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martes, 5 de septiembre de 2023

Capítulo 13


La información, las habladurías, las insinuaciones maliciosas y las conjeturas infundadas se extendieron como la pólvora entre el rancho y el resort. Los rumores podían ser más o menos suculentos, pero siempre era posible sacarles un poco de jugo.

Como Vanessa no estaba segura de cuánta parte de verdad había en el rumor que había llegado a sus oídos ese día, pensaba que era su deber averiguarlo.

Tenía una doble razón para llamar a la puerta de la choza después de cenar. Cierto que ese momento quedaba fuera del horario laboral, un detalle que consideraba importante, pero también le parecía justo y apropiado mantener esa conversación en lo que era, fundamentalmente, más territorio de Zac que suyo.

Él gritó: «Pasa».

Vanessa lo encontró repanchigado en el sofá, con el ordenador portátil en el regazo, una cerveza en la mesa junto a él y un partido de baloncesto en la televisión.

Le había dado el sol, observó, pues la luz de la lámpara resaltaba en él algunas mechas más claras en la cervuna mata de pelo.

Zac: Hola. 

Zac continuó tecleando, pero no con dos dedos, como hacían su padre y Alex, sino con el mismo dominio que cualquiera de sus administrativos.

¿Dónde había aprendido mecanografía?
 
Zac: Coge una cerveza y una silla -la invitó-.

Ness: Voy a pasar de la cerveza. 

Pero se sentó.

Zac: Dame un segundo, solo tengo que... Vale, esto debería funcionar. 

Vanessa esperó mientras él guardaba el archivo y apartaba el ordenador.

Parecía cómodo, relajado, pensó, y tenía un aspecto un poco descuidado, lo que ella siempre encontraba extrañamente atractivo en él.

Podía entender que estuviera atractivo, incluso cómodo, si el rumor resultaba no ser cierto, pero no le cabía en la cabeza que pudiera estar tan relajado.

Zac estiró las piernas y, sin pensárselo, subió las botas a la mesa de centro.

Zac: ¿Cómo va?

Ness: De hecho, es lo yo que quería preguntarte. 

Él asintió y cogió su cerveza.

Zac: No puedo quejarme. He introducido las reservas para las dos próximas semanas y tengo el programa hecho. He organizado la rotación de los caballos. Tengo tu hoja de cálculo y la cuantía de los gastos. Preveo que se incrementarán un poco dado que en primavera hay más reservas. Y, de paso, necesitaré hablar contigo sobre reponer algunos arreos. Estamos haciendo inventario siempre que tenemos un rato.

Vanessa comprendió que había aprendido mucho más que a escribir con los diez dedos.

Ness: Mándame un informe sobre eso cuando hayas terminado. Me refería a cómo te va en un plano más personal.

Zac enarcó las cejas sorprendido y alzó la cerveza.

Zac: De nuevo, no puedo quejarme.

Ness: No acabo de entender por qué no puedes quejarte de que Garrett Clintok fuera otra vez a por ti. Y de que además lo hiciera mientras tú estabas en el resort trabajando para nosotros. Creo que eso bien merece una queja.
 
Aunque Zac se encogió de hombros y tomó un sorbo de cerveza, Vanessa detectó un destello de enfado en sus ojos.

Zac: Quizá porque Clintok no me preocupa.

Tan intrigada como frustrada, Vanessa apoyó un tobillo en la otra rodilla.

Ness: Si lo que dices es cierto, Efron, te has vuelto un cabrón tremendamente tranquilo. Fue al CAH mientras estabas trabajando y te acusó de asesinato.

Zac: No utilizó tantas palabras.

Fuera o no verdad que se le había suavizado el carácter con la edad, ella sí se había convertido en una mujer que sabía contener sus propias frustraciones para llegar al fondo del asunto.

Ness: ¿Por qué no me lo cuentas para que no tenga que oír las diversas versiones que me llegan de otras fuentes?

Zac: En primer lugar, Evan no debería haberte dicho nada.

Ness: No estoy en absoluto de acuerdo, aunque, de hecho, no lo hizo. Le contó algo a Ben. Si no me falla el orden de los supuestos acontecimientos, Ben vio llegar a Clintok, os vio manteniendo lo que él interpretó como una discusión y luego vio irse a Clintok, como una bala. Más tarde, Ben preguntó a Evan por lo ocurrido, se enteró de algunas cosas, se las contó a otra gente, etcétera, hasta que a mí me ha llegado una versión de lo que ocurrió de lo más enrevesada. -Tuvo que respirar y se sorprendió molesta al verlo aún repanchigado, sin decir nada, y hasta diría que muy relajado-. No me gusta enterarme así de las cosas, Efron. Y sobre todo con algo tan escandaloso como esto. Deberías habérmelo contado.

Zac asintió con aire pensativo, se encogió de hombros con calma, como si estuviera considerando su punto de vista.

Zac: Yo no lo veo así. Era un asunto personal, y lo abordé. No tenía nada que ver con el trabajo, ni contigo o el resort.

Ness: Pasó, repito, en el resort -alzó una mano antes de que Zac pudiera discutírselo-. Tengo todo el derecho a quejarme al sheriff cuando uno de sus ayudantes acosa a uno de nuestros empleados en nuestra propiedad. Me da igual que tú no lo veas así, porque es así, maldita sea. Y si vas a quedarte ahí sentado y a decirme que no hizo ninguna alusión a los Hudgens, al menos de forma velada, voy a tener que llamarte una cosa que nunca has sido. Y sería «mentiroso».

Entonces, por fin, su tranquilidad desapareció. Se levantó con brusquedad y empezó a pasearse de un lado a otro por el reducido espacio. Esta vez Vanessa enarcó una ceja, y esperó. Según parecía, costaba más sulfurarlo que antes, pero reconoció el impresionante genio que le bullía en las entrañas.

Así pues, esperaría a ver qué sucedía.

Zac: Sabes perfectamente, Ness, lo sabes de sobra, que este asunto con Clintok viene de mucho antes que nada de lo que ha ocurrido. Solo está utilizando esto como excusa para buscarme las cosquillas. No voy a complacerlo, y desde luego no voy a ir corriendo a ti cuando venga a intimidarme. A la mierda esta historia, y a la mierda él. Así son las cosas, joder.

Vanessa sonrió con toda la dulzura de un parfait de fresa.

Ness: Caramba, Zac, al final no pareces tan tranquilo con todo este asunto.

Zac: A ver lo tranquila que estás tú cuando un capullo te acusa de asesinar a dos mujeres.

Ness: A eso me refería, justo a eso, así que estamos de acuerdo. El sheriff Tyler le advirtió expresa y justificadamente que no se acercara a ti. Él no hizo caso y, por lo que veo, decidió ir a intimidarte mientras estabas trabajando, y delante de otro empleado, uno que está a tu cargo. Creo que al sheriff no le haría ninguna gracia saberlo.

Zac: Eso no te corresponde -se puso enfrente de ella; sus ojos azules despedían fuego-. No te corresponde ir corriendo a Tyler, y a mí no me corresponde ir corriendo a ti.

Ness: Ahora has dejado salir tu intransigencia y tu impulsividad. No voy a contárselo al sheriff. No lo haré porque he crecido rodeada de hombres, he trabajado con ellos, he vivido con ellos, y entiendo, puede que hasta lo valore, que en el cerebro masculino hacer eso es como insultar su enorme virilidad, pero...

Zac: No tiene nada que ver con... Vale. -Vanessa lo había pillado, y las mentiras no iban con él-. Vale, en parte es eso. Pero lo demás es justo lo que he dicho. Resumiendo: siempre ha sido algo entre Clintok y yo.

Ness: Con lo que volvemos a vuestra enorme virilidad, y no lo digo como un insulto a tus pelotas, Efron, sino solo como un hecho constatado. Así que no iré a contárselo a Tyler, pero diré lo que sé y lo que creo que el sheriff debería saber y preguntarme.

Puede que lo exasperara y que le tocara los huevos, pero Zac no podía discutírselo con ningún argumento lógico. De manera que volvió a dejarse caer en el sofá.

Zac: De acuerdo.

Ness: Y te pido, como directora del resort, como amiga tuya, que si Clintok vuelve a acosarte, me lo digas. Necesito saber qué pasa en mi casa, y sé que tú lo entiendes aunque estés enfadado.

Zac echó otro trago de cerveza.

Zac: Esto se te da genial.

Ness: Esto se me da jodidamente genial. Te pido que confíes en mí, y que dejes de estar tan cegado por tu absurdo orgullo de macho para que entiendas que informarme de sus absurdas amenazas no es ir corriendo a refugiarse bajo las faldas de una mujer. Haz eso, mantenme informada para que yo no tenga que enterarme por los chismes que corren por el resort o el rancho, y dejaré que lo lleves a tu manera.

Zac: Quizá se te dé jodidamente bien porque lo entiendes -resopló. Eres tan razonable que no puedo defender mis argumentos sin quedar como un tonto.

Ness: Tú no tienes un pelo de tonto, Efron, ni lo has tenido nunca -se inclinó lo suficiente para darle un suave puñetazo en la pierna-. Y por lo que he visto, se te da de coña tratar con capullos. Dime, ¿hay trato?

Zac: Sí, sí, sí. -Y con el trato cerrado, se sintió libre para desahogarse un poco-. Joder, me cabreó. Presionándome, insultándome..., a mí y a todos vosotros, en eso tenías razón, haciendo todo lo posible para provocarme y conseguir que le diera un puñetazo.

Ness: En otro momento lo habrías hecho, con menos provocación. ¿Cuándo aprendiste a suavizar ese famoso genio tuyo?

Zac pensó en lo poco que le había faltado, cinco segundos, para soltar a Garrett más que un puñetazo. Pero...

Zac: Si un hombre no aprende unas cuantas cosas en la vida, pierde el tiempo. Una máxima que describe bastante bien a Garrett Clintok. Ese hijo de puta no ha aprendido nada en absoluto. Solo ha conseguido una placa para poder ser un matón con todas las de ley. -Y la miró antes de añadir-: Quiero que el trato incluya otra cosa.

Ness: Ya lo hemos cerrado.

Zac: No nos hemos dado la mano.

Vanessa se limitó a mirar hacia arriba con exasperación.

Ness: ¿Qué más querrías incluir?

Zac: Si se mete contigo o tu familia por mí, me lo dices.
 
Vanessa volvió a inclinarse hacia él y alargó la mano.

Ness: No hay problema.

Se estrecharon las manos. Zac volvió a recostarse.

Zac: Voy a reconocer una cosa. Me tiene cabreado desde entonces. Soy incapaz de quitarme esa piedra del zapato. Porque, sea como sea Clintok, tengo la sensación de que cree que yo podría haber hecho eso de lo que me acusa. Lo cree de verdad.

Vanessa se disponía a llevarle la contraria, pero se lo pensó mejor.

Ness: Puede que tengas razón. Te odia, y siempre lo ha hecho. Su odio es irracional y genuino, así que necesita pensar lo peor de ti. Y no te conoce de verdad. Todos los que te conocemos no lo pensaríamos.

Zac: Tal vez no, pero insistió tanto que Evan se sintió obligado a interceder y a encubrirme, y sin atenerse mucho a la verdad. Eso tampoco es conveniente.

Ness: Imagino que Ben hubiera hecho exactamente lo mismo.

Zac: Puede -miró su cerveza con el ceño fruncido-. Sí, puñetas, es verdad. Eso tampoco es muy conveniente.

Ambos se escrutaron. Vanessa se había destrenzado el pelo, y la melena azabache, un poco ondulada aún, le caía suelta sobre los hombros. El tono, replicado en sus pestañas, le acentuaba el marrón de los ojos. En esos ojos Zac percibió comprensión, una pizca de compasión, en vez de la actitud dura e inflexible que había visto en ellos cuando se habían puesto a discutir.

Zac: Reconozco que después de desahogarme contigo ya no me siento tan cabreado.

Vanessa resopló.

Ness: Eres de la familia, Zac.

Zac: Puede, pero yo ya no te veo como a mi hermana. 

Aquello la hizo reír.

Ness: Tú nunca me has visto como a tu hermana.
 
Zac: Te veía como a la hermana pequeña de mi mejor amigo. Es lo mismo. Ahora te miro y no puedo quedarme en eso. En California conocí a un domador de caballos. Nunca me he topado con nadie que estuviera tan conectado con los caballos. Yo le decía que probablemente había sido uno en otra vida. Le encantaban los caballos, el buen whisky y estar acompañado de hombres. Pero de vez en cuando me decía: «Efron, tengo ganas de estar con una mujer».

Vanessa volvió a resoplar, y Zac sonrió.

Zac: Son sus palabras. Así que se buscaba una y se quedaba satisfecho hasta la siguiente vez que le entraran ganas.

Vanessa comprendía la simple lógica y la organización del método.

Ness: ¿Eso haces tú cuando te entran ganas?

Zac: Un hombre tiene que pensar en su enorme virilidad. 

Ella no pudo sino reírse.

Ness: Me la has devuelto. Un punto para ti.

Zac: El caso es que, como me ha dado por confesarme, desde que he vuelto tengo ganas de estar con una mujer -vio cómo ella enarcaba las cejas, cómo esa sonrisita guasona asomaba a sus bonitos labios-. Pero solo tengo ganas de estar contigo. -Entonces vio cómo la sonrisa se borraba-. Y recordarme que eres la hermana del mejor amigo que he tenido nunca, que nunca tendré, no me las ha quitado ni un poquito.

Vanessa sintió que un torbellino de emociones la arrollaba. Un torbellino tan intenso y ardiente que se arrepintió de no haberse tomado la cerveza.

Ness: Es una confesión atrevida.

Zac: Bueno, tú misma lo has dicho, no soy un mentiroso. Quiero estar contigo, Vanessa. Y no voy a tardar mucho en hacerlo.

Ness: Superé mi enamoramiento, Zac.
 
Zac: Creo que los dos sabemos que esto va más allá de un mero enamoramiento adolescente. Tú tampoco eres una mentirosa.

Ness: Tienes parte de razón, y podría gustarme estar contigo, solo para ver cómo es. El sexo no es complicado si se es claro al respecto.

Zac se rio.

Zac: Si piensas así es que nunca has tenido sexo de verdad. Me encantaría cambiarlo.

Ness: Te estás poniendo el listón altísimo, pero... Tenía otra razón para venir a hablar contigo esta noche.

Zac: ¿Quieres despedirme para que pueda enseñarte cómo salto por encima de ese listón?

Ness: No, no. Al contrario. Hoy he tenido noticias de Andy.

Zac: ¿Cómo le va a Emma?

Ness: Le va bien. Se ha aficionado al..., no es kung-fu, es... 

Mientras buscaba el nombre, Vanessa trazó una lenta ola con las manos.

Zac: ¿Taichí?

Ness:¡Eso! Y al yoga, y, según Andy, es medio vegetariana. Me cuesta imaginármelo.

Zac: Lo que a ella le siente bien.

Ness: Y parece que funciona. Pero ella..., los dos se han dado un buen susto, y han hablado mucho y a fondo. Se van a vivir más cerca de su hija, a Bozeman. No volverán, Zac.

Zac: Mierda. Necesito otra cerveza. -Se levantó despacio-. ¿Estás segura de que no quieres una?

Ness: Ahora mismo no. Andy ha dicho que volvería para darme más tiempo, que ayudaría a formar a su sustituto si lo necesitábamos. Pero suponía que, si te poníamos a ti, no lo necesitaríamos. El empleo es tuyo si lo quieres. Y si no lo quieres, te pediría que te quedaras de encargado el tiempo suficiente para que nosotros encontremos a otra persona. Como una de las propietarias del Resort Hudgens y su directora, preferiría que aceptaras el puesto.

Zac regresó al sofá, dejó la cerveza. Vanessa no se sorprendió cuando la levantó de la silla.

¿Lo sorprendió ella cuando lo agarró por el pelo con ambas manos y le comió la boca?

¿Ganas?, y un bledo, pensó. Eso era sed, sed profunda y voraz, y ese apetito incesante la había tenido al límite desde el momento en el que entró en la cocina meses atrás y lo vio piropeando a Clementine.

No tenía que ser conveniente. Ni bueno. Solo tenía que ser.

Ella lo arrasó, una arrolladora tormenta de fuerza y lujuria, relámpagos que centelleaban y quemaban, y dejó a su paso imágenes eróticas de enardecidos cuerpos entrelazados. Y le caló, más hondo de lo que su propia frustración y su propio impulso habían previsto. Provocó corrientes, amenazó con anegarlo, y todo con solo un único beso apremiante.

Aunque la maldijo, y se maldijo a sí mismo, a su delicadísima situación, se separó. Ella lo agarró por la pechera de la camisa y el ardor de su mirada le dejó claro que no había terminado.

Yo tampoco, pensó, y con delicadeza, mirándola a los ojos, le abrió la mano.

Ella la bajó enseguida y él no supo interpretar la mezcla de emociones de su cara. Sorpresa, afrenta y decepción parecieron sucederse.

Ness: Tú... -se interrumpió, respiró hondo. Entonces Zac percibió desdén, y mucha arrogancia-. No es posible que creas que yo recurriría al sexo para convencerte de que te quedes como encargado de los caballos.

Zac: ¿Sabes, Vanessa?, pese a lo buena amazona que eres, vas a reventarte el culo cuando te bajes del burro. Anda... 

Zac alzó una palma para indicarle que retrocediera. Y él también dio un paso atrás.
 
Vanessa entornó los ojos, pero al momento se le iluminaron. ¡Oh, era lista!, pensó él. Ella curvó los labios hacia arriba.

Zac: Eso es -no se explicaba por qué su expresión de puro engreimiento la hacía más deseable-. Tengo mis límites, y ahora mismo tengo un pie al borde del precipicio. Así que vamos a... -Volvió a interrumpirse, le indicó que retrocediera moviendo la mano- guardar las distancias por el momento.

Ness: Tú eres el que ha empezado.

Zac: Puede, y puede que no haya tenido en cuenta... ciertas eventualidades. Tengo que pensármelo, y mientras me lo pienso, debo hablar con Alex, ya que me contrató él.

Ness: Muy bien. ¿E incluirá tu conversación con Alex esas eventualidades?

Para situaciones delicadas, esa. Pero un hombre no mentía a su mejor amigo.

Zac: Es lo más probable.

Ness: Bueno, eso dependerá de ti. Pero te recordaré, y se lo recordaré a él llegado el caso, que no necesito su permiso con respecto a quién me llevo a la cama.

En otras circunstancias, Zac habría valorado su sinceridad, pero en ese momento su franqueza solo volvió aún más inestable la delgada cornisa sobre la que hacía equilibrios.

Zac: No se trata de pedirle permiso. Ahora necesito que...

Señaló la puerta. Cuando Vanessa ladeó la cabeza y enarcó las cejas, él se metió las manos en los bolsillos. Unas manos que en realidad querían agarrarla y borrarle de la cara su expresión engreída y satisfecha.

Zac: Venga, Ness, sal, antes de que tenga los dos pies al borde de ese precipicio.

Ness: Está bien. Te agradecería que en un par de días me dijeras si te interesa el puesto.

Vanessa abrió la puerta y se quedó en el umbral, con el frío arremolinándose alrededor de ella y bañada por las luces del patio que lo tornaban todo más misterioso.

Ness: Voy a decírtelo: tanto si te quedas con el puesto como si no, vas a ser mío. Estoy decidida.

La condenada cornisa empezó a desmoronarse bajo sus pies.

Zac: Sigue andando, Vanessa.

Ella se marchó soltando una risotada que Zac ya sabía que lo tendría despierto la mitad de la noche. Se sentó y cogió la cerveza. No estaba seguro de si se sentía un hombre honrado o un tonto.

En ese momento no veía mucha diferencia entre lo uno y lo otro.


Zac pensaba que demorarse en decir que sí o que no era de cobardes, y como la respuesta dependía, para él, de lo que Alex dijera, lo primero que haría sería precisamente hablar con él.

Antes del amanecer encontró a Alex, junto con un par mozos, llevando caballos de las caballerizas al potrero.

Alex: Buenos días, Zac -dio al capón alazán una palmadita en el flanco para que cruzara el portón abierto-. Voy a subirte los caballos para hoy, pero me quedaré con Judías. Parece que tiene una infección en el ojo derecho, así que quiero que la veterinaria le eche un vistazo. ¿Te viene bien cambiarlo por Cochise?

Zac: Claro. ¿Tienes un minuto?

Alex: Tengo dos. -Percibiendo que Zac quería más intimidad, se alejó del potrero-. Hoy castramos terneros.

Zac: Mentiría si te dijera que me importa perdérmelo.

Cuando Alex juzgó que estaban lo bastante alejados para que ningún curioso los oyera, se detuvo.

Alex: Se supone que tendremos temperaturas por encima de los cinco grados. Al menos al resto de nosotros no se nos helarán los huevos mientras convertimos novillos en cabestros.

Zac: No me vendría mal un día en mangas de camisa.

Alex: Ni a mí. He oído que Andy quizá no vuelva.

Zac: Vanessa me ha dicho que es definitivo -llenó el aire de vaho al respirar-. Yo diría que un ataque al corazón, y uno leve no es leve para quien lo tiene, es una llamada de atención. Supongo que nadie debería sorprenderse de que hayan decidido jubilarse.

Alex: Vamos a echarlos de menos. Los dos están en el resort desde que yo no tenía ni un año. No me sorprendería que Vanessa te ofreciera el puesto de Andy de forma permanente.

Zac: Ya lo ha hecho.

Alex: ¿Vas a aceptar?

Zac: No diré ni sí ni no hasta que sepa tu opinión.

Alex: No depende de mí, Zac.

Zac: No me jodas. ¿A quién acudí cuando supe que era hora de volver? Tú me contrataste, incluso acondicionaste la choza.

Habituado a sus arranques, Alex respondió como hacía siempre. Con ecuanimidad.

Alex: Lo habría hecho por la amistad que nos une, todos nosotros lo habríamos hecho. Pero no ha sido necesario. Eres un buen fichaje, Zac, sabes de caballos más que nadie, y eso incluye a mi padre. Él diría lo mismo. Todos sabemos que podrías haber ido a cualquier parte.

Zac: No quería ir a cualquier parte. Eso ya lo he hecho.
 
Alex: Y aquí estás. -Presintiendo que estaba a punto de amanecer, Alex miró el cielo y vio desaparecer unas cuantas estrellas-. Podría pelearme con Ness por ti, hasta podría ganarle, aunque Dios sabe que pelea fuerte y sucio. ¿Te acuerdas de la vez que tuvimos que separarla de Bud Panger? Bud le sacaba un año y también cinco kilos, fácilmente, y ella lo tenía tumbado en el suelo, llamando a su madre a gritos.

Zac: Me acuerdo. Me dio una patada en la espinilla cuando la separamos de Bud. Anduve cojo dos días. No quiero sembrar cizaña entre Ness y tú.

Alex: No la sembrarías. Podría pelearme con ella, pero el resort es parte del conjunto, así que todo es, bueno, lo mismo, ¿no? Además, está lo que tú quieres, Zac. Por muy sucio que pueda pelear, Ness diría lo mismo. Y supongo que ya lo habrá hecho.

Zac: Yo vine aquí para trabajar para ti, Alex.

Alex: Tú viniste para trabajar para el Rancho Hudgens, y el resort forma parte de él.

La larga noche dio paso al día, a una menor oscuridad, a un viento suave. Relinchos de caballos, los mugidos de las vacas, los pasos de las botas de hombres que ya habían empezado su jornada de trabajo.

Zac: Adoro este sitio -inspiró-. Lo adoro casi tanto como tú. Dejarlo fue una de las cosas más difíciles que he hecho nunca. Tenía que hacerlo o jamás habría llegado a nada.

Conociendo a su amigo, Alex guardó silencio, esperó a que Zac se decidiera a continuar.

Zac: Admiro el resort. Me maravilla lo que todos habéis construido ahí. La visión de los Hudgens es impresionante, y admirable. Sé que podría ser un buen fichaje aquí en el rancho, sé que podrías contar con que haría mi parte, y quizá os quitaría trabajo a Sam y a ti. En el resort... -Se tomó otro momento, ordenó sus ideas-. Creo que quizá ampliar y expandir vuestra visión. Veo formas de hacerlo, de contribuir a ello.

Alex: Entonces eso es lo que deberías hacer. Por lo que has dicho, es lo que quieres, y lo único que te frena es sentirte obligado a quedarte. No hay necesidad de eso. Si te necesitamos para algo, ya encontraremos la manera. Y no te sepa mal, pero es más que probable que tengamos que contratar a dos personas en el próximo mes para sustituirte.

Gran parte de la tensión que Zac notaba en la nuca se disolvió.

Zac: Tres sería mejor.

Alex: No eres tan bueno, maldita sea. Ultima los detalles con Ness, trabaja unas horas aquí como estás haciendo hasta que empecemos con las contrataciones, y estaremos en paz.

Zac: Sí. -La tensión volvió a atenazarle la nuca-. A propósito de Vanessa -cambió de postura, miró hacia levante, esperando a que el sol saliera-. Yo... nosotros... -se corrigió, dado que lo sucedido la noche anterior claramente era mutuo-. Hay algo entre nosotros. -Se restregó la barbilla, que esa mañana no se había molestado en afeitarse-. Algo intenso.

Alex: ¿A qué te refieres?

Zac lo miró, se percató de su leve y perplejo interés.

Zac: Siempre has sido un poco torpe cuando se trata de la dinámica sexual y sentimental de la gente, Hudgens. Torpe como un ladrillo.

Alex: Tengo otras cosas en las que pensar aparte de...

Entonces Alex cayó en la cuenta, y observó a Zac como si le hubieran dado un ladrillazo en toda la cara.

Alex: ¿Qué?

Zac: Hay un interés y una atracción mutuos, entre Ness y yo.

Alex: ¿Qué? -repitió y dio un paso atrás como si su cuerpo acabara de reaccionar al ladrillazo-. ¿Tú... te has... con mi hermana?
 
Zac: Todavía no, pero solo gracias a mi heroico autocontrol y a que te imaginaba diciéndome «mi hermana» justo como lo has hecho.

Alex: Tú no te fijaste nunca en ella -comenzó a decir pero luego lo reconsideró-. ¿No?

Zac: Por Dios bendito, Alex, aún era una niña cuando me marché. O casi -notó un cosquilleo en la tensa nuca-. Puede que sí me fijara en ella, una o dos veces. Pero solo porque, joder, porque siempre ha sido guapa, y supongo que estaba empezando a desarrollarse justo en la época en que me fui. Nunca hice nada. Nunca me planteé hacer nada. Pero ya no es una niña. Y es... -De hermano a hermano, se recordó. Aunque una hermana se interpusiera entre los dos-. Es lista. Siempre lo ha sido, pero, tío, se ha vuelto más lista que un águila. ¿Cómo lleva el resort? Es lista y sagaz, y tiene un don para asegurarse de que todos sus empleados trabajen bien y tenerlos contentos a todos. Eso es talento. Yo lo admiro.

Alex: Así que hay algo entre vosotros por su inteligencia y sus dotes de dirección.

No era frecuente que Alex recurriera al sarcasmo, pero cuando lo hacía, el efecto era considerable.

Zac: En parte, sí. Es preciosa -suspiró-. No sé cuándo pasó de ser guapa a ser preciosa, y si me hubiera quedado, a lo mejor no me habría fulminado como un rayo. Siento algo por ella; no estoy completamente seguro de lo que es, pero está claro que vamos a averiguarlo. No podría hacerlo a tus espaldas, o sin decírtelo a la cara.

Alex: Aquí estás, diciéndome a la cara que piensas acostarte con mi hermana.

Zac: Voy a expresarlo así. Me da bastante vergüenza reconocer que, por no hacer nada a tus espaldas y con la oferta de trabajo encima de la mesa, anoche tuve que pedirle que saliera de la choza. Tu hermana pega fuerte.

Alex: ¿Te pegó?
 
Zac se rio, se rio hasta que tuvo que doblarse para apoyar las manos en los muslos.

Zac: Mira que eres torpe. ¿Cómo te las apañas para echar un polvo?

Alex: Qué te den, señor Hollywood. Y ten cuidado con hablar de echar un polvo y de mi hermana en la misma conversación.

Zac resopló y volvió a incorporarse.

Zac: Se marchó, y me dijo que tanto si aceptaba el puesto como si no, pensaba seguir adelante en... el terreno personal. Supongo que puedo rechazarla si tú te opones en redondo. Creo que probablemente podría conmigo, pero yo me resistiría.

Alex echó un vistazo a las colinas, las montañas, que habían empezado a perfilarse al filo del alba.

Alex: No esperaba tener una charla así cuando me he levantado esta mañana.

Zac: Te llevo ventaja, porque me he pasado casi toda la noche pensando en esta conversación. Cuando no pensaba en Ness. Y ella sabía que lo haría. Sagaz. ¿No lo he dicho ya? Es una mujer sagaz. Eso me gusta.

Alex se quedó meditabundo, reflexionando, devanándose los sesos mientras los primeros trémulos rayos rojos asomaban por encima de los picos que se alzaban al este.

Alex: Es una mujer adulta que toma sus propias decisiones. Si ha decidido..., prefiero no pensar en eso de forma detallada. Voy a decir que te quiero como a un hermano, y hay veces que Mike me fastidia tanto que me caes mejor que el hermano que mis padres me dieron. Pondría mi vida en tus manos, sin dudarlo un instante. Óyeme bien: si le haces daño, te daré una paliza. Y será más fuerte que la que Ness le propinó a Bud.

Zac: Me parece bien.

Después de lograr un entendimiento, se quedaron un rato más donde estaban, y cuando el gallo empezó a cantar, vieron salir juntos el sol, una esfera roja en un cielo morado.



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