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martes, 2 de abril de 2013

Capítulo 1


Ness: Lo digo completamente en serio. Me necesita y va a contratarme. Es inevitable.

Cruzó los dedos de una mano y alargó la otra para estrechar la del hombre que había tras la barra. Él, de ojazos azules y expresión reservada miraba como si tuviera dos cabezas supuso que se llamaba Zac, ya que el restaurante se llamaba así. Según el cartel de la puerta, aquella noche era la inauguración... y estaba segura de que, en todo Chicago no había una mujer más desesperada por encontrar trabajo que ella.

Un poco nerviosa, se tocó el pelo recién teñido, considerando la idea de marcharse dignamente antes de hacer el ridículo.

Entonces recordó la razón por la que había entrado en el restaurante: necesitaba cambio para el autobús porque solo tenía un billete de veinte dólares en el bolsillo. Solo ese billete. Y un puesto de trabajo suena bien cuando una tiene veinte dólares.

Después de permanecer dos semanas escondida, no tenía otra opción. Vanessa creyó oír entonces la voz de su abuela:

«Tú eres una Hudgens, no lo olvides. Y eres tenaz como todos los Hudgens».

No habría tenido la cara de hablarle así si no fuera porque cuando entró en el restaurante contempló, atónita, cómo los empleados, una familia mexicana, se despedían en masa porque a su primo le había tocado la lotería en Acapulco.

Un terrible problema para el propietario de un restaurante el día de la inauguración.

Pero Zac, un hombre guapísimo, seguía sin estrechar su mano y ella no pensaba apartarla. Y tampoco pensaba irse de allí sin conseguir el trabajo.

Aún no eran las diez de la mañana y el día ya empezaba mal. Zac se alegraba por la familia García, pero no tener empleados el día de la inauguración era una tragedia.

Haría llamadas, buscaría gente, lo solucionaría, pensó. Pero no tenía tiempo para tratar con la cría que estaba al otro lado de la barra.

Prácticamente tenía la palabra «desesperada» escrita en la frente. Y las sombras bajo sus ojos marrones le daban un aire de fragilidad que le encogía el corazón. Con aquel pelo castaño tan bonito, ondulado, cayendo sobre sus hombros, era una chica preciosa. Pero estaba más nerviosa que un ex convicto el día que sale de la cárcel.

Le daba pena, pero no tenía tiempo para ella. Llevaba diez años esperando aquel momento y si quería que todo saliera bien no podía ponerse a cuidar niños.

Zac: Lo siento, guapa. Hay que tener más de veintiún años para servir copas en Chicago.

Ella soltó una carcajada. Una carcajada alegre, llena de vida.

Ness: Gracias, guapo. Pero si lo que intentas es alegrarme el día, prefiero el trabajo a los piropos.

Zac: ¿Piropos?

Ness: Zac... te llamas Zac, ¿verdad?

Zac: Sí.

Ness: Bueno, Zac, debes saber que me queda poco para cumplir los treinta. Si lo que quieres es tomarme el pelo, no te molestes.

Fue como si hubiera pulsado un interruptor. Zac no sabía cómo, pero de repente la adolescente nerviosa se había convertido en una chica lista, rápida y divertida; justo el tipo de camarera que necesitaba.

Cuando entró en el restaurante y le dijo, muy segura de sí misma, que iba a contratarla porque la necesitaba, lo hizo para darse aires, con una confianza inventada. Pero ahora la confianza era auténtica, el humor natural.

La expresión de aquel ángel moreno decía: «Ya he pasado por esto y no te puedes imaginar lo que vas a perderte si me dejas escapar».

Pero una confianza que aparecía tan rápido podría desaparecer de la misma forma...

Zac: Estaba intentando decirte que no de una forma amable. No tengo trabajo para ti.

Ness: ¿Que no? Bueno, si vas a ponerte así de cabezota... -replicó tomando un taburete-. Esperaré aquí hasta que decidas contratarme.

Luego se sentó sobre él a horcajadas, con un movimiento que le aceleró el corazón. Porque, de repente, la había imaginado haciendo lo mismo pero desnuda, encima de él.

«Tranquilo, Zac», se dijo a sí mismo. La chica está buscando un trabajo, no un amante.

Ness: Quiero dos dólares por encima del salario mínimo.

Zac: ¿Qué? Los camareros ganan dos dólares por debajo del salario mínimo porque se llevan las propinas.

Ness: ¿No me digas? A mí me parece que, con el problemón que tienes aquí, no puedes discutir. Y como soy la única que se ofrece para trabajar...

Zac: Pero no cobrando por encima del salario mínimo.

De repente, Zac se dio cuenta de que estaba negociando.

Era lista. Muy lista.

Ness: Mira, si lo piensas bien, soy una ganga. Además de ser camarera seguramente también tendré que fregar platos. Por lo menos, al principio. Tendrás dos empleados por el precio de uno.

Zac: Dos empleados que cobrarían por encima del salario mínimo.

Ness: Pero es que me necesitas -sonrió apartándose el pelo de la cara-. Tú lo sabes y yo también.

El problema era que tenía razón: la necesitaba. Pero solo en el restaurante. Acostarse con una camarera era la mejor forma de perder a una empleada. Y Zac ya sabía lo pronto que una mujer se cansa de un hombre que dedica más tiempo a su trabajo que a ella. No pensaba pasar por eso otra vez.

Ness: ¿Por qué no te resignas? -insistió-.

Zac: Muy bien. ¿Dónde has trabajado antes?

Ella dudó un momento.

Ness: En un restaurante -contestó por fin-.

Zac: Ya me imagino. ¿Qué tipo de restaurante?

Ness: De los que están abiertos veinticuatro horas. Pero podías hacerte las uñas y el crucigrama del New York Times entre las doce y las ocho.

Zac notó algo raro en la respuesta, algo indefinible que le hizo seguir preguntando:

Zac: ¿Cómo se llamaba?

De nuevo, ella dudó.

Ness: Cheers.

Vanessa vio la expresión incrédula de Zac y se enfadó consigo misma. No debería haber pedido trabajo sin antes preparar una historia mínimamente creíble.

Cuando le preguntó dónde había trabajado se le quedó la mente en blanco y dijo lo primero que se le ocurrió: Cheers. Para darse de tortas.

Si no pensaba rápido perdería el trabajo antes de que se lo dieran.

Zac: ¿En Cheers? Sí, claro -sonrió volviéndose para colocar unos vasos-. Casi me habías engañado. Pero ver a unos camareros en la tele no te convierte en camarera, bonita.

Vanessa levantó los ojos al cielo. ¿Cómo podía haber sido tan boba? Afortunadamente, él estaba de espaldas y así podía pensar mejor. ¿Por qué tenía que ser tan guapo? En «su otra vida» podría haber lidiado con un tipo como él sin pensarlo siquiera, segura de quién era, de su familia, su dinero y su posición en el mundo.

Pero ya no tenía trabajo ni familia que la ayudase. Y no podía decirle que, hasta unas semanas antes, era gerente de la cadena de restaurantes más importantes de Chicago. No solo eso; era la heredera de esa cadena. Pero tenía que seguir mintiendo, aunque no se le daba nada bien.

«Tranquila», se dijo a sí misma. «No tienes dinero, no tienes ayuda, no tienes alternativa». Vanessa intentaba pensar qué haría su abuela si estuviera en aquella absurda situación...

Ness: Lo de Cheers era una broma, pero he trabajado de camarera. En serio.

Zac: Ya, seguro.

Nes: En un sitio espantoso. El tipo que me contrató me dio un vestidito rosa muy escotado y me dijo: «Inclínate cuando sirvas las copas».

Zac se volvió, intentando contener la risa.

Zac: Muy bien, ya lo entiendo. Ésa es Carla, la camarera borde de Cheers. ¿Tú también les tirabas la copa encima a los clientes que te caían mal?

Ness: Naturalmente -sonrió-.

Zac soltó una carcajada.

Zac: ¿Cómo te llamas?

Ness: Vanessa... -empezó a decir. Luego se lo pensó y decidió dar el apellido de su madre-. Vanessa Montez.

El peligro volvió con las siguientes palabras de su futuro jefe:

Zac: Muy bien, Vanessa Montez. Considérate contratada. Abrimos a las cinco, así que ven a las tres para firmar el contrato. Trae tus papeles, por cierto.

Ella asintió con la cabeza, pero tenía el corazón acelerado. No podía mostrarle su carné de identidad, ni el permiso de conducir... Aunque Zac no reconociese el apellido como el de una de las familias más importantes de Chicago, la dirección no era precisamente la de una chica que busca trabajo como camarera. A menos que tuviera un rico benefactor, claro.

Zac estrechó su mano. Tenía unas manos grandes, de dedos largos; unas manos que sabían lo que era el trabajo duro. Cuando Vanessa intentó soltarse, él no la dejó.

Sus ojos claros parecieron tragarse toda la luz del local mientras se inclinaba para besar sus dedos.

Zac: Y necesito referencias.


Vanessa dio la vuelta a la esquina y luego echó a correr. Había recorrido dos manzanas buscando una cabina cuando recordó que llevaba el móvil en el bolso.

No podrían localizar el número... ¿o sí? Entonces decidió que la conversación sería muy corta.

Sacó el móvil y marcó un número que sabía de memoria, rezando para que Parker estuviera en casa.

Pero no podía dejar de pensar en el brillo de los ojos de Zac mientras doblaba la servilleta donde ella había escrito el número de teléfono...

No sabía si estaba intentando intimidarla para que le dijese la verdad o si estaba intentando seducirla, pero temía que fuera capaz de hacer ambas cosas.

Parker: ¿Dígame?

Ness: Parker. Menos mal que estás en casa.

Parker: ¿Dónde iba a estar a estas horas? ¿Y quién eres?

Ness: Son las once, Parker. ¿Seguro que Luke puede servir el almuerzo sin ti en el Nice? -bromeó con el corazón encogido-.

Parker: ¿Ness? ¿Eres mi pequeña Ness?

Ness: Sí, Parker. ¿Me has echado de menos?

Parker: ¿Que si te he echado de menos? Estaba preocupadísimo por ti. ¿Dónde estás? ¿Qué ha pasado? -Los ojos de Vanessa se llenaron de lágrimas. Por primera vez en semanas hablaba con alguien a quien le importaba de verdad. Alguien que la quería-... absolutamente de locos sin ti. Tu madre ha dicho que piensa contratar a un detective. Y tu prometido, ese cretino, intenta, sin éxito, dirigirlo todo. Mira, chérie, dime dónde estás y me voy ahora mismo en un taxi.

Un detective.

Esa palabra hizo que Vanessa se pusiera en alerta. Estaba en medio de la calle, delante de todo el mundo, hablando por teléfono. Y mientras tanto, su madre, por no hablar de Drake, pensaba contratar a un detective para que la encontrase, para que la devolviera a casa.

Ness: Parker, escúchame. Para empezar, Drake y yo no estamos prometidos, diga lo que diga mi madre. Nunca le dije que sí. Pero ya hablaremos de eso más tarde; ahora necesito que me hagas un favor. Es muy importante.

Parker: Lo que quieras -respondió su amigo, el chef más importante de la cadena Hudgens-.

Ness: Esto te va a parecer una locura, pero necesito que me des referencias... para trabajar como camarera en un restaurante.

Parker: ¿Qué?

Cinco minutos después, Vanessa había terminado con las explicaciones. Aunque solo las suficientes como para conseguir unas buenas referencias, por muy absurdo que le pareciese a Parker.

Ness: Gracias, de verdad. Con esto me salvas la vida.

Parker: Sigo sin entender por qué quieres trabajar de camarera cuando deberías estar dirigiendo los restaurantes de tu familia, Ness. Pero si así te ayudo y prometes llamarme pronto para explicarme todo este lío...

Ness: Lo haré, Parker. Te lo prometo.

Después de una larga caminata en la que lamentó amargamente no tener cerca a su chófer, Vanessa llegó a la habitación del Sherradin, el hotelucho donde se alojaba.

Las cucarachas salieron corriendo cuando encendió la luz del pasillo, como todos los días. El sol de septiembre no podía penetrar en la habitación por la suciedad de las ventanas.

Ness: Hogar, dulce hogar -murmuró, irónica, preguntándose cuándo tendría dinero para alquilar un apartamento decente-.

«¿Y cómo iba a alquilar un apartamento si Vanessa Montez no tenía ninguna identificación?», se preguntó a sí misma.

Ness: No lo sé, pero tengo que salir de aquí -murmuró para sí misma-.

Lo único bueno de la habitación era que tenía una puerta blindada. Por supuesto, no había aire acondicionado. Y Vanessa nunca había vivido sin aire acondicionado. El sofocante calor era algo a lo que tuvo que acostumbrarse. Como a tantas otras cosas.

Había comprado unas sábanas baratas de rayas azules y platos y vasos de plástico, de modo que eso estaba limpio. Pero el agua que salía del grifo tenía un color amarillento muy preocupante. Y las manchas de humedad en la pared y la moqueta sucia no eran precisamente como para sentirse en un palacio.

Vanessa tiró de la puerta del armario y masculló una maldición cuando se salió de las bisagras... otra vez. Su batalla con esa puerta se había convertido en una rutina diaria.

Suspirando, echó un vistazo a su ropa. La inauguración de un restaurante era siempre un horror, con cientos de personas intentando encontrar mesa o pidiendo copas en la barra, pero ella estaba acostumbrada. Mientras Zac no le pidiera que cocinase, todo iría bien.

Eligió un atuendo bastante chic, pero que podría soportar que alguien le tirase una copa encima: pantalones negros y una blusa blanca hecha de un material que no podía encontrarse en el planeta Tierra pero que, milagrosamente, no se manchaba nunca... hasta una mancha de vino tinto se quitaba con un poco de sifón. Los zapatos que sacó del armario eran unos mocasines negros, modernos y muy cómodos.

El día que escapó de su casa, harta de las broncas con su familia, no se le ocurrió llevar un delantal, claro. Ese día no estaba como para pensar mucho. Sencillamente salió de trabajar, guardó unas cuantas cosas en una bolsa de viaje y desapareció.

Y desde entonces, dos semanas antes, se pasaba el día sentada en bares y cafeterías, intentando encontrar solución a sus problemas.

Pero se estaba quedando sin dinero en efectivo y no podía usar la tarjeta de crédito o sacar dinero del banco porque si lo hacía la localizarían enseguida.

Pensó que sería fácil encontrar un trabajo... entonces le dio la risa. La realidad de la vida era que sin documentación o referencias, nadie confiaba en ella y menos para darle un trabajo o alquilarle un apartamento.

Zac no la dejaría quedarse mucho tiempo como «la señorita misteriosa», estaba segura.

El estrés y la angustia la abrumaron entonces y, por segunda vez en un día, sus ojos se llenaron de lágrimas.

Necesitaba echarse una siesta, pensó. Solo una hora y después buscaría la forma de convencer a Zac para que le pagase en efectivo. Mucha gente pagaba a sus empleados con dinero negro, ¿no?

Suspirando, Vanessa puso el despertador y se tumbó en la cama. Pero mientras se quedaba dormida solo podía ver los ojos claros de Zac mientras besaba su mano...

Soñó con él y en sus sueños seguía besándole el brazo, el hombro, subiendo suavemente hasta su boca... Y cuando se apartaba, en el sueño, había estrellas por todas partes.

A las tres, cuando entró en el restaurante, supo que iba a tener problemas. El bonito sueño era una cosa, pero ver a Zac en persona... se le hacía la boca agua solo con verlo de espaldas, hablando por teléfono.

«No pasa nada, Ness. Solo es un hombre», se dijo a sí misma.

Pero había algo en él, en sus ojos, en su postura, que la hacía desear pasar la mano por aquel pelo claro, alisarlo, acariciarlo.

Zac: Muchas gracias, preciosa. Acabas de devolverme la fe en las mujeres. Nos vemos dentro de una hora.

Lo oyó despedirse de la mujer con la que hablaba por teléfono y tuvo que reprimir el deseo de preguntar quién era... y de sacarle los ojos. Sus hormonas parecían estar un poco enloquecidas.

«Es tu jefe, no tu novio», pensó.

Zac: He llamado al número que me diste -dijo sin volverse-. Todo bien, pero deberías decirle a ese tipo que se olvide del acento francés. Lo hace fatal. -Vanessa contuvo una carcajada. Parker era francés de verdad, pero sería mejor no dar explicaciones-. Rellena eso -le dijo, señalando unos papeles que había sobre la barra-.

Durante cinco minutos estuvo hablando con otra mujer por teléfono, con su voz seductora y prometedora.
Mientras tanto, ella anotaba su nombre falso y miraba con horror las líneas donde debía poner el número de su documento de identidad y el de la Seguridad Social.

Cuando Zac colgó el teléfono y, por fin, se volvió, Vanessa casi escondió la cara en el bolso, buscando inspiración.

Zac: ¿No has terminado?

Ness: Pues... no -contestó, ofreciéndole su expresión más inocente-. Es que me he dejado los documentos en casa, lo siento.

Con un poco de suerte, su nuevo jefe pensaría que era una despistada.

Zac: Trae los papeles mañana -suspiró sacando dos billetes de veinte dólares de la caja-. No me han traído limones, así que ve a comprar todos los que puedas.

Se lo había pedido como si llevara años trabajando para él, pero Vanessa sabía que la estaba poniendo a prueba. Y era lógico; no la conocía de nada.

Ness: Es que no conozco el vecindario...

Zac: Hay una tienda en la esquina de la calle Linden. Vuelve rápido. Tenemos mucho trabajo que hacer.

Vanessa salió del restaurante como si acabasen de indultarle una pena de cadena perpetua. Pero no había escapado de nada porque al día siguiente tendría que llevar su carné de identidad o algún tipo de identificación. Y no podía hacerlo.

Zac no la dejaría seguir en el restaurante sin eso, de modo que tendría que hacerse imprescindible, pensó. Era su única posibilidad.

Aunque solo estuviera allí esa noche, haría que no pudiese vivir sin ella.


Una chica extraña, pensó Zac, marcando otro número de teléfono. Prácticamente le había suplicado que le diera trabajo, pero apenas lo miraba a los ojos y parecía muy nerviosa con el asunto del papeleo.

Y le gustaba mucho. Por supuesto, la necesitaba aquella noche porque era la inauguración del restaurante, pero había algo más...

Encogiéndose de hombros, Zac marcó un número y esperó.

Zac: Hola, cariño. Por favor, dime que esta noche no tienes nada que hacer. Te necesito.




Acaban de conocerse y ya se atraen XD. Os dije que esta nove era igual que la otra. No es que sea igual igual igual. De echo esta mola más XD. Es solo, digamos, la sinopsis. Se parecen en el personaje que hace Ness y el tema, más o menos, pero poco más. No dejéis de leerla solo porque penséis que es como la otra. Os prometo que es muy chula. Yo me reí mucho y me gustó más que la otra.

Bueno, gracias por los coments. Estoy cansadita y tengo sueño, así que seré breve. Mañana (3 de abril) me voy a Londres, cinco días. Vengo el domingo por la noche. Así que hasta el lunes os quedáis sin capis XD XD. ¡No! ¡Es broma! O quizá no... Puedo dejar programado el capi dos para que se publique el viernes, pero me tenéis que prometer que comentareis, ¿vale? ^_^

Bye!
Kisses!


5 comentarios:

Lau B. dijo...

LOVEDDDDDDDDDD IT!!

Lau B. dijo...

que genial que iras a Londres!!
pasala super... si vas de paseo :)

Lau B. dijo...

en cuanto al capitulo!
tengo que informarte que me gusta el misterio... bueno esta clase de misterio no el supenso o el terror! ODIO esos!... de cualquier forma esto me esta agradando
asi que creo que no te vas a deshacer de mi! XD

Lau B. dijo...

Ya quiero leer el proximo capitulo
que lastima que solo programes uno para el viernes!
y mas si sabremos de ti hasta imagino el lunes!
pero haz lo que puedas ;)
DIVIERTETE en tu viaje
Bye
Xx

Unknown dijo...

Wowwww.. te vas a Londres seria geeeeenial y n sueño.. Porqe yo soy de Uruguay :/ jajajaa
Pues me ha gustado mucho el capi, parece ser graciosa y esta ness es mas liberar y mas graciosa que la otra..

Disfruta del viaje y sube pronto :)

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