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domingo, 17 de noviembre de 2013

Capítulo 5


Zac avanzaba con rapidez y energía de modo que Ness se alegró de llevar puestos sus nuevas deportivas. Aunque hacía mucho sol, la temperatura ambiente no era calurosa.

Caminaron durante lo que a Ness le pareció una eternidad. A pesar de que le había dicho que tenían que hablar, Zac guardaba silencio. Ness pensó en tomar la iniciativa, pero decidió que no tenía prisa.

Al fin llegaron a una verja que bloqueaba el sendero, Zac se detuvo, se apoyó contra ella y miró hacia el frente dándole la espalda a Ness.

Zac: Bien, lo que pasó anoche...

Ness: No tienes que preocuparte -intervino con rapidez-. Yo sé que eso no significó nada, que tú solo estabas tratando de...

Zac: Lo que iba a decirte era que no está dando resultado el hecho de que compartamos el barco, ¿verdad?

Ness se tensó mucho; aunque esperaba un comentario semejante, no pudo contestarle nada y se retorció las manos, nerviosa.

Zac: Te he dicho que no está funcionando el hecho de que vivamos juntos en el barco -se volvió y la miró fijamente-.

Entonces Ness dijo con voz ronca:

Ness: ¿Quieres decir que... de todos modos quieres que me vaya? Yo... creí que habíamos hecho un trato.

Se dijo que apenas hacía unas horas que Zac le había dicho que podía quedarse.

Al pensar en eso, Ness experimentó una gran sensación de pérdida. No quería que ese episodio de su vida terminara, no quería despedirse de Zac Efron; cuando él regresara a su casa, ellos ya no tendrían motivos para volver a verse.

Zac: No tengo la costumbre de retractarme cuando prometo algo -frunció el ceño-. Anoche me porté muy mal contigo. Yo soy quien debería irse. Además no tengo ninguna justificación que darte... salvo que mi mal humor se apoderó de mí. No tenía por qué acusarte de... Es decir, tienes novio, de modo que no... No necesitas... ¡Oh, maldición!

Al oírlo hablar, Ness se alegró un poco. Había temido que él fuera a culparla de lo sucedido; sin embargo, Zac estaba recriminándose a sí mismo por lo ocurrido la noche anterior. Se dijo que tal vez existía una esperanza de que las cosas pudieran funcionar.

Ness: ¿Podemos olvidarnos de lo que pasó anoche? -inquirió-. Yo estoy dispuesta a hacerlo. Trataré de no entrometerme en tu vida, de no molestarte. Si quieres, puedes... ignorarme.

Zac: Es más fácil de decir que de hacer -replicó-. Mira, tengo que seguir adelante con este viaje en particular. Ya todo está arreglado, pero tal vez yo pueda hacerlo todo con más rapidez. No olvides que tenemos que regresar al pueblo para que empieces a trabajar.

Ness: Gracias.

Zac continuó hablando sin detenerse:

Zac: En cuanto volvamos, dejaré el barco y regresaré a casa. Puedo ir en coche al resto de los lugares que están relacionados con mi proyecto actual. Tendrás La gitana del mar para ti sola durante los seis meses que Ashley te prometió.

Ness: Pero Zac...

Él ignoró sus protestas y continuó:

Zac: Dijiste que necesitabas quedarte en un lugar donde no pagaras alquiler. Me imagino que estás ahorrando para casarte, además de ayudar a tu madre. Y, ¿quién sabe? Tal vez en seis meses tu novio se canse de esperar y te pida que os caséis de una vez.

Ness se sintió muy incómoda. Lamentó haberle mentido acerca de Drew. De todas formas, pensó que, de no haberlo hecho, Zac la habría echado del barco de inmediato y ella jamás habría pasado esa semana con él.

La chica suspiró. Se dijo que tal vez habría sido mejor que nunca hubiera conocido a Zac Efron. Lo ocurrido la noche anterior le hizo saber lo importante que él se había convertido para ella.

Ness intentó convencerse de que solo se trataba de una simple atracción física, de algo natural entre un hombre y una mujer sanos, de que simplemente se trataba de un enamoramiento pasajero, pero ya no pudo seguir engañándose a sí misma.

Y era algo increíble, porque hacía apenas una semana que conocía a Zac y porque al principio él le había desagradado profundamente. Pero la verdad era que lo amaba. Y en ese momento una separación solo la haría sufrir. Ness volvió a suspirar.

Zac: ¿Por qué suspiras tanto? -inquirió con desconfianza y la chica comprendió que tenía que salvar su orgullo-.

Ness: Estoy bien, lo que pasa es que me siento culpable por haberte causado problemas. Después de todo, La gitana del mar te pertenece.

Zac: Seis meses no es mucho tiempo en el esquema general de la vida -se encogió de hombros-. Es posible que me vaya al extranjero durante una parte de ese tiempo.

Ness: Ah -se deprimió-.

Si Zac se iba de viaje, ya no podría verlo ni siquiera de forma accidental.

Zac: Será mejor que regresemos -consultó su reloj-.

Ness: Yo preferiría que no regresáramos -comentó-. Faltan dos semanas para que yo empiece a trabajar y este viaje me está gustando mucho -vio que se detenía y la miraba fijamente-. Es la primera vez que viajo de esta manera -se apresuró a explicar-. Es tan relajante... Necesitaba tomar unas vacaciones.

Zac: Mmm -su expresión era enigmática-.

Ness: Claro, supongo que debes de tener prisa por volver al lado de Bianca.

Zac: Sí.

Ness: ¿Ella... se queda en el barco contigo?

Zac: Con frecuencia.

Ness: ¿Habrías querido estar en el barco con ella, durante los próximos seis meses?

Zac: Bueno, ella habría compartido mi camarote -señaló-.

Ness: Ah, sí claro.

Se atragantó al imaginar a Zac haciéndole el amor a su novia, mientras ella yacía dormida a solo unos metros de distancia. Por lo menos, no tendría que soportar ese sufrimiento.

Zac: ¿Tu novio va a venir a visitarte?

A Ness no le gustaba mentir, pero en ese momento ya no le quedaba más remedio.

Ness: Él... no tiene mucho tiempo libre...

Zac: Bueno, si va a verte, podéis usar mi cabina. Me imagino que compartís las intimidades de costumbre -añadió con tono cortante-.

Ness: Si me estás preguntando si hacemos el amor, la respuesta es no.

Zac: ¿Por qué? -alzó las cejas-. ¿Le sucede algo malo a él? Tú no pareces una mujer fría. Anoche...

Ness: No lo soy -lo interrumpió-. Lo que pasa es que quiero esperar a estar casada. Quizá te parezca anticuada, pero...

Zac: Lo que creas es importante para ti. Eso nada tiene que ver conmigo.

Ness: Pero es obvio que no estás de acuerdo con eso.

Zac: ¿Por qué lo dices?

Ness: Bueno, dijiste que Bianca... comparte tu camarote.

Zac: Mira, lo que yo piense o haga es asunto mío.

Ness: Sí, claro... -Reinó de nuevo el silencio. A Ness no le gustaba ignorar lo que Zac pensaba y planeaba-. Me imagino que esta mañana querrás volver al bosque del señor Taylor -comentó cuando se acercaron a La gitana del mar-. No terminaste de trabajar en las orquídeas.

Zac: Tengo ya suficiente con lo que pude hacer -dijo mientras soltaba las amarras del bote-.

Ness: ¿Ya nos vamos? ¿No vas a desayunar primero? -inquirió incrédula, pues sabía que Zac tenía un gran apetito-.

Zac: No tengo hambre. Además, prefiero zarpar ahora. Pero desayuna tú si quieres. Yo comeré algo después.

Ness: Yo tampoco tengo ganas de comer -confesó con tristeza al saber que su amor por Zac no era correspondido-. Preferiría ayudarte, si no te molesta...

Zac: Bueno, ¡sujeta el timón! -le ordenó con tono cortante-.

La embarcación se puso en marcha. Los campos estaban muy verdes y el yate pasó por debajo de un viejo puente de ladrillo cuyo color rojo amarillento brillaba a la luz del sol.

Pero Ness no vio nada; actuaba por rutina mientras pensaba en otras cosas. Se acusaba de ser una hipócrita, de haberle mentido de nuevo a Zac. Era cierto que ella y Drew nunca habían hecho el amor, pero no era verdad que ella creyera en aquello de esperar a hacerlo hasta estar casada. En ese momento se alegraba de no haber cedido a los ruegos de Drew, pues lo que alguna vez había sentido por él no era nada en comparación con la intensa emoción que estaba experimentado por Zac. Si él estuviera enamorado de ella, si él empezara a acariciarle como la noche anterior y luego le pidiera...

Zac ni siquiera tendría que pedirlo. Todo sería tan natural... tan natural como respirar...

Zac: ¡Vira a la derecha, a la derecha! -gritó de pronto-. ¡Ness, por el amor de Dios...!

Fue demasiado tarde. Se produjo una colisión inesperada. La gitana del mar se estremeció de proa a popa. El impacto lanzó a Ness a un lado y le hizo golpearse en la cabeza contra el suelo. Todo quedó envuelto en la oscuridad.

Zac: ¡Ness! Ness, ¿puedes oírme?

Lentamente, la chica fue recobrando la conciencia.

La cabeza le dolía mucho. No quiso abrir los ojos para no llorar. Estaba acostada sobre una superficie suave y alguien le había puesto algo fresco en la cabeza.

Zac: ¡Ness! -gritó-. Abre los ojos.

La chica obedeció. Zac tenía el rostro muy cerca de ella y le había puesto un trapo húmedo sobre la frente. A pesar del dolor, su proximidad física aún la alteraba. Ness volvió a cerrar los ojos.

Ness: ¿Qué... ha pasado? -murmuró-.

Zac: Por poco te rompes la cabeza. Después de dejar que el barco chocara contra otra embarcación. ¿A qué demonios estabas jugando?

Ness lo recordó todo. Estaba tan distraída...

Ness: Yo... no vi el otro barco.

Zac: ¿Qué? -preguntó incrédulo-. No podías dejar de verlo, pero no lo viste.

Ness: Lo siento.

Lo miró a los ojos para ver si estaba muy enfadado y las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas.

Zac: Por el amor de Dios -dijo exasperado, pero no dejó de ponerle otro trapo húmedo sobre la frente-.

Ness: ¿El barco... se ha estropeado?

Zac: No. Por fortuna, la estructura de La gitana del mar es mucho más dura que tu cabeza.

Ness: ¿Y qué pasó con el otro barco?

Zac: Lo mismo... No hubo daños.

Ness: ¿No van a demandarte?

Zac: No. La dueña de la otra embarcación comentó que un accidente le sucede a cualquiera.

Ness: Eso no habría pasado si tú hubieras estado al timón -comentó con tristeza-.

Zac: No -pactó-.

Le quitó el trapo de la frente y le examinó la cabeza con detenimiento. Ness sintió el aliento de Zac en las mejillas, la calidez de su cuerpo tan viril... y gimió en voz alta.

Para alivio de la chica, Zac pensó que había gemido de dolor.

Zac: Tal vez deberíamos ir a un hospital para que te hagan una radiografía.

Ness: Claro que no -se incorporó con rapidez-.

Pensó que si Zac la llevaba al hospital, tal vez la obligarían a quedarse allí. Y le quedaba tan poco tiempo de estar junto a Zac...

Pero ese súbito movimiento fue un error. Todo comenzó a girar a su alrededor y se desplomó en los brazos de Zac, que la sostuvo por un maravilloso instante.

Zac: Quédate quieta, maldita sea. Es obvio que todavía no estás en condiciones de moverte -se puso de pie y metió las manos en los bolsillos-. Por suerte, estamos cerca de una pequeña ciudad. Iremos allí para que alguien te examine con cuidado.

Sin esperar su respuesta, dio media vuelta y salió. Instantes después el yate se ponía nuevamente en marcha.

Debió de quedarse dormida, puesto que de pronto sintió que Zac la estaba sacudiendo con urgencia y le decía con tono preocupado:

Zac: Ness, despierta. Por el amor de Dios, despierta...

Ness: ¿Qué... pasa?

Trató de incorporarse, pero Zac la tomó de los hombros y se lo impidió.

Zac: Menos mal -suspiró-. Por un momento, creí que habías entrado en estado de coma. ¿Te sigue doliendo la cabeza?

Ness: No, ya casi no tengo jaqueca -se tocó la frente-.

Zac: Siéntate despacio -le advirtió-.

La contempló con detenimiento mientras la joven se sentaba y extendió una mano hacia ella cuando se puso de pie. Sin embargo no la tocó y Ness se alegró por ello; sabía que si Zac la tocaba, sería víctima de otro tipo de mareo.

Ness: ¿Lo ves? Estoy muy bien.

Zac: ¿No te mareas? ¿No ves doble?

Ness: Claro que no.

Zac: De todos modos, te llevaré a que te vea un médico. Y no discutas más. Me disgusta, pero por el momento estás bajo mi responsabilidad.


Llegaron a una pequeña ciudad, muy pintoresca, que tenía un pequeño hospital. Cuando atracaron Zac pidió un taxi por teléfono.

Después de una breve espera, le tomaron varias radiografías a Ness y el médico declaró que todo estaba bien.

La joven insistió en volver andando al yate, pues la ciudad era muy agradable y acogedora, al estilo del resto de la región.

Ness: Ya has oído al médico, estoy bien. Además, caminando uno ve más cosas. Me encanta este tipo de piedra amarillenta que usaron para construir todas las casas.

Zac: Sí, parece haber desarrollado la habilidad de capturar la luz del sol -asintió-.

Ness: Sí, eso creo yo también -sonrió, admirada por su sensibilidad-.

Como empezaba a hacer calor, Zac sugirió que fueran a beber algo. Se acercaron a la posada del León de Cotswold. Tomaron unas bebidas refrescantes mientras consultaban la carta. Ness tenía mucho apetito.

Ness: ¿Te gusta leer? -le preguntó a Zac-.

Zac: Sí, mucho. ¿Y a ti?

Ness: Sí, sobre todo ahora que ya no estudio todo el tiempo.

Empezaron a charlar de sus libros y autores favoritos y luego de música y arte. Ness descubrió que tenían gustos en común.

Ness: Me pregunto por qué esta posada se llama el León de Cotswold -comentó al mirar a su alrededor, mientras esperaban la comida-.

Zac: Así se llamaba la variedad de ovejas que se criaban por aquí. Eran animales enormes.

Zac sabía muchas cosas acerca de la región. Mientras comían unos bocadillos y una ensalada le contó muchas cosas a Ness, que sospechó que su intención era no tocar temas más personales.

Ness: ¿Nunca has recorrido el viejo camino de los Cotswold? -inquirió-.

Zac: Claro. Bianca y yo lo recorrimos casi todo después de que nos vinimos a vivir aquí. Solíamos dormir en las posadas para continuar caminando al día siguiente.

Ness: ¿A Bianca le gusta caminar? -no podía creerlo-.

La chica de las fotos no parecía encajar con esa descripción.

Zac: Mucho -sonrió-

Ness se dijo que él debía de estar recordando algunas anécdotas graciosas de la excursión... tal vez las noches en las posadas... Maldijo en silencio a Bianca, deseando en su conciencia que aquella mujer no existiera.

Nes: A mí me gustaría recorrer aunque solo fuera un trecho -susurró-.

Zac: Es probable que lo hagas, puesto que vas a vivir por aquí.

Ness se recriminó a sí misma. ¿Qué esperaba, que Zac se ofreciera a guiarla? Terminó su bebida y se puso de pie.

Ness: Será mejor que volvamos. Mis problemas ya te han hecho perder casi todo el día otra vez. Lo siento.

Zac: Bueno, así son las cosas -se levantó con menos prisa-. Y ya no merece la pena apresurarnos. No llegaríamos muy lejos de todos modos. Será mejor que disfrutemos de este día y que mañana zarpemos temprano.

Ness: ¿Disfrutar de este día?

Zac: Estoy seguro de que quieres ir de compras. Según mi experiencia, a las mujeres les encanta comprar cosas.

Ness: ¿Y tú? Según mi experiencia, a los hombres les disgusta mucho esperar a las mujeres mientras compran cosas.

Zac: Como no he estado en esta ciudad en particular, me gustaría mucho visitar un par de iglesias.

Ness: ¿Podría acompañarte en vez de ir de compras?

Inquirió con naturalidad, para no darle la impresión de que lo estaba abrumando. No quería pasear sola por la ciudad.

Zac: ¿No vas a ir de compras? -inquirió-.

Ness: No tengo dinero.

Zac: Podría prestarte...

Ness: No, gracias. No estoy arruinada. Lo que pasa es que no puedo permitirme el lujo de comprar cosas innecesarias.

Zac: ¿Porque tienes que enviarle dinero a tu madre? -frunció el ceño-. Dijiste que ella trabajaba, ¿verdad?

Ness: No tiene un empleo adecuado -negó con la cabeza, pero le sorprendió el cambio de tema-. Solo trabaja dos días a la semana en la agencia publicitaria de la ciudad. Nunca estudió una profesión. Se casó muy joven, de modo que no tiene experiencia en nada... salvo en el cuidado de una familia y de una casa.

Zac: ¿Y es buena para eso?

Ness: Sí.

Zac: ¿Tienes una buena relación con tu madre?

Ness: La quiero mucho.

Zac: ¿Y con tus hermanos?

Ness: Ellos también son maravillosos, pero dan bastantes problemas.

Zac: ¿En qué sentido? ¿Son rebeldes, irresponsables?

Ness: ¡Claro que no! -se indignó-. Estamos muy bien educados. Lo que pasa es que son traviesos y la ropa nunca les dura -suspiró-.

Habían salido de nuevo a la calle iluminada por el sol.

Zac: ¿De verdad quieres dar un paseo, o prefieres ir a acostarte al barco?

Por un momento, Ness se imaginó una larga y cálida tarde en su cabina, atormentándose con el conocimiento de que Zac estaba tan cerca de ella y tan lejos al mismo tiempo. Se dijo que tal vez fuera cierto lo que él le había dicho acerca de que el sol era un gran afrodisíaco... Pensó convencida que lo mejor era quedarse en la ciudad.

Zac le explicó que casi todas las casas de la ciudad, las posadas y las tiendas habían sido edificadas con los beneficios de los mercaderes de telas. Muchas databan del siglo XV, cuando el comercio de la lana vivió su momento de apogeo. Sin embargo, Ness se sorprendió cuando Zac se dirigió primero a la iglesia del lugar. Ella no había sospechado que él fuera un hombre religioso.

Zac: No, no soy religioso -declaró cuando ella se lo preguntó-. Lo que me gusta es el aspecto histórico, artístico. En esta región hay iglesias pequeñas y sencillamente decoradas que me parecen muy bonitas, las más importantes de los mercaderes de la lana; hay iglesias preciosas, excéntricas, feas... ¿A ti te gusta ir a la iglesia? -le preguntó a su vez-.

Ness: Me temo que solo voy en raras ocasiones, en Navidad y en Pascua. Pero me gustaría casarme en una iglesia.

Ness hizo ese comentario porque el interior de la iglesia en la que habían entrado estaba adornada con las flores de una boda reciente. Había margaritas, lilas y flores silvestres de todos los colores. Zac también sonrió al ver esa escena.

Zac: Me imagino que tu novio piensa lo mismo que tú.

Ness sintió cierto alivio cuando se dio cuenta de que Zac había relacionado su anterior observación con Drew. En realidad la joven estaba pensando en su sueño, en el que Zac aparecía como su futuro esposo, ante el altar de una iglesia. Pero no quiso empezar a hablar de Drew en ese momento.

Cambió de tema e hizo una observación acerca de las viejas puertas de madera y de las coloridas vidrieras.

Ness: Mira, aquí hay unas flores -comentó-.

Zac se acercó más y tomó a Ness del hombro, con naturalidad. Ella tuvo que hacer un esfuerzo para no temblar y concentrarse en las explicaciones de Zac.

Zac: Allí está la orquídea fantasma -señaló una sección de la vidriera-. Vaya, en aquella época ya había esas flores por aquí...

Ness apenas podía respirar y tuvo que tragar saliva para poder contestar:

Ness: Me pregunto si el señor Taylor conocerá la existencia de esta vidriera.

No supo si sentir alivio o decepción cuando Zac la soltó para observar otros vitrales.


Esa tarde, fueron a la plaza de la ciudad y admiraron varios edificios del siglo XVIII. Ness disfrutó de cada sensación, de cada minuto, de cada palabra. Estaba alimentándose de recuerdos, pues sabía que eso sería lo único que le quedaría cuando ella y Zac inevitablemente se separaran.

La culminación de la tarde llegó cuando Zac le sugirió que fueran a tomar el té a un café muy acogedor y pintoresco. Pudieron sentarse junto a la ventana y tener un poco más de intimidad, pues el local estaba lleno.

Ness: Este día ha sido muy agradable -comentó-.

Zac: ¿Aunque no haya empezado bien porque te golpeaste en la cabeza?

Ness: Sí. No creas que me disgusta la vida en el barco, me encanta, pero me gusta eso de detenernos en algún lugar y visitarlo. Claro que eso no puedes hacerlo con mucha frecuencia. Necesitas tener mucho dinero para poder vivir de ese modo.

Zac: ¿Te gustaría ser rica? -inquirió mirándola con mucho detenimiento-.

Ness: Sí, pero no por el hecho de tener mucho dinero -contestó con sinceridad-. Me gustaría ser rica para tener un precioso hogar, y para que mi madre y mis hermanos pudieran vivir con mayor comodidad y tranquilidad.

Zac: ¿En una casita de campo, con rosas en la entrada?

Sugirió a modo de broma, pero Ness asintió con seriedad.

Ness: Sí, eso le encantaría a mi madre.

Zac: Si decides quedarte a vivir en esta parte del país, tal vez tu madre consideraría la posibilidad de trasladarse aquí también... Ah, pero me olvidaba de que tienes que volver para casarte.

Ness: Esto... sí... supongo que sí.

Zac. No pareces muy segura de ello.

La miró intensamente y de nuevo Ness maldijo el hecho de tener que mentirle a Zac.

Ness: Nadie puede prever lo que el futuro le va a deparar -comentó con naturalidad-. Además, todavía no podemos permitirnos el lujo de casarnos. Drew tampoco tiene mucho dinero.

Zac: Entonces, ¿jamás considerarías la posibilidad de casarte por interés económico? ¿Ni siquiera para proporcionarle a tu madre una vida mejor?

Ness: ¡Claro que no! -se indignó-. Estoy segura de que mi madre también estaría de acuerdo conmigo... el amor es más importante que el dinero.

Zac: Hay algunas mujeres que no estarían de acuerdo contigo -comentó con seguridad-.

Ness decidió que él debía de conocer a chicas muy poco generosas. Se preguntó cuál sería el punto de vista de Bianca con respecto al dinero.

Ness: Bueno, pues me dan lástima. El dinero en sí no es una garantía de felicidad.

Zac: Es cierto, pero algunas personas piensan que les ayuda a sobrellevar la desgracia.

Ness: Pareces... muy desilusionado -lo miró a los ojos-.

Zac: No con respecto a todo el mundo... solo con respecto a unas cuantas personas.

Ness: ¿Mujeres? -sugirió-.

Zac: Sí, mujeres.

Ness: Pero no incluyes a Bianca...

Zac: Es extraño lo mucho que hablamos de ella -sonrió-. No, a Bianca no. Creo que ella te gustaría, Ness.

Ella estaba segura de que no sería así.


Al fin, esa preciosa tarde finalizó y Ness se entristeció cuando Zac le comentó que ya era hora de que regresaran al barco.

Conforme se acercaban a La gitana del mar, dejaron de charlar. A Ness le asaltó un nerviosismo creciente. Pensó que no necesitaba la luz del sol para estimular su amor por Zac... y que al cabo de poco tiempo volverían a estar en la intimidad del barco.

Miró de reojo a Zac. ¿Acaso él también recordaba lo sucedido la noche anterior? Se dijo que era poco probable, ya que Zac creía que Ness estaba comprometida con Drew y él ya tenía a Bianca. De nuevo, maldijo en silencio a aquella mujer.

Zac: Sabes, no tienes por qué preocuparte -se detuvo de pronto-.

Ness: ¿Acerca de qué?

Zac: Acerca de esta noche.

Ness: ¿Por qué? -el corazón le dio un vuelco-. ¿Qué va a suceder esta noche?

Zac: Nada... precisamente -se tensó-. Eso es lo que trato de decirte. No sé por qué me comporté como lo hice anoche, pero eso no volverá a repetirse. Nunca.

Ness: Ah.

De repente se sintió muy deprimida.


Cuando llegaron a la embarcación, ya estaba oscureciendo.

Ness: Creo que iré a acostarme temprano -comentó-.

No podía estar a solas con Zac, pues temía revelarle sus sentimientos.

Zac: Todavía no son ni las ocho -comentó sorprendido-.

Ness: Ha sido... un día muy largo.

Zac: ¿Te duele la cabeza otra vez? -se acercó un poco y Ness se apartó-.

Ness: No, claro que no.

Zac: ¿No quieres cenar algo antes de acostarte?

Ness: Esto... no. He tenido suficiente con el té y los pastelillos de la tarde.

Zac: Hace tres horas de eso. Bueno, como quieras -se encogió de hombros-. Pero yo sí me prepararé algo.

¿Por qué le había dicho que no tenía hambre?, se preguntó Ness. La pesada cortina que separaba su cabina de la cocina no había impedido que la chica percibiera el aroma de la cena favorita de Zac: huevos fritos con jamón.

Ness se desvistió. Esa noche hacía menos calor y ella ya no se atrevía a dormir solo con su ropa íntima, así que sacó un camisón corto que sus hermanos le habían regalado antes de que ella partiera hacia Little Kirkton. Pensó con afecto en sus hermanos y en el hecho de que ellos debieron de haber ahorrado cada céntimo del poco dinero que recibían. Deseó hacer más cosas por ellos y por su madre... Hacía años que soñaba con hacerse rica y proporcionarle más comodidades a su madre. Pero sabía que ese era un sueño imposible.


Su madre se escandalizó el día que Ness abrió el paquete y sacó el camisón.

**: ¡Chicos! -había exclamado indignada-. ¿Dónde habéis comprado eso? No es decente. Ness no puede ponérselo.

Ness: Claro que sí -había insistido, pues no quería herir los sentimientos de sus hermanos, quienes habían escogido el camisón con toda inocencia. Nadie va a verlo, solo yo. Y me encanta -aseguró-. Es... diferente.


Ness se puso a leer un rato mientras Zac cenaba, al otro lado de la cortina. Pero siguió pensando en comida cuando ya no oyó ningún ruido. Yació en la cama y trató de conciliar el sueño, pero le resultó imposible. Resignada, se levantó. Se dijo que Zac ya debía de estar dormido, de modo que no podía prepararse unos huevos con jamón, pero al menos comería un bocadillo.

Sin hacer ruido entró en la cocina. La cabina principal estaba a oscuras y en silencio. Ness encendió su linterna y se preparó dos bocadillos. Satisfecha porque Zac no se había despertado, se dispuso a regresar a su cabina. De pronto, la luz de la cocina se encendió.

Ness se volvió con tal brusquedad que se le cayeron los bocadillos al suelo.

Con los brazos cruzados, Zac se hallaba apoyado contra el marco de la puerta, observándola. Miraba a Ness con una extraña expresión en los ojos que la turbó mucho. Zac solo iba vestido con unos pantalones cortos y la chica trató de no mirarle el pecho y las fuertes piernas. El pesado silencio la tensaba mucho; recuperó su comida y puso el plato en el mostrador.

Ness: Lo siento, ¿te he despertado? Traté de no hacer ruido.

Zac: No estaba dormido. De modo que sufres de hambre nocturna, ¿eh?

Su comentario, que era inocente, parecía estar cargado de un significado mucho más sensual. Ness se sonrojó.

Ness: Yo... después de todo, sentí apetito -confesó-.

Zac no pareció oírla y comentó con voz ronca:

Zac: Vaya, tu camisón es muy atractivo. Sin duda es un regalo de tu novio, aunque él no está aquí para verlo -hizo una pausa, pero ella guardó silencio pues no sabía qué decir; entonces Zac añadió-: Me pregunto porqué te lo pusiste. ¿Acaso él ya te lo ha visto puesto?

Por primera vez, Ness deseó que sus hermanos no le hubieran hecho ese regalo. La prenda le llegaba hasta la mitad de los muslos. Era de un tono rosa pálido; y tenía impresas dos manos colocadas estratégicamente, de modo que cada una cubría un seno. Debajo del dibujo, podía leerse: Trátalo con cuidado.

Zac: Tal vez esto sea una invitación -musitó acercándose-. Tal vez esto sea como el zapato de cristal de Cenicienta...

Ness retrocedió, pero chocó contra el mostrador.

Ness: ¿Qué quieres decir con eso?

Zac: Pues que el hombre cuyas manos encajen en el dibujo...

Ness: No -exclamó-. No, Zac, aléjate de mí. Recuerda que prometiste...

Zac: Yo no pensaba encontrarme con semejante provocación -murmuró con voz ronca-. Tienes ese defecto de... Me pregunto si lo haces sin querer o...

Ness: No -se cruzó de brazos, ocultando el diseño de la tela-. No, no es intencionado. ¿Por qué habría yo de...? Además, y tú siempre te encargas de recordármelo, tengo a Drew. Y tú tienes a Bianca...

Zac: Hay algunas mujeres -comentó con una amargura que extrañó a Ness- ...que no se oponen a tener más de un hombre.

Ness: Bueno, pues yo no soy una de ellas -sus ojos relampaguearon-. Si esa es la clase de mujer con la que te relacionas, me temo que has sido muy desafortunado. Y tampoco tengo la culpa de que no poseas la fuerza de voluntad suficiente como para cumplir tu palabra.

Ness vio que un brillo intenso relampagueaba en sus ojos. Una emoción primitiva... tal vez ira... Ness no estaba segura, pues fue algo pasajero.

Zac: Querida Ness, estás exagerando -murmuró divertido-. Es cierto que eres una mujer provocativa y te creo, ya que afirmas que no lo haces a propósito. Pero soy muy capaz de resistirme a tus encantos. Y nunca rompo mis promesas. Por eso, a pesar de tus desafortunadas tendencias de crear un caos en mi vida, sigues a bordo de La gitana del mar.

Ness: Entonces, ¿por qué has dicho todo eso? -inquirió exasperada-.

Zac: Lo he hecho para demostrarte, en caso de que existiera la menor duda, que nuestra situación actual es muy poco recomendable. Cualquier otro hombre con menos decencia...

Ness: Ah, bueno -se burló-, si solo haces esto para demostrarme lo considerado que eres...

Se dio cuenta de que lo había provocado una vez más con ese comentario. Sin embargo, al pasar junto a él para dirigirse a su camarote, se dijo que la furia era sin duda un sentimiento más seguro.

Zac: ¿Siempre tienes que decir la última palabra? -inquirió molesto-.

Ness se quedó asombrada al darse cuenta de que ese nunca había sido su propósito... hasta que conoció a Zac Efron.

Ness: Sacas a relucir lo peor que hay en mí -masculló-.

Zac: Bueno, solo recuerda -repuso dando media vuelta-, que ese es el efecto que tú ejerces en mí.




Bueno, vamos mejorando poco a poco.
Zac ya no la trata TAN mal...
Y ella de cada vez se muere más por sus huesos XD

¡Gracias por los coments!

Tenéis todas razón: A Zac le gusta Ness y eso lo pone malo XD
Bienvenida María José. Espero ver más comentarios tuyos.

Hablando de todo un poco... Supongo que ya sabréis que Zac se ha roto la boca por resbalarse con un charco y que Ash ha hecho su fiesta de compromiso. Al ver la foto pensé que se había ya casado. Más que nada me despistó el vestido que llevaba. Parecía de novia.

Y a propósito, estoy viendo HSM3 en DC España y me está entrando una nostalgia... Siempre me pongo triste cuando está acabando... U.U
Y aún más triste me pone ver a Zac y Ness juntos y saber que es solo en la peli... U.U
Pero las tonterías de Ashley siempre me hacen reír XD

¡Comentad!
¡Un besi!


4 comentarios:

Unknown dijo...

WOW... QUE CAPITULO!
Y NESS TIENE ESA INOCENCIA QUE ENAMORA A ZAC!
ME HA ENCANTADO.


SUBE PRONTO :)

LaLii AleXaNDra dijo...

Vaya... hasta que me adelante en los capítulos...
cada vez esta mejor... Zac tiene una loca cosa con su amor por Vanessa, pero también hay algo en "Bianca" que no me cuadra..
siguela

Maria jose dijo...

esta buenisimaaaaaa
la nove me encanta!!!!!
ya quiero seguir leyendo
gracias por la bienvenida
siempre he amado a zanessa
y nunca voy a dejar de amarlos!!!
sube pronto!!!

Lau B. dijo...

Ya se enamoro! Que horrible el no ser correspondida!!

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