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lunes, 6 de mayo de 2013

Capítulo 1


Vanessa llevaba un vestido blanco de corte sencillo, con cuello redondo, mangas holgadas que ocultaba sus delgados brazos y una falda plisada que disimulaba su delgadez.

A pesar del fuerte calor de la tarde, el color del vestido le ayudaba a reflejar los intensos rayos del sol griego, mientras caminaba como un autómata por las calles desiertas.

Se le había erizado el vello de los brazos; un extraño estremecimiento parecía recorrerla por entero, persistentemente, helándole la sangre.

Vestía de blanco, pero con la extraña indiferencia que empezó a dominarla desde que se celebró el convenio, pensó que debería vestir de negro, puesto que ese era el color del luto... ¿Acaso no había perdido casi todo por lo que alguna vez vivió? ¿Acaso no estaba cerca, en ese momento, de renunciar a lo último que le quedaba?

Se dijo que esa caminata la tranquilizaría, le daría tiempo para ensayar lo que le diría a Zac. No habría lágrimas ni acusaciones, decidió firmemente. Había perdido demasiado, pero al menos, también había recuperado parte de su orgullo destrozado. Había necesitado pasar tres noches en vela para comprender y aceptar la verdad, para asimilar la pena y tomar esa terrible decisión.

Se apartó del camino y bajó por el sendero polvoriento, bordeado de hierba y flores silvestres. Al llegar al pueblo, cruzó el hermoso jardín, con sus patios dispuestos en diferentes terrazas donde podían verse dalias, rosas y gladiolos bajo columnas de piedra adornadas por enredaderas y campanillas de color rojo y naranja. Pasó por debajo de un arco cubierto de hiedra y llegó ante la puerta principal.

Se detuvo e inclinó la cabeza. Llevaba su hermoso cabello de color negro ébano recogido detrás de la cabeza, con lo que dejaba al descubierto su largo y delicado cuello. Se quitó las gafas oscuras y se dispuso a buscar la llave en el pequeño bolso que llevaba colgado al hombro.

Apretó los dientes con desesperación mientras cerraba el puño de forma convulsiva sobre la suave piel de su bolso. Una vez más se había dejado llevar por la fuerza de la costumbre... Por un instante se había olvidado de que ya no podía entrar y salir de Villa Andrómeda cuando lo deseara. Durante un tiempo había sido dueña; en ese momento, simplemente era una visitante.

Respiró profundamente y dejó de buscar la llave que ya no poseía. Cerró el bolso y pulsó el timbre con una seguridad que estaba muy lejos de sentir.

**: Señora Efron...

El saludo de la mujer de mediana edad que abrió la puerta era una mezcla de placer, tristeza y vergüenza, cuando Vanessa la saludó con una inclinación de cabeza, como si fuera lo más normal del mundo esperar una invitación de su sirvienta para entrar en su propia casa. Sabía perfectamente que ya no era bienvenida en aquella casa... y que la lealtad de Emili era para Zac.

Ness: Creo que el señor me espera, Emili -dijo con voz bien modulada y entró en el fresco vestíbulo-.

La sirvienta cerró la puerta.

Vanessa podía haber dicho «mi marido» o «señor Zac»; en lugar de ello, había escogido deliberadamente una expresión más formal. Formalidad y cortesía eran la orden del día, por encima del sentimiento y la emoción, que habían quedado atrás; en el pasado. Para conocer la pasión, tenía que estar viva y, desde que conoció la sentencia del tribunal, se había sentido muerta en todos los sentidos de la palabra, menos en el propio. Se le había helado la sangre ante aquella resolución que, para su sentido británico de la justicia, había resultado tan grotesca.

Emili: Si la señora quiere esperar... -se mostraba incómoda ante lo incoherente de tener que pedirle a Vanessa que esperara en la que había sido su sala. Se mordió el labio con pesar y añadió con agitación-: No creo que el señor la esperara tan temprano. Hace poco que ha terminado de comer y creo que ahora mismo se está dando una ducha.

Ness: No hay prisa -con la elegancia de una princesa, caminó hacia la sala-. Tal vez quieras avisarle que estoy aquí, cuando termine.

Sin poder evitarlo, en su mente apareció la imagen de Zac desnudo, vulnerable, bajo un chorro de agua. «No, vulnerable no», se corrigió, puesto que esa palabra implicaba debilidad y no había nada débil en el hombre con el que se había casado. Precisamente fueron su fuerza y su decisión lo que más la atrajeron de él, aquella tarde, hacía ya cinco años y medio.


Vanessa tenía entonces diecisiete años y estaban en vísperas de Navidad.

Sentada en la sala, rememoró aquel encuentro en Tisdale Country, Inglaterra. Ella había salido con el grupo de la escuela de arte, donde estudiaba diseño textil. Habían alquilado un pequeño autobús para volver a sus casas, después de la fiesta de fin de curso, donde habían estado bebiendo champán.

Al entrar en el vestíbulo de su casa, que esperaba encontrar desierta, fue recibida por su hermano. Vanessa exclamó al verlo:

Ness: ¡David, querido! ¡Creía que ibas a pasar la Navidad con Marina!

Debido a la sorpresa que le causó verlo no advirtió la presencia de la otra persona que se levantó cuando ella entró. Cuando lo descubrió, lo miró con el ceño fruncido, extrañada.

David: También yo lo creía. Resulta que ella no tiene tiempo libre hasta el primer día laborable después de Navidad; por lo tanto, decidí pasar un par de días con la familia. Además me he traído a un amigo para que comparta las celebraciones con nosotros.

Ness: ¡Maravilloso! -exclamó con entusiasmo-. ¡Mi primer regalo de la Navidad de este año! -de inmediato se volvió para saludar al visitante-.

Su primer error fue asumir que el recién llegado sería de la edad de David. Su hermano tenía diecinueve años y su amigo, casi veintitrés. Al fijarse mejor en él, ella deseó haber sido menos entusiasta con su saludo. No hubo nada irrespetuoso en la manera en que él la observó; entonces, ¿por qué Vanessa se arrepintió en ese momento de haber escogido esa ropa para la fiesta de disfraces?

Para la fiesta, Vanessa había decidido llevar algo que resultara sencillo, y a la vez imaginativo. Sobre un traje de malla de color carne había fijado tiras de gasa de seda azul y verde. Entre éstas había colocado otras tiras de una tela plateada y brillante. Sobre su cabello negro que le llegaba hasta la cintura, se había colocado finos cordones de hilo plateado.

En la fiesta, su traje había suscitado la admiración de todos, pero en ese momento, en presencia de ese hombre cuya mirada amenazaba con destruir su compostura, se sintió infantil y vulnerable. Era su mirada, sus ojos, lo que más la intranquilizaba. Tenían el color azul cielo de los mares tropicales y parecían llenos de vida.

David: Vanessa, te presento a Zachary Alexander Efron. Ha estado trabajando en técnicos de investigación de ingeniería informática en el New College. Como iba a permanecer en Inglaterra durante las festividades, pensé que le gustaría ver cómo las celebramos.

Zac: En Grecia, nuestra fiesta mayor tiene lugar en Pascua -dijo el recién llegado, con voz baja y sonriéndole con los ojos-.

Solo un ligero acento traicionaba su origen griego.

Ness: Sí, lo sé -respondió en un esfuerzo por impresionarlo-.

Creyó que iba a desmayarse cuando él se acercó más y le tomó la mano.

Zac: Vanessa -el sonido de su nombre pronunciado por sus labios le produjo el mismo efecto que una caricia y la joven se estremeció, mientras su corazón latía con fuerza. Los ojos de ese hombre le transmitieron un mensaje que no se atrevía a traducir, mientras recorrían su cuerpo de pies a cabeza. Después, fijó la mirada en sus ojos marrones, rodeados por largas y espesas pestañas oscuras-. No es un nombre muy común. ¿Acaso soy más ignorante de lo que se supone?

Ness: Es de origen bíblico -explicó-. Vanessa fue la esposa de Ananías.

Zac: Ah, sí. El hombre que mintió y pagó el precio de su mentira con la vida. Si no recuerdo mal, su esposa compartió su destino -comentó-.

Ness: ¡Siempre pensé que ese acto fue una gran demostración de lealtad! -manifestó y lo miró con desafío, decidida a defender a la mujer cuyo nombre ostentaba-. Si yo amara a un hombre, le sería leal de la misma forma, hasta la tumba.

Zac: Y ese será un hombre con suerte -opinó-. Veo que el disfraz que lleva esta noche no tiene nada que ver con su homónima bíblica. ¿Va disfrazada acaso de lirio acuático?

Ness: ¡No! -exclamó contenta por la oportunidad que se le había presentado de dejar escapar parte de la tensión-. Voy disfrazada de ninfa...

Sus miradas se encontraron y Vanessa se sintió extrañamente atraída por él, como si hubiera caído en un campo magnético donde la fantasía fuera más fuerte que la realidad.

Zac: Quizá tú seas mi regalo de Navidad -murmuró-.

De pronto, Vanessa recordó la presencia de su hermano. ¿Qué pensaría David de ese coqueteo entre dos personas que eran prácticamente unos desconocidos? Sin embargo, su hermano no los estaba viendo, pues en ese instante se estaba sirviendo una copa al tiempo que se quejaba de tener una novia que era enfermera en un hospital. Vanessa sonrió con cortesía e ignoró las palabras de Zachary, consciente de que ese hombre era el más atractivo que había conocido hasta entonces. Sin darse cuenta de lo que hacía, deslizó la mirada por sus hombros, su pecho, su cintura y sus musculosas piernas.

Zac: ¿Se puede cambiar un regalo de Navidad si no es de nuestro agrado? -preguntó con tono suave; sus ojos brillaban como diamantes-.

Ness: Algunas personas lo harían -comentó. Deseó que su corazón recuperara su ritmo normal y que las manos dejaran de temblarle-. Aquí solemos decir que la intención es lo que cuenta. Supongo que David ya le habrá indicado qué habitación va a ocupar, señor Efron.

Sabía que sus padres recibirían a un huésped inesperado de buen grado. Después de todo, la casa tenía cuatro habitaciones que con facilidad podrían adaptarse para recibir a un invitado más, con la sencilla condición de que Vanessa dejara su habitación y compartiera la de su hermana mayor, Rebecca.

Zac: Dormiré en tu cama, Vanessa... si no tienes objeción.

Ness: ¡Es toda suya! -El recuerdo de la hospitalidad griega había originado su rápida respuesta, pero no pudo reprimir un estremecimiento. Era casi como si le hubiera dicho: «Tómame, soy tuya»-. Que duerma bien, señor Efron.

Zac: Gracias -no sonrió y Vanessa tuvo la impresión de que le había leído el pensamiento, algo que no le sorprendió-. Como voy a compartir con vosotros esta festividad, quizá pueda convencerte para que me llames Alexander.

Ness: Alexander... -repitió y ladeó la cabeza-. Es un nombre poco común y muy atractivo...

El instinto le indicó que se estaba prestando un juego muy peligroso al coquetear de esa manera con un hombre maduro con una experiencia mucho mayor que la suya. A pesar de ello, tal y como comprendería después, con diecisiete años de edad era demasiado joven para comprender con exactitud lo estimulante que había resultado su comportamiento para él.

Después de un momento, Vanessa añadió:

Ness: Creo que me gustaría llamarlo de una manera diferente, un nombre que fuera especial entre usted y yo... -no obtuvo ninguna respuesta; él se limitó a levantar una ceja y continuó examinándola con la mirada, lo que le produjo un ambiente de particular tensión. La joven interpretó su silencio como aceptación a su sugerencia y anunció-: Lo llamaré Zac.

No sabía por qué se le había ocurrido ese nombre. Más tarde, intrigada por la fuerza y la intencionalidad de su subconsciente, había buscado el significado de ese nombre en un diccionario:

«Dueño de tierra otorgada por valentía y servicio personal al rey. Hombre que ocupa una posición intermedia entre un hombre libre ordinario y un noble».

Inmediatamente después de conocer el significado, las palabras habían acudido a su mente: «amo», «señor», «señor feudal...».


Hizo un esfuerzo para apartar sus pensamientos del pasado. La Villa Andrómeda había sido construida en la ladera de una colina, en las afueras de Kethina, un pueblo pequeño no lejos de Atenas.

Por las puertas de cristal abiertas podía ver los jardines y la propiedad vecina. Todo estaba muy quieto y tranquilo, como si la vida hubiera quedado sumida en una total inmovilidad y su sufrimiento se hubiera convertido en un extraño vacío. Inquieta recorrió la habitación con la mirada.

Nada había cambiado, desde que nueve meses antes tomara la decisión de irse de la villa y vivir en el apartamento de Ashley. El suelo de mosaico estaba inmaculado; los muebles eran en extremo elegantes y las paredes blancas, con sus arcas y hornacinas resultaban agradables a la vista. ¿Por qué iba a haber cambios Ella apenas había añadido algunos toques superficiales a la casa de Zac. La eficiente Emili era la encargada de su comodidad.

Alguna vez llegó a pensar que su contribución a la vida de Zac había sido especial y única. Una sensación de desolación la dominó y cerró los puños sobre el bolso que tenía sobre las piernas. Siempre le había encantado esa habitación y echaba de menos no poder relajarse allí.

Un ruido en la puerta le avisó de la llegada de Zac. Cuando se volvió dispuesta a enfrentarse a él, el bolso se deslizó sobre sus piernas y cayó al suelo. Apretó los labios con enfado ante su torpeza. Un descuido momentáneo en su concentración y la dignidad que con tanto cuidado había construido.

Con cuidado, se agachó para recoger el bolso y contó despacio hasta tres, para recuperar el control, antes de levantarse para mirar el rostro hostil del hombre que la observaba.

Pensó que tenía la apariencia que debió de haber tenido Lucifer poco después de haber sido expulsado de los cielos. Se permitió el lujo de sostenerle la mirada y se sorprendió al notar lo cambiado que estaba. Tenía ojeras y cierta palidez. En las comisuras de su boca se dibujaban nítidamente unas arrugas de tensión.

Sin embargo, seguía igual... el orgullo y la agresividad que emanaban de su cuerpo formidable, la firmeza de su mandíbula y la falta de piedad de sus facciones, sin un asomo de ternura o comprensión. Pensó con un estremecimiento que era un hombre indomable. Recordó que un momento antes, de manera involuntaria, se había inclinado ante él, un Zac, el señor, el amo...

De pronto, tuvo la sensación de que aquella sala se había convertido en un túnel oscuro y un gemido escapó de sus labios. Sintió, más que vio, que él se acercaba con rapidez y la tomaba entre sus brazos, para evitar que cayera al suelo, pues sus piernas ya no la sostenían.

No perdió el sentido por completo. Antes de que la depositara sin esfuerzo sobre el sofá, el oxígeno volvió a circular por su cerebro. ¡Y pensar que se había creído preparada para soportar el impacto del encuentro con Zac en esas condiciones! Resultaba claro que había subestimado el poder de su presencia o tal vez su propia fragilidad.

Zac: Toma, bébete esto y te sentirás mejor -le entregó una copa con licor-.

Ness: ¿Metaxa? ¿Para mí? ¡El día de Santo Domingo es en enero, no en junio!

Vanessa vio cómo los nudillos de Zac se ponían blancos al agarrar con fuerza la copa. ¡Su comentario lo había hecho reaccionar! Parecía que no había olvidado la última vez que la vio con una copa en la mano, cuando le dijo con tono sarcástico que para ella todos los días eran como la fiesta de Santo Domingo. En aquel momento la joven no comprendió a qué se refería y Zac tuvo que explicarle, con fría superioridad, que ese era el día en que las mujeres griegas festejaban a las comadronas.

“Es el único día del año en que nuestras mujeres pueden beber un poco más de lo que les resulta conveniente, sin ser criticadas por ello.”

Sus palabras la habían herido, aunque la joven tuvo que admitir que durante aquella época le había dado por tomar una copa pequeña de brandy todas las noches, antes de irse a la cama, para así poder dormir. No obstante, no había esperado que la insultara de ese modo, como si fuera una alcohólica.

En ese momento, Zac la miró, más calmado, y le dijo:

Zac: Entonces, ¿recuerdas eso? Me sorprendes, Vanessa. Pensé que la cultura y las costumbres de mi país te parecían demasiado aburridas.

Ness: Creo que uno siempre recuerda una injusticia. Grecia nunca me aburrió.

Zac: Entonces, solo te aburrieron los griegos... yo diría que uno en particular -indicó-.

Vanessa se irritó al escuchar sus palabras.

Ness: Si eso es lo que quieres creer, no deseo discutir contigo.

Zac: ¡Eso es una mejora definitiva! -exclamó-. En ese caso, tómate tu medicina... y sonríe.

Ness: No... No, no puedo -aseguró y no aceptó la copa-. No sería prudente beber con el estómago vacío, en especial, con este calor.

Zac: ¿No has comido? -le preguntó con el ceño fruncido, exigiéndole de inmediato una respuesta-.

Vanessa no había comido, y tampoco había cenado la noche anterior, pues comer le había importado muy poco en los tres últimos días.

Ness: No tenía ganas de comer -respondió al fin con indiferencia-. Algunas veces, el calor me afecta de esa manera.

Zac: ¡Hum! -exclamó. Dejó la copa de brandy sobre la mesa, se dirigió hacia la puerta y llamó a Emili-. Por favor, trae algo para que coma mi mujer. Algo que tiente su falta de apetito... -volvió junto a Vanessa y se colocó a su lado, erguido cuan alto era. La joven pensó que verlo no le producía ningún placer. Lo único que quedaba de lo que alguna vez había sentido y creído que era amor, era un dolor que formaba parte integral de su existencia, desde hacía ya unos meses-. Emili te traerá algo de comer -con la mirada la retó para que hiciera alguna objeción-. Tendrás que comer, Vanessa, pues desafiarme sería una irresponsabilidad, dadas las circunstancias. Si no te importa sufrir un accidente con el coche, al menos piensa que llevarás a mi hija contigo.

Estaba tenso y molesto; demasiado inquieto para tranquilizarse, parecía un animal enjaulado. Metió las manos en los bolsillos de sus pantalones claros.

Ness: No cogí el coche para venir hasta aquí; he venido andando -le informó con calma-.

Experimentó una sensación de triunfo al ver que su confesión había hecho que dejara de caminar de un lado a otro de la habitación

Zac: ¡Has venido andando! ¡Cielos mujer! ¿Desde el pueblo? ¿Con este calor? ¡Con razón pareces medio muerta!

Ness: Gracias a ti, Zac -respondió y sonrió sin ganas-.

No le había herido su comentario, pues sabía que era la verdad. Cada mañana, el espejo que había en la habitación de invitados del apartamento de Ashley le confirmaba su delgadez y su falta de atractivo.

Zac: ¿Cuáles son tus planes? ¿Drew asumirá el papel de chófer... o piensas coger un taxi? -al ver que ella no respondía, añadió-: ¿Acaso esperas que yo te lleve?

Por instinto, Vanessa se acobardó ante su acceso de furia y se encogió en el sofá. ¡Cómo si pudiera atreverse a pedirle algo a él! El solo hecho de verlo era una pesadilla que solo soportaba porque su sentido personal del honor así se lo exigía.

Ness: No espero nada de ti -aseguró con dignidad-. Tengo la intención de regresar de la misma manera que llegué.

Zac: ¡A pie! -explotó con ira-. ¿Con una niña de tres años? -antes de que ella pudiera adivinar sus intenciones, se acercó, la obligó a ponerse de pie, la sostuvo por los brazos y la miró a la cara-. ¿Piensas llevarte a Jessica, Vanessa? Has venido a quitarme a mi hija, no es así.

Ness: ¿Por qué? -de pronto la ira la hizo sentirse viva-. ¿Eso significa que sí estarías dispuesto a entregarme a tu hijo? -lo miró con desafío-.

Sus preciosos ojos marrones brillaron de forma peligrosa.

Zac: No -respondió hundiéndole los dedos en los brazos-. No. Si eso es lo que esperas, olvídalo. Nunca te daría a mi hijo. Legalmente Alex es mío... y seguirá siendo mío. ¿Es por eso por lo que has venido? ¿A pedirme que te entregue a Alex?

Ness: Quítame las manos de encima -le ordenó-.

Su propia ira la sorprendía.

Él obedeció. De forma automática, Vanessa levantó las manos para frotarse los brazos con un gesto de dolor. Pudo ver que la mirada de Zac se nublaba al advertir su movimiento... ¿acaso había sentido cierto remordimiento? ¿O fue irritación? Resultaba difícil de precisar. Con una calma que no sentía, añadió:

Ness: No tienes ninguna necesidad de demostrarme tu fuerza. No he venido a reclamar a nuestro hijo... Al contrario, he venido a decirte que estoy dispuesta a renunciar a mi derecho a la custodia de nuestra hija -hizo una pausa, no para conseguir un efecto dramático, sino porque tenía dificultades para articular las palabras-. Puedes quedarte con los dos niños.




Uy, uy, uy... Menudo primer capítulo :S
No empezamos muy bien. Aunque me ha gustado Vanessa imaginándose a Zac en la ducha XD. Es inevitable...

¡Gracias por los coments de la sinopsis!

Creo que ha quedado claro que Zac es el padre de los niños XD. Es la primera vez que una sinopsis os deja confundidas XD. Mejor, mejor...

Lau, sé que te gusta que Zac tenga un año más que Vanessa así que en esta novela no estarás muy contenta XD.

Claudix, gracias por querer recomendarme música o novelas coreanas, pero la verdad no me interesan XD. Pero gracias. La verdad no tenía ni idea de que gustara tanto. En España, que yo sepa, lo único coreando que se oye es el Gangnam Style XD.

Por cierto, la nove tiene once capítulos.

¡Comentad!
¡Un besi!


4 comentarios:

Lau B. dijo...

Nope, no me gusto...
Lo que quiero decir es que esta Vanessa se muestra fuerte en su propia debilidad pero la fuerza se la da la rabia y de la rabia no sale NUNCA nada bueno...
Ademas del hecho que para mi que una madre de a sus dos hijos es pero que una guerra nuclear...
Muy mala primera impresion Vanessa! SHAME ON YOU!
de cualquier forma yo soy de las tipicas que da segundas oportunidades y la novela recien comienza... así que veremos...
En cuanto a lo de la edad a mi si me gusta que Zac tenga un año mas que Vanessa, mas bien es regla, pero en mis novelas no exigo eso en las de los demas porque la diferencia de edad puede ofrecer un buen drama aunque me duela admitirlo xD
Publica pronto please
Bye
Xx Lau

Unknown dijo...

Me ha facinado el primer capi, como tambien me ha dejado muy confunida.. Pero supongo que al pasar los capitulos entendere mas.

Creo que es la primera nove que empieza tan mal asi, de que zac y vanessa estan distanciados. Porque no estan juntos?

Los hijos son de los dos verdad?.

Unknown dijo...

Me ha encantado realmente, la lo voy leyendo 3 veces al mismo capitulo jaja.

Espero que subas pronto, ya que me has dejado con la intriga y muy confundida por cierto.

Unknown dijo...

Te entiendo, al principio yo también era así.. Es que es una cultura muy diferente, hay que adaptarse a ciertas cosas si eres fan de alguna celebridad coreana.. Cuando Zac y Vanessa terminaron, estaba media depre jaja, pero el Kpop es como una adicción, no puedes dejar de escucharlo una vez que estas bien metido en ello y como que me olvidé bastante de ellos por un tiempo, recien estoy reempezando a leer webnovelas..

Oh! cierto, dijiste que tenías novelas donde moría gente verdad?? Genial! No es que sea una extraña, es solo que me gusta el drama :D

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