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jueves, 14 de febrero de 2013

Capítulo 11


Vanessa paso el miércoles en un pase de prensa para una ópera que llegaría a la ciudad en primavera y el jueves se encargó de la elección de vestuario para un baile de puesta de largo al que ella también asistió, esa misma noche. Sola.

Con la fiesta en mente no podía concentrarse en sus asuntos personales por lo que había suspendido todas las citas, pero dentro de dos semanas las cosas volverían a la normalidad. Aunque tal vez tuviera que suspenderlas todas si eso fuera necesario para conseguir la oferta de Efron Holdings.

Hasta el momento, Brittany y ella habían trazado ya los preliminares de la fiesta de Miley y tenía toda la pinta de ser perfecta, pero ambas sabían que para que fuera un éxito, el cliente tenía que estar con ellas al cien por cien. Así es que a última hora del viernes, Vanessa llamó a Zac.

Zac: ¡Vanessa! Qué sorpresa... agradable, por supuesto -dijo desde el teléfono del coche-. ¿Qué puedo hacer por ti?

Ness: Lo cierto es que creo que deberías ver los planes preliminares que hemos dispuesto para la fiesta. Tú conoces a Miley mientras que lo único que yo sé es que le gusta el papel rosa. Solo serán unos minutos, te lo prometo.

Zac: Claro. ¿Te va bien esta noche?

Vanessa miró el reloj. No tenía planes y sabía que tendría que darse prisa si no quería que cambiara de idea.

Ness: Estupendo.

Zac: ¿Vendrá Brittany también o solo tú?

Ness: Solo yo, me temo. Brittany tenía planes esta noche. Me asombra la vitalidad de esa chica.

Zac: ¿Entonces qué te parece en mi casa? Voy de camino para allá -dijo y notó su tono de voz alegre-.

Ness: No, no creo que sea...

Zac: ¿Por qué no? Yo cocinaré. Me toca.

Ness: No es necesario. Llegaré en un momento -dijo mordiéndose una uña-. ¿Dónde vives?

Zac: Puerto Melbourne -dijo dándole la dirección-.

Vivía al borde del mar y a solo unos minutos del trabajo. Vanessa miró a su alrededor: todo el despacho estaba lleno de muestras de tela, catálogos y menús. Tenía que tomar una rápida decisión: quedarse un viernes por la noche a recogerlo todo o...

Ness: De acuerdo. ¿Te parece bien dentro de media hora? Pero, por favor, no cocines. Te prometo que habré desaparecido antes de que empiece el telediario.

Zac: Hasta dentro de media hora. Ahí lo tienes -dijo colgando el teléfono-.

La excitación en la voz de Vanessa al hablar de la fiesta había sido evidente. Él había querido darle algo en lo que concentrarse que no fuera esa estúpida caza de marido y parecía que el truco había funcionado.

«Pero ¿por qué la has invitado a tu casa? ¿En qué ayuda invitarla a ella a solas, por la noche, a tu casa, tu santuario privado?».

No tenía por qué preocuparse. Esa noche sería el comienzo de su nueva relación profesional. Tan solo iban a sentar las bases. Vanessa se sentiría feliz profesionalmente y él quedaría liberado de toda obligación que pudiera haber sentido.

«Vale. Si solo se trata de una reunión de negocios deberíamos tener una agenda. Es mucho más fácil mantener el control de la situación si todo está apuntado de antemano. Lo primero es hacer que se sienta cómoda contigo en el nivel profesional, después estudiarás la presentación que ha preparado para la fiesta de Miley, y finalmente la enviarás a casa repleta de energía para completar el proyecto satisfactoriamente. Si hay que cenar, también estará bien. Y tal vez no esté de más una botella de vino. Serán negocios, nada personal. Para facilitar la transición».

Conectó el sistema automático del coche y se mantuvo un poco por debajo del límite de velocidad hasta casa.


Vanessa se metió en el cuarto de baño de su despacho y bebió un vaso de agua mientras se miraba en el espejo de cuerpo entero. Llevaba puesto su «traje de la suerte» como Brittany lo llamaba y se alegraba de que ésta no estuviera allí para preguntarle si significaba que sentía que ese día iba a tener suerte.

Ness: Es bonito y cómodo -dijo en voz alta a su reflejo-. Además, lo de esta noche será una presentación como muchas otras.

Se estiró el traje de raya diplomática y la camisa blanca de profundo escote; se pasó los dedos por el pelo que llevaba suelto por una vez, y salió de la oficina con su maletín «mágico» y la esperanza de que la información que contenía fuera perfecta.

Caminó por la calle Lonsdale donde tenía aparcado el coche y al pasar por el punto en el que había tropezado con él la primera vez recordó sus ojos y el pelo revuelto.

Le había dicho a Brittany que aquella mañana iba caminando con la cabeza baja, pensando en el trabajo pero lo cierto era que le había visto salir del hotel. Lo había observado, rodeado de equipaje, el viento helado sacudiéndole el rostro mientras le decía al mozo del hotel que no era necesario que saliera con él.

Le había parecido tan guapo que había quedado hechizada.

Redujo el paso al pasar por aquel mismo hotel con el recuerdo de Zac y sus ojos cansados que escondían una mirada exhausta y a la vez vibrante, junto con aquella media sonrisa que la había dejado atónita. Zac la había mirado entonces con evidente interés y Vanessa había sentido que, aunque tenía las piernas inmóviles, su interior ardía, el pulso se le había acelerado y apenas podía concentrarse en lo que estaba pasando.

No había tenido opción. Tenía que pasar a su lado para llegar a su oficina, así que caminó con decisión aunque le temblaran las rodillas al ir acercándose a él incapaz de retirar la mirada y ¡Bum!

Todavía no sabía cómo habían podido chocar. Ambos caminaban en dirección al otro, las miradas fijas, y lo normal hubiera sido que en los últimos momentos uno de los dos hubiera dejado pasar al otro pero ninguno lo hizo.

Avergonzada al verse por los suelos y por el hecho de que le había estado devorando con los ojos, el hechizo que segundos antes parecía cubrirla se había roto en pedazos.

Vanessa ahuyentó el molesto recuerdo de su cabeza. No era provechoso para su futura relación profesional seguir pensando en ello y tampoco tenía sentido seguir soñando con alguien tan inalcanzable. Era hora de seguir el consejo que ella misma le había dado a Zac y fingir que no había ocurrido.

Veinte minutos después estaba delante de un edificio de cinco pisos de apartamentos en Puerto Melbourne. Y apretó el botón del intercomunicador del ático, nada menos.

La calle estaba a rebosar de gente joven que se dirigía a los pubs y restaurantes de moda al borde del agua.

Tras un minuto la voz de Zac respondió.

Zac: ¿Vanessa?

Ness: Sí.

Zac: Sube.

La puerta se abrió y Vanessa entró al cálido interior. Se acercó al guarda de seguridad y éste comprobó su nombre en la lista que tenía y a continuación le indicó el camino al ascensor.

Mientras subía, Vanessa se fue preparando para ver el aspecto del mundo privado de Zac. Si la casa de un hombre era su refugio, estaba deseando ver lo que el apartamento de Zac decía de él. Las puertas se abrieron al llegar al último piso y un suave aroma a salsa de soja y miel junto con las notas de jazz la guió hacia el interior del ático.

Vanessa había pensado que su casa era bastante atractiva pero aquello era otra cosa. El apartamento de Zac no era austero ni intimidatorio, no puramente masculino, sino cálido y bien decorado; aspecto diáfano, suelos de tarima clara, luces de ambiente estratégicamente colocadas y elegantes muebles de líneas puras.

La impoluta cocina de acero inoxidable a la derecha, a la izquierda un enorme salón con chimenea sobre la cual colgaban dos grabados de cantantes de jazz americanos que ocupaban el lugar de honor de la estancia. Una trompeta dorada era el único adorno que había sobre la repisa de la chimenea.

Sobre una tarima que se elevaba unos centímetros del suelo estaba la parte reservada al comedor. Allí las paredes habían dado paso a unos amplios ventanales del suelo al techo a través de los cuales podían contemplarse las luces de la ciudad que empezaban a encenderse a la caída del sol.

Ness: ¿Hola? ¿Hay alguien en casa?

Zac asomó la cabeza por una puerta en el extremo más alejado de la cocina.

Zac: Hay bebida en la cocina. Saldré en un segundo -y su cabeza desapareció de nuevo-.

Sobre la encimera de la cocina, Vanessa vio las bebidas que Zac tenía alineadas, un decantador de cristal y las copas. Hizo caso omiso de la invitación y dejó el maletín en el suelo junto a la encimera y dio una vuelta por la casa.

Pasó la mano por el sofá de tres piezas, echó una ojeada por los numerosos libros que llenaban los estantes de la librería que separaba el salón del comedor. Subió los escalones que conducían a la parte elevada de la estancia y se maravilló de la vista de la ciudad que desde allí se disfrutaba. Podía sentir el frescor de la noche tras los cristales y se acercó tanto que su aliento chocó con el grueso cristal.

Zac: ¿Te gusta?

La suave voz de Zac la sacó del ensueño y se volvió para mirarlo. No lo había oído llegar.

Este le ofreció una copa de vino tinto y Vanessa dio un rápido sorbo. Observándolo por encima del borde de la copa notó que Zac tenía el pelo mojado y a pesar de tener el vino tan cerca, olía a menta. ¿Tal vez pasta de dientes? Entonces recordó que había visto unas manchas blancas al entrar que eran huellas de pie pues debía estar en la ducha cuando ella había llamado.

Vanessa se volvió hacia la ventana de nuevo para evitar que Zac la viera sonrojarse.

Ness: ¿Cómo no iba a gustarme? Tienes un apartamento precioso, Zac, y la vista es imponente -dijo haciendo un gesto con la mano sobre lo que tenía delante-.

Zac: Esta fue la primera propiedad que compré.

Ness: ¿Posees todo el edificio? -preguntó girándose para mirarlo-.

Zac: Ya no. Hace unos años financié su renovación y después se vendieron todos los pisos por separado y guardé el mejor apartamento para mí. Tengo que admitir que no gané nada en el trato por primera y espero que por última vez, pero creo que el sacrificio ha merecido la pena.

Ness: Puedes jurarlo.

Zac: Siempre que regreso aquí me pregunto por qué me fui.

Vanessa dio otro sorbo del delicioso vino hechizada por las luces de la ciudad que se reflejaban en los ojos de Zac; acariciaba la esperanza de que éste decidiera no volver a marcharse. Y como si notara la fuerte emoción que no podía contener, Zac dio un paso en dirección a ella. Vanessa sintió una ola de calor en su interior. Vio cómo Zac dejaba su copa y se acercaba más a ella y Vanessa quedó sin respiración. Lo único que pudo hacer fue acercarse la copa al pecho.

Cerró los ojos, expectante, y esperó incapaz de evitar lo que iba a ocurrir a continuación.




Aunque no lo creáis, me he quedado, seguramente, igual que vosotras. What!? ¿Ahí se acaba el capítulo? ¿Ya está? No jodas XD. Esperaba un capítulo más acorde para la fecha de hoy, pero va a ser que no XD.

Lau, ¡tranqui! Que la nove aún no acaba XD. Gracias por comentarme (por fin) XD.
Gracias también a Lucia, que siempre me comentas. Thank you very much.

Y gracias a las llamadas "lectoras fantasma". Aquellas que leen pero no comentan XD.

Bye!
Kisses!


5 comentarios:

Unknown dijo...

La vas a dejaaaaaaaaaaaar asi?
Hoy es san valeeeeeeeeeeentin jajajajaa.
No pudes cortarla aaaaaaaaaaaaaaaahi.

Me encanto elcapitulo, y quisera tener uun apartamento como el de zac.
Sube pronto.

LaLii AleXaNDra dijo...

Me dejaste O_O
por que lo dejaste hasta aquí?
jaja
siguela, me encanta lo que esta pasando :)

Lau B. dijo...

NO NO NO NO NO!
NO ES JUSTO!!!
publica por favor YA!
te lo ruego

Lau B. dijo...

Una cosita mas... nivel profesional el de su abuela!
si lo unico en que pensaban era en lo bueno que era el otro o hacerla sentir bien!
PLEASE!
GROW UP, MOVE ON AND MAKE OUT!!
Bye
Lau B

Lau B. dijo...

publica prontisiiiiiimo por favor :'(
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