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miércoles, 6 de marzo de 2013

Capítulo 2


Zac se apoyó sobre la encimera de la cocina de la casa de sus padres y dio un mordisco a un sándwich. Se alegró de estar allí porque en la nevera de su casa no había nada en buen estado. Debería acostumbrase a ir de compras y a dedicar tiempo a cocinar en casa.

MZ: No puedo creerme que no hayas estado en esa librería hasta hoy -dijo su madre, sirviéndose una taza de té-.

Zac: ¿Tú la conocías?

MZ: Estuve en una ocasión, con Diana -su madre era amiga desde la infancia de Diana Adkins, Zac se había criado con sus hijos y el mayor, Jake, era de su edad-. ¿Y qué opinión te merece la propietaria? Diana compra allí muy a menudo y la adora.

Zac: ¿La adora? -estuvo a punto de atragantarse con un sorbo de refresco-.

No podía creerse que nadie pudiera adorar a la Ness que él conocía. La mujer era ocurrente, pero más fría que una noche de invierno. Sus ojos decían: «ni se te ocurra pensar en ello». Y, precisamente por eso, a él le entraban cada vez más ganas de pensar en ello.

MZ: Desde luego. Diana dice que es capaz de buscarte cualquier libro y no cobrar por la gestión.

«Esa forma de trabajar era inteligente por su parte», pensó Zac con una mirada de apreciación. Era una pena que Ness no derrochara un poco más de encanto. Aunque era posible que solo fuera él el rechazado.

Zac: No va a participar en la Feria de Invierno.

MZ: ¿No? Y eso... ¿por qué? -Zac se terminó el sándwich y cuando agarró un paño de cocina, en vez de una servilleta, para limpiarse la boca, su madre lo regañó-. Juraría, Zac Efron, que te he enseñado mejores modales.

Zac: Es cierto, lo siento -repuso con cara de obediencia-. No sé por qué no quiere participar. No me dio la impresión de que deseara mezclarse con la gente.

MZ: Bueno, la verdad es que siendo nueva en la ciudad debería intentar integrarse con el resto de los comerciantes. Todo el mundo comenta lo bien que ha hecho la restauración de ese viejo edificio. Y yo, como miembro de la sociedad de protección del patrimonio histórico, estoy encantada. Si no lo hubiera comprado ella, el ayuntamiento lo hubiera derribado.

Zac admitió que la casa de dos plantas había quedado espectacular, pintada en un amarillo suave y con las verjas y ventanas en verde. Con un porche decorado por una moldura en el alero. Se resintió de no haberse dado cuenta hasta ese día.

¿Estaba tan absorbido por el trabajo que no se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor? ¿Tan concentrado estaba en alcanzar el sueño de su padre, que había consistido en convertir la empresa local en un negocio estatal?

MZ: Sí, creo que la señorita Montez debería participar -dijo su madre, sacándolo de su ensimismamiento-. Igual se lo pido yo misma. Diana es la directora de la feria, ya sabes.

Zac: Como todos los años -su madre y la amiga de ésta habían presidido casi todos los comités de actividades de Bradford a lo largo de su vida-. Espero que no vayáis a prepararle una encerrona, me echaría a mí la culpa.

MZ: ¿De veras? ¿Por qué? -Al ver que su hijo no contestaba, ella le echó una mirada de reojo y mostró una sonrisa espléndida-. ¡Te sientes atraído por ella!

Zac: Claro que no. Bueno, es posible. Es difícil saberlo -se frotó la cara. Todo era muy raro. Ness no coincidía con su tipo de mujer ni por asomo, fuera éste cual fuera. Pero no era un tema con el que deseara hablar con su madre-. No la conozco en absoluto, en parte porque no parece dispuesta a dejar que nadie se le acerque mucho.

MZ: ¿A nadie? ¿O a ti?

Zac no sabía qué pensar, la había visto mostrarse amable con Dylan, pero a él... la verdad era que prácticamente lo había echado de la tienda.

Zac: A mí.

MZ: Qué tontería. Estás imaginando cosas, Zac. Acabas de conocerla. Y, además, recuerda que has chocado con su furgoneta. La primera impresión no ha sido nada buena, hijo. Pero lo que me sorprende es que no se parece en nada al tipo de mujeres que suelen gustarte.

Zac: Yo no me lo tomaría en serio. Además, no estoy buscando esposa, así que contén esa sonrisa tan pícara, ¿de acuerdo?

MZ: Amber nunca fue la mujer adecuada -dijo su madre con una mueca-. ¿No puedes superarlo?

Zac: No, y creí que a ti te gustaba.

MZ: La toleraba porque tú la habías elegido -repuso frunciendo el ceño con disgusto-.

Eso era una novedad.

Zac: Por Dios, madre, ¿por qué no dijiste nunca nada?

MZ: Las madres tenemos la obligación de aceptar y amar a la mujer que nuestros hijos aman.

Él no dudó ni por un instante que ella estuviera convencida de semejante tontería y de que lo hiciera con buenas intenciones.

Zac: En el futuro, me gustaría saber tu opinión.

MZ: ¿Por qué? -preguntó sorprendida-.

Zac: Porque tienes talento para juzgar a la gente y, por otra parte, de haber conocido antes tu opinión sobre Amber, quizá me hubiera ahorrado la humillación a la que me vi sometido al conocer la verdad.

Eso había sucedido durante la semana anterior a la fecha de la boda, apenas un par de días antes de que los invitados forasteros tuvieran que empezar a tomar aviones para asistir a la ceremonia. Estaban en una fiesta en casa de unos amigos, cuando por pura casualidad oyó cómo Amber le explicaba a una de sus damas de honor «que sería capaz de soportar cualquier cosa, incluso al propio Zac, con tal de beneficiarse del dinero de los Efron». Zac había roto el compromiso en mitad de la fiesta, había recuperado el anillo de compromiso de su abuela y se había marchado solo de luna de miel. No le había resultado fácil regresar al cotilleo de Bradford, aunque las únicas personas que sabían la verdad eran su padrino, su hermano Mike y sus padres.

No se había preocupado de lo que Amber pudiera estar contando por ahí, pero había oído suficientes mentiras como para saber que no se había quedado callada. Nunca había intentado defenderse. En lo que a él se refería, la puerta de esa fase de su vida había quedado cerrada para siempre. Y no pensaba volver a abrirla.

MZ: Han pasado ya dos años, Zac.

Zac: ¿Y a quién le importa? Estoy disfrutando de la vida, madre, así que no insistas -dijo besándola en la frente antes de desaparecer como por arte de magia-.

Pero el error que había estado a punto de cometer aún le dolía y lo peor de todo era que desde entonces sabía que no podía confiar en su propio juicio con respecto a las mujeres.


Ness se arrellanó en un cómodo sillón de orejas, dejando la taza de té en la mesilla auxiliar antes de arroparse con una manta afgana. Era su ritual de la tarde para ponerse a leer después de haber cerrado la tienda. Un buen libro, un té, una manta, un foco de luz suave y música. Y el aroma de las galletas de canela que compraba en la pastelería de la esquina. Los placeres más sencillos de la vida.

Antes de llegar a Bradford había estado demasiado ocupada con su vida social y laboral como para necesitar un ritual nocturno que la ayudara a soportar su soledad. Nunca se había imaginado que alguna vez podría llegar a sentirse tan aislada. Se estremeció de frío y se arropó un poco más. Su apartamento, que estaba sobre la librería, tenía cuatro habitaciones y una cocina. Había otra pequeña cocina abajo y ella había añadido una barra para servir cafés con nata y unos sillones para que los clientes pudieran curiosear los libros, charlar con ella, y sentirse a gusto.

Sonó el teléfono y ella sintió una especie de alarma interior. Ness parpadeó, podía ser de nuevo su padre para insistirla en que regresara a la casa familiar. Al final se animó a descolgarlo.

Zac: Hola, Ness.

Era Zac Efron, la última persona que hubiera esperado que llamara.

Ness: Este es un número privado. ¿Cómo lo ha conseguido? Voy a tener que demandar a la compañía telefónica.

Zac: Imposible. Me lo ha dado Diana Adkins.

Ness: Tendré que cobrarle un plus la próxima vez que venga a por libros -él rió-. ¿Qué desea usted, señor Efron?

Zac: Lo primero, que me llames Zac.

Ness: ¿Conseguiré así que desaparezca de mi vida?

Zac: Yo no lo daría por hecho. Te llamo para ver si quieres colaborar en los servicios comunitarios.

Ness: ¿A qué servicio en concreto se refiere?

Zac: Al teatro infantil.

Ness: No, imposible. Nunca he trabajado con niños. Además no tengo talento para el bricolaje.

Zac: Vamos, seguro que sabes golpear con un martillo.

Ness: ¿Y acertar en un clavo?

Él rió suavemente, de forma íntima, y ella se preguntó durante un instante si la estaría llamando desde la cama.

Zac: Me encanta tu sentido del humor.

Ness: Es usted patético -dijo sin poder evitar una sonrisa-.

Zac: ¿Qué llevas puesto?

Ness: ¿Cómo?

Zac: ¿Llevas esas horribles botas cuando estás en casa?

Ness: No, las he dejado junto a la puerta de la librería para que hagan la guardia nocturna.

Él chasqueó la lengua y ella sintió que la sangre se le derretía en el cuerpo.

Zac: Déjame adivinar. Vas vestida de franela de arriba abajo.

Ness se miró el camisón de seda de color burdeos.

Ness: Efectivamente, de franela decorada con margaritas y un lazo rosa. ¿Y se puede saber cuál es el objeto de esta conversación...?

Zac: Simple curiosidad.

Ness: Hola, Tor -dijo mientras el gato negro se incorporaba sobre su regazo-.

Zac: ¿Estás hablando conmigo?

Ness: No, con mi gato, Tor.

Zac: ¿Por qué Tor?

Ness: Porque los egipcios adoraban a los gatos y yo creo que llevaban razón.

La risa de él fue como un estallido.

Zac: Una mujer que se viste de franela y adora a un gato tiene muchas posibilidades de llevar una vida demasiado solitaria, Ness.

Ness: Estaré predestinada, entonces.

Él volvió a chasquear la lengua.

Zac: Puedes deshacer el encantamiento.

Ness: ¿Y a usted qué le importa?

Zac: Eres demasiado sexy para estar encerrada.

Ella parpadeó y miro al gato con una mueca: «¿sexy?». Solo Zac Efron podía considerar sexy a una mujer que se vestía casi con harapos de talla gigante y botas de combate. En realidad había adoptado ese disfraz para pasar lo más desapercibida posible.

Ness: ¿Necesitas gafas? -preguntó con ironía-.

Zac: Veo perfectamente, gracias, y... me gusta lo que veo.

Ella se sonrojó de excitación.

Ness. Buenas noches.

Zac: No, buenas noches, no. Buenas noches, Zac -explicó con paciencia-. Dilo. No va a darte un infarto por una cosa así.

Ness: Buenas noches, Zac -dijo juguetona, con voz ronca antes de colgar-.

Aunque se sentía halagada, no podía permitir que ese hombre se le acercara demasiado. Era un peligro para su forma de vida. Si alguien descubría su verdadera identidad, estaría perdida.


Ness echó un vistazo a un cliente que acababa de entrar y reconoció el magnífico corte de su traje italiano antes de darse cuenta de quién lo llevaba puesto. Estaba impresionada, y tuvo que contenerse para que no se le quedara la boca abierta. Zac Efron podría haber sido uno de sus modelos de pasarela. Su aspecto era excelente, pero no pensaba confesarlo en voz alta.

Ness: ¿Pretende demostrarme que trabaja para vivir o está jugando a los disfraces?

Zac: Vengo de una reunión y dentro de unos minutos tengo otra.

Él se detuvo delante del mostrador y Ness recordó el tono de su voz la noche anterior, suave y profunda, envolvente. Después de la llamada había sido incapaz de concentrarse en la lectura.

Ness: ¿Para qué ha vuelto?

Zac: Le he traído su vehículo -dijo señalando una furgoneta negra de último modelo que estaba aparcada junto a la acera-.

Ness: Ese no es mi vehículo, señor Efron.

Zac: Lo sé. El suyo era casi una antigüedad. Tardarán unos días en arreglarlo. Este es alquilado.

Ness: Mi seguro me ofrece un coche de repuesto.

Zac: Y el mío también. Ése.

Ness: No estoy de acuerdo.

Zac: Mire, Ness, fue culpa mía. Es normal que sea mi seguro el que se haga cargo de los gastos. Daría lo que fuera por discutir conmigo, ¿no?

Ness: Efectivamente. Supongo que se me nota en el tono de voz.

Zac: No la conozco lo suficiente, pero eso podríamos arreglarlo... -ella le dirigió una mirada que lo detuvo en seco-. De acuerdo, manténgase a la defensiva, pero lo que está claro es que necesita un medio de transporte -dijo agitando las llaves-.

Ness: Dispondré de mi propia furgoneta en cuanto la arreglen. Me gusta conducir vehículos históricos -repuso levantando la barbilla-.

Zac: El suyo ya debería estar en un museo, créame. Ha llegado la hora de que se modernice.

Ness: ¿Le organiza usted la vida a todo el mundo o solo a mí?

Zac: Me gustaría que participara en la feria.

Ness: No cambie de tema. No necesito ni su coche ni su dinero, Efron. De hecho, no lo quiero.

Zac sonrió y Ness se sintió como si el corazón fuera a explotarle de júbilo, pero se controló inmediatamente. Sin embargo, se preguntó cuánto tiempo hacía que no conocía a una persona que sonriera tan a menudo. Era raro encontrar a un hombre que se sintiera tan satisfecho de la vida. Pero una voz interior la previno: ¿tendría algo que ver que el hombre en cuestión fuera millonario? Lo cierto era que un hombre así no debía tener demasiadas preocupaciones vitales. ¿O sí? ¿Y qué hacía flirteando con ella? ¿Estaría simplemente poniendo a prueba su encanto con una desconocida? Ella sabía que tal y como iba vestida y peinada, y sin maquillaje, no resultaba una mujer atractiva. Había decidido adoptar ese disfraz intencionadamente. Cuanto más irreconocible resultara, mejor.

Ella había sido diseñadora de modas y había celebrado desfiles en Milán y París. Sabía lo que la ropa de calidad podía conseguir sobre un cuerpo agraciado y, precisamente por eso, había decidido ocultarse bajo varias capas de telas completamente insípidas. Había elegido los colores que menos la favorecían y se había sujetado lo que anteriormente había sido una brillante melena de pelo negro oscuro en un serio recogido. Llevaba gafas porque las necesitaba, pero aunque guardaba un par de diseño en la mesilla de noche, solía trabajar con un modelo muy anticuado que, además, tenía los cristales demasiado grandes para su rostro.

Zac: He venido para volverle a pedir que participe en los servicios comunitarios.

Ness: Mi tienda ya es un servicio social.

Zac: Pero los niños... -dijo con tono lastimero-.

Ness: Es injusto que me suplique de esa manera -repuso ocultando una sonrisa-.

Zac: Utilizo todos los recursos que tengo a mano.

Ness: Los niños ya tienen a sus padres para ayudar. Yo no tengo nada especial que ofrecer -era la triste verdad, era una diseñadora de modas incapaz de poner orden en un jaleo infantil-.

Sonó la campanilla de la puerta y entró una mujer. Se detuvo y curioseó un poco la tienda. Era delgada y pequeña, con el pelo cano cortado a la perfección. Llevaba un atuendo clásico: pantalones de color crema, camisa azul marino y chaqueta crema a juego con los pantalones. Alrededor del cuello destacaba un pañuelo cruzado y sujeto sobre el pecho con un alfiler de brillantes. Era una mujer elegante, pensó Ness mientras ella se acercaba. Se paró al lado de Zac.

Zac: Hola, madre -dijo con un cierto tono de molestia-. ¿Nuestra conversación de ayer no ha servido para nada?

MZ: Tú me hablaste, pero yo no te escuché. Soy tu madre y me puedo permitir esas libertades -dijo propinándole un golpe despreocupado en el pecho-. Preséntanos.

Ness salió de detrás del mostrador con la vista fija en Zac.

Ness: Bienvenida, señora Efron. Soy Ness Montez. Encantada de conocerla. Diana Adkins me ha hablado mucho de usted.

MZ: Es un placer, cariño. Y llámame Lily. Estuve una vez aquí con Diana. Ella adora tu tienda.

Ness: Suele sentarse en la esquina con una taza de café y una novela policíaca.

Lily: Creo que le tienta más el café con nata y la tranquilidad que los propios libros.

Ness les ofreció un café y se dirigió a la barra. Mientras lo preparaba, el ruido de la cafetera italiana atenuó sus voces. Cuando pudo distinguirlas de nuevo estaban hablando sobre... ella.

Zac: Intenté que Ness participara como comerciante en la Feria de Invierno, pero ante su negativa, he regresado para convencerla de que colabore en el festival infantil.

Ness: ¿No piensa dejarme tranquila nunca? ¿Piensa utilizar toda su munición en esto? -dijo boquiabierta-.

Zac: Sabía que la batalla sería dura -comentó echándole una mirada de reproche a su madre-.

Lily: Zac, compórtate. Si te ha dicho que no, es que no -intervino-.

Zac: Claro, mami -contestó el aludido con tono burlón, pero cariñoso-.

Ness no pudo evitar una sonrisa. Al menos había alguien en el mundo capaz de poner a ese hombre en su sitio.

Lily: Aunque la verdad es que nos vendría muy bien un poco de ayuda -continuó-.

Zac: Ella piensa que con la colaboración de los padres de los niños basta -explicó-.

Ness lanzó una mirada de advertencia a Zac.

Ness: Puedo hablar por mí misma, gracias -dijo sirviendo los cafés-. Me gustaría que entendieran que no quiero implicarme demasiado en las actividades de la ciudad todavía porque solo hace un año que estoy aquí instalada y, además, trabajo sola, nadie me ayuda.

Lily dio un sorbo al café con nata y se relamió los labios.

Lily: Está buenísimo -comentó-. No me extraña que Diana se refugie aquí de vez en cuando -dejó la taza sobre la barra-. Puedo entender que el negocio sea una prioridad para ti. Sin embargo... -hizo una pausa para dedicar una suave sonrisa a Ness-, solo necesitamos un par de manos extra. Los padres están colaborando al límite de sus posibilidades y Zac está encargado de los decorados.

Ness: ¿Cómo voluntario u obligado por las circunstancias? -preguntó con suspicacia-.

Zac: Un poco de cada -dijo llevándose la taza a los labios-.

Ness lo miró, preguntándose si esa boca parecería tan deliciosa sobre sus labios, y recordándose al mismo tiempo que ella deseaba estar sola por razones bien justificadas.

Lily: Por favor, Ness -dijo suavemente-. La restauración de esta casa demuestra que tienes un gran talento para el diseño.

Ness: Gracias, es solo un pasatiempo -dijo arrepentida de tener que mentir, especialmente a una señora tan amable. Una ligera sensación de culpa la obligó a dudar-. ¿Cuánto tiempo tendría que dedicarle?

Lily volvió a sonreír, satisfecha.

Lily: Solo un par de horas después de cerrar la tienda. La feria empieza la semana que viene y tenemos que tener todo dispuesto para la obra de teatro infantil que la inaugura.

Ness: De acuerdo. Un par de horas después de cerrar -aceptó haciendo caso omiso de la amplia sonrisa de Zac-. ¿Es necesario llevar algo?

Lily: No, los comerciantes que participan han aportado los materiales necesarios. ¿A las siete en el teatro?

Ness asintió.

Lily se despidió rápidamente y se fue. Zac se quedó.

Zac: La primera sesión es esta noche -dijo antes de dar otro sorbo al café-.

Ness: Una promesa es una promesa, Efron. Allí estaré -él consultó el reloj-. ¿Se tiene que marchar? Qué lástima. Llévese el coche que ha traído.

Zac la agarró de la muñeca y la atrajo hacia sí; el corazón de Ness bailoteó una danza muy antigua.

Zac: Tu piel es tan suave...

Ness: Efron... -se quejó-. Uso buenas cremas.

Los dedos de él se deslizaron por su brazo y Ness se sintió sumergida en un juego que podía prolongarse eternamente. Si no se detenía, era capaz de llevárselo a la trastienda y tratar de besarlo.

Zac la miró.

Zac: No sé qué es lo que me está volviendo loco de ti, Ness Montez, pero estoy deseando adivinarlo.

Ness: No tengo nada de especial, así que la espera va a ser larga.

Él se acercó un poco más y Ness deseó que la besara.

Zac: Soy un hombre sureño, tenemos mucha paciencia.

Ness: Dígale eso a la parte trasera de mi furgoneta.

El reloj de él emitió unos pitidos de alarma y Zac se separó de ella. La miró durante un largo instante, soltó un suspiro, hizo una mueca y se dirigió hacia la puerta. Ella se dio cuenta de que había dejado las llaves del coche sobre el mostrador.

Ness: Señor Efron, llévese estas llaves. -Él hizo caso omiso y giró el pomo para salir-. ¡Zac! -gritó enfadada. Él se volvió y le dirigió una mirada de triunfo antes de desaparecer-. Hablar con un hombre es como hablar con una pared -musitó tomando las llaves-.

Todavía estaban calientes de haber estado en la mano de Zac. Se las metió en un bolsillo y decidió olvidarse de ellas. Y olvidarse de Zac. Pero su fortaleza se vino abajo al cabo de unos segundos. Ese hombre... era peligroso, pensó, repentinamente consciente de que podía llegar a enamorarse de él.




¡Capi diver! XD
Zac, macho, que pesadito eres ¬_¬
Y Ness es muy tonta. Se siente atraída por Zac y se empeña en negarlo. Si no lo quieres tú, sé de muchas que lo aceptarían sin protestar XD.

Lucia, las dudas que tengas sobre la vida que llevaba antes Ness, no te preocupes que pronto se sabrán más cosas.
Lau, no inventes. Ness no es una bruja. Se viste como una, pero no lo es XD.

¡Comentad más, chicas! O lo que podáis. Sobre todo si queréis leer el capi tres. Porque va a ser guay XD.
Bye!
Kisses!


5 comentarios:

Unknown dijo...

OMGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGG!
ESTA ENAMORADA DE EL YA! Y ZAC ESTA ENAMORADA DE ELLA TAMBIEN.

HA SIDO UN CAPITULO INTERESANTE..YA DESEO SABER MAS SOBRE LA VIDA DE NESSS.. :)

SUBE PRONTO.

Lau B. dijo...

AWWWWWWWWW!
estoy encantada con Zac
justo hoy, antes de leer esto, vi la entrevista del Hormiguero que le hicieron a Vanessa y Selena donde Ness dice que el chico perfecto tiene que ser bueno con su madre! y lo que hace que me de aun mas ternura este Zac!

Lau B. dijo...

Segundo capitulo y ya estoy enamorada de este Zac!
Buen trabajo escogiendo novelas Alice!!
Deberias ser Critica de estas!!!
jajajaja
El humor de Ness me encanta!!

Lau B. dijo...

publica pronto pronto pronto prontooooooo!!!!
ya quiero saber como les va con el servicio comunitariooo!
por cierto todos los capitulos son asi de largos???
LOS CAPITULOS LARGOS SON MIS FAVORITOS XD!

Lau B. dijo...

PUBLICA PRONTO PLEASE
PUBLICA PRONTO PLEASE
PUBLICA PRONTO PLEASE
PUBLICA PRONTO PLEASE
PUBLICA PRONTO PLEASE
PUBLICA PRONTO PLEASE
Bye
Lau B.

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