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lunes, 23 de marzo de 2020

Capítulo 10


Vanessa no podía dormir. No era sorprendente, ya que había dormido durante toda la tarde.

Nerviosa, se puso la bata y bajó a tomar una copa de coñac, pensando que la haría dormir.

Con la delicada copa en la mano, entró en el cuarto de estar y encendió la televisión.

Estaba a punto de sentarse cuando vio la cinta de vídeo que Jessica había encontrado el día anterior.

El vídeo de los cumpleaños de Anne.

Debería estar con las otras cintas, guardada en la estantería.

Vanessa dejó la copa sobre la mesa y tomó la cinta para guardarla… pero no podía hacerlo.

Algo le pedía que viera aquella cinta, una especie de fuerza interior. Algo la impulsaba a meter la cinta en el aparato.

Como si tuviera puesto el piloto automático, apretó el botón y, después, caminando hacia atrás como un robot, se sentó en el sofá.

Y, en la pantalla de televisión apareció la imagen de Anne. Era como sentir un puñal en el corazón. Vanessa tuvo que hacer un esfuerzo para no levantarse y apagar el aparato. ¿Por qué estaba haciendo aquello?, se preguntaba. Hasta aquel momento había evitado con todas sus fuerzas cualquier cosa que pudiera recordarle a su hija.

Pero estaba como hipnotizada. No podía moverse.

No podía apartar los ojos de la pantalla.

Frente a ella, imágenes de momentos felices, tan cálidas, tan llenas de amor que creía no poder soportarlo.

Hasta aquella noche, no había podido soportar la idea de volver a ver aquellas imágenes.

Y, sin embargo, estaba mirándolas, como una estatua, mientras la cinta de vídeo mostraba a su hija.

Anne nadando en un día caluroso, con cuatro amiguitas a su lado. Jessica era una de ellas.

Will y Miley habían ido a visitarlos aquel año. Las niñas llevaban un año sin verse, pero era como si no hubiera pasado un solo día. Eran inseparables.

Anne con un bañador rosa, Jessica con un bikini blanco, las dos niñas nadando, riendo, gritando…

Hasta que llegó la última imagen y la pantalla se volvió gris…

Vanessa no sabía cuánto tiempo había estado allí sentada. Ni siquiera sabía que estaba llorando hasta que las lágrimas empezaron a ahogarla.

Se sentía como si hubiera estado nadando contra corriente durante años y, de repente, una ola la hubiera lanzado a la playa. Exhausta, pero a salvo.

Vanessa se limpió los ojos con la manga de su bata. Le costaba trabajo respirar. Pero su corazón se sentía ligero. Más ligero que nunca.

Vanessa se levantó y empezó a rebobinar la cinta. Mientras tanto, fue hacia la ventana.

La tormenta seguía soplando con fuerza y, en la distancia, escuchó sirenas. Levantó los ojos al cielo.

Y miró la estrella de Anne.

Ness: Feliz Navidad -murmuró-. Feliz Navidad, hija mía.

La estrella brillaba con más fuerza que nunca.

Aquella estrella especial, la más brillante y más hermosa de todas.


Jess: ¡Despierta, tía Vanessa! -Gritó subiéndose a la cama de su tía-. ¡Es Navidad!

Vanessa murmuró algo, medio dormida, y abrió un poco los ojos. A través de las pestañas podía ver la carita radiante rodeada de rizos rubios.
Y se emocionó. Lo que sentía por aquella niña era más que afecto; mucho, mucho más.

Ness: Feliz Navidad, cariño -sonrió-.

Después, alargó los brazos y abrazó a Jessica con fuerza. Para su asombro, la niña se apartó un momento y la miró con los ojos llenos de lágrimas antes de devolverle el abrazo con tal fervor que la dejó sin respiración.

Jess: ¡Feliz Navidad, tía Vanessa! -dijo después-. No quería despertarte, pero son más de las ocho y…

Ness: ¡Más de las ocho! ¡Dios Santo, tu tía Dolly!

Jess: No te preocupes. El tío Zac se ha encargado de todo. Le ha puesto el desayuno, té con tostadas y mantequilla -sonrió-. Y el tío y yo vamos a sacar a Poochie al jardín.

Ness: Ah, Poochie -murmuró pasando la mano por el pelo de aquella deliciosa cría. Siempre alegre, siempre dispuesta, nunca asustada de mostrar su cariño aunque se arriesgara al rechazo. Una niña valiente-. ¿Se portó bien anoche?

Jess: Bueno, no mucho.

Ness: Ya aprenderá -rió-.

Jess: Sí. Eso es lo que dice el tío Zac -dijo saltando de la cama-. Tengo que irme. ¿Vas a bajar pronto?

Ness: Dentro de cinco minutos -contestó estirándose perezosamente-.

Había dormido bien. Sin sueños, sin pesadillas. Se sentía descansada y llena de una extraña alegría.

Sonriendo, se levantó y se dirigió a la ventana.

Apartó las cortinas y vio que el viento no había dejado de soplar. Las ramas de los árboles seguían agitándose peligrosamente en el jardín.

Estaba a punto de darse la vuelta cuando vio salir a Zac y Jessica. Zac llevaba sus muletas y Jessica sostenía la correa de Poochie, que tiraba de ella ansiosamente.

Vanessa se quedó mirándolos. Zac, a quien ella había amado tanto y nunca dejaría de amar. Y Jessica, a quien había intentado no querer y… le había resultado imposible.

Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Zac y Jessica. Eran una familia.

¿Cómo podía habérselo negado a sí misma? Debería haberlo sabido desde el día que Tyler Braddock les había dicho que se habían convertido en guardianes de la niña.

Zac le había dicho que tenía que olvidar.

Y lo había hecho. Por fin, lo había hecho. No sabía cuándo había ocurrido. Quizá cuando Zac le había mostrado la estrella de su hija, o cuando había visto las imágenes de Anne. Pero no importaba. Lo que importaba era que, por fin, lo había aceptado.

Nunca la olvidaría, la llevaría en su corazón para siempre y seguiría adelante. Estaba preparada para enfrentarse con el futuro.

Estaba deseando contárselo a Zac porque sabía que él se sentiría tan feliz como ella. Una familia era lo que él siempre había querido. Y lo que quería Jessica… pero Zac sería el primero en saberlo. El primero en saber que volverían a ser marido y mujer. Que serían una familia.

Un golpe de viento más fuerte de lo normal interrumpió sus pensamientos. Vanessa miraba por la ventana y… no podía creer lo que veía.

¡No! ¡No podía ser!

Uno de los árboles del jardín había sido arrancado por el viento, un gigante destructor al lado de Jessica que, ajena a lo que pasaba, seguía jugando con el cachorro.

Zac estaba de espaldas a la niña. Vanessa lanzó un grito de terror.

Ness: ¡Jessica, Jessica!

Pero ella no podía oírla.

Zac se volvió en ese momento y, al ver el árbol arrancado, intentó advertir a la niña. Aterrado, soltó las muletas y corrió hacia ella tan rápido como pudo… pero no iba a llegar. No era humanamente posible llegar antes de que el árbol la golpeara.

Vanessa se dio la vuelta y corrió hacia la puerta, ahogando los sollozos, con el corazón a punto de estallar.

La puerta de la habitación de Dolly se abrió en ese momento.

Dolly: ¿Qué te pasa, por qué gritas?

Ness: ¡Llama a una ambulancia, rápido! -gritó, bajando la escalera a saltos-.

Cuando abrió la puerta, el viento golpeó su cara como un látigo. Pero el miedo golpeó su corazón con más fuerza cuando vio a Zac apartar desesperadamente las ramas del árbol caído buscando a Jessica.

Vanessa corrió hacia ellos y, cuando llegó a su lado, Zac había encontrado su preciosa carga.

Tenía una mancha de sangre en la frente que enrojecía la nieve a su alrededor.

Poochie estaba tumbado a su lado, gimiendo, con la correa enganchada en una de las ramas.

Ness: Zac…

Zac: No quiero moverla -su voz estaba ahogada de emoción mientras acariciaba la carita ensangrentada-. No me atrevo…

Ness: La ambulancia está en camino, no te preocupes -murmuró-.


La sala de espera era diminuta y asfixiante.

Zac, sentado sobre una silla de plástico, cerró los ojos y volvió a rezar. Dios bendito, haz que viva.

Repetía las palabras una y otra vez en su cerebro porque no podía decirlas en voz alta.

Vanessa estaba sentada en una silla frente a él, como una muñeca rota. Estaba pálida, tensa, con las manos debajo de la barbilla, como si estuviera rezando.

Zac: ¿Vanessa?

Ella lo miró.

Ness: ¿Por qué… por qué tardan tanto?

Zac: Tienen que hacerle muchas pruebas.

Ness: El médico ha dicho que no tiene ningún hueso roto, solo contusiones. Excepto en… la cabeza.

Zac se levantó y miró a un lado y otro del pasillo. No había nadie.

Si hubiera estado pendiente de ella, si no le hubiera dado la espalda…

Zac: Dios -murmuró-.

Ness: ¿Zac?

Zac: No puedo dejar de pensar que fue culpa mía -dijo, apoyándose en la pared-.

Ness: ¿Por qué?

Zac levantó los hombros, infinitamente cansado.

Zac: Debería haber visto que…

Ness: ¡Zac! -su voz temblaba-. No digas eso…

Zac: Debería haber estado vigilándola. Sólo es una niña…

Ness: No ha sido culpa tuya -dijo tomando sus manos-. Zac, tú mismo me has dicho un millón de veces que no fue culpa mía que Anne muriera. Esto es lo mismo. ¿No te das cuenta?

Ella tenía razón, por supuesto. En su interior, sabía que tenía razón. Pero recordaba lo que ella había dicho: «No podré olvidarlo nunca».

Sabía que él se sentiría igual si Jessica moría. Nunca lo olvidaría. Si no hubieran salido al jardín… si hubiera estado pendiente de ella…

Zac soltó su mano y la abrazó, desesperado.

Vanessa lo amaba tanto que no podía soportar verlo así.

Si Jessica moría, ¿estaría su matrimonio roto para siempre? Sabía que Zac la amaba, pero ¿la perdonaría por haber rechazado el amor de la niña? Aquello corroería su relación para siempre.

Podría decirle que había conseguido abrir por fin su corazón a Jessica y que estaba deseando que los tres fueran una familia. Pero, ¿la creería él? ¿Creería que había tomado esa decisión horas antes del accidente?

Ella no le había dado ninguna razón para creerlo. Si le dijera que quería a la niña, que la quería con todo su corazón, ¿no dudaría él de su sinceridad?

Zac: Vanessa…

Ness: ¿Sí?

Zac: ¿Qué le dijiste esta mañana a Jessica?

Ness: Pues… no sé.

Zac: ¿Le diste un abrazo?

Vanessa asintió, con un nudo en la garganta.

Ness: Sí. Un abrazo muy fuerte.

Zac: Cuando bajó, me dijo que ibas a ser su mamá. Que lo sabía porque le habías dado un abrazo muy fuerte.

Ness: Zac… -empezó a decir. ¿Sería verdad, estaría ocurriendo aquel milagro?-. Es verdad. La quiero mucho, Zac…

Zac: Cariño, acabas de hacerme el hombre más feliz del mundo.

**: ¿Señor Efron?

Zanessa: ¿Sí?

Era el médico. Tras sus gafas, los ojos del hombre brillaban de compasión.

**: Jessica está en coma…

Vanessa se cubrió la boca con la mano y Zac le pasó un brazo por los hombros.

Zac: Tranquila, cariño -murmuró, con voz ahogada-.

**: Pueden entrar a verla, si quieren.

Lo siguieron por un largo pasillo y Vanessa tuvo que apretar la mano de Zac cuando el médico abrió una cortina.

Jessica tenía los ojos cerrados. Su carita era tan blanca como la venda que cubría su frente. Sus labios no tenían color.

Vanessa se apoyó en Zac.

**: Enseguida la subiremos a una habitación -dijo el médico-.

Zac: ¿Podemos estar aquí un momento?

**: Claro.

Ness: ¿Cuánto tiempo cree que durará el coma? -preguntó temblando-.

**: No lo sabemos. Lo único que se puede hacer ahora es esperar… y rezar.

El día de Navidad pasó en un suspiro. Como los días que siguieron. Vanessa y Zac hacían turnos al lado de Jessica para que nunca estuviera sola. Y, cada hora, su ansiedad y su pena aumentaban. Pero la vida tenía que seguir.

En la mañana del día treinta y uno, Zac fue a la oficina y, por la tarde, Vanessa fue a ver a su jefe, Jack Perrini.

Jack era un hombre obsesionado por el trabajo, de constitución delgada y ojos penetrantes.

Aquellos ojos la escrutaban mientras entraba en su despacho.

Jack: ¿Qué demonios te ha pasado? Tienes un aspecto horrible, Vanessa. Te di dos semanas de vacaciones y parece que las has pasado en Siberia.

Ness: Eso hubiera sido más divertido -murmuró-.

Jack: ¿Cómo?

Vanessa le contó a su jefe lo que había sucedido en su vida durante aquellas dos semanas.

Los ojos del hombre se llenaron de compasión al escuchar la historia.

Jack: Vaya. Es terrible.

Ness: Lo que he venido a decirte es que voy a rechazar la oferta de ir a Toronto, Jack. Voy a quedarme aquí, con Jessica y mi marido. Sé que es una decepción para ti, pero mi familia es lo más importante.

Jack: Pero eso no significa que vayas a dejar de trabajar con nosotros, ¿verdad?

Ness: ¿Quieres que me quede?

Jack: ¡Por supuesto!

Ness: No puedo tomar ninguna decisión en este momento.

Jack: Lo entiendo. No quiero presionarte. Pero si la niña se pone bien, puedes volver aquí cuando quieras. Puedes trabajar tres días a la semana, si te parece.

Ness: No puedo pensar en eso ahora, Jack -dijo levantándose-. Pero significa mucho para mí que digas eso. Gracias -añadió, besándolo en la mejilla-.

Jack: Cuídate. Y llama de vez en cuando. ¿Vas a casa ahora?

Ness: No. Voy al hospital. Me quedaré con Jessica hasta las once y media. Zac se quedará el resto de la noche.

Jack: Espero que todo salga bien, Vanessa.

Ness: Eso espero yo también -murmuró-.


Zac: Dolly está desconocida -le dijo cuando llegó al hospital-. Contesta el teléfono, saca a Poochie y hace la comida. Es increíble.

Ness: Afortunadamente está en casa -murmuró-. Yo no he podido pensar en nada desde… -sus palabras se perdieron en el aire cuando miró a la niña-.

Jessica seguía con los ojos cerrados, los labios pálidos, casi inmóvil. Zac acarició la mano de la niña.

Zac: ¿Hay algún cambio?

Ness: El médico ha dicho que ve una leve mejora, pero yo… a mí me parece que está igual -suspiró-. ¿Qué ha hecho Dolly de cena? -preguntó, para cambiar de conversación-.

Zac: Ah, una tortilla muy original. Yo no tenía hambre, pero ella ha insistido en que comiera.

Ness: Tienes que comer. Además, cocina mucho mejor que yo -intentó sonreír-.

Zac: Y eso la mantiene ocupada.

Ness: Ha cambiado mucho, ¿verdad? Ya ni siquiera me llama jovencita. Creo que la hemos juzgado mal, Zac. Anoche me dijo que había enviado a Jessica al internado porque pensaba que sería mejor que estuviera con otras niñas de su edad. Y que había contratado a una psiquiatra particular en el colegio. Quizá es por eso por lo que Jessica parece haber aceptado tan bien la pérdida de sus padres.

Zac: Sí, a mí también me lo ha contado -murmuró mirando su reloj-. Es tarde. Deberías irte.

Ness: Quiero quedarme, Zac. Hoy es treinta y uno de diciembre y quiero pasar el fin de año contigo y con Jessica.

Zac: En ese caso, llamaré a Dolly. Le había dicho que llegarías a las doce.

Ness: No sabes cuánto me alegro de que haya decidido no solicitar la custodia de Jessica. Es el mejor regalo de Navidad que podía hacernos.

Zac: Ella sabe que la niña estará mejor con nosotros -sonrió tocando su hombro-. Ahora tiene una familia y sus padres están locos el uno por el otro.

Ness: ¡Aunque sigan durmiendo en camas separadas! -Intentó reír-. Zac, ¿seguro que no te importa? Yo creo que ha llegado el momento de…

Zac: Cariño, yo siento lo mismo. Pero es mejor esperar. Aunque te advierto que, cuando Jessica se ponga bien, vamos a recuperar el tiempo perdido.

En la pared había un pequeño aparato de televisión y, poco antes de medianoche, Zac la encendió.

Ness: ¿Tú crees que nos oye cuando hablamos?

Zac: Es posible.

Ness: Me siento un poco egoísta por haber dejado a Dolly sola esta noche. ¿Crees que debería irme a…?

Vanessa interrumpió la frase al escuchar ruido en el pasillo. Era una discusión. La puerta se abrió en ese momento, justo cuando en la televisión empezaba la cuenta atrás para el nuevo año.

Vanessa se dio la vuelta y se quedó sorprendida al ver a Dolly, con la capa de terciopelo color granate. Tras ella, una angustiada enfermera que se quedó boquiabierta cuando Dolly le dio con la puerta en las narices.

Ness: ¡Dolly! -exclamó cuando la vio entrar con Poochie-.

Dolly: ¡Esa mujer es idiota! -exclamó irritada-. ¿Es que no sabe que los animales son buena terapia para los enfermos?

Cinco, cuatro, tres, dos, uno…

En la televisión escucharon el estallido de voces de alegría y Zac abrazó a su mujer.

Zac: Feliz año nuevo, cariño -dijo, antes de besarla-.

Después se volvió hacia Dolly, que se había sentado sobre la cama y estaba colocando al cachorro sobre Jessica. El animalito puso las patas en el hombro de la niña y empezó a ladrar, como si quisiera despertarla.

Zac: Por favor, Dolly, esto no puede ser. Nos van a echar a todos…

De repente, Zac dejó de hablar y se quedó mirando, incrédulo, a Jessica. La niña se había movido. ¿Se había movido?

Zac: ¿Jessica? -murmuró incrédulo-.

Lenta, muy lentamente, vieron cómo movía las pestañas. Y lenta, muy lentamente, sus ojos se abrieron.

Vanessa rezaba, pero su corazón se paró cuando la niña abrió los ojos. Los tenía abiertos, pero eran como una página en blanco.

Mordiéndose los labios, Vanessa se acercó a la cama y tomó su mano. Zac puso la mano sobre la suya.

Ness: Oh, Zac -murmuró, asustada-.

Zac: Tranquila, cariño. Esto es bueno. Tiene que ser bueno…

¿Habría salido del coma sin daño o, como les había advertido el médico, habría sufrido un daño permanente en el cerebro?

Jessica emitió un suave gemido, como si tuviera una pesadilla y Vanessa contuvo el aliento. De repente, abrió los ojos y Vanessa pudo ver sus preciosas pupilas verdes. La niña parecía estar mirando a Zac.

Zac: Cariño… -su voz estaba llena de emoción-.

Jessica tragó saliva y se pasó la lengua por los labios resecos.

Jess: Me duele la cabeza -susurró-.

Vanessa sintió que la emoción iba a ahogarla.

Ness: Cielo -murmuró, inclinándose sobre ella-.

Jessica volvió a cerrar los ojos.

Ness: ¡Zac, tenemos que llamar al médico!

Sin atreverse a respirar, todos observaron cómo la niña volvía a abrir los ojos lentamente. Parecían enfocar mejor.

Zac: Jessica, ¿puedes vernos?

Jess: Puedo verte, tío Zac -dijo con un hilo de voz-. Y a la tía Vanessa.

Dolly: ¿Y a mí no me ves?

Jess: Sí, tía Dolly.

Dolly: Has estado tumbada en esa cama durante una semana, niña -dijo entonces, recuperando su tono imperativo-. Ya está bien. ¡Te has perdido las navidades!

Jess: ¿Me he perdido las navidades?

Ness: Hoy es uno de enero -dijo sintiendo que sus ojos se llenaban de lágrimas-. Feliz año nuevo, Jessica.

Zac se aclaró la garganta, tan emocionado como ella, y Dolly sacó uno de sus enormes pañuelos para sonarse tan ruidosamente como de costumbre.

Jess: ¿Estoy en un hospital? -preguntó, mientras Zac pulsaba el timbre de la enfermera-.

Zac: Sí, cariño. Has tenido un accidente. Estábamos en el jardín y un árbol…

Jess: Ya me acuerdo… estaba paseando a mi cachorro. -Sus ojos empezaron a brillar entonces-. ¿Dónde está?

En ese momento, Poochie se subió a la almohada y empezó a ladrar. Después, moviendo la cola alegremente, empezó a lamer la nariz de Jessica, como si creyera que las pecas eran de chocolate.

Jess: Ahí estás -dijo levantando una mano para acariciar al perrito-. Feliz año nuevo. Y gracias por venir a visitarme.

La puerta se abrió y la enfermera que había estado a punto de llegar a las manos con Dolly entró en la habitación. Cuando vio la escena se quedó inmóvil durante unos segundos. Después, sus facciones se suavizaron y se acercó a la cama.

**: Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí?

Jessica miró a su tío Zac, a su tía Vanessa y a su tía Dolly y, finalmente, a su cachorro.

Después miró a la enfermera y le regaló una beatífica sonrisa.

Jess: Lo que tenemos aquí es a mi familia.


1 comentarios:

Lu dijo...

Que amorrrr!!
Por un momento me dio miedo, me encanto este capi!!

Sube pronto :)

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