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domingo, 8 de mayo de 2016

Capítulo 13


Un día después de Navidad, la nieve había formado montículos en los bordes de la carretera. Gruesos carámbanos de hielo relucían en los aleros de las casas, mientras que una multitud de carámbanos más diminutos se aferraban a las ramas de los árboles. El aire era frío y cortante; el sol, débil.

Inquieta y más que aburrida, Brittany dio un paseo hasta el parque del pueblo. El área de los columpios aparecía abandonada y triste.  Brittany retiró la nieve de un columpio de madera y se sentó. Pateó la nieve del suelo con las botas y empezó a mecerse. Estaba preocupada por Vanessa.

Se había producido un cambio, un cambio de cierta magnitud. Todo había comenzado justo después de la primera nevada del invierno.

Brittany no sabía seguro si se debía al tiempo que Vanessa había pasado con Zac en casa de este, o a la visita de Mike Anderson. La depresión no era, sencillamente, un rasgo característico de Vanessa. Pero había pasado el tiempo, y la depresión no desaparecía.

Brittany se preguntó si era tan sensible al estado de ánimo de Vanessa debido a que el suyo propio también era incierto.

Se había sorprendido al comprender que su antiguo enamoramiento de Andrew se había convertido en auténtico amor. Lo había venerado desde el día en que se presentó en casa de Brittany con el hermano de esta, con la camiseta del equipo de fútbol del instituto. Ella contaba diez años entonces, él quince. Irónicamente, el mayor obstáculo para Brittany había sido la persona a quien se sentía más unida: Vanessa.

¿Cómo no se daba cuenta Vanessa de lo loco que Andrew estaba por ella? Brittany se echó hacia atrás en el columpio, disfrutando del cosquilleo que sentía en el estómago conforme el cielo se desplazaba con su balanceo. Era de un azul pálido. ¿Por qué Andrew no se lo había dicho?
Brittany empujó con más fuerza.

Durante los años en que Vanessa había estado ausente de Cliffside, Brittany había sido una adolescente enamoradiza a quien Andrew había tratado con amabilidad, con ausentes palmaditas en la cabeza. Desde el regreso de Vanessa, él no parecía haberse dado cuenta de que la hermana pequeña de su amigo había crecido. Del mismo modo, pensó Brittany irritada, que Vanessa no se había dado cuenta de los sentimientos de Andrew.

**: ¡Hola!

Brittany giró la cabeza y atisbo fugazmente la sonrisa de Andrew antes de que el columpio se precipitara hacia adelante. Cuando retrocedió, la sonrisa seguía allí. Brittany clavó los pies en la tierra y se detuvo poco a poco.

Britt: Hola -consiguió decir mientras él se estabilizaba en su línea de visión-.

Andrew: Te has levantado temprano para ser sábado -comentó pasando perezosamente la mano por la cadena del columpio-. ¿Qué tal la Navidad?

Britt: Bueno… bien -se maldijo a sí misma y trató de hablar con coherencia-. Tú también has madrugado.

Él se encogió de hombros y se sentó en el columpio, a su lado. Ella notó que el corazón le temblaba.

Andrew: Me apetecía pasear -murmuró-. ¿Sigues dando clases de piano?

Brittany asintió con la cabeza.

Britt: He oído que estabas ampliando la floristería.

Andrew: Sí, he añadido una sección de plantas de interior.

Brittany estudió las manos situadas en las cadenas del columpio, junto a ella. Era asombroso que unas manos tan grandes y masculinas pudieran arreglar las flores con increíble delicadeza. Eran manos suaves.

Britt: ¿Hoy no abres?

Andrew: Abriré un rato, esta tarde -encogió sus anchos hombros-.  No parece que haya nadie levantado, salvo tú y yo -giró la cabeza para sonreírle-.

A Brittany le dio un vuelco el corazón.

Britt: Me… me gusta madrugar -musitó-.

Andrew: Y a mí.

Los ojos de ella eran suaves y vulnerables como los de un cachorro.

Brittany sentía que las palmas de las manos le ardían, pese al frío de diciembre. Se levantó para pasearse inquieta por el área de los columpios.

Britt: ¿Nunca has pensado en marcharte de Cliffside? -preguntó al cabo de un breve silencio-.

Andrew: Claro que sí -dejó el columpio para pasear con ella-. Sobre todo cuando estoy deprimido. Pero la verdad es que no deseo irme.

Ella alzó los ojos para mirarlo.

Britt: Yo tampoco -golpeó con el pie una pelota olvidada, semienterrada en la nieve. Brittany se agachó para recogerla. Andrew vio cómo el débil sol del invierno bañaba su cabello-. Me acuerdo de cuando mi hermano y tú practicabais en el jardín trasero -lanzó la pelota con poca fuerza-. A veces me la pasabais.

Andrew: Lo hacías bastante bien, para ser una chica -reconoció, y se ganó una mueca. Se rió, sintiéndose más animado que cuando comenzó el paseo. Siempre se sentía bien en compañía de Brittany. Ella volvió a lanzar la pelota, y él la agarró-. ¿Quieres que te lance una?

Britt: Muy bien -se alejó con un pequeño trote por la nieve, recordando los movimientos que había practicado años antes-.

Andrew retrocedió, y la pelota salió disparada hacia ella describiendo un arco. Perfectamente situada, ella la atrapó.

Andrew: No está mal -gritó-. Pero nunca marcarás un tanto.

Brittany se encajó la pelota debajo del brazo.

Britt: Tú mírame -respondió al tiempo que echaba a correr por la nieve apelmazada-.

Corrió directamente hacia él, luego viró hacia la izquierda antes de que Andrew pudiera atraparla. La agilidad de Brittany le sorprendió, pero él poseía buenos reflejos. Se giró y siguió su zigzagueante trayectoria. Alcanzándola, se lanzó sobre ella y la agarró por la cintura, haciéndola caer en el suelo. Aterrizaron sobre la nieve con un golpe sordo.

Asustado, Andrew le dio rápidamente la vuelta. Su rostro seguía sonrosado debajo de la capa de nieve.

Andrew: ¡Oh, vaya, lo siento, Brittany! ¿Te encuentras bien? -empezó a sacudirle la nieve de las mejillas-. Lo hice sin pensar. ¿Te he lastimado?

Ella negó con la cabeza, pero aún no había recuperado el aliento lo bastante como para hablar. Andrew yacía de través sobre ella, quitándole diligentemente la nieve de la cara y el pelo. El aliento de ambos formaba nubecillas que se mezclaban. Brittany sonrió al ver su horrorizada preocupación, y los ojos de los dos se encontraron. Andrew cedió al impulso de darle un suave y vacilante beso en los labios.

Andrew: ¿Seguro que estás bien?

Su sabor era mucho más dulce de lo que Brittany había imaginado. Volvió a paladearlo cuando él bajó la boca por segunda vez.

Britt: ¡Oh, Andrew! -le rodeó el cuello con los brazos y rodó hasta que él quedó situado debajo de ella-.

Los labios de Brittany descendieron sobre los de él, pero su beso no tuvo nada de suavidad ni de vacilación. A Andrew se le coló nieve por el cuello del jersey, pero lo ignoró mientras colocaba la mano en la nuca de ella para prolongar lo inesperado.

Britt: Te quiero -dijo mientras su boca se desplazaba por su rostro-. Te quiero tanto…

Él le acarició el cabello. Brittany no parecía pesar nada. Andrew parecía decidido a permanecer así para siempre mientras ella, con su suavidad y su aroma, se aferraba a su cuello.

Por fin, él se sentó, sin dejar de abrazarla, y miró sus ojos claros, húmedos y hermosos. Volvió a besarla.

Andrew: Vayamos a mi casa -le echó el brazo por los hombros para atraerla hacia sí-.

Vanessa pasó con el coche junto a Andrew y Brittany, y alzó distraídamente una mano para saludarlos. Ninguno de los dos la vio.

Con la mente plagada de pensamientos, siguió conduciendo hacia la casa del acantilado. Tenía que hablar con Zac. Sentía que el tiempo se les estaba acabando, tanto a ella tomo a Jessica. Nada parecía ir bien… desde la tarde en que cesó la primera nevada del invierno.

Zac había partido casi de inmediato para Nueva Zelanda y había vuelto pocos días antes de Navidad. No había escrito ni llamado. Si bien Vanessa no había esperado que lo hiciera, en el fondo había deseado lo contrario.

El sentimiento de añoranza le resultaba doloroso. Deseaba volver a estar con él, revivir parte de la felicidad, parte de la intimidad que habían compartido.

Vanessa sabía, sin embargo, que una vez que hablasen, podían quedar más distanciados que nunca. Debía convencerlo, por todos los medios posibles, para que dejara marchar a Jessica. Su última conversación con Mike la había persuadido de que era el momento de luchar por lo que era necesario para la chica, así como de tomar una decisión definitiva sobre su propia vida.

Quería que Jessica fuese a Nueva York con ella.

Tomó lentamente la larga curva del camino de entrada, observando la casa conforme el camino se elevaba. Dado que el corazón le martilleaba el pecho, se tomó un segundo extra para respirar profundamente después de detener el coche. No quería hacer el ridículo cuando viese a Zac de nuevo. Las oportunidades de Jessica dependían de que ella fuese lo bastante fuerte como para convencerlo de lo que convenía a la muchacha.

Vanessa salió del coche, aferrando nerviosamente el bolso con ambas manos mientras se encaminaba hacia la puerta principal. No podía permitir que sus sentimientos por él estropearan lo que había ido a hacer.

El viento hizo que sus mejillas se sonrojaran, lo cual agradeció. Se había trenzado el cabello y se lo había recogido pulcramente para no despeinarse con el viento. La compostura, en aquellos momentos, era vital para ella. Sabía que los recuerdos de lo que había compartido con Zac permanecían latentes y podían abrumarla en el momento en que entrase en la casa.

Alzó una mano enguantada y llamó al timbre. La espera, hasta que Prescott acudió a abrir, fue misericordiosamente breve.

Prescott iba vestido más o menos como siempre, con un traje oscuro y una corbata de aspecto impecable. Llevaba la barba exquisitamente cuidada y una expresión inescrutable en el semblante.

Prescott: Buenos días, señorita Hudgens.

No hubo nada en su voz que indicara curiosidad ante aquella visita tan temprana.

Ness: Buenos días, señor Prescott -pudo evitar que sus manos retorcieran nerviosamente el bolso, pero parte de su ansiedad se reflejó en sus ojos-. ¿Está Zac en casa?

Prescott: Creo que está trabajando, señorita -retrocedió educadamente para franquearle la entrada en la calidez de la casa-. Si tiene la bondad de esperar en la sala, iré a ver si se le puede molestar o no.

Ness: Sí, yo… por favor -se mordió  el labio mientras lo seguía-.

«No empieces a balbucear», se recriminó a sí misma.

Precott: Me ocuparé de su abrigo, señorita -sugirió mientras ella trasponía la puerta de la sala-.

Vanessa se despojó del abrigo sin decir nada. El fuego estaba encendido. Recordó cómo había hecho el amor con Zac allí por primera vez, mientras las llamas crepitaban y el reloj de la repisa medía el tiempo que estaban pasando juntos.

Precott: ¿Señorita?

Ness: ¿Sí? Sí, lo siento -se giró hacia Prescott, repentinamente consciente de que le había dicho algo-.

Prescott: ¿Le apetece una taza de café mientras espera?

Ness: No, gracias -se quitó los guantes y se acercó a la ventana-.

Deseaba recuperar la compostura antes de que Zac se reuniera con ella. Tras dejar los guantes y el bolso en la mesa, entrelazó los dedos.

Descubrió que le resultaba difícil esperar allí, en la habitación donde había entregado su amor a Zac por primera vez. Los recuerdos eran dolorosamente íntimos.

«Las prioridades», recordó. «He de tener presentes mis prioridades»

En el cristal de la ventana pudo ver el fantasma de su reflejo: los elegantes pantalones grises, el jersey orkos. Parecía serena, pero su compostura, igual que la mujer del cristal era un espejismo.

Zac: Vanessa.

Ella se giró, creyéndose preparada. Al verlo de nuevo la invadió un torrente de sentimientos. Pero el que predominaba era una arrolladora alegría. Sonrió, gozosa, y atravesó la sala para acercarse a él. Sus manos lo buscaron sin vacilación.

Ness: Zac. Me alegro tantísimo de verte -notó cómo las manos de él se tensaban sobre las suyas-.

Zac las soltó por fin y dijo:

Zac: Tienes buen aspecto -su tono era tan distante que ella tuvo que luchar para reprimir las palabras que temblaban en su lengua-.

Ness: Gracias -se volvió y caminó hacia la chimenea, necesitada de calor-. Espero no haberte molestado.

Zac: No -permaneció donde estaba-. No me has molestado, Vanessa.

Ness: ¿Fue todo bien en Nueva Zelanda? -inquirió, girándose de nuevo hacia él con una sonrisa más reservada-. Imagino que allí el clima sería muy distinto.

Zac: Un poco -admitió. Se acercó un poco, pero mantuvo una distancia segura entre ambos-. Tendré que volver por unas cuantas semanas antes de fin de año. Jessica me ha dicho que has vendido la casa.

Ness: Sí -se tiró del cuello del jersey, deseando tener algo con lo que ocupar sus manos-. Me he trasladado a la academia. Todo cambia, ¿no es así? -vio que él inclinaba la cabeza para manifestar su acuerdo-. Allí tengo bastante sitio, y la casa me resultaba terriblemente vacía cuando me hallaba sola. Así será más sencillo organizarlo todo cuando me vaya a Nueva York…

Zac: ¿Te vas a Nueva York? -la interrumpió bruscamente. Vanessa vio que fruncía el entrecejo-. ¿Cuándo?

Ness: El mes que viene -se paseó hasta la ventana, incapaz de quedarse quieta-. Mike empezará a montar el ballet para entonces. Al final, conseguimos llegar a un acuerdo.

Zac: Comprendo -dijo lentamente. Estudió la curva del cuello de Vanessa hasta que esta se giró de nuevo hacia él-. Entonces, has decidido volver.

Ness: Para una actuación -sonrió, intentando fingir que se trataba de una conversación casual. El corazón le golpeaba con fuerza las costillas-. Televisarán la primera función. Dado que yo he sido la compañera más conocida de Mike, accedí a contribuir como primera bailarina. El reencuentro atraerá más la atención.

Zac: Una actuación -musitó. Se metió  las manos en los bolsillos mientras la observaba-. ¿De veras crees que podrás conformarte con eso?

Ness: Claro que sí -trató de responder con calma-. Tengo varios motivos para hacerlo. Es importante para Mike -suspiró. Los rayos del sol se colaban por la ventana y caían sobre su cabello-. Y también lo es para mí.

Zac: ¿Deseas comprobar si aún puedes ser una estrella?

Ella enarcó una ceja y esbozó una media sonrisa.

Ness: No. Si tuviera ese ego, las cosas habrían sido muy distintas desde el principio. Ese aspecto jamás me importó demasiado. Supongo que por eso mi madre y yo nunca logramos entendernos.

Zac: ¿No crees que eso cambiará cuando vuelvas a vivir en ese mundo de nuevo? -había en su voz un deje severo que desconcertaba a Vanessa-. Cuando bailaste con Anderson en la academia, expresaste todo lo que hay en ti.

Ness: Sí, y así es como debe ser -recorrió parte de la distancia que los separaba, deseando hacerle entender-. Pero bailar y actuar no son siempre la misma cosa. Yo ya tuve ocasión.

Zac: Eso es fácil de decir ahora. Pero te resultará más difícil cuando seas de nuevo el centro de atención.

Ness: No -meneó la cabeza-. Todo depende de mis razones para volver -se acercó a él, acariciando el dorso de su mano con los dedos-. ¿Quieres saber cuáles son?

Él la estudió durante largos y silenciosos momentos, y luego se retiró de ella.

Zac: No. Creo que prefiero no saberlas -permaneció de cara al fuego-. ¿Y si yo te pido que no vayas?

Ness: ¿Que no vaya? -en su voz se reflejaba su confusión. Se aproximó a él y descansó la mano en su brazo-. ¿Y por qué ibas a pedirme eso?

Zac se giró entonces, y los ojos de ambo; se encontraron. Él no la tocó.

Zac: Porque estoy enamorado de ti y no quiero perderte.

Vanessa abrió los ojos de par en par. Al instante se refugió entre sus brazos, aferrándose a él con todas sus fuerzas.

Ness: Bésame -pidió-  Antes de que me despierte.

Los labios de ambos se unieron movidos por una mutua necesidad, saboreando y separándose para saborear de nuevo hasta que la brusca intensidad del ansia se hubo aplacado. Vanessa enterró el rostro en su hombro, sin atreverse a dar crédito a lo que acababa de oír. Sintió cómo las manos de Zac recorrían el suave tejido de su jersey y luego se deslizaban debajo para acariciar la tersura de su piel.

Zac: He añorado mucho tocarte -murmuró-. Había noches en que no podía pensar en nada salvo tu piel.

Ness: Oh, Zac, no puedo creerlo -enredó los dedos en su cabello mientras retiraba el rostro de su hombro-. Dímelo otra vez.

Él le besó la sien antes de atraerla hacia sí.

Zac: Te quiero.

Vanessa sintió cómo su cuerpo se relajaba mientras lo oía suspirar.

Zac: Nunca le había dicho eso a una mujer.

Ness: ¿Ni siquiera a una condesa italiana o a una actriz francesa? -su voz sonaba amortiguada contra el cuello de Zac-.

Él la apartó de sí lo suficiente para que sus ojos se encontraran, y la mantuvo así, mirándola profunda e intensamente.

Zac: Nadie me ha tocado jamás como tú. Podría decir que me he pasado la vida buscando a alguien como tú, pero no sería cierto -sonrió, pasándole las manos por los brazos y enmarcando su rostro-. No sabía que existiera alguien como tú. Fuiste una sorpresa.

Ness: Es lo más bonito que me han dicho jamás -se giró para besarle la palma de la mano-. Cuando comprendí que te amaba, sentí miedo, porque ello significaba necesitarte tanto… -lo miró, y todo lo que vio en su rostro la absorbió. Zac se había hecho dueño no solo de su corazón y su cuerpo, sino también de su mente. La intensidad del sentimiento era asombrosa. De repente, ella se apretó contra él, con el pulso acelerado-. Abrázame -susurró cerrando los ojos-. Todavía tengo miedo.

Buscó la boca de Zac con la suya, y el beso que siguió fue electrizante. Se sumergieron el uno en el otro tan profundamente que ninguno fue capaz de volver a salir a la superficie solo. Fue un beso de dependencia absoluta. Se abrazaron, entregándose.

Ness: He estado en un sinvivir desde el día en el que te fuiste del estudio -confesó. Las líneas del rostro de Zac pedían que las explorase con las yemas de los dedos-. Todo  me parecía monótono, tal como habría sido la fotografía de la nieve.

Zac: No pude quedarme. Tú habías dicho que lo sucedido entre nosotros había estado bien. Que éramos dos adultos que se habían sentido mutuamente atraídos al encontrarse solos. Así de simple -meneó la cabeza, apretándola contra sí posesivamente-. Eso me dolió. Yo te quería, te necesitaba. Por primera vez en mi vida nada era tan simple para mí.

Ness: ¿No sabes ver cuando alguien miente? -inquirió suavemente-.

Zac: No cuando me enfrento al hecho de estar enamorado.

Ness: Si lo hubiera sabido… -dejó la frase en suspenso y se recostó en su pecho, escuchando los latidos de su corazón-.

Zac: Quise decírtelo, pero entonces te vi bailar. Tan exquisita, tan perfecta… -inhaló su aroma de nuevo, abrazándola-. Lo odiaba. Cada segundo que veía cómo te alejabas de mí…

Ness: No, Zac -lo silenció colocando un dedo sobre sus labios-. No es así. No es así en absoluto.

Zac: ¿No? -la agarró por los hombros, retirándola de sí-. Anderson te ofrecía una vida que jamás podrías compartir conmigo. Te ofrecía el lugar que te correspondía en el escenario. Me dije que debía hacer lo correcto y dejarte marchar. Y me he mantenido lejos de ti todas estas semanas. Pero cuando te vi ahí, de pie, comprendí que jamás podría dejarte ir.

Ness: No lo comprendes -dijo con ojos tristes y suplicantes-. Yo ya no quiero esa vida, ni mi lugar en el escenario, aunque pudiera tenerlo. No es por eso por lo que voy a participar en ese ballet.

Zac: No quiero que te vayas -sus dedos se cerraron con fuerza sobre sus hombros-. Te estoy pidiendo que no te vayas.

Ella lo observó un momento, con los ojos saturados por la emoción.

Ness: ¿Y si yo te pido que no vayas a Nueva Zelanda?

Bruscamente, Zac la soltó y se alejó de ella.

Zac: No es lo mismo. Es mi trabajo. Dentro de unas semanas el proyecto estará finalizado y yo volveré. No es algo que condicione mi vida -cuando se giró de nuevo hacia Vanessa, tenía los puños apretados en el interior de los bolsillos-. ¿Habría sitio para mí y para nuestros hijos en tu vida si fueras la primera bailarina de la compañía?

Ness: Tal vez no -se acercó a él, pero supo por sus ojos que no debía tocarlo-. Pero nunca seré primera bailarina de la compañía. Aunque lo deseara con todo mi corazón, ya no sería posible. Y no lo deseo. ¿Por qué no puedes entenderlo? Sencillamente, no lo necesito. Ni siquiera formaré parte de la compañía en esa actuación oficialmente. Actuaré como bailarina invitada. -Esta vez fue ella quien se alejó, demasiado embargada por las emociones como para quedarse quieta-. Deseo hacerlo por Mike, porque es amigo mío. El vínculo que nos une es muy especial. Y también quiero hacerlo por mí misma. Así podré cerrar ese capítulo de mi vida con algo bello, y no con la muerte de mi padre; es importante para mí. He de hacerlo, o me lamentaría durante el resto de mi vida.

En medio del silencio, un tronco cambió de posición y despidió chispas contra la pantalla de la chimenea.

Zac: De modo que irás, a pesar de lo que yo sienta.

Vanessa se giró lentamente, sus ojos secos directos.

Ness: Iré, y te pediré que confíes en mí. Y quiero llevar a Jessica conmigo.

Zac: No -su respuesta fue inmediata y terminante-. Pides demasiado. Pides demasiado, maldita sea.

Ness: No es demasiado. Escúchame. Mike se interesó por ella. La vio bailar; le hizo una prueba. Y la quiere en la compañía. Podría integrarse en el corps para el verano, Zac. Tan buena es. No la retengas.

Zac: No me hables de retenerla -sus palabras contenían un eco de furia-. Tú misma me has descrito la vida que llevaría, el dolor físico y la angustia emocional, las presiones, las exigencias. Es una niña. No necesita eso.

Ness: Sí, lo necesita -volvió a acercarse a él-. No es una niña, es una mujer joven, y necesita todo eso si va a ser bailarina. No tienes derecho a negárselo.

Zac: Tengo todo el derecho.

Vanessa respiró hondo, tratando de mantener el control.

Ness: Legalmente ese derecho se extinguirá dentro de unos meses. La pondrás en la tesitura de tener que enfrentarse a tus deseos. Se sentirá tremendamente desgraciada, y puede que ya sea demasiado tarde para ella. Anderson no se ofrece a preparar a cualquier bailarina joven que conoce. Jessica es especial.

Zac: ¡No me hables de Jessica! -alzó la voz, sorprendiéndola-. Ha tardado casi un año en empezar a ser feliz de nuevo. No la empujaré a un mundo donde tenga que castigarse a sí misma diariamente. Si eso es lo que tú quieres, adelante, ve. No puedo detenerte -la agarró del brazo y tiró de ella hacia sí-. Pero no vivirás tu carrera indirectamente a través de Jessica.

El color desapareció del rostro de Vanessa. Sus ojos se abrieron de par en par, marrones e incrédulos.

Ness: ¿Eso es lo que piensas de mí? -susurró-.

Zac: No sé qué es lo que pienso de ti -su semblante estaba tan lleno de furia como frío el de ella-. No te entiendo. No puedo retenerte aquí; con amarte no basta. Pero Jessica es otra cuestión. No volverás a vivir la fama a través de ella, Vanessa. Tendrás que luchar para conseguirla tú misma.

Ness: Suéltame, por favor -esta vez era ella la que conservaba el control y el dominio de sí misma. Aunque estaba temblando, su voz era completamente serena. Cuando Zac la soltó, permaneció inmóvil un momento, observándolo-. Todo lo que te he dicho hoy es cierto. Todo. ¿Quieres decirle a Prescott que traiga mi abrigo, por favor? Tengo clases dentro de poco -se giró hacia el fuego, con la espalda muy recta-. Creo que ya no tenemos nada más que decirnos.




¡Qué pena! Con lo bien que iba todo... v.v

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2 comentarios:

Maria jose dijo...

Ya se dijeron que se quieren
Por qué pelean
Esta parejita no puede estar bien
Más de 2 capitulo seguidos?!?!?
Síguela está muy buena
Qué bonita pareja britany y andrew
Síguela pronto por favor


Saludos

Lu dijo...

Ay nooo!! Tan bien que estaban al principio, que pena!
Espero que puedan arreglar las cosas entre ellos.



Sube pronto

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