Capítulo 9

Estaba teniendo un sueño rarísimo.

Oía una voz, un murmullo, y se sentía envuelta en una nube de amor, se sentía segura. Amada. Él la besaba en la cara y ella supo que lo quería.

Zac: ...hablado del contrato.

Vanessa abrió los ojos.

Zac estaba a su lado, con una sonrisa de satisfacción en los labios. Y parecía estar esperando una respuesta.

Ness: ¿Has dicho algo?

Zac: ¿No me has oído?

Ness: No, estaba dormida -murmuró confusa-.

No lo había oído. O creía no haberlo oído. Pero tenía la impresión de que había dicho algo muy peligroso.

Zac: Pero si me has contestado...

Ness: Creo que mantengo conversaciones con la gente cuando estoy dormida -sonrió-. No, en serio... Venga, ahora estoy despierta.

Zac buscó su boca con una desesperación desconocida. Ella le devolvió el beso, enredando los brazos alrededor de su cuello, apretándose contra él...

Pero, de repente, Zac se apartó.

Zac: Es increíble decir esto, pero tenemos que parar.

Ness: ¿Por qué?

Zac: Vanessa, te quiero.

De modo que no había sido un sueño... esas palabras llenaron su corazón de una felicidad que Vanessa no había conocido antes.

«No, es demasiado pronto. No puede decirme esto ahora. Aún no sabe quién soy», le decía una vocecita.

Pero sus ojos se habían llenado de lágrimas.

Zac: Por favor, dime que estás llorando de felicidad -murmuró-.

Ness: Claro que sí, tonto... Es que a veces puedes querer tanto a alguien que te duele el corazón.

Se besaron como locos, una y otra vez, diciéndose palabras de amor. Vanessa lo amaba tan desesperadamente en aquel momento que todos sus miedos, todas sus mentiras dejaron de importar. Quizá por eso lo besaba con tanta desesperación, para pedirle perdón por lo que tendría que contarle.

Zac: Vanessa, ¿qué te ocurre?

Ella no contestó, decidida a quererlo de tal forma aquella noche que Zac no pudiera olvidarla nunca, pasara lo que pasara.

Ness: Calla -murmuró, acariciando su cara-.

Zac: Cariño...

Ness: No digas nada -musitó acariciándolo con manos temblorosas-. Te estoy memorizando.

Cuando se inclinó para besarlo y su pelo rozó la piel clara del hombre, Zac sintió un escalofrío que la hizo reír. Y cuando deslizó los labios despacio hasta su sexo, él dio un respingo. Vanessa levantó la cabeza y vio que tenía los tendones del cuello tensos como cuerdas de violín. Estaba claro que hacía un esfuerzo sobrehumano para controlarse.

Ness: Nunca olvidaré esto -murmuró, inclinándose para rozar con la lengua la punta del miembro erguido-.

De nuevo, Zac dio un respingo. Su boca lo encendía, lo desataba. Y perdió el control. De un tirón la colocó de espaldas y, mientras la besaba, la amó con fuerza.

Vanessa se abrazó a él. Le gustaba sentir su peso, era tan excitante. Y más excitante que él no pudiera controlarse, que se dejara ir enseguida, como un desesperado.

Se quedaron unos segundos en silencio, mirándose a los ojos.

Zac: Debería haberte dicho que te quiero hace mucho tiempo. Lo tuve tan claro cuando te fuiste del restaurante... supe entonces que solo soy completamente feliz cuando tú estás conmigo.

¿El amor era eso? ¿Era algo tan perfecto que dolía?

«Te quiero».

Zac: Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, cariño. Por no hablar de mi negocio... Nunca pensé que encontraría a alguien tan fuerte que me haría sentir débil. Sé que puedo confiar en ti, Vanessa. Para todo. Eres asombrosa... No sabes el talento que tienes, cariño, pero pienso seguir diciéndotelo hasta que lo creas.

Con esas palabras, la llama se apagó. Porque todo eran mentiras. Mentiras. Ella conocía bien sus talentos, pero Zac no. Él no sabía nada de su vida.

Con un título en la universidad de Stanford, un master y toda una vida trabajando en la cadena de restaurantes de su familia era fácil dirigir un negocio de restauración. Por supuesto, Zac pensaba que solo era una camarera, posiblemente con estudios primarios.

¿La seguiría amando cuando le dijera que había estado mintiendo desde el primer día? ¿Se sentiría orgulloso de ella si supiera que había huido de sus propias responsabilidades, de su negocio, de sus obligaciones, dejando a cientos de personas en peligro de perder su puesto de trabajo? Seguramente entonces no le parecería tan asombrosa.

Ness: Zac, escucha, tengo que decirte algo... Yo no soy lo que tú crees.

Zac: Eres inteligente, preciosa, cariñosa..., y quiero que seas mi socia en el restaurante. Antes has dicho que era tuyo y quiero que sea verdad...

Ness: Espera un momento, por favor -lo interrumpió incorporándose-.

Tuvo que cubrirse con la sábana porque desnuda en aquel momento se sentía demasiado vulnerable. Se levantó de la cama y empezó a pasear por la habitación, nerviosa. Zac estaba apoyado en el cabecero, evidentemente sorprendido.

Zac: ¿Qué pasa, cariño?

Ness: Hay tantas cosas que no sabes de mí... -empezó a decir-.

Zac: Es verdad. Pero también hay cosas que tú no sabes de mí.

Ness: No me refiero a eso...

Zac: Sé que tienes miedo de alguien o de algo. Pero de haber sabido que ibas a asustarte tanto, no te habría dicho que te quiero -sonrió-.

Ness: No bromees, por favor -replicó con un tono más severo del que pretendía-. Lo siento, no sé cómo he dejado que las cosas se me escaparan de las manos de esta forma. Mi vida es un desastre y lo último que deseo es hacerte daño.

Zac: No me harás daño.

Ness: No puedes saberlo.

Zac: No sé quién eras antes, pero sé quién eres ahora, Vanessa. Y sé que nunca me harías daño.

Ness: No quiero hacértelo, pero me temo que te lo haré de todas formas.

Había kilómetros entre Zac y ella en aquel momento. Continentes enteros. La distancia entre ellos parecía imposible de cubrir. Si hubiese esperado hasta que pudiera contárselo todo... si hubiese esperado hasta que tuviera su vida bajo control.

Ness: Quizá es mejor que me vaya.

Zac: Por favor, quédate. El treinta y uno de diciembre, ¿recuerdas? Habíamos quedado en que hasta entonces no tendrías que darme ninguna explicación.

Era un error. Vanessa sabía que era un error quedarse. Sabía que lo arriesgaba todo, incluyendo su odio si seguía mintiéndole después de aquello.

Pero no podía marcharse, no podía dejarlo así.

Zac: Quiero ayudarte, Vanessa.

Ness: Puedes hacerlo, cariño -murmuró echándose en sus brazos-. Quiéreme. Quiéreme pase lo que pase.

Se amaron hasta el amanecer y esa promesa estaba escrita en cada una de sus caricias.


Frente a la suite del hotel Charles, con la mano en el picaporte, Vanessa recordó a Zac y se armó de valor. Respirando profundamente, abrió la puerta.

Las conversaciones cesaron de inmediato y los trece hombres y mujeres que la esperaban se volvieron casi a la vez.

Ness: Buenas tardes. Gracias por acudir a esta reunión convocada de una forma tan precipitada. Si quieren sentarse, empezaremos de inmediato. -Lo había dicho con aparente calma, aunque tenía el corazón a mil por hora, mientras se dirigía a la mesa de juntas-. Les he pedido que vengan para aclarar un desgraciado malentendido concerniente a la venta de los restaurantes de la cadena Hudgens. Parece que han mantenido ustedes diversas reuniones con otros representantes de la cadena y siento decirles que, aunque les hayan hecho creer lo contrario, ninguno de los restaurantes de la cadena Hudgens está en venta.

Vanessa hizo una pausa para comprobar cuál era la reacción de los reunidos. Casi inmediatamente empezaron las quejas.

*: ¿Que no están en venta?

**: ¡Pero yo tengo el contrato...!

***: Mis inversores están preparados para...

Vanessa los dejó hablar durante unos segundos y luego levantó una mano.

Ness: Como he dicho, sé que han empezado a negociar con otros representantes de la cadena Hudgens, pero siento decirles que la persona que negoció con ustedes no tenía derecho a hacerlo.

Un señor grueso con un traje cuyos botones parecían a punto de estallar fue el primero en dirigirse a ella:

#: Señorita Hudgens, fue su prometido quien negoció conmigo.

Su prometido.

Ness: Nuestro departamento de publicidad cometió un error al publicar el anuncio del compromiso. El señor Bell es meramente el presidente del grupo Hudgens y un accionista menor... que ha permitido que su avaricia lo cegase.

*: ¿Está diciendo que Drake Bell no está autorizado para negociar la venta de los restaurantes Hudgens?

Ness: Exactamente. Como propietaria del cincuenta por ciento de las acciones, mi aprobación es necesaria para cualquier decisión importante y, como puede imaginar, ésta lo es. Pero comprendo que les disguste la situación... e incluso que no me crean. Para eso está aquí Franklin O'Connell, mi abogado. ¿Franklin?

El abogado se levantó.

Franklin: La señorita Hudgens es la propietaria del cincuenta por ciento de las acciones de la cadena Hudgens. Si alguien tiene alguna duda, tengo aquí toda la documentación legal.

Ness: Y yo tengo la impresión de que deberíamos tomar un café... o algo más fuerte -sonrió-. Pueden hablar con el señor O'Connell mientras yo llamo al servicio de habitaciones.

Vanessa entró en la habitación adjunta y dejó escapar un largo suspiro. Iba a conseguirlo. Era evidente que la creían. Y si alguien no la creía, allí estaba Franklin para demostrar quién era. Con un cincuenta por ciento de las acciones, no podía tomar sus propias decisiones sobre la empresa, pero desde luego podía bloquear cualquier intento de venta.

Y lo había hecho.

Mientras llamaba por teléfono al servicio de habitaciones se miró al espejo. Tenía el pelo perfecto, el traje perfecto, los zapatos perfectos... Era lógico. Había nacido para llevar vestidos de Chanel. Pero, inconscientemente, se había hecho el moño que solía hacerse para trabajar en el restaurante de Zac.

Sin embargo, el contraste entre la imagen que ofrecía allí y la que le devolvía el espejo...

Una de ellas tenía que ser mentira y ya no estaba segura de cuál era. O de cuál quería que fuese.

Cuando volvió a la habitación, la conversación versaba, como era de esperar, sobre la inevitabilidad del asunto. Afortunadamente, el camarero llegó enseguida con los refrescos y el caballero gordito pareció recuperar el buen humor al ver los canapés.

#: Ahora que está claro que no podremos hacer negocios, ¿por qué no nos sentamos más cómodamente? -preguntó, señalando los sofás-.

Ness: Una idea estupenda -sonrió-.

En ese momento supo que había ganado. Solo quedaban las formalidades.

Cuando por fin estrechó la mano del último de ellos, respiró a gusto por primera vez en mucho tiempo. Todos se habían marchado maldiciendo a Drake Bell y rogándole que, si cambiaba de opinión, se pusiera en contacto con ellos.

Había ganado. Franklin lo tenía todo preparado para su vuelta al consejo de administración el lunes por la mañana. Había recuperado su vida.

Tenía menos de tres días para contarle a Zac quién era y porque había hecho aquello.

Los últimos rayos del sol entraban por las ventanas del restaurante, haciendo brillar las botellas y los vasos con un anillo dorado.

Para Vanessa, eso era como una bomba de relojería. Había empezado la cuenta atrás para el temido momento de la confesión.

Había conseguido evitar las conversaciones íntimas hasta entonces y Zac no le pidió explicaciones. Sencillamente la recibió el viernes por la noche con una sonrisa, diciendo:

Zac: Ponte a trabajar ahora mismo o te quitaré un tanto por ciento de la sociedad.

Vanessa se mordió los labios. Era tan adorable que sus mentiras le parecían cada vez más sucias.

Pero durante dos días aguantó sin decir nada. Sonrió hasta que le dolía la cara y disfrutó de las noches de pasión, agotada, pero sintiéndose querida entre sus brazos.

Cuando le pidió que se encargara del restaurante los domingos por la mañana para que él pudiera dedicarse a las cosas personales que había dejado aparcadas durante meses, ella aceptó, encantada. Era una forma de pagarle algo de todo lo que le debía.

El teléfono sonó entonces, interrumpiendo sus pensamientos.

Ness: Zac's, dígame.

Parker: ¿Ness? Menos mal que te encuentro.

Ness: ¿Parker? -Zac entraba en ese momento pero, afortunadamente, se quedó saludando a unos clientes-. Dime, Parker. ¿Qué pasa? -preguntó en voz baja-.

Parker: Si pillo a ese estúpido prometido tuyo lo mato. El idiota...

Ness: Parker, no te preocupes por Drake. No puede hacer nada. Ya me he encargado yo -lo interrumpió, Zac se acercaba en ese momento-. Ahora no puedo hablar. Luego te llamo.

Parker: Pero Ness. Tengo que...

Vanessa colgó el teléfono.

Ness: Hola, Zac.

Zac: Hola, cariño. ¿Qué tal va todo?

Ness: Bien. Sin problemas.

Zac: Te he echado mucho de menos. ¿Quién es Drake, por cierto?

Ness: ¿Drake?

Zac: Acabas de decir ese nombre mientras hablabas por teléfono.

Ness: Es mi ex -contestó sin pensar-.

Zac: ¿Tu ex novio? ¿El que te está dando problemas? ¿Quieres que le pegue una paliza? -bromeó-.

Ness: Cariño...

**: Qué escena tan encantadora. Espero no interrumpir.

Esa voz untuosa, arrogante... Era una voz que Vanessa había oído en sus pesadillas. Y cuando levantó la mirada, allí estaba. Drake. Drake Bell.

Zac: ¿Quiere algo?

Drake: De usted, nada. Pero veo que es muy «cariñoso» con mi futura esposa.

Zac se puso tenso. Pero ésa era su batalla, pensó Vanessa.

Ness: Drake.

No había cambiado en absoluto. El flequillo cayendo sobre la frente, la nariz arrugada como si algo oliese mal y las manos elegantemente colocadas sobre el faldón de la chaqueta, como si temiera tocar algo feo o indigno. Incluso su voz, educada en las universidades más caras del país, era la misma de siempre.

Drake: Buenas noches, Vanessa.

Ness: ¿Qué haces aquí?

Drake: Lo mismo que tú, creo. ¿Últimamente usas vaqueros?

Ness: Drake...

Drake: Cariño... este sitio cabría en el vestíbulo del Nice. No puedo creer que hayas estado escondida en este agujero durante todo el tiempo.

Ness: ¡Cállate! -exclamó-.

Drake: Ah, veo que ahora también tienes mal genio. Encantador. Casi tan encantador como esta tabernucha.

Vanessa golpeó la barra con el puño.

Ness: Un anuncio en el periódico no te convierte en mi prometido, Drake. Y cenar todas las noches a cuenta de la empresa tampoco te convierte en un crítico gastronómico. Tú solo entiendes de moda y de dinero que nunca has tenido que ganar. ¿Qué estás haciendo aquí?

Drake: Pues... -empezó a decir sacando tranquilamente una pitillera de oro del bolsillo-.

Vanessa supo entonces que Zac acababa de perder la paciencia.

Zac: Le sugiero que conteste a la señorita o se marche de aquí ahora mismo.

Drake sonrió.

Drake: He recibido una extraña información... Parece que has salido de tu escondite, Vanessa, y has estropeado mis planes. Me llevé a Franklin a cenar y le hice confesar. Siempre ha pensado que el cargo te quedaba grande, querida.

Ness: Y yo siempre he pensado que él es demasiado tonto para ser abogado. Al menos uno de los dos tenía razón.

Zac: Muy bien. Supongo que es la hora de las presentaciones -intervino-. Soy Zac y éste es mi restaurante.

Drake: Drake Bell III. Presidente de la cadena de restaurantes Hudgens. Supongo que habrá ido a alguno de mis... de nuestros restaurantes.

Zac no estaba mirándolo a él, sino a Vanessa, esperando una explicación. Y ella notó que se apartaba, no física, sino espiritualmente.

Zac: He dicho que es la hora de las presentaciones, Vanessa. Y me refería a todos.

Aquello era peor que cualquiera de sus pesadillas, que la peor de todas.

Ness: Me llamo Vanessa Hudgens.

Zac: De la cadena Hudgens -murmuró-.

Ness: Así es.

Zac: Qué tonto soy. Aunque supongo que, al final, te habría reconocido -murmuró cerrando los ojos-. No quiero saber a qué has estado jugando. Siempre supe que escondías algo, pero nunca imaginé que sería esto.

Ness: Iba a contártelo esta noche...

Zac: Da igual.

Vanessa lo vio darse la vuelta y dirigirse a la cocina sin decir una palabra más. Y se le rompió el corazón. Era como si estuviera gritando y nadie la oyese.

Drake: No sabía quién eras, qué inteligente. Y tampoco sabía lo de nuestro compromiso, ¿verdad? Pero claro, los empleados siempre se enamoran de ti y no querías que se sintiera como un bobo...

Por el rabillo del ojo, Vanessa vio que Zac se detenía un momento al oír esa frase. Pero luego entró en la cocina sin mirar atrás.

Ness: ¿Qué demonios quieres de mí, Drake?

Drake: Como Franklin me dijo que volvías con nosotros, he decidido adelantarme y darte la bienvenida, querida.

Vanessa lo miró como miraría a un mosquito. Y, como haría con un mosquito, tomó un paño húmedo de la barra y lo golpeó en la cara con él.

Ness: Vete al infierno -le espetó-. ¡Billy! -llamó a uno de los clientes-. Acompaña a este... acompáñalo a la puerta, por favor.

Billy: Encantado, guapa.

El grito de Drake apenas se registró en su cerebro. Vanessa abrió la puerta de la oficina, pero Zac no levantó la mirada. Amaba a aquel hombre, pero le había mentido. Que lo hubiera hecho para protegerse a sí misma no significaba nada. Y lo había perdido. Solo quedaba la verdad para intentar, al menos, curar la herida.

Ness: Tú sabías que no te estaba contando la verdad. Lo sabías.

Zac: Sabía que te escondías de algo. Pensé que era un novio o algún problema familiar -suspiró-.

Ness: Y lo era...

Zac: No, Vanessa. Eres la heredera de una de las cadenas más importantes de restauración del país, pero me dijiste que eras camarera.

Ness: Sí, pero...

Zac: Tienes millones en el banco y me dijiste que no podías pagar un apartamento.

Ness: Pero...

Zac: Estás prometida con ese hombre y me dijiste que me querías. ¿Te acuerdas, Vanessa?

Ness: Zac, cuando mi abuela murió me quedé destrozada. Mi madre insistió en mi compromiso con Drake y yo acepté porque... porque estaba demasiado triste como para pelearme con ella.

Zac: Podrías haberme contado la verdad mucho antes.

Ness: Iba a hacerlo esta noche. Pero no encontraba la forma...

Zac: ¿De no hacerme quedar como un bobo? ¿Tienes idea de cómo me siento ahora mismo? ¿Tienes idea de lo que siento después de haberte ofrecido ser mi socia? ¿Después de haberte ofrecido compartir mi vida, mis sueños? Y ahora me entero de que eres la heredera de la cadena Hudgens...

Ness: Pero este restaurante es tu vida, Zac. Y es un sitio encantador, único. No me digas que te hago sentir inferior.

Zac: Vanessa, tú podrías comprar este restaurante con solo levantar un dedo. Pero tienes razón, éste es mi negocio y pensé que tenía algo que ofrecerte...

Ness: Y así es.

Zac: Mi familia te quiere, Vanessa. La tuya, evidentemente, no. Tu trabajo aquí era apreciado y no sé si antes lo era. Y yo te quería. Pensé que eso sería suficiente.

Ness: Lo es, Zac. Lo es. Sigue siendo suficiente -murmuró con lágrimas en los ojos-.

Zac: ¿Cómo va a serlo? ¿Cómo puedo ofrecerte nada?

Ness: Te quiero.

Zac: Entonces, quédate.

Ness: No puedo -suspiró-. Tengo que contarte la verdad y así quizá podrás entenderme. Y entenderás por qué no puedo quedarme. No he querido hacerte daño, Zac.

Zac: No querías, pero lo has hecho. Vuelve a tu imperio, Vanessa Hudgens, donde puedes tratar a la gente como te dé la gana a cambio de un buen cheque.

Zac se levantó y salió de la oficina. La luz se fue con él.

Vanessa miró alrededor. Miró la oficina llena de papeles. Y se dio cuenta de que compartir aquella diminuta oficina con Zac era lo único que deseaba en la vida...

Miley: ¿Vanessa?

Era Miley, que seguramente lo había oído todo.

Ness: Me odia. Tu hermano me odia porque no necesito su ayuda. -Y Lily, Sarah, Miley, Brittany, Drew... toda la gente a la que había mentido-. Necesitaba que me quisiera. Y lo siento. Lo siento mucho.

Pero no había forma de disculparse y el silencio de las tres mujeres lo dejaba bien claro.

Con los ojos llenos de lágrimas, Vanessa corrió hacia la puerta y salió al callejón, dejándolo todo atrás.

Dejando atrás lo único que le había importado de verdad en toda su vida.

Ooohhh...

Este capi es casi tan triste como los pocos comentarios que tuve en el capi anterior v.v

Bueno, supongo que andaréis ocupadas. Pero espero tener más coments en este. 

¡Un besi!