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sábado, 21 de marzo de 2020

Capítulo 9


Zac: ¡Fue un accidente, por Dios bendito!

Ness: ¡Por favor, no me grites!

La tensión entre ellos era tremenda. Zac apretó los puños, intentando controlar los furiosos latidos de su corazón.

Zac: Cariño, tú sabes que fue un accidente -suspiró-. Ese hombre se saltó el semáforo…

Ness: Lo sé, lo sé. Pero no puedo dejar de preguntarme a mí misma por qué elegí esa ruta -lo interrumpió-. Normalmente, cuando iba a llevar a Anne a clase de ballet, solía tomar otra calle y…

Él le puso un dedo sobre los labios.

Zac: No te hagas eso, Vanessa. Tú ibas por tu carril, a velocidad normal y ese crío se saltó el semáforo…

Ness: Zac, lo sé. Sé que no fue culpa mía, pero no puedo dejar de pensar que debería haber tomado la ruta que tomaba siempre…

Zac la abrazó. Ella estaba temblando.

Zac: No puedo soportar verte así -murmuró-. Si pudiera hacer algo para…

Ahogando un sollozo, Vanessa se apartó.

Ness: Nunca podré olvidarlo, Zac. Nunca.

Zac: Entonces, tendrás que aprender a vivir con ello, Vanessa.

Ness: Lo estoy intentando -murmuró con los ojos llenos de lágrimas-. Estoy… Zac no puedo seguir hablando de esto.

Zac: Ya -dijo aclarándose la garganta. Tenía que cambiar de conversación-. Durante estos días no vamos a vernos mucho. Mañana llegan los japoneses y tendré que estar con ellos hasta el jueves. Volveré a casa a las cinco y media… con el cachorro.

Vanessa hizo un esfuerzo para sonreír.

Ness: A Jessica le hará mucha ilusión. Eres muy bueno con ella, Zac.

Zac: Y sería bueno contigo. Si me dejaras…

Ness: Lo sé -murmuró acariciando su cara-. Ojalá… -pero no podía seguir-. Buenas noches, Zac.

Zac: Buenas noches, cariño.

Zac la observó salir del cuarto de estar, desarmado.

Le hubiera gustado salir tras ella, pero sabía que si Vanessa conseguía olvidar algún día tendría que hacerlo ella sola.


Jess: ¿Qué hay en este paquete, tía Vanessa? -preguntó tocando uno de los regalos-.

Ness: ¡No pienso decírtelo! -sonrió-.

Era el día antes de Navidad y la niña estaba emocionada. Había colocado y recolocado los regalos debajo del árbol unas veinte veces y, en aquel momento, se los ponía en el oído para intentar descubrir qué contenía cada uno.

Jess: Yo creo que esto es una caja de pinturas.

Ness: ¿Ah, sí? -fingió inocencia-.

Jess: Y esto… -rió, tomando un paquete envuelto en papel de color cereza con un lazo plateado- tiene que ser un libro. Y este es tu regalo para el tío Zac.

Mientras Jessica seguía investigando, Vanessa recordó el regalo que había comprado para Zac. Un suave albornoz de cachemira del mismo color que sus ojos. Vanessa se mordió los labios, insegura. Quizá debería haberle comprado algo menos personal. Pero ya era demasiado tarde.

Jess: Me parece que al tío Zac no le gusta mucho comprar regalos.

Ness: ¿Por qué dices eso? -preguntó disimulando una sonrisa-.

Jess: Pues, por ejemplo, la capa de la tía Dolly. Lleva el nombre de los dos en el paquete, pero la compraste tú sola. Y todos los regalos que hay aquí los has comprado tú. No hay ninguno del tío Zac.

Ness: A lo mejor él va a colocar sus regalos cuando vuelva de la oficina.

Pero Vanessa no esperaba nada. Y la verdad era que no necesitaba nada. Cuando su matrimonio se había roto, Zac le había regalado el dúplex y una cuenta corriente en el banco con más dinero del que podría gastarse nunca.

Además, Zac le había dicho que no quería ningún regalo y Vanessa suponía que él tampoco iba a comprarle nada.

No debería sentirse desilusionada. Y, sin embargo, lo estaba.

Dolly: ¡Es la una! -Oyeron la irritada voz de Dolly desde la puerta-. ¿Por qué no está el almuerzo en la mesa?

Vanessa tuvo que morderse los labios para no contestarla como se merecía.

Ness: Iba a llamarte en cinco minutos. Pero hoy comeremos en la cocina.

Dolly: ¿Por qué no comemos en el comedor? -preguntó indignada-.

Ness: Porque ya he preparado la mesa del comedor para la cena de esta noche. Si no quieres comer en la cocina, te llevaré una bandeja al salón.

Dolly: ¡Por supuesto que no quiero comer en la cocina! Llévame la bandeja, jovencita, y no me hagas esperar.

Vanessa levantó los ojos al cielo.

Jess: Voy a lavarme las manos, tía Vanessa.

Vanessa había preparado sopa de tomate, salmón marcado y crema de castañas como postre. Lo colocó todo en una bandeja y salió de la cocina.

Cuando pasó por delante del cuarto de baño, oyó que Jessica hablaba sola.

Probablemente, estaría jugando con alguna de sus muñecas.

Jess: Espero que el tío Zac encuentre una niñera porque si no la encuentra, tendré que irme con la tía Dolly y ella no me aguanta. Bueno, no solo a mí. No aguanta a nadie. Pero la tía Vanessa sí me quiere. Mucho. Lo que pasa es que no quiere tener otra familia porque lo pasó muy mal cuando Anne se murió.

El sonido del grifo sobresaltó a Vanessa que, con el corazón encogido, tuvo que dejar la bandeja sobre la mesita del vestíbulo para calmarse. Pobre niña, pensaba. Se había dado cuenta de todo.

Haciendo un esfuerzo, Vanessa volvió a tomar la bandeja y entró en el salón.

Ness: Aquí está tu almuerzo, Dolly.

Dolly: ¡Ya era hora!

Vanessa dejó la bandeja de golpe sobre la mesa y se volvió para mirar a la insolente anciana.

Ness: ¡Ya está bien! Nadie te ha invitado a venir aquí, Dolly. ¿Qué pretendes, arruinarnos la Navidad? Pues te voy a decir una cosa… se acabó. O empiezas a portarte como una persona normal o vuelves a tu casa. ¡Zac es demasiado amable para echarte de su casa, pero yo no lo soy! Así que…

De repente, su furia se convirtió en una tristeza inmensa y, escondiendo la cara en las manos, empezó a sollozar. No podía soportar aquella situación. Una niña huérfana hablando sola, una anciana insoportable que quería llevársela y… ella no podía hacer nada por evitarlo porque tenía demasiado miedo.

Vanessa corrió hacia la escalera y subió a su habitación. Se tiró sobre la cama, llorando, con una angustia que la impedía respirar.

No podía soportarlo más.

Lo único que quería hacer era escapar.


Zac: ¿Vanessa? -la voz de Zac llegaba desde el pasillo, como un eco, como un sueño. Vanessa se despertó con los ojos pegados, el cuerpo entumecido. La habitación estaba a oscuras-. Vanessa, ¿te encuentras bien?

No era ningún sueño. Zac estaba golpeando suavemente la puerta y Vanessa se incorporó.

Ness: Estoy… bien -contestó, apartándose el pelo de la cara-.

Zac: ¿Puedo entrar?

Vanessa miró el despertador de la mesilla. Eran las seis menos veinte. Llevaba cinco horas durmiendo.

Ness: No. Yo… bajaré dentro de un rato.

Zac: La cena está lista -dijo antes de alejarse-.

Vanessa se levantó de la cama y entró en el cuarto de baño para darse una ducha. Estaba pálida, con los ojos llorosos y despeinada. Parecía un fantasma.

Había pensado pasar una Nochebuena agradable con Jessica y Zac. Pero los había decepcionado a los dos.

Su boca se torció en una amarga sonrisa. Y ella había acusado a Dolly de arruinarles la Navidad…


Zac se pasó la mano por el pelo, mientras esperaba a Vanessa en el vestíbulo.

¿Qué demonios habría ocurrido mientras él estaba en la oficina?, se preguntaba. Había vuelto antes de lo previsto y se había encontrado a una silenciosa Jessica secando los platos en la cocina y a una aún más silenciosa Dolly colocando los cubiertos.

Jess: La tía Vanessa está en su habitación, descansando -le había dicho-. No quiere que la molesten -añadió, muy seria-.

Zac: Dolly, ¿qué está pasando aquí?

Dolly: Es mejor que la dejemos -dijo sin mirarlo-.

Y eso había hecho Zac.

Hasta que Dolly había anunciado que la cena estaba lista.

Ness: ¿Zac?

Vanessa tenía los ojos llorosos y parecía más delgada y pálida que nunca. Su vestido rojo de punto acentuaba su palidez.

Zac: Has estado llorando.

Ness: No… no ha sido nada. Estaba cansada, pero ahora estoy bien -dijo mirando hacia la cocina-. ¿Quién ha hecho la cena?

Pasara lo que pasara, era obvio que no quería hablar sobre ello y Zac decidió no insistir.

Zac: Parece que Dolly ha estado en la cocina toda la tarde.

Ness: ¿Dolly?

Jess: ¡La cena está lista! -llamó desde el comedor-.

Ness: Zac -susurró-. ¿Qué ha pasado con el cachorro?

Zac: Lo metí en casa sin que nadie se diera cuenta -contestó en voz baja-. Está en mi habitación.

Ness: ¿Y las niñeras? ¿Has tenido suerte?

Él negó con la cabeza.

Zac: No. Ya veremos qué pasa después de Navidad.

Dolly había preparado asado con piña y cerezas, que sirvió en platos calentados al horno, con una salsa que Vanessa no había probado nunca. Además, había hecho un soufflé y, como postre, unas natillas con canela que eran ambrosia.

La cena transcurrió en silencio. La tensión era evidente, pero nadie aclaraba nada y Zac estaba a punto de saltar.

Jessica pidió que la excusaran después del postre.

Ness: Claro. Pero antes de nada, ve a lavarte los dientes.

Más tarde, Dolly sirvió el café, pero en lugar de sentarse con ellos anunció que tomaría el suyo en el salón.

Ness: ¿Quieres que te lleve una bandeja? -preguntó mirando directamente a Dolly por primera vez desde la pelea-.

Al hacerlo, le sorprendió el aspecto triste y cansado de la mujer. Sus ojos negros no tenían brillo y parecía haber envejecido.

Dolly: Gracias. Puedo hacerlo yo.

Ness: La cena ha sido estupenda.

Dolly sacó un enorme pañuelo del bolsillo y se sonó la nariz ruidosamente.

Dolly: Esta mañana se me ha recordado que no soy bienvenida en esta casa. De modo que haré las maletas y me iré por la mañana. He estado aquí el tiempo suficiente como para ver por dónde van las cosas.

Vanessa la miró, perpleja.

Zac: ¡No puedes irte! Al menos, no mañana. Mañana es Navidad, Dolly.

Ness: Zac tiene razón. Además, no conseguirás un billete de avión el día de Navidad.

Dolly: Con las conexiones de Zac, eso no será un problema. Además, mañana no viaja nadie. Los aviones estarán vacíos.

Vanessa notó el temblor en su voz y, de repente, sintió compasión por la anciana.

Zac: ¿Sabes una cosa? -Preguntó cuando Dolly salió del comedor-. ¡Estaba empezando a acostumbrarme a esa vieja bruja!

Ness: Zac, es culpa mía. Esta mañana tuvimos una pelea y… perdí la cabeza. Le dije que se fuera. Me siento fatal…

Zac: Tenía que pasar. Si no hubieras sido tú, habría sido yo. Esa mujer volvería loco a cualquiera.

Ness: Parece decidida a marcharse. ¿Podrás conseguirle un billete para mañana?

Zac: No sé. Será mejor que empiece a hacer gestiones ahora mismo.

Ness: Lo que ha dicho Dolly… sobre que se ha dado cuenta de por dónde van las cosas. ¿A qué crees que se refería?

Zac: Es muy obvio, Vanessa. Sabe que no estamos juntos y que no he encontrado una niñera, así que solicitará la custodia de Jessica.

Vanessa suspiró.

Ness: Qué horror…

Jess: ¡Tío Zac! ¡Tía Vanessa! -escucharon la voz de la niña. Los dos salieron corriendo al mismo tiempo. La niña bajaba la escalera corriendo, con los ojos brillantes de alegría, el pelo con un halo rojo a su alrededor. En los brazos llevaba una bolita de pelo con la nariz rosa y unos inquisitivos ojos marrones-. ¡Mirad lo que he encontrado! -gritó-. Iba al cuarto de baño del tío Zac para buscar pasta de dientes y entonces… -abrazó al cachorro tan fuerte que el pobre lanzó un gemido- me encontré esto en una cesta. ¿Qué estaba haciendo ahí, tío Zac?

Zac: ¿Tú qué crees que estaba haciendo, enana? ¡Te estaba esperando!

Jess: ¿Es mío? -preguntó incrédula-.

Zac: Todo tuyo, cariño.

Jess: ¡Tío Zac! -Exclamó mirándolo con adoración-. ¿Puedo elegir el nombre?

Zac: Claro. ¿Cómo quieres llamarlo?

Jess: No lo sé. Tengo que pensarlo -dijo estrujando al pobre animal-. Tío Zac, ¿por qué no lo has puesto debajo del árbol?

Zac: Pues… todos sabemos lo que los cachorros hacen en los árboles. ¿No es verdad?

Jessica soltó una carcajada de felicidad.

Jess: ¡Ah, es verdad! Voy a tener que enseñarlo. ¿Has comprado una correa?

Zac: Sí. Está en mi habitación. ¿Por qué no vas a buscarla y después salimos con… como se llame a dar un paseo por el jardín?

Jessica salió corriendo escaleras arriba y Vanessa abrió la puerta del armario para sacar la chaqueta de la niña.

Ness: Hace mucho frío, Zac.

Zac: Vanessa -murmuró tomando su mano-. También tengo un regalo para ti. Te lo daré cuando Jessica y Dolly se hayan ido a la cama.

Ness: No tenías que…

Zac: Quería hacerlo, Vanessa.


Resultó que el regalo de Zac no era un regalo terrenal. Pero pasaron varias horas hasta que le dijo lo que era.

Estaban en el cuarto de estar, el fuego crepitando alegremente en la chimenea, Jessica jugando con el cachorro en la alfombra. Parecían una familia.

Dolly, que había rechazado la invitación de Zac de reunirse con ellos, se había ido a la cama a las diez.

Habían acordado que, aquella noche, el cachorro dormiría en el cuarto de baño de Zac, donde habían colocado papeles de periódico por si acaso ocurría algún… accidente.

Zac: Puedes empezar a entrenarlo mañana -dijo cuando por fin lograron convencer a Jessica de que se fuera a la cama-. Tendrá que aprender que tiene que hacer sus necesidades en el jardín.

Jess: No te preocupes, tío Zac -sonrió sacando las manitas de entre las sábanas. De repente, se puso seria-. Tío Zac, ¿qué pasará si tengo que irme a vivir con la tía Dolly? A ella no le gustan los perros.

Zac: El cachorro es tuyo. Ocurra lo que ocurra, siempre podrás pasar las vacaciones aquí. Y ya sabes que los perros tienen más memoria que los elefantes. No se olvidará de ti.

Jess: Voy a llamarlo Poochie -dijo bostezando-. Poochie es un nombre bonito. Buenas noches, tío Zac, buenas noches tía Vanessa.

Se había dormido antes de que salieran de la habitación.

Ness: ¿Te apetece tomar una copa? -preguntó mientras bajaban por la escalera-.

Zac: Sí. Ya que insistes, un whisky no me vendría mal.

Ness: Yo no he insistido -rió-.

Zac: ¿Ah, no?

Zac esperaba en el cuarto de estar, mirando por la ventana. El cielo estaba limpio, las estrellas brillaban como diamantes y el viento seguía moviendo los árboles del jardín.

Sus ramas se retorcían y las copas dejaban caer sus hojas. Aquellos árboles eran un peligro, pensaba. Eran demasiado delgados como para soportar el viento de Lindenlea y deberían haberlos cortado hacía tiempo, pero la regulación municipal lo prohibía.

Ness: ¡Aquí estoy!

Cuando se volvió, vio a Vanessa con una bandeja en la mano.

Zac: Vanessa, quiero darte tu regalo.

Ness: Yo primero -dijo tocándose el moño con gesto nervioso. El vestido rojo marcaba las curvas de su cuerpo, unas curvas que Zac deseaba acariciar. Vanessa se inclinó para tomar un paquete envuelto en papel de plata. Se había puesto colorada-. Es solo… un…

Zac: Lo mejor será que lo abra -dijo dejando las muletas sobre el asiento de la ventana-. Ah, qué bonito -sonrió, lanzando un silbido de admiración-. ¿Cómo sabías que el viejo se me estaba cayendo a pedazos? ¿Has estado espiando en mi habitación?

Ness: ¡Claro que no!

Zac: Era una broma -sonrió volviendo a guardarlo en la caja-. Ven aquí -dijo en voz baja. Vanessa no se movió-. Ven aquí. ¡No voy a comerte! -insistió. Como una niña tímida, Vanessa dio un paso hacia él-. Más cerca -ella obedeció y Zac la besó en la frente-. Gracias. Me encanta tu regalo.

Vanessa llevaba aquel perfume, el que lo había echado para atrás el primer día, en el ascensor. Y, en aquel momento, lo excitaba. Mucho. Pero Zac sabía que no era el momento.

Ness: Me alegro de que te guste.

Zac: Ven a ver lo que yo tengo para ti -dijo volviéndose hacia la ventana. Vanessa se colocó a su lado, nerviosa-. ¿Las ves? ¿Las Siete Hermanas? Ahí están todas. Y Maya.

Ness: Según el mito, la primera en nacer y la más hermosa de todas.

Zac: Y la más brillante, según dicen. Más brillante que Alción -murmuró. Vanessa lo miró, con los ojos llenos de recuerdos-. Cariño, sé cómo te gusta mirar las estrellas y que, cuando lo haces, te acuerdas de Anne- siguió diciendo mientras sacaba algo de detrás de las cortinas. Era un mapa del firmamento, con algo escrito-. ¿Recuerdas el lunes, cuando entraste en mi despacho y yo estaba hablando por teléfono? Estaba hablando con un observatorio y no quería que escuchases la conversación.

Zac le dio el mapa y Vanessa empezó a leer. Al hacerlo, sintió un escalofrío.

Esto certifica que Vanessa y Zac Efron han puesto nombre a una estrella de la constelación Tauro y que, desde el día 25 de diciembre, esta estrella estará registrada en el observatorio astronómico de Vancouver con el nombre de Anne Efron.

¿Una estrella? ¿Para Anne?

Zac: Me enteré de que se podía hacer -dijo en voz baja-. Se puede registrar una estrella si no tiene nombre asignado. Es una forma de recaudar fondos para el observatorio. A partir de ahora, cada vez que mires al cielo y veas la estrella de Anne, quizá puedas encontrar… consuelo.

Ness: Oh, Zac -murmuró apoyando la cara en el pecho del hombre-. Qué idea tan maravillosa…

Zac: Oye, no quería que te pusieras triste -dijo tomando su barbilla-. Quería hacerte feliz.

Ness: Lo soy, Zac.

De nuevo, deseaba besarla. Deseaba besar aquellos labios temblorosos, pero Vanessa parecía tan frágil y vulnerable que sería como aprovecharse de ella.

De modo que se sentaron en el sofá y tomaron la copa en silencio.

Cuando terminaron, ella llevó la bandeja a la cocina y Zac la esperó al pie de la escalera. Subieron juntos y se desearon feliz Navidad.


1 comentarios:

Lu dijo...

Me encanto!
Espero que Ness pueda curar sus heridas,
fue muy tierno el regalo de Zac

Sube pronto :)

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