topbella

viernes, 25 de noviembre de 2011

Capítulo 29


16.45

Lago George, Nueva York


Philip Walker se había ido a su chalet en las Adirondacks. Era el lugar perfecto para esconderse a esperar, porque nadie sabía de él. Así que se quedó perplejo al oír que un coche entraba en su propiedad y frenaba con un chirrido frente a la puerta de la casa.

Hubo unos enérgicos golpes en la puerta, seguidos de:

***: Walker, abre esta maldita puerta. Sé que estás ahí. La echaré abajo, si es necesario.

Walter enarcó las cejas. ¿Cómo demonios había conseguido localizar Efron aquel lugar con tanta rapidez? Sorprendente y satisfactorio. Evidentemente, el ultimátum había causado un efecto aún más contundente de lo que él había previsto. Vaya, jamás había oído al imperturbable y frío Harrison Efron en un tono tan colérico.

Se acercó a la puerta y la abrió.

Philip: Pero bueno, qué agradable sorpresa. Debe de haberte costado un buen esfuerzo descubrir el paradero de este escondite. No lo compré a mi nombre o al de mi empresa.

Harrison: Lo sé todo sobre ti, bastardo engreído. -Entró con una gran zancada y cerró de golpe la puerta tras él-. Excepto que eras lo suficientemente estúpido para intentar algo semejante. ¿De veras creías que ibas a conseguir obtener algo de mí por medios tan sucios?

Philip: De hecho, sí. Y aún más, debo de haberlo logrado porque de lo contrario, no habrías venido tras de mí como un sabueso. -Señaló con un vago gesto hacia el salón-. ¿Quieres pasar o prefieres que lo discutamos en el recibidor?

Harrison observó a Walker con los ojos entornados, antes de pasar, decidido, junto a él y entrar en el salón.

Philip: ¿Te apetece beber algo? -preguntó siguiéndole-.

Harrison: ¿Cuánto quieres? -repuso yendo al grano-. Y no me contestes que cinco millones. Eso es absurdo. Sobre todo ahora, que sé dónde estás. Una llamada por teléfono y la policía te meterá entre rejas durante tanto tiempo que cuando salgas serás demasiado viejo para poder siquiera andar.


Philip empezó a reír.

Philip: ¿Ah sí? En ese caso, ¿por qué no los has llamado antes de presentarte aquí? ¿O no hace falta que lo pregunte? Eres un bastardo muy duro, Efron, pero tienes un punto débil: tu familia. Irías hasta el fin del mundo para protegerlos... o, al menos, para proteger su reputación y posibilidades de ascenso social. Eso es lo que puso toda esta bola de nieve en marcha, para empezar. Y es precisamente con lo que yo cuento ahora. ¿Acaso crees que no sabía que me encontrarías? Sabía que sí, tarde o temprano. Lo dispuse todo muy bien por si se daba el caso de que no pudiera llevar a cabo mi cometido. Así que, adelante, haz tu llamada. En cuanto la hayas hecho, la guillotina caerá. -Se acercó al teléfono, levantó el auricular y se lo ofreció a Harrison-. Es tu funeral. O, mejor dicho, el de los Efron.

Un franco y total estupor se reflejó en el habitualmente indescifrable semblante de Harrison.

Harrison: Por Dios -murmuró, sin demostrar la menor intención de tocar el teléfono-. ¿Qué clase de animal eres? No estamos hablando de juego sucio en los negocios, ni siquiera de prácticas ilegales. Estamos hablando de vidas humanas.

Philip: Te estás poniendo un poco melodramático, ¿no te parece?

Dejó el teléfono sobre la repisa de la chimenea y miró a Harrison con curiosidad. Había esperado que Efron se pusiera furioso al ser chantajeado, pero aquella reacción era muy extraña. De acuerdo, le estaba ganando a su propio juego, pero jugar al gato y el ratón no era nada nuevo para Harrison. Desde luego, no era algo que no pudiera controlar... y darle la vuelta, con el incentivo correcto. Hablando de incentivos, ¿por qué demonios había mencionado Efron una cantidad tan obscena como cinco millones? Aquel hombre era un negociador brillante. Comenzaría por una oferta baja luego la mejoraría en la medida necesaria, y más que nada con promesas de futuro. No pondría inconvenientes a la naturaleza del acuerdo. ¿Favores políticos a cambio de silencio? Por supuesto que sí. Nada de lo que estaba pasando tenía sentido, pues.

Harrison: Mira, Walker. -Se frotó la nuca, sopesando su siguiente movimiento-. Te prometí un cuarto de millón de dólares, además de los cien mil que invertiste en la campaña de Stephen, si conseguías que los periódicos publicaran el asunto de tu contrato municipal en primera plana. Lo lograste. Acabo de averiguar la asquerosa táctica que has utilizado para salirte con la tuya. Mi primera reacción ha sido querer destruirte y arruinar tu empresa. En lugar de eso, te pagaré la cantidad al completo y otro millón más para que puedas comenzar tu nueva vida. Pero quiero pruebas de que él está bien. De lo contrario, no hay trato.

Ah. O sea que Efron se había enterado de algunos de los detalles de las últimas semanas. Al parecer, era eso lo que le molestaba. Aunque el muy arrogante hijo de puta había dejado claro desde el principio que no le preocupaba pasar por encima de lo que fuera necesario para conseguir el objetivo, incluso si ello significaba poner el cuello de su hijo en un torno y girar el mango. Quizás había cambiado de opinión. Quizá se estaba reblandeciendo en su vejez.

Philip: ¿Con quién has hablado, con Henderson? ¿O quizás uno de tus hijos ha decidido apostar en este asunto? -Soltó una risita-. No es mi intención hacer un juego de palabras.

Harrison: Un millón más, Walker. ¿Sí o no?

Philip: Cálmate, ¿quieres? -repuso muy tranquilo, apoyando la cadera contra el sofá-. No se trata tan solo de dinero. Tu hijo es un muchachito con problemas. Y un tramposo, también. Veamos: apropiación indebida de fondos, ocultación de información a la policía… por no mencionar que las apuestas son ilegales. No es precisamente un tipo ejemplar para el Senado de Nueva York, y mucho menos para la Casa Blanca. Y yo estoy en situación de evitar que llegue allí. -Se encogió de hombros en un gesto despreocupado-. Por otro lado, yo podría hacer la vista gorda. Si decido eso te costará mucho más que un simple pago al contado. El millón está bien por ahora. En cuanto al futuro, quiero una recompensa, y no me refiero solo a ese maldito contrato municipal. Cuando la jurisdicción del alcalde se expanda desde Leaf Brook a todo el estado de Nueva York, quiero mi parte del pastel. Quiero un senador que haga lo que sea necesario para apoyar mis proyectos, que retuerza el pescuezo de quien sea para conseguirme los votos que me hagan falta. A cambio, destruiré mis colecciones de cintas... todas, menos dos. Te daré a ti una de éstas y la otra la guardaré bajo llave en un lugar seguro. Si, por algún motivo, Stephen llega a olvidar a quién debe ser fiel, la otra colección de cintas será entregada inmediatamente a esa arpía de Cheryl Lager, con una transcripción para publicar.

Harrison: ¿De qué demonios estás hablando? -estalló-. ¿Qué cintas? ¿Qué transcripción? ¿Acaso has perdido tu maldito juicio?

Walker tensó la mandíbula.

Philip: No intentes tomarme el pelo. No dará resultado. Estoy hablando de las cintas donde están grabadas mis conversaciones con Stephen. Cintas que lo incriminan, en las que yo pongo todas mis cartas sobre la mesa y él acepta burlar la ley para evitar que sus apuestas sean de conocimiento público. Las cintas que enviarán a tu hijo a la cárcel y destruirán tu familia. Tendrías que haber escuchado con más atención mi mensaje telefónico. Era críptico, pero descifrable.

Harrison: ¿Qué mensaje telefónico?

Philip: El que te he dejado esta mañana.

Harrison: No has dejado ningún mensaje. Has hablado directamente con Stephen. Y él no ha mencionado que unas cintas sean parte de este perverso plan tuyo. Probablemente, ni siquiera le ha importado. No cuando está en juego la vida de su hijo.

Philip frunció el ceño.

Philip: ¿La vida de su hijo? Envié a uno de mis socios para que robara su gorra de béisbol y asustara a su madre dejándola en la puerta de su casa.

Harrison: ¿El mismo socio que atropelló a Vanessa Hudgens ayer? ¿A qué fue debido eso, al despecho? ¿Porque sabes que Zac sale con ella? Se que fue eso lo que te impulsó a escoger el Mercedes de Zac para que lo robaran y lo desmontaran en cualquier taller ilegal con el que mantienes tratos. Pero ahora me pregunto si ese asunto tenía que ver solo con el coche. Después de lo que le has hecho a Brian, es obvio que eres capaz de cualquier cosa. Así que dudo que ese atropello fuera un accidente.

Philip: Espera. -Interrumpió el discurso de Harrison meneando la cabeza, con expresión de total asombro-. Ahora sí que no entiendo nada. ¿Crees que estoy detrás de ese atropello? Olvídalo, Harrison. Si yo estuviera organizando robos estratégicos de coches, y con esto no digo que lo esté haciendo, no contrataría a tipos que atropellan a la gente. Ni accidentalmente ni, por supuesto, a propósito. Y tampoco los mandaría robar de sitios que me perjudicaran. Por si no lo sabías, he invertido un importante montón de dinero en ese centro comercial. La mala publicidad que se desprende de que una mujer sea atropellada allí el día de la inauguración es lo último que quiero.

Harrison: ¿Y qué te importa? De todos modos, te vas del país.

Philip miró fijamente a Harrison.

Philip: ¿De dónde has sacado esa información? No me voy a ninguna parte, jamás le he tocado ni un cabello a tu nieto, no estoy detrás del atropello sufrido por Vanessa Hudgens y no tengo ni idea de quién se llevó el coche de Zac. Ah, y no he hablado con Stephen esta mañana. He dejado un mensaje en tu móvil.

Ahora le tocó el turno a Harrison y también miró fijamente a Philip. Lentamente, sacó su móvil, que había permanecido desconectado desde que Efron había mantenido aquella desastrosa reunión en casa de Stephen. Lo conectó.

Un mensaje. Recibido a las once y veintisiete de la mañana.

Casi a la misma hora que Stephen había recibido la llamada exigiendo el rescate.

Harrison escuchó la voz de Walker, que le decía que ambos tenían que encontrarse para hablar del futuro político del alcalde y de cómo Construcciones Walker podía contribuir en él. Luego, mencionaba algo sobre unas estupendas cintas que quería que Harrison escuchara, porque (seguía Walker) sin duda después de oírlas Efron querría una copia. Estaba dispuesto a apostarlo todo a que sí. Exasperado y confuso, Harrison desconectó de nuevo el móvil.

Harrison: ¿Y qué me dices de la llamada a Stephen?

Philip: ¿Qué llamada a Stephen?

Harrison: Walker, estoy a punto de saltarte al cuello. -Tenía los puños cerrados con fuerza y parecía lo suficientemente furioso para hacer lo que decía-. El único motivo por el que me controlo es por el bien de Brian. Dime ya dónde está. ¿Dónde demonios lo has escondido? Porque si no me lo dices...

Philip: Espera un momento -lo interrumpió en seco- ¿Me estás diciendo que alguien ha secuestrado a tu nieto?

Harrison: ¿Me estás diciendo que no has sido tú?

Philip: Por supuesto que no he sido yo, maldita sea.

Harrison avanzó con paso firme, agarró a Walker por el cuello y lo empujó contra la pared sin soltarlo. Era más alto y corpulento que Philip, una ventaja que aún se veía incrementada por el hecho de que a Efron lo movía la ira.

Harrison: ¿No has exigido un rescate de cinco millones para irte del país? ¿No le has dicho a Stephen dónde y cuándo dejar el dinero en metálico mañana? ¿No has hecho nada de eso?

Philip: No -graznó-.

Harrison: Entonces, ¿quién ha sido?

Philip: No lo sé. -Tragó saliva con gran dificultad-. Pero no he visto a tu nieto desde que él y su madre se fueron a Stowe.

Harrison apretó un poco más la garganta de Walker.

Harrison: ¿Cómo sabías que Nancy se lo había llevado allí?

Philip: Por Andrew Matthews.

Harrison: Exactamente, el otro sincero colega de mi hijo. Trabaja para ti. -Walker asintió con la cabeza-. Y tú lo contrataste para que raptara a Brian.

Philip: No. -Empezaba a marearse-. Efron, por el amor de Dios... -Agarró las manos de Harrison y tiró de ellas, suplicante-. Suéltame. Haré unas llamadas y averiguaré qué ha sucedido. Si no lo consigo, podrás estrangularme.

Harrison: Lo que haré será peor que eso. -Aflojó las manos y empujó a Walker hacia un lado-. Tenías razón acerca de que soy capaz de cualquier cosa por proteger a mi familia. De cualquier cosa. Así que no me pongas a prueba. O te mataré. Ahora, coge ese teléfono y encuentra a mi nieto.


16.57

Stowe Vermont


A Nancy le dolía el costado. Y el hombro. Cambió de postura e hizo una mueca de dolor, el suelo era muy duro. Ella llevaba una eternidad yaciendo allí, desde que había conseguido volcar la silla. El golpe le había dolido, pero al menos ahora Nancy disponía de cierta movilidad. Incluso con las muñecas y los tobillos atados, podía arrastrarse lentamente hacia el teléfono.

Por fin había podido librarse de la mordaza. Gracias a Dios. La droga le había provocado unas horribles náuseas y mareos, y ella había temido que, de vomitar, pudiera ahogarse con su propia regurgitación.

De vez en cuando, estaba sutil. Otras veces, se sentía entre neblinas, sin conciencia de tiempo y movimiento. Estaba en un lugar, su mente se desvanecía y, luego, Nancy recobraba el conocimiento y se daba cuenta de que había avanzado unos centímetros, aunque no recordaba cómo.

Pero en todo momento lo que la movía era el temor por Brian.

Tenía que encontrarle. Tenía que llegar hasta el teléfono. Acababa de detenerse para tomar aire y recuperar un poco de fuerza cuando oyó unas pisadas.

Se quedó helada.

¿Debía intentar gritar pidiendo ayuda? Ahora mismo, su voz no era más que un mero graznido. Además, ¿qué pasaría si se trataba de aquel hombre otra vez? Se pondría furioso y Dios sabe qué le haría. Nancy tenía que correr ese riesgo, intentarlo, por Brian.

Haciendo
de tripas corazón, reunió hasta el último gramo de fuerza y emitió un ronco gruñido.

El sonido fue literalmente tragado por el ruido de la puerta de entrada al abrirse de golpe. Unos apresurados pasos, seguidos de un grito ahogado.

Stephen: ¡Nancy!

Aquel sonido le resultó tan familiar... el más maravilloso del mundo.

Las lágrimas, que Nancy daba por agotadas desde hacía tiempo, acudieron a sus ojos y resbalaron por sus mejillas.

Nancy: Stephen -susurró-.

Posiblemente, él ni la oyó. Pero eso no importaba. Estaba junto a ella, fuera como fuera.

Stephen: Oh, Dios mío. Cariño, ¿estás bien?

No esperó una
respuesta. Ya estaba desatando las cuerdas, liberando los brazos y piernas de Nancy de la horrible tortura a la que se habían visto sometidos durante los dos últimos días.

La recostó contra su torso y le hizo unas friegas en pies y manos para activar la circulación de la sangre. Nancy estaba tan desfallecida como una muñeca de trapo, incapaz de hacer nada excepto apoyarse en Stephen y sollozar.

Stephen: ¿Estás herida? -preguntó levantándole la barbilla-. ¿Quieres que te lleve al hospital?

Nancy meneó débilmente la cabeza.

Nancy: Brian -susurró-.

Stephen: Lo sé. No hables. -Se puso en pie y la levantó en brazos-. Voy a sacarte de aquí. Hay agua en el coche. Podemos contar con una enfermera excepcional tan solo llamándola por teléfono. Ella nos dirá qué tenemos que hacer. Ahora mismo nos vamos a casa.

Nancy: Stephen. -Lo agarró de la camisa y lo miró con ojos suplicantes-. Dime qué pasa.

Él expulsó el aire de sus pulmones con un ronco sonido.

Stephen: Walker tiene a Brian consigo.
Quiere cinco millones de dólares mañana al mediodía. Zac está reuniendo el dinero. Él y Ness se han puesto en contacto con el FBI. Los agentes especiales trabajan ahora con Marty. Lo encontraremos, Nancy.

Ella notaba en sus labios el salado sabor de sus propias lágrimas.

Nancy: Debe de estar aterrorizado. Me vio inconsciente y luego se lo llevó un hombre con un pasamontañas.

Stephen: ¿Ese bastardo te tiró?

Nancy: Usó cloroformo, creo. Y unas píldoras que disolvió en agua y me hizo beber. He estado muy aturdida. -Frunció el ceño al ver el cielo de última hora de la tarde a través de la ventana de la cocina-. ¿Qué día es hoy?

Stephen: Domingo. ¿Cuándo se llevo ese hombre a Brian?

Nancy: El viernes. Justo antes del mediodía.

Stephen: Todo encaja. Sin duda, Andrew siguió a Cliff hasta aquí el miércoles y luego informó de vuestro paradero. Y Walker envió a uno de sus matones a primera hora del viernes.

Nancy meneó la cabeza.

Nancy: No era un matón. Era Andrew.

La ira tensó el semblante de Stephen:

Stephen: ¿Estás segura?

Nancy: Sí. El pasamontañas no le cubría los ojos. Y los reconocí. Era Andrew.

Stephen: En ese caso, que Dios se apiade de él cuando lo encontremos.

Hubo algo en el tono de Stephen que sobrecogió a Nancy, una convicción que salía desde sus mismísimas entrañas. Y su comportamiento... había en él una sólida fortaleza a la que Nancy no estaba acostumbrada. Observó atentamente el rostro de su esposo.

Nancy: Pareces... distinto.

Stephen: Vuelvo a ser yo. O quizá lo soy por primera vez en mi vida. No lo sé. -Acarició la mejilla de Nancy con los nudillos-. De lo que sí estoy seguro es de que te quiero. Y si lo que dice Cliff es cierto, si aún tengo la gran suerte de contar contigo, jamás volveré a abusar de tu amor. Te doy mi palabra.

Nancy: Hablas muy en serio, ¿verdad?

Él tragó saliva con dificultad.

Stephen: Más en serio de lo que jamás he hablado. Vamos a empezar de nuevo, Nancy. Tú, yo y Brian. Voy a dejar que me ayuden. Voy a tener el control sobre mi vida. -Apoyó la frente contra la de Nancy y ella percibió la emoción que lo sacudía-. Voy a abandonar la política de una vez por todas -dijo entusiasta-. Que se presente mi padre a las elecciones, si eso es lo que quiere. Me importa un rábano. Quiero volver a ejercer la abogacía. Y quiero ser un esposo y un padre. Si tú aún me lo permites. -Se calló, con los ojos llorosos, mientras esperaba una respuesta-.

Ésta le llegó sin titubeos y las lágrimas de Nancy humedecieron su camisa.

Nancy: ¿Si aún te lo permito? -sollozó entrecortadamente-. Sí, claro que sí. Eso es lo que siempre he deseado... construir una vida contigo y con Brian.

Stephen: Entonces, hagámoslo. -Se dirigió hacia la puerta-. Y empezaremos por encontrar a nuestro hijo.


1 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

OMG.. OMG... OMG ... OMG...
Es todo culpa de Andrew???
osea me dejaste O_O Walker no tiene nada que ver???
Que cosas..
lo hermoso es Stephen y Nancy.. tan bellos, van a volver a empezar...
espero que encuentre a Briam..
siguela..
me encanta...
XoXo

Publicar un comentario

Perfil