennon?
 
Zac: No. Hubo dos casas que me impactaron en aquel entonces, cuando tenía como diez años, y se lo conté porque, joder, qué fácil es hablar con CiCi. Al menos para mí. Y significa algo, Sarah, que la dueña y su hijo estén arreglando la casa que yo recordaba... para ponerla a la venta. Significa algo que, cuando empecé a recorrerla, fue... aquí viene otra palabra estúpida, pero fue visceral. Era mía. Intenté convencerme de no hacerlo. Pero todo eso estaba ahí. Me dije que vale, de acuerdo, podía tomármelo como una inversión, alquilarla, pasar allí las vacaciones. Porque un policía tiene que vivir donde trabaja, y yo necesito ser policía. Pero el caso es que no quiero alquilarla.
 
 Sarah: Zac, por favor, dime que no vas a aceptar un trabajo de ayudante del jefe en la isla. Tú eres investigador. Eres...
 
Zac: No, no es de ayudante.
 
Sarah: Entonces ¿de qué demonios es?
 
Zac: De jefe de policía.
 
Sarah: Tú... -Guardó silencio y dejó escapar un suspiro-. ¿En serio?
 
Zac: Aún no es mío. Tienen que votarlo en el ayuntamiento y todo eso. Pero he hecho una entrevista, un par de ellas. Y les he entregado mi currículum. No tardarán en llamaros, a ti, a Toro, al teniente. Si no lo consigo... Soy joven y no he nacido en la isla, y eso son puntos que juegan en mi contra. Soy detective y tengo varios años de experiencia, un buen historial de casos cerrados y ya he firmado un contrato para comprarme una casa allí. Eso son puntos que juegan a mi favor. ¿Y la artillería pesada? CiCi. Así que calculo que mis posibilidades están más o menos al setenta-treinta.
 
Sarah se quedó inmóvil un rato, sin decir nada, asimilándolo.
 
Sarah: Lo quieres.
 
Zac: El lado malo es que estaré más lejos de mi familia de lo que les gustaría. Y que no trabajaré contigo. No podré pasarme a veros a Hank, a Dylan y a ti, y a gorronearos comida. Espero compensarlo invitándoos a venir cuando queráis. Porque, sí, quiero ese puesto. Lo quiero porque allí he encontrado cosas que necesitaba. Y porque creo que podría hacer un buen trabajo. Lo quiero porque tendré el tiempo y el espacio necesarios, sobre todo en otoño e invierno, para trabajar en Hobart. No puedo ser policía, mirarme en el espejo y no trabajar en Hobart.
 
Sarah: Odio esto -se levantó del banco, caminó hacia la bahía y volvió-. Lo odio y punto.
 
Zac: Sarah...
 
Cuando Zac se puso de pie, su amiga levantó una mano para hacerlo callar.
 
Sarah: Lo odio porque creo que es lo mejor para ti. Tengo la sensación de que es lo correcto. Y echaré de menos que te pases a gorronear. Echaré de menos compartir casos contigo.
 
Zac: ¿Crees que es lo mejor para mí?
 
Sarah: Sí, lo creo. ¿Cuándo te irías?
 
Zac: Todavía no me han dado el trabajo.
 
Sarah: Te lo darán. -La sensación de que era lo mejor para él era demasiado fuerte para que ocurriera lo contrario-. ¿Cuándo te marcharías?
 
Zac: No antes de principios de año. El jefe actual se irá en marzo... ¿Ves? Se lo dijo a CiCi antes de habérselo comunicado siquiera al ayuntamiento. Es como si todo hubiera encajado en su lugar.
 
Sarah: Jefe Efron -negó con la cabeza-. ¿No te parece que esto es la bomba?
 
Pensó que aquello era la bomba diez días después, cuando aceptó de manera oficial el puesto de jefe de policía de Tranquility Island.
 
 
Con ánimo de enterrar el hacha de guerra, Vanessa aceptó asistir a una comida elegante de chicas en el club de campo de su madre. Habría preferido pasar la ventosa tarde de noviembre en su estudio, pero la relación con Natalie había mejorado.

Natalie quería que fueran a comer e insistió. Así que allí estaban, degustando ensaladas elaboradas, bebiendo kir royal y charlando sobre una boda para la que aún faltaba casi un año.

Su madre ya la había mirado mal por su nuevo corte de pelo, desaliñado y teñido de un color al que su aventurero peluquero se refería como «brasas ardientes». Pero el hecho de que Jessica se hubiera mordido la lengua, por una vez, ayudó a mantener aquel interludio civilizado.

Además, no podía negar que había elegido las botas por encima de la rodilla, los pantalones de gamuza y una atrevida chaqueta de cuero verde para buscarle las cosquillas a su madre.

Fuera como fuese, le gustaba ver a Natalie así de feliz, aunque gran parte de esa felicidad derivara de conversaciones sobre diseños de vestidos de novia y sobre los colores de la decoración de la boda.

Cuando sintió que se le derretía el cerebro de oír hablar de la elección de la bebida perfecta para una boda de otoño, desvió la conversación hacia la casa que Natalie y Harry acababan de comprarse.
 
Ness: Bueno, la casa nueva, qué emocionante. ¿Cuándo os mudaréis?
 
Jess: Desde luego, no hay ninguna prisa. Y menos ahora, que se acercan las fiestas navideñas. Vanessa, tienes que asistir al baile benéfico del mes que viene. El hijo de mi amiga Mindy, Triston, vendrá a casa desde Boston por Navidad, y estoy segura de que estará encantado de acompañarte.
 
Nat: Sí. -Resplandeciente, feliz, estuvo a punto de saltar de su asiento-. Podríais venir con Harry y conmigo, ¡una cita doble!
 
Por debajo de la mesa, Vanessa le dio un apretón rápido y firme en la pierna.
 
Ness: Ya tengo la agenda llena, mamá, pero gracias por pensar en mí. En cuanto a la casa...
 
Nat: Por una vez me gustaría que toda mi familia estuviera presente en un evento que es importante para mí.
 
Vanessa cogió su copa y dio un sorbo cauteloso a una bebida que le parecía demasiado dulce y absurda.
 
Ness: Sé que el baile benéfico de Navidad es importante para ti. También lo son la gala de invierno, el baile de primavera, el jubileo de verano en julio, etcétera. He ido a varios los últimos años.
 
Nat: No has venido ni una sola vez al jubileo, y el dinero recaudado se destina a las artes.
 
Ness: Es una época del año complicada para mí, mamá.
 
Jessica hizo ademán de empezar a hablar, y luego miró hacia otro lado.
 
Jess: Hacer algo positivo ayuda.
 
Ness: Lo sé, y lo hago. Para mí. De verdad que me apetece mucho que me habléis de la casa.
 
Jess: ¿Es que aún no te has escondido el tiempo suficiente en la isla? Si no estás allí, te vas a alguna otra parte. En esa isla nunca crearás una red social ni conocerás a alguien tan maravilloso como Harry.
 
Ya empezamos, pensó Vanessa.
 
Ness: Tengo la red social que quiero y no busco a alguien como Harry. Aunque es un chico maravilloso -añadió con una sonrisa dirigida a Natalie-. Mamá -prosiguió antes de que Jessica pudiera volver a intervenir-, hablemos de cosas sobre las que estemos de acuerdo. Como de lo feliz que es Natalie o de lo maravillosa que será su boda. De lo fabulosa que es su nueva casa.
 
Nat: Hablando de la boda... otra vez -dijo con una intención tan clara de enderezar la situación que Vanessa le dio otro apretón, esta vez agradecido, en la rodilla-. ¿Quieres ser mi dama de honor?
 
Aquello la sorprendió y la conmovió, y ambos sentimientos se reflejaron en su rostro.
 
Ness: Nat, es un honor. De verdad. Significa mucho para mí que me lo pidas, y si es lo que quieres de verdad, por supuesto que lo haré. Pero... -Entonces agarró a Natalie la mano que tenía apoyada en el mantel blanco-. Cerise es tu mejor amiga desde hace una década. Estáis muy unidas, y ella sabe a la perfección lo que quieres para tu boda. Cerise sabrá hacerlo realidad. Ella debería ser tu dama de honor.
 
Jess: La gente esperará...
 
Vanessa lanzó a su madre una mirada tan rápida, tan feroz, que el resto de sus palabras se apagaron.
 
Ness: Lo que importa es lo que Natalie quiera. Pídeselo a Cerise, y deja que yo, en lugar de eso, te prepare algo especial.
 
Nat: No quiero que te sientas menospreciada. Eres mi hermana.
 
Ness: Claro que no. No me siento así. Me gustaría que Cerise te acompañara. A mí me gustaría hacerte la figura de la tarta. Me gustaría hacer una escultura de Harry y de ti. Algo que guardéis para recordar el día más importante de vuestra vida. Algo que muestre no solo lo felices que fuisteis ese día, sino lo feliz que me siento por vosotros.
 
Jess: Ya hemos empezado a buscar diseños de tartas y figuras.
 
Nat: Mamá -tendió la otra mano hacia la de su madre, de manera que consiguió unir a las tres mujeres un instante-. Me encantaría. De verdad, me encantaría. ¿Podrías hacer también algo divertido para la tarta del novio? Por ejemplo a Harry lanzando un putt en un green de golf o un swing en el punto de salida.
 
Ness: Por supuesto. Pásame los diseños de las tartas una vez los tengas. Y cuando elijas el vestido, haré varios bocetos y fotos... Y lo mismo con Harry cuando tenga el traje de novio. Podemos hacer una lluvia de ideas para la tarta del novio, si quieres, pero la figura de la tarta de bodas será una sorpresa. -miró a su madre-. No te decepcionaré ni te avergonzaré. Quiero regalarle algo a Natalie, algo que sea parte de mí. ¿Y si ahora elegís un par de postres para compartir y me pedís un café solo? Vuelvo enseguida.

Se abrió camino zigzagueando por el comedor, huyó al baño y se juró que, por muchas hachas de guerra que tuviera que enterrar, nunca volvería a asistir a una comida de chicas en el club.

Para compensar, decidió que de camino a casa compraría la pizza vegetariana favorita de su abuela y la disfrutarían juntas con un buen vino.

Tuvo que obligarse a entrar en el cubículo, como siempre. Pero el ligero vuelco del corazón llegó y se fue, como siempre.

Cuando salió, una rubia se estaba retocando el pintalabios con sumo cuidado frente al espejo que había sobre la larga encimera plateada, con su hilera de lavabos hondos.

Vanessa apenas la miró. Tenía que dar con la forma de fingir una sonrisa alegre, superar el postre y el café. Y escapar.
 
**: Vanessa Hudgens.
 
Miró a la rubia. Captó el desprecio en su voz, lo distinguió en los labios pintados de rosa intenso. Y después se dio cuenta de que la mueca de desprecio la provocaba la tensión de unas cicatrices enmascaradas con esmero.

Tenía el ojo izquierdo, maquillado de un azul audaz, ligerísimamente caído. Un observador distraído podría no haberse dado cuenta, pero una artista que había estudiado la estructura y la anatomía faciales no podía pasarlo por alto.

Vanessa mantuvo la expresión de la cara tan neutral como la voz.
 
Ness: Exacto.
 
**: ¿No me reconoces?
 
Durante aquellos primeros segundos no había caído en la cuenta. Pero de pronto lo recordó todo. Todo.
 
Ness: Tiffany. Lo siento. Hacía mucho que no nos veíamos.
 
Tiff: Sí, ¿verdad?
 
Ness: ¿Cómo estás?
 
Tiff: En realidad quieres preguntarme por mi aspecto. No te cortes -dijo agitando las manos a ambos lados de la cara-. Ocho operaciones en siete años. Súmales años de logopedia y unas cuantas hemorragias cerebrales. La oreja izquierda reconstruida por completo -añadió mientras se daba unos toquecitos en ella-. Por supuesto, he perdido casi toda la audición de este lado, pero no se puede tener todo.
 
Ness: Lo siento...
 
Tiff: ¿Lo sientes? ¡Ese cabronazo me pegó un tiro en la cara! Tuvieron que volver a montármela como si fuera un puzle. Tú saliste de allí sin un solo rasguño, ¿no?
 
Sin un solo rasguño que se viera.
 
Tiff: Pero han pasado muchos años y siguen hablando de lo rápido que reaccionó y lo valiente que fue Vanessa Hudgens, que se escondió y pidió ayuda. Mientras yo yacía debajo de mi novio muerto con la cara destrozada.
 
Vanessa no quería verlos, no quería ver los destellos de los disparos a través de la puerta, abierta por un cadáver. No quería oír los gritos.
 
Ness: Siento que hayas pasado por todo eso.
 
Tiff: No tienes ni idea de por lo que he pasado. -El ojo caído le tembló cuando subió la voz otro tono-. Yo era guapa. Era importante. Y tú no eras nada. Una marginada. Tuviste un golpe de suerte y ahora te llaman heroína. ¿Por qué crees que la gente compra esa mierda que haces? ¿Que lo sientes? Deberías estar muerta. He esperado doce años para decirte exactamente eso.
 
Ness: Pues ya lo has hecho.
 
Tiff: No es suficiente. Nunca será suficiente.
 
Cuando Tiffany salía furiosa del baño, Vanessa pensó: Tiene el hombro izquierdo un pelín más abajo que el derecho. Luego entró en el cubículo y vomitó la ensalada pija y el kir royal.

Volvió a la mesa, y su madre y su hermana tenían las cabezas muy juntas, se reían.
 
Ness: Lo siento. Tengo que irme.
 
Jess: Vaya, Vanessa, si acabamos de pedir el postre.
 
Natalie la agarró de la mano.
 
Ness: Lo siento.
 
Se preguntó cuántas veces tendría que repetir aquellas palabras a lo largo del día.
 
Jess: El mero hecho de que no estemos de acuerdo no... -interrumpió su disimulada diatriba-. Vanessa, estás más blanca que el papel.
 
Ness: No me encuentro bien. Yo...
 
Jessica se levantó enseguida y rodeó la mesa.
 
Jess: Siéntate. Siéntate un minuto. Te serviré agua fresca.
 
Ness: Sí, vale. -Agua, pensó. Sí, un vaso de agua. Pero le temblaba un poco la mano-. En serio, tengo que irme. Necesito tomar el aire.
 
Jess: Sí. Salgamos a tomar el aire. Natalie, quédate aquí. Voy a acompañar a tu hermana afuera. -Le pasó un brazo por la cintura a Vanessa-. Recogeremos los abrigos. Tengo el resguardo. -tranquila, eficiente, recuperó los abrigos y ayudó a Vanessa a ponerse el suyo-. Ponte mi boina. Deberías haber traído gorro. -Guio a Vanessa a un patio con alegres adornos navideños-. Ahora dime qué ha pasado.

Ness. Nada. Solo me duele de cabeza.
 
Jess: No me mientas. Conozco a mi propia hija. Muéstrame un poco de respeto.
 
Ness: Lo siento. -Ahí estaban esas palabras otra vez-. Tienes razón. Necesito caminar. Necesito respirar.
 
Jess: Caminaremos. Respirarás. Y me contarás lo que ha pasado.
 
Ness: En el baño. Tiffany Bryce.
 
Jess: ¿La conozco?
 
Ness: Fui al instituto con ella. Estaba en el cine aquella noche.
 
Jess: Es verdad. Conozco un poco a su madrastra. Ella... ellos lo han pasado muy mal.
 
Ness: Sí. Me lo ha dicho.
 
Jess: Sé que te resulta difícil que te lo recuerden, pero...
 
Ness: Me culpa.
 
Jess: ¿Qué? -Distraída, se echó el pelo hacia atrás; el viento se lo alborotaba-. Por supuesto que no te culpa.
 
Ness: Sí, y me lo ha dejado muy claro. A ella le dispararon en la cara. A mí no. No me pasó nada.
 
Jess: Nos pasó a todos, resultáramos físicamente heridos o no. A todos. -Entonces agarró una mano a Vanessa-. ¿Qué te ha dicho, cariño?
 
Ness: Me ha hecho un recuento de sus lesiones, me ha echado en cara que yo no sufriese ninguna. Y me ha dicho que debería haber muerto. Que ojalá hubiera muerto.
 
Jess: Con independencia de lo que le pasara a ella, no tenía derecho a decirte eso. De no ser por lo que hiciste, es muy probable que ella hubiera muerto aquella noche.
 
Ness: No digas eso. Por favor, no digas eso. No quiero que se piense en mí de esa forma.
 
Jess: Fuiste valiente e inteligente, y nunca, nunca se te ocurra olvidarlo. -Sujetó a Vanessa por los hombros-. Esa chica está resentida y enfadada, y eso puedo perdonárselo. Pero lo que te ha dicho es mentira y está cargado de odio. Ahí dentro acabas de decir que no me decepcionarías ni me avergonzarías. No me decepciones ahora y te tomes a pecho ni una sola cosa de las que te ha dicho.
 
Ness: La odié. Aquella noche, antes, cuando entró con Austin, tan arrogante y desdeñosa conmigo. La odié. Y ahora...
 
Jess: Ahora has madurado, y ella, está claro, no ha cambiado lo más mínimo. No todo el mundo cambia, Vanessa. No todo el mundo puede superar y dejar atrás una tragedia.
 
Vanessa apoyó la cabeza en el hombro de su madre.
 
Ness: A veces sigo atrapada ahí dentro. En aquel cubículo del retrete.
 
Jess: Entonces... Dios mío, voy a parecer mi madre... Entonces abre la puerta. La has abierto, y seguirás haciéndolo. Aunque a mí no me guste adónde te lleva. Te quiero, Vanessa. Tal vez por eso me exasperes tan a menudo. O sea, en serio, ¿por qué te haces eso en el pelo?
 
Vanessa soltó una risa llorosa.
 
Ness: Sé que sacas el tema de mi pelo para que me olvide de lo demás.
 
Jess: Puede ser, pero sigo sin entender por qué te has dado esos tijeretazos y te lo has teñido de rojo infierno.
 
Ness: Debía de estar de un humor infernal cuando lo hice. -Se echó hacia atrás y luego dio un beso en la mejilla a su madre-. Gracias. Estoy mejor, pero no quiero volver a entrar. De todos modos tampoco podría comerme el postre.
 
Jess: ¿Estás bien para conducir?
 
Ness: Sí. No te preocupes.
 
Jess: Me preocuparé, así que envíame un mensaje cuando llegues a casa de tu abuela.
 
Ness: De acuerdo. Dile a Nat...
 
Jess: Pienso contarle a Natalie todo lo que ha pasado para que podamos criticar a esa mujer estúpida y fea durante el postre y el café.
 
Esa vez la risa surgió con más facilidad.
 
Ness: Te quiero, mamá. Debe de ser por eso por lo que me exasperas tan a menudo.
 
Jess: Te concederé un touchée. Ya tienes mejor color. Mándame un mensaje... y que CiCi te prepare una de esas infusiones disparatadas.
 
Ness: De acuerdo.
 
En lugar de atravesar el club, Vanessa prefirió rodear el edificio hasta su coche. Pensó que había ido a aquella comida sin ningunas ganas y que no podía decir que se lo hubiera pasado bien.

Pero en ese momento se alegraba de haber ido. Aunque de una manera extraña y horrible, las hachas se habían enterrado, y se sentía más fuerte por ello.

A lo mejor conseguían mantenerlas así un tiempo.


1 comentarios:

Caromi dijo...

Esa estúpida de Tiffanu, primero lenquita el novio y ahora le hecha la culpa 😒
Pero bueno, como dice Ness, las hachas se han enterrado y eso la hce más fuerte

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