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lunes, 2 de mayo de 2016

Capítulo 11


Brittany y Jessica iban sentadas en el asiento trasero del coche en el trayecto hacia el estudio. Jessica era consciente de la tensión, palpable y pronunciada, que existía entre su tío y Vanessa. Fuera lo que fuese lo que había entre ellos, era evidente que habían surgido problemas. Dado que los quería a ambos, Jessica hizo lo posible por aliviar el ambiente tenso.

Jess: ¿Prescott vuelve al trabajo esta noche?

Zac la miró brevemente por el espejo retrovisor.

Zac: Mañana por la mañana.

Jess: Entonces, esta noche te prepararé coq au vin -sugirió, inclinándose hacia el asiento delantero-. Es uno de mis mejores platos. Eso sí, tendremos que cenar tarde.

Zac: Mañana tienes colegio.

Jess: Tío Zac -su sonrisa era tolerante-. Estoy en el instituto, no en primaria. Anoche Brittany me estuvo enseñando el anuario de su hermano -siguió diciendo, dirigiéndose a Vanessa-. Del año en que Andrew y tú os graduasteis. Andrew estaba fabuloso con su camiseta de fútbol, ¿verdad? -Vanessa se removió en el asiento para poder mirar a Jessica-. Me gustó más tu foto -se retiró el cabello del hombro. Vanessa vio que su timidez se había esfumado. Sus ojos se mostraban abiertos y amistosos como su sonrisa-. Tendrías que verla, tío Zac. Está en la escalera que conduce al auditorio. Haciendo un arabesque.

Ness: El listillo de Tom Finley me pidió que hiciera algo de ballet.

Jess: ¿Y por eso estabas sacando la lengua?

Vanessa se echó a reír.

Ness: Así la foto ganaba en valor estético.

Zac: Seguro que es un buen retrato -comento, atrayendo la atención tanto de Jessica como de Vanessa-. Imagino que el arabesque estaría perfectamente ejecutado. Serías capaz de bailar en mitad de un terremoto.

Vanessa clavó los ojos en su perfil, insegura de si estaba elogiándola o criticándola.

Ness: Se llama concentración, supongo.

Zac: No -apartó los ojos de la carretera lo suficiente para buscar su mirada-. Se llama amor. Amas la danza. Y se nota.

Jess: Creo que no hay un cumplido mejor que ese. Ojalá alguien me diga a eso algún día.

Por la mente de Vanessa pasaron fugazmente todas las cosas que deseaba decir, pero ninguna de ellas cobró cuerpo. De modo que descansó la mano sobre la de él. Zac miró las manos de ambos, y luego a Vanessa.

Ness: Gracias.

El corazón se le encogió cuando él le tomó la mano y se la acercó a los labios.

Zac: No hay de qué.

Jessica sonrió al ver el gesto, y luego se recostó en el asiento mientras se adentraban en los aparcamientos del estudio. Alguien había hecho un intento poco entusiasta de retirar la nieve, y Vanessa comprendió de inmediato que debían de haber sido los niños del barrio.

Jess: Ahí hay alguien -comentó al ver el sofisticado coche extranjero estacionado en el aparcamiento-.

Vanessa apartó ausentemente la mirada de Zac mientras este detenía el vehículo.

Ness: Me pregunto quién...

Sus palabras se interrumpieron bruscamente mientras sus ojos se abrían de par en par. Meneó la cabeza, segura de estar en un error, pero salió lentamente del coche. El hombre del abrigo negro y el sombrero de piel avanzó desde la puerta del estudio hacia ella. Vanessa supo que no se había equivocado.

Ness: ¡Michael! -corrió por la nieve mientras gritaba su nombre-.

Solo vio un atisbo borroso de su cara mientras se lanzaba hacia sus brazos. Los recuerdos la asaltaron.

Él ya la había abrazado antes. Era el príncipe de su Giselle, el Don Quijote de su Dulcinea, el Romeo de su Julieta. Vanessa lo había amado con toda la intensidad que permitía la amistad; lo había odiado con la sana pasión de la rivalidad entre artistas; había adorado su talento y se había desesperado con su genio. Mientras la abrazaba, todo aquello que habían compartido, todo lo que Vanessa había sentido en sus años en la compañía, volvió a su memoria. La oleada fue demasiado rápida e intensa. Llorando, se aferró a él.

Mike se rió, retirándola de sí para darle un efusivo beso. Estaba demasiado absorto en Vanessa como para oír el «Anderson» susurrado admirativamente por Jessica, o como para ver el intenso escrutinio de Zac.

Mike: Hola, ptička, pajarillo mío -su voz era poderosa, con un fuerte acento ruso-.

Vanessa solo pudo menear la cabeza y hundir el rostro en su hombro.

Aquel reencuentro inesperado había revuelto sus emociones ya de por sí alteradas. No obstante, cuando Mike la apartó nuevamente de sí, ella vio a través de su visión empañada que seguía siendo el mismo de siempre. Aunque tenía cara de niño inocente, contaba chistes picantes y sabía decir tacos en cinco idiomas, tenía los ojos azules, de largas pestañas, y los labios carnosos y románticos. Los dos hoyuelos que se le formaban al sonreír le conferían un encanto especial. Su pelo era rubio ceniza, espeso y rizado. Solía llevarlo alborotado. Medía un metro ochenta escaso, lo cual lo convertía en un compañero de danza idóneo para una bailarina de la estatura de Vanessa.

Ness: Ay, Mike, no has cambiado nada -le acarició la cara con ambas manos-. Me alegra, me alegra muchísimo que sigas igual.

Mike: Pero tú sí has cambiado, ptička -una intensa sonrisa iluminó el rostro de Mike-. Aún sigues siendo mi pajarillo, pero ¿cómo es posible que estés aún más bella que antes?

Ness: Mike -las lágrimas se mezclaron con su risa-, te he echado mucho de menos -le besó las mejillas, y luego la boca-. ¿Qué estás haciendo aquí?

Mike: No estabas en tu casa, por eso he venido -se encogió de hombros ante la obviedad-. Te dije que vendría en enero. Pero me adelantado un poquito.

Ness: ¿Has conducido desde Nueva York con esta nevada?

Michael respiró hondo y miró a su alrededor.

Mike: Tu Connecticut me recordó a Rusia. Me gusta el olor de la nieve -sus ojos se posaron en Zac y Jessica-. Tus modales son lamentables ptička -dijo suavemente-.

Ness: ¡Oh, lo siento mucho! Me he sorprendido tanto, que... -se sintió azorada y se enjugó las lágrimas con el dorso de la mano-.  Zac, Jessica, os presento a Mike Anderson. Mike, Zac y Jessica Efron. Es la bailarina de la que te he hablado.

Jessica se quedó mirándola. En ese momento, se convirtió en esclava voluntaria de Vanessa.

Mike: Es un placer conocer a los amigos de Vanessa -dijo estrechando la mano de Zac. Una pequeña línea se dibujó en su entrecejo mientras lo estudiaba-. ¿No será usted por casualidad Efron, el arquitecto?

Zac asintió con la cabeza mientras Vanessa observaba cómo ambos hombres se medían mutuamente.

Zac: Sí.

Mike sonrió complacido.

Mike: Ah, acabo de comprar una casa diseñada por usted en California. Está en la playa, tiene tantas ventanas que parece que el mar esté dentro del salón.

Qué efusivo era, se dijo Vanessa. Tan distinto de Zac... Y, sin embargo, en muchos aspectos le recordaba a él.

Zac: Me acuerdo de la casa -admitió-. ¿Está en Malibú?

Mike: ¡Sí, sí, en Malibú! -ostensiblemente satisfecho, sonrió de nuevo-. Me dijeron, en tono reverente, que era una de las primeras obras de Efron, como si llevara usted mucho tiempo fallecido.

Zac sonrió; era el efecto que Mike provocaba, invariablemente, en las personas.

Zac: Cuanto mayor sea la reverencia, mayor es el valor en el mercado.

Michael se rio bulliciosamente, pero había visto la expresión de los ojos de Vanessa mientras esta miraba a Zac. Así que en esa dirección soplaba el viento, se dijo.

Mike: Y esta es la bailarina que querías enviarme -desvió su atención hacia Jessica, tomando sus manos-.

Vio a una chica menuda, hermosa y morena, que temblaba como una hoja. Su rostro ofrecería un aspecto adecuadamente exótico con un mínimo de maquillaje y la iluminación apropiada. Su estatura era perfecta.

Jess: Señor Anderson -luchó para no tartamudear-.

Para ella, Michael Anderson era una leyenda, una figura más grande que la vida  misma. Estar a su lado, tocando sus manos parecía imposible. El placer que sentía era abrumador.

Él le acarició las manos, dirigiéndole una sonrisa personal.

Mike: Debes decirme si los modales de Vanessa son siempre tan horribles. ¿Durante cuánto tiempo suele tener a sus amigos en la calle, con el frío?

Ness: ¡Oh, maldición! -buscó atropelladamente las llaves-. Me dejas estupefacta apareciendo de repente, y luego esperas que me comporte de forma racional -abrió la puerta principal-. Tenía razón -le dijo por encima del hombro-, no has cambiado nada.

Michael avanzó hasta el centro de la habitación sin decir nada. Se quitó los guantes y se dio golpecitos con ellos en la palma mientras inspeccionaba el estudio.

Mike: Muy bien -decidió-.  Has hecho un buen trabajo, ptička. ¿Tienes buenos alumnos?

Ness: Sí -sonrió a Jessica-. Tengo buenos alumnos.

Mike: ¿Has encontrado ya a alguien que se ocupe de la academia cuando vuelvas a Nueva York?

Ness: Mike -se estaba desabrochando el abrigo y se quedó inmóvil-.  Todavía no he accedido a volver.

Mike: Eso es una bobada -restó importancia a la respuesta haciendo girar la muñeca. Era un gesto que Vanessa recordaba muy bien. Si se iniciara una discusión en ese momento, sería brusca y acalorada-. Debo estar de vuelta dentro de dos días. Dirijo El Cascanueces. Y en enero empezaré a montar mi ballet -se despojó del abrigo mientras hablaba. Llevaba un sencillo chandal gris y tenía un aspecto magnífico, a juicio de Jessica-. Contigo como mi Ariel, no tengo ninguna duda de que será un éxito.

Ness: Mike...

Mike: Pero antes quisiera verte bailar -dijo acallando su protesta-, para asegurarme de que no te has oxidado.

Ness: ¿Oxidado? -indignada, dejó el abrigo en una silla-. Antes de que yo me oxide, Anderson, te dedicarás a escribir libros de modismos rusos.

Mike: Eso habrá que verlo -se giró hacia Zac mientras se quitaba el sombrero-. Dígame, señor Efron, ¿conoce bien a mi ptička?

Zac desvió los ojos hacia Vanessa, mirándola hasta que ella se ruborizó.

Zac: Bastante bien -volvió a mirar a Michael-. ¿Por qué?

Mike: Quizá usted pueda decirme si ha mantenido sus músculos tan ejercitados como su temperamento. Es importante saber durante cuánto tiempo tendré que usar el látigo para se ponga en forma.

Ness: ¡El látigo! ¡Para que me ponga en forma! -saber que Mike la estaba provocando aposta no impidió que cayera en la trampa-. No necesito que ni tú ni nadie me dé con un látigo para estar en forma.

Mike: Muy bien -asintió mientras bajaba la mirada hasta sus pies-. En ese caso, necesitas unas mallas y unas zapatillas.

Vanessa se dio media vuelta y se dirigió a la oficina. Echando humo, entró y cerró dando un portazo. Mike sonrió cínicamente a Zac y Jessica.

Zac: La conoce usted muy bien -comentó-.

Mike dejó escapar una risita.

Mike: Como a mí mismo. Somos muy parecidos -rebuscó en el bolsillo de su abrigo y sacó unas zapatillas de ballet. Luego se sentó en una silla para ponérselas-. ¿Hace mucho que conoce a Vanessa? -sabía que estaba siendo indiscreto y comprendió, por el modo en que Zac arqueaba las cejas, que su descaro no había pasado inadvertido-.

«Es un hombre reservado y celoso de su intimidad», se dijo Mike. «Pero Vanessa ocupa sus pensamientos».

Si era Zac quien impedía que Vanessa retomara su profesión, Mike deseaba saberlo para conocer sus motivos. Sospechaba que no sería un hombre precisamente fácil de entender. Sabía que las complicaciones atraían a Vanessa.

Zac: Unos cuantos meses -contestó por fin-.

El artista que llevaba dentro apreció el extraordinario atractivo físico de aquel hombre. Su sensible rostro contenía la picardía justa como para no resultar inocente. Era rostro de un príncipe de cuento de hadas. Un rostro que cautivaba.

Zac se metió las manos en los bolsillos. También él sintió deseos de entender al hombre que tenía ante sí.

Zac: Trabajaron juntos durante algún tiempo en Nueva York.

Mike: No he tenido una compañera mejor en toda mi carrera -se limitó a decir-. Pero jamás he podido decirle tal cosa a mi ptička. Trabaja mejor cuando sus pasiones están excitadas. Y tiene grandes pasiones -sonrió mientras se levantaba-. Como los rusos.

Vanessa regresó a la habitación con unas mallas negras, calentadores blancos y zapatillas de danza. Seguía con el mentón alzado.

Mike: Has ganado algo de peso -comentó mientras estudiaba con ojo crítico su esbelta figura-.

Ness: Peso cuarenta y siete kilos -dijo a la defensiva-.

Mike: Tendrás que perder un par de kilos -contestó mientras se acercaba a la barra-. Soy bailarín, no levantador de pesas -ejecutó un plié mientras ella contenía el aliento, furiosa-.

Ness: Ya no tengo que morirme de hambre por ti, Mike.

Mike: Olvidas que ahora soy el director -le sonrió insulsamente y siguió calentando-.

Ness: Y tú olvidas que ya no estoy en la compañía -repuso-.

Mike: Una simple cuestión de papeleo -le hizo un gesto para que se uniera a él-.

Zac: Os dejaremos a solas -dijo, y Vanessa se giró hacia él. Michael reparó en el contacto de los ojos de ambos. «La mirada de ese hombre no deja traslucir nada de sus sentimientos», se dijo-. Para que tengáis intimidad -añadió-.

Mike: Por favor -se adelantó a la respuesta de Vanessa-. Quédense.

Ness: Sí, Mike nunca ha podido actuar sin público -sonrió, alargando la mano para tocar la de Zac-. No os vayáis.

Jess: Por favor, tío Zac -embelesada por la posibilidad de ver a sus dos artistas favoritos improvisadamente, se aferró al brazo de Zac-.

La excitación oscurecía sus ojos.

Zac titubeó. Miró a Vanessa, larga y profundamente.

Zac: Está bien.

La formalidad había vuelto a su tono, cosa que a ella la angustiaba. ¿Por qué, se dijo mientras se acercaba a Michael, les resultaba tan difícil acercarse el uno al otro? Entabló con Mike una conversación casual mientras relajaba y calentaba los músculos, pero notó que sus ojos se desviaban continúame hacia el reflejo de Zac en el espejo.

Mike: ¿Cuánto tiempo hace que lo amas? -murmuró con un tono de voz que solo Vanessa pudo oír. Ella alzó los ojos rápidamente-. Nunca has podido ocultarme nada, ptička. Un amigo suele ver las cosas con más claridad que un amante.

Ness: No lo sé -suspiró-. A veces tengo la sensación de haberlo amado desde siempre.

Mike: Tus ojos parecen tristes -impidió que retirase la mirada colocándole una mano en la mejilla-. ¿Tan triste es el amor, pajarillo mío?

Vanessa meneó la cabeza, tratando de superar su estado de ánimo.

Ness: ¿Cómo puede preguntar eso un ruso? Se supone que el amor debe ser triste, ¿no?

Mike: Esto no es Chéjov, ptička -tras darle una palmadita en la mejilla, se acercó al reproductor de CD-. Quizá Shakespeare te vaya bien -alzó la mirada de los CD que estaba inspeccionando-. ¿Recuerdas el paus de deux de Romeo y Julieta?

Los ojos de Vanessa se suavizaron.

Ness: Claro que sí. Lo ensayamos hasta la saciedad. Me masajeabas los pies cuando tenía calambres, y me tirabas toallas sudadas cuando fallaba algún sauté.

Mike: Tienes buena memoria -insertó el CD y programó la selección-. Ven, pues, baila conmigo, ptička, por los viejos y por nuevos tiempos -le tendió la mano-.

Hubo magia en el momento en que se unieron. Sus dedos se tocaron, y luego se separaron. Vanessa lo sintió al instante: la juventud, la esperanza, la emoción conmovedora del primer amor. Sus pasos eran instintivos. Fluían con la música, siguiendo con soltura los de Mike. Cuando él la alzó por primera vez, se sintió como si se hubiese perdido para siempre en la música, en la emoción.

Jessica los observaba sin atreverse casi a respirar. Aunque la danza parecía engañosamente simple, su formación le permitía valorar en justa medida sus complejidades y dificultades. Era romance en su forma más pura: un hombre y una mujer irresistiblemente atraídos uno por el otro, sondeando las aguas del nuevo amor. La música vibraba con la emoción de un amor profundo y condenado. Brillaba con intensidad en los ojos de Vanessa cuando miraba a Anderson. Ahora no mostraba el descaro provocador de Dulcinea, sino la vulnerabilidad de una joven enamorada por primera vez. Y cuando se arrodillaron en el suelo, y las yemas de los dedos de uno buscaron las del otro, Jessica notó que el corazón casi le estallaba con la gloria del momento.

Durante varios segundos después de que la música terminara, los bailarines permanecieron inmóviles, los ojos de uno fijos en los del otro, los dedos rozándose apenas. Luego Anderson sonrió y, acercándose más a Vanessa, la apretó contra sí. Ella temblaba ligeramente bajo sus palmas.

Mike: Parece que no te has oxidado, después de todo, ptička. Vuelve conmigo. Te necesito.

Ness: Oh, Mike -extenuada, recostó la cabeza en su hombro-.

Había olvidado la profundidad del placer que experimentaba cuando bailaba con él. Y, sin embargo, la propia esencia de la danza había intensificado sus sentimientos hacia Zac.

Si pudiera volver a la casa aislada por la nieve, olvidarse del mundo salvo de él, lo habría hecho ciegamente. Su mente casi parecía drogada por los deseos y las dudas. Se aferró a Mike como si fuese un ancla.

Mike: No lo ha hecho tan mal -dijo sonriendo burlón a Zac y a Jessica-.

Jess: Ha estado maravillosa -respondió con voz trémula por la emoción-. Los dos han estado maravillosos. ¿Verdad que sí, tío Zac?

Lentamente, Vanessa alzó la cabeza, Cuando miró a Zac, lo hizo con ojos aún impregnados de amor.

Zac: Sí -la observaba, aunque no se atisbaba emoción alguna en su semblante-. Nunca había visto a dos personas moverse de una forma tan perfecta -se levantó y recogió su abrigo-. He de irme -colocó la mano en el hombro de Jessica, y ésta emitió un murmullo queja-. Aunque tal vez Jessica puede quedarse. Falta una hora o así para su clase.

Ness: Sí, desde luego -se incorporó, sin saber cómo hacer frente a la distancia que ahora se interponía entre ellos. Su cuerpo seguía temblando, preso de unas emociones que pertenecían a Zac-. Zac... -pronunció su nombre, incapaz de decir nada más-.

Zac: Pasaré a recogerla esta noche -desvió su atención hacia Michael, que permanecía de pie junto a Vanessa-. Ha sido un placer conocerlo, señor Anderson.

Mike: Lo mismo digo.

Pudo percibir las vibraciones de la angustia que experimentaba Vanessa cuando Zac empezó a alejarse.

Ella dio un paso hacia él, pero se contuvo. Aquella noche había sido su sueño; la danza, su fantasía. Cerró los ojos con fuerza mientras la puerta del estudio se cerraba tras él.

Mike: Vanessa -le tocó el hombro, pero ella sacudió la cabeza furiosamente-.

Ness: No, por favor. Debo hacer unas llamadas de teléfono -se giró y corrió hacia la oficina-.

Mike suspiró mientras la puerta se cerraba.

Mike: Los bailarines somos muy emociónales -comentó volviéndose hacia Jessica. Los ojos de la joven eran claros, jóvenes y grandes-. En fin, ven y muéstrame por qué Vanessa quería enviarte conmigo.

Jessica se quedó mirándolo, estupefacta.

Jess: ¿Quiere... quiere que baile para usted?

Sintió de repente que sus miembros pesaban como el plomo. Jamás sería capaz de levantarlos.

Mike asintió, repentinamente serio.

Mike: Sí -sus ojos se desviaron hacia la puerta cerrada mientras se acercaba al reproductor de CD-. Le daremos a Vanessa el tiempo que necesita para hacer esas llamadas, pero no lo desperdiciaremos. Cámbiate de zapatos.




Jessica será la próxima estrella del ballet =D

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2 comentarios:

Lu dijo...

Me encanto el capítulo!
Jess fue muy lista al principio.
Que le ha pasado a Zac por la cabeza? Ojala todo se arregle entre ellos.
Ame este capi.




Sube pronto

Maria jose dijo...

Espero que las cosas mejoren
En el siguiente capítulo
Me gusta mucho la novela
Bravo por Jéssica
Síguela pronto por favor


Saludos
Y síguela

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