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miércoles, 11 de mayo de 2016

Capítulo 14


Ser alumna era muy distinto de ser maestra. La mayoría de las mujeres de la clase de Vanessa eran más jóvenes que ella; chicas, en realidad. Las que tenían entre veinticinco y treinta años ya bailaban como profesionales.

Vanessa trabajó muy duro. Los días eran muy largos, y hacían que las noches fueran más fáciles de soportar. Las clases y los ensayos llenaban sus horas. Compartía piso con dos miembros de la compañía con quienes había tenido amistad en sus tiempos de profesional. Por las noches se dormía profundamente, aturdida por el cansancio. Por las mañanas, las clases absorbían su cuerpo. Sus músculos ya se habían familiarizado con los dolores y los calambres cuando enero dio paso a febrero.

La rutina era igual que había sido siempre: imposible.

El ventanal del estudio quedaba oscurecido por una tormenta de hielo, pero nadie pareció notarlo mientras ensayaban una pieza del primer acto de la Ariel de Anderson. La música era como de cuento de hadas, y evocaba visiones de bosques oscuros y flores silvestres. Era allí donde el joven príncipe conocería a Ariel. El pas de deux era difícil, especialmente duro para la protagonista femenina por sus combinaciones de soubresauts y jetes. Se requería invertir una gran cantidad de energía al tiempo que se ejecutaban movimientos ligeros y etéreos. Hacia el final de la escena, Vanessa debía saltar para alejarse de Michael, girándose en el aire para aterrizar en el suelo vuelta hacia él, provocativamente. El aterrizaje fue vacilante, y tuvo que apoyar los dos pies en el suelo para evitar una caída. Mike maldijo con vehemencia.

Ness: Lo siento -se disculpó, sin respiración por el esfuerzo de la danza-.

Mike: ¡Disculpas! -enfatizó su ira haciendo girar la muñeca-. No puedo bailar con una disculpa.

Las demás bailarinas de la sala miraban a Vanessa con grados diversos de conmiseración. Todas ellas habían percibido el tono áspero de Anderson. El pianista volvió automáticamente al principio de la suite.

Vanessa sentía el cuerpo dolorido tras un castigo de doce horas.

Ness: Mis pies apenas tocan el suelo durante todo el tercer acto -repuso. Alguien le pasó una toalla, y Vanessa se enjugó el sudor del cuello y la frente-. No tengo alas, Mike.

Mike: Evidentemente.

Le sorprendió que su sarcasmo le doliera. Normalmente la enfurecía, y la discusión que seguía servía para aclarar las cosas. Ahora Vanessa sentía la necesidad de defenderse.

Ness: Es muy difícil -murmuró, colocándose un mechón de cabello detrás de la oreja-.

Mike: ¡Difícil! -tronó, cruzando la habitación para situarse delante de ella-. Así que es difícil. ¿Te he traído para verte hacer una simple pirueta en el escenario?

Tenía el cabello rizado empapado de sudor, y sus ojos desprendían fuego.

Ness: Tú no me has traído -precisó, pero su voz era trémula, desprovista de su fuerza habitual-. Yo he venido.

Mike: Has venido, sí -se giró con un ampuloso gesto-. Para bailar como un camionero.

El sollozo surgió con demasiada rapidez como para que Vanessa pudiese reprimirlo. Consternada, Vanessa se llevó las manos a la cara. Tuvo el tiempo justo para ver la expresión atónita de Mike antes de salir corriendo de la habitación.

Vanessa dejó que la puerta de los lavabos se cerrara tras de sí con estruendo. En el rincón más alejado había un banco bajo. Se sentó en él y lloró como si fuera a partírsele el corazón. Incapaz de seguir soportándolo, dejó que el dolor brotara a borbotones. Sus sollozos reverberaron en las paredes. Al sentir que un brazo la rodeaba, Vanessa se giró hacia él, aceptando el consuelo ciegamente. Necesitaba a alguien.

Michael la meció y la acarició hasta que la pasión de sus lágrimas fue remitiendo. Ella se acurrucó entre sus brazos como una niña y él la apretó contra sí, murmurando en ruso.

Mike: Mi palomita -le besó la sien con ternura-. He sido cruel.

Ness: Sí -utilizó la toalla que llevaba sobre los hombros para enjugarse los ojos-.

Se sentía extenuada, vacía. Si el dolor seguía allí, el entumecimiento le impedía sentirlo.

Mike: Pero siempre solías contraatacar en estos casos -le ladeó el mentón. Sus ojos aparecían húmedos y brillantes-. Somos muy temperamentales, ¿verdad? -sonrió, besándole las comisuras de la boca-. Yo te grito, tú me gritas, y luego seguimos bailando.

Para angustia de ambos, Vanessa enterró el rostro en su hombro y rompió a llorar de nuevo.

Ness: No sé por qué actúo así -respiró hondo para calmarse-. Odio a la gente que se comporta de esta manera. Es solo que todo me resulta absurdo. A veces pienso que han pasado tres años y nada ha cambiado. Pero luego veo a chicas como Allyson Gray -se sorbió la nariz, pensando en la bailarina que la sustituiría en el papel de Ariel-. Tiene doce años.

Mike: Veinte -corrigió, dándole palmaditas en la espalda-.

Ness: Hace que me sienta como si tuviera cuarenta. Y las clases se me hacen mucho más largas que antes.

Mike: Lo estás haciendo magníficamente bien; y lo sabes -la abrazó y le besó el cabello-.

Ness: Me siento torpe -dijo abatida-. Torpe y sin coordinación.

Michael sonrió contra su cabello, pero mantuvo un tono de voz compasivo.

Mike: Has perdido esos tres kilos.

Ness: Tres kilos y medio -precisó y, suspirando, se secó las lágrimas otra vez-. ¿Quién tiene tiempo para comer? Seguro que seguiré menguando hasta desaparecer -echó un vistazo en derredor y abrió los ojos de par en par-. Mike, no puedes estar aquí. Es el aseo de señoras.

Mike: Soy Anderson -repuso majestuosamente-. Voy donde quiero.

Eso la hizo reír, y besó a Mike.

Ness: Me siento como una perfecta estúpida. Nunca me había derrumbado así en un ensayo.

Mike: No es por nada de lo que hemos hablado -la agarró por los hombros y la miró con solemnidad-. Es por el arquitecto.

Ness: No -se apresuró a responder. Él simplemente enarcó la ceja izquierda-. Sí -dejó escapar un largo suspiro y cerró los ojos-. Sí.

Mike: ¿Quieres hablar de ello ahora?

Vanessa abrió los ojos y asintió. Se acomodó en la curva de su hombro y dejó que el silencio se impusiera un momento.

Ness: Me dijo que me amaba -empezó a decir-. Yo pensé: «Es lo que he estado esperando durante toda mi vida. Me ama, y la vida será perfecta.» Pero el amor no basta. Yo antes no lo sabía, pero así es. La comprensión, la confianza… sin ellas, el amor es un puño cerrado. -Permaneció un momento en silencio, recordando con claridad cada instante de su último encuentro con Zac. Michael aguardó a que continuara-. Zac no soportaba la idea de que yo volviera para interpretar este ballet. No podía, o no quería, entender que debía hacerlo. No confió en mí cuando le dije que solo sería por esta vez. No quiso creer que yo no deseaba llevar esta vida de nuevo, sino construir una vida a su lado. Me pidió que no me fuera.

Mike: Eso fue egoísta por su parte -afirmó. Miró la pared ceñudo y apretó a Vanessa contra sí-. Es un hombre egoísta.

Ella sonrió, pensando en lo fácil que había sido para Michael exigirle que volviera. Al parecer, estaba atrapada entre dos hombres egoístas.

Ness: Sí. Pero quizá haya algo de egoísmo en el amor. No lo sé -ahora estaba más calmada, su respiración se había regularizado-. Si Zac me hubiese creído, si hubiese creído que yo no pensaba volver a una vida de la que él se viera excluido, quizá habríamos llegado a un acuerdo.

Mike: ¿Quizá?

Ness: También está Jessica -un nuevo peso pareció cernirse sobre su corazón-. Nada de lo que le dije lo convenció para que la enviase aquí. No pude hacerle comprender que la estaba privando de todo lo que Jessica era, de todo lo que podía llegar a ser. Tuvimos varias discusiones al respecto, la más violenta la última vez que lo vi -tragó saliva, notando que parte del dolor regresaba-. Zac la quiere mucho y se toma muy en serio su responsabilidad para con ella. No quería que se enfrentara a las difíciles condiciones de este tipo de vida. Cree que es demasiado joven, y… -se vio interrumpida por una maldición en ruso que reconoció al instante. Alivió su humor un poco, y se relajó contra Mike-. Tú ves las cosas de esa manera, naturalmente, pero alguien ajeno a este mundo lo ve de otra forma.

Mike: Solo hay una forma -empezó a decir-.

Ness: La de Anderson -dijo, adorándolo por su perfecta confianza en sí mismo-.

Mike: Naturalmente -convino, aunque ella percibió el humor en su voz-.

Ness: Una persona ajena a la danza puede discrepar -murmuró-. Comprendo los sentimientos de Zac, y eso lo hace todavía más difícil porque, pese a ello, sé que el lugar de Jessica está aquí. Zac opina que… -se mordió el labio inferior, recordando-. Cree que deseo utilizarla para proseguir mi carrera a través de ella. Eso fue lo peor de todo.

Anderson permaneció callado durante varios segundos, digiriendo todo lo que Vanessa le había contado y sumándolo a sus propias impresiones respecto a Zac Efron.

Mike: Creo que debía de sentirse muy dolido para decirte algo semejante.

Ness: No he vuelto a verlo desde entonces. Ambos nos sentíamos muy dolidos cuando nos separamos.

Mike: Volverás en primavera, cuando tu trabajo haya terminado -le ladeó el rostro-. Entonces volverás a verlo.

Ness: No lo sé. No sé si seré capaz -sus ojos eran tristes-. Quizá sea mejor dejar las cosas tal como están, para no volver a hacernos daño mutuamente.

Mike: El amor hace daño, ptička -dijo encogiéndose de hombros-. El ballet te hace daño, tu amante te hace daño. Así es la vida. Ahora, lávate esa cara -añadió enérgicamente-. Es hora de volver a bailar.

Vanessa se observó a sí misma en la barra. Estaba sola en una sala de ensayo situada en el quinto piso de un edificio de Nueva York. En el reproductor de CD sonaba una lenta melodía a piano. Girándose, empezó a elevar la pierna derecha. Esta formó una línea perfectamente recta desde la cadera a los dedos del pie. Con la mirada clavada en sus propios ojos, en el espejo, hizo retroceder la pierna en una posición de attitude y luego se puso lentamente de puntillas. Mantuvo firmemente la postura, negándose a dejar que sus músculos temblaran, y a continuación ejecutó meticulosamente el movimiento contrario con la pierna. Repitió el ejercicio con la pierna izquierda.

Había transcurrido casi una semana desde que se desmoronó durante el ensayo. Desde entonces, utilizaba todas las noches la sala de ensayo después de que los demás se hubieran ido. Una hora extra para recordarle a su cuerpo lo que se esperaba de él, una hora extra para impedir que sus pensamientos derivaran hacia Zac.

Glissade, assemble, changement, changement. Su mente ordenaba y su cuerpo obedecía. En seis semanas actuaría por primera vez en tres años. Por última vez en su vida. Estaría preparada.

Ejecutó un grand plié dolorosamente lento, consciente de cada uno de sus tendones. Tenía la malla empapada por el esfuerzo. Mientras volvía a alzarse, un movimiento en el espejo rompió su concentración. Quiso maldecir en voz alta por la interrupción, pero entonces fijó la vista.

Ness: ¿Jessica? -se giró justo cuando la chica corría hacia ella-.

Envuelta en un apretado abrazo, Vanessa recordó la primera vez que se habían visto. Había tocado el hombro de Jessica y esta había rechazado su contacto. Cuánto había progresado, se dijo mientras le devolvía el abrazo con todas sus fuerzas.

Ness: Deja que te mire -se retiro para enmarcar su rostro. Lo vio animado, risueño, sus ojos claros y brillantes-. Tienes un aspecto magnífico. Magnífico.

Jess: Te he echado de menos. ¡Te he echado muchísimo de menos!

Ness: ¿Qué estás haciendo aquí? -tomó sus manos, mitigando automáticamente el frío que había en ellas-. Zac. ¿Zac ha venido contigo? -llena de esperanza, de miedo, miró hacia la puerta-.

Jess: No, está en casa -vio respondida la pregunta que albergaba. Vanessa seguía enamorada de él-. No le era posible ausentarse en estos momentos.

Ness: Comprendo -volvió a centrar su atención en Jessica y sonrió-. Pero ¿cómo has venido? ¿Y para qué?

Jess: He venido en tren. Para estudiar ballet.

Ness: ¿Para estudiar? -se quedó muy quieta-. No comprendo.

Jess: Tío Zac y yo hablamos largo y tendido unas semanas antes de su regreso a Nueva Zelanda -se desabrochó la chaqueta de pana y se la quitó-. Poco después de que tú salieras para Nueva York, en realidad.

Ness: ¿Hablasteis? -se acercó al reproductor de CD para cortar la música. Utilizó una toalla para secarse el cuello y luego se la pasó por los hombros-. ¿De qué?

Jess: De lo que yo quería hacer con mi vida, de lo que era importante para mí y por qué -vio cómo Vanessa extraía cuidadosamente el CD. Percibía lo nervioso de sus movimientos-.  Tenía ciertas reservas con respecto a dejarme venir. Supongo que eso tú ya lo sabes.

Ness: Sí, lo sé -guardó el CD en su carátula-.

Jess: Quería lo mejor para mí. Tras la muerte de mis padres, me costó mucho adaptarme a la situación. Durante los dos primeros meses, tío Zac lo dejó todo para estar a mi lado. E incluso después, sé que reorganizó su vida, su trabajo, por mí -dejó la chaqueta en el respaldo de una silla de madera-. Ha sido muy bueno conmigo.

Vanessa asintió con la cabeza, incapaz de hablar. La herida volvía a abrirse.

Jess: Sé que le costó mucho dejarme venir, dejarme decidir. Se ha portado maravillosamente, se ha ocupado del papeleo del instituto y lo ha arreglado todo para que me hospede con una familia que conoce. Tienen un dúplex enorme en el East Side. Han permitido que me traiga a Miko -caminó hasta la barra y, aun yendo en vaqueros y zapatillas de deporte, empezó a hacer ejercicio-. Aquí me siento estupendamente -su expresión era radiante mientras Vanessa la contemplaba en el espejo-. Y el señor Anderson dijo que trabajaría conmigo por las tardes cuando tuviera tiempo.

Ness: ¿Has visto a Mike? -se acercó, de modo que ambas quedaron situadas junto a la barra-.

Jess: Hace una hora, más o menos. Yo estaba intentando localizarte - ¡sonrió, doblando las rodillas-. Él me dijo que te encontraría aquí, que venías todas las noches a ensayar. Estoy deseando ver el ballet. El señor Anderson dijo que podría verlo desde bastidores si quería.

Ness: Y, naturalmente, quieres -le acarició el cabello, y luego se dirigió al banco para cambiarse de zapatos-.

Jess: ¿No estás entusiasmada? -hizo tres piruetas para reunirse con ella-. Interpretar el papel principal en el primer ballet de Anderson.

Ness: Una sola vez -le recordó, desatando los cordones de satén de sus zapatillas-.

Jess: La noche del estreno -juntando las manos, miró a Vanessa-. ¿Cómo podrás dejarlo otra vez?

Ness: Otra vez, no -corrigió-. Ya lo dejé definitivamente. Esto es un favor que hago a un amigo, y a mí misma -hizo una mueca al quitarse la zapatilla-.

Jess: ¿Te duele?

Ness: Oh, Dios, sí.

Jessica se arrodilló y empezó a darle un masaje en el pie. Pudo sentir la tensión acumulada en los dedos. Con un suspiro, Vanessa recostó la cabeza en la pared y cerró los ojos.

Jess: Tío Zac intentará venir para pasar unos días conmigo en primavera. No es feliz.

Ness: Seguramente te echa de menos -los calambres fueron desapareciendo lentamente-.

Jess: No me refiero a eso.

Aquellas palabras hicieron que Vanessa abriese los ojos. Jessica la observaba solemnemente, aunque seguía trabajando con los dedos para aliviarle el dolor.

Ness: ¿Te ha dicho algo? ¿Ha enviado algún mensaje?

Jessica negó con la cabeza. Vanessa volvió a cerrar los ojos.




¡Solo queda un capi!
¿Aparecerá Zac?

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¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Crei que aparecería zac
Ya quiero que haya reconciliación
Sigue la novela que este muy buena

Saludos
Y síguela pronto por favor

Lu dijo...

Me encanto!
Ya quiero que aparezca Zac, me alegro mucho que Jess haya podido ir!!



Sube pronto

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