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domingo, 6 de noviembre de 2011

Capítulo 22


En el despacho de Stephen, el ambiente era tan tenso que podía cortarse con un cuchillo. Zac entró y cerró la puerta tras de sí tanteando la situación. Cliff se paseaba arriba y abajo, ojeando unos papeles como si estuviera buscando datos sobre los que informar. Stephen, sentado tras su mesa, era la esencia pura de un líder sereno e imponente. Con la espalda y la cabeza erguidas, la expresión confiada y los dedos entrelazados ante sí, parecía a punto de dictar una orden de cualquier tipo. Era el aspecto que había ido perfeccionando desde hacía tanto tiempo, el semblante que su padre esperaba de su prodigio de la política.

En cuanto a Harrison Efron, mostraba su acostumbrada postura de confrontación: sentado casi en el borde de su sillón, e inclinándose apenas un par de centímetros en actitud impaciente y agresiva de vez en cuando. Como un maldito pastor alemán agazapado en posición de ataque.

Zac: Bueno, ¿qué me he perdido? -preguntó en tono desenfadado mientras cruzaba la habitación para servirse un poco más de café-.

Stephen: No mucho -lo tranquilizó-. Estábamos repasando las últimas encuestas.

Eso era extraño. Zac habría puesto la mano en el fuego a que su padre atacaría directo a la yugular: el asunto de Nancy y Brian. Su mirada se cruzó un brevísimo instante con la de su hermano y vió que éste estaba pensando justamente lo mismo.

Zac: ¿Qué aspecto tienen los números? -Bebió un sorbito de café y se preguntó cuándo iba su padre a entrar a matar y qué era lo que lo detenía por ahora-.

Pronto lo descubrió.

Harrison: Los números están muy bien -anunció girando la cabeza para paralizar a Zac con una mirada gélida-. Hasta ayer, por lo menos. No puedo garantizar qué pasará cuando la prensa tenga la oportunidad de dar su versión sobre el hecho de que Nancy se ha ido a la otra punta del país por Dios sabe cuánto tiempo. Muy atento por tu parte reunirte con nosotros, por cierto.

Ah, así que era eso. Quería que Zac estuviera presente para el interrogatorio.

Eso significaba que en la orden del día de hoy figuraba una importante cantidad de dinero, o un asunto grave.

Un asunto de familia.

Dado todo lo que estaba ocurriendo, no era difícil adivinar que se trataba de esto último. Zac se preparó para la descarga de una tormenta mayor de la que había esperado.

Zac: He tenido un problema con el ascensor -replicó-. Además no soy muy bueno pronosticando las potenciales versiones de la prensa. Así que no os habría sido de mucha ayuda.

Stephen: ¿Un problema con el ascensor? -Enarcó las cejas- ¿Ese barullo en el piso de abajo eras tú?

Zac: Sí. -Su expresión se mantuvo impenetrable-. Un botón de alarma trabado. No ha pasado nada. Siento haber armado tanto alboroto.

Stephen apretó los labios, signo inequívoco de que había leído entre líneas y que su deducción le había aportado un cómico y bienvenido alivio. Sin embargo, por respeto a la intimidad de Zac, no insistió en el tema.

Su padre no hizo gala de tanta discreción.

Harrison: ¿Qué pasa con la señorita Hudgens?

Zac: ¿Qué pasa con ella?

Harrison: ¿Estaba contigo cuando has tenido ese problema en el ascensor?

Zac tensó la mandíbula. No iba a ir por ese camino. Conocía la mente de su padre y cómo funcionaba. El muy hijo de puta estaba intentando descubrir cuál era la mejor posición para colocar a Ness como peón en su juego de poder. Quería saber la opinión y relación de Ness con respecto a su familia, lo que ella podía o no saber acerca de la ausencia de Brian y cómo podía explotarse su imagen de encantadora e íntegra maestra de Brian para que los Efron quedaran lo mejor posible.

Zac ya olía el pastel que se estaba cocinando en el manipulador cerebro de su padre.

Zac: Sí, papá, estaba allí -repuso en tono molesto-. Ahora está de camino a la escuela. Y yo estoy aquí. Así que volvamos a los temas que nos ocupan.

Harrison: Ella es un tema que nos ocupa -le contestó-. Es la profesora de mi nieto. Y no parecía muy contenta con el repentino viaje que ha emprendido con su madre. Brian falta a clases. Eso no puede ser muy bueno.

Zac: No hay por qué preocuparse -le aseguró con un deje un tanto cortante-. La dedicación de Ness a la enseñanza no influye sobre su opinión acerca de Stephen. Ella misma me dijo que lo había votado como alcalde y que tiene intención de votarlo como senador. Así que no hay que darle más vueltas.

Harrison asintió con la cabeza una sola y firme vez, en gesto de aprobación.

Harrison: Te estás acostando con esa chica -concluyó-. Bien. Eso la frenará de hacer publicidad negativa. Por otro lado, sed discretos. Lo último que necesitamos es que la prensa se entere y lo haga público, convirtiéndolo en una especie de asunto incestuoso. Ya sabes: «La profesora del hijo del alcalde se acuesta con su hermano», cosas de ese estilo.

Zac jamás había estado tan cerca de mandar a su padre al infierno.

Antes de que lo hiciera, Stephen saltó al ruedo para impedir que la sangre llegara al río.

Stephen: Cálmate, papá. A Ness le parece bien el viaje de Brian. Tan solo ha venido para entregar los deberes. En cuanto a ella y Zac, eso es asunto de ellos dos. Además, ambos son solteros, respetables y de intachable reputación. Puede que a ti te llame la atención, pero es demasiado aburrido para que los medios de comunicación le encuentren posibilidades.

Al otro lado de la habitación, Cliff se aclaró la garganta. Parecía claramente incómodo, aunque Zac no estaba seguro de si su incomodidad era provocada por la conversación o por alguna información que acababa de localizar.

Cliff: No sé si la noticia del viaje de Nancy trascendió antes de que saliera la prensa de hoy. Es posible, pero a mí no me ha llegado nada, ni en un sentido ni en otro. Eso podría ser debido a que, efectivamente, no hay nada. O también a que ayer estuve reunido con diversos clientes la mayor parte del día y no lo comprobé. ¿Queréis que lo haga?

Harrison: No. -Se puso en pie-. Quiero que nos disculpes a los tres unos minutos. Tómate un descanso en tus deberes de fiel guardián. Necesito hablar con mis hijos en privado.

Un sobresaltado asentimiento con la cabeza.

Cliff: De acuerdo. -Recogió su informe y se dirigió a la puerta-.

Harrison: No te vayas muy lejos -le aconsejó-. Tengo unas cuantas cosas que revisar contigo antes de irme.

La puerta se cerró sigilosamente.

Zac: Eso ha sido muy diplomático -observó tajante-.

Harrison: No era mi intención. Bien, supongamos que aclaramos todo este condenado asunto. -Apoyó las palmas de las manos sobre la mesa. Se inclinó hacia delante, con su mirada letal fija en Stephen-. ¿Adónde se ha ido realmente Nancy y por qué? ¿Va a separarse de ti?

Ni un solo indicio de reacción inmutó el semblante de Stephen.

Stephen: ¿Qué es lo que te hace pensar que no está en California?

Harrison: Llamé a su hermana a Los Ángeles. Miente fatal, por cierto. La preparaste muy bien para responder a la prensa, pero no para hablar conmigo. Lo confesó todo. Nancy está allí tanto como yo. O sea que ¿dónde está?

Así que esa era la bomba que su padre había estado esperando soltar, pensó Zac. Muy bien, ahora la pelota estaba en el tejado de Stephen.

Miró a su hermano, esperando a ver cómo decidía Stephen llevar aquel asunto. Así sabría qué tipo de respaldo en particular iba a necesitar.

Sin parpadear siquiera, Stephen hizo un vago gesto con el brazo.

Stephen: De acuerdo. Nancy y yo tenemos algunos problemillas. Ella necesitaba tiempo para pensar. No estoy seguro de dónde está. Dijo que llamaría. Pensé que no te gustaría ver esto publicado en los periódicos. ¿Me equivoqué?

Harrison ignoró el sarcasmo.

Harrison: ¿Y ha llamado?

Stephen: Aún no.

Harrison: Fantástico. ¿A quién has contratado para que le siga la pista?

Stephen: A nadie. Y no tengo intención de hacerlo. -Ahora sí estaba furioso. Se puso en pie y miró fijamente a su padre, al otro lado de la mesa-. Es mi esposa, no un preso escapado de la cárcel. No voy a perseguirla y traerla a rastras de vuelta. Cuando se sienta preparada, volverá por voluntad propia.

Harrison: ¿Y qué pasa con tu hijo? -le espetó-. ¿Dónde encaja él en todo esto?

Stephen: Está con su madre.

Harrison: Qué emotivo. Por si lo has olvidado, no es Nancy la que se presenta al Senado. Eres tú. Necesitas que Brian esté aquí, contigo. Y a Nancy también, ya puestos. Puede desaparecer durante unos días, si realmente tiene que hacerlo, pero no más. No cuando faltan menos de seis meses para las elecciones.

Un músculo tembló en la mejilla de Stephen.

Stephen: Todo va a parar siempre al mismo sitio, ¿verdad?

Harrison: Por supuesto que sí, maldita sea. ¿Para qué te crees que hemos estado trabajando todos estos años? Por tu futuro político. Así que, dime, ¿cómo esperas ganar con tu programa electoral de perfecto hombre de familia cuando tu familia te ha abandonado?

Zac: Papá, estás exagerando -intervino-. Nancy no lo ha abandonado. Está bajo una presión inusualmente fuerte. En parte, se debe a sus propios problemas personales. -Un dato poco real, pero necesario-. Cosas por las que está pasando. Y, sí, en parte se debe a la tensión política, la campaña y cosas así. Dale un respiro. Volverá.

Harrison se volvió hacia Zac y clavó en él su gélida mirada.

Harrison: Ah, la voz de la razón. Es curioso, hace un momento habría jurado que querías arrancarme la cabeza por meterme en tu vida personal y ahora, sin embargo, estás totalmente sereno intentando calmarme. Todo porque le pido a Stephen que responda de sus actos. -Emitió un sonido de disgusto-. Tú y Henderson rodeáis a tu hermano como dos condenados sujetalibros. Como si él fuera a caerse si cualquiera de los dos se hiciera a un lado. Pues bien, no se caerá. -Frunció la boca y volvió a mirar a Stephen-. ¿Qué tensión política?

Stephen: Soy el alcalde de la ciudad, papá. Suceden cosas.

Harrison: Y sucederán más cuando estés en el Senado. Tendrás que acostumbrarte. Y Nancy también. -Frunció el ceño, como si intentara adivinar qué asuntos podían estar mellando el matrimonio de Stephen-. Tu grado de popularidad jamás había estado tan alto. Leaf Brook está prosperando. Para tu popularidad, es ideal. Entre ese enorme centro comercial que va a inaugurarse y la inminente votación del contrato del aparcamiento municipal que estás negociando, todo es pan comido para ti.

Un destello de ironía brilló en los ojos de Stephen.

Stephen: Deduzco que volvemos a hablar del poder de la prensa.

Harrison: Por supuesto que sí, demonios. Son los que te van a enviar al Senado. Y les encanta la controversia. Temas como un consejo del Ayuntamiento dividido... adoran poder hablar de eso. Y también adoran a los héroes. Que es exactamente lo que tú serás después de tomar la decisión acertada para tus electores. Los artículos serán entusiastas.

Stephen: Encantado de hacer un favor. -Ejecutó un burlón saludo-. Aunque yo tenía la estúpida idea de que eran los votantes los que elegían a sus senadores. Supongo que estaba totalmente equivocado en eso.

Harrison entornó los ojos:


Harrison: ¿Es la prensa lo que está causando problemas en tu matrimonio?

Stephen: Yo sé manejar a la prensa.

Harrison: Bien. Pues maneja también a tu esposa.

Zac soltó un bufido. Todo aquel interrogatorio estaba empezando a pasar de la raya, incluso tratándose de su padre.

Zac: Estás en inusual forma hoy, papá. ¿Qué es lo que te ha puesto tan furioso, el hecho de que la ausencia de Nancy pueda perjudicar las elecciones, o el hecho de que ha sucedido algo fuera de tu control?

Harrison: Ambas cosas. -No pareció inmutarse en absoluto por la pica de su hijo-. La inauguración del centro comercial es el sábado.

Stephen: Lo sé. Y también sé que, normalmente, Nancy y Brian me acompañan en ese tipo de eventos. Por eso invente un asunto familiar urgente como excusa para el viaje de Nancy. El público puede identificarse y simpatizar con una mujer que quiere estar junto a su hermana cuando ésta la necesita. Sin duda es preferible a hacer una aparición simbólica junto a tu marido.

Harrison: Quizá sí y quizá no. -Desestimó el lado sentimental-. Puede que el público sienta compasión por la situación de Nancy, pero siguen queriendo ver a la típica familia americana que vosotros tres representáis. Tu aparición en solitario no les gustará.

Zac: Estoy de acuerdo -intervino dándole a su padre una pista sobre algo que él y Stephen habían decidido la noche anterior-. Por eso voy a estar yo ahí. No soy tan guapo como Nancy, pero soy el hermano de Stephen. El apoyo familiar será el tema del día.

Harrison: No -corrigió rápidamente-. El tema del día será la reunión familiar. Porque yo también asistiré. Los medios de comunicación aplaudirán la unidad de los Efron, nuestra demostración de fuerza. -Un complacido asentimiento con la cabeza-. Vuestra idea era buena. La mía es mejor.

Si esperaba una protesta, no la tuvo.

Zac: Sí, lo es. -Pensaba a toda velocidad-. Incluso diría más, ¿por qué contar con tan solo nosotros? Si vamos a demostrar la total unidad de la familia, mamá también debería venir. -Sabía que mencionar a su elegante y diplomática madre (una curtida veterana cuando tocaba representar el papel de perfecta esposa) era el movimiento adecuado-. Ella hará que todo parezca más natural y será una especie de equilibrio entre la superabundancia de testosterona. Y en un momento... -chasqueó los dedos-, tendremos una versión diferente de la típica familia americana. No una esposa y un hijo, sino un hermano y los padres.

Stephen: No está mal -dijo frotándose la barbilla-. Sería una buena demostración de la unidad familiar y sin duda lograría que todos dejaran de darle vueltas a la ausencia de Nancy y Brian. ¿Está mamá libre?

Harrison: ¿Para esto? Seguro que se las arreglará para estarlo. -Desestimó hablar de un tema que sabía que no comportaba problema alguno. Lynette Efron tenía tantas ganas como él de que su hijo llegara a la Casa Blanca-. Mi chofer la va a llevar a Manhattan el viernes por la tarde para asistir a una fiesta de ejecutivos a la que hemos sido invitados. Ella tenía la intención de pasar el sábado visitando la nueva exposición en el Metropolitan. Cambiará de planes. Le diré a mi chofer que nos lleve a Leaf Brook a primera hora de la mañana del sábado.

Stephen: ¿Vas a quedarte en la ciudad hasta entonces? -Sus padres tenían un enorme ático en Central Park West, además de su propiedad en Connecticut-.

Harrison: Sí. Tengo una serie de reuniones aquí esta tarde y todo el día de mañana. No tiene ningún sentido volver a casa solo para dormir. Esto va bien. La gran inauguración del centro comercial es el sábado a las diez de la mañana. Llegaremos allí en coche, todos juntos, una inmejorable presentación. -Le dedicó una dura mirada a Stephen-. Mientras, espero que recibas noticias de tu esposa, y que ella y tu hijo vuelvan pronto a casa. Y, sean cuales sean vuestros problemas, arréglalos. Rápido.

Stephen parecía estar reprimiendo unas cuantas contestaciones. Pero, bajo las actuales circunstancias, era mejor que permanecieran sin ser pronunciadas. Cuanto antes terminara aquella discusión, mejor. Si Harrison tenía una reunión a primera hora de la tarde en Manhattan, tendría que irse volando del despacho en poco tiempo. Y después, Stephen y Zac podrían retomar su búsqueda de trapos sucios de Walker.

Como si aquellos pensamientos le hubieran dado la señal, Harrison consultó su reloj.

Harrison: Digámosle a Henderson que vuelva a entrar. Tenemos que planear estrategias para la campaña y quiero echar una ojeada a las contribuciones más recientes. Debo salir a la carretera a media mañana. -Se sentó en el sillón, indicando con su actitud que aquella parte de la reunión había terminado-.


Stephen: Le diré a Celeste que haga pasar a Cliff. -Alargó una mano hacia el teléfono. Su padre se inclinó hacia delante y lo agarró con fuerza por la muñeca-.

Harrison: No volveré a decirte esto y mucho menos, desde luego, delante de Henderson, pero, por tu puesto en el Senado, haz que tu esposa e hijo vuelvan pronto a estar bajo tu techo.


11.45



Stephen miró por la ventana y lanzó un suspiro de alivio mientras contemplaba cómo el coche de su padre salía del aparcamiento y tomaba Main Street.


Stephen: Gracias a Dios que ya se ha acabado.

Zac: No ha sido extraordinariamente agradable, ¿verdad? -repuso en tono seco. Se levantó de la silla y se desperezó-. No me extraña que mis clientes no me intimiden. Después de una mañana entera con papá, un ejecutivo de alto nivel parece un gatito recién nacido.

Stephen: Y sin uñas -añadió frotándose la nuca. Miró de reojo a Cliff-. Siento el desplante de antes. Mi padre no es famoso por su tacto.

Dejando a un lado el último de sus informes sobre la campaña, Cliff se encogió de hombros en un gesto improvisado.

Cliff: Para serte sincero, casi no lo he notado. Y no me ha ofendido. Tu padre es así. O lo aceptas o no. No ha sido una ofensa personal. Tenía algo en mente que concernía a su familia. Quería hablar con vosotros a solas. Estaba en su derecho.

Stephen esbozó una sonrisa de medio lado:

Stephen: Quizá seas tú el auténtico político del grupo.

Cliff: Bueno, hace casi veinte años que te conozco. Así que creo que algo se me habrá pegado. -Sonrió con expresión cansada-. Si os parece bien, muchachos, yo me retiro. He forzado la máquina al máximo y estoy agotado. No tenía ni idea sobre cuánto tiempo pensaba quedarse vuestro padre, así que dejé mi agenda libre de compromisos toda la tarde. Lo que me proporciona un montón de tiempo, que necesito para mí. O sea que voy a aprovechar la oportunidad, Irme a casa y descansar un poco.

Stephen: No hay problema. -Observaba a Cliff con serena intensidad-. ¿Algo especial que te hace ir de bólido? Normalmente, tu aspecto mejora cuando estás cargado de trabajo. ¿Una dama nueva, quizás?

Cliff: No. -Si la pregunta de Stephen lo impresionó, éste lo disimuló muy bien. De todos modos, su cara de póquer era tan buena como la de Stephen. Con un solo movimiento, cerró su maletín y lo cogió-. No hay ninguna dama nueva. Solo un montón de cuestiones cruciales que acuden a la mente a la vez.

Stephen: ¿Serviría de algo que habláramos de ello?

Cliff: Desgraciadamente, no. Los detalles son confidenciales. La mayor parte es lo de siempre: dos pleitos de importancia, una fusión de empresas y esa adquisición en la que estoy trabajando para tu padre. Juegos malabares con demasiadas pelotas a la vez, simplemente. Lo superaré, con un poco de descanso. -Se dirigió hacia la puerta-. Estaré en casa, si me necesitas. Si sale el contestador, deja un mensaje. Será que he desconectado el timbre para poder dormir.

Stephen: De acuerdo -murmuró una vez que la puerta se hubo cerrado tras de Cliff-. O será que te has ido a ver a mi esposa.

Zac enarcó las cejas.

Zac: Por Dios, me parece que nuestra imaginación se desborda. Ese hombre tiene un aspecto pésimo, se va a meter en la cama y tú das por sentado que lo que va a hacer es acostarse con Nancy, dondequiera que esté. Sí, suena probable. Sobre todo con mi sobrino, que no pierde detalle de nada y lo cuenta absolutamente todo, por allí. Sí. Es el plan perfecto.

Stephen: De acuerdo, muy bien, estoy exagerando -replicó pasándose ambas manos por el pelo-. Pero estoy perdiendo el juicio. ¿Por qué no llama Nancy, aunque sea solo para decir que ella y Brian están bien?

Zac: Porque necesita recuperar la perspectiva y volver a tener sus emociones bajo control. Ese paquete que recibió la puso histérica. Aún está asustada. Se recuperará. Llamará. -Miró fijamente la puerta, pensativo-. Y no creo que estés perdiendo el juicio. Estás exagerando, sí, pero no completamente falto de base.

Stephen volvió la cabeza, como movido por un resorte, hacia su hermano.

Stephen: ¿Qué quiere decir eso?

Zac: Quiere decir que no creo que Cliff y Nancy sean, o hayan sido alguna vez, amantes. Pero están muy unidos. Y mi instinto me dice que Cliff sabe dónde está ella. El pobre tiene muy mal aspecto, A Cliff no le sucede eso por el exceso de trabajo. Lo que supongo es que se siente atrapado en medio de dos personas a las que quiere. Si te dice algo a ti, traiciona a Nancy y se arriesga a ponerla en una situación límite que la lleve a desaparecer de verdad con Brian. Por otro lado, tú eres su mejor amigo. Al ocultártelo, sobre todo cuando sabe que lo estás pasando mal, diría que se siente totalmente destrozado.

Stephen: Y yo diría que tienes toda la razón. -Soltó una amarga risita-. No sé si estrangularlo hasta que me diga dónde están Nancy y Brian y luego darle una paliza por estar enamorado de mi esposa, o agradecerle que estuviera junto a ella cuando yo no estaba, y luego respirar tranquilo porque sé que él se asegurará de que mi esposa e hijo permanezcan sanos y salvos.

Zac: No hagas nada. Si obligas a Cliff a hablar, solo conseguirás empeorar la situación y poner a Nancy aún más nerviosa. Ella ya se siente traicionada y manipulada. No añadas más leña al fuego. Ése no es el modo de lograr que vuelva a casa. Nancy tomará esa decisión por ella misma, después de que tú hayas eliminado la amenaza contra la seguridad de Brian. -Seguía mirando hacia la puerta, con los ojos entornados, pensativo-. Si Nancy le pidió ayuda a Cliff, debe de haberle contado lo de la gorra de béisbol y las amenazas de Walker.

Stephen: Y lo de mis apuestas, quieres decir. -Parecía más cansado que furioso-. Quizá. No importa. Si ella se lo confió a Cliff, dudo que a él lo sorprendiera. Ha sido mi mejor amigo desde que estudiábamos. No es un estúpido. -Tragó saliva con dificultad-. El estúpido soy yo. Zac, ¿qué demonios he hecho con mi vida?

Zac se acercó a su hermano y le puso la mano en el hombro.

Zac: El solo hecho de que puedas hacer esa pregunta significa que ya has dado un importante paso. Volverás a recuperar tu vida. Por fin lo deseas tanto que lucharás por ello. Y de una cosa sí estoy seguro: Puede que los Efron seamos un desastre en muchos aspectos, pero también somos buenos luchadores. No nos rendimos hasta vencer. El problema es que pasamos demasiado tiempo luchando por causas equivocadas. Pero todo eso está a punto de cambiar. Estamos a punto de ir por el buen camino.

Stephen miró a su hermano.

Stephen: ¿Por qué me da la impresión de que no hablamos solo de Nancy y de mí?

Zac: Porque no es así.

El intercomunicador de Stephen sonó y él se acercó al aparato y pulsó el botón.

Stephen: ¿Sí, Celeste?

Celeste: El señor Henderson me ha dicho que la reunión había acabado. Ya sé que usted me ha pedido que retenga sus mensajes. ¿Quiere que se los pase antes de que me vaya a comer?

Stephen: ¿Hay alguno que sea urgente?

Se oyó ruido de papeles mientras Celeste revisaba las notas.

Celeste: Dos. Ha llamado el jefe de policía. Quiere preguntarle en cuánto propone usted incrementar el servicio de seguridad para la inauguración del centro comercial el sábado. Le he dicho que usted lo llamaría esta tarde. Y ha llamado un tal señor Harry Shaw. Ha dicho que era importante y que estaba usted esperando recibir noticias de él.

Stephen se había puesto tenso ante la mención de su investigador privado.

Stephen: Las espero. ¿Cuál era su mensaje?

Celeste: Ha dicho que tiene parte de la información que usted le pidió. Va a estar fuera de cobertura hasta esta tarde. Quiere reunirse con usted para tomar una copa a las cuatro. Si a usted le va bien, especifíquele el lugar en el contestador de su móvil. Él escuchará el mensaje cuando vuelva a tener cobertura.

Stephen: Gracias, Celeste. Puedes irte a comer. -Pulsó el botón de nuevo y levantó la cabeza para mirar a Zac-. Debe de tener algo sobre Walker.

Los labios de Zac dibujaron una delgada línea.

Zac: Eso espero.


3 comentarios:

Lau B. dijo...

primera por primera vez :P jajajaja
me encanta no me voy a cansar de decirlo
por favor pon el proximo pronto
YA QUIERO SABER QUE PASA
Bye
Xx LB

LaLii AleXaNDra dijo...

Hahahah hoy me gano lau B.
hahaha
vale..
la nove hoy me dejo asi O_o
el Efron mayor si que tiene poder sobre adivinar las cosas.. espero que esa fuerza de familia ayude a solucionar lo que vaya a pasar..
siguela..
:)

Natasha dijo...

Sabes que me encanta tu nove!
pero últimamente ni siquiera quiero prender la compu así que la leo desde el teléfono...
por eso no te comento :)

pero es bueno reportarme de vez en cuando
jajaja

tienes que seguirla!
esta interesante ;)

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