topbella

martes, 19 de febrero de 2013

Capítulo 14


Vanessa bajó al salón decidida a poner alguna excusa y marcharse. Vio que la mesa estaba recogida pero no había ni rastro de Zac. Se acercó a la chimenea a esperar a que regresase. Sentía un cosquilleo interior mezcla del calor del fuego y de la conciencia de que estaba enamorada.

De repente algo llamó su atención. Estaba oculto entre las sombras de un rincón y se acercó para echar una ojeada y al hacerlo las luces de ese rincón se encendieron de golpe.

Vanessa gritó y giró sobre sus talones, buscando desesperadamente a Zac. Éste estaba junto a la puerta de entrada del apartamento con las manos junto a un panel de interruptores.

Zac: Lo siento -dijo acercándose a Vanessa-. No era mi intención asustarte -continuó en voz baja y algo ronca-. Sabía que mi saco te había llamado la atención y pensé que así te resultaría más fácil verlo.

Ness: ¿Tu saco? -preguntó con voz apenas audible-.

Zac extendió el brazo y la acompañó hasta el misterioso rincón. Allí colgaba del techo un saco de boxeo rojo. Vanessa tragó con dificultad. Era enorme. Más alto que ella, estaba anclado al techo y al suelo por unas gruesas cadenas de acero.

Vanessa se acercó un poco más y extendió una mano con la que lo empujó ligeramente. El pesado saco apenas se movió. Vanessa retiró la mano como si quemara y se restregó los dedos tras el contacto con el frío cuero.

Zac: Cuando reformé el edificio hice que reforzaran el suelo y el techo para que pudiera soportar el peso. ¿Quieres probarlo?

Zac golpeó su saco en actitud juguetona un par de veces y Vanessa retrocedió con un gesto de disgusto ante la idea.

Ness: No, gracias.

Zac: ¿Estás segura? Es muy divertido.

Ness: Lo siento. No me interesa golpear un enorme saco rojo que no me ha hecho nada.

Zac: Es bueno para relajar tensiones. Y es un ejercicio excelente. Trabaja músculos que no sabías que existían -dijo dando pequeños saltos con los puños en alto frente al saco-.

Vanessa siguió retrocediendo.

Ness: Si he podido vivir hasta ahora sin saber que existen creo que podré vivir otros cincuenta años sin ellos -contestó en un susurro para evitar que Zac notara que se estaba poniendo histérica-. ¿Y no hay mejores formas de relajar tensiones que golpeando algo o a alguien?

Zac: Alguna me viene a la cabeza.

Vanessa se detuvo y miró a Zac lejos de sentirse aliviada. Este había dejado de brincar. Estaba con las piernas ligeramente abiertas mientras sujetaba el pesado saco con las dos manos. Tenía el pelo revuelto, los ojos brillantes y la respiración entrecortada.

Vanessa no podía dejar de imaginar a aquel hombre en posturas más sensuales. Era realmente viril, lo que, unido a aquella pose de hombre frío con el corazón herido que llevaba sobre sus hombros lo hacía todavía más atractivo y sexual.

Zac decidió que le gustaba lo que estaba viendo. Para ser una mujer a la que una vez consideró fría resultaba ser más emotiva de lo que hubiera creído. Su rostro no podía ocultar sus pensamientos y si no tenía cuidado la tomaría en sus brazos y haría realidad lo que su cuerpo le pedía.

La había puesto a prueba para ver cómo reaccionaba y en vez de ganarse una mirada de reprobación había obtenido una total rendición y aquello lo había dejado sin palabras. ¿Qué ocurriría si aceptaba la invitación? Sería memorable si ella fuera ese tipo de mujer.

Pero no lo era.

Lo había estado pensando toda la noche. ¿A quién quería engañar? Llevaba así dos semanas y la mirada de Vanessa le decía que a ella le había pasado lo mismo. Pero aquella no era mujer para un entretenimiento. Era la mejor amiga de Ashley y Scott. Sería algo muy complicado. Pero también sería tan dulce...

Zac se pasó una mano por el pelo, se separó un poco del saco y decidió alejarse del hechizo de Vanessa.

Zac: ¿De verdad tienes algo en contra del boxeo o es tan solo una visión generalizada de las mujeres?

Vanessa parpadeó.

«Eso está mejor. Ódiame. Pelea conmigo».

Y entonces Vanessa alzó la barbilla en actitud desafiante.

Ness: Y dime ¿qué es lo que se supone que gano por mostrar una actitud femenina?

Zac: Lo único que digo es que me gustaría oír tu verdadera opinión y no lo que parece un tópico.

Ness: Sinceramente, Zac, ésa es mi opinión, tópico o no.

Zac vio desmoralizado que ahí acababa todo intento de discusión. No quería pelear con él. Vio cómo se desinflaba su entusiasmo y aparecía ante él vulnerable por más que hubiera intentado parecer fuerte.

Ness: Me da miedo -dijo señalando el saco-. El día de nuestro primer encuentro en la calle me gritaste; después coincidimos en aquella terrible pelea de boxeo que habías organizado para tus empleados animándolos a la violencia; he visto que tienes unos guantes de boxeo guardados en un lugar de honor en tu habitación y ahora esto. No me gusta lo que todo esto parece indicar.

Zac solo se había quedado con la palabra «miedo». Solo entonces se dio cuenta de la expresión de pánico en el rostro de Vanessa y los brazos cubriéndole el pecho en actitud defensiva, dispuesta a salir corriendo si la situación se ponía fea. Y antes se había estremecido cuando él golpeaba el saco levemente. Zac invitó a Vanessa con suavidad a ir con él hasta el sofá.

Zac: ¿De qué tienes miedo, Vanessa?

Esta no respondió, tan solo se encogió de hombros y tragó con dificultad el nudo que se le había formado en la garganta sin poder dejar de mirar el saco con sus grandes ojos marrones. Zac le tomó las manos con una mano suya mientras con la otra le acariciaba el pelo tratando de tranquilizarla.

Zac: Solo lo utilizo para estar en forma y porque me divierte -dijo con voz deliberadamente suave-. Cuando era niño tuve un gran maestro que me dio clases elementales de boxeo en un gimnasio del barrio. Me enseñó a dominar mis emociones y a centrar el interés y la fuerza en lo que tenía delante. Organizo veladas de boxeo para mis empleados precisamente para inculcarles esos mismos valores.

Ness: ¿Y los guantes? -preguntó dubitativa-.

Zac: Los guantes pertenecieron a Mohamed Ali y los tengo guardados en una caja de cristal porque valen una pequeña fortuna.

A Vanessa no pareció servirle de mucho aquella revelación. Los ojos se le habían suavizado y habían perdido la mirada asustada, pero seguía temblando. Zac continuó acariciándole el pelo, la cara y el cuello para tranquilizarla aunque lo cierto era que él también disfrutaba con el contacto.

Zac: No pasa nada, de verdad, Vanessa. Mira, Miley también tiene un saco en casa y me atrevería a decir que ella lo usa más de lo que yo lo he hecho últimamente. Le encanta. ¿Nunca has hecho kick boxing o defensa personal?

Ness: Hago yoga con Ashley todas las semanas -respondió en voz baja con una sonrisa dubitativa iluminándole el rostro-, pero la versión más suave.

Zac se removió en su asiento al notar que se le aceleraba el pulso ante aquella incipiente sonrisa. No era sensato. Con cuidado dejó de acariciarla y posó una mano sobre el muslo y extendió el otro brazo a lo largo del respaldo del sofá. Le interesaba seguir con aquella conversación y para ello debía dejar de acariciarla.

Zac: Vanessa, no he peleado desde que tenía dieciséis años y nunca he utilizado mis conocimientos fuera del ring. Te lo prometo. Nunca he golpeado a una mujer y nunca lo haría por muy irritantes que algunas puedan llegar a ser. -Pero en vez de reírse como él esperaba, Vanessa volvió a recluirse en sí misma. No le gustaba mostrarse tan sensible. Zac se inclinó hacia ella y le puso un dedo en la barbilla para obligarla a mirarlo-. Vamos, Vanessa, esto es ridículo. Necesito saber que me crees. No podría soportar la idea de que realmente tengas miedo de mí. Dime que me crees.

Ness: Te creo -contestó tragando con dificultad al ver la mirada suplicante en los ojos de Zac-.

Pero Zac notó la vacilación y su preocupación a causa de ella, como si Vanessa realmente deseara creerle. Tenía que haber una razón de peso tras aquella actitud y estaba decidido a averiguarla.

Si para ella no significaba más que un cliente, o el amigo de unos amigos, no deberían importarle tanto sus aficiones pero estaba claro que sí le importaba. Y antes de cambiar de idea, Zac se estaba inclinando hacia ella y Vanessa no retrocedió sino que esperó hasta que sus labios rozaron los suyos levemente, igual que la primera noche fuera de la casa de Ashley y Scott. Y al igual que aquella noche, el beso tierno se convirtió en algo mucho más apasionado.

Zac todavía se inclinó más, presionando con sus labios y Vanessa respondió girando la cabeza para que el contacto fuera completo, aunque seguía sujetándose con las manos a cada lado de las piernas y con los codos pegados a los costados.

Tras unos momentos de placer infinito en la boca de Zac, Vanessa notó que los hombros y los codos se le relajaban y perdía ligeramente la posición. Pero fue suficiente para que Zac deslizara el brazo por detrás de su espalda invitándola a tumbarse sobre el sofá.

Un torrente de deseo la inundó en respuesta al tacto cálido de Zac, su varonil aroma y la insistencia de su cuerpo, al tiempo que la respiración se le aceleraba. Zac se movía con habilidad y ternura mordisqueándole el labio inferior y el deseo de Vanessa aumentaba. Aquél sí era el Zac que ella adoraba: generoso, dulce y embriagador.

De pronto, el insistente sonido del teléfono se elevó por encima de ellos.

Ness: ¿No deberías contestar? -susurró-.

Zac: Ya saltará el contestador -respondió dejando de besarla en los labios para exhalar un cálido aliento en el lóbulo de su oreja y a continuación depositar una lluvia de pequeños besos en su cuello-.

Y en efecto, así ocurrió.

Hola hermanito -dijo la voz alegre de Miley-.

La pareja dejó de besarse y miró hacia el teléfono, sus rostros muy cerca el uno del otro.

La nieve está fabulosa para esquiar. Y no, no me he roto una pierna. Will te dice hola. ¿Qué tal van los preparativos de mi fiesta? ¿Has quedado ya con Vanessa como me prometiste? Si es tan encantadora como dices tal vez deberías invitarla a salir. Lo siento, no puedo evitarlo. Cuando estoy enamorada quiero compartirlo con todo el mundo. De todas formas, cuéntame cómo va todo. Hasta la semana que viene. Te quiero.

Vanessa notó que iba recobrando el conocimiento poco a poco y no esperó a que Zac girara la cabeza para mirarla. Le puso una mano firme en el pecho y él accedió a separarse de ella.

Ness: Supongo que era Miley -dijo al tiempo que se incorporaba y ponía los pies en el suelo-.

Zac: Así es -respondió sin dejar de mirarla y poniéndole una mano en el muslo mientras jugueteaba con la otra con un mechón de pelo-.

Ness: De verdad, será mejor que me vaya -dijo consciente de que si no lo hacía volvería a caer en el embrujo de aquellas manos poderosas y el encanto de aquellos labios-.

Para empezar, no debería haber dejado que ocurriera. Y la próxima vez, ninguna llamada de teléfono inoportuna la salvaría.

Zac: ¿Por qué?

«¿Por qué? Porque estoy enamorada de ti y a la vez me das miedo y si me dejo caer en tus brazos me enamoraré aún más y tú saldrás corriendo».

Ness: Ni siquiera pensaba quedarme a cenar, mucho menos... -no sabía cómo denominar lo que había ocurrido entre ellos-. Esto no es lo que yo esperaba.

Zac: Digamos entonces que ha sido una velada inesperada. De hecho parece que siempre que estamos juntos es por casualidad. Desde luego yo no diría que nuestros encuentros sean predecibles.

Vanessa se alegró de que Zac tuviera tanta facilidad para bromear. Al menos saldría de allí y nadie sabría lo que sentía en realidad. Pero no estaba contenta. Estaba frustrada. Era evidente que Zac se sentía atraído por ella pero eso era todo. Y no era suficiente, no ahora que ella sabía lo que sentía por él.

Sonrió brevemente y se levantó. Se estiró la ropa y miró alrededor desorientada hasta que Zac señaló su maletín aún en el suelo de la cocina.

Ness: Claro, mi maletín. Gracias -dijo al tiempo que recogía la chaqueta y el bolso y se dirigía hacia el ascensor. Llamó y se volvió para mirar a Zac de pie a poca distancia de ella. Retrocedió un tanto cortada y le ofreció la mano como si aquello hubiera sido una cita de negocios-. Bueno, Zac. Gracias por la cena y... en fin, gracias por la cena. Estaba realmente deliciosa.

Zac se rió suavemente y a continuación tomó con gesto aparentemente serio la mano que le ofrecía.

Zac: Gracias por tu presentación. Realmente encantadora.

Vanessa lo miró con la mirada vacía hasta que él señaló el maletín y de pronto recordó el verdadero motivo que la había llevado allí.

Ness: Sí, claro. Bueno, me alegro de que te haya gustado. El lunes me pondré con ella nada más llegar y me pondré en contacto contigo... diré a Brittany que se ponga en contacto contigo a lo largo de la semana para cerrar los últimos detalles.

El ascensor llegó por fin y Vanessa dio un suspiro de alivio. Las puertas se abrieron y entró. Zac se inclinó ligeramente y sujetó con fuerza las puertas para que no se cerraran.

Zac: En caso de que te lo estés preguntando, es cierto que le dije a mi hermana que eras encantadora -admitió mirándola a los ojos, con una sonrisa que ponía al descubierto sus profundos hoyuelos-.

Vanessa le devolvió la mirada y sintió ganas de llorar. Zac se inclinó y le dio un beso en la mejilla, que duró más de lo que las normas de buena educación dictaban.

Vanessa suspiró al notar el contacto y cuando por fin se retiró vio que Zac tenía los ojos cerrados. Le costó mucho quedarse inmóvil dentro de aquel ascensor y no tirar de él para que entrara con ella.


Zac apagó las luces de la cocina y solo dejó encendidas las que iluminaban el saco de boxeo. Se había puesto pantalones y zapatillas de deporte y se estaba poniendo esparadrapo alrededor de las muñecas. Pero por primera vez desde que había hecho instalar el saco no tenía energía ni ganas de golpearlo. Solía utilizarlo para mitigar las frustraciones pero después de haber escuchado las escogidas palabras de Vanessa, la dolorosa sensación de injusticia que había tenido en la boca del estómago durante tanto tiempo, se había calmado.

Dio unos cuantos saltos alrededor del saco mientras estiraba el cuello y los hombros y dio unos puñetazos de calentamiento. Pero de pronto apareció ante él la imagen de Vanessa con la mirada asustada mientras él golpeaba ligeramente el saco.

No podía evitar preguntarse por qué Vanessa odiaba tanto el boxeo. Era cierto que muchas mujeres decían que les disgustaba aquel deporte porque eso era lo que se esperaba de ellas, pero él estaba seguro de que Vanessa sentía un disgusto sincero.

Él se había abierto a ella y le había contado más cosas sobre su vida de lo que jamás le habría contado a una simple «amiga de un amigo» y sin embargo ella no le había dicho una palabra de su pasado. Y Zac se sintió decepcionado por ello, o tal vez decepcionado por haber estado tan inmerso en su propia miseria que no había sido capaz de pensar que ella pudiera tener también alguna honda tristeza que compartir.

Decidió que tenía que averiguarlo, no porque tuviera interés en ella, por supuesto, sino porque simplemente se lo debía. Ella lo había ayudado más de lo que podría imaginar y quería devolverle el favor.

¿Pero a quién quería engañar? Le interesaba, más y más cada vez. Era una mujer cautivadora, y la verdad era que ya no podía apartar las manos de ella cuando estaban cerca. Y luego estaba aquel aroma suyo que le recordaba a las manzanas en el verano, y aquella mata de pelo suave y reluciente.

Pero ¿para qué? Por muy atraídos que se sintieran el uno hacia el otro, ella buscaba algo que él no podía darle aunque después de haber probado las delicias que Vanessa podía ofrecer, algo le decía que no podía dejarla escapar. Se estaba haciendo adicto a ella. Estaba colgado de ella.

«¿Y qué importa que esté buscando marido? ¿Por qué no puedo compartir mi tiempo con ella hasta que lo encuentre? Sé que podemos pasarlo muy bien juntos hasta que su príncipe azul aparezca».

Pero Zac sabía también que cada día que pasaba deseaba que aquel «príncipe azul» no apareciera nunca.


Vanessa conducía por la calle que corría junto al mar. Por mucho que intentaba concentrarse en la carretera no podía quitarse de la cabeza la imagen de Zac; el hombre que disfrutaba corriendo riesgos y no deseaba echar raíces tenía en el cajón superior de su cómoda todos los calcetines perfectamente ordenados por color y tejido.




¿Los calcetines ordenados por color y tejido? ¡Zac es de los tuyos, Ness! ¡Un maníaco obsesivo con el orden! XD
Eso es clara señal de que están hechos el uno para el otro. Si no puedes ver eso, Ness, ¡ponte gafas! XD

¿Os gustó el capi? ¡Claro que sí!
Gracias por los coments, ¡comentad mucho! XD
¡Y ya os digo que solo quedan cuatro capis! Si comentáis mucho, es probable que al final de la semana podamos tener la nove acabadita.

Bye!
Kisses!


5 comentarios:

Lau B. dijo...

YES!!!!!
ja! tengo un anuncio que hacer...
Zac por fin se dio cuenta que ama a Ness!!
AWESOMEEEEEEE!!
JAJAJAJAJJA

Lau B. dijo...

estoy totalmente de acuerdo con que estan el uno hecho para el otro...
ademas el se preocupa por ella (Awww)
pero esta equivicado en algo... el No quiere que llegue su principe azul cuando en realidad todas sabemos que ya llego...
la negacion es uno de los 5 pasos para aceptar un hecho! ;)

Lau B. dijo...

Publica pronto! que me encantaria
poder ver como termina todoooooo
Bye
Lau B.

Lau B. dijo...

PS: HACE MUCHO QUE NO SOY PRIMERA EN COMENTAR!!
URRA PARA MIII! XD
Continuala prontooooo
Xx

Unknown dijo...

oooh por dioss!
que capitulloooooooo, voy a matar a miley como va a interrrumirrrrrrrrrrrrrrrr!!

sbe pronto

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