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domingo, 13 de noviembre de 2011

Capítulo 25


14 abril 7.35

Stowe, Vermont


La cabeza de Nancy colgaba hacia un lado y ella luchaba por recuperar la conciencia. Estaba ahí, muy cerca, entrando poco a poco en su mente para volver a alejarse luego con la misma facilidad. Durante aquellos momentos, el día se convertía en noche, y la noche de algún modo se ransformaba en día.

«¿Qué hora es?», se preguntó Nancy, completamente aturdida, luchando de nuevo contra los efectos de la droga.

«Recuerda. Intenta recordar».

Estaba atada a una silla. Tenía los brazos firmemente sujetos tras la espalda y sentía calambres en los músculos debido a aquella posición forzada. También una soga mantenía sus piernas unidas entre sí y atadas a las patas de la silla. Y la habían amordazado con un pedazo de tela anudado en la nuca, y cuya aspereza parecía segarle las comisuras de la boca.

¿Por qué estaba Nancy tan débil y tan aturdida que ni siquiera podía intentar liberarse?

Un destello de recuerdo. El hombre del pasamontañas, el que la había atacado le había dado algo. Nancy recordó que él la había espabilado lo suficiente para ordenarle beber. Y, fuera lo que fuera lo que había bebido, combinado con lo que le había hecho inhalar al abalanzarse sobre ella, era contundente.

«Dios mío. Brian».

Por enésima vez, Nancy intentó gritar su nombre, pero su voz emergió desde debajo de la mordaza solo como un ronco graznido. Aun así, el sonido era lo suficientemente audible. Brian habría respondido a su madre si estuviera allí... y si pudiera. Quizás estaba maniatado y amordazado en la habitación contigua.

El instinto maternal de Nancy le decía lo contrario. Brian no estaba en la casita. Quien fuera que la había drogado, también había raptado a su hijo.

Sintiendo una ola de miedo y adrenalina, forcejeó y se esforzó por aflojar las ligaduras, en un intento desesperado de librarse de ellas. Tenía que salir de allí. Pedir ayuda. Encontrar a Brian.

Las cuerdas no se soltaban.

Gimiendo, Nancy se dejó caer contra el respaldo de la silla. Las lágrimas que llenaban sus ojos empezaron a resbalarle por las mejillas. ¿Dónde estaba Brian? ¿Qué le habían hecho? Sin duda debía de estar aterrorizado. ¿Estaba herido, también? ¿Se habría puesto alguien en contacto con Stephen para que les diera lo que fuera que querían a cambio de devolverle su hijo sano y salvo?

Ellos. Aquel hijo de puta de Walker y quien fuera que trabajara para él. Aquellos sucios bastardos se habían llevado a su niño.

El efecto de la droga volvía a aparecer y la arrastraba a la inconsciencia. El cuerpo de Nancy se sentía demasiado débil para resistirse. Se le cerraron los párpados y la cabeza volvió a caer hacia delante.

Una breve imagen del hombre que llevaba pasamontañas cruzó su mente. Todo había sucedido muy rápido. Nancy apenas había tenido tiempo de volver el rostro hacia él antes de que se le abalanzara encima.

Pero en aquel breve instante...

Sus ojos. Nancy conocía aquellos ojos. Los había visto muchas veces, antes.


8.30


Brian oyó el crujir de ruedas sobre grava, seguido del sonido de una puerta de coche que se cerraba de golpe.

El hombre del pasamontañas se acercaba con paso decidido. Brian empezó a temblar de pies a cabeza, con el cuerpo tenso. Sabía que debía ser valiente, que no debía actuar como un cobarde, pero no podía evitarlo. Estaba aterrorizado. El remolque era oscuro y escalofriante. Y se había vuelto aún más oscuro y escalofriante al caer la noche, cuando a Brian empezaron a llegarle extraños sonidos del exterior. Se había dicho a sí mismo que tan solo se trataba de animalitos, pero sonaba como si ahí fuera hubiera monstruos. O alienígenas.

Brian habría preferido cualquiera de las dos cosas, o ambas a la vez, si con eso pudiera librarse de aquel hombre.

Las pisadas, sobre el barro, se acercaban al remolque.

Brian miró fijamente hacia la puerta, con los ojos como platos de puro terror.

¿Venía aquel hombre a traerle comida o a hacerle daño? Para empezar, ¿por qué lo había raptado? ¿Y por qué había maniatado a su madre? ¿Y por qué no había hecho solo eso, sino que la había obligado a beber una especie de brebaje que la había dejado dormida?

Las cuerdas le hacían mucho daño. Sentía un molesto hormigueo en el brazo con el que lanzaba, como si lo tuviera lleno de arena. Lo mismo sucedía con sus piernas. Y tenía la boca reseca por culpa del pañuelo, que había logrado escupir en parte.

Notó que las lágrimas empezaban a resbalar de sus ojos. Echaba de menos a sus padres. Quería irse a casa.

La puerta del remolque se abrió de par en par. El hombre del pasamontañas pasó al interior.

**: Hola, Brian. -Se acercó a él y se agachó junto a la silla, con una mirada penetrante saliendo por las pequeñas rendijas de su enmascarado rostro-. No voy a quedarme mucho rato. Tengo que irme a otro lugar. Así que sé bueno y no ofrezcas resistencia.

Rebuscó en su bolsillo y Brian se quedó helado, imaginando que iba a sacar un arma. Había llegado el momento en que la víctima era eliminada. Como en su nuevo juego de ordenador.

Se preparó para recibir el impacto de la bala.

En lugar lugar de eso, el hombre sacó un refresco y una bolsa de cereales tostados.

**: Es la hora del desayuno. -Alargó el brazo para quitarle la mordaza a Brian-. No grites. Limítate a comer, beber y a estarte quietecito. ¿De acuerdo?

Brian asintió. Tenía demasiada sed, demasiada hambre y demasiado miedo para desobedecer.

Así pues, siguió las instrucciones en silencio.

Aquel hombre hablaba en voz baja y un tanto ronca, como si intentara disimularla. Pero Brian la reconoció de todos modos. La había oído antes, un montón de veces.

Y sabía perfectamente a quién pertenecía.


10.15


Ness no había pegado ojo.

Durante toda la noche, estuvo revolviéndose y dando tumbos en la cama, preocupada por la huidiza sensación de que algo no iba bien.

Mientras tomaba su segunda taza de café, cayó en la cuenta de qué era ese algo. La cronología. No encajaba.

Ella le había dado la pata de conejo a Zac a las ocho y media de la mañana del martes.

Él se había emocionado claramente con ese gesto. Al igual que Ness, sabía que levantaría muchísimo el ánimo de Brian. La siguiente vez que Ness vio a Zac, cuando cenaron juntos, diez horas después, él ya había visto a Brian. Lo había mencionado específicamente. De hecho, había dicho lo mal que se sentía al ver a Brian tan desanimado y que el chaval tenía una infección de oído y estaba tomando antibiótico.

Así que, ¿por qué no le había dado la pata de conejo? ¿Por qué iba a quedársela un día entero, incluso si no sabía que Brian iba a marcharse, cuando aquel objeto habría dibujado sin duda una sonrisa en el rostro de su sobrino?

Zac no habría hecho eso.

Y había otra cosa que la intranquilizaba. Algo que Andrew había dicho. No había vuelto a pensar en ello, la noche pasada. Estaba demasiado disgustada por el hecho de que Brian no tenía consigo su amuleto de la suerte. Pero ahora, le llamó fuertemente la atención al recordar la conversación que había mantenido con Andrew. Él había dicho algo acerca de que Cliff Henderson necesitó coger de su coche cierto material referente al asunto de un informe que estaban llevando a cabo para el alcalde.

¿Podía ese asunto tener que ver con Philip Walker? Ese hombre era, sin duda, el tema más urgente a investigar por parte del alcalde. ¿Conocía Andrew detalles más confidenciales de los que había podido darle? Tenía sentido, sí. Andrew era el regidor de la ciudad y llevaba años trabajando con el alcalde Efron. Y Cliff Henderson era el apoderado del alcalde. ¿Por qué no iba Stephen Efron a solicitar su ayuda?

Ness dejó a un lado la taza de café. Tenía que hacer algo. Zac estaba en la inauguración del centro comercial. A Ness no le sería posible hablar con él sobre aquello hasta esta noche. Pero no podía esperar de brazos cruzados hasta entonces. Estaba demasiado nerviosa e impaciente.

Por otro lado, Andrew estaba en su despacho, trabajando. Presumiblemente, elaborando el presupuesto, aunque Ness empezaba a preguntarse si lo que realmente estaba haciendo era investigar para el alcalde.

Solo había un modo de saberlo.

Se inventaría una excusa creíble para dejarse caer por el despacho del alcalde. De ese modo, si ella estaba equivocada y Andrew se encontraba inmerso en las cifras del presupuesto, podría hacer un elegante mutis y no pasaría nada. Pero si Ness estaba en lo cierto, quizá podían ponerse a trabajar juntos en el tema y averiguar algo concreto acerca de Walker mientras el alcalde cumplía con su indispensable aparición política en el centro comercial.

Ahora, había que encontrar la excusa.

Fue a buscar su carpeta y sacó de ella un par de ejercicios de lectura y ortografía que pertenecían a los niños que se hallaban ausentes cuando ella les había dado las notas. Veamos... el ejercicio de ciencias de Jennifer, el examen de lectura de Randy... Ahí estaba: el ejercicio de ortografía de Brian del lunes. Había obtenido una calificación de noventa y siete puntos. Una agradable sorpresa de la que informar a su padre. Y una excusa perfecta en caso de que Ness la necesitara.

Cogió el bolso y salió del apartamento.


10.45

Ayuntamiento


Ness pasó un mal rato para entrar en el edificio. No solo estaba cerrado, sino que el acceso estaba vigilado por un guarda de seguridad que la interrogó como si ella fuera una terrorista. Ni siquiera el ejercicio de ortografía que llevaba como justificación había sido suficiente para despejarle la entrada.

La suerte acudió a ayudarla en ese punto.

El guarda de seguridad estaba a punto de llamar por el intercomunicador al despacho de Andrew para verificar si éste esperaba la visita de una tal señorita Hudgens, cuando se abrió la puerta de acceso al interior y apareció Celeste, apresurada.

Celeste: Señorita Hudgens... hola. -Se detuvo en seco, con expresión sorprendida-. ¿Qué está haciendo aquí?

Ness se sintió por fin aliviada. No había querido avisar a Andrew de su visita. Estar sobre aviso le daría tiempo para esconder cualquier material confidencial en el que estuviera trabajando y sacar en su lugar el famoso presupuesto, ofreciendo así una escena normal para cuando Ness entrara en el despacho. Pero sin aviso... lo pillaría por sorpresa.

Ness: Hola, Celeste. -Con una fingida timidez en los ojos, Ness hizo ondear ligeramente el ejercicio de Brian en el aire-. Quería dejar esto en el despacho del alcalde para que él se lo pueda enviar a Brian. Andrew me comentó que se le iba a mandar un paquete el lunes. Y, puesto que el alcalde está ocupado todo el día en el centro comercial, he pensado que podría dejarlo aquí. No tenía ni idea de que fuera tan difícil entrar. -Levantó el otro brazo y mostró con un ligero zarandeo la bolsa de papel que sujetaba con la mano-. Andrew también me comentó que iba a trabajar durante todo el día. He pensado pasar a saludarlo y le he traído una taza de café y un bollo, para hacerle mas llevadero tener que trabajar un sábado.

Celeste sonrió.

Celeste: Estoy convencida de que se lo agradecerá. -Se volvió hacia el guarda y asintió-. Todo en orden, Joe. La señorita Hudgens Puede pasar.

Joe: De acuerdo. -Le dirigió una mirada de disculpa a Ness-. Lo siento, señorita Hudgens, yo solo cumplo con mi obligación. -Se rascó la cabeza y la ladeó hacia Celeste-. Caramba, hoy ha sido un día movidito -comentó-. Tú, el señor Matthews, el señor Henderson y ahora la señorita Hudgens. Normalmente, los sábados son la mar de tranquilos. Y yo pensaba que hoy todavía lo sería más, con todo el mundo en la inauguración del centro comercial. Supongo que me he equivocado.

Celeste: No del todo -le aseguró-. Yo me voy al centro comercial ahora mismo. -Se despidió de Ness agitando la mano-.

Ness: Celeste, una pregunta rápida -la retuvo-.

Celeste: Usted dirá.

Ness: En ese paquete que estás preparando para Brian... ¿te ha dado el alcalde, o quizá Zac Efron, una pata de conejo roja para que la incluyas?

Celeste se encogió de hombros, un tanto desconcertada, y replicó.

Celeste: Ahora me he perdido. Yo no estoy preparando ningún paquete para Brian. El alcalde se ocupa de todo en persona. En cuanto a la pata de conejo, no la he visto. Pero eso no significa que no esté ahí. -Sonrió-. Se la ha regalado usted, ¿verdad?

Ness asintió, mientras recogía aquella información.

Ness: Ya, bueno, gracias de todos modos. Que disfrutes de la gran inauguración.

Esperó a que el guarda abriera la puerta para dejarla pasar. Luego, cruzó el pasillo hasta los ascensores. Así que Andrew estaba mal informado acerca de que Celeste preparaba el paquete para Brian. O mal informado, o mintiendo. Si era el primer caso, significaba que el alcalde lo mantenía al margen de lo que fuera que estaba sucediendo. Pero si mentía, le daba a la corazonada de Ness incluso mayor credibilidad. Sobre todo porque Cliff Henderson también estaba, o había estado, allí aquella mañana. Si Andrew y él estaban colaborando, trabajando de modo confidencial con el alcalde en el asunto de Brian, ¿qué momento mejor para hacerlo que hoy, cuando el despacho estaba tranquilo y el resto de la ciudad se encontraba reunido en la inauguración del centro comercial?

Era la hora de dejar de hacer especulaciones. Era la hora de averiguar.

Ness tomó el ascensor hasta la planta del departamento ejecutivo y se dirigió hacia el despacho de Andrew, que hacía esquina con el del alcalde.

El despacho del alcalde estaba cerrado. Pero la puerta se abrió de golpe justo cuando Ness pasaba por delante y de él salió Cliff Henderson, con la mandíbula tensa, mientras repasaba lo que parecía unas hojas de papel con membrete y algunas fotografías. Estaba tan absorto en sus pensamientos que casi chocó con Ness.


Cliff: Oh, lo siento. -Parpadeó, claramente sorprendido de verla. Se puso la mano derecha a la espalda, pero a Ness le dio tiempo de distinguir el membrete de Construcciones Walker en los papeles que aguantaba y en la foto que estaba sujeta con una grapa a ellas. Era una instantánea de Brian, de pie en el montículo del lanzador. -La señorita Hudgens, ¿verdad? -le preguntó, esperando que ella asintiera-. Si está buscando a Stephen o a Zac, ambos han ido al centro comercial.

Ness: Ya lo imaginaba -replicó. Se devanaba los sesos intentando explicarse por qué una foto de Brian iba a estar sujeta a un papel de empresa de Walker, y por qué Cliff Henderson la tenía en la mano. ¿Qué debía de salir en las otras fotografías además?-. De hecho, he venido a ver a Andrew. Le he traído una taza de café. ¿Está ahí dentro con usted o en su propio despacho?

Cliff se encogió de hombros.

Cliff: En su despacho, supongo. No le he visto desde hace media hora, más o menos.

Ness: Bien. Iré allí. -Inclinó levemente la cabeza-. ¿Ya se va usted?

Una breve pausa.

Cliff: Pronto. Tengo que despachar un par de asuntos legales para el alcalde. Luego, me reuniré con él en la gran inauguración. Pero no quiero entretenerla. Llévele a Andrew su café mientras aún está caliente.

Era obvio que Cliff se moría de ganas de quitársela de encima. ¿Por qué? A Ness se le encogió el estómago.

Cliff Henderson no parecía actuar como un apoderado resolviendo un asunto confidencial. Actuaba corno un criminal ocultando su culpa.

Con las fotos aún firmemente escondidas, Cliff consultó su reloj y Ness vio unas gotitas de sudor brillando en su frente.

Cliff: Discúlpeme, señorita Hudgens. No quisiera ser descortés. Pero tengo que terminar mi trabajo.

Ness: Desde luego. -Esbozó una sonrisa forzada-. Adiós. -Le dio la espalda y siguió su camino por el corredor, manteniendo adrede su paso lento y sereno por si Cliff Henderson la observaba-.

En efecto, él la observaba. Desde delante de la puerta del despacho de Stephen, la siguió con la mirada, mientras sus labios dibujaban una fina y tensa línea.

Ness llegó al despacho de Andrew, rezando por poder obtener alguna información de él... cualquier cosa que pudiera ayudarla. Se sentía cada vez más inquieta.

La puerta estaba ligeramente entreabierta, y Ness estaba a punto de llamar cuando oyó la voz de Andrew, que hablaba por teléfono.

Andrew: Según mis notas, el señor Walker saldrá del país el lunes -decía-.

Sobresaltada, Ness se acercó un poco más a la puerta y la empujó suavemente hasta abrirla lo justo para poder mirar, con extrema cautela, al interior. Andrew le daba la espalda, Y ella se atrevió entonces a encajarse en el espacio entreabierto y así oír mejor.

Andrew: Solo quiero verificar que la reserva para el vuelo a Suiza ha sido registrada y que el jet de la compañía estará a punto. -Hizo una pausa y asintió con la cabeza-. Así es. Ya sé que es un aviso con poco tiempo de antelación. No tengo ni idea de a qué se debe el viaje. Invéntate algo, si es necesario. Un pasajero y un maletín grande. Sin equipaje. Lo sé, pero tienes que ser discreto con este asunto, Jerry. Vale. Paga lo que sea. Sí, mil no es ningún problema. Tendrás el dinero el lunes. Sí, es lo que dicen. Bancos secretos y un chocolate estupendo, el lugar perfecto para que los ricos desaparezcan para siempre. Ya te lo he dicho, no hay planes de viaje de vuelta. -Una risita-. Excelente. Gracias. -Colgó, y se volvió antes de que Ness tuviera tiempo de esconderse, digerir lo que acababa de escuchar y, quizás, encontrarle algún sentido-. Ness. -Su saludo fue de total sorpresa y en absoluto complacido. Entornó los ojos-. ¿Qué estás haciendo aquí?

Ness: He... he venido a verte. -Intentó desesperadamente no tartamudear-. Te he traído un bollo y un café.

Entró en la habitación y dejó la bolsa sobre el lado de la mesa más cercano. No podía mirar a Andrew directamente a los ojos, no hasta que pudiera explicarse por qué estaba él haciendo llamadas para Walker. Y, más importante aún, por qué aquellas llamadas daban a entender que Walker se iba del país... para siempre.

¿Qué estaba sucediendo, por Dios?

Ness no podía perder el control sobre sí misma.

Ness: De hecho, el verdadero motivo por el que estoy aquí es poner esto con la pata de conejo que tú has dejado para Brian sobre la mesa del despacho del alcalde. -Agitó levemente el ejercicio en el aire por enésima vez en lo que iba de día-. Un noventa y siete. Decididamente, vale la pena incluirlo en el paquete que recibirá.

Andrew: No he tenido ocasión de dejar la pata de conejo sobre la mesa del alcalde Efron. -La miraba fijamente-. Pero lo haré. Por si lo dudas.

Ness: Claro que no. Sé que te encargarás de ello antes de irte a casa. -Retrocedió hacia la puerta, intentando aparentar la máxima normalidad-. No esperaba que fuera el pensamiento con mayor prioridad para ti. Estás muy ocupado con tu trabajo. Y, para ser sincera, yo también voy demasiado sobrecargada. Tengo una tonelada de recados por hacer y varias clases por planificar. Me he prometido a mí misma que me limitaría a venir aquí, dejar lo que traía y marcharme. Así que me voy. Disfruta del desayuno. Te llamaré la semana que viene.

Se despidió de Andrew agitando ligeramente la mano, salió de nuevo al pasillo y se dirigió directamente hacia los ascensores.

Andrew salió al pasillo tras ella. Se fijó en que Ness no se detenía en el despacho del alcalde para dejar allí el ejercicio de ortografía de Brian.


14.10

Centro comercial de Leaf Brook


El parking de doce plantas estaba tan lleno como una gigantesca lata de sardinas.

Ness condujo y condujo a lo largo de una interminable espiral ascendente hasta que por fin divisó una diminuta plaza de
aparcamiento en el piso once. Su Escarabajo apenas sí cupo en aquel espacio.

Apagó el motor y respiró hondo para calmar sus nervios. Tenía que encontrar a Zac.

En su trayecto hacia allí, le había dado vueltas a lo que había visto y oído, repasando mentalmente los hechos, una y otra vez. Y, una y otra vez, su intuición le decía que algo malo estaba sucediendo.

La foto de Brian sujeta a un papel con membrete de Walker... Los planes de Walker para abandonar el país, cómodamente y para siempre...

Al juntar las piezas de aquel puzzle, aparecía una imagen atroz. Ness tenía que estar equivocada. Tenía que haber alguna explicación lógica a todo aquello.

Necesitaba certezas que la tranquilizaran. Y debían dárselas los Efron.

Salió dando un salto del coche, se apresuró hacia el ascensor y llegó justo a tiempo de impedir que se cerraran las puertas. Entró en él y se dirigió a la planta principal del centro comercial.

Cuando las puertas se abrieron de nuevo, daban paso a un auténtico caos.

Manadas de gente habían acudido tanto a comprar como a disfrutar de los espectáculos y exhibiciones inaugurales que el Ayuntamiento había organizado. Malabaristas, payasos que te pintaban la cara, mimos y un conocido discjockey eran algunas de las principales atracciones. En el centro del complejo había una enorme noria con alegres luces y animada música que llamaba la atención de pequeños y mayores por igual.

Ness se abrió paso hasta allí, mirando hacia todos lados para intentar localizar al alcalde Efron.

Solo vio un auténtico océano de gente.

Dios, qué precioso tiempo malgastado. Ness casi podía sentir en su interior cómo se le escapaba. La escena que sucedía a su alrededor (el movimiento, la risa, el ruido) tomaba un aire surrealista.

¿Dónde estaba el alcalde?

No se rendiría hasta descubrirlo.

Le costó una eternidad pero, finalmente, después de casi cuarenta y cinco minutos, divisó a varios periodistas agolpándose al este del edificio. A la cabeza del grupo iba Cheryl Lager, bloqueando deliberadamente el paso a sus competidores. Y Podía significar tan solo una cosa: el alcalde estaba allí. Aquel buitre de Cheryl Lager era, sin duda, la primera de la fila para la noticia del día.

Ness avanzó entre el gentío en aquella dirección. Efectivamente allí estaba Stephen Efron, a tan solo treinta metros de ella. Podrían haber sido treinta kilómetros, para el caso. Ness le veía, sí, pero le resultaba imposible llegar hasta él.

Además de al alcalde, Ness distinguió a Harrison Efron y a una mujer de porte señorial que debía de ser su esposa. Al otro lado del alcalde, reconoció la parte de atrás de la cabeza de Zac. Se llevó ambas manos a los costados de la boca, a modo de amplificador y gritó su nombre... pero habría dado lo mismo que estuviera en el estadio de los Yankees, intentando hacerse oír por encima de la algarabía que celebraba una gran jugada.

El alboroto la zarandeaba, la empujaba de un lado a otro, prácticamente la echaba al suelo. El alcalde y los suyos se desplazaron.

La prensa los siguió, como un enjambre de abejas, manteniendo un muro andante entre Ness y los Efron.

Aquello era inútil.

Ness logró apartarse a un lado y se pasó una mano por el pelo, nerviosa y abatida.

Había toneladas de agentes de policía por doquier. Ness podía dirigirse a cualquiera de ellos, decirle que había una emergencia y que tenía que ver al alcalde. Pero eso provocaría inmediatamente el escándalo que Zac y Stephen intentaban desesperadamente evitar. Ness no podía hacerles eso, sobre todo porque no tenía prueba alguna de que Brian estuviera en peligro.

Ya era la una y media. Zac había prometido llamarla en cuanto saliera de allí, verla enseguida. El viaje a Suiza de Walker no estaba programado hasta el lunes. Lo que significaba que, si se estaba tramando algo, Ness disponía de todo el fin de semana para desbaratar el plan. Por ahora, Brian estaba a salvo. Con su madre. Nancy Efron se lo habría notificado a su esposo, si alguien hubiera intentado hacerle daño a su hijo.

«Cálmate», se aconsejó Ness a sí misma. «No exageres». Lo mejor que podía hacer era volver a su apartamento, sentarse quietecita y esperar la llamada de Zac.

Y, luego, ambos llegarían al fondo del asunto, aunque para ello tuvieran que agarrar a Andrew, Cliff y Walker por el cuello e interrogarlos hasta la saciedad.

A empujones, se abrió paso hacia las escaleras y subió lo más rápido que pudo hasta el piso once. El parking todavía estaba lleno de coches a rebosar; nadie se había ido desde que Ness había llegado allí. Al parecer, todo el mundo iba a quedarse hasta que la celebración terminara.

Se dirigió hacia su coche, mientras sacaba la llave de contacto. Estaba totalmente preocupada, abstraída dándole vueltas al asunto y su mirada se detuvo en el ejercicio de ortografía que todavía llevaba en la mano... su ostensible motivo para ir a ver al alcalde.

El chirriar de unas ruedas la puso en alerta. Levantó la cabeza y se dio la vuelta rápidamente.

Todo pasó en un instante. El Mercedes plateado tomó la curva y se avecinó amenazadoramente a ella, acelerando, y con un propósito espeluznante.

Ness tenía razón. Algo horrible estaba sucediendo. Y, ahora, ella jamás podría evitarlo.

El coche la golpeó cuando ella se apartaba bruscamente de su camino. Ness sintió el impacto, vio el suelo de cemento acercarse a toda velocidad. Agudas punzadas de dolor le subieron por el brazo y le atravesaron la cabeza.

«Brian», pensó aturdida, mientras el dolor daba paso a la inconsciencia. «¿Quién va a salvar a Brian?».


14.35


Zac empezaba a inquietarse. Había intentado ya seis veces encontrar cobertura para su móvil. En ninguna ocasión logró tener la suficiente para poder llamar a Ness.

Maldita sea.

Tenía que hablar con ella. Intercambiar pareceres. Compartir sus miedos con ella y contar con su apoyo. Mostrarle un poco de la confianza que ella creía que jamás conseguiría de él.

Quería hacer planes para aquella noche... y para todas las noches que siguieran. Había apagado el móvil con disgusto cuando Marty Hart se le acercó sigilosamente.

Marty: ¿Zac? Necesito veros a ti y al alcalde ahora mismo. Fingid que es una prueba rutinaria de seguridad y alejaros de vuestros padres y de la prensa.

La urgencia que se desprendía del tono de Marty no le pasó por alto a Zac. Miró un instante a los ojos del jefe de policía.

Zac: De acuerdo.

Con el semblante sereno, distendido, se inclinó hacia su hermano y le murmuró algo al oído. Stephen levantó la cabeza, pero se mantuvo impasible. Con tacto, se excusó, explicando que tenía que repasar un control de seguridad rutinario con el jefe de policía. Luego, se alejó de la multitud y se reunió con Zac y Marty en un rincón.

Marty: Ha habido un accidente en el aparcamiento municipal hace alrededor de veinte minutos -anunció en voz baja-. La víctima, una mujer, ha sido atropellada mientras se dirigía a su coche-.

Stephen: Dios mío. ¿Se encuentra bien?

Marty: No lo sé. Estaba inconsciente cuando la ambulancia se la ha llevado. Escuchad, hay, algo más. La mujer llevaba en la mano un papel. Y el nombre de Brian iba escrito en él.

Stephen se puso totalmente rígido.

Stephen: ¿Qué quieres decir con que el nombre de Brian iba escrito en él?

Marty: Que era suyo. Un ejercicio de ortografía, o algo así. Estaba manchado de sangre de la víctima, pero se podía leer con claridad el nombre de Brian, escrito con caligrafía de niño. Mis hombres se lo han llevado como prueba.

Zac se había quedado completamente pálido.

Zac: ¿Un ejercicio de ortografía? -repitió-. ¿Conoces la identidad de esa mujer?

Marty: Según su permiso de conducir, se llama Vanessa Hudgens. Tiene veintitres años, es delgada, con el cabello negro...

Zac: ¿A qué hospital se la han llevado? -preguntó agarrando a Marty del brazo. El jefe de policía entornó los ojos-.

Marty: Según me parece, la conoces.

Zac: Sí. Y ahora, dime, ¿dónde está?

Marty: En el Leaf Brook Memorial. Zac, espera. -Hizo un firme gesto con la mano-.

Stephen: Deja que se vaya, Marty -intervino en voz baja-. Yo contestaré al resto de tus preguntas.

Marty: Sí, lo harás... más tarde, cuando podamos hablar a solas. Pero no iba a preguntar nada ahora mismo. Zac, el coche que ha atropellado a la señorita Hudgens... es el tuyo.


4 comentarios:

TriiTrii dijo...

O_o
OMG!!
Siguelaa
Me dejastes los nervios de punta!!
Como pudistes dejarla asii!
Siguela!
PD.No he podido comentar pq he estado ocupada,pero me lei los capitulos hasta ahora ^^ y ahora esta mas interesante asi que siguelaa!! :D

Lau B. dijo...

QUE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
NO PUEDE SER!
POR QUE ME TORTURAS ASI??
ESTO ES IMPOSIBLEE :(
SIGUELA!!!!!!!!!!!!!!
Bye
Xx LB

LaLii AleXaNDra dijo...

QUE?????????????????????????
Como que el Carro de zac?
espero que tanto como Vanessa y Briam esten bien... :(
y ahora que pasara con Nessa?, ella es la respuesta a salvar a el pequeño
siguela pronto ;)

Carolina dijo...

AAHHHH!!
Maldito andrew!!!
y pobre Brian ):
Walker de mier...¬¬
Espero q no le pase nada :S
bye!
tkm mi ali!

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