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martes, 30 de julio de 2019

Capítulo 15


Lauren: ¡Qué maravilla! -Lauren St. John bordeó a toda prisa la piscina para ir a dar un beso a Vanessa. Se aseguró de que la cámara captara su mejor perfil y se sirvió del cuerpo de su amiga para disimular aquel par de kilos que había engordado desde el día de Acción de Gracias-. Todo va sobre ruedas.

Vanessa levantó su copa de margarita.

Ness: A la perfección. -Habría unas cien personas, que se habían reunido con rigurosa invitación, circulando por aquella gran terraza. Dentro, en el salón de baile, quedaban otras cincuenta, que habían preferido el aire acondicionado a la brisa marina. Echó una rápida y nostálgica mirada al mar antes de decir a Lauren, sonriendo-: El hotel es precioso y estoy segura de que el desfile será un éxito.

Lauren: Lo es ya. Tan solo los reportajes de prensa reportarán un millón de dólares. Por supuesto están los de People, que van a dedicarnos tres páginas enteras. Tenemos asegurada una buena portada. Supongo que sabes que la semana pasada estuve en Good morning America.

Ness: Estuviste genial.

Lauren: Qué amable -giró sobre sus talones para dirigirse a las cámaras-. ¿No prefieres champán? Servimos margaritas más que nada por lo del ambiente.

Vanessa pensó que aquel conjunto que Lauren llevaba estilo campesina mexicana, que le habría costado cinco mil dólares, creaba también ambiente.

Ness: No, gracias, tomaré margarita.

Escudriñó al gentío. Muchísimas amistades, muchísimos conocidos. Los ricos, los poderosos, los famosos. Los periodistas daban vueltas por allí tomando nota de quienes se escondían bajo las gafas de sol de tal o cual diseñador. Las invitadas se habían puesto sus mejores galas veraniegas, que iban del minúsculo bikini al más sofisticado pareo o a la falda de seda con más vuelo. Nadie había dejado las joyas en casa. Los diamantes brillaban y el oro relucía bajo el sol tropical. Por dos días, la pequeña isla de Cozumel se había convertido en un paraíso para los ladrones. Si le hubiera dado la gana, Vanessa se habría movido entre ellos y habría recogido piedras como quien va a por setas.

Tal vez no tanto como hacer ramilletes en un prado, pero sus facilidades habría tenido una vez aceptada en aquel club tan exclusivo. Estaba convencida de que la Interpol había destinado a unos agentes a la isla, pero afortunadamente no había visto por allí a Zachary.

Ness: Según me han dicho, los modelos que se presentan son de ensueño.

Muy en su papel, Vanessa ladeó la cabeza y sonrió al fotógrafo.

Lauren: No tendría que haber trascendido nada. La ropa está más custodiada que las joyas de la corona. Ya se sabe, cuanto mayor es el secreto, mayor la expectativa. ¿Cómo ves lo de instalar la pasarela encima de la piscina?

Ness: Perfecto.

Lauren: Y ya verás el apoteosis final. -Se acercó un poco más a Vanessa, murmurando-: Las modelos con traje de baño van a tirarse al agua.

Ness: ¡Qué buena idea!

Lauren: Yo quería llenar la piscina con champán, pero Charlie dijo que ni hablar. Eso sí, he conseguido que pusieran un distribuidor de champán en el salón de baile. Luego tendrías que participar en la piñata. Es algo tan curioso… Oiga, usted… -Se volvió hacia una camarera. La encantadora sonrisa se desvaneció-. Esta aquí para servir las bebidas, no para pasearse de un lado a otro. -Volvió otra vez la cabeza y en un instante recompuso la sonrisa-. ¿Dónde estábamos? Ah, sí, la piñata. El año  pasado, Charlie y yo estuvimos aquí y fuimos a una fiesta. Todos esos mocosos de manos pringosas blandían sus palos contra un burro de cartón piedra. Cuando se rompe…

Ness: Conozco el juego, Lauren.

Lauren: Pues nada… Se me ha ocurrido adaptar la costumbre a nuestros gustos. He mandado confeccionar un loro monísimo. Está lleno de minúsculas piedras preciosas falsas. Será un número extraordinario para el espectáculo nocturno.

Vanessa tuvo que morderse el labio al imaginar a toda aquella gente tan influyente peleándose por recoger puñados de quincalla.

Ness: Puede ser divertido.

Lauren: Para eso hemos venido. Quiero que todo el mundo recuerde esta fiesta benéfica. El bufete es de lo más recomendable, pero los problemas que he tenido con el personal… -Saludó, animada, a un grupo que se encontraba al otro lado de la piscina-. Claro que… son mexicanos.

Vanessa tomó un sorbo de margarita para calmar sus nervios.

Ness: Estamos en México.

Lauren: Sí, claro, pero no entiendo que sean incapaces de hacer un esfuerzo para aprender la lengua. Todo el rato murmurando entre ellos. ¡Y lo holgazanes que son! No te imaginas el suplicio de tenerlos a raya. Menos mal que trabajan por cuatro chavos. Si tienes algún problema con el servicio, me lo dices. Christie, reina, estás monísima. -Miró con desdén a la rubia de largas piernas que pasaba por allí-. ¿Qué voy a contarte de esa? -añadió-.

Ness: Bastantes quebraderos de cabeza tienes ahora mismo.

Y si no me largo ipso facto de tu lado, empezaré a chillar, pensó Vanessa.

Lauren: No lo sabes tú bien. No tienes ni idea. Cuánto envidio tu tranquila vida. Pero estoy segura de que esta va a ser la inauguración de hotel más sonada y espectacular del año.

Consciente de que Lauren no iba a comprender el juego de palabras que tenía en la mente, Vanessa se limitó a sonreír.

Lauren: Espero no haberme equivocado al haber montado esto por la tarde y no por la noche. Las tardes son tan… informales…

Ness: La propia vida en una isla lo es.

Lauren: Hum… -Lauren observó cómo pasaba un joven actor que estaba en el candelero, en bañador, con el cuerpo brillante de aceite bronceador-. No está tan mal la ropa informal. Cuentan que este tiene un aguante espectacular.

Ness: ¿Qué tal está Charlie?

Lauren: ¿Cómo? -seguía con la vista fija en aquel admirable ejemplar-. Ah, bien, bien. Tengo que confesar que estoy hecha un manojo de nervios. Es tan importante que arrasemos…

Ness: Lo haremos. Sacaremos miles de dólares para la leucemia.

Lauren: ¿Hum? Ah, también. -Encogió uno de sus desnudos hombros-. Pero la gente no ha venido aquí a pensar en una horrible enfermedad. ¡Qué deprimente! Lo importante es que todo el mundo esté aquí. ¿Te he comentado que la duquesa de York ha disculpado su ausencia?

Ness: No.

Lauren: Una lástima, aunque ya tenemos aquí a un miembro de una familia real -dijo, cogiéndola del brazo-. Ah, ahí está Elizabeth. Tengo que ir a saludarla. Que te diviertas, cariño.

Ness: Descuida -murmuró-. Más de lo que imaginas.

La gente como los St. John no cambiaba, pensaba Vanessa mientras iba a sentarse al sol detrás de una bignonia para disfrutar un rato de la música. Un complejo de la envergadura de El Grande sin duda proporcionaba lugares de trabajo, importantes para la economía mexicana, de la misma forma que el desfile de modelos repleto de famosos reuniría fondos para beneficencia. Para Lauren y otros muchos como ella aquellos beneficios eran secundarios. O peor, un trampolín para sus propias ambiciones.

Para los St. John lo primero eran los St. John: el dinero, la posición social, la fama. Vanessa seguía dando sorbos a su cóctel y observando a Lauren, quien daba vueltas por los alrededores de la piscina.

Chuparía cámara, claro que sí. Y mucho más de lo que creía. Vanessa imaginó que el robo de las joyas de diamantes y rubíes de Lauren sería portada.

Ashley: ¿Vas de Greta Garbo o aceptas compañía?

Ness: ¡Ashley! -Desbordada de alegría, se levantó de un brinco. Ashley, la hija del actor Michael Adams, un gran amigo de Phoebe y de ella en Hollywood, se había convertido en amiga suya desde que ambas se habían apartado del mundo del cine-. No pensaba encontrarte aquí.

Ashley: Un impulso.

La esbelta rubia de estilo California le devolvió los besos.

Ness: ¿Ha venido Michael contigo? Hace más de un año que no lo veo.

Ashley: No, no ha podido. Está rodando exteriores, ¡precisamente en Ontario! -Echó una ojeada a todo aquello riendo-. A mí que me den palmeras, la verdad.

Ness: Ese hombre no para, ¿eh? Dale recuerdos cuando lo veas.

Ashley: Pasado mañana me voy. Pasaré las Navidades con él -se arregló el cabello mientras se sentaba-. Un zumo de fruta, por favor -dijo a un camarero que pasaba-. Que sea doble. -Soltó un largo suspiro-. ¡Vaya zoo se ha reunido aquí!

Ness: No empecemos -también se rió-. Pero ¿tú qué haces aquí? No creo que te haya interesado nunca la alta costura.

Ashley: Unas repentinas ganas locas de Caribe… y de Keith Dixon.

Ness: ¿Keith Dixon?

Ashley: Sí, sé que es un actor, todo lo que quieras -dijo levantando la mano-, precisamente por eso he andado con pies de plomo, pero…

Ness: ¿Es algo serio o qué?

Ashley volvió la mano para mostrar un diamante ovalado.

Ashley: ¿A ti qué te parece?

Ness: Comprometida. -Cuando Ashley se llevó un dedo a los labios, Vanessa levantó una ceja, pero bajó la voz-. ¿Es un secreto? ¿Lo sabe Michael?

Ashley: Lo sabe y está encantado. Los dos se llevan tan bien que cuando están juntos siento que sobro. Es curioso.

Ness: ¿Curioso que se lleven bien?

Ashley: Curioso porque me he pasado casi toda la vida buscando amigos y amantes que a papá le caían mal.

Vanessa se relajó.

Ness: Tiene que haber sido agotador.

Ashley: Sí, tienes razón, y en cambio con Keith, la cosa más fácil del mundo.

Ness: ¿Y por qué es un secreto?

Ashley: Son unos días, para evitar el chismorreo de la prensa. De todas formas, queda poco, pues nos casamos en Navidad. Me gustaría que asistieras a la boda. Aunque ya sé que estas fiestas no te gustan mucho. ¿Por qué no cenamos esta noche en el pueblo?

Ness: Me encantaría. Veo que te hace feliz el novio -añadió-. Tienes un aspecto inmejorable, Ashley.

Ashley: Estoy mejor. -Sacó un cigarrillo del bolsillo de su blusa de lino. Era el único vicio que seguía permitiéndose-. A veces pienso en el pasado y me parece increíble lo que ha sufrido mi padre por mí. Ahora mismo peso cincuenta y cinco kilos.

Ness: Me alegro muchísimo por ti.

Ashley: Aún guardo una foto que publicó la prensa cuando salí del hospital, hace tres años: treinta y siete kilos. Parecía un espectro. -Cruzó sus largas y esculturales piernas-. Me recuerda lo afortunada que soy de seguir con vida.

Ness: Estoy segura de que Michael está orgulloso de ti. La última vez que lo vi no hablaba más que de ti.

Ashley: Sin él no habría salido adelante… Evidentemente primero tuve que quitarme de la cabeza que era mi enemigo. -Tomó el vaso de zumo y dio cinco dólares al camarero-. Tú también me ayudaste mucho. Por la segunda generación de niñas mimadas de Hollywood. -Brindó con la copa de Vanessa-. Fuiste a verme al hospital, me hablaste cuando ni siquiera escuchaba a nadie, me contaste lo que sufrías al ver que tu madre se iba abandonando. Nunca he tenido ocasión de agradecerte lo que hiciste por mí, Ness.

Ness: Ni tienes por qué. Michael fue una de las pocas personas que se preocupó por mi madre. No pudo ayudarla, pero lo intentó.

Ashley: Siempre he pensado que estaba un poco enamorado de ella. De ella y de ti. Cuando éramos niñas, yo te odiaba -dijo riendo y sacudiendo el cigarrillo-. Papá no hablaba más que de ti, que si eras una estudiante modelo, que si tan bien educada, tan agradable…

Ness: ¡Qué horror! -exclamó y la hizo reír de nuevo-.

Ashley: Creo que por eso esnifé, fumé, me tragué todas las drogas que cayeron en mis manos. Me casé con un desgraciado aunque sabía que me maltrataría, di el espectáculo mil veces en público e hice lo que pude para destrozar a mi padre… Y estuve a punto de acabar con mi vida. Lo último fue la anorexia.

Ness: Lo importante es que haya sido lo último.

Ashley: Sí. -Sonrió con aquella expresión irónica que había hecho famoso a su padre-. Bueno, se acabó la película. ¿Sabes que está aquí Althea?

Ness: ¿Althea Gray? No me digas.

Ashley: Pues sí. Allí… -echó un vistazo a los reunidos y la situó-. Ahí está.

Con gesto deliberado, Vanessa se ajustó las gafas de sol antes de mirar. En efecto, allí estaba la actriz, con un ceñido top y una minifalda de un rosa chillón.

Ashley: Un conjunto perfecto para su hija adolescente, si es que tiene alguna.

Ness: A  Althea siempre le ha gustado demostrar su talento.

Ashley: Sus dos últimas películas han sido dos bombas… Nucleares, quería decir.

Ness: Eso he oído.

A Vanessa no le interesaba. Hacía años que se había vengado de Althea. Un juego de ópalos con diamantes en rectángulo especialmente elegante se había convertido en una contribución anónima a la Fundación de Actores Jubilados.

Ashley: Hace unos meses se hizo una liposucción en los muslos.

Ness: ¡Qué mala eres!

Pero no pudo evitar echar un vistazo más detenido a las piernas de aquella mujer.

Ashley: He dejado la bebida, las drogas y los tíos buenos, Ness, deja que me distraiga un poco. Ah, me contaron un chisme del mundillo… sobre el ex agente de tu madre, Larry Curtis.

La sonrisa de Vanessa se desvaneció.

Ashley: Al parecer eran fundados los rumores sobre su inclinación por las niñas. Lo pescaron la semana pasada haciendo una prueba a una posible futura cliente. Tenía quince años.

Una náusea le revolvió el estómago. Dejó con tiento el vaso. Oyó su propia voz distante, casi irreconocible.

Ness: ¿Lo pescaron, dices?

Ashley: El padre de la niña, y en flagrante delito. El cerdo ese acabó con la mandíbula rota. Lástima que alguien no le haya hecho un nudo en esos atributos de los que tanto fanfarronea, pero no creo que vuelva a trabajar. ¡Eh! -Alarmada, se levantó-. Estás blanca como la cera.

Vanessa no tenía ganas de recordar nada. Tragó saliva intentando disolver el nudo del estómago.

Ness: Demasiado sol.

Ashley: Vamos a la sombra antes de que empiece todo esto. ¿Puedes caminar? No soporto los clichés, pero la verdad es que se diría que has visto un fantasma.

Ness: Nada, estoy bien. -No tenía otro remedio. Larry Curtis pertenecía al pasado. Se levantó y se fue con Ashley hacia los asientos situados bajo una lona de un rojo muy intenso-. No me perdería esto por nada del mundo.

Ashley: El espectáculo promete.

Y cumpliría con las expectativas. Observó cómo Lauren subía al podio, adornado con flores tropicales. Al día siguiente el espectáculo sería todo suyo.

Su suite en El Grande estaba decorada en tonos pastel y tenía un balcón lleno de flores. Disponía de nevera con todo lo necesario, mueble bar, bañera de hidromasaje y caja de seguridad particular. Estaba bien, pero ella prefería las habitaciones que había reservado en El Presidente a nombre de Lara O'Conner.

No sin cierto pesar había jubilado a Rose Sparrow.

En esas otras suites, Vanessa guardaba sus pertrechos. Unas horas después del desfile se encontraba sentada ante la mesa que daba a la ventana, comiéndose un kiwi mientras estudiaba los planos de El Grande. Tenía dos sistemas para entrar y aún no había decidido cuál iba a utilizar. Siempre tan perfeccionista, calculó hasta los mínimos detalles de ambos.

Sonó el teléfono a su lado.

Ness: Dígame. Sí. -se echó un poco atrás en la silla. Su contacto estaba nervioso. Sabía por experiencia que los mensajeros procuraban mostrarse duros cuando estaban inquietos-. Estaré ahí tal como hemos quedado. Si no confías en mí, amigo, aún tienes tiempo para dejarlo. Siempre habrá otro comprador. -Esperó, tomando un sorbo de agua de Perrier-. Ya conoces su fama. Cuando la Sombra llega a un acuerdo, hace la entrega. ¿No querrás que le diga que dudas de su capacidad de llevar a cabo la operación? Ya lo imaginaba. Mañana.

Colgó y se levantó para distender los músculos de su espalda y cuello. Nervios. Molesta, cerró los ojos y empezó a volver la cabeza lentamente hacia un lado y otro. No recordaba haberse sentido tan inquieta en años.

El golpe era rutinario, algo casi demasiado sencillo. Sin embargo…

Zachary, pensó. La había cogido desprevenida y aún no se había recuperado. Le extrañaba que no estuviera en la isla. De todas formas sabía que verlo allí la habría puesto furiosa.

No podía demostrar nada, se repitió para tranquilizarse mientras abría el balcón.

Pronto, muy pronto habría concluido lo que se había propuesto.

El sol se mantenía en la zona de poniente, reflejos dorados sobre el agua. En unas horas aparecería la fría y plateada luna.

El Sol y la Luna. Vanessa se apoyó en la barandilla. Los símbolos de la noche y el día, de la continuidad, de la eternidad. Pronto lo recuperaré, mamá, juró en silencio. Una vez lo haya conseguido tal vez tú y yo encontremos la paz.

La brisa le acariciaba el rostro como si fueran unas cálidas manos. Le llegaba un perfume floral que no podía ignorar. Oía el sonido de las olas contra la arena y su retroceso. Sobre ese fondo destacaban las risas, los gritos de quienes paseaban por la playa o buceaban por los arrecifes.

La soledad. Cerró los ojos con fuerza, pero no logró conjurarla. ¿Podía achacarla a las fiestas, a los recuerdos que le traían estas? ¿O a su encuentro con Ashley, a la envidia de ver cómo había sabido recuperar el autocontrol después de tantos años de luchar por mantenerse a flote? Pero no. No era solo aquello. Vanessa no era únicamente una mujer que se encontraba sola mirando por el balcón. Por mucha gente que conociera, por muchos compromisos que contrajera, en todas partes se encontraba sola.

Nadie la conocía. Ni siquiera Celeste captaba del todo los conflictos y los interrogantes que se agolpaban en su interior. Era princesa de un país que ya no era el suyo. Era visitante en una tierra que para ella seguía siendo extraña. Era una mujer a la que daba miedo ser mujer. Y una ladrona a la que perseguía la justicia.

En aquel atardecer, con la brisa en el rostro, el olor del mar y el perfume de las flores que la rodeaban, deseaba tener a alguien en quien apoyarse.

Regresó a la habitación. Puede que no tuviera a nadie, pero tenía algo. La venganza.


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Venganza!!!!
Quiero venganza
Ya quiero saber que pasará
Muy emocionante
Siguela pronto
Saludos

Carolina dijo...

Ay Ness :/, siento que esté golpe no va a salir muy bien :/
Encima ahora ya conoce a Zac, y parece q el no solo la quiere ayudsr porque si, ahi hay algo más que los une ����
Pública el siguiente pronto por favor

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