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miércoles, 13 de marzo de 2013

Capítulo 5


Zac era lo que la abuela de Ness hubiera considerado un bobo. En los últimos dos días se había hecho el encontradizo con Ness en los lugares más insospechados. Como en la droguería cuando ella salía por la puerta. O en el restaurante de Ashley cuando ella había ido a probar una de sus nuevas creaciones. Aunque prefería pensar que esa actitud se debía a que él deseaba verla, estaba segura de que lo que realmente quería era que participara en la feria. Pero ese día se lo había encontrado en el supermercado, entre los aguacates y los plátanos. Y, además, llevaba refuerzos: venía con su hermano Mike, el director de la parte comercial. Aquello ya era demasiado.

Ness: Oíd, amigos, la verdad es que estoy empezando a sentirme un poco perseguida.

Ambos se sonrojaron de vergüenza y se lanzaron miradas acusatorias antes de que Zac hablara.

Zac: Ness, tu tienda está cerca de la calle principal y eres la única comerciante que no va a participar en la Feria de Invierno. Tu ausencia va a ser más llamativa de lo que te imaginas.

Ness: Me rindo.

Zac: ¿Qué?

Ness: Que me rindo, habéis ganado la partida. Participaré en la feria.

Ness sabía cómo aceptar una derrota, lo había tenido que hacer varias veces en los últimos dos años. No era que estuviera en guerra con Zac, en realidad no sabía qué lazos los unían. Pero se imaginó que si dejaba de esquivarle, él se aburriría y se marcharía en busca de otra presa. En ese momento, algo parecido al dolor se instaló en su pecho y las imágenes de sus brazos en torno a cualquier otra mujer la hicieron sufrir. No era más que otro aviso de que se estaba enamorando de ese hombre.

Mike: Excelente -dijo entregándole unos documentos. Mike era casi una copia de Zac, la misma musculatura, los mismos ojos, la misma sonrisa carismática, el mismo encanto. Ness miró los papeles-. El reglamento y los requisitos -explicó-. La feria es un gran acontecimiento turístico y el alcalde ha impuesto ciertas normas, sobre todo en lo referido al consumo de alcohol.

Ella asintió. Vendía libros, cafés y los pasteles de Ashley, por lo que el asunto del alcohol no representaba ningún problema.

Zac: Me alegra que participes -dijo con suavidad y con una sonrisa sexy-.

«Dios santo», se dijo Ness, era imposible resistir el encanto de los dos hermanos juntos.

Ness: A decir verdad, Ashley Tisdale ya me había convencido.

Ashley era la única persona de la ciudad que conocía su verdadera identidad.

Zac: Estupendo. Ya verás cómo tus cafés con nata tienen un éxito tremendo si continúa el mal tiempo.

¿Mal tiempo? El mes de diciembre en el sur resultaba más bien templado para los norteños. Ésa era una de las cosas que le encantaban de Carolina del Sur, aunque tuvo que reconocer que durante el verano hacía demasiado calor. No lo había elegido por la tranquilidad que se respiraba ni la paz de sus calles sino porque estaba fuera del radio de acción de reporteros como Drake Bell. Todo había ido estupendamente... hasta que había conocido a Zac.

Ness: Estoy pensando que voy a necesitar ayuda -comentó-. No puedo atender la tienda y la feria al mismo tiempo.

Zac: La hija pequeña de Diana Adkins acaba de llegar de la universidad y necesita un trabajo temporal -dijo rápidamente-.

Ness lo miró.

Ness: Parece que has pensado en todo, ¿no?

Zac: Lo he intentado -repuso sin dar la impresión de sentirse en absoluto avergonzado por estar interfiriendo en su vida sin recato-.

Mike se despidió y los dejó a solas.

Ness: ¿Por qué me estás presionando tanto?

Zac: Es bueno para los negocios.

Eso era cierto, pero como excusa resultaba frágil. Ness empezó a meter verduras en su carro. Zac seguía junto a ella saludando a sus numerosos conocidos. Ella podía oler el cotilleo en el aire.

Ness: Estamos a mediados de semana, ¿no trabajas nunca?

Zac: Soy el jefe, sigo mis propias reglas.

Ness: ¿Y por qué te preocupas de mis negocios?

Zac: Me preocupo por ti.

Ella lo miró.

Ness: Ni siquiera me conoces, Zac.

Zac: Estoy tratando de hacerlo, pero no se puede decir que tú estés cooperando demasiado.

Ness: No me quieres entender.

Zac: Tengo la cabeza muy dura. -Ella rió suavemente mientras seguía llenando el carro. Necesitaba salir cuanto antes del supermercado y librarse de Zac-. ¿De verdad piensas comerte eso? -Ella miró la lata de anchoas y la devolvió al estante-. Te estoy poniendo nerviosa.

Ness: No. Sí. No -decidió finalmente-. Solo me confundes un poco.

Zac: ¿Y eso?

Ness: No sé qué pretendes. Te pasas el día buscándome y metiéndote en mi vida, y no sé si lo haces en serio o solo se trata de otra conquista que se te resiste.

Zac: Creí que a estas alturas ya me conocerías mejor.

Ness: No te conozco en absoluto -excepto que sabía que era guapo, terco y que besaba de maravilla-.

Su cuerpo respondió ante el recuerdo del beso y su cerebro reaccionó metiendo más cosas en el carro. Si no se escapaba pronto, acabaría lanzándose en sus brazos delante de media ciudad.

Zac: Dime por qué no quieres verme.

«Porque te deseo», pensó Ness durante un instante.

Ness: No estoy interesada en entablar una relación, como ya te he dicho alguna vez, tienes una reputación deplorable.

Zac: Qué tontería.

Ness: ¿De veras? Echa un vistazo a tu alrededor y atrévete a negarme que todo el mundo nos está mirando... intencionadamente.

Zac: Es una ciudad pequeña, es normal.

Ness: Justo a eso me refería yo. Todo se sabe. Y tu familia es muy conocida.

Él se echó hacia atrás, mirándola.

Zac: ¿No quieres quedar conmigo porque soy un Efron? No puedo evitar ser quien soy, Ness.

Ness: Yo tampoco puedo evitar ser yo misma.

Él se acercó y cubrió con la suya una de las manos de Ness que se apoyaba sobre el carro.

Zac: No sé quién te ha hecho tanto daño como para que te aterrorice la idea de verte conmigo -dijo en voz baja-. Pero me gustaría darle un buen puñetazo.

Ella se quedó impresionada y, en ese momento, él la besó. No fue un beso dulce y casto de cara al público, sino un beso profundo con la lengua que la dejó estremecida y sin habla. El resto de los clientes intercambió comentarios, suspiros y sonrisas, aunque ella apenas los oyó.

Zac: Solo para que lo sepas, cariño, no estoy dispuesto a seguir cargando con la culpa de otro.

Luego hizo una mueca y desapareció. Y, como siempre, Ness no sabía si alegrarse o asustarse.

Zac se montó en el coche y cerró de un portazo, mirando enfadado hacia el supermercado. Alguien le había hecho una perrería a Ness y él no sentía deseos de ponerse a solucionar el daño producido por otro hombre. Pero sabía que ya había intentado olvidar a esa mujer en los últimos días y no lo había conseguido. Se había propuesto tomarse las cosas con calma, llegar hasta ella sin prisa, hacerla suya. Pero estaba fracasando estrepitosamente. Encendió el motor del coche de alquiler y salió del aparcamiento. Cuando ella recuperara su coche, se habría acabado todo.

Pero no podía creerse que ella estuviera realmente desinteresada. Ness tenía algo especial y él tuvo que admitir que estaba disfrutando al ir rompiendo sus barreras, una por una. Pensó que, en breve, ella le daría una explicación sobre por qué estaba tan a la defensiva. Sabía que sus besos hablaban de algo más que simple deseo, estaban llenos de poder y fuego, algo que él deseaba desesperadamente.

Se había impuesto reglas muy severas desde que había dejado a Amber, pero empezaba a sentirse un poco superficial. Además, el empeño que había puesto con Ness superaba cualquier caso anterior y, sin embargo, ella seguía desdeñándolo. Y él no perdía las ganas de seguir, lo cual era toda una sorpresa, aunque ya estaba cansado de mostrarse cauteloso.

La obra de teatro infantil inauguró la Feria de Invierno. Ness asistió, sonriendo ante las gracias de los pequeños soldados y las delicadas hadas. Jamás había visto un espectáculo tan adorable. Y parecía que los niños se lo estaban pasando tan bien como los espectadores. Ness había ido a colegios de pago y nunca había participado en una función como ésa. Durante el canto coral de cierre, se preguntó si ella sería capaz de ser una buena madre y sobre quién podría ser el padre. El rostro de Zac apareció en su mente, pero ella se negó de plano a fantasear más. Soñar no tenía ningún sentido, pensó con tristeza. Él nunca la perdonaría si se enteraba de que había mentido sobre su pasado. Y para contarle su pasado tenía que confiar en él y ella ya no confiaba en nadie, excepto quizá en Ashley. Aunque tenía que reconocer que el servicio comunitario la había hecho sentirse más integrada. Echaba de menos a la gente. Estaba empezando a echar de menos muchas cosas.

Por su profesión, había estado constantemente rodeada de clientes, diseñadores, modelos, periodistas, fotógrafos y comerciantes de telas. Su propia familia era abundante y amante del jaleo. Siempre habían salido en los periódicos por causa de su fortuna, pero los días de fiesta se celebraban igual que en el resto de las familias: grandes cenas con intercambio de regalos y tradiciones. Aunque en los últimos ocho años las cosas habían cambiado mucho. Sus padres se habían separado a pesar de que seguían legalmente casados. Ness había aceptado la realidad de que su madre era un poco superficial y que solo disfrutaba de la vida nocturna y de los viajes. Y, mientras, su padre se ocupaba de las viñas como si fueran sus propios retoños. Como si ella y sus cinco hermanos no le dieran suficiente trabajo. Ness seguía pensando en su padre cuando cayó el telón.

«Piensa en tu buena fortuna, Vanessa», le había dicho su padre en numerosas ocasiones. «¿Para qué pedir más?» Pero había más y Ness lo sabía porque había conocido a Drake y lo había amado, aunque todo no hubiera sido más que una mentira y hubiera durado menos de un año.

Mientras la gente salía del teatro, Ness recibió docenas de felicitaciones por los trajes y se sintió inmensamente agradecida y llena de gozo. Salió a la calle, observó las obras del escenario para la banda de música delante del muelle y se dirigió hacia casa.

Cuando solo había dado una docena de pasos, oyó una voz.

Zac: Hola.

Ness se sobresaltó.

Ness: Zac, no te he visto en la función.

Zac: Estaba entre bambalinas moviendo los decorados.

Un millonario que se dedicaba a cambiar los decorados de los niños. Sonrió. Zac era tan diferente del resto de los hombres con los que había salido antes de llegar a Bradford... El dinero y el privilegio no lo habían afectado, lo cual se añadía a su atractivo. Se prestaba a echar una mano en lo que fuera, sin importarle ensuciarse o hacerse daño. En ese momento llevaba las manos manchadas de pintura.

Ness: ¿Está seca?

Zac: No importa, es pintura barata, saldrá bien -repuso frotándoselas-. Sé que suena un poco infantil, pero... ¿puedo acompañarte a casa?

Ella sonrió, metiéndose las manos en los bolsillos.

Ness: Claro.

Zac: Te vi el otro día corriendo en la playa -dijo al cabo de unos momentos-.

Ness: Hay que mantenerse en forma.

Zac: ¿Quién se hubiera imaginado que debajo de todos esas ropas...?

Ness: ¿Perdón?

Él adoró su tono de indignación.

Zac: Te vi con mallas y una camiseta, Ness -susurró maliciosamente-.

Ness: Por Dios, estaba demasiado oscuro como para ver nada -justo por eso corría de noche-.

Zac: Soy un hombre -dijo burlonamente-. Tengo un radar especial. Y llevo prismáticos -bromeó-.

Ness rió con ganas y Zac hubiera deseado escuchar ese sonido durante mucho tiempo. La brisa le traía un rastro de su perfume, que tenía especias y era ligeramente cítrico. Había algo que no encajaba. El tirante recogido y las gafas anticuadas correspondían a una vendedora de libros. Pero la grácil figura que corría como un gamo por la playa era diferente.

Zac: No eres lo que aparentas.

Ella se alarmó.

Ness: ¿Qué quieres decir?

Zac: Empecemos por el beso número uno y sigamos por el beso número dos...

Ness: ¿Los estás contando?

Zac: Sí, me apetece que sean un número par, seis u ocho, por ejemplo.

Ella volvió a reírse y, cuando él la tomó de la mano, no se resistió.

Ness: Eres insoportable.

Zac: ¿A qué te refieres? ¿A que es insoportable que sea tan guapo? Mi madre está convencida de lo contrario.

Ness: Eres insoportablemente terco y persistente. Y un soñador.

Zac: Puesto que no me has llamado arrogante y feo, me considero afortunado -dijo retorciéndole la mano mientras continuaban andando-. Y no creo que ser un soñador sea un defecto. ¿No tienes ilusiones?

Ness: Claro, como todos -contestó encogiéndose de hombros-. Pero ya he conseguido lo que quería.

Pero, entonces, ¿por qué se sentía tan recluida de repente? Se negó a achacar su insatisfacción a Zac. No era la primera vez que se sentía así en los dos últimos años y sabía cómo combatir ese sentimiento: ignorándolo. Pero tenía que reconocer que la tentación de salir más a menudo a veces la ponía furiosa.

Zac: ¿Rodearte de barreras forma parte de tus deseos? -Ella lo miró fijamente y trató de soltar la mano. Pero él no se lo permitió y se quedaron parados en mitad de la calle, mirándose debajo de una farola-. ¿Quién te ha hecho daño, Ness?

Ella apartó la vista. ¿Qué podía decir?

Ness: No importa.

Zac: A mí sí me importa -dijo alzándole la barbilla con un dedo-.

Conocía a Zac lo suficientemente bien como para saber que no iba a darse por vencido fácilmente.

Ness: De acuerdo, puesto que no vas a dejarme en paz, te lo contaré. El hombre al que amaba me traicionó.

«Me usó, dijo que me amaba, pero el día en que me enteré de que Richard Damon, fotógrafo, era realmente Drake Bell, periodista, él rompió nuestra relación y publicó todos los detalles de mi vida privada y de la de mi familia en portada y con fotografías».

Zac: ¿Cómo?

Ness: Los detalles no importan. Lo amaba y confiaba en él y él traicionó mis sentimientos de la peor manera posible.

Y ella estaba haciendo una cosa parecida al no compartir sus secretos con Zac, pero tenía buenas razones para ello. Si se descubría su identidad, la imagen de él saldría dañada, al igual que su propia imagen había quedado arruinada por los problemas de su hermano Drew. Además, ella había amado a Drake y no amaba a Zac, ni creía que él la amara a ella. Así que, ¿qué importancia podían tener los detalles?

Zac observó cómo Ness se enfurecía en silencio. Estaba claro que le dolían los recuerdos y él se sintió como un idiota por haber insistido. Sospechaba que la única amiga de Ness en Bradford era Ashley Tisdale y sintió lástima por ella.

Zac: Ese hombre era un cretino

Ness: Quizá la tonta fuera yo por confiar en él, Zac.

Zac: No te culpes. La capacidad de confiar en los demás es una auténtica bendición. Las personas que traicionan esa confianza no merecen perdón. Míralo desde ese punto de vista.

Ness: Creo que intentó traicionarme desde el principio, lo cual no dice nada bueno de mi intuición femenina -añadió con un suspiro-.

Continuaron caminando y Ness se apoyó ligeramente sobre él. Zac no quiso seguir investigando, aunque le hubiera gustado poderle leer el pensamiento, pero al menos ya tenía una idea aproximada de por qué ella rehuía a la gente. Especialmente a él. Cuando alguien sufría una fuerte decepción, se ponía a la defensiva para no volver a pasar por un tormento semejante. Y él lo sabía bien.

¿No era esa la razón por la cual él solo mantenía relaciones ocasionales desde que había cancelado su compromiso? ¿No pretendía mantener las distancias para no volver a sentirse herido? Nadie quería tropezar dos veces con la misma piedra.

Zac dobló el brazo, atrayéndola hacia sí, y se sintió como un adolescente con su primera novia. Era increíble. Tenía veinticinco años, pero su corazón latía como un tambor y su mayor deseo era arrinconarla contra una esquina para besarla.

Ness: Hemos llegado -dijo señalando la tienda-.

Zac: ¿No vas a invitarme a que entre para tomar un café o una copa?

Ness: Yo no bebo y es demasiado tarde para el café, no me dejaría dormir.

Zac: Me hubiera conformado con un sí o un no, Ness. No necesito excusas.

Ness: ¡Ahora me entero! -se quejó-. Espero que te sirva un «por favor, vete» -él se acercó un poco más y ella se alarmó, pero siguió mirándolo a los ojos-. ¿Me has acompañado a casa para conseguir un beso de buenas noches?

Él se pasó los dedos por el cuello de la camisa.

Zac: Eso parece, ¿no?

Ness: Debería haberte puesto en tu sitio hace mucho tiempo, Zac.

Zac: Ponme en mi sitio ahora, Ness. Me siento como un villano -contestó con una sonrisa burlona-.

Ella sonrió.

Ness: Eres increíble, Efron -dijo aupándose sobre los dedos de los pies para darle un beso rápido del que se arrepintió inmediatamente-.  Oh, cielos, no debería... ¿cómo he podido atreverme...?

Zac: No debería, no debería, no debería... -rió sobre sus labios, agarrándola de las solapas de la chaqueta antes de meterle la lengua en la boca y devorarla-.

La besó como si fuera a morirse al día siguiente, como si no tuviera alternativa. A medida que el beso se hacía más y más profundo, ella sentía crecer un deseo intenso. La cabeza le daba vueltas, la sangre corría velozmente por sus venas y se dejó inundar por el placer cálido de su boca.

Él acopló su cuerpo al suyo y ella pudo notar su dura erección. La sensación era divina. Los brazos de él la apretaron con mayor fuerza y, aunque él iba a descubrir que había un cuerpo impresionante debajo de todas las capas de ropa, a ella no le importó. En ese momento solo quería seguir, acabar con la tristeza de sus noches solitarias. Cuando él apretó sus caderas contra ella, Ness se sintió levitar mientras su sangre se concentraba en el centro de placer de su cuerpo, entre los muslos, volviéndola loca de pasión. Entretejió los dedos en el cabello de ese hombre y lo agarró con fuerza mientras él seguía jugando con los labios y la lengua como un auténtico experto. Ella deseó que estuvieran desnudos para poder recorrer todo su cuerpo con las manos y justo cuando estaba a punto de invitarlo a entrar para tomar algo, él se detuvo y se separó de ella.

Ness se tambaleó y tuvo que agarrarse a la verja de hierro para no caerse.

Zac: Hay ciertas cosas que no quiero que vea nadie en la ciudad -dijo jadeando y metiéndose las manos en los bolsillos al tiempo que procuraba recuperar una respiración normal. Miró a Ness y la encontró más atractiva que nunca, con los ojos brillantes y la tez sonrojada. Deseaba llevársela a la cama, desnuda, sin gafas, con la melena suelta y abierta a la pasión-. Hasta mañana, Ness.

Ness: ¿Mañana? -musitó sin aliento-.

Zac: Sí, trabajo como agente voluntario para controlar los desplazamientos de la gente en la feria. Y adivina dónde está mi puesto... -dijo desapareciendo en la oscuridad con una risa maliciosa-.




¡Wow! ¡Esto está al rojo vivo! XD
Ness, es inútil que te resistas. Y no lo digo yo, lo dice tú sola dejando que te meta la lengua XD. Pero bueno, habría que ser de piedra para no dejarse llevar XD.

¡Comentadme, chicas!
Sobre todo tú, Lau. Siempre me haces reír con tus coments XD.

Bye!
Kisses!


2 comentarios:

Milagros L. dijo...

me encanto el capiii y espero el proximo con muchas ancias eh
bye

Unknown dijo...

AYYY ME ENNCANTO!

NO PUEDES DEJARLO ASIIIIIIII. AHORA ME VOY A MORIR DE LA INTRIGA.
SUBE PRONTO PORFAAAA:)

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