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martes, 19 de noviembre de 2013

Capítulo 6


Qué había querido decir Zac con ese comentario. Ness se quedó despierta pensando en eso. Deseaba creer que Zac había querido decirle que, muy a pesar de sí mismo, se sentía atraído por ella. Pero Ness sabía que Zac se había referido a que lo exasperaba y que le costaba trabajo tratarla con amabilidad...


Zac: Dime algo -le pidió a la mañana siguiente, cuando zarparon-. Hace una semana que estás aquí y no has ido al correo ni al teléfono público. ¿No tienes que llamar a tu novio para darle noticias? ¿Ni a tu madre?

Ness: El día que fui a comprarme las deportivas, cuando fuiste a ver al señor Taylor, le envié una postal a mi madre.

Zac: ¡Claro! Se me olvidó. ¿Y por qué no le escribiste a tu novio?

Ness se irritó al ver que de pronto Zac parecía preocuparse mucho por Drew.

Ness: Bueno, él sabe que lo llamaré en cuanto pueda.

Zac: ¿Le enviaste un mensaje por medio de tu madre?

Ness: Sí -asintió-.

Pensó que se había visto obligada a mentir de nuevo... y todo por la paranoia de Zac.

Zac: Si quieres enviar alguna carta... tengo que ir a la próxima ciudad. Estaremos allí un par de días. Se me están terminando algunos colores y tengo que comprar más carretes fotográficos. Ayer, me olvidé de ello por completo.

«Y seguramente me culpa a mí por ese olvido», se dijo enfurruñada, pero Zac no parecía estar molesto con ella.

Ness: Escribiré algo, pero yo misma puedo enviar las cartas por correo.

Zac: Me temo que no podremos bajar los dos del barco, cuando lleguemos a la ciudad. El muelle está demasiado cerca del centro urbano. Alguien tendrá que quedarse a bordo por razones de seguridad.

«Y ahora, líbrate de este lío», se dijo Ness. Estaba cansada y tensa, pues la noche anterior no había podido dormir bien y Zac la había despertado esa mañana a las cinco y media.

Ni siquiera el precioso paisaje pudo ponerla de buen humor. El hecho de que Zac no correspondiera a su amor la entristecía mucho. Decidió que lo mejor era mantenerse alejada de él, pues temía revelar sus propios sentimientos.

Ness: Creo que iré a caminar un poco.

Acababan de pasar por una esclusa y esa vez Ness fue quien tuvo que bajar a tierra firme.

Frente a ella, el canal giraba a la izquierda, pero después de unos metros, el camino de cuerda se interrumpía. Había sido borrado por el río.

Zac: No importa -dijo al darse cuenta de ello casi de inmediato-. Pronto nos detendremos e iremos a tierra firme.

Ness: Ah -exclamó deprimida-. Dijiste que pasarían dos días antes de...

Zac: Vamos a caminar -la interrumpió-. Dijiste que te gustaría recorrer el camino de los Catswolds. Creo que te sentaría bien un poco de ejercicio. No sé qué te pasa, pero te has portado como una leona enjaulada durante toda la mañana. Nos llevaremos algunos bocadillos en caso de que no encontremos un lugar para comer.

Ness: Creí que tenías mucha prisa...

Zac: Es cierto. Pero puedo incluir el paseo en mi itinerario. Puedo combinar la caminata con algo de trabajo.

Ness: Por favor, no cambies de planes por mí -se tensó-.

Zac: No lo hago -replicó con tono cortante-. Mis razones son puramente egoístas.

Una vez que Zac le había hecho esa sugerencia, Ness se entusiasmó por la excursión. Preparó unos bocadillos con rapidez y se puso ropa adecuada para caminar. No tardaron en llegar al punto del que partirían.

Zac: Espero que te guste caminar -comentó al anclar el bote-. A mí me gusta hacerlo rápido.

Ness: Ya lo he notado -repuso secamente-.

Zac: Por estas tierras pastaban antes las ovejas -le explicó cuando el sendero se volvió escarpado. Unas cuantas ovejas todavía pastaban por allí. Aparte del césped había mucho tomillo y a Ness le sorprendió ver que los animales se lo comían-. Es el tomillo que le da buen sabor a la carne -explicó-. Debes probarlo alguna vez.

En la cima de la colina había un bosque. A Ness le agradó caminar a la sombra. Era mediodía y hacía mucho calor.

Ness: Esto les encantaría a mis hermanos -comentó-. Sería más saludable para ellos que las calles de la ciudad en la que viven... Ay, ¿son fresas de verdad? ¿Fresas silvestres? -se arrodilló y empezó a mordisquear una frutilla-.

Zac se unió a ella.

Zac: Tus labios son más rojos ahora -murmuró y se le acercó más-. No te maquillas mucho, ¿verdad? Eso me gusta. No me gusta que el rostro de una mujer tenga apariencia artificial.

Ness, que tenía las mejillas rosadas por el calor y el ejercicio, se ruborizó aún más y, antes de que pudiera reaccionar, Zac se inclinó hacia ella y le rozó los labios con los suyos dulcemente. Fue un beso tan suave que Ness creyó que había sido producto de su imaginación.

Zac: Besos de fresa -musitó-. Deliciosos -de pronto, se irguió-. Ven, todavía tenemos que recorrer varios kilómetros.

Ness lo siguió turbada, colina arriba. ¡Ese beso! Si tan solo Zac hubiera insistido, si tan solo hubiera sido sincero... Pero Ness sabía que Zac solo había obedecido a un impulso. En ese momento ya no podría volver a comer fresas sin recordar ese beso...

El camino hacia la cima era muy empinado. Pero incluso cargado con la mochila de la comida, la cámara y sus utensilios para pintar, Zac no parecía cansado. Caminaba con rapidez, como si un demonio lo persiguiera. Ness se esforzó por no alejarse demasiado de él; de cualquier modo, el ejercicio la estaba tranquilizando un poco.


Al fin llegaron a la cima desde donde se divisaban profundos valles a cada lado de la colina. Siguieron caminando y después de un rato Zac se detuvo y anunció que era hora de comer. Eso alegró a Ness, que no se había atrevido a confesar que tenía apetito y que estaba cansada.

Ness: La comida siempre sabe bien al aire libre -comentó con entusiasmo-.

Se tumbó sobre la hierba y aspiró el aroma del tomillo. Ese sería otro recuerdo que siempre atesoraría... Se preguntó si alguna vez tendría recuerdos que no estuvieran relacionados con Zac.

Ness: Esto sí que es vida -murmuró y cerró los ojos, relajándose-.

Zac: La vida al aire libre parece sentarte muy bien -comentó-.

Ness abrió los ojos por un momento. Lo vio tumbado de lado, apoyado en un codo, mirándola. Llevaba la camisa entreabierta y revelaba su fuerte pecho, el vello oscuro... Ness tuvo que contener el impulso de acariciarlo...

En esa postura, relajado, Zac parecía un hombre más tierno y amable. No había en su expresión rastros de la irritabilidad con la que a veces trataba a Ness. ¿Acaso eran imaginaciones suyas o Zac se había acercado más a ella? Ness cerró los ojos con rapidez, pero todos sus sentidos estaban alerta. Su cuerpo palpitaba como si apenas en ese momento despertara a la vida. El ambiente estaba cargado de una tensión expectante...

«Bésame, bésame», le pidió en silencio. «Solo por un momento, haz que este sea el día más maravilloso de mi vida. Únicamente es necesario que me beses, pues todo lo demás es perfecto: el cielo, las colinas, el sol, los sonidos y los aromas de la naturaleza... Ay, Zac, por favor, bésame...». Estaba temblando y se preguntó si él se daría cuenta de su agitación. Jadeó un poco cuando un ansia interna la invadió. ¿Por qué no la besaba? Él tenía que percibir su ansiedad...

Ness abrió los ojos. Zac no se había movido de su sitio. La joven encontró el valor suficiente para sostenerle la mirada, como si de esa forma pudiera hipnotizarlo. Entreabrió los labios y se los humedeció con la punta de la lengua.

Zac no se movió; parecía petrificado. Ness lo vio tragar saliva y apretar la mandíbula.

Zac: ¿Nunca te han dicho...? -carraspeó para poder seguir hablando-. ¿Nunca te han dicho que te pareces mucho a las mujeres de los cuadros de los pintores prerrafaelistas? -Ness asintió en silencio. Sabía que no debía hablar para no romper el hechizo-. Mujeres apasionadas, voluptuosas. El ideal de la feminidad -alargó la mano y tomó un mechón de cabello entre los dedos-. «Te puede atraer hacia ella con un solo cabello» -susurró-.

Ness: ¿Qué es eso? -musitó-.

Zac: Un poema de Dryden -explicó-. Si yo fuera poeta... -dijo, mientras seguía contemplando el sedoso mechón-.

Ness quiso preguntarle si su cabello le parecía digno de ser mencionado en un poema, pero había algo que deseaba más. Se movió un poco para descansar sobre un costado y acercarse a él. Sabía que sus emociones eran tan fuertes que por fuerza debían reflejarse en su mirada.

Zac la miró a los ojos y le acarició la mandíbula. Y el deseo de Ness le fue concedido cuando él inclinó la cabeza hacia ella. La joven exclamó un gemido de felicidad cuando sus cuerpos se tocaron. Zac la besó con fiereza mientras la acariciaba con pasión.

Ness podía sentir cada músculo de Zac. La fuerza de su tórax, la dureza plana de su estómago y... un delicioso bulto palpitante que le hizo saber que la deseaba.

Se movió contra Zac gimiendo de expectación, demostrándole que estaba ansiosa y dispuesta. Se olvidó de la dureza del incómodo suelo al deslizar las manos debajo de su camisa. Al tocar la piel de Zac se estremeció de emoción. Nunca había experimentado tanto placer en su vida...

Su ardiente respuesta hizo que Zac perdiera el aliento. El beso se profundizó, se tornó más exigente. Él le deslizó las manos bajo la camiseta y le acarició los senos, por debajo del sostén, hasta que los pezones se le endurecieron...

Alzó la cabeza y miró fijamente a Ness, haciéndole una silenciosa pregunta. La chica supo de qué se trataba y lo miró con deseo, y no con miedo. No quería negarle nada a ese hombre. Zac le bajó la cremallera de los vaqueros y se apartó un poco para poder acariciarla y excitarla hasta que la chica empezó a temblar.

A Ness la embargaba un ansia que la hacía derretirse; entonces Zac empezó a jadear y hundió la cabeza entre sus senos.

Ness: Zac, oh… Zac... -le murmuró al oído-.

Apresurada, empezó a desabrocharle el cinturón, queriendo darle el mismo placer que él la estaba haciendo experimentar.

Zac: No, Ness -susurró sobre sus labios y ella protestó-. Ten paciencia. No puedo hacerte el amor como quiero, aquí... Este lugar no es íntimo, cualquiera puede pasar por aquí. Vamos a buscar un sitio más apartado.

La ayudó a ponerse de pie y contempló su cabello despeinado y sus ojos brillantes antes de abrazarla con fuerza. Ness supo entonces que el deseo de Zac no había disminuido.

Él recogió la mochila, tomó la mano a Ness y caminaron en silencio. Ella solo estaba concentrada en que debían encontrar un lugar donde pudieran amarse, donde pudiera entregarse a Zac y disfrutar de las delicias que sabía que él le brindaría.

Zac se apartó del sendero y se dirigió hacia un bosque de abetos, abriéndose paso entre el espeso follaje.

Todo estaba silencioso y ni siquiera la sombra lograba disminuir el calor de ese día. Podía escucharse el canto de algunos grillos y de algún ave en la lejanía. Ness comprendió que para ella el verano siempre significaría Zac.

En ese momento él se volvió para mirarla con pasión. Ness comprendió que los minutos transcurridos no habían extinguido su ardor. Zac le tendió las manos y Ness se las tomó, dejando que él la acercara hacia sí y volviera a besarla. Sintió que todo le daba vueltas y se arqueó contra él. Suave y lentamente, Zac la hizo acostarse a su lado en una especie de nido de césped fragante.

Se desvistieron en silencio. Sus movimientos eran sensuales pues tenían prisa, una vez que habían encontrado el sitio adecuado. Zac volvió a besarla y Ness empezó a temblar otra vez; hundió los dedos en el espeso y rubio cabello de su compañero y le devolvió el beso con ansia.

Él empezó a explorar el cuerpo de la joven de un modo atormentadoramente placentero. Ness no podía creer que estuviera sintiendo tal deleite...

Zac la abrazó con fuerza. Profundizando el beso empezó a jadear y de pronto rodó encima de Ness; los dos se acariciaron con pasión.

Ness ya no podía pensar en nada que no fuera el ansia creciente que la invadía.

Ness: Oh, Zac, por favor...

Le suplicó que la poseyera y le acarició la espalda, sintiendo cómo sus músculos se tensaban a modo de respuesta.

Él susurró algo pero a Ness solo le importó su tono de voz, ronco y apasionado. Sus cuerpos se fusionaron. Una vez que todo aquello ya estaba sucediendo, a Ness le pareció como si todo hubiera sido inevitable desde el principio.

Zac gimió con fuerza al poseer a la chica. Un increíble remolino de sensaciones hizo presa en Ness, que jadeó de placer invadida por la agonía de la pasión. La liberación fue como ahogarse en una profunda sensualidad, casi como una sensación de desfallecimiento. Cerró los ojos y vio un torbellino de colores mientras escuchaba a Zac gruñir de deleite.

Yacieron abrazados, sin fuerza, maravillados por la intensidad de su experiencia. Ness empezaba a dormirse, fascinada por lo sucedido...

Zac: Dios mío...

La chica alzó la cabeza para mirar a Zac, que se había alejado de ella y en ese momento se ponía la ropa con mucha rapidez y nerviosismo. Estaba tenso, sombrío.

Ness: ¿Zac? ¿Qué te pasa? -se sentó-.

Zac: ¿No te das cuenta? -inquirió incrédulo y la miró con frialdad. Ness negó con la cabeza-. Debo estar loco -masculló enfadado-.

Ness: Pues muchas gracias -repuso con brusquedad-.

Si eso era lo único que se le ocurría decir a Zac acerca de algo que para ella había sido la experiencia más trascendental de su vida...

Zac: Después de todo lo que te dije... ¿por qué dejaste que hiciera eso? -se molestó-.

Ness: No soy tu conciencia -espetó-.

La invadía una mezcla de furia y náusea. Creyó que, después de hacer el amor, su relación tomaría un rumbo nuevo, que todo empezaría de nuevo entre ella y Zac...

Zac: ¿Y tú no tienes conciencia por lo que se refiere a tu novio?

Ness: ¿Tanta conciencia como tú con respecto a Bianca? -inquirió decidida a no dejar que él la hiciera sentirse culpable-.

Zac: ¡Vístete! -la miró con furia-. Ya te dije que sacas a relucir lo peor que hay en mí. Creí que si salíamos un rato del barco...

Ness se vistió con precipitación. ¿Cómo se atrevía Zac a culparla de lo sucedido? La culpa también era de él, que en ese momento ya se alejaba como si ansiara marcharse para siempre de ese lugar.

Ness miró a su alrededor con angustia, memorizando los detalles de ese bosque. Pensó que sus recuerdos siempre serían felices, que la esperaba un futuro esplendoroso... pero en ese momento formaría parte de una serie de lamentos.


Ness: ¿Por qué vamos por aquí? -preguntó cuando lo vio tomar el sendero de regreso-.

Zac: Vamos a volver al barco -respondió en tono cortante-. Y regresaremos de inmediato.

Ness: ¿A Little Kirkton? Pero, ¿qué pasará con tu trabajo de...?

Zac: ¿Cuánto he podido trabajar hasta ahora? -se volvió para observaría con furia-. Casi nada. Yo sabía que era un error dejar que te quedaras en el yate. Bueno, pues ahora tendrás el yate para ti sola. Yo me las arreglaré de otra manera.


Ness: ¿Cuánto tiempo tardaremos en regresar a Little Kirkton? -inquirió cuando llegaron al muelle-.

No sabía si lo mejor era desear que el tiempo pasara volando o si debía atesorar cada minuto que pasara en compañía de ese hombre. Parecía que él ya no quería estar más tiempo con ella...

Zac: Varios días -masculló tenso-. Recuerda que tenemos que pasar por todas esas malditas esclusas. Qué lástima que no puedas volver sola; el viaje es pesado para una mujer. Y si no fueras una mujer, nada de esto habría ocurrido -añadió sombrío-.

Ness: ¿Por qué siempre, según tu opinión, la mujer es la culpable? -inquirió con ira-. Me parece que tuviste una desafortunada relación amorosa que te hace prejuzgar -añadió con mucha intuición-. Pero no es justo que pienses que todas las mujeres están cortadas por el mismo patrón.

Zac esperó a adelantar a otro barco para contestar:

Zac: No suelo generalizar con respecto a las mujeres, pero tu conducta no me ha convencido de que tú seas distinta.

Ness: ¿Mi conducta? ¿Y qué es lo que he hecho? ¿Y distinta de quién?

Zac no respondió a sus preguntas, pues solo le interesaba demostrar que tenía razón.

Zac: Cuando te vi por primera vez, por un momento creí que eras Amber, que había vuelto para hostigarme.

Ness: ¿Te llevaste una desilusión cuando viste que no era ella?

Zac: Claro que no. Pero las similitudes que existen entre tú y Amber son asombrosas. Cuando te conocí me pregunté si Ashley... Pero, en vista de que ya tenías novio, decidí que mi hermanastra no había estado haciendo las veces de casamentera.

Ness no entendió bien a qué se refería Zac, pero recordó que ella también sospechó que Ash le había tendido una trampa al hacerle creer que compartiría el barco con otra chica. ¿Acaso Ash había intentado que su hermanastro y su mejor amiga tuvieran un romance?

Pero Zac continuó:

Zac: Podrías ser la hermana menor de Amber. Tenéis la misma altura, el mismo tono de cabello y de ojos... La única diferencia es que... -se detuvo para frustración de Ness-. ¿Te contó Ashley algo de esto? -gruñó-.

Ness: No. En sus cartas solo te mencionó un par de veces, cuando tu padre acababa de casarse con su madre. Y se refirió a ti con tu seudónimo. Además, ya sabes que yo esperaba compartir el barco con Zoe.

Zac: ¡Zoe! -rezongó-. Es mi hermana y la quiero mucho, pero se quedaría horrorizada ante la idea de tener que pasar siquiera un día en un barco tan pequeño como este. A Zoe no le gusta el campo.

Ness: ¿Y a Amber sí?

Zac: Así es. Cuando la conocí, creí que había encontrado a la mujer ideal. Parecía que éramos afines en todos los sentidos...

Ness suspiró involuntariamente. Pensó que, seguramente, también habían sido afines en el aspecto sexual. Y Zac la estaba comparando en ese plano con Amber.

Zac: Era una preciosa hija de perra. No, eso es ser injusto con los perros. Era más bien como un felino. Tenía la gracia de un gato, pero también poseía la misma crueldad y frialdad. Los perros se relacionan con sus dueños, pero los gatos se van con cualquiera que les dé de comer... En el caso de Amber, ella se fue con quien más alimentó su vanidad.

Ness: Debiste de quererla mucho para haber sufrido tanto...

Zac: Eso creía en ese entonces. Estábamos comprometidos e íbamos a casarnos, pero unas semanas antes yo descubrí que Amber veía a otro hombre. Ella tuvo una infancia llena de carencias. Quizás eso la hizo mostrarse ambiciosa por las cosas que podía comprar el dinero. Yo no soy pobre en absoluto, pero aquel hombre era mucho más rico de lo que Amber habría imaginado jamás.

Ness: Debiste superar esa mala experiencia... con el tiempo -señaló-. Ahora tienes a Bianca.

Zac: Claro que la olvidé -comentó sombrío-. Y también aprendí un par de cosas muy importantes.

Ness: Todos aprendemos de las experiencias... yo también -se encogió de hombros-. Pero no me parece justo desquitarse con los demás. A juzgar por la forma en que te portas conmigo, debes de hacer sufrir mucho a Bianca.

Zac: Por el contrario. De lo único que no dudo es del amor y de la fidelidad de Bianca -sonrió-. Bianca y Amber se odian.

Ness sacudió la cabeza asombrada, incrédula. Cuanto más veía las fotos de la novia de Zac, menos le agradaba aquella chica. Claro que el amor era ciego, y era obvio que Zac estaba cegado por lo que sentía... y quizá también por su deseo físico. Ness ya sabía que ese deseo era muy poderoso en Zac, que a pesar de sí mismo, acababa de hacerle el amor. De pronto, a Ness se le ocurrió algo.

Ness: Si conoces bien a Bianca, entonces no eres justo con ella. No le fuiste fiel hoy... a menos que pienses que los hombres pueden tener una moral distinta a las de las mujeres... y te advierto que no podrás culparme de lo sucedido.

Zac: Para tu información, no creo en una doble moral, ni para los hombres ni para las mujeres. Sin embargo, parece que tú sí puedes portarte mal, pues estás comprometida con Drew.

Ness se dispuso a decirle que ella no le había sido infiel a Drew ya que, por lo que a ella se refería, él había dejado de existir. Pero luego decidió que no lo haría, pues con ello no conseguiría cambiar la situación.

Ness: No merece la pena seguir hablando de esto -susurró-. Creo que será mejor que los dos olvidemos lo sucedido.

Zac: ¿No le dirás nada a Drew?

Ness: No. ¿Tú se lo confesarás a Bianca?

Zac: Sí, creo que sí -sonrió un poco divertido-. Es mi principal amiga y confidente.

Ness pensó que Bianca también debía de ser una mujer muy tolerante y comprensiva. Pensó que debía de ser maravilloso tener una relación en la cual las dos personas se lo contaran todo. Si tan solo Zac pudiera ser su amigo y amante...


Llovía cuando anclaron el barco para pasar la noche. Ness empezó a preparar la cena mientras Zac terminaba de asegurar las amarras.

Zac: Creo que el buen tiempo ya ha terminado -comentó al bajar a la cabina-. Hace bastante frío y creo que seguirá lloviendo. Qué bien que regresamos a casa... No hay nada peor que estar encerrado en un sitio pequeño debido al mal tiempo.

«A menos que una esté enamorada de la persona que comparte ese encierro», pensó Ness. Se imaginó lo encantador que habría sido ver llover mientras ellos no tenían nada que hacer excepto proporcionarse un mutuo placer.

Ness sirvió la cena, pero no tenía apetito. Las estrechas mesas del bote resultaron una tortura cuando la chica sintió que Zac le rozaba las rodillas de manera accidental. La conversación fue tensa. Zac parecía ensimismado en sus pensamientos, los cuales seguramente no eran nada agradables, según suponía Ness.

La joven se alegró cuando terminaron de cenar y pudo irse a la cocina a lavar los platos. Pero, ¿cómo lograría pasar el resto de la noche?

Ness: Supongo que quieres que desaparezca, que me retire a mi propia cabina -comentó-.

Zac la miró en silencio durante un momento.

Zac: No, me parece exagerado que te recluyas en tu cabina, sobre todo ahora que es tan temprano. Mira, los dos somos adultos. No volveremos a cometer los mismos errores. ¿Quieres jugar a las cartas? Es una ocupación inofensiva que mantiene ocupada la mente... y las manos.

Ness se alegró un poco. Por lo visto Zac ya no estaba enfadado.

Ness: Me encanta jugar a las cartas. Era algo que hacíamos con frecuencia en casa -sonrió con calidez-.

Poco a poco se relajaron y lograron disfrutar del entretenimiento, haciendo bromas y jugadas divertidas. La velada transcurrió con rapidez.

Nss: Bueno, será mejor que me vaya a dormir -declaró de pronto-. Y gracias.

Zac: ¿Por qué? -se sorprendió-.

Ness: Por esta noche. Pudiste hacerme pasar un mal rato, pero no fue así.

Zac: Ness... -se puso de pie; parecía inquieto-. No quiero ponerte las cosas difíciles. Lo que pasó hoy fue un accidente desafortunado. Yo no tenía la intención... Soy humano y tú... eres una mujer joven, extremadamente preciosa y deseable. En otras circunstancias... -se interrumpió mientras Ness esperaba en silencio y con el corazón acelerado-. Pero las cosas son como son. Y yo espero que ambos seamos lo bastante maduros como para tratarnos con amabilidad durante el resto del trayecto.

«Amabilidad...», Ness pensó que eso era algo bastante frío. Ya se estaba acostumbrando a no poder conciliar el sueño. Esa noche pensó en varias dudas que la atormentaban. ¿En qué se diferenciaba ella de Amber? ¿En un sentido bueno o malo? ¿Y a qué circunstancias se había referido Zac cuando le dijo que las cosas habrían podido ser distintas? ¿Acaso lamentaba que ninguno de los dos fuera libre para poder disfrutar de esa forma de su mutua atracción?

Esos problemas y el hecho de estar encerrada en su cabina, con tan poca ventilación, le provocaron una fuerte jaqueca. De haber estado en su casa, habría salido a dar un paseo.

Le pareció irresistible la idea de salir de su camarote. El pequeño espacio le provocaba claustrofobia.

Tenía que salir, pero recordó que la vez anterior Zac la había sorprendido.

Se sentó y encendió su linterna. Contempló la ventana de la cabina. No era grande, pero tal vez podría salir por allí. Ya no llovía y la luna iluminaba el paisaje. Merecía la pena intentarlo...

Se puso unos vaqueros y una camiseta, abrió la ventana al máximo y logró sacar la cabeza y los hombros. Sin embargo, a pesar de su precaución, sus movimientos hicieron que el barco se meciera. No obstante, Zac no parecía darse por enterado.

Al fin, Ness consiguió salir y se aferró a un lado del bote. Desde allí podría saltar los cincuenta centímetros que la separaban de la ribera. Se dispuso a saltar y midió la distancia.

**: Oye, ¿qué demonios...?

A punto de dar el salto, Ness perdió la concentración y cayó en las turbias aguas del canal.

Aunque sabía nadar, nunca le había gustado ese deporte. Además, nunca había tenido que nadar en esas condiciones, con la ropa puesta. Tragó agua y se hundió. Fue consciente de que algo saltaba al agua y tuvo la visión de una rata acuática. Golpeó en el agua con una mano y de pronto sintió que alguien la agarraba con fuerza. Trató de hablar, pero en vez de eso tragó agua otra vez.

**: ¡Cállate y quédate quieta! -le advirtió una voz familiar-. Por el amor de Dios, no te resistas.

Ness se desmayó. Cuando recobró el conocimiento se dio cuenta de que estaba acostada boca abajo y de que Zac le estaba aplicando una técnica brusca, pero efectiva, de reanimación.

Ness: Zac... -empezó a toser y él la ayudó a levantarse-.

Zac: ¿A qué demonios estabas jugando? -inquirió furioso. La llevó a su cabina y, a pesar de las débiles protestas de la joven, empezó a desvestirla-. Podías haberte ahogado.

Ness: Yo... quería dar un paseo en tierra firme -los dientes le castañeteaban al hablar-.

Zac la envolvió en una toalla grande y empezó a secarla con fuerza. Después de unos segundos, la sensación fue placentera, sobre todo cuando Zac empezó a frotarle las piernas y a secarle los muslos. Cuando la sensación fue demasiado agradable, Ness trató de apartarse.

Zac: ¡Quédate quieta! -le ordenó-. ¿Por qué no saliste por la cabina principal?

Ness: No quería molestarte.

Zac: Pues yo no estaba dormido. Ni siquiera estaba en la cama. Y tu conducta insensata me está provocando muchos problemas. Por fortuna, yo estaba en la ribera...

Ness: Eso no fue algo afortunado -protestó temblando-. De no haber sido porque me gritaste, yo jamás habría caído al agua.

Zac: No estoy seguro de eso.

Se detuvo y, sin pensarlo se quitó la ropa mojada y maloliente.

Ness bajó la vista con rapidez.

Ness: Yo... regresaré a mi cama -masculló-.

Zac: Claro que no -se ciñó una toalla alrededor de las caderas-. Te quedarás aquí hasta que yo te haya preparado una bebida caliente. Está haciendo mucho frío y solo Dios sabe qué gérmenes habrás ingerido del agua del canal.

La hizo acostarse en su cama y la cubrió con la manta. Tomó otra toalla y empezó a secarse el cabello.

Ness: Por favor -susurró-, déjame...

Zac: Quédate bien arropada y no te muevas. Yo me haré cargo de esto. Y va a tomar mucho tiempo... Tu cabello es largo y espeso... y muy bonito -musitó-.

Ness pensó que era algo muy sensual que Zac le secara el cabello. El se encontraba de pie junto a la cama y tenía las caderas muy cerca de la cara de Ness.

Un aturdimiento indescriptible, nacido del susto y del deseo, la hizo querer apoyar la cabeza contra Zac, acercar la boca a esa parte de su cuerpo que, con anterioridad, le había hecho experimentar un éxtasis sublime. Se estremeció y Zac maldijo:

Zac: Maldita sea, tal vez pesques un resfriado. Y no tenemos bolsas de agua caliente ni más mantas en el barco. Iré a prepararte algo de beber.

Le dio leche caliente con whisky y Ness hizo una mueca al olerlo.

Zac: ¡Bébelo! -le ordenó-, y tómate esto -le dio dos aspirinas-. ¿Te sientes mejor?

Ness: Sí, ya no tengo tanto frío -mintió y Zac se dio cuenta de ello-.

Zac: Hazte a un lado -le pidió y cuando ella lo miró sin entender, Zac se molestó-. Tengo que hacerte entrar en calor de alguna manera y lo único que se me ocurre, en estas condiciones, es transmitirte el calor de mi cuerpo. Dame la espalda.

Al sentir que se tumbaba a su lado, Ness se apartó.

Ness: No, Zac, yo...

Zac: ¡Quédate quieta, maldita sea! No voy a atacar tu virtud... al menos no por esta vez -añadió sombrío-.

Zac apagó la luz y Ness sintió que la rodeaba con un brazo para atraerla con firmeza hacia sí.

Zac: Ahora, trata de dormir.




Los dos juntos en la misma cama, desnudos... ¿qué podría pasar...? ¡Quién sabe! XD

¡Solo dos capis!

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3 comentarios:

Unknown dijo...

Uuhhh... pero que capitulo!!
Por fin paso lo que paso, y si yo fuera ness le diria que no tengo mas novio y listo!

Y ahora los dos juntos en la cama... Me encanto el capi!

Sube pronto :)

Maria jose dijo...

siiiiii!!!!
estoy segura que zac igual
la ama
me encato el capi sube pronto
ya quiero saber maaaassss

Lau B. dijo...

Awww me parece lo mas dulce que ha hecho!
Zac es un divino, esta dispuesto a torturarse solo para que ella este bien
Y Ness... debe ser tu sueño hecho realidad, dormir con el hombre que amas, entre sus brazos... Hmm la dicha en persona!
XD

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