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domingo, 15 de marzo de 2020

Capítulo 6


Jess: ¡Mira, Tía Vanessa! -exclamó, que arrastraba alegremente el trineo por las calles llenas de nieve-.

Vanessa miró hacia donde señalaba la niña y vio un puesto de árboles de Navidad.

Un árbol de Navidad representa regalos, adornos… recuerdos. Cosas que Vanessa no quería que fueran parte de su vida.

Ness: Lo siento, pero no he traído mi bolso…

Jess: ¡Espera! -Dijo metiendo la mano enguantada en el bolsillo-. El abogado me dio esto -explicó, sacando un billete de diez dólares-. Dijo que era por si tenía alguna emergencia. Y esto es como una emergencia, ¿verdad?

Vanessa tragó saliva. Se sentía atrapada. ¿Cómo podía negarle a Jessica un árbol de Navidad?

Ness: Tendrá que ser uno pequeño.

Jess: Uno pequeñito -asintió con los ojos brillantes-. ¡Aunque sea enano!

Ness: Pero ¿cómo vamos a llevarlo a casa?

Jess: Podemos atarlo al trineo, tía Vanessa. ¡Lo llevaremos arrastrando!

Una enorme máquina quitanieve estaba limpiando frente a la casa.

Ness: ¡Rápido, apártate! -gritó tirando del trineo-.

La máquina limpiaba la calzada lanzando montañas de nieve sobre la acera.

Jess: Si no nos hubiéramos apartado, nos habría enterrado -rió-.

**: ¡Vanessa Efron!

Al oír su nombre, Vanessa se dio la vuelta y vio a Jane Fleetwood, su antigua vecina, que se acercaba a ella con los brazos abiertos.

Ness: ¡Jane! -Sonrió-. ¿Cómo estás?

Jane: ¡No me lo puedo creer! -dijo abrazándola-. La semana pasada hablé con Zac y no me dijo que os habíais reconciliado. ¡Es maravilloso! Espera que se lo cuente a Matt, se pondrá loco de alegría.

Ness: No estamos juntos, Jane -explicó subiéndose el cuello del abrigo-. Solo estoy aquí para…

Jess: La tía Vanessa se va a quedar dos semanas -intervino-. El tío Zac va a pedir mi custodia y ella se va a quedar con nosotros estas navidades. Y lo vamos a pasar muy bien, ¿verdad, tía Vanessa?

Vanessa sintió una punzada de remordimiento al ver el brillo alegre y confiado en los ojos de la niña. Zac no le había dicho que se marchaba.

Ness: Jessica…

Jess: ¿Sí?

Vanessa abrió la boca, pero cuando iba a hablar se dio cuenta de que la expresión de Jessica se había oscurecido. Sus ojos verdes se nublaron, como si esperase escuchar algo terrible.

¿Cómo podía desilusionar a una niña que, a los ocho años, había sufrido ya todas las desilusiones que la vida podía ofrecerle?

Vanessa tuvo que disimular un suspiro.

Y, en lugar de decir lo que pensaba decir, tomó la mano de Jessica y la apretó con fuerza.

Ness: Iba a decirle a Jane que nos vamos a casa para decorar el árbol de Navidad.

Jane: Es un árbol precioso -sonrió-.

Ness: Lo eligió ella misma. Va a quedar muy bien en el cuarto de estar.

Jane: ¡Claro que sí! -sonrió. Cuando se despidieron, Jane la abrazó con fuerza, como si no quisiera decirle adiós-. Ese hombre te echa de menos, Vanessa -susurró-. Todos te echamos de menos. Matt y yo rezamos todos los días para que volváis a estar juntos.


Zac las ayudó a colocar el árbol, pero decidieron dejar los adornos para después de comer.

Vanessa preparó un asado con zanahorias, patatitas y coles de Bruselas y una tarta de fresa, el postre favorito de Zac.

Zac: Una comida estupenda -dijo cuando Vanessa se levantó para retirar los platos-. ¿Verdad, Dolly?

Dolly: ¡Bah, comistrajos! -Se quejó-. Pero al menos, es mejor que la comida que dan en los aviones.

Vanessa se mordió los labios al ver la expresión divertida de Zac. Dolly no había dejado nada en el plato a pesar de sus quejas.

Zac: Me toca limpiar los platos -dijo levantándose-.

Jess: ¡Vamos a hacerlo todos juntos! Bueno, tú no tía Dolly, tú eres una invitada. Pero podemos hacerlo los tres. Cuantas más manos, mejor.

Ness: Lo que pasa es que tienes prisa por decorar el árbol -bromeó-.

Jess: ¡Pues sí! -rió-.

A las tres habían terminado de limpiar la cocina y, cuando se dirigían al cuarto de estar, Vanessa sugirió invitar a Dolly a decorar el árbol de Navidad.

Jess: Yo se lo diré -dijo corriendo al salón-.

Zac: No creo que se apunte.

El cuarto de estar siempre había sido la habitación favorita de Vanessa. Con grandes ventanales, sofás de cuero y una mullida alfombra india, era la habitación más acogedora de la casa.

Ness: Ya lo sé -suspiró, apartando las cortinas para que entrase más luz-. Es una aguafiestas.

Zac: Bueno, vamos a ver si podemos escuchar algún villancico -sonrió mientras encendía la televisión-. Ah, mira.

Vanessa miró la pantalla. Un coro de niños muy bien peinados estaba cantado villancicos en un precioso paisaje nevado.

La emoción hizo que sintiera un nudo en la garganta.

Ness: ¿Dónde están los adornos? -preguntó, para disimular-.

Zac: Siguen en el mismo sitio.

Ness: ¿Los has… usado alguna vez?

Zac: No. Sigo poniendo las luces fuera de la casa, pero no he vuelto a tener un árbol. ¿Y tú?

Ness: No. Yo tampoco.

Jessica entró corriendo en el cuarto de estar.

Jess: La tía Dolly dice que está demasiado ocupada como para perder el tiempo poniendo bolitas en un árbol.

Zac: Menuda… -se mordió la lengua-. ¿Te importa ir a buscar la caja de los adornos, Jessica? Está en el armario del pasillo.

Jess: Claro.

Ness: ¿Quieres que te ayude?

Jessica ya había salido de la habitación.

Jess: No hace falta -gritó desde el pasillo-.

Cuando se quedaron solos, ninguno de los dos habló durante un rato.

Zac: Bueno, ¿cuándo te marchas? He hablado con mi agencia de viajes y me han dicho que pueden conseguir un billete para mañana por la tarde.

Ness: Zac, ¿por qué no le has dicho a Jessica que me marcho?

Zac: Eres tú quien se marcha, Vanessa. ¿No se lo has dicho?

Ness: No.

Zac: Pues ya puedes decírselo. ¡No querrás que se haga ilusiones para nada!

Ness: Es demasiado tarde -suspiró-.

Zac: ¿Cómo que es demasiado tarde?

Ness: Voy a quedarme, Zac -murmuró. Zac la miraba, sorprendido-. No podía decírselo. Nos encontramos con Jane en la puerta y Jessica empezó a contarle lo bien que lo íbamos a pasar estas dos semanas… me di cuenta de que tú no se lo habías dicho y no encontré valor para hacerlo. La pobre Jessica ya ha sufrido demasiado.

Zac: Tienes razón. Estas son las primeras navidades sin sus padres y va a ser un momento difícil para ella.

Ness: Entonces, ¿no te importa que me quede?

Zac: No… mira yo no sé… bueno, Jessica sabe que te marcharás definitivamente dentro de dos semanas, así que está bien. La niña no se hará ilusiones… y yo tampoco.

Ness: Zac, te he dicho que no debes…

Zac: ¡Ya sé que no debo!

Ness: Por favor, Zac, no quiero discutir.

Zac: No, tú prefieres huir. Para quedarse y luchar hay que tener valor.

Ness: Sí -susurró-. Es verdad. Y algunas personas no lo tienen.

Zac: Vanessa, lo siento… -empezó a disculparse-.

Pero dejó de hablar al oír los pasos de Jessica en el pasillo.

La niña entró en la habitación con una enorme caja en la mano.

Jess: Hay dos cajas más -dijo alegremente, antes de salir corriendo de nuevo-.

Ness: Jessica no debe saber lo que pasa entre nosotros.

Zac: Tienes razón. Debemos ser cautos -musitó pasándose la mano por el pelo-. Pero es una niña muy lista.

Ness: Zac, los dos queremos que sea feliz. ¿No podemos dejar de lado nuestras diferencias y concentrarnos en que lo pase bien durante estas vacaciones? ¿Qué te parece si declaramos una tregua?

Zac: De tregua, nada. ¿Por qué no hacemos las paces, Vanessa?

Hicieron las paces y la siguiente hora transcurrió en paz y armonía.

La tía Dolly entró en el cuarto de estar cuando Vanessa estaba colocando el angelito dorado en la punta del árbol.

Jessica, muy concentrada, colgaba el espumillón artísticamente sobre las ramas.

Zac estaba sentado en el sofá, guardando en una caja grande las cajitas que contenían las bolas y figuritas de Navidad.

La televisión seguía encendida y el coro de niños cantaba Noche de paz.

Jess: Nosotros cantamos ese villancico en el colegio, pero no lo hacíamos así de bien como esos niños.

Dolly: ¡Tan bien como esos niños! -la corrigió agriamente-.

Jess: ¿No te parece que cantan bien, tía Dolly?

El coro estaba cantando las últimas notas del villancico. La pureza, la belleza de aquellas voces hizo que los ojos de Vanessa se llenaran de lágrimas. Dolly abrió su bolsito, del que no se desprendía ni dentro de la casa, y sacó un enorme pañuelo. Se sonó ruidosamente, como era su costumbre, y después volvió a guardarlo.

Dolly: ¡Los he oído peores! -gruñó. Vanessa creyó haber visto un brillo sospechoso en los ojos de la anciana. ¿La habría conmovido el coro?, se preguntaba-. He preparado un poco de té para todos -dijo entonces-. Jessica, ve a la cocina a buscar la bandeja.

Después de eso, la mujer se dio la vuelta y se dirigió muy dignamente al salón.

Zac: ¿Te has dado cuenta…?

Ness: Me ha parecido que…

Zac y Vanessa se miraron.

Zac: Vaya, vaya -murmuró-. Es posible que la vieja bruja no sea tan mala como nos quiere hacer creer.

Ness: Es posible.

Zac: ¡Pero no se va a quedar con Jessica!

Ness: No. Eso nunca.

Aquella noche, cuando Vanessa estaba arropando a Jessica, escuchó un golpecito en la puerta.

Zac: ¿Puedo entrar?

Ness: Creí que te costaba mucho subir la escalera.

Zac: Me estoy acostumbrando a las muletas. Además, he decidido volver a dormir en mi habitación… supongo que recuerdas lo cómoda que es la cama.

Vanessa sintió que enrojecía hasta la raíz del pelo.

Ness: Acabo de decirle a Jessica que la llevaré de compras mañana -dijo, intentando disimular su turbación-. Tenemos que comprar regalos y he pensado mirar muebles para la habitación de la niñera. ¿Tengo carta blanca para hacerlo?

Zac: Sí, claro. Toma mi tarjeta de crédito -dijo sacando la cartera del bolsillo-. ¿Te gusta tu habitación, Jessica?

Jessica se incorporó un poco.

Jess: Me encanta, tío Zac. Y lo que más me gusta es cómo está colocada la cama. Desde aquí puedo mirar las estrellas.

Zac: ¿Sí? ¿Y…cuál es tu favorita?

Jess: Sirius, la estrella que tiene forma de perro. Me gusta esa porque nunca he tenido un perro de verdad.

Zac: Claro, tu padre era alérgico a los perros y los gatos -sonrió-. Qué rollo, ¿verdad?

Jess: Sí, por eso elegí esa estrella. ¿Anne tenía una estrella favorita?

Zac: Sí. A Anne le gustaban las Siete Hermanas… ¿verdad, Vanessa?

Sus ojos se encontraron y se dio cuenta de que los dos pensaban lo mismo.

Ness: Sí. Esas eran sus favoritas -intentó sonreír. Jessica bostezó y volvió a recostarse-. ¡Hora de irse a dormir, jovencita! -murmuró después, besándola en la frente-.

Pero, antes de que pudiera apartarse, Jessica alargó los bracitos y los enredó en su cuello.

Jess: Buenas noches, tía Vanessa.

Vanessa sintió la tentación de apretar a la niña contra su pecho. Pero se resistió. No solo por ella, sino por Jessica, tenía que mantener las distancias. De ese modo, separarse no sería tan duro. Y pronto la niña tendría una niñera en la que podría poner todo su amor.

Ness: Buenas noches, cariño -susurró-.

Cuando se echó hacia atrás, Jessica apartó los brazos. Probablemente había aprendido la lección en el aeropuerto. A su tía Vanessa no le gustaban esas cosas.

Zac se acercó y acarició el pelo de la niña.

Zac: Buenas noches, cosita. Compra todo lo que quieras -sonrió-. Navidad es solo una vez al año.

Zac mantenía una expresión disgustada. Él no era un experto en niños, pero se daba cuenta de que Jessica había esperado que Vanessa le devolviera el abrazo, que la apretara fuertemente contra su pecho como habría hecho su madre.

Hubiera deseado decirle a Vanessa palabras amargas, pero consiguió evitarlo.

Sus pensamientos, sin embargo, seguían siéndolo.

Vanessa cuidaba de Jessica y era amable con ella, eso era cierto. La había llevado a montar en el trineo, le había comprado el árbol de Navidad, había colocado los adornos con la niña y la había enseñado a hacer galletas. Nadie podría acusarla de ser fría y distante.

Pero había algo más. Y ese algo era la Vanessa que él conocía. La mujer llena de dulzura y generosidad que había robado su corazón años atrás.

Vanessa lo esperaba al final de la escalera mientras él, con las muletas en una mano, bajaba apoyándose en la barandilla.

El candelabro hacía que su cabello brillara. Aquel moño que llevaba… Zac estaba deseando deshacerlo. Y lo haría…

Pero la frialdad en los ojos de ella le decía que no era el momento.

Ness: ¿Quieres que te lleve a la oficina mañana?

Zac: No, gracias. Pediré un taxi.

Ness: ¿Y las niñeras? ¿Vas a entrevistarlas en tu oficina o en casa?

Zac: Haré las entrevistas en la oficina y después le pediré a las que más me gusten que vengan a conocer a Jessica.

Ness: ¿Puedo hacer algo, Zac?

Zac: La verdad es que no tiene mucho sentido que te involucres en esto, pero sí podrías hacer algo. -Vanessa se sentía dolida por el comentario, pero sabía que Zac tenía razón-. Quiero comprarle un cachorro a Jessica.

Ness: ¡Qué idea tan estupenda!

Zac: ¿Recuerdas a Jerry Macinaw, mi gerente?

Ness: Sí, claro. ¿Bettina y él siguen viviendo en Aldergrove?

Zac: Sí. Siguen viviendo en la granja. Tienen una collie preciosa que acaba de tener cachorros y me gustaría elegir uno. ¿Podrías llevarme mañana?

Ness: Claro. ¿Jessica irá también?

Zac: No. Quiero que sea una sorpresa -sonrió-.

Ness: Un cachorro -murmuró-. Nosotros pensábamos tener uno, ¿te acuerdas?

Zac: Sí. Anne estaba loca por tener uno. Pero le dijimos que tendría que esperar hasta que fuera un poquito mayor.

Ness: Jessica podrá cuidar de un cachorro. Es una niña muy responsable.

Zac: Sí. Y será bueno para ella tener un animalito al que abrazar.

Había dicho aquello sin pensar, pero Vanessa se quedó pálida.

Ness: Sé por qué lo dices, Zac -murmuró-. Pero estás siendo injusto. No quiero encariñarme con Jessica, pero no es solo por mí. Es por ella.

Zac: No quería criticarte…

Vanessa no esperó a que terminara la frase. Dándose la vuelta, se dirigió al salón.


A la mañana siguiente, cuando Vanessa miró el despertador, se dio cuenta de que eran las siete y cinco. Dolly estaría furiosa esperando su agua caliente.

Levantándose a toda prisa, se puso una bata de satén rosa y se atusó el pelo. Afortunadamente, Zac se habría marchado a la oficina y no podría verla con ese aspecto.

La cocina estaba desierta, pero el agradable aroma a café recién hecho consiguió despertarla del todo.

Vanessa llenó un vaso de agua y lo metió en el microondas. Mientras esperaba los dos minutos de rigor, encendió la radio. Estaban cantando villancicos.

A través de la ventana, podía ver el cielo azul.

La nieve empezaba a derretirse en las hojas de los árboles.

Zac: Buenos días.

Su corazón dio un vuelco. Zac.

No lo había oído entrar.

Cuando se volvió, lo vio en la puerta, apoyado en las muletas.

Llevaba la chaqueta negra de cuero, un jersey gris de cuello vuelto y pantalones del mismo color.

Ness: Creí que te habías marchado -dijo, sorprendida. Pero él no la estaba escuchando. La miraba de arriba abajo, acariciando cada centímetro de su piel con los ojos. El pelo suelto, la cara limpia de maquillaje, la bata de satén ajustada sobre sus curvas… que revelaron su excitación ante la atenta y cálida admiración masculina. Vanessa cruzó los brazos sobre el pecho. Y sintió los endurecidos pezones rozando sus muñecas-. ¿No deberías estar en la oficina? -preguntó, con voz entrecortada-.

Zac: Estoy esperando mi taxi -dijo con voz ronca-. Está a punto de llegar.

Zac la miraba con los ojos entrecerrados y Vanessa presintió que iba a acercarse.

Sin darse cuenta, dio un paso atrás.

Ness: Zac…

Zac: Tienes el mismo aspecto que… yo recordaba.

Ness: Debería haberme duchado antes de bajar, pero tengo que llevarle el agua a Dolly porque si no lo hago se pondrá de mal humor y… -empezó a decir, sin saber lo que decía. En ese momento, sonó el pitido del microondas y Vanessa casi dio un salto-. Ah. Esto ya está.

Zac estaba en el umbral de la puerta, impidiéndole el paso. Y no se movía.

Ness: Perdona -dijo mirándolo a los ojos-. No quiero que se me caiga el agua. Está hirviendo…

Zac se inclinó y la besó en los labios. Vanessa no podía moverse bruscamente porque, si lo hacía, se quemaría las manos. Estaba atrapada y él lo sabía.

El beso seguía y seguía, haciéndose cada vez más profundo. Vanessa sentía en la cara el vapor del agua caliente y, en su interior, un calor que hacía tiempo no sentía.

Y después, nada más que los labios del hombre quemando los suyos, cálidos y suaves como lo habían sido siempre. Zac besaba mejor que ningún otro hombre en el mundo. Sus besos eran dulces y apasionados, exigentes. Solo tocaba sus labios, pero ella sentía que la tocaba por todas partes. Olía a champú, a jabón y a deseo.

Vanessa hubiera deseado tirarse al suelo y arrastrarlo con ella.

Zac: ¡Guau! -exclamó entonces, apartándose-. ¡Eso sí que es un beso!

Ness: Y eso -dijo al oír un claxon- es tu taxi.

Zac: ¡Vaya, qué suerte! -rió-.

Ness: Pues sí… mira. He tenido suerte -dijo tontamente-.

Zac: No me refería a ti, Vanessa -dijo mientras se alejaba por el pasillo-.

Vanessa enrojeció. Zac la conocía mejor que ella misma y se había dado cuenta de que lo deseaba tanto como él.

Había sido como en los viejos tiempos, pensó con nostalgia. Los dos en la cocina, ella en bata, él dispuesto a irse a trabajar. En más de una ocasión, un beso como el que acababan de compartir los había hecho salir corriendo escaleras arriba, besándose sin parar durante el camino.

Si pudiera volver a ser así de nuevo, pensaba…

Jess: Hola, tía Vanessa.

Ella levantó la mirada y se encontró con Jessica en la puerta de la cocina, bostezando.

La realidad golpeó a Vanessa como una bofetada.

Nunca volvería a ser así. Zac había dejado perfectamente claro que Jessica y él no iban a separarse.

Y Vanessa no podía abrir su corazón a otra niña. Nunca podría hacerlo.


2 comentarios:

Lu dijo...

Me encanto!
Se ven tan lindo los tres, Ness deberia darle una oportunidad.

Me encanta esta nove.

Sube pronto :)

Anónimo dijo...

Joder ya era hora de un buen beso!!!
Esos 2 se tienen ganas desde el inicio de la nove xD
Me da pena Ness q todavía tiene muchas cosas con las q luchar :/
Publica pronto porfa q quiero saber como va, aprovecha la cuarentena xD

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