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miércoles, 11 de marzo de 2020

Capítulo 5


Jess: ¿Tía Vanessa? -Dijo chupando la cuchara del postre-. ¿Hace demasiado frío para salir a jugar con el trineo?

Ness: Hace demasiado frío y es de noche, Jessica. Pero si deja de nevar mañana por la mañana…

Dolly: Mañana por la mañana, Jessica y yo iremos a la iglesia -interrumpió-.

Zac: La iglesia más cercana está a dos kilómetros de aquí -intervino aclarándose la garganta-.

Dolly: Entonces, nos llevará Vanessa en el coche.

Zac: Eso dependerá del estado de las carreteras. Y de si Vanessa quiere o no hacerlo. ¿No te parece, Dolly?

Dolly: ¡Pues claro que querrá hacerlo! ¿Verdad?

Ness: No me importa, pero como ha dicho Zac, depende de cómo estén las carreteras.

Dolly: ¿Aquí no hay máquinas quitanieves? Este es un barrio elegante. ¿Es que no pagáis vuestros impuestos? -insistió inasequible al desaliento-.

Jess: Mi madre decía siempre que era una grosería preguntarle a la gente por cosas de dinero.

Cuando Vanessa miró a Zac, este se había tapado la cara con la servilleta, pero por el brillo de sus ojos, supo que se estaba riendo. Solo los niños dicen la verdad, pensaba Vanessa.

Dolly: ¿Y no te dijo que era una grosería discutir con los mayores? -preguntó clavando en la niña una mirada helada-.

Ness: Bueno, ya veremos mañana -intervino para poner paz-. Zac, ¿por qué no le explicas a Jessica cómo se pone el lavavajillas mientras yo sirvo café en el salón?

Dolly: Me parece bien. Pero antes tengo que lavarme las manos. Ese pollo era demasiado grasiento.

Si alguna vez Vanessa había tenido que soportar una cena desagradable, había sido aquella. Dolly no había querido probar el vino y se había quejado agriamente porque el pollo estaba salado y el helado demasiado frío…

Vanessa suspiró, mientras colocaba la bandeja del café en el salón. Después, se acercó a la ventana y apoyó una rodilla en el asiento, como solía hacer. La tormenta de nieve seguía golpeando con fuerza los cristales.

Zac y ella solían sentarse allí con Anne para explicarle los nombres de las constelaciones. Su favorita era la Pléyade. Las Siete hermanas.

Y de todas las estrellas de esa constelación, su favorita era Maya. No era la más brillante, pero según Zac, la primera que nació y la más hermosa.

Anne: A mí me gustaría tener hermanas -había dicho con su vocecita-. Así nunca me sentiría sola.

Zac: Tu mamá y yo estamos en ello, Anne -había dicho mirándola con aquellos ojos azules que tanto amaba-. Espero que no tengas que esperar mucho tiempo.

Aquellos recuerdos hacían que las lágrimas asomaran a sus ojos y Vanessa tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse.

Zac: ¿Estás bien? -preguntó tras ella. Vanessa se sobresaltó-. No puedes soportar a Dolly, ¿verdad?

Ness: ¿Puedes soportarla tú?

Zac le puso una mano en el hombro. El calor de sus dedos parecía atravesar la blusa y el roce enviaba sensaciones por todo su cuerpo.

Zac: Puedo soportarla -dijo apartando la mano-. Lo que no puedo soportar es la idea de que puede llevarse a Jessica.

Con un suspiro, Vanessa se dio la vuelta. Zac estaba tan cerca que podía oler su colonia.

Ness: Te admiro por no mentir a Dolly -murmuró-.

Zac: Estuve a punto de hacerlo. Pero no sería justo ni para Jessica ni para ti.

Ness: Ni para ti, Zac. ¿Te importa si te hago una pregunta? -Zac la miró, interrogante-. ¿Tienes una relación seria con alguien en este momento?

Zac: No.

Ness: Zac… -empezó a decir pasándose la mano por el pelo-. No debes seguir teniendo esperanzas…

Zac: ¿Esperanzas de qué?

Ness: Ya sabes…

Zac: ¿Esperanzas de que tú y yo volvamos a estar juntos? -se mordió los labios-. ¡Yo nunca quise que nos separásemos, Vanessa!

Ness: Zac, tienes que olvidar…

Zac: ¿Yo? ¿Y tú qué? ¿Cuándo vas a olvidar tú?

Ness: Yo ya lo he hecho -contestó después de una larga pausa-.

Zac: No estoy hablando de mí -dijo amargamente-. Estoy hablando de Anne.

Ness: No quiero hablar de eso -dijo casi sin voz-.

Zac: Vanessa, terminarás como Dolly -murmuró-. Sin querer a nadie, sin ser querida por nadie. ¿Es eso lo que Anne hubiera querido? -Preguntó, tomándola por la barbilla para mirarla a los ojos-. ¿Es eso lo que…?

Zac interrumpió la frase al escuchar a Dolly en el pasillo.

Dolly: Vamos, niña, entra de una vez. Ah, estáis aquí. No sabía dónde os habíais metido -dijo sentándose aristocráticamente en el sillón-. Jessica, por favor, sírveme el café.

Jess: Sí, tía Dolly -obedeció-.

Dolly: Y después sube a mi habitación y trae mi cesta de punto -ordenó. Cuando Jessica salió del salón, la mujer volvió a sonarse-. Ya veo que no tenéis televisión. ¡Gracias a Dios! ¡La televisión es un invento del demonio!

Zac la miró y después miró a Vanessa.

Su mensaje era claro. ¿Era así como quería terminar? Y, cobarde como era, Vanessa huyó de la habitación.


Jess: ¿De qué quería hablar tía Dolly con vosotros antes, cuando me mandó a mi habitación? -preguntó en la cocina-.

Vanessa miró aquella carita llena de pecas que la observaba con curiosidad.

Ness: Pues… -empezó a decir, pensando la respuesta- quería saber si el tío Zac y yo… estábamos juntos otra vez.

Jess: Pero no lo estáis, ¿verdad?

Ness: No.

Jess: ¿Y si estuvierais juntos, la tía Dolly se habría vuelto a casa?

Ness: Es posible.

Jess: ¿Por qué cree que el tío Zac no va a poder cuidar de mí? ¿Es que cree que es un mal padre?

Ness: No sé cuáles son sus razones, Jessica. Pero si es eso lo que piensa, está muy equivocada. Tú tío Zac ha nacido para ser padre. Siempre ha querido tener muchos niños porque él no tuvo una familia cuando era pequeño.

Vanessa estaba metiendo la bandeja en el lavaplatos y se paró, perdida en los recuerdos. Recuerdos del día que Zac le había pedido que se casara con él, recuerdos de lo que él había dicho cuando ella había aceptado.

Zac: Quiero tener muchos niños -le había dicho, apretándola contra su corazón-. Muchos niños y una casa muy grande, llena de risas y de alegría.

Ness: Oh, Zac. Yo también.

Zac: Vamos a ser muy felices, Vanessa. Seremos la familia más feliz de la tierra.

Jess: ¿Tía Vanessa? -Sorprendida, Vanessa levantó la cabeza-. He terminado de limpiar la mesa. ¿Qué más quieres que haga?

Ness: Nada, cariño.

Jess: ¿Puedo ir al cuarto de estar para ver la tele?

Ness: Claro.

Jess: Tendré que verla mucho mientras esté aquí por si acaso tengo que volver con la tía Dolly. Ella no tiene televisión -suspiró-. Y en el internado, solo nos dejan ver documentales.

Jessica se fue a la cama a las diez y, poco después, la tía Dolly guardó el punto, con el gesto de alguien que ha cumplido su deber en la vida.

Dolly: El que temprano se acuesta, temprano se levanta -dijo, con acento virtuoso-. Vanessa, si no te importa, me gustaría que me llevases un vaso de agua caliente a las siete de la mañana. A las siete y media en punto, estaré abajo para desayunar. Té, con tostadas y mantequilla.

Zac: ¿Eso es todo, Dolly?

Dolly: Eso es todo. Buenas noches.

Cuando la mujer desapareció, Zac murmuró una maldición.

Ness: ¿Cuánto tiempo crees que se quedará?

Zac: No tengo ni idea.

Ness: ¿Qué le pasa, Zac? ¿Por qué crees que es como es?

Zac: ¿De verdad quieres saberlo?

Ness: Sí.

Zac: Muy bien -dijo poniéndose las manos tras la nuca-. Dolly Smith nació en Inglaterra. Estaba prometida con Jack Straw, un chico al que había conocido en el colegio y pensaban casarse. Pero entonces Jack tuvo que irse a la guerra. Un año después lo mataron, justo una semana antes de que volviera a Londres. Dolly lo tenía todo preparado para la boda.

Ness: Vaya, es muy triste -murmuró-. Pero eso debió ocurrir… hace cincuenta años. ¿Qué ocurrió después?

Zac: No pasó nada -los ojos de Zac estaban clavados en los suyos-. No quiero decir que la vida se parase. Ella emigró a Canadá con sus padres cuando tenía veinticinco años y después se fueron a vivir a California, donde abrieron un lujoso restaurante. Dolly estudió alta cocina y, cuando sus padres murieron, ella se hizo cargo del negocio.

Ness: No sabía que Dolly fuera chef de cocina -sonrió-. Por eso mi cena le ha parecido tan mala.

Pero su intento de poner humor en el ambiente no funcionó. Zac seguía absolutamente serio.

Zac: Se retiró cuando cumplió los setenta. Desde la muerte de sus padres, siempre ha vivido sola.

Vanessa se encontró a sí misma deseando levantarse, incómoda por la mirada del hombre.

Ness: Entonces, ¿nunca mantuvo otras relaciones?

Zac: Nunca. No lo hizo porque no quería hacerlo. Dolly Smith ha perdido medio siglo porque ha vivido con un fantasma. Y eso es lo que va a pasarte a ti, Vanessa. ¿Es que no lo entiendes? -Dijo, levantándose del sofá-. Vas a terminar como ella… sola, triste y miserable. ¡Han pasado casi cuatro años desde la muerte de Anne, por Dios bendito! ¿Cuánto tiempo vas a estar llorándola?

Zac nunca podría olvidar la expresión de Vanessa. Y nunca se perdonaría a sí mismo por hacerle daño.

La imagen de aquellos ojos humedecidos se repetía en su mente, acusándolo.

Ness: No lo entiendes -había dicho en voz baja-. Nunca lo has entendido. Ella era parte de mí, Zac. De mi cuerpo…

Zac: Yo también la quería, Vanessa.

Ness: ¡Lo sé, lo sé! Pero no es lo mismo para un hombre. Tú quieres que la olvide, pero nunca podré hacerlo.

Zac nunca había querido perder la esperanza de que algún día podrían empezar de nuevo, de que tendrían una segunda oportunidad.

Pero cuando vio su expresión, el dolor y la pena que ahogaban aquellos ojos, se dio cuenta de que su esperanza, por fin, había muerto.


Zac se quitó la camisa y la tiró sobre la cama. Vanessa seguía sufriendo y eso le rompía el corazón.

Ella tenía razón. Debería olvidar sus esperanzas de una vez por todas.

Por la mañana, le diría que podía marcharse. Debía irse a Toronto, como había previsto y él la ayudaría en todo lo posible para que empezase una nueva vida.

Después, no podría hacer nada más.


Vanessa había elegido como dormitorio una pequeña habitación que daba al oeste. En realidad, la única que quedaba libre, sin contar el dormitorio de matrimonio y la habitación de Anne.

Después de ponerse un pijama de seda, salió de puntillas para comprobar que Jessica dormía.

La puerta crujió un poco al abrirla. Las cortinas blancas dejaban pasar la luz y la vio, con un dedo metido en la boca, el pelo rubio desparramado sobre la almohada. Respiraba profundamente.

Había un libro tirado sobre la alfombra y Vanessa, sonriendo, lo colocó sobre la mesilla. Pero, al hacerlo, una de las muñecas de Jessica cayó al suelo. Jessica suspiró, sacando un brazo de entre las sábanas.

Jess: Mamá -murmuró en sueños-.


Vanessa tenía un nudo en la garganta. Con cuidado, volvió a arroparla. Jessica era una niña muy valiente. Debía sentirse tan sola y triste… y, sin embargo, no pedía nada.

Y, cuando lo pedía, lo hacía de un modo tan dulce. Como cuando le había preguntado si podían ir a jugar con el trineo. Ella le había dicho que no y Jessica no había insistido. Simplemente, aceptaba la negativa.

Vanessa miró con ternura la carita pecosa, los labios gordezuelos un poco abiertos, las largas pestañas. Al día siguiente, aunque estuviera nevando, irían a jugar con el trineo.

Dolly Smith podía ponerse a gritar si quería. Que se fuera sola a la iglesia, si tantas ganas tenía de ir.

Jessica quería jugar con el trineo y jugaría con el trineo.

Ness: Buenas noches -murmuró, acariciando su pelo-. Que sueñes con los angelitos.


A la mañana siguiente, el cielo era azul, el aire limpio y las calles estaban cubiertas de nieve.

Zac: Me temo que no podrás ir a la iglesia, Dolly -dijo mientras desayunaban-. A menos que quieras ir esquiando.

Dolly: Jovencito, te agradecería que no fueras impertinente -replicó lanzándole una mirada helada-. Ya sé que las calles están impracticables, de modo que escucharé misa en la radio y Jessica la escuchará conmigo.

Ness: Lo siento, Dolly, pero como sabía que no podría llevaros a la iglesia, le he prometido a Jessica que saldríamos a jugar con el trineo.

Zac: Ah, pues una promesa es una promesa. Por cierto, Vanessa, quiero hablar contigo antes de que os vayáis.

Ness: ¿Ocurre algo? -preguntó mirando al hombre-.

Zac llevaba un jersey azul marino con cuello de pico sobre una camiseta blanca. El azul hacía juego con sus ojos. Tenía unos ojos tan bonitos… Vanessa apartó la mirada.

Zac: No, nada.

Dolly: Puedes hablar con ella ahora, no te preocupes. Voy a subir a mi habitación y, cuando baje, espero que me tengáis preparada una radio en alguna parte.

Zac: ¿Dónde está Jessica? -preguntó cuando Dolly salió del comedor-.

Vanessa llevaba un jersey de cachemira beige y el pelo sujeto en una trenza.

Sabía que a Zac le gustaba su pelo suelto y sabía que él se daba cuenta de que el nuevo peinado era parte de su armadura. Todo en ella era como una señal de prohibición.

Ness: Creo que está viendo los dibujos. ¿De qué querías hablarme?

Zac: Quería decirte que puedes marcharte cuando quieras.

Ness: ¿Qué? -preguntó sorprendida-.

Zac: Me he dado cuenta de que esto es muy difícil para ti, Vanessa. Sé que no puedo hacer las cosas por mí mismo, pero ya que Dolly parece haberse instalado aquí, es hora de que empiece a ganarse la comida. Además, dentro de una semana habré encontrado una niñera y he pensado contratar una interna para que cocine y se encargue de la casa -dijo sin mirarla-. En cualquier caso, no tienes que quedarte. Puedes ir a Toronto cuando quieras. Yo te conseguiré los billetes -añadió. Vanessa no podía creer lo que estaba oyendo. ¿La estaba dejando libre? ¿La dejaba salir de su vida sin intentar retenerla? Eso era lo que ella quería. ¿O no? Debería sentirse aliviada. Entonces, ¿por qué no era así? ¿Por qué sentía como si estuviera cayendo al vacío?-. ¿Vanessa?

Ness: Ah, perdona -intentó sonreír-. Yo… no sé, es una sorpresa.

Zac: Creí que eso era lo que querías. Lo que siempre habías querido.

Ness: Y… lo es.

Zac: ¿Entonces?

Ness: Es lo que quiero -intentó decir con seguridad-. Tú sabes que yo no quería quedarme. Cuanto más tiempo me quede, más difícil resultará la separación. Lo mejor es que me vaya.

Zac: Muy bien.

Ness: Pero estoy preocupada por ti, Zac. Anoche me advertiste de que terminaría como Dolly. Sin amar, sin ser amada. ¿No te das cuenta de que tú corres el mismo peligro? Si sigues esperando que, un día, tú y yo…

Zac: Déjalo, Vanessa -la interrumpió-. He estado pensando y ya no tienes que preocuparte por eso. Tengo que aceptar que, por fin, hemos llegado al final. Verás, voy a hacer lo que tenga que hacer para conseguir la custodia de Jessica, pero me he dado cuenta de que, si la consigo, te habré perdido a ti para siempre.

Ness: ¡Esto no tiene nada que ver con Jessica!

Zac: Sí tiene que ver. Vanessa, recuerda el día que estuvimos en el despacho de Braddock. Te pusiste pálida cuando viste que entrábamos juntos porque creías que iba a pedir el divorcio. Tú misma me lo has dicho. Sigues sintiendo algo por mí, Vanessa… -ignoró el murmullo de protesta-. Sigues queriéndome, pero no quieres admitirlo porque tienes miedo. Y tienes miedo porque has aprendido que el amor no tiene garantías. Tú trabajas en el negocio de los seguros, así que eso lo sabes mejor que yo. Hechos y números. Que a un cliente se le rompe una ventana, se le pone otra. Que a una persona se le rompe el corazón, pues no hay nada que se pueda hacer. No hay dinero en el mundo para garantizar un corazón roto.

Ness: Sigo sin ver por qué involucras en esto a Jessica.

Zac: Te da miedo quererme, pero te da más miedo aún querer a Jessica. La idea de encariñarte con ella te da pánico, ¿verdad? Por Anne.

Ness: Zac, por favor… -empezó a decir pálida-.

Zac: ¡Sé sincera contigo misma por una vez, Vanessa!

Su amor por él la estaba destrozando. La mirada dolorida en sus ojos rompía su alma.

Ness: Sí, tengo miedo -las palabras eran un susurro-. No quiero volver a sufrir como sufrí con Anne.

Zac: Si alguna vez yo te dijera: «vamos a volver a estar juntos, Vanessa, vamos a vivir juntos, sin hijos, los dos solos para siempre», ¿lo considerarías…?

Ness: Zac -lo interrumpió con un nudo en la garganta-. Tú siempre has querido tener una gran familia. Yo quiero que seas libre para conocer a alguien, para que puedas volver a formar una familia y tener una casa llena de niños.

Zac se había quedado pálido.

Zac: ¡Por Dios bendito! -exclamó, horrorizado-. Es eso, ¿verdad? Siempre ha sido eso. Me rechazaste al principio porque no podías soportar la muerte de Anne, pero después… Vanessa, dime que no es verdad. Dime que esa no es la razón por la que…

Ness: ¡Zac, solo tienes treinta años! -volvió a interrumpirlo levantándose-. Puedes volver a casarte y tener todo lo que siempre has soñado.

Zac golpeó la mesa con los puños y, apoyándose en las muletas, se acercó hasta que solo los separaban unos centímetros.

Zac: ¿Qué clase de hombre crees que soy? -dijo, con los dientes apretados-. ¡Solo te quiero a ti… siempre te he querido a ti! ¿Niños? ¡Claro que quería niños! Pero contigo, Vanessa. ¿Por qué no me has dicho esto antes?

Ness: Porque te quiero. ¡Por eso! Te lo he dicho mil veces y vuelvo a decírtelo… solo quiero lo mejor para ti, Zac. ¡Y eso nunca podrás tenerlo conmigo!

Zac: Sigues queriéndome -murmuró angustiado-. Debería haberlo sabido. Debería haber creído lo que me decía el corazón. Pero has esperado demasiado, Vanessa. Si me quieres ahora, tendrás que aceptar a Jessica porque no pienso separarme de ella.

Vanessa sentía que su corazón se estaba partiendo. Amaba a Zac y lo deseaba tanto que le hacía daño, pero tenía que pensar en Jessica. No se permitiría a sí misma amar a aquella niña. El riesgo era demasiado grande.

Sollozando, salió del salón y Zac la dejó marchar.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

me encanta todo

Lu dijo...

Me encanto! Estoy sin palabras la verdad.
Me parte el alma Ness, que se sienta asi... Y Zac tambien, pero se que se quieren.
Y Dolly... por favor, que señora pesada jajaj.

Sube pronto.

PD: AMO ESTA NOVE

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