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viernes, 22 de noviembre de 2013

Capítulo 7


«Trata de dormir», se repitió Ness, con ganas de echarse a reír. ¿Cómo esperaba Zac que conciliara el sueño, cuando la embargaba una necesidad y un deseo tan intensos por estar tan cerca de él?

Cada vez que Ness se había imaginado que Zac y ella compartían una cama, la chica se había estremecido de deleite. Y en ese momento, aquello era una realidad. Se movió inquieta.

Zac: No te muevas -gruñó y su cálido aliento fue como una caricia para la joven-.

Ness: No puedo -jadeó-. Yo... no estoy acostumbrada a dormir con otra persona.

Zac: ¿Esto te turba? -susurró con voz ronca-.

Ness: Ya sabes que sí -musitó y sintió que Zac empezaba a excitarse de manera inconfundible-. Zac, por favor, déjame ir. Ya estoy bien, de verdad. Yo... quiero irme a mi propia cabina.

Esperó haber hablado con convicción; en realidad no quería irse, deseaba quedarse junto a Zac, acurrucada entre sus brazos. Quería volverse y hundir el rostro en su musculoso pecho, sentir que él se emocionaba cada vez más hasta que... La joven gimió, torturada por sus propias fantasías.

Zac: ¿Ness? -se relajó y empezó a acariciarle la curva de la cintura-. Ness, ¿qué te pasa? -murmuró con voz suave-.

Ness: Ya lo sabes -respondió-. Ya sabes qué es lo que pasa, Zac. Esto no lo puede resistir nadie. Ya sabes qué efecto ejercemos el uno sobre el otro. Y esto es buscarnos un problema.

Zac: Sí.

Le resultó difícil siquiera articular esa sola palabra.

Excitado, subió la mano y le acarició un seno; luego frotó el pezón con el pulgar. La chica contuvo un gemido de placer.

Ness: Zac, por favor... no hagas nada de lo que después vayas a arrepentirte.

«Hipócrita. No haces nada por resistirte a Zac», se recriminó a sí misma.

A pesar de que sabía que debía alejarse e insistir en irse a dormir a su propia cama, Ness quedó prisionera de su propio deseo. Se dijo que solo disfrutaría de esas caricias por unos segundos...

Zac la abrazó y la hizo volverse hacia él. La joven trató de resistirse por última vez e intentó empujarlo. No obstante, al tocar su pecho fuerte, velludo, ligeramente sudoroso... El movimiento defensivo se convirtió en otra caricia.

Ness: Zac, esto es una locura...

Él la interrumpió al besarla y empezó a acariciarla con las dos manos. Una voz interior le advirtió a Ness que no debía dejar que eso sucediera, que después solo ella sufriría las consecuencias...

Pero la advertencia quedó ahogada bajo la avalancha de sensaciones que la embargaban. La chica suspiró y le echó los brazos al cuello, para acariciarle la nuca y dejar que él la abrazara con fuerza acercándola a la deliciosa seducción de su masculinidad.

Zac emitió un gemido de satisfacción y la besó con mayor pasión. Ambos empezaron a respirar con dificultad.

Él la besaba con ansia, devorando la boca de Ness, insinuando con la lengua futuras intimidades. De pronto él extendió un brazo y se apartó.

Ness: Zac, ¿por qué enciendes la luz?

Zac: Quiero verte. Quiero contemplarte -explicó, con voz ronca-.

Ness no pudo mirarlo a los ojos, de manera que desvió la vista. Al hacerlo vio las dos fotografías de Bianca, que parecía acusarla con la mirada. Por un momento increíble, había logrado olvidarse de la existencia de la otra chica; en ese momento, su recuerdo le proporcionó la fuerza necesaria para separarse de Zac.

Zac: ¿Qué demonios...? -exclamó cuando ella saltó de la cama-.

La joven no se quedó a darle una explicación; huyó a su cabina y cerró con llave la puerta de la cocina para que él no pudiera seguirla.

Una vez en su propio camarote, se puso su camisón y se acostó en la cama, invadida por una profunda tristeza. Ya no tenía frío. La embargaba una profunda vergüenza. Sabía que cuando Zac recuperara la sensatez, sentiría desprecio por sí mismo y por ella. Recordaría que ambos estaban comprometidos con otras personas.

Ness no estaba molesta con Zac. Se daba cuenta de que aquella situación era imposible y que podía terminar con la paciencia de un santo. Y Zac había demostrado que, lejos de ser un santo, era muy humano.

Sin embargo, temió que él se enfadara con ella. Tal vez estaba furioso por su rechazo. Pero, de todos modos, Ness estaba segura de que su rabia sería mucho menor de lo que habría sido si los dos hubieran cedido a las tentaciones de la carne.


Al despertar, Ness se dio cuenta de que el barco ya estaba en marcha. Al consultar su reloj, se dio cuenta de que ya era media mañana.

No estaba sorprendida de que Zac no hubiera ido a despertarla. Intuyó que el encuentro de esa mañana sería tenso y difícil. Ni siquiera ella sabía cómo se comportaría delante de él.

Al ver la puerta de la cocina cerrada, Ness comprendió que Zac no había podido desayunar todavía. Eso debía de haber aumentado su mal humor. Decidió prepararle algo para que pudiera comer mientras manejaba el timón. Después de lo sucedido la noche anterior, él debía de estar ansioso por regresar a Little Kirkton.

Ness: Te preparé unos bocadillos de jamón -anunció diez minutos más tarde. Zac ni siquiera la miró. Asintió cuando vio el plato que Ness colocaba cerca de él y gruñó algo-. ¿Hace cuánto tiempo que... zarpamos? -inquirió mirando a su alrededor con la esperanza de reconocer el paisaje-.

Zac: Desde las siete de la mañana -respondió en un tono cortante que no fomentaba la conversación-.

Sin embargo, Ness no guardó silencio. Aún estarían juntos durante tres o cuatro días y no podían estar molestos y tensos durante todo ese tiempo.

Ness: ¿Quieres que te ayude con el timón?

Zac: No, gracias.

Los ojos de Ness se llenaron de lágrimas. No soportaba que Zac se mostrara otra vez frío y hostil con ella. Por supuesto, él no sabía cuánto la hería con su actitud; no podía adivinar que lo amaba. Tal vez se quedaría horrorizado si se enteraba de que ella sentía por él algo más que una simple atracción física.

Ness: Lo siento -sollozó-. Anoche...

Zac: Lo que pasó anoche -la interrumpió-, fue por mi culpa. Por la mañana, ya no es atrayente la locura que te invade de noche. No me siento orgulloso de mí mismo y quiero olvidarme de todo eso. Y si vas a llorar -la miró con furia-, hazlo donde no pueda verte ni oírte.

Ness huyó a su cabina. Se dijo que no lloraría por ese hombre insensible y cruel. Él no se merecía su amor... Era detestable.

Estaba tan ensimismada en su dolor, que no se dio cuenta de que La gitana del mar ya no seguía navegando. Se dio cuenta de que se habían detenido cuando sintió que Zac le acariciaba el cabello.

Zac: Ness...

Ness: ¡Vete! -le gritó-.

Zac se sentó en la cama, cerca de ella.

Zac: No suelo portarme como un canalla -musitó-. No tenía derecho a desahogar mi rabia contigo.

Ness ahogó un sollozo en la almohada, pero se estremeció de pies a cabeza. Se preguntó por qué Zac elegía ese momento para ser amable. La dulzura de su voz y sus caricias fueron el catalizador del llanto que Ness intentaba contener.

Zac: Ness, Ness -gruñó-. No soporto ver llorar a una mujer...

Ness: Entonces, vete, maldita sea -masculló mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas-.

Zac: No puedo dejarte... así no -suspiró-.

La tomó de los hombros para levantarla y hacerla volverse hacia él. La abrazó y la hizo apoyar la cabeza contra su pecho.

Ness: Yo... no estaba llorando -sollozó mientras trataba en vano de controlarse-. De verdad... hasta que llegaste. Yo habría estado bien... Pero cada vez que alguien es cariñoso conmigo, no puedo dejar de llorar.

Zac aspiró profundamente y siguió acariciándole el cabello. Ness sabía que debía insistir para que la dejara sola, pero no pudo hacerlo.

Zac: ¿Drew... también te hace llorar? -inquirió-.

Ness: Solo me hizo llorar una vez -murmuró con la voz entrecortada-.

La única vez que lloró por Drew fue cuando él la abandonó. Ness se dio cuenta de que, a lo largo de tres años, Drew nunca le había hecho experimentar la intensidad de las diferentes emociones que en ese momento sentía junto a Zac.

Zac: ¿Solo una vez? -le preguntó furioso-. ¿Por qué? ¿Qué fue lo que te hizo?

Ness sintió deseos de reír al pensar que Drew le había hecho un gran favor al dejarla, evitando que ella cometiera el peor error de su vida casándose con él. La joven ya sabía que nunca había amado a Drew, que lo que había sentido por él solo fue una mala imitación de lo que Zac la hacía sentir. Pero su encuentro con Zac había tenido lugar demasiado tarde. De nuevo, comenzó a llorar.

Zac la separó un poco y le levantó la barbilla para mirarle el rostro bañado en lágrimas. Ness cerró los ojos para tratar de sobreponerse, pero oyó que Zac jadeaba con fuerza.

Zac: Solo un hijo de perra te haría llorar -declaró-. De modo que eso es lo que debo de ser yo -le besó los párpados con ternura-. ¿Por qué no puedo mantenerme alejado de ti, cuando sé muy bien que no tengo el derecho de...?

No terminó de hablar y le besó los temblorosos labios.

De inmediato, Ness experimentó una intensa emoción que la hizo sentir una calidez en el vientre.

No supo quién de los dos profundizó el beso, ni quién se movió primero hasta terminar abrazados con fuerza. Lo único que Ness supo fue que percibió la excitación del musculoso cuerpo de Zac y que la cabina giraba a su alrededor.

**: ¡La gitana del mar! -gritó alguien afuera, destruyendo la magia del momento.

Zac maldijo y se puso de pie de un salto. Corrió a cubierta y Ness lo oyó hablar con otro hombre. Momentos después, el motor se puso en marcha de nuevo. Ness comprendió que Zac ya no bajaría con ella. Mucho después, se enteró de que Zac no había anclado bien el barco, que se había ido a la deriva bloqueando el paso de otra embarcación.

En ese momento, Ness se quedó en su camarote tratando de tranquilizarse. Se dijo que era positivo que hubieran sido interrumpidos. Lo que habían estado haciendo solo habría tenido un final obvio y eso ya no debía volver a ocurrir entre ella y Zac, pues ese deseo insatisfecho y el desgarramiento emocional le estaban destrozando. Zac pareció tomar la misma resolución que Ness. Durante los días que siguieron la trató con una fría amabilidad. Evitaba estar cerca de ella y no mencionó lo que había estado a punto de suceder entre ambos.


Cuando al fin llegaron al muelle de La gitana del mar, Zac recogió sus pertenencias y se fue, después de despedirse muy rápidamente de Ness.

Cuando se quedó sola, la chica se sentó en la cama de Zac, invadida por una profunda tristeza. Una vez más, sentía que su vida ya no tenía una dirección definida. De pronto, su existencia se había centrado en ese barco y en Zac y en ese momento volvía a estar sola. Miró la almohada de Zac y la cogió para aspirar su aroma. De pronto la invadió un fuerte deseo de quedársela como recuerdo. Sin embargo, exasperada consigo misma, dejó la almohada en su sitio. Debía olvidarse de una vez por todas de Zac Efron.


Llegó a trabajar dos días antes de lo acordado, pues ya no soportaba la soledad sin tener nada que hacer en el barco.

El consultorio veterinario era muy grande pues cubría una zona muy extensa. Por lo menos Ness siempre estaba ocupada durante el día. Solo por las noches echaba de menos a Zac y eso le impedía conciliar el sueño.

Trató de ocultar su cansancio en el trabajo ya que no podía permitirse el lujo de perder ese empleo. Era la primera vez que realmente podía ayudar a su madre cubriendo casi la totalidad de los gastos de la familia.


Después de trabajar tres semanas en el consultorio, Ness tuvo que hacer una visita médica a domicilio.

**: Es una perra preñada que pronto tendrá a sus cachorros -le explicó la recepcionista-. Parece que hay complicaciones y no hay quien la atienda. El lugar se llama Chimeneas. Está lejos de aquí, pero es fácil llegar. Es una casa grande con una alta verja de entrada, adornada con leones de piedra.

Ness cogió una de las camionetas del consultorio y el paseo le agradó pues era la primera vez que podía explorar los alrededores. Todos los días solía regresar en autobús al barco y llegaba demasiado cansada como para salir a pasear.

El verano ya estaba terminando, pero aún hacía un poco de calor. Algunos árboles empezaban a perder las hojas. La carretera era larga y pasaba por varias colinas donde pastaban algunas ovejas. Ness encontró la casa con facilidad. Vio una verja de hierro forjado, enmarcada por dos pilares sobre los que había unos leones.

Era una casa preciosa de estilo isabelino, con ventanas y puertas antiguas, y hermosas y altas chimeneas. Era una casa fantástica; parecía un poco misteriosa, pero acogedora. Una mujer abrió la puerta y sonrió al escuchar la razón de la visita de Ness.

**: ¡Qué alegría que ha llegado! -comentó la señora mientras conducía a la chica por un amplio vestíbulo-.

La perra estaba en la cocina de estilo moderno. El animal alzó la cabeza al oír el ruido de los pasos, pero al ver a las dos mujeres pareció recibir una gran desilusión.

**: Me temo que echa de menos a su dueño -comentó la señora al ver que la perra suspiraba y hundía la cabeza entre las patas-.

Ness: Entonces, ¿usted no es...?

**: No. Yo soy el ama de llaves -explicó-.

Ness tuvo la sensación de que había caído en una trampa, al ver que otro perro entraba en la cocina. Una vieja casa, dos perros: un dálmata y un labrador...

Ness: ¿Cómo se llama el dueño? -inquirió, aunque ya intuía la respuesta-.

**: Es el señor Efron. Ahora está de viaje en el extranjero. Ese es el problema. Yo estoy sola aquí y acabo de recibir una llamada de mi cuñado. Al parecer, mi hermana está enferma y tengo que ir a verla. Pero no puedo dejar aquí a los perros, así que quería saber si ustedes podrían admitirlos en la pensión de la veterinaria. No están acostumbrados a eso, pero... -se encogió de hombros-.

Ness se tranquilizó al darse cuenta de que no iba a encontrarse de nuevo con Zac Efron.

Ness: Entonces, ¿la perra no tiene nada malo? -inquirió y el ama de llaves asintió-. Muy bien, me los llevaré. Tenemos dos jaulas disponibles. ¿Cuándo regresará el señor Efron?

**: No lo sé. Y no quise preguntárselo. Estaba de un humor muy raro cuando se fue. Normalmente es un hombre encantador, pero últimamente siempre está furioso, es algo increíble.

Ness metió a los perros en la camioneta. Los animales ladraron molestos durante todo el trayecto a la clínica veterinaria y la chica se sintió aliviada al entregarlos al guardián de la perrera.

**: ¿Cómo se llaman? Solo tienen un número de teléfono en sus placas.

Ness: No lo sé -se quedó sorprendida-. Todo ha sucedido con tanta rapidez que no se me ocurrió preguntar eso.

La recepcionista consultó su registro, pero los perros no estaban inscritos allí. Como pertenecían a Zac, Ness se interesó mucho por su bienestar, y los visitaba con frecuencia.


Todo el mundo en la clínica no tardó en darse cuenta de que los animales se habían puesto muy nerviosos. El viernes por la noche, la perra dálmata estuvo muy inquieta y no dejaba de gemir. Ness se dio cuenta de que el animal tendría en muy poco tiempo a sus cachorros.

**: ¡Maldita sea! -comentó la veterinaria jefe-. Y mañana es sábado. El director de viaje y yo tengo que estar de guardia mañana. Es probable que esté fuera durante todo el día, atendiendo animales; alguien debería vigilar a esta perra.

Ness: Tengo una idea -comentó-. El barco donde vivo es del señor Efron. Los perros están acostumbrados a estar con él allí. Tal vez en ese lugar estén más contentos...

**: Es una idea brillante. Llévatelos de inmediato.

Por lo menos, esa vez alguien ayudó a Ness a meter a los animales en la camioneta. Los perros volvieron a protestar, pero al ver el barco empezaron a ladrar de felicidad y la joven comprendió que había acertado con su decisión.

Ya a bordo, les quitó las correas. El labrador se instaló en cubierta, pero la perra se adueñó de la cama de Ness, en la cabina más pequeña.

Cuando Zac se fue, Ness había seguido usando su antigua cama. Habría sido más cómodo dormir en la de Zac, pero no quería pensar en él. En ese momento, no pudo bajar a la perra de su cama, de modo que se resignó a dormir en el camarote principal. Ness dejó a la perra en paz y fue a cenar en cubierta.

El labrador era mucho más cariñoso y Ness le dio una galleta, a pesar de que sabía que eso no era muy conveniente para la educación del animal. Pero, a partir de entonces, el perro la siguió fielmente a todas partes.

Ness: Pero tú eres muy diferente, ¿verdad? -inquirió esa noche, cuando fue a ver a la perra, que apenas se dignó a probar la comida que le sirvió-.

Ness fue a pasear con el otro perro y, cuando regresaron al barco, vio algo que llamó su atención. Tres muchachos se estaban acercando; como estaba muy oscuro no pudo distinguirlos con claridad, pero pudo ver que lanzaban una bolsa al agua del canal.

Al ver aquello, el labrador salió corriendo y ladró en dirección de los chicos, que salieron huyendo despavoridos. En vez de perseguirlos, el animal se lanzó al agua y recuperó la bolsa. Esa raza de perro era excelente para recuperar objetos.

Ness se acercó a la ribera cuando el labrador depositó allí su carga y se quedó mirando a la joven.

Esta escuchó un sonido que provenía de la bolsa de plástico. La abrió y advirtió que algo se movía en el fondo. Oyó un maullido lastimero y comprendió que se trataba de unos gatitos.

Ness: Vándalos -se irritó-.

Nada le molestaba más que la crueldad con los animales.

Cogió la bolsa y se fue con rapidez al barco. Había tres gatitos: uno blanco, otro negro y otro de pelaje anaranjado. Por fortuna, todos estaban vivos. De no haber sido porque su salvador actuó con tanta rapidez...

Ness: Bien hecho, chico -acarició la cabeza del labrador, que movió la cola con alegría-. Pobrecitos, creo que ni siquiera han sido destetados.

Tomó una caja de cartón y puso allí una toalla. Metió a los animales en el interior, y a continuación les dio un poco de leche tibia. Le resultó algo difícil pues los tres animalillos estaban muy hambrientos.

Ness: Este va a ser un trabajo de tiempo completo -masculló-.

Ness programó su reloj despertador para que sonara cada hora durante la noche, y se fue a dormir. Sin embargo, se despertó antes de que sonara la alarma.

Ness: ¿Qué pasa...? Ay, no, la perra... -cansada, se puso su bata y fue a la otra cabina-. Vaya, tú sí que sabes escoger el momento menos indicado. Y parece que vas a necesitar de mi ayuda.

Media hora después, Ness sonreía con satisfacción mientras contemplaba cómo dos perritos recién nacidos mamaban la leche de su madre. Pensó que por eso había escogido esa profesión, para recibir esa clase de recompensa. Acarició la cabeza a la perra y recibió una sorpresa cuando el animal le lamió la mano.

Ness: Vaya, vaya -rió-. Después de todo, no eres tan arrogante. Parece que ya tengo una amiga de por vida.


Un par de días después, recibió otra sorpresa. El gatito negro, el más atrevido de los tres, había ido a la cabina pequeña y estaba tomando leche junto a los dos perritos. La dálmata parecía tolerar bastante bien la presencia del intruso.

Ness: Vaya, ahora sí que lo he visto todo -exclamó-.


Cuando llevó a los perros de regreso a su casa, Ness se dijo que los iba a echar de menos.

Ness: ¿Cómo está su hermana? -le preguntó al ama de llaves-.

**: Está mejor, gracias a Dios. Pero continúa débil. Me gustaría estar más cerca de ella.

Ness: Me imagino que no ha recibido noticias del señor Efron -comentó con naturalidad-.

**: No. Me habré enterado de que ha llegado cuando lo vea entrar por la puerta -declaró la señora-.


Una semana más tarde, mientras se preparaba la cena, Ness oyó que alguien subía a cubierta. Como no había cerrado la puerta con llave, salió a ver de quien se trataba.

Ness: ¡Ah, eres tú! -dijo secamente-.

Su tono de voz no reflejó su turbación interna.

Zac: Vaya, he recibido saludos más entusiastas -comentó-.

Ness: No esperaba volver a verte.

Zac: Como este es mi barco, te recuerdo que puedo venir aquí cuando me plazca.

Ness: ¿Quieres usarlo? -inquirió con preocupación-.

Zac: No... ¿Qué es eso? -inquirió al oír un maullido y se acercó a la caja de cartón-. ¿Gatitos? ¿Acaso piensas tener un zoológico a bordo?

Ness le explicó lo sucedido y Zac sonrió.

Zac: De modo que el viejo Canelo se ha convertido en un salvavidas.

Ness: No te molesta, ¿verdad? No me quedaré con todos, solo con éste. Es mi preferido -tomó al gatito negro-.

Zac: Vaya, pues tiene casi tu mismo tono de cabello -sonrió-.

Alargó una mano para acariciar al felino y Ness se estremeció. Era como si Zac acariciara al animalito porque no podía acariciarla a ella.

Zac: ¿Cómo vas a llamarlo?

Ness: Creo que Shadow. Y no te preocupes. Encontraré un hogar para los demás gatitos. Tal vez tú quieras llevarte uno -comentó al verlo acariciar a Shadow-. Te gustan los animales...

Zac: Sí, pero prefiero a los perros. Y Bianca odia a los gatos.

Más que nunca, Ness detestó a la novia de Zac. Le pareció una mujer egoísta y superficial.

Ness: ¿Cómo puede alguien odiar a criaturas tan adorables? -se indignó. Le desagradaba la gente que no trataba bien a los animales o a los niños. Le habría gustado expresar su opinión ante Zac, pero decidió que no era bueno destruir su buen humor-. No me has dicho para qué has venido -le recordó-.

Zac: Para darte las gracias por cuidar de los perros cuando mi ama de llaves tuvo que irse. Me imagino que tú ayudaste a la perra a tener a sus cachorros.

Ness: Sí, pero, ¿cómo te...?

Zac: Primero fui al consultorio y allí me dijeron que tú te hiciste responsable de mis dos perros. Te estoy muy agradecido. Ninguno de ellos puede estar en una perrera durante mucho tiempo.

Ness: Era lo menos que podía hacer después de que tú me dejaras quedarme a bordo de La gitana del mar, a pesar de que la idea no te gustó al principio.

Se dijo que jamás le diría que cuidar a los perros había sido como acercarse un poco más a él.

Zac: Creo que les eres muy simpática a los animales -prosiguió-. Mis perros normalmente solo responden a mí.

Ness: Los animales se sienten bien con la gente que los quiere. Dijiste que a Bianca no le gustan los gatos. ¿Los perros sí le agradan? -inquirió con audacia-.

Zac: A Bianca le encantan los perros -repuso con seriedad, pero sus ojos brillaron con diversión, como si supiera por qué Ness no podía dejar de hablar de Bianca-.

En ese momento, la joven se prometió que jamás volvería a preguntarle nada a Zac sobre su novia. Sería humillante que adivinara lo que sentía por él, y lo mucho que envidiaba a la otra mujer.

Reinó un largo silencio y Ness trató de pensar en algo más que decir... para que Zac se quedara más tiempo con ella.

Ness: ¿Cómo te...?

Zac: ¿Cómo...?

Ambos hablaron al mismo tiempo y Zac le indicó a Ness que hablara ella primero.

Ness: Solo quería preguntarte cómo te fue en tu viaje. Tu ama de llaves me dijo que fuiste al extranjero. ¿Acaso eso tiene algo que ver con tu nuevo libro?

Zac: No, me fui de vacaciones; a escalar una montaña. Sentía la necesidad de descansar un rato y de practicar un ejercicio activo.

Ness lo miró con detenimiento. Ella también se había sentido inquieta últimamente y había experimentado la necesidad de desahogar esa inquietud física. Pero no tenía tanto tiempo libre como Zac para hacerlo.

Ness: ¿Y te lo pasaste bien?

Zac: Más o menos -se encogió de hombros-.

Ness: ¿Qué ibas a decirme tú? -inquirió-.

Zac: Solo iba a preguntarte cómo estás, ahora que el verano se está acabando. El barco te va a parecer muy frío cuando llegue el invierno.

Ness: Me las arreglaré. Estoy acostumbrada al frío. Nuestra casa no tenía calefacción central.

Zac: Tu madre debe de ser una mujer admirable -comentó con sinceridad y a Ness se le llenaron los ojos de lágrimas-.

Ness: Lo es -respondió. No quería echarse a llorar-. ¿Ya has cenado? Yo iba a preparar...

Zac: De hecho, no. Mi ama de llaves tuvo que salir de nuevo. Me imagino que ya sabes cómo está su hermana. Parece que ha sufrido una recaída. Iba a cenar en un restaurante, pero lo que tienes en la cocina huele muy bien.

Nes: Entonces, ¿por qué no cenas aquí? -inquirió preguntándose por qué su adorada novia no lo atendía un poco mejor-. Solo son unos huevos con jamón, pero...

Zac: Pero ya sabes que eso me encanta -rió-. Hemos comido eso muchas veces, ¿verdad?

Ness no quería recordar aquello porque entonces recordaría todo lo demás. No podía olvidar los besos de Zac, ni el día en que él le hizo el amor; recordaba cada sensación, como si volviera a experimentarlo.

Ness: Tal vez prefieras no quedarte, yo...

Zac: Me gustaría quedarme, aunque te prometo que esto no se convertirá en una costumbre por mi parte -añadió con rapidez-.

«No, me imagino que no», pensó la joven con tristeza.




Oh! Parece que se van a hacer medio amigos...

Bueno, solo queda un capi en el que pasarán muchas cosas. Pero no os preocupéis, que creo que ya no comerán más huevos con jamón XD

Para las que sigáis mi otro blog, deciros que puse hace poco capi nuevo.

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3 comentarios:

Unknown dijo...

Wow.... y solo un capi! Me intriga mucho mucho.

Este capitulo fue genial, ness se porto rebien con los perros y los gatitos, mori de ternura!



Sube pronto :)

Maria jose dijo...

que buen capitulo
me encanto esta muuuuyyyy
buena la nove te juro q sueño
con ella jajajajaja
SUBE RAPIDO PORFAVOR

Lau B. dijo...

Agh! Todo mal!!
Ambos sufren! Perooo nooo! ellos no pueden estar juntos Pff!

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