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miércoles, 13 de noviembre de 2013

Capítulo 3


Cuando le ofreció a Zac su taza de café, Ness ya estaba más tranquila. Se convenció de que se había inquietado al ser tocada por Zac por aversión, y no porque se sintiera atraída por él. De todos modos, le agradó que él se mantuviera apartado cuando le permitió ponerse al timón. Zac le daba instrucciones verbales, pero sin acercársele.

Poco a poco, la técnica de Ness fue mejorando y La gitana del mar se deslizó por el río pasando junto a granjas y campos. En las riberas había sauces llorones y muchos riachuelos desembocaban en el canal. Algunos cisnes nadaban a lo lejos y Ness quedó maravillada al divisar unos jardines llenos de flores. Todo parecía encontrarse a gran distancia de la ciudad más cercana que, en realidad, solo se encontraba a cinco o diez kilómetros de donde se encontraban en ese momento.

Casi sin darse cuenta empezaron a charlar, aunque Ness ya no le hizo preguntas a Zac y dejó que él tomara la iniciativa.

Zac: ¿Por qué decidiste ser veterinaria?

Inquirió cuando pasaron junto a un hombre que paseaba a un pastor alemán por la ribera y Ness señaló que el animal estaba muy bien cuidado.

Ness: Siempre me han gustado los animales. En el internado había algunas mascotas y teníamos permiso para cuidar de ellas. Además siempre estábamos rescatando a las aves de las garras del gato de la escuela. Creo que allí empezó mi interés por la veterinaria. ¿A ti te gustan los animales?

Zac: Mucho. En casa tengo un par de perros. Suelo traerlos conmigo, pero no era conveniente en esta ocasión.

Ness: ¿De qué raza son? ¿Quién cuida de ellos? ¿Y dónde vives?

Guardó silencio cuando se dio cuenta de que nuevamente la curiosidad había sido más fuerte que ella.

Zac: Uno es un labrador y el otro un dálmata. Mi ama de llaves cuida de ellos. Y mi casa no está lejos de donde estaba anclada La gitana del mar. Es una vieja mansión construida por uno de los mercaderes de lana que quiso aumentar la posición de su familia, hace varios siglos. Sin embargo, cuando la mansión quedó terminada, la industria de la lana sufrió una fuerte crisis y la familia ya no pudo conservar la casa. A través de los siglos, ha cambiado de dueño varias veces.

Ness: Y ahora es tuya.

Zac: Así es -estaba muy satisfecho-. Hace un par de años que vivo allí. La he estado restaurando en mi tiempo libre, pero es un trabajo eterno puesto que no puedo dedicarme a ello completamente.

Ness deseaba preguntarle en qué trabajaba, pero se contuvo. Ya empezaba a conocer algo más a Zac y sabía que debía esperar a que él le contara cosas acerca de sí mismo, pues no le gustaba que lo interrogasen. La chica suspiró.

Zac: Vaya, veo que este medio de transporte te parece demasiado lento -comentó interpretando mal la razón de su suspiro-. Es difícil recorrer apenas treinta kilómetros en un día. La gente joven siempre tiene prisa por llegar a todas partes.

Ness se dijo que ese no era su caso. Ella necesitaba esa lentitud, esos paisajes tranquilos que cambiaban poco a poco. Además, había muchas cosas que hacer: evitar chocar contra las piedras o los otros botes, pasar por debajo de los puentes, anclar en los grifos de agua para volver a llenar los tanques...

Ness: Lo estoy disfrutando -fue sincera-. Siento que empiezo a relajarme. ¿Acaso te consideras viejo?

Zac: Claro que no, pero es posible que tú sí me consideres viejo. Si tienes la misma edad de Ash, yo soy cuatro años mayor que tú. Claro que la madurez no llega con los años; es un estado mental, una combinación de las experiencias de la vida.

Ness: Vaya, qué serio eres -rió-.

Zac: Y me imagino que también te parezco presuntuoso. No temas decírmelo; muchas mujeres ya me han acusado de eso antes.

Ness: Yo no te consideraría presuntuoso -lo miró y sonrió-. Claro que tampoco me atrevería a decírtelo, aunque lo pensara. ¿Tú sí crees que lo eres?

Zac: No, pero quizá doy esa impresión porque tengo puntos de vista muy definidos con respecto a ciertas cosas, y porque no me gusta alternar mucho con la gente, ni me interesan los coches rápidos, ni las mujeres frívolas.

Ness sintió la tentación de preguntarle cómo describiría a la elegante Bianca, pero en ese momento llegaron a la primera esclusa. Zac le dijo que a partir de allí había una esclusa cada medio kilómetro, a veces en grupos de dos o tres. Como otro yate navegaba delante de ellos haciendo el mismo recorrido, tuvieron que cambiar de puesto. Zac estaba tratando de hacerle creer que no era capaz de hacer frente a las exigencias de la vida en los canales. Tal vez la había hecho cansarse de modo voluntario. De pronto, Ness tropezó con una piedra. Se habría caído si no hubiera sido por Zac, que la tomó del brazo con firmeza.

Zac: Cuidado. Ya casi hemos llegado. Estás exhausta, ¿verdad? -comentó con cierto tono de reproche hacia sí mismo, pero Ness no estaba en condiciones de percibirlo-.

Frente a ella, Ness vio las ventanas iluminadas de la posada del Cisne y sintió un gran alivio. Se dijo que estaría bien en cuanto se hubiera sentado y comido algo.

La posada era vieja y acogedora, y Ness pensó que tal vez existía desde la época en que los canales constituían la principal vía de comunicación con los alrededores. Era un lugar popular entre la gente, de modo que Zac y Ness tuvieron que esperar un poco para que los atendieran. La joven se reclinó contra el alto respaldo del asiento y empezó a sentir una abrumadora somnolencia. Creía ver doble, pero se dijo que debía mantenerse despierta; de lo contrario, Zac se lo echaría en cara.

Zac: ¿Estás bien? -inquirió con un inesperado tono de preocupación-.

«Qué tarde se interesa por mi bienestar», pensó la joven, molesta.

Ness: Solo tengo hambre -trató de sonreír y de mostrar una alegría que estaba lejos de sentir-.

Además, no sabía si podría comer, pues experimentaba la náusea que a veces acompaña a un excesivo cansancio físico.

Se alegró al ver que la sopa llegaba. El líquido caliente y nutritivo le hizo revivir un poco. Pudo comer el pollo con patatas, que le pareció delicioso. Cuando terminó su tarta de manzana con helado, se sintió casi restablecida. Sin embargo, después de haber comido tanto y debido al cansancio, volvió a invadirla un sueño irresistible.

La posada ya estaba casi vacía, y Zac parecía encontrarse muy a gusto. Se tomó varias tazas de café mientras charlaba con el dueño de la posada; era obvio que iba a ese lugar con frecuencia.

Ness pensó que no tendría nada de malo si se recostaba en su asiento y cerraba los ojos. Tal vez si descansaba un poco podría emprender el camino de regreso al barco.

Se quedó dormida por el agotamiento. Creyó escuchar que una voz profunda le decía algo y tuvo la sensación de que unos fuertes brazos la alzaban con inquietud, pero no pudo despertarse ya que era presa de una intensa fatiga física y mental. Al fin, cuando su cabeza descansó sobre algo suave, se acurrucó y disfrutó de un profundo sueño.


Despertó al oír ruidos desconocidos: voces y sonidos de pasos en el suelo de madera. Abrió los ojos con dificultad. La luz del sol se filtraba por las cortinas de la ventana.

Ness: ¿Cortinas? ¿Ventana? -exclamó-.

Se volvió y se dio cuenta de que estaba en la habitación de un hotel. Se despertó por completo y corrió hacia la ventana. El sol iluminaba las aguas del canal y muchas personas caminaban por los alrededores.

El pánico la invadió. Pensó que Zac, queriendo deshacerse de ella, se había aprovechado de su cansancio para abandonarla en ese lugar.

Ness: ¡Maldito! -exclamó y se dio cuenta de que su ropa estaba doblada en una silla-.

No vio sus maletas por ninguna parte.

Se dio cuenta de que solo iba vestida con la ropa interior. Alguien la había desnudado la noche anterior antes de meterla en la cama. Se turbó intensamente al imaginar las fuertes manos de Zac realizando esa íntima tarea.

Se duchó y se vistió a toda velocidad. Su reloj se había detenido, de modo que no podía saber qué hora era. Estaba dispuesta a apostar a que Zac había tomado ventaja de la situación. Él debía de haber zarpado temprano, tal vez ya estaría a varios kilómetros de allí... Ness decidió que lo alcanzaría sin importar cuánto tardara en hacerlo y entonces...

Pero, ¿quién pagaría la habitación? Ella no tenía dinero. Como Zac la había invitado a cenar, había dejado su bolso en el barco. Todas sus pertenencias estaban a bordo de La gitana del mar.

Al salir de la habitación y bajar por la escalera, se dijo que quizá podría escabullirse sin que nadie se diera cuenta. Pero Ness nunca había hecho nada deshonesto; tendría que pedirle al hostelero que le diera un plazo de tiempo para entregarle el dinero que le debía por el hospedaje. Pensó que tal vez podría aceptar su reloj mientras esperaba. De inmediato se irguió, decidida a enfrentarse a lo peor, y entró en el bar restaurante.

**: Buenos días, señorita. Ya es un poco tarde para servirle el desayuno, pero puedo ofrecerle...

Ness: Gracias, pero no podría pagarle -negó con la cabeza-.

**: Su cuenta ya ha sido saldada -parecía sorprendido-. El señor Efron ha pagado por la habitación y por el desayuno...

Ness: Sí, el señor Efron -repitió con los dientes apretados-. Tengo que encontrarlo...

**: No tendrá que ir muy lejos, señorita. Se encuentra a un par de kilómetros, río arriba. Dijo que estaría...

Ness: Gracias.

Ya no dijo nada más y salió de la posada, con los ojos relampagueantes, dispuesta a vengarse de la traición de Zac.

En otra ocasión habría apreciado la belleza del lugar, así como la mañana clara y soleada. Pero tenía que caminar hasta el lugar donde se encontraba Zac cuanto antes. Esperaba que el dueño de la posada tuviera razón y que Zac estuviera cerca de allí. Pero aunque tuviera que recorrer quince kilómetros, lo encontraría.

El sol ya estaba alto y cada vez hacía más calor. La camiseta empezó a adherírsele a su cuerpo de una manera muy incómoda. La chica tenía sed y mucho calor.

De pronto, lo vio al dar la vuelta en una curva. La gitana del mar estaba anclada en la ribera. Y allí, junto al sendero, se encontraba Zac. De espaldas a ella, estaba sentado delante de un caballete. Ness se irritó todavía más. La había dejado sola en la posada y allí estaba disfrutando de su pasatiempo sin pensar siquiera en ella.

Avanzó hacia él, abriéndose paso por entre los arbustos llenos de flores. Zac ni siquiera alzó la vista cuando Ness se detuvo a su lado. Parecía que era consciente de la presencia de la chica debido a un sexto sentido.

Zac: Buenos días, Ness... o más bien, buenas tardes -expresó divertido-.

Ness jadeó ante el descaro de ese hombre y el insulto que se disponía a pronunciar murió en sus labios. Pensó que a Zac le parecía muy gracioso que ella se hubiera despertado tan tarde. No parecía en absoluto arrepentido por haberla abandonado de ese modo.

Ness: ¿Cómo te atreves? -explotó-. ¿Cómo te atreves a dejarme así y largarte con todas mis cosas y mi dinero?

Zac: Tienes una mente muy desconfiada, querida -replicó con tono cortante-. No me fui de aquí. Si hubiera tenido intención de dejarte en este sitio, como aseguras, lo habría hecho mucho mejor. Ya estaría a veinte kilómetros de aquí, en vez de haberte dejado un mensaje con el dueño de la posada.

Ness: Tú no dejaste...

Zac: Sí, lo hice. ¿No se lo preguntaste?

Ness: No -confesó, pero se dijo que Zac no ganaba nada con echarle la culpa a ella-. De cualquier modo, no tenías por qué dejarme en esa posada toda la noche...

Zac: ¿Y qué debía hacer? -se molestó-. ¿Llevarte de regreso al barco en mis brazos? Te aseguro que no eres tan ligera como una pluma y que ya tuve suficiente con llevarte en brazos por la escalera de la posada. Además, no logré despertarte cuando lo intenté. Así que decidí que lo mejor era meterte en la cama y dejar que durmieras en paz.

Ness: ¿Tú me metiste en la cama? ¿Y también...?

Zac: ¿Te desnudé? ¿Acaso esa idea te inquieta? -se burló-.

Ness: ¡Claro que sí! Eso fue... una invasión a mi intimidad.

Zac: Te aseguro que no vi nada que no hubiera visto antes -comentó con cinismo-. Acuérdate de que ibas vestida igual cuando...

Ness: Eso no importa. De todos modos no tenías derecho a...

Zac: Mira -se levantó y casi derribó su caballete, donde Ness advirtió que había un dibujo detallado y muy bonito de una planta-. Hice lo que me pareció más práctico. Y, en vista de que estabas agotada, también me pareció lo más indicado para ti. Considerando que no tengo ninguna obligación para contigo y que te has inmiscuido en mi vida...

Ness: Está bien -se dio cuenta de que debía ceder-. Confieso que me precipité a sacar conclusiones. Pero no puedes culparme por ello, has tratado de deshacerte de mí desde que nos conocimos. Y eres un hombre... sin sentimientos.

Zac: Para tratarse de una disculpa, las he oído mejores -empezó a guardar sus cosas-. Pero bastará... por ahora. Date prisa, el retraso de esta mañana me va a causar problemas.

Ness: Creí que te molestaba la velocidad; que te gustaba hacerlo todo con lentitud.

Zac: Pero también me gusta cumplir mis promesas. Dije que estaría en cierto lugar mañana, a esta hora, y eso haré. Así que será mejor que estés dispuesta a trabajar hoy con rapidez. Comeremos por turnos y los dos nos haremos cargo del timón.

Ness se dijo que él le estaba impartiendo órdenes, dando por sentado que ella lo ayudaría. Eso debería causarle alivio, pero...

Ness: ¿Te molestaría mucho decirme dónde estaremos mañana? -se irritó-.

Zac: Claro que no -sacó un mapa y lo desdobló-. Estamos aquí ahora mismo. Mañana, estaremos a treinta kilómetros, después de cruzar media docena más de esclusas. Así que éste va a ser otro día agotador -añadió-.

Ness: No me doy por vencida con facilidad -aseguró firme-.

Zac: Ya lo he notado. Pero recuerda que la próxima vez que estés cansada, no te meteré de nuevo en la cama.

Ness se ruborizó al pensar que él la había desvestido. Se volvió con demasiada rapidez y resbaló pues en el sendero había algo de barro. Una mano fuerte la tomó del brazo y evitó que cayera al suelo. Ness contuvo el aliento al apoyarse contra el pecho de Zac y sentir los fuertes latidos de su corazón. Él la ayudó a incorporarse y luego comentó con enfado:

Zac: Esos malditos zapatos que llevas no son adecuados para esta clase de vida. Si hubiéramos estado a bordo de La gitana del mar, te habrías caído al canal.

Ness: Apuesto a que lamentas que ese no haya sido el caso -repuso abrumada. Estaba abrumada por la cercanía de Zac y reaccionó con rabia-: Así habrías tenido otro motivo para decirme que no puedo quedarme en el bote.

Zac: No digas tonterías -se irritó-. No tengo que buscar razones para echarte de esta embarcación; puedo hacerlo cuando me venga en gana.

Ness: Y es probable que lo hagas cuando ya no necesites una asistenta gratuita.

Zac: ¿Qué quieres decir con eso? -inquirió amenazador-.

Ness: No tengo por qué explicártelo, pero lo haré -lo miró con desprecio-. Habrías tenido que trabajar mucho más de no ser porque yo te he ayudado con las esclusas, porque te he preparado la comida e incontables tazas de café. Te ha venido muy bien que me quedara, ¿verdad? Apuesto a que cuando llegues a tu destino me echarás de aquí.

Zac: Pues estás preparando muy bien el camino para que quiera echarte -la miró con furia-. ¿Qué pasó con tus deseos de complacerme? ¿Así eres en realidad? ¿O acaso tus problemas financieros ya han desaparecido?

Ness: No, sabes muy bien que no es así -su ira desapareció de pronto, aunque le molestaba sentirse turbada por la cercanía de Zac-. ¿Vas... a echarme del yate ahora? -inquirió preocupada-.

Zac: No -encogió los hombros-. Ashley me haría pasar un mal rato si se entera de que traté mal a su mejor amiga. Puedes quedarte por ahora. Haz lo que quieras y no me molestes. Si me estorbas, te meteré en un taxi con todas tus cosas y al demonio con las consecuencias.

Ness: No te estorbaré -intervino con rapidez-. Lo prometo.

Zac: Bueno. Vámonos de una vez, ¿quieres?

La tomó de los hombros y la condujo hacia el barco.

Ness sintió de nuevo que una extraña debilidad la invadía.

Ness: Bien -se apartó-. Iré a preparar la comida.

Zac: De acuerdo. Y no creas que eres indispensable. Esto no es un acuerdo permanente.

«Nunca dejará de recordarme que tiene que soportar mi presencia», pensó Ness mientras preparaba algunos bocadillos y café.

Lo que la sorprendía era que Zac no hubiera fijado una fecha límite para que ella se marchara. Claro que él era un enigma. No lo comprendía en absoluto.

Como hacía calor en la cocina, Ness llevó la comida a cubierta. Zac solo emitió un gruñido; parecía concentrado en manejar el timón. Por un tiempo, solo se oyó el ruido del motor de La gitana del mar. Pero Ness no se sentía a gusto con ese silencio.

Ness: Ese dibujo que estás haciendo... -comentó-. Es bueno. ¿Pintas con frecuencia? ¿Eres artista?

Zac: Me preguntaba cuánto tardarías en volver a someterme a un interrogatorio -la miró con ironía-. Eres como una gota de agua erosionando una piedra.

Ness recuperó el sentido del humor y se arriesgó a hacer una broma:

Ness: Estoy de acuerdo con que eres duro como una roca, pero a mí no me gusta que me comparen con una gotera.

Los duros rasgos de Zac se disolvieron en una sonrisa tan atractiva que Ness sintió un vuelco en el estómago.

Zac: Creo que tú y Ashley tenéis mucho en común -observó-. Ella también tiene el talento de revertir la situación en mi contra. Muy bien, te daré una breve descripción de mi trabajo. Soy naturalista...

Ness: ¡Ay! -exclamó, y él la miró intrigado-. Ahora recuerdo; entonces sí que eres el hermanastro de Ash.

Zac: ¿Acaso lo dudabas? -preguntó nada contento con la idea-.

Ness: Sí, un poco. Bueno, fue por el nombre. «Zachary» no me parecía familiar. Pero ahora recuerdo que Ash me dijo que su hermanastro era el naturalista Alexander Efron. Supongo que ese eres tú...

Zac: Sí, es mi seudónimo.

Ness: ¿Por qué no usas tu propio nombre? A mí me encantaría ver mi verdadero nombre en el lomo de un libro.

Zac: Mi nombre completo es Zachary Alexander Efron, de modo que mi seudónimo no se aleja de mi nombre real. Pero prefiero el anonimato. La fama a veces es contraproducente -comentó con amargura-. Viajo mucho por este país y por el extranjero, a veces voy a lugares muy remotos. Registro la flora y la fauna de diferentes regiones... Sobre todo las especies que están en peligro de extinción o las que son poco conocidas. Yo mismo hago las ilustraciones de mis libros. ¿Ya he contestado a todas tus preguntas?

Ness: Sí, aunque creo que te haré más preguntas cuando haya digerido lo que acabas de contarme -confesó-.


Ese día navegaron sin descanso. El sol era muy intenso. Al atardecer, ambos se encontraban rendidos, no tanto por el trabajo físico, sino por realizarlo a la intemperie. En ocasiones, Zac insistió en que Ness bajara al camarote.

Zac: Estoy acostumbrado a todo tipo de tiempo... A las condiciones del polo, a la selva tropical, a la jungla, al desierto; a todo. Pero tú no lo estás -le había explicado-.


Esa noche, anclaron en el campo, lejos de cualquier pueblo. Eso no le importó a Ness, pues ya había decidido preparar la cena. Lamentó que las provisiones existentes no le permitieran preparar algo más exótico, pero sus esfuerzos fueron recompensados por el resultado final.

Se burló de sí misma al pensar que en realidad estaba tratando de serle indispensable a Zachary. Éste no comentó nada acerca de la cena, pero comió con gran apetito y Ness frecuentemente tuvo la sensación de que él la contemplaba detenidamente, lo cual la inquietaba mucho. Ella evitó mirarlo a los ojos para no darle la oportunidad de hacer algún comentario mordaz y cínico. Después de lavar los platos, Zac se tumbó en su cama y se frotó los párpados.

Zac: Estoy muy cansado. ¿Hay más café?

A Ness también le habría gustado descansar y que alguien le preparara algo de beber.

Ness: ¿No sería mejor que durmieras? Si bebes café, no podrás conciliar el sueño.

Zac: Nada podría mantenerme despierto en este estado -le aseguró y miró con elocuencia hacia la cocina-.

Ness: Está bien -suspiró resignada-. Pero tendré que poner de nuevo a hervir agua. Aquí tienes... -se detuvo al ver que, mientras ella preparaba el café, Zac se había quedado dormido-. ¡Oye! -exclamó-. ¿Zac? -no obtuvo respuesta-.

Pensó que tendría que moverlo para despertarlo.

Dejó la taza sobre la mesa y se acercó, pero no se atrevió a tocarlo. De pronto recordó la inquietud que la había invadido cuando sus dedos se rozaron.

Lo miró y experimentó una extraña compasión. Para haberse quedado dormido de esa manera, Zac debía de estar más cansado que ella. Tomó un sorbo de café, se sentó en el otro extremo de la amplia cama y observó a Zac con detenimiento. Era la primera oportunidad que tenía de estudiarlo sin que él lo notara. Era muy atractivo, pues tenía rasgos fuertes y decididos. Le gustaba la forma de su nariz y de su boca... Zac irradiaba una especie de magnetismo masculino muy poderoso. Pero Ness se dijo que no era su tipo de hombre. Drew era más rubio, poco corpulento. Zac era mucho más alto y fuerte que Drew y estaba algo más bronceado...

Ness terminó su café y vio que Zac respiraba tranquila y regularmente. Su camisa de manga corta revelaba unos antebrazos musculosos y con poco vello y sintió curiosidad por corroborar sus sospechas.

Esa curiosidad, acompañada de una fuerte emoción, la sorprendió. ¿Por qué estaba pensando en esas cosas? ¿Y por qué pensaba todo aquello con respecto a Zac? Como todavía estaba desilusionada por el abandono de Drew, Ness no había considerado entablar otra relación... hasta que conoció a Zac.

Se dijo que eso era algo ridículo y poco realista; el producto de una mente cansada. Apartó la mirada de Zac; ella también estaba agotada y debía irse a dormir a su propia cabina. Pero ni siquiera tenía fuerzas para levantarse... Sin poder evitarlo, se quedó dormida junto a Zac.

Por un momento, creyó que estaba soñando que La gitana del mar se convertía en un barco que navegaba por el océano.


Zac: Creí haberte advertido que no te acostumbraras a quedarte dormida en otro lugar que no fuera en tu propia cama -la recriminó una voz gruñona-.

Ness se dio cuenta de que la sensación de estar navegando se debía a que Zac la llevaba en brazos a su propia litera.

Ness: Lo si-siento -tartamudeó-. Por favor, bájame.

Trató de apartarse de él, pero las manos de Zac parecían dos tenazas de acero.

Zac: Bueno, será la última vez. Me imagino que tu novio se molestaría mucho si supiera que te quedaste dormida junto a otro hombre. -La dejó caer sobre la cama, como si deseara deshacerse de un bulto-. Mañana nos levantaremos temprano. Vendré a despertarte, ¿te parece bien?

Ness: Sí, gracias.

Ness se quedó sola y se sentó en la cama, analizando los extraños sentimientos que habían hecho presa en ella antes de que se quedara dormida. Se dio cuenta de que desde hacía un par de días cada vez pensaba menos en Drew, y cada vez sentía más curiosidad por conocer mejor a Zac. Empezó a dudar que alguna vez hubiera amado de verdad a Drew. Él había sido su único novio y tal vez ella había querido creer que era un enamoramiento auténtico. Sin embargo, si podía sentirse atraída por otro hombre tan pronto... aunque fuera solo un poco...

«¡Tonta! No empieces a pensar estupideces. La gente se enamora por despecho», se regañó. Pensó que sentirse atraída por Zac sería algo desastroso. No quería volver a sufrir. Además, Zac ya estaba comprometido con otra mujer, la gustara a Ness o no. En lo que a Zac se refería, ella sería un estorbo del que no tardaría mucho en querer deshacerse.


Zac despertó a Ness temprano. Hacía otra mañana soleada. Sin embargo, al contemplar el tranquilo paisaje, la joven no se entusiasmó. Empezó a preguntarse qué rumbo estaría tomando su propia vida. Era la primera vez que se hacía esa pregunta desde que trabajaba como veterinaria.

La noche anterior, Ness se había dado cuenta de que para ser feliz iba a necesitar algo más que la satisfacción profesional que ya tenía. Esa mañana, cuando Zac fue a despertarla, la chica se sobresaltó. Pudo aspirar el masculino aroma de Zac y eso le provocó una extraña sensación en el estómago. En ese momento se dio cuenta de que ya podía sentirse muy atraída por otro hombre que no fuera Drew. No obstante decidió que eso simplemente era una complicación que no necesitaba.

Como si el cielo reflejara el estado de ánimo de la chica, empezó a llover a media mañana.

Zac: Esto sucede con frecuencia -comentó cuando la oyó quejarse-. Puedes quedarte bajo cubierta o ponerte uno de los impermeables de Ashley.

Ness decidió ponerse el impermeable. No quería que Zac la acusara de ser una inútil. Además, no quería estar a solas con sus conflictivos pensamientos, aunque la compañía de Zac también la inquietaba. Durante toda la mañana, Ness trató de convencerse de que el efecto que Zac ejercía sobre ella era un simple producto de su imaginación y de que una chica no se recuperaba tan pronto del fin de una relación amorosa. A media tarde, Zac le señaló:

Zac: Ya casi hemos llegado. Anclaremos cerca de la esclusa, cerca de los demás barcos.

Era un lugar muy pintoresco. A un lado de la esclusa se veía una posada y algunas casas de campo. En el muelle, un anciano estaba pescando. Detrás de la posada había una iglesia y a lo lejos de divisaban las colinas verdes. Una vez más, el sol calentaba el ambiente.

Ness: ¿Y ahora? -inquirió al bajar con Zac a la cabina-.

Zac: Puedes hacer lo que quieras -se encogió de hombros-. Yo tengo que acudir a una importante cita.

Ness: Ah -se deprimió mucho, a pesar de que le había prometido que no estorbaría y que lo dejaría en paz. No obstante se dijo que debería sentirte contenta por estar sola por un rato. Lo observó mientras metía pinturas y cuadernos de dibujo en una bolsa vieja-. ¿Cuánto tardarás? -le preguntó, un tanto desconsolada-.

Zac: Lo que sea necesario -dijo en tono cortante-. Eso es lo peor de estar con una mujer. Siempre quieren comprometerte con el tiempo.

Ness se indignó ante ese comentario.

Ness: Me importa un comino cuánto tardes o a dónde vayas...

Zac: Entonces, ¿por qué me lo preguntas?

Ness: Bueno, como seguramente prepararé la cena...

Zac: Dios mío, te comportas como si fueras mi esposa. Comeré fuera -anunció-. Así que puedes ir a cenar a donde quieras y cuando quieras. Y si no tienes nada que hacer, puedes tomar un autobús e ir a la ciudad más cercana para comprarte unas deportivas con suela antideslizante para que no te resbales al estar en cubierta.

Ness: Lo haría si mereciera la pena gastarme el dinero en eso. Pero nunca sé a qué atenerme contigo...

Zac: Ya te lo he dicho un montón de veces. Puedes quedarte, maldita sea.

Ness: ¿Durante cuánto tiempo?

Decidió que era un momento oportuno para sacar ventaja de la situación.

Zac: ¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo? -se exasperó-. No lo sé. Me imagino que durante el período que Ashley te prometió que podías quedarte. ¿Cuánto era? ¿Seis meses?

Ness: ¡Sí! Ay, Zac, ¿hablas en serio? Muchas gracias.

Obedeciendo a un impulso, se acercó a él con expresión radiante, pero Zac la detuvo al extender una mano frente a ella.

Zac: No es necesaria la gratitud. Estoy tratando de sacar todo el provecho que pueda de esta situación. El viaje de este mes ya estaba planeado, de modo que tengo que llevarlo a cabo. Tendré que hacer algo diferente para los otros cinco viajes que debo realizar.

«Vaya, ahora ya lo sabes, chica», se dijo Ness al verlo alejarse del barco. «Y tú que creías que habías empezado a caerle simpática a Zac...».




¡La dejó en ropa interior! ¡Qué fuerte!
Por mucho que dijera que lo había hecho por "mi bien", ¡yo me habría puesto echa una fiera!
¡Pero quien se cree que es!
¡Dios, y la sigue tratando como a una criada! Y ella como tonta obedeciendo.
Creo que este es de los peores papeles que ha interpretado Vanessa hasta ahora. ¡Es completamente idiota! Y Zac le sigue de muy cerca...

¡Gracias por los coments!

Anónimo, preguntaste sobre una novela Zanessa y te hubiera respondido antes, pero se me olvidó. Aquí tienes el enlace: http://despertandoalatentacion-zanessa.blogspot.com.es/

¡Comentad!
¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

WOW... QUE CAPITULO MADRE MIA!

CUANDO ZAC TRATARA BIEN A VANE? Y CUANDO VANE SE VA A HACER RESPETAR?? DIOS MIO!! POBRE VANE CHE!


ME HA ENCANTADO EL CAPI.
SUBE PRONTO.

Lau B. dijo...

Hmmm por lo menos ya sabemos mas sobre Zac...

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