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domingo, 17 de febrero de 2013

Capítulo 13


Vanessa terminó el último bocado. Hacía rato que se había quitado la chaqueta pero incluso solo con su camisa sin mangas estaba cómoda en el salón con la chimenea encendida.

Ness: Delicioso -dijo limpiándose los labios con la servilleta y dejándola en la mesa-.

Zac: Hmmm. Sí, delicioso -añadió-.

Zac se echó hacia atrás en la silla y se puso las manos sobre el estómago, con una sonrisa satisfecha iluminando su precioso rostro y a Vanessa le pareció muy sencillo creer que él estaba pensando lo mismo que ella, que era realmente delicioso estar allí sentados los dos juntos.

Ness: ¿Dónde aprendiste a cocinar así?

Zac se llevó a los labios el vino y tragó el bocado.

Zac: Me fui de casa a los dieciséis años así que tuve que aprender a cocinar para no comer solo comida enlatada y pan de molde.

Ness: ¿Dieciséis años? ¿Y te sentías preparado para enfrentarte al mundo con esa edad?

Zac: Estaba decidido a ser alguien, a ganar dinero y conservarlo, y nunca quedarme con las ganas de nada.

Ness: Mi mayor ambición a esa edad era volver loco a mi padre fugándome para casarme con Mike Combs, el chico más guapo de clase -apuntó-.

Zac: Supongo que algunas cosas nunca cambian.

Zac sonrió y Vanessa se sonrojó pero pensó que merecía la pena pasar un momento incómodo por ver aquellos hoyuelos.

Ness: ¿Lo hiciste por tus padres? Éstos normalmente provocan fuertes reacciones en los adolescentes.

Zac: Lo que me motivó fue el deseo de no acabar como ellos. Bueno, no como mi padre, para ser más exactos.

Ness: Cuéntame más -lo animó inclinándose hacia delante y apoyó la barbilla en la mano-.

«Cuéntamelo todo».

Zac: Cuando era adolescente gastaba todo el dinero en bebida. Una vez pillé a mi pobre madre buscando en los bolsillos de la chaqueta de mi padre dinero suelto para pagar al lechero. Y cuando ella murió, él apenas salía de casa; y más tarde solo iba al bar. Así es que cuando cumplí dieciséis me fui.

Ness: No lo sabía, Zac. No pretendía inquirir en...

Zac: No pasa nada. Nunca he ocultado mis comienzos humildes. De hecho, existen documentos que lo afirman «El niño pobre se hace rico».

Ness: ¿Era alcohólico? -preguntó mirando la copa medio vacía de Zac-.

Zac: Posiblemente -contestó agitando la copa-, aunque siempre lo consideré un hombre sin personalidad que se dejaba llevar más que un adicto. Estar borracho era una buena excusa para no tomar decisiones.

Ness: ¿Y ése ha sido el motor en tu vida?

Zac: Absolutamente. Era el ejemplo perfecto del fracaso así que tenía que tomar la vida por los cuernos. No tiene sentido quedarse anclado a un solo proyecto. Hay que correr riesgos para obtener recompensa, y enfrentarse a un nuevo reto.

Parecía hablar en serio pero a Vanessa le sonó a discurso que hubiera dicho mil veces hasta aprenderlo de memoria, y le rompió el corazón. Había conocido a un hombre que también había vivido siguiendo esa teoría y lo único que había hecho había sido daño a aquellos que más lo querían.

Ness: ¿Y Miley? -preguntó con suavidad-. ¿Es más joven que tú?

Zac bajó la vista a la mesa pero Vanessa pudo ver un sentimiento de culpa reflejado en sus ojos azules.

Zac: Solo tenía doce años. Nos escribimos durante un tiempo y me decía que no era feliz, pero en aquel momento creía que era más importante ganar dinero para asegurarnos un futuro -dio un largo sorbo de vino-. Unos años después volví a casa, con dinero y experiencia, sin resentimiento por mi padre. O eso creía. Cuando entré en casa vi que la mitad de los muebles había desaparecido, una pila de ropa para planchar cubría el sofá y a Miley en el fregadero. Solo habían pasado cuatro años pero había envejecido tanto que apenas la reconocí. Vestía harapos y se notaba que ella misma se había cortado el pelo. Mi preciosa hermanita se había esfumado y en su lugar estaba aquella miserable chica.

Nss: Zac -susurró y se llevó un dedo a los labios temblorosos-.

«¿Qué he hecho?».

Zac se preguntaba por qué había comenzado a contarle aquello, pero no podía retirar sus ojos del rostro compasivo de Vanessa.

Zac: Furioso y sin ni siquiera abrazarla la obligué a que me dijera dónde estaba. Me respondió que en el bar. Allí lo encontré, la sombra del hombre que una vez conocí. Le tiré la escritura de la casa. Había pagado toda la hipoteca. Él miró los papeles, apenas consciente de lo que eran, y mucho menos consciente del enorme gesto simbólico de reconciliación que le estaba ofreciendo. Me fui de allí disgustado, volví a casa, recogí a Miley y nos fuimos dejando una nota para que supiera que al menos ahora podría regocijarse en su miseria con un techo sobre su cabeza pero sin Miley.

Ness: ¿Y tú cuidaste de ella? -Zac asintió-. Pero solo tenías veinte años.

Zac: Lo sé, pero ¿qué otra opción tenía? Durante los siguientes años fui para ella todo su apoyo hasta que pudo sostenerse sola.

«Y nunca más quiero volver a sentirme igual, no quiero tener a alguien que dependa de mí para todo, fue demasiado duro».

Vanessa asintió y Zac sintió que había escuchado sus palabras y lo comprendía.

Ness: ¿Qué pasó con tu padre?

Zac: Falleció hace cuatro años.

Ness: ¿Antes de que te marcharas a Nueva Orleáns?

Zac: Esa misma semana. Tras el funeral hice las maletas -contestó consciente de que a Vanessa no se le escapaba ningún detalle-.

Ness: Parece que todo ha salido bien finalmente. No te ha ido nada mal y te llevas muy bien con Miley.

Zac: Pero es una niña mimada. Nunca le ha interesado lo más mínimo conservar un trabajo y antes quemaría su ropa que lavarla y plancharla. Y eso sí es culpa mía.

Vanessa había averiguado lo que quería saber. Su adorado Zac había soportado más emociones en los últimos años de su niñez que la mayoría de la gente en toda su vida. Cuando llegó a la edad adulta decidió que la única manera de que los sentimientos lo volvieran a consumir era no tenerlos.

¿Cómo podría ella recuperar a un hombre que estaba sumido en semejante dolor?

Ness: ¿Bromeas? Ayudaste a una niña a convertirse en adulta. Mucha gente nunca tiene esa oportunidad.

Zac: No sabía cómo hacerlo.

Ness: Eras un niño. Nadie habría esperado de ti que supieras todas las respuestas.

Zac se removió en la silla tratando de ahuyentar una extraña sensación: buscaba que Vanessa lo reconfortara, justo lo que se había jurado que nunca soportaría otra vez.

Sintió de nuevo la necesidad de correr y esta vez no miraría atrás. Pero entonces Vanessa le tomó la mano entre las suyas.

Ness: Escúchame. Por lo que Ashley me ha contado de Miley es compasiva y optimista, formal pero alegre. Sin la mezcla de experiencias que ha vivido en su vida no sería así.

Zac: Probablemente tengas razón.

Ness: Probablemente no, tengo razón. Creo firmemente que una persona necesita sufrir altibajos, vivir penas y alegrías para madurar y desarrollar una personalidad valiosa y fuerte. Quiero decir que sin los malos tiempos ¿cómo puedes disfrutar de los buenos? Fíjate lo bien que se siente uno después de estornudar.

Esto último lo pilló por sorpresa y antes de que pudiera reaccionar estaba sonriendo.

Zac: Tienes razón.

Ness: Bien, y eso es debido a la incomodidad que se sufre antes. Ya sabes, primero te pica la nariz y cada vez pica más hasta que llega el estornudo y te alivia, ahhh, una sensación maravillosa.

Zac: Supongo que todo eso tiene un peculiar sentido -dijo riendo con fuerza-.

Ness: Peculiar o no, es cierto. Sin haber sufrido antes una pena absoluta no se puede apreciar la más absoluta de las alegrías -dijo finalmente dándole unos golpecitos a Zac en la mano y empujando hacia atrás su silla se puso en pie-. Y ahora, ¿podrías indicarme dónde está el cuarto de baño de las niñas?

Zac señaló las escaleras junto a la cocina. Vanessa sonrió y rozó el hombro de Zac al pasar junto a él haciéndole sentir una ola de calor.

Cuando llegó a la puerta se dio la vuelta un momento como si supiera que la había estado mirando y sonrió antes de desaparecer en el cuarto.

Abajo, Zac dio un largo suspiro y se levantó, silbando, para recoger la mesa, sintiendo una serenidad que nunca antes había sentido.

Arriba, Vanessa terminó de lavarse las manos en el lavabo y se miró al espejo. Ya no le quedaba nada de brillo de labios. En su boca todavía quedaba el sabor de la soja y la miel de la salsa que Zac había preparado. A través del espejo vio la enorme bañera que había al otro extremo del espacioso cuarto de baño, lo suficientemente grande para acoger la enorme figura de Zac y la de otra persona.

Ness: Detente, Vanessa -se regañó en voz alta-, y sal de esta casa antes de que ocurra algo más-.

Zac era un hombre que necesitaba tiempo y espacio, paciencia y dulces palabras. Le parecía haber hecho algún progreso con él ahí abajo y lo último que le hacía falta era que una mujer ansiosa por cazar un marido se le echara a los brazos profesándole amor eterno.

Vanessa salió del baño y se encontró en el dormitorio de Zac. Los tonos naturales eran parejos a los del resto de la casa. La litografía de S. John ocupaba la pared sobre la cama y la otra estaba cubierta por una librería con todos los estantes llenos.

Aquella podía ser la primera y última vez que estuviera en aquella habitación y no pudo evitar querer empaparse de la esencia de aquel hombre. Pasó la mano por los estantes. Entre los libros había varios marcos de fotos, la mayoría de él y una mujer rubia y delgada. Vanessa pasó un dedo por el rostro de la joven que suponía era Miley. Tenía el mismo pelo de color claro y unos ojos profundos azulados y miraba a su hermano con una sonrisa llena de amor.

Entre dos lámparas vio una par de guantes de boxeo, bastante usados, dentro de una caja de cristal.

Se detuvo ante éstos y observó la superficie llena de arañazos, descosidos y manchas. Una mirada más de cerca le permitió ver las salpicaduras de sangre en el guante de la mano derecha. Un escalofrío le recorrió la espalda y la mente se le llenó de imágenes de cómo esos guantes habían acabado tan gastados. Sabía exactamente cómo. Y entonces recordó que Zac había sido quien había organizado la velada de boxeo de aquella noche. Le resultaba muy difícil aceptar que aquel hombre imperativo y condescendiente era el mismo hombre intrigante y reflexivo que estaba al otro lado de la puerta. Pero eran el mismo hombre.

Zac, a quien Ashley y Scott consideraban un buen amigo, que se preocupaba de su hermana pequeña, y que le había robado el corazón a Vanessa era el despiadado Zac Efron de Efron Holdings.

El sonido de las tazas proveniente del comedor sacó a Vanessa de su sueño. Debía llevar mucho tiempo allí. De camino a la puerta pasó junto a la cómoda y recordó la conversación que había tenido con Ashley; se giró, abrió el primer cajón y echó una larga mirada al interior.

Ness: Definitivamente, será mejor que me vaya a casa -susurró cerrando el cajón y saliendo de la habitación-.




Oh, oh... 
¿Se habrá metido Ness en la boca del lobo? :S
Quizá sí.
¡Descubridlo en el próximo capi! Gracias por los coments. Comentadme más XD.

Bye!
Kisses!


5 comentarios:

Unknown dijo...

Otro capitulo que me deja con la intriga jaajajaj
esta muy bueno.
espero que subas pronto.

LaLii AleXaNDra dijo...

Wao, Zac es un Baúl de sorpresas..
y si, Vanessa está en la boca del lobo,
ja; el lobo se la va a comer jaja
siguela
me encanta

Lau B. dijo...

Por Dios!
entre mas lo conoce mas perfecto es!
tiene su temperamento... pero quien no? ;P
jajajajaja

Lau B. dijo...

publica pronto, ya quiero saber que sucede entre esos dos!
y por supuesto que esta en la boca del lobo...
es decir se dice a ella misma que se tiene que ir y va a meterse a su cuarto -.- vaya plan Ness!!!
Bye
Lau B.

Lau B. dijo...

Publica pronto....................
POR FAVOR!!
:D
Xx

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