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sábado, 5 de agosto de 2017

Capítulo 33


En cuanto entró en el vestíbulo del hospital, Vanessa notó una fuerte presión en los pulmones. Había estado otras tres veces allí, por su abuelo, por su abuela y por Derek, y las tres veces había salido con el corazón destrozado. Metió la mano en el bolsillo, sacó las píldoras tranquilizantes y fue a buscar un dispensador de agua.

Un momento, se dijo. Lo peor había pasado. Matthew estaba encarcelado y a Zac le habían llevado en helicóptero al hospital. Rufus estaba en el veterinario. Dos policías le habían llevado a ella al pueblo y otros dos se habían ocupado de Matthew. La tormenta se había alejado y la nieve comenzaba a derretirse. No tenía nada que temer. Bueno, nada salvo el hecho de que a Zac habían tenido que someterle a una operación de urgencia. Estuvo a punto de doblarse de dolor al pensar en ello, al recordar lo terrible que era perder a un ser amado. Quería tanto a Zac que perderlo la destrozaría para siempre.

Era una realidad a la que no podía escapar. Zac era el dueño de su corazón y eso era algo que ni siquiera podía cambiar la posibilidad de perderle. Además, no quería aplacar sus sentimientos. Qué diferente era aquella Vanessa de la mujer que había vivido huyendo siempre de sus propios sentimientos. No podía sacar muchas cosas positivas del hecho de que alguien le hubiera apuntado con una pistola, pero a lo mejor ésa era una de ellas.

El policía que la acompañaba, un sobrino de Ashley, pareció advertir su vacilación y permaneció a su lado, esperando. Vanessa cerró los ojos un instante, tomó aire, guardó la medicación y siguió avanzando.

Cuando salió del ascensor, vio que por lo menos la mitad de los policías del departamento estaban reunidos en la sala de espera. Tomaban café y hablaban entre susurros, pero se quedaron completamente callados al ver llegar a Vanessa.

No, pensó, con el corazón helado. Aquel silencio la estaba matando.

Ness: ¿Dónde está? ¿En qué habitación?

**: En la UCI -contestó alguien, señalando una puerta de cristal-. Acaba de salir del quirófano. Pero sólo se permiten visitas familiares.

Ness: ¿Y qué van a hacer? -le desafió mientras se dirigía hacia la UCI-, ¿arrestarme?

No tuvieron que hacerlo. La puerta estaba cerrada por indicación de la enfermera, de modo que lo único que pudo hacer fue permanecer fuera como todos los demás, esperando en un estado de miedo absoluto. A través de las puertas de cristal podía ver al personal del hospital y una cama con tantos aparatos alrededor que era casi imposible ver a Zac.

Uno de los ayudantes de Zac se acercó a ella.

**: Ha superado la operación como un campeón. Está estable y en cuanto podamos verlo nos avisarán.

Vanessa asintió con un nudo en la garganta. Estaba agotada. Todo el miedo de las horas anteriores se estaba cobrando su peaje. No sabía qué hora era, sólo sabía que era de noche y no podía recordar la última vez que había comido o dormido. Le dolía la mano y la tenía hinchada, aunque alguien le había dado una bolsa de hielo para aliviar sus molestias.

Comenzó a tambalearse contra el cristal.

**: Eh, tranquila -dijo una voz femenina, y alguien le pasó el brazo por los hombros-.

Era Olivia, con un anorak y el pelo recogido en una descuidada cola de caballo. A su lado estaba Philip. Vanessa recordó entonces que había ido a Avalon a principios de la semana.

Olivia: Acabamos de enterarnos.

Philip se acercó a ella y se aclaró la garganta.

Philip: Miley nos ha contado... lo de Anne.

Vanessa descubrió que era incapaz de decir palabra, así que se limitó a asentir. Estaba sobrecogida por el peligro al que había sobrevivido, por su preocupación por Zac y por el impacto de la verdad sobre la desaparición de su madre. En ese momento, se daba cuenta de que no habría podido enfrentarse a tanta tragedia sola. Su hermana y su padre la acompañaban con una solidaridad que no esperaba.

Olivia le tendió una taza de té bien cargado.

Ness: Gracias -dijo encontrando por fin la voz-. Me alegro de que estéis aquí. Ha sido... ha sido increíble.

Olivia: Lo sé.

Philip le palmeó el hombro. A diferencia de en otras ocasiones, Vanessa no encontró embarazoso aquel gesto, sino reconfortante.

Philip: Siento mucho lo que le pasó a tu madre. Lo siento mucho.

Vanessa bebió un sorbo de té con la mirada fija en el mostrador de las enfermeras.

Ness: Gracias. En realidad... no me ha afectado tanto como pensaba... No sé, llevaba tanto tiempo sin saber nada de ella que, aunque nunca me lo decía claramente, supongo que en el fondo sabía que estaba muerta. Aun así, al no tener ninguna prueba concreta, siempre podía imaginar que estaba en cualquier otra parte.

Philip: Yo también lo pensaba.

Su voz sonaba ronca por la emoción, lo que le hizo recordar a Vanessa que también él había querido a Anne. Philip se pasó la mano por el pelo.

Philip: La verdad es que no consigo entender nada de lo que ha pasado.

Olivia y Vanessa intercambiaron una mirada.

Olivia: Tú no tuviste nada que ver con todo eso, papá -intentó tranquilizarle-.

Ness: Ella... Supongo que mi madre vio una oportunidad. No puedo justificar lo que hizo, pero en sus circunstancias, la comprendo. Hizo un trato con el señor y la señora Lightsey y supongo que no pensó en las complicaciones que podía entrañar, ni que podía hacer daño a alguien más que a sí misma.

Olivia: Los abuelos no deberían haber hecho lo que hicieron -añadió-. Se aprovecharon de una chica joven y asustada por un embarazo...

Philip alzó la mano para interrumpirla.

Philip: Cuando seas madre, harás cualquier cosa para asegurarte de que tus hijos tengan todo lo que quieres. Estoy seguro de que estaban convencidos de que Pamela y yo terminaríamos siendo felices y de que Anne saldría adelante gracias a la fortuna que le entregaron.

Recientemente, los Lightsey habían descubierto una de las verdades más viejas del mundo: había cosas que no podían comprarse con dinero. Habían conseguido alejar a Anne y su hija se había casado con Philip, tal y como ellos habían planeado. Pero habían dado pie a un matrimonio difícil y sin amor. Al final, nadie había conseguido lo que quería.

Olivia: ¿Y qué ha pasado con los diamantes? Es simple curiosidad.

Vanessa bajó la mirada hacia las baldosas del suelo.

Ness: Eh... dudo mucho que volvamos a verlos -les habló del enfrentamiento con Matthew Alger y les contó que los había tirado al lago segundos antes de que Zac hubiera conseguido llegar hasta él y desarmarle-. Lo siento.

Olivia: No lo sientas. Es lo mejor que podía haber pasado. Supongo que, técnicamente, los diamantes pertenecían a Lightsey Gold & Gem, pero no habría estado bien devolverlos. En cualquier caso, los diamantes son lo de menos. Lo importante es que tú estés bien.

Vanessa se llevó la taza a la boca. Descubrió entonces que había terminado el té.

Philip: Voy a traerte otra taza -tomó la taza y se dirigió con ella hacia el ascensor-.

Olivia: Supongo que prefiere tener algo que hacer -le explicó-. Le cuesta mucho verse obligado a esperar sin hacer nada.

Ness: A todo el mundo.

Vanessa sintió náuseas. Le tembló la mano, pero decidió ignorar aquellas sensaciones.

Ashley entró corriendo en aquel momento. En cuanto vio a Vanessa, fue hacia ella y la abrazó con fuerza.

Ash: No me puedo creer que esté pasando todo esto. ¿Estás bien?

Ness: Sí, y Zac también se pondrá bien -no podía creer otra cosa-. Pero todavía no nos han dejado verle.

Ash: Me siento fatal, incluso responsable en cierto modo -confesó-. Matthew estaba robando al Ayuntamiento y yo no me di cuenta. Por eso estaba tan desesperado por conseguir dinero. Quería reponerlo todo antes de que el auditor descubriera lo que estaba pasando.

Ness: Nada de esto es culpa tuya -la tranquilizó-.

Ash: Lo sé, pero continúo sintiéndome fatal. Y también lo siento mucho por Troy.

Salió entonces una enfermera de la UCI y le preguntó a Olivia:

**: ¿Es usted Vanessa Hudgens?

Olivia negó con la cabeza.

Olivia: No, Vanessa es mi hermana.

Vanessa intentó interpretar la expresión de la enfermera, pero no fue capaz. «No», pensó, «por favor, no».

Ness: Yo soy Vanessa Hudgens, ¿qué ocurre?

**: El enfermo ha pedido verla -dijo la enfermera-. Bueno, no lo ha pedido, en realidad, lo ha exigido.

Vanessa se reclinó contra su padre, que ya había vuelto con el té, y éste la agarró del brazo. Junto a Olivia, caminaron los tres hasta la puerta de la UCI. Vanessa cruzó sola la puerta. La enfermera la condujo hasta un lavabo y la ayudó a ponerse una bata esterilizada.

Cuando miró hacia la cama, Vanessa apenas reconoció al desconocido que estaba tumbado en ella, rodeado de aparatos y cables. Colgaban bolsas de diferentes puntos de la cama y los cables formaban una auténtica red sobre su pecho. El rostro de Zac era una máscara descolorida. Pero entonces, pestañeó y fijó su mirada sobre ella. Sus ojos continuaban siendo más azules que el propio azul. Comenzó a mover la boca lentamente.

**: Tiene que acercarse más -le aconsejó la enfermera-. Le acabamos de desentubar la garganta y ahora apenas puede susurrar.

Vanessa corrió a su lado y se obligó a sonreír. No quería que se diera cuenta de lo preocupada que estaba.

Ness: Hola -le saludó, estudiando su rostro-.

La cicatriz de la mejilla, un recuerdo de un pasado lejano, resaltaba contra la palidez de su piel. Vanessa intentó alcanzar su mano sobre la barandilla que rodeaba la cama, pero Zac tenía todo tipo de cosas enganchadas a los dedos y había cables por todas partes. Al final, posó la mano en su hombro y pudo sentir el reconfortante calor de su cuerpo.

Ness: Me alegro de que estés bien. Y hay un montón de gente ahí fuera que también se alegrará.

Zac: ¿Y Rufus?

Ness: Un policía le llevó al veterinario. También él se pondrá bien.

Esperaba no estar mintiendo. La bala le había dado en un costado, pero el veterinario había asegurado que podría curarse.

Zac: ¿Y tú?

Vanessa tomó aire. Estaba dispuesta a arriesgarlo todo por Zac. Más que todo. Y el último riesgo que iba a correr era el de abrirse completamente a él, dejando de preocuparse por las consecuencias. Había llegado el momento de dar un paso adelante.

Ness: Te quiero y no pienso dejarte nunca. Así que será mejor que vayas acostumbrándote a mí.

Zac entrecerró los ojos, pero Vanessa era incapaz de adivinar lo que estaba pensando. Una de las máquinas hizo un ruido de succión que resonó en toda la habitación.

Zac: De modo que así están las cosas -se interrumpió, tosió un poco y susurró-: Iba a pedirte que te casaras conmigo. Había pensado que podríamos casarnos en otoño, o el invierno que viene. Pero he cambiado de opinión.

Vanessa se abrazó a sí misma. El problema era que ya no podía volver a levantar la barrera que había mantenido alzada durante tantos años para protegerse de sus sentimientos hacia Zac. Eso ya no funcionaba. Estaba loca por él y no podía hacer nada para evitarlo.

Vio que Zac intentaba sonreír.

Zac: He cambiado de opinión -volvió a decir-. No quiero casarme contigo el año que viene. Quiero casarme contigo ahora.

Ness: ¿Ahora? -repitió en un susurro-.

Zac: Bueno, en cuanto salga de aquí. Te dije que algún día te contaría cuál quería que fuera el final. Pues ya te lo estoy diciendo.

Quizá Vanessa se había imaginado a sí misma alguna vez el día de su boda, rodeada de amigos y familia y disfrutando de un día tan especial que no lo olvidaría nunca. Pero Zac le estaba ofreciendo algo mucho más poderoso que un sueño, y no era un solo día, sino el resto de su vida. Sí. Sus emociones desembocaron en un sentimiento tan intenso que todo le parecía envuelto en un halo luminoso. Incluso en aquel lugar tan frío y aséptico, lleno de máquinas extrañas, el mundo le parecía hermoso.

Zac: Me gustaría ponerme de rodillas, pero me temo que tendremos que conformarnos con que te lo pida tumbado. Te he amado durante más de la mitad de mi vida, Vanessa Hudgens. Quiero que te cases conmigo y te conviertas en mi esposa.

Vanessa bajó la mirada hacia su rostro. Sabía que era un hombre complicado, difícil. Le había hecho mucho daño, pero sabía que era por lo mucho que se había esforzado para mantenerse alejado de ella. Y su situación en ese momento era completamente diferente.

Zac: Tengo la sensación de que no te gustan mucho los diamantes. Y me alegro, porque ahora mismo no tengo ninguna sortija que regalarte. Pero te la regalaré. Será como tú quieras. De rubís y de perlas, o si lo prefieres, un zafiro gigante. Pero di que te casarás conmigo. Y, por el amor de Dios, deja de llorar.

Ness: No estoy llorando -pero claro que estaba llorando. No podía evitarlo-, estoy diciendo que sí, Zac. Claro que sí.




¡Qué bonito! 😍
Todos están bien y Zac y Ness se casan 😊

¡Gracias por leer!


2 comentarios:

Lu dijo...

Ayyyy que lindo capitulo, al final Zac resultó ser un amorrrr!!!
Que lindo.


Sube pronto

Maria jose dijo...

Pero que lindo capitulo!!!!!
Habrá boda!!!
Me encanto
Ya quiero saber la continuacion
Siguela pronto


Saludos!!!

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