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domingo, 24 de noviembre de 2019

Capítulo 19


Los dos permanecieron enredados, sudorosos y sin aliento en la cama mientras el viento transformaba la lluvia en hielo y el hielo golpeaba las ventanas con un sonido parecido al chisporroteo del aceite. Si hubiera sido por él, Zac se habría quedado tal y como estaba, ufano y satisfecho con la chica de sus sueños, hasta la primavera.

Muy satisfecho, pensó mientras las manos de Vanessa le recorrían la espalda de arriba abajo. Entonces ella le acarició la cicatriz del orificio de salida del hombro.

Zac cambió de postura y se apoyó en los codos para mirarla.
 
Zac: Tienes unos ojos increíbles.
 
Ness: Son marrones.
 
Zac: Pues menuda artista estás hecha si lo mejor que se te ocurre es «marrón». Son como los ojos de un tigre. Como el ámbar oscuro. ¿Estamos bien?
 
Ness: Pues menudo jefe de policía estás hecho si, con todas las pruebas que tienes, lo mejor que se te ocurre es «bien».
 
Zac: Intentaba ser modesto. La verdad es que tienes que quedarte. El tiempo está demasiado revuelto ahí fuera -continuó antes de que ella pudiera aceptar o negarse-. Muy revuelto. Reconozco que, aunque fuera una agradable noche de junio, querría que te quedaras hasta... Bueno, para siempre. Salvo que CiCi se rinda al fin, entonces tendría que echarte.
 
Ness: Estás hablando de montártelo con mi abuela mientras me tienes desnuda en tu cama.
 
Zac: Las cosas como son. Pero, en serio, quédate. Tengo vino, pizza congelada y más sexo en la reserva.
 
Ella le dedicó una mirada pícara y un atisbo de sonrisa.
 
Ness: ¿Qué tipo de pizza congelada?
 
Zac: De salchicha y pepperoni -se dio la vuelta y le alcanzó la copa de vino-. Y tengo bombones helados.
 
Ness: Lo de los bombones helados me ha convencido -se sentó, cogió la copa-. Pero insistiré en lo del sexo.
 
Zac: ¿Antes o después de la pizza?
 
Ness: Después. Se me ha despertado el apetito. Tengo que enviar un mensaje a CiCi. Sabía que venía hacia aquí y sumará dos más dos, pero está cayendo una buena, así que quiero que sepa que estoy bien y a cubierto.
 
Zac se levantó y se acercó a las puertas.
 
Zac: Sí, está arreciando. Dile que te responda, así confirmamos que está bien.
 
Ness: CiCi ha capeado más tormentas que tú y yo juntos. Y tiene un generador. Razón por la cual está celebrando su habitual fiesta del ciclón. Unos cuantos amigos, mucha comida y alcohol. Dormirán todos allí hasta que amaine. Estabas invitado. Pero a mí se me ha ocurrido otra idea.
 
Zac encendió el fuego, lo que añadió al ambiente la luz parpadeante de las llamas.
 
Zac: Tienes buenas ideas.
 
Ness: Me alegra que pienses así, porque he tenido otra. Voy a tener que esculpirte. Guardián. Protector -reflexionó-. Sin pistola... No me gustan. Creo que con una espada. Tal vez a media estocada. Tal vez...
 
Zac se volvió hacia ella.
 
Zac: ¿Como si llevara armadura?
 
Vanessa se echó a reír y se recostó en las almohadas mientras bebía.
 
Ness: No, Zac. Llevarás una espada.
 
Zac: No creo que...
 
Ness: Tienes una silueta bonita, un cuerpo atractivo. Espigado, pero no cadavérico. En la fiesta de CiCi sí rozabas lo cadavérico, pero has recuperado la forma.
 
Zac: Aún me faltan un par de kilos. -Y aunque nunca había sido vergonzoso, se sorprendió buscando los bóxers que se había quitado-. Parece que no soy capaz de recuperarlos.
 
Ness: Estás bien. Conozco la anatomía humana, el cuerpo masculino. Eres fuerte y atlético, además de espigado. -Entonces se puso de pie, se acercó a él y le pasó los dedos por las cicatrices del hombro, del costado-. Y esto.
 
Zac: Será mejor que no aparezcan en la escultura.
 
Ness: No. Son parte de ti, parte del protector. Te hirieron, pero aun así blandes la espada. Es admirable.
 
Zac: Es un trabajo.
 
Ness: Eres tú. El chico que se detuvo para coger en brazos a un niño aterrorizado en medio de una pesadilla, que lo protegió. Es algo que admiro. Puede que estuviera aquí de todas formas si no lo admirara... Ha sido un ayuno largo. Pero no me quedaría. -Se puso de puntillas, le rozó los labios con los suyos-. Tengo que esculpirte. Ahora podría hacerlo de memoria, pero preferiría bocetarte.
 
Zac: Estás intentando convencerme con sexo.
 
Ness: Ah. -Con una lenta, lentísima sonrisa, le acarició el pecho, el vientre, con una mano-. Claro.
 
Zac: Voy a tener que obligarte a demostrarlo.
 
Empezó a atraerla hacia sí, quería devorar aquella sonrisa.

Y entonces le sonó el móvil.
 
Zac: Mierda. Mierda, mierda. ¡Joder! Lo siento. -Se agachó para coger los vaqueros y sacó el teléfono del bolsillo-. Efron. Vale, habla más despacio. ¿Dónde? De acuerdo, voy para allá. Mantén la calma. Tengo que irme -le dijo a Vanessa mientras se ponía los vaqueros a toda prisa-. Me toca encargarme de los avisos que haya esta noche.
 
Ness: ¿Qué ha pasado?
 
Zac: Accidente de coche, árbol caído, mucha histeria.
 
Ness: Podría acompañarte.
 
Zac. Rotundamente no. -Se puso la camisa-. Quédate. Mete la pizza en el horno. Come. Te enviaré un mensaje.

Sacó el arma del cajón, se la colocó.
 
Ness: Necesitas un impermeable.
 
Zac: Tengo ropa de lluvia abajo. -Se sentó y se ató las botas-. Hay una linterna en ese cajón, y velas, un farol abajo si se va la luz.
 
Ness: Ten cuidado, jefe. Es cierto que hace un tiempo espantoso ahí fuera.
 
Zac: Ojalá tuviera mi espada. -Se levantó, la agarró y la besó-. La pizza y los helados están en el congelador. Volveré en cuanto pueda.

Así que, pensó Vanessa cuando se quedó plantada en la habitación vacía, esto es lo que pasa cuando empiezas a acostarte con un policía.

Zac no había dudado, no se había quejado en serio. Se había limitado a vestirse y a salir a la tormenta.

Vanessa se acercó a su armario y le hizo gracia ver que Zac apenas usaba la cuarta parte, si es que llegaba a tanto, del espacio disponible. Miró en el baño. Al parecer, el policía con cicatrices y espigado no tenía albornoz, así que volvió al armario y tomó prestada una de sus camisas.

Mandó un mensaje a CiCi en el que solo le decía que capearía la tormenta en casa de Zac.

Dos minutos más tarde, CiCi respondió con un: «¡Hurra!».

Pensó en la pizza, pero decidió esperar un rato. A lo mejor Zac no tardaba en volver. Se planteó poner la televisión, decidió no hacerlo. Libros. Zac tenía unos cuantos apilados en el dormitorio, y Vanessa también había visto algunos abajo.

Trampa 22, varios de suspense. La feria de las tinieblas, de Bradbury.

Le gustaba mucho ese libro en particular, pero concluyó que no sería la mejor opción para pasar una noche oscura y tormentosa a solas en una casa que aún no conocía.

Ojalá se hubiera llevado el bloc de bocetos...

Abrió los cajones de la mesita de noche para ver si Zac tenía algún cuaderno o una libreta. Encontró la linterna, como le había dicho, y un iPad que descubrió que podía encender la televisión, un equipo de música, la chimenea.

Así que al jefe le gustaba la tecnología. Algo nuevo que añadir al archivo de «estoy conociéndolo».

El despacho, recordó. Tiene que haber una libreta y un lápiz en un despacho. Salió de la habitación y se detuvo para dedicar una sonrisa al baño retro. A lo mejor le pintaba ella misma la sirena sexy. No era una CiCi Lennon con el pincel y la pintura, pero sería capaz de hacerle una sirena divertida y sexy.

Hasta que Zac volviera, se entretendría haciendo bocetos de sirenas... y alguno de El protector.

Un estudio de perfil -del perfil derecho, porque quería las cicatrices-, sobre todo espalda y trasero, con la cabeza girada hacia la derecha, la espada sujeta con ambas manos, capturada cuando ya había comenzado a bajar.

Tenía que pedirle que no fuera a cortarse el pelo durante un tiempo. Lo quería un poco largo y enmarañado.

Otro relámpago destelló cuando abrió la puerta del despacho, y Vanessa pensó en Zac, que estaba ahí fuera porque alguien necesitaba ayuda. Ella había ido a su casa en busca de sexo, admitió... sobre todo en busca de sexo. Pero se había quedado, lo esperaba, por lo que había empezado a descubrir de él.

Encendió las luces, pensó que no había mentido en lo del desorden. Montones de archivos en un escritorio viejo y pesado, y un osito de peluche con un arma y una placa. Sillas plegables contra la pared, un cubo de basura abierto y lleno de botellas y latas. Mapas pegados directamente en las paredes sin arreglar.

Pero, eh, menudo montón de blocs de notas -si no había más remedio le valdrían- había en el armario que no tenía puerta.

Se acercó, cogió uno y se volvió hacia el escritorio para buscar lápices.

Y vio las pizarras, vio lo que había acumulado en las dos enormes pizarras.
 
Ness: Dios mío. Dios.

Tuvo que agarrarse al respaldo de la silla de Zac, inspirar, espirar.

Reconocía las caras, muchas de las caras. Ella ya había modelado varias con sus manos.

Aquí el chico al que ella creía que amaba. Allá, su mejor amiga. Ahí, la Britt de Zac.

Tenía fotos, no solo de los rostros, sino de cuerpos, sangre, cristales rotos, armas. Una de esas armas, cayó en la cuenta, había matado a Miley, había disparado a Ash.

Miró las caras de los asesinos; críos, no eran más que unos críos. Hobart, Whitehall, Paulson.

Y en la segunda pizarra, Patricia Hobart: su foto y un retrato robot. Tenía un aspecto distinto en el retrato, pero Vanessa la reconoció.

Y entonces se percató de que aquella cara era la que Zac había visto cuando ella intentó matarlo.

Otras caras, otros nombres, otros cuerpos. Horas y fechas, ciudades y pueblos.

Zac miraba aquello todos los días, pensó. Lo miraba, lo estudiaba e intentaba encontrar respuestas.
 
Ness: Mi cara -murmuró mientras acariciaba las fotos de la chica que había sido, de la mujer en la que se había convertido-. Mi cara en su pizarra. Su cara y la mía. No mira para otro lado. Nunca lo ha hecho.
 
Así que se sentó a su escritorio y no miró para otro lado.
 
 
Cuando Zac volvió a casa, empapado, poco antes de las dos de la madrugada, encontró a Vanessa vestida con una camisa suya, sentada junto al fuego, tomándose una Coca-Cola y leyendo a Bradbury.
 
Zac: Eh. No tenías por qué esperarme despierta.
 
Ness: No podía dormir. -Se levantó-. Estás empapado.
 
Zac: Sí. Creo que está empezando a amainar un poco, pero seguro que todavía se alarga un par de horas. -Se quitó con dificultad un chubasquero negro con la palabra POLICÍA escrita en letras reflectantes tanto por detrás como por delante-. Al cuarto de la lavadora -dijo con un gesto antes de desaparecer en el interior-.
 
Cuando volvió a salir, descalzo, Vanessa estaba delante de la nevera sacando un cartón de huevos.
 
Ness: Es demasiado tarde para la pizza.
 
Zac: Nunca es demasiado tarde para una pizza. ¿No has cenado?
 
Ness: Todavía no. Yo también sé hacer huevos revueltos. ¿Qué ha pasado? ¿Ha sido muy grave?
 
Zac: ¿Conoces a los Wagman?
 
Ness: Priscilla, se hace llamar Prissy, y Rick. Viven cerca de la escuela.
 
Zac: Se han peleado. Al parecer tienen problemas conyugales.
 
Ness: Él tuvo, y seguro que sigue teniendo, una aventura con una mujer que trabajó en el restaurante Benson’s Lobster Shack el verano pasado. De Westbrook. Divorciada dos veces.
 
Zac: Así que ya estás en antecedentes. ¿Te apetece un café con leche?
 
Ness: Es demasiado tarde para café.
 
Zac: Te estás tomando una Coca-Cola.
 
Ness: No tiene sentido, ¿verdad? Pues me tomaré un café con leche. Cambiando de tema un momento -puso un poco de mantequilla a fundir en una sartén y luego cascó los huevos en una fuente-, no te vendría mal tener alguna hierba o especia que no fuera sal, pimienta o cayena en escamas.
 
Zac: Anótalas y las compraré.
 
Ness: ¿Qué ha pasado con Prissy y Rick?
 
Zac: Una pelea muy fuerte, por lo que se ve, a cuenta de que, sí, él sigue viendo a la mujer de Westbrook. Prissy ha elegido esta noche, en plena tormenta, para decirle a Rick, que estaba borracho, que iba a buscarse un abogado y a pedir el divorcio.
 
Ness: No la culpo.
 
Zac: No, no se la puede culpar. Ha encontrado un recibo de una tienda de lencería de Westbrook en el bolsillo de Rick, lo cual demuestra que es infiel e imbécil. Y eso sumado a que están teniendo problemas económicos y a que él le había jurado que ya no tenía nada con la destinataria de la lencería sexy. Prissy ha empezado a sacar la ropa de su marido del armario, a amenazar con prender fuego a las prendas, y le ha roto el trofeo de mejor jugador de béisbol del instituto. Él asegura que Prissy se lo ha lanzado a la cara. Ella dice que lo ha lanzado contra la pared. Me creo la versión de ella porque no creo que hubiera fallado, y él estaba demasiado borracho para esquivarlo. En cualquier caso -dejó el café con leche de Vanessa encima de la barra de desayuno mientras ella batía los huevos-, Rick se ha marchado furioso en plena tormenta, borracho y cabreado. Ha perdido el control y se ha estrellado contra un árbol. La mayor parte del árbol ha caído encima de la camioneta de Curt Seabold. Seabold sale corriendo, también un poco borracho, y Wagman y él pierden los papeles, llegan a las manos; Seabold tiene la ventaja de estar solo un poco borracho y no ensangrentado ya por haber chocado contra un puñetero árbol. La esposa de Seabold, Alice, sale corriendo, ve a Wagman en el suelo y a su marido tambaleándose con la nariz llena de sangre, y llama al nueve uno uno.
 
Ness: Al menos alguien ha actuado con sensatez.
 
Zac: Sí, bueno. He tenido que arrestarlos a los dos y llevarlos a rastras hasta la clínica de guardia. Seabold ya está de vuelta en casa, lo he puesto en arresto domiciliario hasta que se resuelva todo. Wagman sigue en la clínica con una costilla rota (algo que sé por experiencia que no es nada divertido), una contusión leve, un labio roto, una rodilla magullada y no sé cuántas cosas más. Prissy, sin compasión, me ha sugerido que le diga que llame a su puta, cosa que me he negado a hacer.
 
Ness: Muy inteligente -tostó unas rebanadas del pan que Zac había comprado en el mercado y sirvió un plato para él y otro para ella-. Esto mantendrá entretenida a la isla durante semanas. Espero que Prissy no vuelva con Rick.
 
Zac: Parece bastante decidida a no hacerlo.
 
Ness: Ya lo ha dejado y vuelto con él al menos una vez, que yo sepa... Otra trabajadora de temporada. Solo llevan tres o cuatro años casados. Él nunca le será fiel... Ni a ella ni a la puta. Intentó ligar conmigo la semana pasada.
 
Zac: ¿En serio?
 
Ness: De una manera un tanto idiota -probó el café con leche-. Está bueno.
 
Zac: He practicado bastante. Los huevos están riquísimos.
 
Ness: Estarían mejor con un poco de tomillo.
 
Zac: El tomillo está en la lista. -Se dio unos golpecitos en la sien-. Bueno, ¿y qué has estado haciendo hasta ahora?
 
Vanessa dejó el café con leche en la barra y lo miró a los ojos.
 
Ness: Tengo que hacerte una confesión.
 
Zac. Podrías dejar que al menos te interrogara primero. Ya veo que me has robado una camisa. Habrá consecuencias.
 
Vanessa puso una mano sobre la de Zac.
 
Ness: Voy a disculparme primero. He sido irrespetuosa e indiscreta.
 
Zac: ¿Has encontrado mi alijo de porno?
 
Ness: ¿Tienes un alijo de porno?
 
Él le devolvió la mirada con una cara deliberadamente inexpresiva.
 
Zac: ¿De qué?
 
A Vanessa se le escapó una media carcajada.
 
Ness: Qué atractivo eres, joder. Me he quedado inquieta cuando te has marchado. Y voy a contarte otra cosa porque me ha impactado: con cualquier otro, me habría ido a casa. Me habría dicho «Bueno, ha sido divertido», te habría dejado una nota alegre y me habría ido a casa. A la fiesta de CiCi. Pero no lo he hecho, y voy a tener que pensar en ello detenidamente. Ni siquiera se me ha pasado por la cabeza marcharme.
 
Zac: Te he pedido que no lo hicieras.
 
Ness: No habría importado. Con cualquier otra persona, no habría importado. Me especialicé en rollos de una noche en la universidad.
 
Zac: De eso hace mucho tiempo, Vanessa.
 
Ness: Sí, pero tengo que pensar en por qué, estando inquieta y sola en una casa que no es mía, ni se me ha pasado por la cabeza marcharme. Pero, como estaba inquieta, he pensado que podía dibujar. Hacer algunos bocetos tuyos, y tal vez una sirena para la pared del baño. Pero no había traído mi cuaderno de bocetos. Así que he entrado en tu despacho a buscar una libreta.
 
Zac: Ah. -Cerró los párpados sobre aquellos interesantes ojos azules-. Vale.
 
Ness: Habías cerrado la puerta.
 
Zac: No con llave. Y tampoco te he dicho: no entres ahí si sabes lo que te conviene.
 
Ness: Dios. Eres tan equilibrado, tan sólido... -Como no se sentía precisamente equilibrada, se pasó las manos por el pelo-. He visto las libretas legales en el armario... no tiene puerta.
 
Zac: Tendría que abrirla y cerrarla. ¿Qué sentido tiene?
 
Ness: Entonces he visto tu trabajo. Esas enormes pizarras con ruedas. Me he dado cuenta de que parte de lo que hay en ellas es oficial. Las fotos y los informes de las distintas escenas del crimen.
 
Zac: Sí. Como tú no eres sospechosa, podemos dejarlo pasar. Pero siento que hayas visto algunas de esas cosas.
 
Ness: Es lo que ves tú. Los muertos y destrozados, los cadáveres, la gente que mata. Lo miras de frente, porque alguien tiene que hacerlo. ¿No es cierto? No digas que forma parte de tu trabajo, Zac -le apretó la mano-. No digas eso.
 
Zac: Forma parte de mi trabajo, del trabajo que elijo hacer. Forma parte de mi vida. Es una especie de... misión, si no suena demasiado patético.
 
Ness: En absoluto.
 
Zac: No pararé hasta que dé con ella. Si los federales lo consiguen antes, perfecto, porque, sea como sea, se acaba. Y cuando se acabe... -Se acercó, le apartó el pelo de la cara-. Quitaré las pizarras. Lo archivaré todo.
 
Ness: ¿Serás capaz?
 
Zac se echó hacia atrás.
 
Zac: Lo que pasó aquella noche forma parte de nosotros, y siempre será así. Pero no nos define, y no puede definirnos. Ni a ti ni a mí, ni a quienes tú y yo vamos a ser juntos. Necesitamos, por muy trillada que esté la expresión, pasar página. Y que se haga algo de justicia, joder.
 
Ness: Sí -exhaló-. Nadie, ninguno de nosotros, ha conseguido ninguna de esas dos cosas.
 
Zac: Voy a trabajar para que eso cambie. Entonces pensaré en Patricia Hobart encerrada en una celda durante el resto de su vida y estaré en paz. Más que en paz.
 
Ness: Estás hecho de esa manera. Así son las cosas para ti. Los buenos van tras los malos.
 
Zac: Así es como debería ser. ¿Qué estás haciendo tú, Vanessa? Estás creando un monumento conmemorativo. Estás trabajando en el corazón y en el alma, honrando a los muertos, consolando a los que dejaron atrás. Eso también es un trabajo, pero en realidad es algo más. Es tu misión.
 
Ness: He tardado bastante en llegar hasta ella.
 
Zac: ¿Y qué?
 
Ness: Me haces muchísimo bien. Y eso hace que me cague de miedo.
 
Zac: Pues voy a hacerte mucho más bien, así que o te acostumbras o vives con miedo.
 
Zac recogió los platos y los llevó al fregadero.
 
Ness: ¿Me hablarás de tu trabajo? Por ejemplo, por qué crees que Patricia Hobart va a intentar matar a uno de los supervivientes que se han mudado al sur. Los dos de Florida ocupan los puestos más altos de tu lista.
 
Zac: Es lo que pienso, una corazonada. El problema es que sobrevivieron cientos de personas. Tiene mucho donde escoger. Te hablaré de ello, y tú me hablarás de tu trabajo. Pero no esta noche. ¿Al final has escrito a CiCi?
 
Ness: Sí. Te has ganado un «Hurra».
 
Zac: Ahora si que ya no querrá hacer el amor sensual y dulcemente conmigo. -Se dio la vuelta-. Supongo que tendré que conformarme contigo.
 
Ella inclinó la cabeza.
 
Ness: En Florencia hay un chelista italiano guapísimo llamado Dante con el que hice el amor sensual y dulcemente muchas veces. Y podría volver a hacerlo. Pero como no estoy en Florencia, supongo que tendré que conformarme contigo.
 
Zac: Eso es un zasca en toda la boca. Te había prometido más sexo.
 
Ness: Así es.
 
Zac: Soy un hombre de palabra.
 
Le tendió una mano. Ella la agarró.

Zac consiguió dormir un par de horas antes de un amanecer brillante y tempestuoso. Le dijo a Vanessa que siguiera durmiendo y se quedara todo el tiempo que quisiera antes de marcharse con una taza de café para llevar y un paso enérgico que venía a decir «menuda noche de sexo».

Fue a pie, a pesar de las zonas heladas y del barro resbaladizo, porque quería evaluar los daños causados por la tormenta. Vio muchas ramas pesadas caídas, pero ningún árbol tan desafortunado como el de Curt.

Necesitaba una buena limpieza, decidió. Tendría que comprarse una motosierra y tener cuidado de no matarse ni matar a otros con ella. Puede que el mar estuviera de un azul brillante, pero las olas eran algo violentas, caballos blancos al galope.

Vio a un equipo de tres personas que examinaban los daños en algunas casas de alquiler y se detuvo a ver cómo iba todo.

Había tejas desprendidas aquí y allá, muchos desechos de la tormenta y, como le dijo uno de los miembros del equipo, un barro de tres pares de cojones, ya que después del granizo había vuelto a llover.

Encontró una bicicleta tirada en el camino, pero no había sangre ni rastro alguno del ciclista. La levantó para llevársela. También había una bandera, rosa con un caballo blanco volador, que yacía, andrajosa y empapada, en un charco. Aquello no lo recogió.

Algunas personas que ya estaban despejando sus patios paraban un momento y lo llamaban, le preguntaban cómo había pasado su primer ciclón en la isla.

No les contestaba que había pasado la mayor parte de la noche en la cama con una mujer preciosa.
Pero lo pensaba.

Dejó la bici destrozada en la puerta del Sunrise cuando entró a que le rellenaran la taza de café y aprovechó para ponerse al día con las noticias.

Ramas y troncos, un muelle derrumbado, unas cuantas inundaciones en las zonas más bajas. Pero la gran noticia era el incidente Wagman/Seabold. Aunque lo presionaron para que diera detalles, Zac se mostró discreto.

Chismorrear sobre personas arrestadas en una cafetería creaba mal ambiente.

Llevó la bicicleta rescatada a la comisaría y se encontró a Donna y a Leon chismorreando.
 
Donna: ¿Dónde has encontrado la bici del joven Ken Hobbs?
 
Zac: A más o menos un kilómetro y medio del pueblo. ¿Cómo sabes que es la de Ken Hobbs?
 
Donna: Tengo ojos. Y su madre, que anda más despistada que una bailarina de cancán borracha, acaba de llamar diciendo que alguien le robó la bicicleta a su hijo durante la tormenta.
 
Zac: ¿Una bailarina de cancán borracha?
 
Donna: ¿Has visto alguna vez a una bailarina de cancán?
 
Zac: Ni borracha ni sobria.
 
Donna: Pues créeme. Y yo le he preguntado que si su hijo había asegurado esa bicicleta en el cobertizo, si le había puesto cadena, y no, no se la había puesto, porque el chaval ha salido a su madre y nunca lo hace. Esa bicicleta salió volando, eso es lo que pasó.
 
Leon: Estoy con Donna. Nadie le robaría la bicicleta al chaval. Nadie saldría en medio de una tormenta para ir a robársela, está claro.
 
Zac: Pues ahora es chatarra. Puedes decirle que la hemos recuperado.
 
Leon: Lo más probable es que te exija que busques huellas dactilares e inicies una investigación.
 
Zac: Se llevará una decepción. Leon, te agradecería que fueras a la clínica, donde tengo a Rick Wagman esposado a una cama, y preguntes cómo está. Si le dan el alta, puedes traértelo aquí y encerrarlo. Ya está arrestado y le he leído sus derechos.
 
Leon: Algo he oído. ¿Pegó a Prissy?
 
Zac: No, no le pegó, si no también respondería a ese cargo. Se le acusa de conducir bajo los efectos del alcohol, de conducción temeraria, agresión (contra Curt Seabold), destrucción de propiedad privada y resistencia a la autoridad, porque trató de enfrentarse a mí cuando llegué.
 
Donna: ¿Intentó darte un puñetazo? -preguntó con los ojos entrecerrados-.
 
Zac: No sé si podría describirse así. Estaba borracho, tenía una conmoción cerebral y se comportó como un estúpido. Acusé a Curt de agresión porque los dos intentaban pegarse una paliza el uno al otro. Dejé que se quedara en su casa y no veo razón para encerrarlo.
 
Leon frunció el ceño y se frotó la barbilla.
 
Leon: Me da la sensación de que Curt se estaba defendiendo.
 
Zac: Él pegó el primer puñetazo, Leon, y lo reconoció. Se había tomado unas cuantas copas, pero no iba conduciendo y, por lo que parece, no volverá a conducir su camioneta. Supongo que acabaremos retirando la acusación contra él, pero de momento hay que mantenerla. ¿Cómo se lo tomaría si mandara a Cecil con una motosierra para ayudarlo a cortar el árbol que le ha aplastado la camioneta?
 
Leon: Yo diría que se lo tomaría bien.
 
Zac: Pues entonces eso es lo que haremos. Nick y Matty están en el segundo turno, pero los llamaré si los necesitamos. Quiero a Wagman en una celda en cuanto tenga el alta médica, Leon. Anoche rellené el papeleo de la denuncia. Puede buscarse un abogado, solicitar una fianza, pero desde una celda o esposado a su cama en la clínica. Nadie va a conducir borracho por la isla e irse de rositas mientras yo sea el jefe.
 
Leon: Sí, señor.
 
Donna: Estás muy animado y te brillan mucho los ojos para haberte pasado la mitad de la noche despierto y lidiando con borrachos.
 
Zac sonrió a Donna.
 
Zac: ¿Sí? Debe de ser mi carácter alegre. Estaré en mi despacho. Envíame a Cecil cuando llegue. Y si no está aquí en diez minutos, Donna, llámalo y dile que se ponga en marcha.
 
Entró, se sentó y encendió el ordenador. Después llamó al fiscal que prestaba servicio en la isla cuando lo necesitaban.


1 comentarios:

Carolina dijo...

Hurra!! Como diría Cici xD
Me encantan y se nota q ambos estan enamorados
Ahora solo falta atrapar a la loca esa ����
Que bueno que Ness acepte esa parte de Zac ❤️
Publica pronto please!

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