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martes, 17 de marzo de 2020

Capítulo 7


Después de limpiar los platos del desayuno, Vanessa fue al salón para hablar con Dolly. La encontró sentada rígidamente en el sillón, cerca del fuego, haciendo punto furiosamente. Jessica estaba en la ventana. Había colocado a todas sus Barbies frente al cristal para que vieran a los pájaros que acudían a comer a la casita de madera que había construido Zac.

Ness: ¿Dolly?

Dolly: ¿Sí? -dijo sin levantar la vista-.

Ness: Jessica y yo nos preguntábamos si querrías venir con nosotras a comprar los regalos de Navidad. Queremos salir pronto para no encontrar las tiendas atestadas de gente.

Dolly levantó la cabeza y lanzó sobre Vanessa una mirada oscura.

Dolly: La Navidad no tiene nada que ver con los regalos.

Jessica se dio la vuelta.

Jess: Bueno, en parte sí, tía Dolly. Los regalos son bonitos, pero lo que cuenta es por qué se hacen.

Dolly: Comprar regalos es gastar dinero a lo tonto -protestó-.

Jess: Comprar regalos es gastar dinero -insistió-. Pero entregar regalos es dar amor. Cuando te pones a buscar un regalo para otra persona es que esa persona te importa mucho. ¿Verdad, tía Vanessa?

Ness: Cariño, hace mucho frío y estoy segura de que la tía Dolly estará mucho más cómoda en casa -dijo deseando cambiar de conversación-. ¿Qué te parece si te pones las botas y nos ponemos en camino?

Jess: Vale.

Jessica sonrió antes de salir del salón. No la había molestado que no le diera la razón. Aquella cría era tan alegre como triste era la tía Dolly.

Vanessa se sentía aliviada de que la anciana no hubiera querido ir con ellas de compras, porque les habría arruinado la diversión.

Ness: Seguramente comeremos fuera, Dolly. ¿Seguro que quieres quedarte sola?

Dolly: Llevo arreglándomelas sola más tiempo del que puedo recordar, jovencita.

Ness: ¿Dolly?

Dolly: ¡Sí!

Ness: Te agradecería que dejaras de llamarme jovencita. Soy una mujer madura…

Dolly: ¡Entonces actúa como una mujer madura! -la interrumpió furiosa-. ¿Cómo es posible que hayas abandonado a tu marido? ¿No hiciste una promesa al casarte con él? ¿Es que esa promesa no significa nada para ti?

Ness: Tenía mis razones…

Dolly: ¿Razones? ¡Ja! ¡Lo que ocurre es que no has podido soportar lo que el destino ha puesto frente a ti! ¡No tienes carácter! Perdiste a tu hija y eso fue una tragedia. ¡Pero no era una tragedia solo para ti, también lo era para tu marido! Y Zac Efron tuvo que soportar suficiente dolor en su niñez como para aguantar más. ¡De modo que seguiré llamándote jovencita hasta que me demuestres que eres una persona madura y sabes aceptar lo que la vida pone en tu camino!

El ataque había sido tan fiero, tan inesperado que, por un momento, Vanessa se quedó inmóvil. Pero, de repente, un resorte dentro de ella pareció saltar.

Ness: ¡No tienes ningún derecho a hablarme así!

Dolly: ¡Alguien tiene que hacerlo! El padre de Zac abandonó a su familia cuando Zac tenía tres años y su madre le hizo la vida imposible desde entonces porque se parecía a su padre y ella no podía soportarlo. Pero supongo que ya sabes todo eso porque Zac nunca ha tenido secretos para nadie. Lo único que ese chico ha querido toda la vida es tener una familia y supongo que pensó que la tendría casándose contigo. Lo que no sabía era que tú eras una floja. A mí tampoco me lo pareciste el día de la boda -siguió diciendo, volviendo su atención hacia el punto-. No, no me lo pareciste.

Dolly hacía punto a tal velocidad que sus manos se convertían en un borrón.

Para ella, la conversación había terminado.

¡Pero no para Vanessa!

Ness: ¿Y quién eres tú para hablar así? ¡Según me han contado, cuando tu prometido murió te apartaste del mundo y no durante unos años sino durante toda tu vida! ¿Quién eres tú para criticar…?

Jess: ¿Tía Vanessa? -La voz alegre de Jessica llegaba desde el vestíbulo-. ¿Nos vamos ya?

Durante unos segundos, Vanessa se quedó mirando a Dolly, que seguía haciendo punto.

Dolly: ¡Vamos, márchate! ¡No hagas esperar a la niña!

Vanessa abrió la boca para decir algo que sabía que lamentaría más tarde, pero antes de que pudiera hacerlo, sintió las manitas de Jessica en su espalda.

Jess: ¿Tía Vanessa?

Ness: Ya voy, cariño -suspiró, frustrada. Salió al vestíbulo y cerró la puerta del salón con suficiente fuerza como para que Dolly Smith se diera cuenta de lo enfadada que estaba-. Voy a buscar mi abrigo.


Estuvieron comprando durante tres horas, pararon para comer y después siguieron comprando. Cuando volvieron al coche, cargadas de bolsas, eran casi las dos.

Jess: No has comprado nada para el tío Zac -decía mientras guardaban las bolsas en el maletero del Mercedes-. ¿Por qué, tía Vanessa?

Ness: La verdad es que no sé qué comprarle -dijo cerrando el maletero-. Pero no te preocupes. Pensaré algo antes del viernes.

Mientras volvían a casa, la niña iba hablando alegremente sobre los regalos que habían comprado, incluida la capa de terciopelo granate para la tía Dolly.

Jess: Pero ella nunca se pone nada que no sea de color negro. ¿Tú crees que le gustará?

Ness: Eso espero. El granate es un color de Navidad. A lo mejor hace que se sienta un poco más… alegre.

Pero, a pesar del tono optimista, Vanessa no tenía muchas esperanzas de que a Dolly le gustase la capa. Ella le había señalado a la dependienta la de color negro, o al menos eso creía, pero la joven le había llevado la granate y, alegremente, había empezado a envolverla. Y ella había pensado que si a Dolly no le gustaba, siempre podría cambiarla.

Jess: Ya verás la cara que va a poner el tío Zac cuando le digas todo el dinero que nos hemos gastado -rió mientras cruzaban el puente de Burrard-.

Ness: Probablemente dirá: ¿Solo os habéis gastado eso?

Jess: ¿El tío Zac está forrado, tía Vanessa?

Ness: Sí, más que forrado -rió ante la ocurrencia de la niña-.

Jess: Mis papas no tenían mucho dinero y la casa no estaba asegurada contra incendios. Pero dejaron suficiente para pagar el internado y la universidad. Si tío Zac no quiere que viva con él, siempre podré vivir con la tía Dolly. ¿A ti te gusta la tía Dolly?

Vanessa miró por encima de su hombro, antes de cambiar de carril para tomar la calle Granville.

Ness: En cierto modo, la admiro -dijo, evitando una respuesta directa-. Siempre dice lo que piensa y eso no es muy habitual.

Jess: Pero a veces cuando dices lo que piensas, haces daño a la gente.

Ness: Sí, ese es el riesgo.

Jess: Ya… ¡ah! -Exclamó mirando por la ventanilla-. ¡Mira, esa es la empresa del tío Zac! ¿Podemos parar para decirle hola?

Ness: Pues…

Jess: Por favor, tía Vanessa. Le hará mucha ilusión.

Ness: Cariño, tenemos que volver…

Jess: ¡Ahí está! ¡Tío Zac, tío Zac! -llamó. Zac iba caminando por la acera, apoyado en sus muletas. El viento removía su cabello-. ¡Rápido, tía Vanessa, toca el claxon! -exclamó. Vanessa dudó un momento y la niña alargó el brazo para hacerlo ella misma. Estaban casi a la altura de Zac en aquel momento y él volvió la cabeza automáticamente. Jessica daba saltos en su asiento-. Para, tía Vanessa! ¡Mira, allí hay un sitio para aparcar!

Vanessa hizo una mueca. No podía hacer nada.

Ness: Vale, de acuerdo -suspiró, por fin, poniendo el intermitente-.

Jess: Mira, viene para acá.

Zac se acercó al coche y se inclinó para hablar con ellas.

Zac: Hola. ¿Habéis comprado todo lo que queríais?

Jess: ¡Sí! ¿Podemos entrar en tu oficina!

Zac: ¿Qué te parece? -Preguntó mirando a Vanessa-. ¿Tenéis tiempo?

Todo el tiempo del mundo, le hubiera gustado decir a ella, mirando aquellos ojos azules que la derretían por dentro.

Ness: Bueno, supongo que podemos hacer una visita rápida -dijo, encogiéndose de hombros-.

Zac sonrió a Jessica y, sin darse la vuelta, Vanessa supo que la niña sonreía también.


Zac las precedía por la elegante oficina enmoquetada, con sus modernas pinturas y muebles de diseño. Todo estaba igual que tres años atrás, pensaba Vanessa.

Pero cuando vio a la joven secretaria inclinada sobre los archivos, se dio cuenta de que algo había cambiado.

Zac tenía una nueva secretaria.

Una joven secretaria que llevaba minifalda.

La mujer que trabajaba antes con él, la eficiente señora Agerton, debía de haberse jubilado.

Aquella mujer era mucho más joven y sus interminables piernas no se parecían en nada a las de la señora Agerton.

Zac: Hola, Penny. -La joven se volvió, sonriente. Era muy atractiva. Llevaba la chaqueta desabrochada y, debajo, una ajustada camiseta azul, del mismo tono que sus ojos. Tenía el cabello castaño y un hoyuelo en la mejilla-. Vanessa, te presento a Penny, mi secretaria. Ella es quien controla todo por aquí. No sé cómo he podido arreglármelas sin ella. Penny, te presento a la señora Efron y -añadió, tocando la cabeza de la niña- esta es Jessica.

Penny: Hola, señora Efron. Encantada de conocerla.

Ness: Lo mismo digo -dijo esperando que su voz sonara amistosa-.

Penny: Hola, bonita -dijo mirando a Jessica-. Tú tío Zac me ha dicho que has venido a pasar las vacaciones. Espero que lo estés pasando bien.

Vanessa no oyó lo que contestó la niña. Estaba demasiado ocupada preguntándose qué clase de relaciones mantendría Zac con aquella chica aparentemente tan eficiente. Le había dicho que no mantenía relaciones serias con nadie, pero podría tener una aventura con ella. Aunque, claro, él tenía derecho a mantener las relaciones que quisiera…

Zac: Penny, ¿ha habido algo importante mientras estaba fuera?

Penny: Nada especial. ¿Les apetece tomar un café?

Ness: Gracias, pero acabamos de tomar un helado.

Zac: Penny, llama a Charles Goldman y cancela la reunión. Dile que lo llamaré en cuanto me sea posible.

Penny: Ahora mismo.

La secretaria llevaba perfume. Uno muy suave. Vanessa no lo había notado hasta que pasó a su lado. Pero cuando dejó el despacho, el aroma se quedó en el aire, un perfume de jazmín, suave y seductor…

¿Se lo pondría para Zac?

Zac: Vanessa, ¿me estás escuchando?

Ness: Ah, perdona… ¿qué decías?

Zac: Estaba diciendo que he entrevistado a un par de candidatas para el puesto de niñera, pero ninguna me ha gustado.

Jess: ¿Por qué? -se había sentado en el sillón giratorio de Zac y estaba dando vueltas-.

Zac: Porque una me dijo que se comía a las niñas pequeñas como desayuno y la otra que las prefería como cena.

Jess: ¡Eres tonto, tío Zac! -rió-.

Ness: ¿Vas a entrevistar a alguna más?

Zac: Tres más. Una viene mañana por la mañana y las otras dos, el jueves.

Ness: Esperemos que alguna de ellas te guste -murmuró para que Jessica no la escuchase. Pero la niña estaba muy ocupada jugando con los bolígrafos de su tío-. Necesitas encontrar una lo antes posible.

Zac: ¿Crees que no lo sé? -preguntó irritado-. Cuanto más tiempo paso con Dolly, más cuenta me doy de que Jessica no puede vivir con ella.

Ness: Hay otras agencias -dijo intentando animarlo-. No puede ser tan difícil encontrar una niñera.

Zac: No estoy buscando cualquier niñera, Vanessa -dijo mirándola con beligerancia-. Estoy buscando lo más parecido a una madre. Y, por lo que veo, ese tipo de persona es muy difícil de encontrar -sentenció. Después, hizo una pausa-. Bueno, pero no habéis venido aquí para escuchar mis problemas. Jessica, ¿te gustaría ir a la fábrica?

Jess: ¡Claro! -exclamó bajando del sillón-.

Penny estaba sentada frente a su escritorio en la oficina anexa y levantó la mirada cuando los vio salir. Vanessa tuvo la impresión de que no apartaba sus ojos de Zac hasta que desapareció de su vista.
Le hubiera gustado preguntarle a Zac si alguna vez había salido con ella. Pero se moriría antes de hacerlo.


Jess: ¿Dónde vais, tía Vanessa?

Habían terminado de cenar y Jessica, sentada sobre la cama de Vanessa, observaba a su tía abrochándose la blusa.

A buscar un cachorro para ti, cariño, le hubiera gustado decir. Pero, por supuesto, no lo hizo.

Ness: A dar una vuelta -contestó, sujetando su pelo con un pasador de terciopelo azul-.

Después, se puso un poco de sombra gris en los ojos y se repasó los labios con un poco de brillo.

Jess: Penny es muy simpática, ¿verdad, tía Vanessa?

Ness: Sí. Es muy agradable.

Jess: Me gusta el pelo castaño. Ojalá yo no fuera rubia -murmuró-.

Ness: Pero si tienes un pelo precioso. Muchas mujeres darían lo que fuera por conseguir ese color.

Jess: Al tío Zac también le gusta mi pelo.

Ness: Es que el tío Zac tiene muy buen gusto.

Jess: Y también le gusta Penny.

El corazón de Vanessa se paró durante una fracción de segundo.

Ness: ¿Cómo lo sabes?

Jess: Porque le he preguntado y me ha dicho que la encuentra muy guapa -dijo saltando de la cama-. Voy a envolver los regalos mientras estáis fuera. ¿A qué hora vais a volver?

Ness: Sobre las once. Pero tú te irás a la cama a las nueve, ¿de acuerdo?

Jess: Vale. -Las dos salieron al pasillo y, de repente, Jessica la tomó por la cintura-. Me gusta hablar contigo, tía Vanessa. Bueno, hasta mañana.

Antes de que Vanessa pudiera decir nada, la niña salió corriendo hacia su habitación, dejándola con una inusitada tristeza. ¿Se sentía culpable por no abrazar a Jessica? ¿O eran celos porque Zac encontraba guapa a su secretaria?

Mientras bajaba al salón, Vanessa intentaba encontrar la respuesta y llegó a la conclusión de que se sentía culpable, celosa y… deprimida.

Vanessa llamó con los nudillos antes de entrar en el despacho de Zac. Él estaba hablando por teléfono y, cuando la vio, frunció el ceño.

Zac: ¿Te importa esperarme en el salón? -dijo, poniendo la mano sobre el auricular-. Solo tardaré un minuto.

Vanessa se quedó inmóvil. ¿De qué y con quién podría estar hablando para echarla del despacho?

Molesta, se dio la vuelta y se dirigió al vestíbulo.

¿Qué había dicho Dolly aquella mañana sobre Zac? Que no tenía secretos para nadie. ¡Ja! Pues bien que se había equivocado la vieja bruja. Zac había dejado claro que no quería que escuchase la conversación.

Y ella le dejaría claro mientras se dirigían a Aldergrove que, fuera lo que fuera o quien fuera que él quería esconder, ella no tenía el menor interés.


Zac no mencionó la conversación.

De hecho, no parecía inclinado a hablar en absoluto. Y, como Vanessa tampoco tenía ganas de hacerlo, el viaje hasta Aldergrove transcurrió casi en absoluto silencio.

Solo cuando llegaron a la granja y Jerry los llevó al cobertizo, los dos empezaron a comportarse de forma normal. Resultaba inevitable. Los cachorros eran cuatro adorables bolitas de pelo que no dejaban de correr y jugar.

Vanessa tuvo que reírse cuando, en lugar de elegir al cachorro, fue el cachorro el que eligió a Zac.

Era uno de los más pequeños, con los ojos brillantes y lleno de alegría. En cuanto vio a Zac, se tropezó con sus patitas en su anhelo de correr hacia él. Inmediatamente se hicieron amigos. El asunto estaba decidido.

Jerry: ¡No hemos tardado mucho! -Rió Jerry Macinaw, mientras Zac acariciaba al travieso cachorro-. Bueno, te lo llevaré a la oficina el jueves. Pero sabes que no vas a pegar ojo durante unos días. Se pondrá a llorar como un niño y tendrás que darle un biberón, ponerle un despertador debajo de la almohada en su camita…

Ness: ¡Son tan ricos, Jerry! -Sonrió jugando con los cachorros restantes-. Ojalá pudiéramos llevarnos los cuatro.

Jerry: Zac me ha dicho que te vas a vivir a Toronto. ¿Te han ascendido?

Ness: Pues sí.

Mientras Vanessa le daba algunas explicaciones, se preguntaba cuánto de su vida personal le contaba Zac a sus colaboradores. Ella no hablaba nunca de Zac en su empresa.

Jerry: Te deseo mucha suerte -sonrió-. Bueno, ¿tenéis tiempo para tomar una taza de café con Bettina y conmigo?

Ness: Claro, pero tendrá que ser rápida. Hemos dejado a Jessica con Dolly y será mejor que volvamos cuanto antes.

A Zac siempre le había encantado visitar a los Macinaw.

Y a Vanessa también, recordaba mientras entraban en la agradable cocina. Los habían visitado a menudo antes de la muerte de Anne.

Pero Zac no había vuelto desde que Vanessa lo abandonó.

Bettina, con un mandil en la cintura, estaba sacando una bandeja de galletas del horno. La cocina olía a vainilla, canela y café recién hecho.

Los hijos de Jerry y Bettina estaban viendo la televisión en el cuarto de estar, separado de la cocina por dos escalones y Saúl, el mayor, se volvió hacia Zac al verlo entrar.

Saúl: Hola, señor Efron, ¿qué cachorro ha elegido?

Zac: Uno de los más pequeños.

Saúl: Menos mal que no ha elegido el más grande. Mi padre me ha dicho que podemos quedarnos con él -dijo antes de volver su atención a la televisión-.

Zac dejó las muletas en una esquina y movió una silla para que Vanessa se sentase, antes de hacerlo él a su lado.

Un error.

Su perfume le llegaba por encima del olor de las galletas. Aquel perfume que había empezado a turbarlo… era un reto.

Bettina: Jerry, ¿quieres poner las tazas?

Zac se inclinó hacia Vanessa.

Zac: ¿Cómo demonios se llama ese perfume que llevas? -le susurró-.

Ness: ¿No te gusta? -Preguntó en voz baja-. ¿Es demasiado sofisticado para ti? A lo mejor te gusta más el perfume de tu secretaria.

Zac: ¿Penny? -preguntó sorprendido-. ¿A qué viene eso?

Bettina: A ti te gusta el café solo, ¿verdad, Vanessa?

Ness: Gracias, tienes buena memoria -sonrió-.

Jerry: Zac, ¿te importa venir a mi despacho un minuto? Hay una cosa de la empresa que me gustaría comentarte.

Zac: Sí, claro.

Jerry besó a su mujer en la mejilla antes de salir de la cocina.

Jerry: Enseguida volvemos, cariño.

Bettina siguió a su marido con la mirada, apretando su taza de café en las manos.

Bettina: Qué buen hombre es Jerry -murmuró, como para sí misma-. Y pensar que estuve a punto de perderlo…

¿Perderlo? ¿Qué quería decir?, se preguntaba Vanessa.

Ness: ¿No me digas que tuvo una aventura?

Al fin y al cabo, hacía casi cuatro años que no sabía nada de ellos y habían podido pasar muchas cosas en aquel tiempo.

Bettina: ¿Jerry? -rió-. No, Jerry es como Zac en ese aspecto. No, me refería a cuando estábamos recién casados. Mucho antes de que tú y yo nos conociéramos. Creo que no te lo he contado nunca porque era demasiado doloroso.

Ness: ¿Por qué dices que estuviste a punto de perderlo?

Bettina dejó la taza de café sobre la mesa y se sentó a su lado.

Bettina: Jerry y yo… tuvimos que casarnos. Bueno, pensábamos hacerlo en cualquier caso porque estábamos locamente enamorados, pero no tan pronto. Yo solo tenía dieciocho años.

Ness: Pero ahora tienes… treinta y dos, ¿no?

Bettina: Treinta y tres. Y Saúl, el mayor, solo tiene ocho años. No salen las cuentas, ¿verdad? -sonrió. Confusa, Vanessa negó con la cabeza-. Saúl no fue mi primer hijo. Nació cuando Jerry y yo llevábamos mucho tiempo casados. El primer niño lo perdí.

Ness: Oh, Bettina, cuánto lo siento…

Bettina: La pérdida de ese niño casi destrozó nuestro matrimonio. Yo no podía soportarlo y rechacé a Jerry. Creí que él no me entendía. El niño no había sido parte de él como había sido parte de mí.

Un escalofrío empezó a recorrer la espalda de Vanessa.

Bettina nunca le había contado aquello. Y no era una coincidencia. Ni era una coincidencia que ella estuviera allí con Zac, eligiendo un cachorro.

No. Todo estaba preparado.

Zac le había pedido a Bettina que se lo contara. La excusa de Jerry para sacar a Zac de la cocina era parte de la trampa. Furiosa, Vanessa tenía que hacer un esfuerzo para no levantarse y marcharse de allí.

Bettina: Yo quería apartar a Jerry de mi lado -seguía diciendo-. Hasta que un día me di cuenta de que mi marido sufría tanto como yo. Yo… me di cuenta de que lo necesitaba. Y eso fue todo. Desde entonces, no nos hemos separado nunca -añadió, con lágrimas en los ojos-. Cuando miro a mis hijos ahora… pensar que yo…-no podía seguir. Las lágrimas inundaban sus ojos-. Perdona un momento, Vanessa. Tengo que buscar un pañuelo.

Cuando la mujer salió de la cocina, Vanessa se levantó, furiosa.

¡Zac! ¡Cómo se atrevía a hacerle aquello! Nunca lo perdonaría. Su situación era muy diferente de la de Bettina. Perder un niño que no ha nacido no es lo mismo que perder una adorada hija de cuatro años. Lo que Zac quería probar…

Vanessa escuchó la voz de Jerry en el pasillo y se puso el abrigo. Cuando los dos hombres entraron, estaba preparada para marcharse.

Jerry: ¿Dónde está Bettina?

Ness: En el baño. Zac, tenemos que irnos -añadió, intentando que su voz no sonase alterada-. No estoy tranquila dejando a Jessica sola con Dolly.

Zac: Lo que tú digas.

Ness: Despídenos de Bettina, Jerry -dijo abriendo la puerta-.

Jerry: Lo haré.

Dos minutos después, Vanessa conducía el Mercedes por la estrecha carretera que llevaba a la autopista, mirando fijamente hacia adelante. No diría nada hasta que llegaran a casa. Pensaba decirle a Zac lo que pensaba de él y sus estrategias y no quería estar frente a un volante cuando lo hiciera.




Espero que os esté gustando mucho la novela.

Ahora tendré más tiempo para publicar más seguido y para escribir en mi otro blog dada la situación que vivimos todos.

Espero que lo estéis llevando bien. Recordad todas las medidas preventivas recomendadas por la OMS y quedaos en casa. Si somos responsables, saldremos pronto de esta. ¡ÁNIMO!


1 comentarios:

Lu dijo...

Wow... que capitulo.
Desde que Dolly le dijo las cosas, que hizo bien en decirselas pero no de ese modo.
Y lo ultimo bueno... espero que no se lo agarre con Zac.

Amo esta nove.
Sube pronto :)

Aca en Uruguay la estamos llevando bastante bien, ademas el tiempo acompaña y esta lloviendo, asi que aca nadie sale. Hay que ser responsables y quedarnos en casa.

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