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sábado, 16 de noviembre de 2013

Capítulo 4


Ness pasó la tarde como Zac se lo sugirió. Cuando bajó del viejo autobús que estaba lleno de gente, no tenía ningunas ganas de volver al yate. Aún hacía demasiado calor para tomar el sol y para estar dentro de la cabina. Entonces decidió ir a visitar la vieja iglesia de piedra, cuyo interior seguramente estaría muy fresco.

La pesada puerta de madera se cerró haciendo eco, y los pasos de Ness resonaron en la nave. Dos hombres que se encontraban sentados en un banco se volvieron. Demasiado tarde, Ness se dio cuenta de que uno de ellos era Zac. Este se levantó.

Zac: ¿Me buscabas?

Parecía molesto y Ness se sintió irritada ante su falta de modales.

La joven era perfectamente consciente de que no quería que ella se entrometiera en su vida íntima...

Ness: No -negó con rapidez-. Solo quería ver la iglesia por dentro. Yo no sabía que... Perdón, no os interrumpiré.

**: ¿Es amiga suya? -inquirió el otro hombre al ponerse de pie-.

Ness vio que se trataba de un clérigo.

Zac: Es amiga de mi hermanastra -explicó-

La chica se indignó al ver que él negaba tener cualquier relación con ella. Se dio cuenta de que el anciano clérigo estaba esperando a estrecharle la mano.

**: No sabía que el señor Efron estuviera acompañado. Lo he invitado a mi casa a cenar. Usted vendrá con nosotros, ¿verdad?

Ness: Ay, no. Yo no quiero imponerle mi presencia, de ninguna manera...

**: Insisto en que nos acompañe. Así mi hija tendrá con quién charlar. Dudo que le interese el tema de Epipogium aphyllum.

Zac: Así se llama la orquídea fantasma -indicó con impaciencia-.

La joven se dijo que tal vez a él le disgustara que ella fuera a cenar con sus amigos. Quizá pensaba que lo había seguido a propósito, cuando lo último que quería era buscarse problemas con él.

Zac: El señor Taylor ha descubierto que existe una pequeña colonia de orquídeas en el bosque, detrás de su casa.

Ness: ¿Se trata de un hallazgo importante? -inquirió con interés-.

Zac: Es una especie poco conocida y rara en esta parte del país.

Sr. Taylor: El señor Efron ha aceptado registrarla y certificarla, ha sido muy amable -añadió el reverendo con entusiasmo-. Por favor, síganme. Mi hija me regañará si llegamos tarde a cenar.

Ness señaló que su hija también protestaría si él llevaba a una invitada de última hora a cenar, pero el clérigo hizo caso omiso de esa objeción y los llevó a ambos a su casa.

El señor Taylor los hizo sentarse en el sencillo comedor mientras iba en busca de su hija. Reinó un silencio muy incómodo.

Ness: Lo lamento -tartamudeó mirando con disimulo las rígidas facciones de Zac-. Yo no quería inmiscuirme en esta velada. No me habría acercado a la iglesia de haber sabido que...

Zac: Lo hecho, hecho está -la interrumpió furioso-. Y preferiría que no les dijeras a los Taylor que estamos compartiendo el barco.

Ness lo miró intrigada. ¿Acaso a Zac le interesaba la hija del señor Taylor? Eso no le gustó nada.

Zac: Samuel Taylor no es un hombre frívolo -explicó-. Es un clérigo y puede considerar impropia nuestra situación. Y yo no quiero ofenderlo ni avergonzarlo.

Ella asintió y en ese momento entraron sus anfitriones. Al ver a la señorita Taylor, Ness se dio cuenta de que sus sospechas no tenían fundamento alguno. Era una mujer que tenía edad suficiente como para ser la madre de Zac. A la señorita le encantó tenerla como invitada y durante toda la cena charló con ella, lo cual le impidió a Ness escuchar la fascinante conversación que mantuvieron Zac y el reverendo.

A pesar de lo poco que pudo oír, Ness descubrió más cosas acerca de Zachary Efron.

No le sorprendió enterarse de que era un experto en su profesión, pero sí la forma en que Zac trataba a los Taylor.

Zac escuchaba con cortesía al reverendo, en deferencia a su posición y a su avanzada edad. Con la señorita Taylor se mostró encantador, incluso coqueteó un poco con ella; lo suficiente como para hacerla sentirse bien.

Ness no podía creer que ese fuera el mismo hombre que había tratado de mantenerse alejado de ella.

Sr. Taylor: ¿Y la señorita Hudgens lo está ayudando con su trabajo? -inquirió de pronto-. ¿Usted también es naturalista?

Ness: No, reverendo, aunque me encantaba la botánica cuando era estudiante. Y me gustaría mucho ver esas orquídeas de las que usted ha hablado.

Sr. Taylor: Por supuesto, querida, pero dejaré que el señor Efron sea quien le dé todas las explicaciones necesarias. Mañana tengo que oficiar una boda, de modo que por desgracia no tengo tiempo para ir a dar paseos por el jardín ni por el bosque.

Todos siguieron hablando después de la cena; el señor Taylor habló acerca de las ruinas romanas situadas en los Cotswolds y luego les contó historias acerca de los fantasmas que se aparecían en la zona, y que según se decía, eran las almas de los soldados romanos que se habían suicidado al no poder soportar los fríos inviernos de la región.


Ya era más de media noche cuando Zac anunció que debían irse. El señor Taylor le indicó que podían llegar al canal por un atajo que pasaba junto al cementerio. Por fortuna, esa noche había luna llena, de modo que Ness y Zac pudieron localizar el sendero sin problema alguno. La hiedra del cementerio proyectaba extrañas sombras sobre las lápidas. El silencio reinante inquietó mucho a Ness y la hizo acercarse más a Zac.

Ness: No me gustaría volver sola por aquí -comentó-.

Zac: ¿Te asustaron las historias de fantasmas del señor Taylor? -preguntó divertido, y Ness negó con la cabeza-.

Ness: Claro que no. Me asusta más la idea de que alguien nos asalte por aquí. ¿Qué ha sido... eso? -inquirió al escuchar de pronto algo parecido a un gemido-.

Antes de que Zac pudiera contestarle, una sombra los cubrió y la joven se echó en los brazos de su compañero.

Ness gritó y Zac, instintivamente, la abrazó con fuerza. Entonces la chica apoyó la cara contra su pecho y sintió que él reía con suavidad.

Zac: Tranquilízate, solo es una vaca. Como hay un prado contiguo, desde allí debe de haber pasado al cementerio.

Ness alzó la vista cuando el animal se alejaba tranquilamente.

Ness: Lo siento -miró a Zac a los ojos-. No suelo ser nerviosa y tampoco soy supersticiosa. Lo que pasa es que...

Dejó de hablar al advertir que Zac se tensaba. Luego él la soltó bruscamente y se apartó.

Zac: Eres veterinaria, seguramente puedes reconocer los mugidos de una vaca -comentó con tono cortante, y su actitud exasperó a Ness-.

Ness: No esperaba ver una vaca por aquí -le espetó-. Además, yo solo trabajo con animales domésticos.

Durante el resto del trayecto, se concentró en maldecir en silencio a Zachary Efron. Ese hombre la irritaba de una manera increíble, pero Ness no podría decir que era detestable; tuvo que reconocer que cada vez se sentía más atraída por él.

¿Se debía esa atracción al despecho? Hacía tres meses que había roto con Drew y después de eso no había tenido otra relación. Y le parecía irónico que el hombre que empezaba a atraerla ya estuviera comprometido con otra.

Ya de regreso en el barco, Ness se sintió muy nerviosa, pero por un motivo bien diferente al de las sombras del cementerio.

Ness: Bueno... buenas noches -comentó reacia-.

Zac: Buenas noches.

Ni siquiera se tomó la molestia de mirarla mientras cerraban las cortinas de las ventanas.

Ness: ¿Puedo ir a ver las orquídeas contigo mañana? -susurró antes de entrar en su camarote-.

Zac: No puedo impedir que me acompañes -se encogió de hombros dándole la espalda-.

Ness: Si no quieres que vaya...

Él se volvió. Su rostro reflejaba una emoción que Ness no pudo definir.

Zac: Parece que no importa lo que yo quiera en cuanto a ti respecta. Si me hubiera salido con la mía, hace varios días que ya no estarías en este barco. Ahora, por el amor de Dios, vete a la cama y déjame dormir a mí también.

Ness obedeció y corrió la cortina. Permaneció despierta durante largo rato, preguntándose la razón de la inexplicable conducta de Zac. ¿Por qué estaba enfadado? No podía ser porque también ella había cenado con los Taylor, ¿o sí?


Ness suspiró aliviada, a la mañana siguiente, al ver que Zac ya estaba tan tranquilo como siempre; cuando salió de la cabina, descubrió que él ya había desayunado.

Zac: Si todavía quieres venir conmigo, será mejor que te des prisa. Y estaría bien que llevaras unos bocadillos -añadió-.

Ness: ¿Acaso eso significa que quieres que te prepare uno? -inquirió irritada, sin poder olvidar cómo Zac la había alterado la noche anterior-.

Zac: Mi comida ya está lista. Me voy en diez minutos.

Ness se dijo que Zac tal vez esperaba que ella no estuviera lista a tiempo. O quizás esperaba que, si se comportaba de una manera tan grosera, Ness decidiera quedarse en el barco. La joven desayunó mientras se preparaba sus bocadillos. Diez minutos más tarde, subió a cubierta. En una mano llevaba la bolsa de la comida, y en la otra una manta doblada.

Ness: Estoy lista -anunció triunfante-.

Zac la recorrió con la mirada. Como ese día no iban a seguir navegando y como hacía mucho calor, Ness se había puesto una falda corta y una blusa sin mangas. Calzaba las sandalias que Zac había criticado el día anterior y la joven esperó que él le hiciera algún comentario en contra, pero no fue así. Zac solo masculló algo incomprensible y se volvió. Como de costumbre, Ness tuvo que seguirlo.

A pesar de que llevaba sus cosas para pintar y su equipo fotográfico, Zac caminaba muy rápido y a Ness le costó trabajo seguir su paso.

Detrás del jardín de la casa del pastor había un bosque de abetos. Ness se alegró de que hubiera sombra, pues tal vez ese día sería el más caluroso de todo el verano. Las orquídeas fantasmas crecían junto a unas ruinas romanas y todo el bosque estaba fresco y olía a flores silvestres.

Ness se desilusionó al ver que la orquídea fantasma era una planta de apariencia ordinaria. El tallo no tenía hojas y las flores eran de un blanco pálido.

Ness: Parece una flor común y corriente -declaró-. No sé por qué esto ocasiona tanto entusiasmo.

Zac: Sabía que no te parecería muy interesante, pero tú insististe en venir. Me quedaré aquí durante un rato, tengo que hacer dibujos muy detallados y tomar varias fotos. Si te aburres, supongo que podrás volver sola al yate.

Ness: No estoy aburrida -se indignó-. No soy tan superficial. Hay muchas otras cosas que ver además de tus adoradas orquídeas. Me imagino que la villa debe de estar restaurada como todos los lugares arqueológicos cercanos al muro de Adriano.

Zac Tal vez así será algún día -se encogió de hombros-. Este bosque es propiedad de la iglesia y nadie sospechaba siquiera que aquí hubiera una villa romana hasta hace muy poco tiempo. Además de ser un gran botánico, el señor Taylor también tiene cierta afición por la historia. Personalmente, y desde el punto de vista de la conservación de la naturaleza, yo preferiría que nadie viniera por aquí.


Ness extendió la manta junto a un árbol, cerca de donde Zac estaba sentado con su cuaderno de dibujo; se sentó y se apoyó contra el tronco para mirar a Zac.

Éste empezó a dibujar, pero no parecía estar muy concentrado pues rompió varios bocetos. Irritado, al fin dio rienda suelta a su ira.

Zac: ¿Tienes que sentarte justo donde puedo verte? -inquirió molesto-. Me distrae mucho el hecho de que estés en mi campo de visión.

Ness se dijo que Zac estaba culpándola por su propia incapacidad de trabajar, pero no quiso empezar una discusión, de modo que le pidió una disculpa y se puso de pie.

Ness: Iré a visitar las ruinas romanas -anunció-.

Zac: Ten cuidado -le advirtió-. Algunas de estas viejas y deterioradas piedras están sueltas.

Ness caminó con cuidado. En ocasiones, miraba intrigada hacia Zac. Ya estaba acostumbrada a que su presencia le resultara indeseable, pero suponía que a esas alturas Zac ya se habría resignado.

Sin embargo, las quejas de Zac eran distintas de las de la noche anterior. Ness no sabía por qué, pero la incomodaba su estado de ánimo. Era como estar sentada en las faldas de un volcán esperando a que se produjera una erupción. No obstante, había algo en todo aquello que la emocionaba al mismo tiempo que la aterrorizaba.

El suelo de piedra estaba cuarteado y en las hendiduras crecían hierbas y flores. La hiedra cubría los viejos muros, dándoles un aspecto melancólico. Le resultaba triste pensar que ese había sido alguna vez el hogar de una familia romana. ¿Acaso sus antiguos ocupantes eran en ese momento fantasmas que merodeaban por la región?

Ness se estremeció, casi como si hubiera visto a uno de esos fantasmas. De pronto, sintió la necesidad de estar cerca de Zac y se volvió hacia donde él se encontraba sentado. Lo miró, al parecer, estaba muy absorto en su trabajo.

Una piedra suelta la hizo dar un paso en falso y cayó al suelo. No se lastimó el tobillo, pero cayó sobre unas ortigas. En unos cuantos segundos, los brazos y la parte del pecho que llevaba al descubierto por el escote de la blusa comenzaron a arderle.

Su exclamación de dolor llegó a oídos de Zac, que de inmediato corrió hacia ella, preocupado.

Zac: Te dije que tuvieras cuidado -se irritó-. Si te has torcido el tobillo...

Ness: Claro que no -jadeó y lloró de dolor-. Pero me pica por todas partes...

Zac pudo ver las manchas rojas en la piel de Ness. Sin decir nada más, la tomó en brazos y volvió a depositarla sobre la manta junto al árbol. Se alejó y empezó a buscar algo entre la maleza y las plantas.

Zac: Son hojas de romanza -anunció al arrodillarse de nuevo junto a la chica y empezó a aplicarle las hojas sobre la piel, dándoles la vuelta constantemente para que absorbieran el calor del cuerpo de Ness. La chica tenía los ojos cerrados por el dolor, pero cuando la romanza empezó a surtir efecto gimió, ya más aliviada-. Pronto estarás mejor -aseguró-.

La joven detectó una leve alteración en su voz y abrió los ojos. Zac estaba muy cerca de ella, sus manos se habían inmovilizado sobre las hojas que le estaba aplicando, justo arriba de sus senos. Ella no pudo dejar de mirarlo a los ojos y vio que se humedecía los labios con la lengua y que tragaba saliva.

De nuevo, la chica volvió a experimentar la anterior sensación de peligro y se olvidó del ardor de su piel mientras otras sensaciones empezaron a invadir su cuerpo. Los senos se le sensibilizaron y fue consciente de una intensa palpitación en la parte baja del vientre. Un segundo más y ya no podría ocultar sus reacciones...

Sr. Taylor: Señor Efron, señorita Hudgens... Me alegra que aún estén aquí. ¿Cómo van las cosas? Yo...

El señor Taylor se acercó, pero se detuvo desconcertado al contemplar la escena que se estaba desarrollando frente a él.

Zac se puso de pie en un santiamén.

Zac: La señorita Hudgens se ha picado con unas ortigas. Estaba administrándole un poco de romanza para que se sintiera mejor.

Sr.Taylor: Ay, querida -exclamó el clérigo, inquieto-. Venga a casa conmigo. Creo que lo indicado en estos casos es la loción de calamina. Mi hija tiene un botiquín muy bien surtido.


Más tarde, Ness pensó disgustada que Zac ni siquiera se había tomado la molestia de acompañarla. Fue como si un gran alivio lo hubiera embargado al ver que el señor Taylor se hacía cargo del asunto y se llevaba a la chica.

¿Qué habría pasado si Samuel Taylor no hubiera llegado justo en aquel momento? Ness tenía la certeza de que Zac había estado a punto de besarla.

La simpatía y la loción de calamina no fueron suficientes para apagar la otra clase de ardor que embargaba a Ness y que, a diferencia del picor de las ortigas, no desaparecía con rapidez. Ness al fin logró convencer a la señorita Taylor de que ya estaba bien y de que ella y Zac iban a comer en el campo, por lo cual no podían quedarse a comer con ellos.

Ness se apresuró a volver al bosque de abetos, nerviosa, como una adolescente en su primera cita. Tenía la garganta seca y el corazón acelerado; quería ver de nuevo a Zac y saber si podían sentir de nuevo lo que habían experimentado antes...

Pero cuando llegó al claro, Zac ya no estaba. Incluso se había llevado la manta de Ness.

La chica se quedó inmóvil, deprimida, sin saber qué hacer. Luego, se dio cuenta de que Zac ya había terminado su trabajo y había regresado a La gitana del mar. Tal vez allí estaba esperando...

Caminó de prisa, experimentando otra vez el ansia de ver a Zac. A pesar de que hacía mucho calor, casi corrió por el sendero que llevaba al canal.

Ness: Zac, Zac, ya he vuelto y...

El barco estaba desierto. Ni siquiera parecía que Zac hubiera estado allí antes. Ness se sentó en la cama de Zachary y sintió deseos de llorar. Se sentía estúpida y humillada por su propia conducta. Ya ni siquiera estaba segura de haber interpretado bien la escena del bosque. Tal vez todo había sido producto de su febril imaginación...

Se alegró de que no le hubiera revelado sus sentimientos a Zac. Él le había dejado muy claro que no la quería en el barco y que ya tenía novia.

Ness se prometió que, a partir de ese momento, sería más cauta con sus propias emociones. Lo que sentía debía de tratarse de algo normal, puesto que estaba a solas con un hombre muy atractivo. La cercanía física creaba situaciones poco realistas. Y al parecer Zac sabía que algo parecido podía suceder y por eso había intentado que Ness se fuera de allí.


Cayó la noche y Zac seguía sin aparecer. Ness se preguntó si se habría ido para siempre. Y si ese era el caso, ¿cómo iba a manejar el yate sola? Jamás podría regresar por todas esas esclusas...

Al fin Ness se fue a la cama. Se dijo que si Zac no había regresado al día siguiente, ella tendría que hacer su equipaje, cerrar el barco con llave y regresar a Little Kirton en autobús. Y entonces Zac habría logrado su objetivo... deshacerse de ella. ¡Qué pensamiento tan deprimente!

Estaba a punto de conciliar el sueño cuando Ness se incorporó sobresaltada. Escuchó unos ruidos y el barco se movió. Pensó que Zac ya había vuelto. El alivio la invadió y luego fue el turno de la ira. ¿Cómo se atrevía él a hacerle eso? Marcharse así sin más, sin decir nada...

Pensó que tal vez Zac había sufrido un accidente o había sido víctima de un asalto... Ness se puso la bata y salió de su cabina.

Ness: ¿En dónde rayos has estado durante todo este tiempo?

Zac se volvió. Se había desvestido y ya tenía puestos los pantalones del pijama. La tela de algodón se amoldaba a su cuerpo, revelando más que ocultando. Al verlo, Ness tragó saliva.

Zac: Esperaba que estuvieras dormida -se enfadó-. Y no te importa dónde haya estado. No tengo por qué darte explicaciones de lo que hago. Me has hecho perder un valioso día de trabajo. Regresa a la cama y deja de enseñarme tu cuerpo.

Ness: Yo no... -bajó la vista-.

En su prisa por verlo, no se había atado bien el cinturón de la bata que en ese momento estaba abierta, revelando parte de sus senos.

Ness se apresuró a cubrirse.

Zac: Desde que nos conocimos, te he visto más veces sin ropa que vestida.

Ness: Eso no es culpa mía...

Zac: ¿Estás segura de ello? Tal vez no lo hagas aposta. Quizás en tu inconsciente experimentas la necesidad de desafiarme, de afirmar tu sexualidad.

Ness: ¿Cómo? -lo miró incrédula-.

Zac: Desde el principio, dejé muy claro que no quería que estuvieras aquí ni que me complicaras la vida. Y tú has querido demostrar que...

Ness: No necesito ni quiero probarte nada -estaba pálida de rabia-. Ya te dije antes que eres muy vanidoso si crees que me interesas y que atraes a todas las mujeres. Además, aunque estuviera interesada en ti, no tengo la costumbre de salir con el novio de otra. También me aclaraste que tenías un compromiso sentimental.

Zac: Entonces, ¿cómo explicas lo que pasó esta tarde en el bosque? Estabas decidida a acompañarme. Te pusiste una ropa provocativa y te sentaste en un lugar donde yo no pudiera dejar de mirarte.

Ness: ¿Qué? -jadeó furiosa-. Yo jamás...

Zac: Tal vez tu caída en esas ortigas sí fue un accidente. No creo que seas tan insensata como para hacerte daño a propósito, pero... después, cuando yo solo trataba de aliviar tu dolor, tú me miraste de esa manera tan invitadora...

Ness: ¡Cállate! -gritó al recuperar el habla-. Eres un hombre insoportablemente vanidoso... No sabes de lo que estás hablando. Todo lo que has dicho ha sido un producto de tu imaginación...

Zac: ¿Eso crees? -inquirió sombrío-. Estoy dispuesto a apostar a que de no ser porque el señor Taylor llegó...

Ness: No habría pasado nada -insistió, aunque hacía apenas unas horas ella misma había deseado que él la hubiera besado-.

Zac: Pues yo creo que si repitiéramos la escena...

Ness: Por fortuna, eso es imposible... Y yo de todos modos no lo haría, si fuera posible.

Estaba muy molesta, y no solo por lo que Zac estaba diciéndole, sino también por la forma en que la miraba, como si estuviera dispuesto a lanzarse sobre ella.

Zac: Es cierto que ya no estamos en el bosque y tampoco se siente el poderoso calor afrodisíaco del sol. Pero estamos solos, nadie va a venir a interrumpirnos y la noche es cálida como...

Ness: No -exclamó al percibir su mirada intensa-. Aléjate de mí. No te atrevas a ponerme siquiera un dedo encima.

Zac: ¿Qué harías? Vamos, dime que gritarás, como lo hacen todas las mujeres.

Ness: Si lo hago, la gente de otros yates acudirá a ver qué pasa -le advirtió seria-.

Zac: Yo no estaría tan seguro. Más bien no querrán tener problemas -la miró a los ojos, como si quisiera hipnotizarla-.

A Ness se le hizo un nudo en la garganta y el corazón empezó a latirle con fuerza. Zac la tomó de los hombros. Su rostro estaba muy cerca... más cerca que nunca y su expresión era insondable.

Zac: Todo lo que tengo que hacer es besar esos preciosos labios y...

Ness: No, Zac, no... por favor...

Ness le puso las manos en el pecho, con la intención de empujarlo, pero fue un error. Al sentir sus músculos y la calidez de su cuerpo, la invadió un intenso temblor. En ese momento, Zac la besó en la boca.

Le apretó los hombros con fuerza, pero Ness no se dio cuenta de ello debido a las otras sensaciones que la invadían y que hacían que todo su cuerpo ardiera de deseo.

Solo se resistió durante unos segundos; no pudo contener su propia ansia. Cerró los ojos, arqueó el cuerpo hacia Zac y le echó los brazos al cuello con un pequeño gemido. Apretada contra su poderoso pecho y sintiendo los duros músculos de Zac, Ness sintió que la habitación giraba a su alrededor. Luego separó los labios, invitándolo a aumentar la intimidad del beso. Él empezó a acariciarle la espalda con sensualidad, acercándola más a su cuerpo. Ness era consciente de la dureza de sus músculos y de lo firme de su piel...

El corazón de Zac latía cada vez con más rapidez. El delgado pijama de algodón no podía ocultar su excitación. Zac empezó a respirar con mayor dificultad cuando alzó las manos para abrir la bata de Ness y comenzó a acariciarle los senos.

La chica fue invadida por una intensa y ardiente ansiedad. Ese primer beso le revelaba todas la cosas que había tratado de negarse a sí misma. Estaba temblando en los brazos de ese hombre y tuvo que reconocer que lo deseaba. Deseaba a Zac con una pasión que nunca antes había experimentado. Ness había luchado contra la atracción física que ese hombre ejerció sobre ella desde que lo conoció, pero en ese momento sabía que el fuego que la consumía ya no podría extinguirse.

Sin embargo, Zac la apartó de su lado bruscamente.

Zac: ¿Ves a qué me refiero? -inquirió con frialdad; no parecía contento por demostrar que tenía razón-.

Ness no podía creerlo. Zac ya se alejaba, a pesar de que ella misma había sentido su respuesta incontenible y ansiosa. Ness sabía que Zac la deseaba tanto como ella a él y, sin embargo, en ese momento él se comportaba como si nada hubiera sucedido. Se dijo que evidentemente no sentía nada por ella... Solo había comprobado un punto y, para vergüenza de Ness, lo había logrado con mucho éxito.

Ness quería decirle lo que opinaba de un hombre como él, pero estaba demasiado temblorosa como para sostener otro enfrentamiento. Nerviosa, se ató la bata. Estaba pálida y tensa por el esfuerzo de no perder el control, pues su cuerpo aún palpitaba por el deseo que Zac había despertado en su interior.

Ness: Zac...

Zac: ¡Vuelve a tu cabina! -rugió-. Maldita sea, vuelve a la cama... desaparece de mi vista.

Por un momento, la chica quiso suplicarle que terminara lo que había iniciado. Extendió un brazo para tocarlo, pero por fortuna se dio cuenta de que Zac se encontraba demasiado alterado.

Entonces el orgullo acudió en su ayuda. Ness decidió que no le diría lo que necesitaba. Se irguió, dio media vuelta y regresó dignamente a su camarote, a pesar de que Zac no se volvió a mirarla.

Cuando se acostó en su cama, se olvidó de la dignidad una vez más. Hundió el rostro en la almohada y trató de tranquilizarse, de no llorar. Si Zac iba a la cocina, la oiría sollozar y él nunca debía saber lo mucho que la había herido al rechazarla de esa manera.


Dos horas después, Ness aún estaba despierta, invadida por la inquietud.

«¿Por qué tuve que encontrarme con un hombre como Zac?», se preguntaba una y otra vez. Jamás deseó sentirse atraída por un hombre que no estaba interesado en ella...

Al fin, se quedó dormida.


Estaba muy deprimida cuando despertó, como cuando Drew la abandonó. Se preguntó, ¿cómo iba a enfrentarse con Zac esa mañana?

Consultó su reloj, pero otra vez se había olvidado de darle cuerda, así que no sabía qué hora era. Se arrodilló en la cama y alzó la cortina de la ventana. Afuera el sol lo iluminaba todo. Ya debía de ser muy tarde.

Mientras se bañaba, trató de escuchar cualquier ruido, pero no oyó nada que proviniera de la otra cabina. Pensó que tal vez Zac ya se había ido a dibujar las orquídeas, para compensar el trabajo perdido del día anterior; la joven esperó que eso lo mantuviera ocupado durante todo el día.

Se preguntó qué haría ese día. La cabeza le dolía y no tenía apetito; de pronto, el acogedor interior del barco le resultó claustrofóbico y decidió ir a dar un paseo por la ribera para despejarse la cabeza.

Se puso unos pantalones cortos y una camiseta, y se hizo una cola de caballo con su espeso cabello negro.

Al pasar de la cocina a la cabina principal, se detuvo de inmediato. El cuarto estaba a oscuras y la cama aún estaba ocupada. Ness miró con nerviosismo el bulto que se distinguía debajo de la fina manta y trató de detectar la rítmica respiración que le indicaría que Zac todavía estaba dormido.

Contuvo el aliento y empezó a caminar, sin hacer ruido, hacia la salida. En la penumbra, no vio dónde ponía el pie y tropezó con un zapato. Zac se despertó sobresaltado, extendió una mano y tomó a Ness de la muñeca con tal fuerza que la hizo lanzar un gemido de protesta.

Zac: Ah, eres tú. Por un momento, pensé que... -la soltó, luego abrió la cortina de la ventana que estaba encima de su cama. Tenía el cabello despeinado, lo cual le daba una apariencia infantil. Ness ansió alisárselo y luego acariciarle la incipiente barba-. ¿Qué demonios estás haciendo levantada tan temprano?

Ness: No es tan temprano...

Zac: Claro que sí -extendió el brazo-. ¿Ves la hora que es? -consultó su reloj-. Son las cinco y media.

Ness: Ah... creí que era más tarde.

Zac: ¿Ibas a alguna parte?




¡Su primer beso!
Pero no el último... XD

¡Gracias por el comentario!

¿Qué ha pasado esta vez? Solo he tenido uno... v.v
Espero que comentéis un poquito más, eh...

¡Un besi!


4 comentarios:

Unknown dijo...

SU PRIMER BESO... PERO ZAC FUE GROSERO! NO PUEDE SER UN POCO MAS CARIÑOSO?
IGUAL SE NOTA QUE DESEA A VANE.. VAMOS A VER QUE PASA.

YO SI FUERA VANE ME IRIA DE AHI Y DEJARIA QUE ZAC ME BUSQUE JJAJAJAA.

SUBE PRONTO :)

Natasha dijo...

A mi no me engañas Zac, odias estar atraido por Vanessa y lo haces aproposito xDD

Siguela <3

Maria jose dijo...

a zac le gusta vane
a zac le gusta vane
yuuuupppiiii!!!!!!!
auque sea grosero el la evita
por lo que siente
jajajjajajaja muuuu buena
sube pronto

Lau B. dijo...

Lo que tiene este Zac de misterioso, lo tiene de intrigante...
ME ENCANTAAAAAAAAA!

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