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sábado, 7 de marzo de 2020

Capítulo 4


Zac: No, Vanessa, no estoy de acuerdo.

Las palabras de Zac se repetían en su cerebro media hora después, mientras empujaba un carrito en el supermercado. Su negativa la había dejado perpleja.

Ness: ¿Por qué no? -había preguntado-.

Zac: Para empezar, porque sería una mentira.

Ness: Pero en este caso, el fin justifica los medios…

Zac: ¿Porque Jessica estaría bajo mi custodia en lugar de con su tía Dolly?

Ness: ¡Sí!

Zac: Vale. ¿Y cómo crees que se sentiría cuando tú te fueras? Se sentiría abandonada, Vanessa. Esa niña necesita desesperadamente una madre. Le gustas y se encariñaría contigo -siguió diciendo-. Mira, yo no estoy dispuesto a formar una familia para quitársela dentro de unos meses. Jessica necesita estabilidad y seguridad y eso es lo que pienso darle. Ya sé que te ofreces con la mejor intención, pero a veces las buenas intenciones no son suficientes.

Ness: Entonces, ¿qué vas a hacer?

Zac: Tendré que buscar una niñera.

Después de eso, volvió a colocarse las muletas y siguió subiendo la escalera. Una niñera.

Vanessa se paró frente a la estantería de la fruta. Sí, una niñera sería la solución. Una niñera que fuera cálida y agradable y viera las cosas de una forma práctica. No una mujer como ella, que se enfrentaba a la vida siempre llena de temores.

El temor que la hacía rechazar a Zac.

El temor que la había hecho rechazar el amor.


Zac: Me siento tan inútil -gruñó mientras observaba a Vanessa colocar bolsas de la compra sobre la mesa. Tenía las mejillas coloradas y la capucha del abrigo llena de nieve-. ¡Dame algo que hacer, por favor!

Ness: ¿Por qué no haces una lista con las condiciones que debe reunir la niñera? -sugirió colocando varios cartones de leche en la nevera-.

Zac: Ya he llamado a una agencia. Empezaré a entrevistar a las candidatas a finales de esta semana. La mujer con la que he hablado me ha dicho que tiene cinco o seis disponibles -dijo apoyándose en la mesa-.

Ness: Eso suena bien -sonrió sacando los paquetes de azúcar-. ¿Le has contado a Jessica lo de la niñera?

Zac: Sí. -Cuando Vanessa levantaba el brazo para colocar los paquetes de azúcar, la mirada de Zac resbaló por la suave curva de sus pechos bajo la blusa de seda. El encendido deseo de tocarla lo tomó por sorpresa, pero pudo controlarse-. La verdad es que no le ha hecho mucha gracia. Ninguna, en realidad -seguía diciendo apartando la mirada-. La verdad es que le ha dado una pataleta. Dice que es demasiado mayor para tener niñera, que solo los niños pequeños la tienen y que no piensa permitirlo. Que no soy su padre. ¡Tenías que haberla visto, mirándome con esos ojos verdes como si quisiera fulminarme! -sonrió-.

Lo que no le dijo fue que, un momento después, la niña se había tirado sobre la cama sollozando amargamente. «Si la tía Vanessa me quisiera, no me haría falta ninguna niñera», había dicho Jessica. Zac la había tomado en sus brazos para consolarla y le había dicho que la tía Vanessa seguía echando tanto de menos a Anne que no tenía sitio en su corazón para nadie más.

Ness: ¿Zac? -su voz lo sacó de sus pensamientos-.

Zac: ¿Sí?… Ah, perdona, me he perdido.

Ness: ¿Has podido convencerla?

Zac: Sí. Se ha dado cuenta de que eso es mejor que volver con la tía Dolly. La he convencido de que, teniendo una buena niñera, sería mucho más fácil conseguir su custodia.

Ness: Me alegro.

Zac: Y después casi me rompo el cuello al bajar la escalera -bromeó-. Así que he decidido usar el dormitorio de abajo hasta que me quiten esta maldita escayola.

Ness: ¿Dónde dormirá la niñera?

Zac: He pensado que… en la habitación de Anne. De ese modo, estará cerca de Jessica.

El aire de la cocina pareció quedarse parado por un momento. Zac esperaba, en tensión, la respuesta de Vanessa.

Ness: Tendremos que redecorar la habitación -dijo un momento después, sin inflexión-. Es… muy fría. No es nada acogedora.

Zac: Creí que ibas a enfadarte.

Ness: Es una habitación, Zac, no un altar. Si quieres…

Zac hizo un gesto de dolor y, apresuradamente, metió la mano en el bolsillo para sacar una caja de pastillas.

Zac: Debería haber tomado estas pastillas hace dos horas -murmuró-. ¿Te importa darme un vaso de agua?

Ness: ¿Te encuentras bien? -preguntó, dándole el vaso-.

Zac: Sí. No te preocupes.

Ness: No tienes buen aspecto, Zac. ¿Cómo vas a cuidar de Jessica si ni siquiera puedes moverte? Tendrás que cocinar y…

Zac: No te preocupes por nosotros, nos arreglaremos. Este fin de semana intentaré no hacer esfuerzos y la semana que viene no iré a trabajar… ¡Oh, no! ¡Maldita sea!

Ness: ¿Qué ocurre?

Zac: Tengo que ir a la oficina el martes y el miércoles porque viene una delegación japonesa a visitar la fábrica -dijo pasándose la mano por el pelo-.

Durante unos minutos, el único sonido que se oía en la cocina era el de la nevera.

Ness: Muy bien -suspiró-. Voy a cancelar mi viaje a Toronto, Zac. Me ocuparé de Jessica durante las dos próximas semanas, hasta que contrates a una niñera. Necesitas que alguien te eche una mano… -dejó de hablar cuando escuchó pasos rápidos en el pasillo. Jessica apareció en la cocina con expresión emocionada. Estaba deseando decir algo, pero se mordió los labios cuando se dio cuenta de que los había interrumpido-. Entonces, decidido. Me quedaré en Vancouver dos semanas más.

La niña parpadeó.

Jess: ¿No te vas a ir a Toronto?

Ness: No. Voy a quedarme aquí para pasar las vacaciones contigo.

Jess: ¡Qué bien! Tía Vanessa, está todo lleno de nieve. ¿Podemos salir a jugar con el trineo? -preguntó, con los ojos brillantes-.

Ness: Sí, desde luego -contestó después de una casi imperceptible pausa-. Pero tendré que ir a casa para ponerme unas botas.

Zac: Será mejor que vayas ahora, antes de que las carreteras se pongan imposibles -dijo suavemente-. Y ya que vas, -añadió, temerariamente- podrías traer tus cosas. Yo suelo levantarme muy temprano y no me gustaría dejar sola a Jessica por las mañanas. Sé que es una lata, pero… sería mejor si te quedaras a dormir aquí, Vanessa.


Vanessa tomó un jersey de lana del armario y lo guardó con el resto de sus cosas en la maleta. No podía creer lo que estaba haciendo.

Pero la verdad era que solo iban a ser dos semanas y que eso era lo que tenía que hacer. Si seguía nevando, las carreteras se pondrían imposibles y su casa estaba demasiado lejos de la de Zac.

De modo que allí estaba, haciendo las maletas para irse de vacaciones… pero no a Toronto como había previsto.

Había llamado a la agencia de viajes para cancelar su billete de avión y, cuando salió de su apartamento, estaba oscureciendo.

Vanessa conducía con mucha precaución porque las carreteras estaban heladas y, cuando llegó a Lindenlea, llevaba el volante tan apretado que se le habían dormido los dedos.

La furgoneta del servicio de limpieza había desaparecido y las luces del salón estaban encendidas. Cuando salía del Mercedes vio una pequeña figura frente a la ventana.

¡Anne!

Durante un segundo, Vanessa había creído que era su hija. Pero enseguida volvió a la realidad.

Una realidad fría y cruel. Nunca volvería a ver a Anne.

Vanessa tomó aire, se pasó una mano por los ojos y salió del coche, con la maleta en la mano. Estaba a punto de llamar al timbre cuando Jessica abrió la puerta.

Ness: Hola, cariño -saludó-.

Jess: Tía Vanessa… -empezó a decir-.

Vanessa frunció el ceño al ver la expresión preocupada de la niña.

Ness: ¿Qué ocurre?

Jess: Verás, tía Vanessa, nunca te podrías imaginar…

Zac: ¡Ah! Ya has vuelto.

Su expresión era aún más preocupada que la de Jessica.

Ness: ¿Ha ocurrido algo?

Zac se pasó la mano por el pelo y Vanessa, que conocía el gesto, se dio cuenta de que ocurría algo malo.

Zac: Algo no, alguien.

Ness: ¿Qué quieres decir?

Un ruido en la escalera hizo que girase la cabeza.

Al principio, no reconoció a la persona que la miraba desde arriba.

Ness: ¡Dolly! -murmuró-.

La mujer empezó a bajar la escalera como lo haría una reina. La luz del candelabro enviaba sombras sobre su cara, alargando su larga y aristocrática nariz, acentuando sus pómulos, marcando las bolsas debajo de los ojos.

Dolly: Sí, soy yo -dijo con voz seca-.

Tenía el pelo blanco, peinado con una especie de fantástico moño, la ropa negra.

Capas y capas de ropa, cubriendo desde el arrugado cuello hasta las botas.

Parecía una figura de una novela victoriana, pensaba Vanessa. La clase de mujer que pondría el deber por encima de todo lo demás.

Desde luego, la clase de mujer que era Dolly Smith.

Zac: La tía Dolly acaba de llegar de Los Ángeles -la informó aclarándose la garganta-.

Ness: Qué bien -creía que no podía emitir ningún sonido, pero consiguió hacerlo-.

Dolly: He venido a visitar a Jessica -dijo abriendo el bolso que llevaba colgado del brazo y sacando un pañuelo, con el que se sonó ruidosamente-. Niña, quiero hablar con tus tíos. Sube ahora mismo a tu habitación y no te quedes escuchando, ¿me oyes?

Vanessa, indignada, iba a decir algo, pero la mirada de advertencia de Zac se lo impidió.

Zac: Jessica, ¿quieres hacerme un favor? -Sonrió dirigiéndose a la niña-. He dejado preparada la bandeja del café en la cocina. ¿Te importaría traerla al salón?

Jess: La tía Vanessa ha comprado galletas. ¿Quieres que las ponga en un platito?

Zac: Gracias, cielo.

Jess: De nada, tío Zac.

Jessica pasó al lado de su tía Dolly como si esta fuera un animal rabioso y después salió corriendo por el pasillo.

Cuando Dolly Smith había aparecido en su casa, el primer instinto de Zac había sido darle con la puerta en las narices. Pero sabía que no debía hacerlo.

Zac: Jovencito, sube esto a mi habitación -había dicho a modo de saludo, poniendo una maleta en su mano-. Y después, me gustaría tomar una taza de café. Un buen café, no uno de esos que sirven en los aviones.

Zac había aceptado su destino y había cerrado la puerta tras ella.

¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Echarla de su casa? ¿Dejarla en la calle, en medio de una tormenta de nieve?

Aquella mujer era la única pariente de Jessica y podía causarle muchos problemas a la niña.

Cuando entraron en el salón, Zac miró la pared. La desagradable mancha de grasa había desaparecido como por arte de magia.

Miriam había hecho un trabajo excelente.

¿Cuál habría sido la reacción de Dolly Smith si hubiera visto el salón por la mañana?

Zac sintió un escalofrío.

Ness: Zac, ¿te encuentras bien?

Zac: Ah… pues, tengo un poco de frío. Voy a encender la chimenea.

Zac se inclinó para abrir la llave del gas. Inmediatamente, las llamas saltaron alegremente en la chimenea. No tenía frío, pero aquello le daba unos segundos para pensar.

Dolly se había sentado en un sillón y Vanessa en el sofá, frente a ella. Zac se sentó a su lado y dejó las muletas en el suelo.

Dolly: No esperaba encontrarte aquí -dijo mirando a Vanessa-. Según mis noticias, estabais separados. ¿Es que ha cambiado la situación?

Zac miró a Vanessa. Sus ojos eran claros y limpios y sabía, sin preguntar, que su oferta seguía en pie. Podía decirle a Dolly que habían vuelto a vivir juntos. Si creía que Jessica iba a crecer en una familia normal, dejaría de ofrecer resistencia.

Dolly Smith tenía más de setenta años. ¿Qué mujer de esa edad querría aceptar la responsabilidad de cuidar de una niña de ocho años?, se preguntaba.

Pero Zac tenía dudas.

Vanessa tomó su mano para darle seguridad y él se quedó inmóvil. Sería tan fácil…

Jess: Aquí está el café, tío Zac -sujetaba la bandeja con las dos manos para no tirarla-. Siento haber tardado tanto, pero se me ha caído un poco de azúcar al suelo. Podría haberla barrido debajo de la nevera, pero sé que eso no se hace -seguía diciendo sin apartar los ojos de su preciada carga-. Mi mamá me decía que había que hacer las cosas bien aunque nadie te estuviera mirando. Así que lo he limpiado todo.

Zac se tragó las palabras que había estado a punto de decir. La mentira que había estado a punto de pronunciar.

En silencio, observó a Jessica dejar la bandeja sobre la mesa y la vio salir del salón después de darle las gracias.

Dolly: Entonces, ¿estáis juntos de nuevo? -Preguntó en cuanto estuvieron solos-. Tengo que admitir que eso…

Zac: No.

Dolly: ¿No? -repitió mirándolo con suspicacia-.

Zac: No, Dolly. No estamos juntos. Vanessa se ha ofrecido a vivir aquí hasta que yo encuentre una niñera para Jessica. Estará con nosotros durante dos semanas y después se irá a vivir a Toronto.

Zac se daba cuenta de que había pillado a la vieja bruja por sorpresa. Por una vez, parecía no encontrar palabras y se limitaba a mirarlos con sus ojillos penetrantes.

Dolly: Bueno, chica, no te quedes ahí parada como una tonta. ¡Sirve el café!


Vanessa sacó la bandeja del horno y la colocó sobre la mesa. Cuando apartó el papel de aluminio, el delicioso aroma a pollo con laurel, pimienta y tomillo inundó la cocina.

No había preparado aquella receta en mucho tiempo. Habría sido una tontería preparar aquel plato para ella sola y la última vez que lo había hecho había sido en… aquella misma cocina.

Mientras sacaba tres copas del armario, pensaba en lo extraño que era estar en su antigua cocina. Era como volver atrás en el tiempo. Nada había cambiado. Las mismas cacerolas, las mismas sartenes, el mismo horno, la misma mesa…

Cuando escuchó el sonido de las muletas de Zac en el pasillo, se puso tensa.

Pero él entró muy sonriente y se dirigió a la nevera.

Zac: Tengo un vino estupendo para la cena. ¿Me pasas el sacacorchos?

El sacacorchos estaba donde siempre había estado. Vanessa se lo dio y apartó la mano rápidamente.

Se ponía nerviosa estando con él. Seguía habiendo una enorme atracción física entre ellos y ninguno de los dos parecía poder evitarlo.

Ness: ¿Quieres que abra una lata de sopa? -preguntó metiéndose las manos en los bolsillos del mandil-.

Zac: ¿Qué has hecho de cena?

Vanessa señaló la bandeja de pollo.

Ness: Pollo a las finas hierbas.

Zac: ¿Hay postre?

Ness: Melocotones y helado de vainilla.

Zac: Entonces, no hace falta sopa -murmuró sirviéndose una copa de vino, sin dejar de mirarla a los ojos-. Pero estoy hambriento -añadió, acercándose-.

En la cabeza de Vanessa empezó a sonar una alarma. Sabía que debía apartarse, pero antes de que pudiera hacerlo, él le había pasado los brazos por la cintura.

Ness: Zac, esto no es buena idea.

Zac: Solo quiero hablar -murmuró-. Mira, sé que no es fácil para ti estar aquí, con Jessica.

Ness: Solo será durante un par de semanas. Podré soportarlo.

¿Podría él soportar estar cerca de su mujer?, se preguntaba Zac.

Su cuerpo ardía de deseo al estar tan cerca de ella. Su perfume, el perfume que había despertado su curiosidad en el ascensor, seguía siendo demasiado sofisticado, pero en aquel momento lo excitaba. Era un reto. Tenía que saber si, bajo la fachada de mujer fría y distante, seguía existiendo la mujer que, una vez, lo había amado con pasión.

Pero tenía que ir despacio. No quería asustarla.

Tenía dos semanas para enterarse de lo que quería saber.

De modo que se apartó después de darle un suave beso en el cuello. Como los que solía darle…

Zac se apoyó sobre la mesa y la miró detenidamente. Vanessa parecía mareada, confusa, con las mejillas rojas, los labios llenos y húmedos…

Como si hubieran estado esperando, preparados, para un beso.

Zac se daba cuenta, sorprendido, de que a pesar de que había pretendido rechazarlo, ella también lo deseaba. Lo deseaba tanto como él y no sería difícil meterla en su cama.

Pero él quería más, mucho más que sexo.

La quería como esposa, amante, amiga, compañera del alma. Todo lo que habían sido antes.

No sabía si podría conseguirlo, pero sí sabía que el sexo entre ellos en aquel momento sería algo vacío. Sin ningún valor.

Como su casa, no era nada porque no tenía corazón. Y el corazón de Vanessa estaba helado.

Zac tenía dos semanas para descongelarlo. Dos semanas antes de que ella se fuera para siempre. Y sabía que aquella era su última oportunidad.

La última oportunidad para salvar su matrimonio.


2 comentarios:

Jyswuelkiz dijo...

Me ha encantado el cap

Lu dijo...

Me encanto!

Sube pronto :)

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