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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Capítulo 20


Más tarde, Ness se preguntó cómo se las había arreglado para pasar el día dando clases. Había estado impartiéndolas con el piloto automático: repartiendo papeles, enseñando la tabla de multiplicar del siete, supervisando el recreo... Los niños parecían darse cuenta de que estaba preocupada, porque se portaron extrañamente bien, llegando incluso a saltarse su acostumbrada pelea por quién salía a borrar la pizarra. Incluso Ashley se mantuvo a distancia. Se acercó a Ness durante el recreo y le preguntó por su cita con Zac.


Ness: Se acabó -replicó concisa-. En todos los sentidos de la palabra. Fin del asunto.

Al ver los oscuros círculos bajo los ojos de su amiga y la prieta línea que dibujaban sus labios, Ashley frunció el ceño.

Ash: Ness, ¿estás bien?

Ness: No, pero lo estaré. -Le dio la espalda y se alejó-.

Las cosas no mejoraron al ir avanzando el día. La falsa historia acerca de la larga visita de Brian a su tía recorrió la escuela entera. Casi al final de la jornada, Jack Billard, el servicial director de Ness, que estaba encantado con el hecho de que el hijo del alcalde fuera a su escuela (y con la publicidad que eso significaba) pasó un momento por su aula para sugerirle que preparara unos cuantos deberes para Brian. La insistió amablemente a que anotara las lecciones que daría durante la semana, que seleccionara los libros de texto necesarios y adjuntara dicha nota y que hiciera un paquetito con todo y se lo entregara al alcalde para que él se lo enviara a Brian.

Ness: ¿Lo ha pedido el alcalde? -Jack frunció el ceño, un tanto incomodado-.

Jack: Aún no. Pero está muy involucrado en la educación de Brian. Así que me gustaría anticiparme a su requerimiento.

Lentamente, Ness respiró hondo.

Ness: De acuerdo, pero necesitaré algún tiempo para repasar mi plan docente de esta semana e imprimir todas las fichas de trabajo que complementarán las lecciones de los libros de texto. ¿Será demasiado tarde si lo entrego mañana? Dudo que Brian se meta de lleno en sus deberes nada más bajar del avión.

Ness casi se atraganta al decir esto último, a sabiendas de lo falso que era.

Claramente aplacado, Jack asintió con la cabeza.

Jack: Estupendo. Puedes llevarlo todo al Ayuntamiento mañana a primera hora. Ya lo arreglaré para que alguien te sustituya hasta que llegues a tu aula.

Ness: Muy bien. -Se echó para atrás en su silla-. ¿No le gustaría llevar el material usted mismo?

Jack: Sería demasiado obvio -repuso-. No quiero que el alcalde piense que soy un pelotilla.

«Aunque lo seas», pensó ella.

Ness se quedó media hora más después de las clases imprimiendo fichas de trabajo y reuniendo los libros de Brian. Decidió escribir la hoja de lecciones en casa, porque la cabeza le retumbaba tanto que apenas podía pensar. Necesitaba un baño de agua caliente, dos Tylenol y unas cuantas horas de tranquilidad, a solas, para meditar. Aquello no borraría el dolor que le atenazaba el corazón, pero al menos le daría un poco de perspectiva. Y quizás una pizca de paz.

Pero, al parecer, todavía no era el momento de tenerla.

Como si aún no hubiera aguantado suficiente tormento por hoy, Ness salió de la escuela a las cuatro de la tarde para encontrarse con que Cheryl Lager la esperaba junto a su coche.

Cheryl: Ah, señorita Hudgens -la saludó alegremente la periodista-. Esperaba poder hablar un minuto con usted.

Su paciencia se estaba agotando y Ness estaba a punto de estallar.

Ness: Estoy muy cansada, señorita Lager. Y no se me ocurre de qué tenemos que hablar.

Cheryl: De Brian Efron, desde luego. ¿Sabía usted que su madre iba a llevárselo de viaje?

En los ojos de Ness destelló una gélida mirada.

Ness: La señora Efron no tiene que consultar sus decisiones de madre o sus viajes conmigo. Además, según tengo entendido, hubo una emergencia familiar. Así que dudo que ni siquiera la señora Efron supiera que se iba de viaje.

Le pidió a Cheryl Lager con un gesto que se apartara y se inclinó para abrir la puerta del coche, pensando que era la segunda vez en un día que tenía que sortear a alguien físicamente para entrar en el vehículo.

Le dolía pensar en la primera vez.

Cheryl: ¿No le parece que es demasiada coincidencia lo oportuno de este viaje? -insistió-.

Ness: Las emergencias nunca suceden en el momento esperado. Por eso se las llama emergencias. Y lo que me parece es que usted debería atenerse a los hechos y evitar las insinuaciones. Ahora, si me disculpa...

Ness se metió en el coche.

Cheryl Lager apoyó una cadera contra la puerta abierta.

Cheryl: Si no quiere hablar de Brian Efron, quizá podemos charlar sobre su tío. Corre el rumor de que se está viendo con él. ¿Es cierto? Desde luego, eso explicaría por qué tiene tanto interés en proteger a su familia.

Ness sintió que la ira le subía por la garganta. Levantó la cabeza, forzándose a disimular cualquier emoción que no fuera la cólera.

Ness: Me ofende su acusación -replicó en un tono de controlada furia-. De hecho, diría que constituye una calumnia. Ahora apártese de mi camino o presentaré una denuncia contra usted. -Tiró de la puerta del coche hasta que Cheryl Lager cedió-.

Treinta segundos más tarde, ya había salido del aparcamiento de la escuela e iba de camino a casa.

Menos mal que Cheryl Lager no intentaba seguirla. Tal como Ness se sentía, quizá la habría empujado fuera de la carretera. Las desagradables insinuaciones de aquella mujer iban más allá aún del perodismo rastrero. Ya habría sido asqueroso preguntarle a Ness sbre su relación con Zac, hurgando por ahí como una columnista de la prensa amarilla a la caza de un jugoso tema de cotilleo.

Pero, ¿insinuar que Ness formaba parte de algún tipo de conspiración de los Efron? Aquello pasaba de la raya. Ness ya había aguantado lo suficiente de Cheryl Lager. Una sola pregunta más en ese tono, y presentaría una denuncia.

Entró en la autovía dándole vueltas a la oscura ironía de la pregunta de Cheryl Lager. Si se estaba viendo con Zac Efron, pensó amargamente. Bueno, eso sí era una auténtica contradicción. Ness dudaba que nadie viera realmente a Zac jamás. Aquel hombre era un enigma tan perfecto, que Ness dudaba que nadie jamás llegara a conocerlo.

Imágenes de la noche anterior se sucedían en su cabeza casi con cada retumbante latido. Imágenes que tan solo unas horas antes había casi venerado, y que ahora le parecían falsas y sucias.

Gustarse. Confiar.

Bueno, Zac y ella habían tocado esos temas, desde luego, recordó con lágrimas en los ojos. El problema era que solo habían hablado de lo que a él le gustaba y en lo que él confiaba. No habían llegado a hablar sobre las dudas que Ness tenía respecto a Zac y que la corroían. Así que aquel hombre no solo era un enigma, sino que era un maestro de la manipulación. Por no mencionar ya que también era un maestro de la seducción. Ella había caído en sus redes como una pardilla.

Igual que seguir una luz siniestra en una hermosa noche. Allí había estado Ness, zambulléndose en algo mágico que, según ella creía, estaba sucediendo entre ambos y Zac tan solo la había mantenido ocupada mientras se llevaban a Brian. Lo cual, por la definición de Zac acerca de lo que importaba de veras, tenía mucho sentido. Dada la preocupación de Ness por el estado anímico de Brian y su persistencia en ponerse en contacto con su madre, ella era una amenaza. Los Efron no podían arriesgarse a que apareciera en su puerta y les echara a perder su bien planeada desaparición justo ahora, ¿no era así?

Ness llegó a casa con un dolor de cabeza que se había convertido en una fuerte migraña. Entró tambaleante en su apartamento y dejó el correo sobre la mesa de la cocina. Luego, se tomó dos Tylenol y se dirigió al baño para llenar la bañera. Pasó junto al contestador automático y vio que había en él tres mensajes. Fantástico. ¿Qué pasaba ahora?

El primer mensaje, grabado hacia las dos de la tarde, era de su madre, que le decía que la conferencia del viernes por la noche había sido cancelada porque la invitada a la charla (la agente especial del FBI Patricia Avalon, experta en crímenes contra menores) había sido requerida para una emergencia. En circunstancias normales, Ness se habría llevado un disgusto. Pero esta vez se sintió aliviada. No se veía capaz de soportar las atrocidades que sin duda la agente especial Avalon expondría. Y tampoco de tomar un café con su madre después. Su madre tenía el don de ver claramente lo que le pasaba a su hija. Y Ness no estaba preparada para hablar sobre Zac.

El siguiente mensaje se había recibido a las dos y cuarenta y cinco. Era de Andrew. Por cómo sonaba su voz, lejana y apagada, y por el ruido de carretera de fondo, Ness supo que la había llamado desde el coche. Solo le decía que ya sabía que no la iba a encontrar en casa, pero que le encantaría saber de ella aquella misma noche o mañana, y poder quedar para salir a tomar una copa o ir al cine durante el fin de semana.

Bueno, aquello sí sonaba sencillo: verse con un amigo y charlar sobre nimiedades. Ness quizás aceptaría la invitación de Andrew. Pero no lo llamaría aquella noche. Hoy necesitaba tener su propio espacio. El tercer mensaje, de hacía solo cinco minutos, era de Zac.

Zac: Ness, coge el teléfono -le ordenaba. Larga pausa-. Maldita sea, ¿estás ahí? Si estás, coge el teléfono. -Honda respiración-. De acuerdo, quizá no has llegado aún. Has salido más tarde de la escuela. Lo sé porque he pasado a verte, pero ese buitre de Lager te esperaba junto al coche. No quiero proporcionarle más carnaza sobre nosotros, así que me he marchado. Pero tú y yo tenemos que hablar. -Otra pausa-. No vas a librarte de mí. No hasta que me hayas escuchado. Así que llámame al móvil en cuanto llegues a casa. O te llamaré yo, aunque tenga que hacerlo durante toda la noche.

«Clic».

Ness se quedó mirando al contestador, con los ojos llenos de lágrimas. Luego, pulsó la tecla de borrado y se metió en el baño.

Fiel a su palabra, Zac la llamó a cada hora y le dejó breves mensajes en los que se adivinaba más furia e inquietud a medida que transcurría el tiempo.

Ness los ignoró y se dedicó a darse el baño de agua caliente, mordisquear un bocadillo y organizar los deberes de Brian para entregárselos a su padre al día siguiente.

Se preguntaba dónde estaba Brian, adónde se lo había llevado la señora Efron y, sí, por qué. Fuera cual fuera la presión que sufría el alcalde Efron, era obviamente mucho más grave de lo que Ness había pensado. Rogó que Brian mejorara con su temporal cambio de ambiente, que lo que iba mal se arreglara con rapidez y que la solución trajera a Brian de vuelta a casa pronto. Ya le echaba de menos.

Eso la llevó a otra línea de pensamiento, una línea que ella había intentado por todos los medios evitar, pero que ya no podía evitar. Su mano se posó, vacilante, sobre su abdomen, y se quedó allí unos instantes. Ness aún oía la voz de Zac, que le recordaba bruscamente que podía estar embarazada.

Y no es que ella no hubiera considerado ya esa posibilidad. En varias ocasiones, antes del amanecer, mientras yacía despierta en la cama, mirando al techo y reflexionando sobre las horas que Zac y ella habían pasado juntos allí, se descubrió a sí misma preguntándose si habría sucedido lo improbable y estaría embarazada.

¿Se parecería a Brian el bebé? ¿Tendría la mente rápida y el cariñoso carácter de Brian?

¿Llevaría el béisbol en los genes, corno lo llevaban Brian y ella misma? ¿Tendría la intensa sagacidad de Zac, su don de leer en las personas?

Maldita sea, no. Ness no iba a ponerse a pensar en aquello. Retiró la mano, como si su abdomen la quemara. La noche pasada se había acabado y había dado paso a la realidad de hoy.

Era improbable que ella estuviera embarazada. Pero si lo estaba... bueno, a Ness le encantaban los niños. Compartiría aquel amor con su propio hijo. Punto. Fin del asunto.

Abandonó aquella línea de pensamientos y volvió a concentrarse en la tarea de terminar la organización de los deberes de Brian. Luego se tomó una taza de manzanilla con la esperanza de calmar sus nervios y se fue a la cama.

El teléfono la despertó.

Antes de tener la cabeza suficientemente clara para darse cuenta de sus actos, buscó a tientas el auricular y lo descolgó.

Ness: ¿Diga?

Zac soltó el aire entre dientes.

Zac: Por fin. ¿Qué ha pasado? ¿Te has hartado de aguantar los timbrazos, o estabas tan dormida que te has olvidado de no contestar?

Ness se despertó inmediatamente y por completo. Miró el reloj.

Ness: Zac, es más de medianoche.

Zac: Sé qué hora es. Mi próxima llamada tenía que ser a la una y cuarto

Las emociones que se habían ido acumulando en el interior de Ness durante todo el día estallaron de repente.

Ness: ¿Es que no entiendes un concepto claro? No quiero hablar contigo. No quiero escucharte. No me interesa nada de lo que puedas decirme. Me utilizaste. Me mentiste. No son cosas a las que se pueda dar ninguna explicación. Buenas noches.

Zac: No te atrevas a colgar -le ordenó-. Jamás te he utilizado. Lo de ayer por la noche fue real. Tú lo notaste. Sé que sí. Deja de comportarte como una niña con esa condenada tozudez y acéptalo.

Ness: De acuerdo, de acuerdo fue real -consiguió decir incorporándose hasta quedar sentada en la cama y deseando poder borrar el recuerdo de Zac tumbado junto a ella-. Por mi parte, al menos. Para ti, no sé lo que fue. No sé lo que eres tú. -Intentó no perder el control-. Veo que no niegas haberme mentido. ¿Te importaría hacerlo?

Zac: Jamás te he mentido. Tan solo he matizado la verdad.

Ness: Perfecto. Sigues corrigiéndome. Has matizado la verdad. Y todo para proteger el glorioso apellido Efron. Por cierto, en caso de que te preocupe, no le he dicho nada a Cheryl Lager. Me ha interrogado sobre el viaje de Brian. Incluso me ha dado la tabarra sobre nosotros dos. Me la he sacado de encima en ambos temas. ¿Satisfecho?

Zac: ¿Te ha preguntado sobre nosotros dos? -Estaba claramente enfurecido-. ¿Qué demonios quería saber?


Ness: Si yo protegía a tu familia por nuestra relación personal.

Zac: Mierda -gruñó entre dientes. Sonaba como si quisiera atizarle un puñetazo entre las cejas a Cheryl Lager-. Siento que hayas tenido que soportar eso. No te lo mereces.

Ness: No, no me lo merezco. De todos modos, no siempre tenemos lo que merecernos. Como el pobre Brian, que ha sido apartado de su vida normal por Dios sabe qué motivos. Lo más probable es que se sienta totalmente aturdido. Y me imagino que también lo está su madre. ¿Se va a separar ese matrimonio? ¿Va a tener que pasar Brian por una familia rota, como guinda final?

Zac: Ness, no te he llamado para hablar de Brian. O de Nancy y Stephen. Te he llamado para hablar de nosotros.

Ness: Ah, otra de tus respuestas evasivas. Bueno, pues ahí va mi respuesta directa. No existe tal «nosotros». Por lo tanto, no tenemos nada de qué hablar.

Zac: Porque crees que ayer noche te estaba utilizando. -Su voz rezumaba ira e incredulidad-.

Ness tragó saliva con dificultad para deshacer el nudo que le atenazaba la garganta.

Ness: Incluso si no me utilizaste, no importa. Mi primer instinto ha sido dudar de ti. Creo que eso lo dice todo.

Zac: Lo único que dice es que te equivocas.

Ness: Quizás esta vez. Pero habría otras. Como ya te he dicho, no confío en ti. Y dudo que confíe jamás. -De repente, una verdad aún más honda la golpeó-. Pero, ¿sabes qué? No se trata solo de mi confianza. Se trata de la tuya. Tú no confías en nadie, Zac. Nunca has aprendido a hacerlo.

Lentamente, Ness volvió a dejar el auricular en su sitio.


2 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

O_o
por Dios, zac esta super desesperado..
pero nessa tiene razón en desconfiar en el si el no confía en ella..
síguela
cada día esta mejor y ya solo faltan mas de dos días para el accidente ;)
xoxox0

Lau B. dijo...

:o
CONTINUALA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!1
Bye
Xx LB

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