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sábado, 27 de abril de 2013

Capítulo 8


Apretando un paño húmedo sobre la herida que tenía en la frente, Vanessa decidió que la historia oficial sería la puerta de un coche o quizá una lámpara mal colocada. Cualquier cosa antes que la verdad.

Contar que un hombre furioso le había dado un golpe en la cabeza con un móvil era más bien embarazoso.

Y contar que se había metido en una pelea que terminó con un claramente furioso chihuahua meándole encima, era sencillamente humillante.

No, mejor contar lo de la puerta del coche.

Cuando apartó el paño y vio que estaba manchado de sangre, Vanessa hizo una mueca. El aspecto lastimero iría bien para la reunión que iba a mantener en el hotel Charles. Daría la imagen perfecta de una ejecutiva que controla todo lo que le rodea. Ja, ja.

Ni siquiera el maquillaje podría cubrir ese moratón.

Y la semana había empezado tan bien...

Vanessa se tomó libre el lunes por la tarde para teñirse el pelo y para buscar un traje adecuado con todo el dinero que tenía. Podría parecer una frivolidad, pero ella sabía que era mucho más fácil exigir respeto a un montón de ejecutivos cuando una lleva puesto encima un traje de Chanel que vale mil quinientos dólares. Además, casi podría considerarlo una armadura.

Cuando llegó a casa, rezó para que Miley no estuviera porque no quería que viese la bolsa con el famoso logo. Cuánto deseaba que llegara el día en el que ya no tendría que fingir. La tensión, el miedo, las mentiras cada día le pesaban más.

Se recordó a sí misma que debía saber si Miley estaría en casa el día que iba a verse con los supuestos compradores de la cadena Hudgens. Si no, tendría que reservar otra habitación en el hotel Charles para vestirse en privado, lo cual era ridículo.

Usar su dúplex como base de operaciones sería lo ideal, pero no estaba preparada para volver a casa. Además, estaba segura de que, en el momento en que pusiera un pie en la puerta, alguien llamaría a Drake para alertarlo de su regreso. Sin duda, su «prometido» pagaba bien por ese tipo de información.

No, lo mejor sería esperar un poco.

El lunes por la mañana estuvo dando vueltas por el apartamento de Zac, preguntándose si debía ir a verlo al restaurante. Pero luego pensó que seguramente no iban a pasar todas las noches juntos a partir de aquel momento... ¿o sí?

Vanessa volvió a su casa, o más bien a casa de Miley, y sacó un cartón de helado del congelador. Seguramente lo de la noche anterior había sido solo eso, una noche, y Zac no querría repetirlo.

Cuando sonó el teléfono casi se le cayó el helado de las manos.

Ness: ¿Dígame?

Zac: ¿Por qué no estás en mi casa? -preguntó a modo de saludo-.

Ness: Pensé que...

Zac: ¿Qué? ¿Que no querría verte allí cuando volviera? Cariño, me gustaría encontrarte allí todos los días.

Ness: Muy bien -sonrió-. Espero que no te importe que duerma desnuda.

Zac: Estás intentando torturarme, ¿verdad?

Ness: ¿Y funciona?

Zac: Vuelve a mi casa, ¿de acuerdo? Tienes la llave. No me apetece meterme en tu cama con mi hermana en la habitación de al lado, pero si me obligas...

Ness: No lo haré. Cierra el restaurante lo antes posible, cariño.

Zac: Intentaré llegar lo antes posible, pero...

Ness: No te preocupes, te entiendo. Llegarás cuando puedas.

Vanessa colgó, sabiendo que Zac estaba sorprendido. Seguramente nunca había encontrado a una mujer tan comprensiva con su trabajo. Pero ella lo era porque conocía el negocio. Y lamentaba que otra mujer lo hubiera dejado escapar por eso. O, más bien, no lo lamentaba en absoluto.

Desde aquel día había dormido en casa de Zac casi cada noche. Hacían el amor y luego se quedaban dormidos con los brazos y las piernas entrelazados, sin separarse más que lo necesario para respirar.

Pero un día llegó al restaurante y comprobó que Zac había contratado a un nuevo camarero, Jack, un chico joven y delgado que parecía conocer bien el negocio. Resultó ser también un ligón con las clientas, particularmente con las que tenían edad para ser su madre. Pero la cuarta vez que llegó tarde a trabajar, Vanessa decidió hablar con Zac.

Ness: No es que no me caiga bien. Trabaja mucho, pero...

Zac: ¿Pero?

Ness: Llega a la hora que le da la gana. Hoy me ha dicho que ha llegado tarde porque la chica con la que ligó anoche quería... que se quedase un poco más.

Zac: ¿Ah, sí?

Ness: Según él, es demasiado joven como para rechazar un revolcón.

Zac soltó una carcajada.

Zac: ¿Y tú qué le has dicho?

Ness: Que ya tiene edad para poner un despertador y que su trabajo debería ser lo más importante para él.

Zac: Estoy de acuerdo -sonrió-. Bueno, pues entonces ya está decidido.

Ness: Un momento. Yo no quiero que lo despidas, solo que le llames la atención.

Zac: Si él llega tarde, tú tienes que trabajar más, ¿no? Además, ya le he advertido un par de veces. Si mañana vuelve a llegar tarde, se acabó.

Ness: Muy bien -sonrió-. Eso me parece justo.

Zac: Me alegro de que estés de acuerdo.


Unos días más tarde, cuando Zac volvió del banco, Vanessa había despedido a Jack.

Zac: ¿Qué?

Ness: He hecho lo que habrías hecho tú. Ha vuelto a llegar tarde y no tenía ninguna excusa. Así que lo he despedido.

Zac: Lo has despedido.

Ness: Pero no te preocupes. Esta noche llega una camarera nueva. Ya he llamado a la agencia de trabajo temporal.

Zac: Has despedido a Jack y has contratado a otra persona -murmuró-.

Ness: Sí, es la chica que entrevistamos la semana pasada, Anita.

Zac: ¿Ésa? Pero si estaba tan histérica que apenas la entendía. ¿Te has vuelto loca?

Ness: Claro que no. Charlé con ella después y me pareció una chica muy simpática. Lo que pasa es que tú la ponías nerviosa -sonrió-. Y necesita el trabajo, Zac. Yo la entrenaré, no te preocupes.

Zac: No sé para qué me molesto en venir. Eres tú quien dirige el restaurante -protestó-.

Ness: Lo siento. Sé que me he pasado, pero es que Jack tiene una cara increíble.

Zac: Debería despedirte -sonrió inclinándose para darle un beso-. Pero si te despido, dejarías de acostarte conmigo.

Ness: Oye...

Zac: Además, has hecho bien. Pero si Anita echa a todos los clientes con sus nervios, tú pagarás las consecuencias.

Vanessa soltó una carcajada.

Ness: De acuerdo.

Zac: Venga, a trabajar.

Desde ese momento, Vanessa intentó no extralimitarse. Pero, en realidad, ese incidente pareció acercarlos todavía más. Si eso era posible.

Un domingo por la mañana, le hizo tortitas para desayunar y, para hacerlas, tuvo que mirar la receta.

Ness: ¿Creías que era una broma lo de la comida hindú? Es lo único que sé hacer. Bueno, también algo de cocina francesa...

Zac: ¿Cocina francesa?

Ness: Pero no te preocupes, con una receta a mano puedo hacer casi cualquier cosa. Y no pienso envenenarte, tranquilo.

Vanessa se mordió los labios. «Cocina francesa». Cada vez metía más la pata. En cualquier momento se le escaparía algo sobre su vida que a Zac no le pasaría desapercibido.

Zac: Me arriesgaré -sonrió abrazándola-.

Como Vanessa solo llevaba una camiseta, el juego no terminó ahí. Empezó acariciándola de broma y acabó tomándola en brazos.

Ness: Las tortitas -murmuró entre beso y beso-.

Zac: Más tarde -dijo llevándola al dormitorio-.


Cuando se fue al restaurante, Vanessa llamó a su abogado. La reunión con los supuestos compradores de la cadena tendría lugar la semana siguiente.

Ness: Diles que el viernes por la tarde. No puedo esperar mucho más.

Franklin: Pero señorita Hudgens...

Ness: No discutas conmigo, Franklin.

Setenta y dos horas antes de la reunión, Vanessa empezó a tener problemas. El comentario sobre la cocina francesa durante el desayuno fue el primero de una cadena de incidentes.

Cuando su alma mater ganó el primer partido de baloncesto de la temporada y ella gritó: «¡Arriba Stanford!», Zac la miró, sorprendido.

Ness: Me habría gustado estudiar allí -dijo a modo de explicación, antes de ir corriendo al servicio. Una vez allí, se miró al espejo-. Sé Vanessa Montez durante unos días más, solo unos días más.

Pero no valió de nada. Con el retorno inminente de su vida, cada día le resultaba más difícil ser Vanessa Montez y no Vanessa Hudgens.

Además de trabajar con Zac, dormía con él, de modo que en cualquier momento podría meter la pata hasta el fondo. Y eso no podía pasar.

Si a Zac le pareció raro que se levantara antes que él para volver a casa de Miley, no dijo nada. Y tampoco pareció extrañarle que no hablase más que de trabajo.

Pero Miley sí se dio cuenta y la arrinconó en la cocina.

Miley: ¿Qué te pasa, Vanessa? No me has dicho más de diez palabras desde que has llegado. Y me he dado cuenta de que tampoco hablas con mi hermano. ¿Qué ocurre?

Ness: Nada. En serio, no me pasa nada. Es que últimamente he pensado mucho en mi familia... Estoy intentando decidir qué debo hacer.

Miley: Ya.

Ness: No estoy planeando matar a mi novio...

Miley: ¡Ex novio! -gritó-.

Lily se volvió, sorprendida. Vanessa no sabía si sus recetas eran especialmente complicadas, si la nueva cocinera era una inútil o si la madre de Zac no quería dejar de trabajar en el restaurante. En cualquier caso, seguía allí.

Y Miley actuaba de una forma muy extraña.

Ness: ¿No serás tú la que está planeando algo raro?

Miley: Fantasear con meterlo en una jaula y clavarle una aguja hipodérmica no es ningún crimen. ¿Te puedes creer lo que me ha dicho?

Ness: ¿Quién? -preguntó confusa-.

Miley: Jake. ¡Me ha dicho que no podemos seguir trabajando juntos!

Ness: Lo que tienes que hacer es dejar la clínica y no volver nunca más. A ver qué hace sin ti.

Miley: Lo sé -suspiró-. Pero encontrar un buen asistente de veterinario no es tan fácil como crees y no puedo dejar que esos animales estén mal cuidados porque mi ex novio es imbécil... ¡y encima está casado!

Vanessa soltó una carcajada.

Ness: Pensé que ibas a estar deprimida durante años. Cuánto me alegro de que no sea así.

Miley: Es que era una estupidez salir con mi jefe. Ahora que sé que, además, está casado, me gustaría estrangularlo.

Ness: Y tu hermano también.

Miley: Estaba dispuesto a darle una paliza -suspiró-.

Vanessa se quedó pensativa. Zac se puso furioso al saber que Jake había mentido a su hermana. Cuando supiera la verdad sobre ella... No quería que la comparase con un canalla como aquél, pero mentir sobre su nombre, su ocupación, su situación económica... por no decir que la alta sociedad de Chicago la consideraba prácticamente casada... sí, ella no era muy diferente del ex de Miley.

Pero no podía pensar en eso. Tenía que ponerse a trabajar.

Delante del restaurante se habían reunido casi veinte personas para celebrar un cumpleaños. Vanessa les indicó dónde estaban el guardarropa y los servicios y luego empezó a repartir copas.

Ness: Dos cervezas, un martini, un whisky con hielo, dos coca-colas y una tónica -pidió, en la barra-. Si instalaras otro grifo de coca-cola al final de la barra, yo misma podría servir los refrescos. Eres el único camarero y no deberías perder el tiempo.

Zac sacudió la cabeza.

Zac: Estás intentando esconder tu adicción a la cafeína, señorita. ¿Cuántas coca-colas tomas al día?

Ness: Es como la leche materna para mí, te lo aseguro.

Zac: Es malísimo para ti, te lo aseguro. Sobre todo, cuando se toman tantas.

Vanessa sonrió.

Ness: Me gusta que me regañes.

Zac: Ven aquí -sonrió abrazándola-.

Los clientes empezaron a aplaudir.

*: ¡Muy bien, Vanessa!

**: Nunca pensé que vería a Zac enamorado -dijo un cliente habitual-.

***: Dejadlo, chicas. Ese hombre ya no está en el mercado.

Zac sonrió, pero Vanessa se apartó de la barra a toda prisa, cortada. Aunque ya daba igual. Pronto podría decirle la verdad, de modo que no importaba que la gente supiera lo que había entre ellos.

De modo que se volvió y le tiró un beso, muy celebrado por todos los parroquianos.

Dos horas más tarde, Zac seguía sonriendo detrás de la barra. Cada vez que ella se acercaba, aprovechaba la oportunidad para darle un beso, una palmadita en el trasero o cualquier otra caricia.

Ness: ¿De qué te ríes, tonto?

Vanessa miró por encima del hombro de Zac y creyó ver... aunque no podía ser, un chihuahua saltando por el aire.

Zac: ¿Vanessa? ¿Qué te pasa?

Ness: ¿Un perro... que vuela?

Antes de que pudiera dar un paso, algo que parecía una bola de pelo rosa con unos lazos fue lanzado contra una mesa.

Y entonces llegó el desastre.

Una pelea, una antigua pelea de saloon, con gente tirándose cosas, gritos, puñetazos...

Los ladridos que salían de debajo de una mesa confirmaron también la presencia canina.

#: ¡Ha matado a mi Poopsie! ¡Ha matado a mi Poopsie!

Algo golpeó a Vanessa en la frente... un objeto no identificado, pero evidentemente lanzado por alguien. Cabreada, enganchó con una mano a cada uno de los contendientes: una mujer medio borracha y un hombre enfadadísimo.

Ness: ¡Que se siente todo el mundo! -Zac estaba a un paso de ella, con el chihuahua en las manos y una expresión de incredulidad total-. Usted deje de llorar y dígame qué ha pasado. Usted cállese.

##: De repente he visto una rata asquerosa y, cuando le he dado una patada, esta loca se me ha tirado encima. ¿Qué clase de restaurante es éste?

#: Pobre Poopsie...

**: Está borracha -dijo alguien-.

Ness: En este restaurante no hay ratas. Lo que sí parece que tenemos es un problema con los perros -dijo señalando a Zac, que sujetaba al Chihuahua-. Alguien... parece haber pensado que su perrito debía disfrutar de la fiesta y lo trajo escondido en el bolso -añadió, sintiéndose como Hércules Poirot-. Y las cosas se le han escapado de las manos. -Desde la cocina, vio a Anita acercándose con una enorme bandeja-. Para compensar la momentánea interrupción de la fiesta, Zac quiere invitar a todo el mundo a una copa. Y Anita acaba de traer una fabulosa selección de aperitivos. -Gritos y aplausos de la multitud-. Y ahora, si me disculpan, voy a pedirle un taxi a la señora del perrito.

Zac: Controlas bien a las multitudes.

Ness: Mejor eso que dejar que se maten.

Zac: Cierto, pero esta mujer está completamente borracha -murmuró entonces-. ¿Cómo has dejado que se emborrachara de esta forma?

Ness: ¿Yo? Pero si solo ha pedido dos copas -suspiró-. Señora, ¿qué ha bebido?

#: Un poco... -la mujer era incapaz de articular palabra-.

Ness: ¿Un poco de qué?

#: Un poco de todo -rió ella por fin-. La gente no se termina nunca una copa.

Miley: ¿Qué pasa aquí? -exclamó saliendo de la cocina-. Esto parece la III Guerra Mundial.

Zac señaló al diminuto perrito, que seguía teniendo en las manos.

Zac: La culpa la ha tenido esta rata...

Indignado, el chihuahua decidió que ya lo habían insultado suficiente y mordió lo primero que encontró a mano... o deberíamos decir «al diente»: Zac. Que soltó al perro y se sujetó la mano dolorida.

Zac: ¡Maldita sea!

#: ¡Poopsie! -gritó la mujer, levantándose para estrangular a Zac-.

Ness: Otra vez no -suspiró-. ¡Nada de peleas, señora! En mi bar nadie se pelea con nadie. ¿Me entiende?

#: No es tu bar -replicó ella-. Tú solo eres una camarera.

Ness: Cuando estoy trabajando, es mi bar. Y no tolero broncas en mi bar. ¿Lo entiende o no lo entiende? Porque si no lo entiende, seré la camarera que llama a la policía para denunciarla por montar un espectáculo en un lugar público. -La mujer asintió, asustada. Vanessa se volvió entonces hacia Zac y lo señaló con el dedo-. Y tú... -Él la miró, perplejo-. Tú deberías saber que yo no le serviría demasiadas copas a nadie. Que hago bien mi trabajo y...

Entonces notó que tenía la pierna mojada. Y cuando miró hacia abajo comprobó que Poopsie le estaba haciendo pis en los pantalones.

Zac: Vanessa... -murmuró-.

Ness: Déjalo. Anita puede encargarse de todo. Me voy a dar un paseo.

Vanessa se dio la vuelta y salió del restaurante con toda la dignidad de la que era capaz en aquella situación.

El aire fresco la calmó un poco. El trabajo de camarera era más complicado de lo que uno podía creer, desde luego. Incluso peligroso para la salud, pensó, tocándose la frente, donde ya empezaba a salirle un chichón.

Aunque no había pasado nada importante. Solo era un perro...

Pero debería haberse dado cuenta de que aquella mujer estaba bebiendo demasiado. Por no hablar del chihuahua. Si no estuviera siempre pendiente de Zac y preocupándose por sus propios problemas... No estaba haciendo bien su trabajo.

Lo cual no era justo para Zac, una persona que lo único que había hecho era ayudarla. Tampoco era justo para su familia...

Quizá lo mejor sería marcharse, pensó.

Cuanto más importante era Zac para ella, más responsabilidades aceptaba en el restaurante y más grande sería el hueco que dejase.

Su restaurante...

No, Zac's no era suyo. Pero sí era suya la cadena que le dejó su abuela. Y a eso debía dedicarse. Se negaba a dejar que Drake y su madre se lo gastaran todo en viajes y lujos absurdos. Se negaba a dejar que el miedo la volviera tan irresponsable como ellos. No podía permitirlo.

¿Qué hacía ella trabajando de camarera cuando tenía tantas cosas que resolver en su vida?

Había llegado la hora de decir la verdad.

Llevaba mucho tiempo temiendo aquel momento, pero no podía esperar más. Se lo contaría todo. Si él la perdonaba, bien. Si no... se marcharía de todas formas.

Podría enviar a alguien de la cadena para que la reemplazase... incluso pagar su sueldo porque sabía que le debía mucho. Y quizá algún día, cuando tuviera su vida bajo control, podría volver. Para ver cómo iban las cosas sin ella, para decirle hola.

Vanessa abrió la puerta y fue directamente hacia Zac. Aquello era demasiado importante; no podía esperar.

Pero Anita la sujetó, deshecha en lágrimas.

Ness: ¿Qué pasa ahora?

Anita: Yo... hay un hombre que no... y el perro sigue... ¡Por favor, ayúdame!

Vanessa vio que Zac tenía sus propios problemas en la barra. Todos los clientes parecían haber pedido a la vez y el pobre luchaba con las cervezas, los martinis, los combinados...

Su mirada de angustia le dijo lo que estaba pensando: «Échame una mano, por favor».

Ness: Muy bien. Vamos a respirar profundamente. No pasa nada, no pasa nada. Yo me encargo del perro y tú haz lo que tengas que hacer, Anita.

Anita: Lo intentaré.

Ness: Tengo que hablar contigo, Zac -dijo entonces, acercándose a la barra-.

Zac: Y yo contigo. Pero hablaremos más tarde, esto es un caos.


A las dos de la mañana, Vanessa estaba agotada, enfadada y muerta de sueño. Había enviado a Anita a casa una hora antes, con instrucciones para que se tomara un té descafeinado antes de irse a la cama y la promesa de que no tendría que volver a soportar una noche como aquella.

Exhausta, se sentó en un taburete y apoyó la cabeza sobre la barra. Zac se acercó poco después y observó la herida que tenía en la frente, enfadado consigo mismo.

Era un imbécil. La hacía trabajar hasta las tantas en un bar que, evidentemente, necesitaba más camareros... Y Vanessa lo hacía por él. Menudo jefe, menudo novio era.

Con ternura, apartó el pelo de su frente. Su Vanessa. La veía todos los días, a todas horas, y cada día le parecía más interesante. Había visto en su rostro todas las emociones y cada una de ellas estaba impresa en su memoria para siempre.

Enfadada, agotada, muerta de risa, pensativa, controlándose... Y las miradas especiales, reservadas solo para él; esas miradas que lo derretían o lo convertían en un coloso.

Zac: Vanessa.

Ness: ¿Sí?

Zac: Vanessa, despierta.

Ness: Estoy despierta.

Zac: Estás dormida. Vete a casa, cariño. Hay un taxi en la puerta. Yo iré enseguida.

Ness: ¿Qué?

Zac: Es hora de irse a dormir, cielo.

La acompañó hasta la calle envolviéndola en su chaqueta y cerró la puerta del taxi después de darle la dirección al taxista. Luego volvió al solitario restaurante, donde solo se oía el ruido de la máquina de hielo, el de la cafetera, incluso una canción de Billie Holiday que sonaba muy bajito... pero todo parecía vacío, aburrido.

Estaba enamorado de ella.

Estaba enamorado de Vanessa.

Todo lo que era importante en su vida: su negocio, su familia... todo palidecía en comparación. La quería, quería cuidar de ella.

Media hora después llegó a su casa, se quitó los zapatos y fue directamente al dormitorio.

La ternura que sintió al verla en su cama le encogió el corazón. Estaba tumbada ocupando todo el espacio, como si la cama fuera suya.

Y lo era.

Zac se tumbó a su lado, la abrazó y le dijo cositas al oído hasta que consiguió despertarla.

Al verlo, una sonrisa iluminó su rostro.

Ness: Hola -murmuró, medio dormida-.

Zac: Te quiero, Vanessa -Ella cerró los ojos-. Te quiero. Y quiero que seas mi socia en el restaurante.




Aaawww... Enternecedor.
Y que vida tan dura lleva Vanessa v.v
Tienes razón, Zac: eres un imbécil (¬_¬). ¡Mira que explotar de esa manera a tu novia! ¡Qué vergüenza! Pobre Vanessa...

Gracias por los coments del capi anterior. ¡Comentadme más!
Por cierto, no es cierto que la nove tenga 18 capítulos. ¡Ja! XD

¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

Ay me mori de amor por como termino el capi!
Pero no me gustaria que zac sse enoje con ness cuando le diga la verdad.
Y mas cuando se entere que tiene un futuro esposo, al que no quiere por cierto.

Sube pronto, la nove va super genial :)

LaLii AleXaNDra dijo...

wao, pobre Vanessa, es de locos lo que paso, pero me alegra que Zac la quiera, ahora que pasa si le pide que sean socios?
Wao, está cada vez mejor.
sigue lo mas pronto posible :)

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