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jueves, 19 de marzo de 2020

Capítulo 8


Zac se había dado cuenta de que pasaba algo en cuanto entró en la cocina, pero no dijo nada.

Imaginaba que lo esperaba una bronca, pero como Vanessa no decía nada, decidió encender la radio.

Mientras las notas de Feliz Navidad llenaban el interior del coche, se reclinó en el asiento y cerró los ojos. Vanessa le diría lo que tuviera que decirle cuando le diera la gana. Por el momento, pensaba si lo que la había enfadado tanto sería el comentario sobre el perfume. ¿Qué tendría que ver Penny en todo aquello?, se preguntaba.

Mujeres. Nunca las entendería.

Había esperado que aquella visita a la granja los acercara un poco. Podría haberle pedido a Jerry que lo llevara él mismo, pero quería pasar algún tiempo a solas con Vanessa. Y también había esperado que volver a ver a los Macinaw la suavizaría un poco.

Pero algo había ido mal.

Distraídamente, Zac empezó a silbar y esperó lo que tendría que llegar. Cuando llegaron a casa, eran casi las once.

Lo primero que Zac vio al abrir la puerta fue una nota sobre la mesa del vestíbulo.

Zac: Es una nota de Dolly -dijo, tomando el papel. Eran las primeras palabras que habían intercambiado en una hora-. «Jessica está durmiendo y yo también. Espero que no hagáis ruido al entrar» -leyó en voz alta-. La vieja bruja -murmuró, arrugando el papel-.

Cuando se volvió, vio que Vanessa se había quitado el abrigo y lo miraba con ojos furiosos.

Ness: Tengo que hablar contigo.

Zac: Ya me lo imaginaba -suspiró colgando la chaqueta en el perchero-. A ver, ¿qué pasa ahora?

Ness: Eres despreciable -dijo sin levantar la voz-.

Si no fuera porque en sus ojos había un brillo de furia, Zac habría pensado que estaba tan tranquila.

Zac: ¿Yo? -preguntó pasándose la mano por el pelo. Despreciable. Aquello era peor de lo que había pensado-. ¿Te importaría decirme por qué?

Ness: ¿Creías que no iba a darme cuenta de por qué me has llevado a la granja? Ha sido una trampa.

Zac: ¿Una trampa? Pero, ¿qué estás diciendo?

Ness: No te hagas el tonto, Zac. Sabes muy bien de qué estoy hablando. Me has llevado allí con un propósito. ¿Vas a negar que podría haberte llevado Jerry?

Zac: No pienso negarlo…

Ness: Entonces, ¿para qué me has llevado?

Zac: ¡Porque quería pasar un rato a solas contigo, maldita sea!

Ness: Es mucho más que eso.

Zac: Vanessa, no sé de qué demonios estás hablando -dijo intentando controlar su furia-.

Ness: ¿No? ¿No me digas que no has sido tú quien le ha pedido a Bettina que me contara lo de su aborto…?

Zac: ¿Qué aborto? ¿De qué estás hablando?

Ness: No empeores las cosas haciéndote el tonto -dijo dirigiéndose a la escalera-. Solo quiero que sepas que no soy idiota. Y que lo que has hecho es indigno. Hacer que Bettina pasara un mal rato… me marcho, Zac -añadió-. No quiero seguir aquí contigo. Mañana intentaré explicárselo a Jessica.

Ella había empezado a subir la escalera, pero Zac se colocó inmediatamente a su lado, con una velocidad que a él mismo lo dejó sorprendido. Alargó la mano para sujetarla, pero ella se soltó y siguió subiendo. Zac la siguió y llegó a su lado cuando estaba a punto de cerrar la puerta de su dormitorio.

Zac: ¡Espera un momento! -ordenó, tomándola del brazo. Las muletas le estorbaban y las dejó caer al suelo, sobre la alfombra. Vanessa intentaba apartarse, pero el hombre la apretaba con fuerza, atrayéndola hacia él. Tan cerca, como no habían estado en casi cuatro años-. Muy bien. Vamos a aclarar esto de una vez.

Ness: ¡Tú sabías que Bettina y Jerry habían perdido un hijo! -lo acusó-. ¡Tú sabías que su matrimonio había sufrido porque Bettina había rechazado a su marido y…!

Zac: ¡Yo no sabía nada de eso! -la interrumpió-. Pero, aunque fuera verdad, que no lo es, no entiendo porque eso me convierte en un ser despreciable.

Ness: Creíste que la historia de Bettina me convencería, ¿no es verdad?

Zac: ¡Eres la mujer más irritante que he conocido en mi vida, Vanessa!

Ness: ¡Y tú el hombre más insufrible del mundo, Zac!

Zac: ¡De lo único que soy culpable es de querer pasar un rato a solas contigo! ¿Lo entiendes? ¡No ha sido ninguna trampa! Yo no tenía ni idea de lo que les había pasado a Jerry y Bettina. ¡Solo quería…! -empezó a zarandearla. No con violencia, pero sí con fuerza suficiente como para hacer que se le cayera el pasador que sujetaba su pelo- ¡Solo quería estar contigo! -Vanessa tenía los ojos abiertos de par en par. Zac alargó una mano y la enredó en el suave cabello negro-. Cariño, eres tan preciosa… -murmuró. Vanessa intentaba soltarse de su abrazo pero, al hacerlo, se pegaba más a él. Zac murmuraba su nombre y los ojos de Vanessa se llenaron de lágrimas. ¿Qué se estaban haciendo el uno al otro? ¿Por qué habían llegado a eso?-. Cariño, no llores, por favor.

Ness: Oh, Zac -murmuró. Las lágrimas rodaban por sus mejillas-. Siento mucho haber dicho esas cosas. Creía que…

Zac la besó. Y ella se derretía entre sus brazos. Vanessa levantó los brazos para enredarlos en el cuello del hombre, apretando su pecho contra el torso masculino.

Zac la besó, acariciando su pelo, deslizando una mano por su espalda, apretando su trasero contra él. Habían estado casados. Habían hecho el amor más veces de las que podía recordar. Y sus cuerpos parecían hechos el uno para el otro. Una unión perfecta.

El perfume de Vanessa aumentaba su deseo. Ella abrió los labios y él la sedujo con su lengua. La oía gemir dulcemente entre sus brazos. Zac alargó una mano para abrir la puerta y, sin separarse un centímetro, torpemente, entraron en el dormitorio.

Cuando Zac cerró la puerta, el sonido los asustó a los dos.

Zac: ¿Quieres esto, Vanessa? -preguntó hundiendo la cara en su pelo-.

Ness: Sí…

Sin apartarse, llegaron hasta la cama, besándose frenéticamente, él abriéndole la blusa, ella metiendo las manos por debajo de su camisa. La piel de ella era como seda bajo sus dedos, la sensual textura intensificando el ritmo de su corazón y la urgencia de sus manos al abrir la blusa…
Vanessa se quedó inmóvil de repente.

Ness: Zac…

Zac: ¿Sí?

Ness: Calla…

Los dos se quedaron escuchando. Zac oyó una respiración. Cuando los dos miraron hacia la cama, vieron una pequeña figura de pelo rubio. En la mesilla, una Barbie vigilando su sueño.

Ness: Oh, Jessica -murmuró-.

Zac: Eso digo yo -murmuró frustrado-. Oh, Jessica…

Ness: Debe de haberse sentido sola.

Zac: Supongo -dijo aclarándose la garganta-. ¿Vas a llevarla a su habitación?

Vanessa sabía lo que significaba aquella pregunta.

Ness: No. Es mejor no molestarla.

Zac: ¿Estás segura?

Ella asintió.

Ness: Espera un momento. Voy a buscar tus muletas.

Vanessa salió de la habitación y, un segundo después, volvía con las muletas en la mano.

En la semioscuridad, sus ojos se encontraron. La tensión sexual entre ellos era tan fuerte que Vanessa sentía que se ahogaba. Más que nada en el mundo, quería rodearlo con sus brazos y apoyar la cara en su pecho. Y quedarse allí para siempre.

Zac: ¿Estás segura? -volvió a preguntar. Ella asintió de nuevo. Era, probablemente, lo más difícil que había tenido que hacer en su vida-. Ya sabes dónde está mi habitación -dijo acariciando su pelo-. Si cambias de opinión…

Ness: No lo haré, Zac -dijo casi sin voz-. Lo que ha estado a punto de ocurrir… habría sido un error.

Zac: Ya -dijo dirigiéndose a la puerta-. Pero tú lo deseabas tanto como yo -añadió, antes de salir del dormitorio-.


A la mañana siguiente, Vanessa se despertó a las siete menos cuarto.

Bostezó, estiró las piernas… y se dio cuenta de que había otra persona en la cama.

¿Zac? No podía ser…

Con el corazón en la garganta, se volvió.

Y a la luz del amanecer que se filtraba por las cortinas, vio un cabello rubio sobre la almohada.

Jessica.

Se sintió aliviada, pero… el recuerdo de los besos de Zac, tan apasionados, tan irresistibles…

Jessica se movió y Vanessa contuvo el aliento.

La niña se movió hacia ella, murmuró algo en sueños y sacó un brazo de entre las sábanas. Cuando encontró el cuerpo de Vanessa, se apretó contra ella.

Había ocurrido tan rápido que Vanessa no había podido evitarlo. Estaba atrapada. Atrapada por el calor de aquella niña de ocho años.

¿Había algo en el mundo más tierno que un niño durmiendo?

Vanessa sintió que algo se derretía en su interior. Igual que los primeros rayos de sol derriten el rocío de la mañana.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y tuvo que ahogar un sollozo. Sin pensar, alargó una mano y abrazó a la niña. El frágil cuerpecito de Jessica, envuelta en el camisón blanco, era suave y cálido.

Jess: ¿Tía Vanessa? -murmuro medio dormida-.

Ness: Duérmete -dijo besando la carita pecosa-. Aún no es hora de levantarse.

Jess: Me metí en tu cama porque te echaba de menos…

Ness: No pasa nada, cariño. Vuelve a dormirte.

Unos segundos después, Jessica estaba de nuevo dormida.

Vanessa se levantó con cuidado para no despertarla y, después de vestirse, se quedó un momento mirando la pequeña figura encogida en la cama.

Y, de repente, sintió pánico.

Se sentía como si caminara por la cuerda floja, sin red. Decidida a llegar al otro lado sin caerse.

A pesar de su intención de no encariñarse con Jessica, cada día era más difícil. Y querer a aquella niña era un riesgo que no estaba dispuesta a aceptar.

Zac se había marchado a trabajar antes de que ella bajara a la cocina y no se vieron hasta por la tarde.

Cuando volvió, Vanessa estaba preparando la cena.

Zac: ¡Hola! -sonrió-.

Ness: Hola. -Zac llevaba un jersey azul marino de cuello vuelto y vaqueros. Tenía el pelo mojado-. ¿Sigue lloviendo?

Zac: Sí. Y dicen que no va a parar -contestó mirando alrededor-. ¿Puedo ayudar en algo?

Ness: No, gracias. Todo está controlado.

Zac: ¿Todo?

Ness: Zac… -empezó a decir-.

Zac se acercó.

Zac: ¿Por qué demonios insistes en hacerte ese moño? -preguntó, levantando una mano-.

Vanessa sabía que iba a soltarle el pelo y dio un paso atrás.

Ness: No, por favor.

Zac: No voy a hacerte nada. Bueno, ¿qué tal has pasado el día?

Ness: Jessica y yo hemos estado haciendo un pastel y después salimos a comprar algunos regalos que nos faltaban. -Lo que no dijo fue que los regalos eran para él-. Le he comprado un libro de astronomía a Jessica, ya que parece tan interesada por las estrellas.

Vanessa pensó que los ojos de Zac se habían oscurecido. ¿Estaba pensando en Anne?

Zac: Me alegro. ¿Y para la vieja bruja? ¿Una escoba?

Vanessa tuvo que disimular la risa.

Ness: Una capa de terciopelo.

Zac: Espero que a mí no me hayas comprado nada -dijo entonces muy serio-. Lo único que quiero por Navidad es algo que no se puede comprar con dinero.

Ness: Zac, por favor…

Zac: ¿Qué tal Jessica esta mañana? -cambió de tema rápidamente-. ¿Te dijo por qué estaba en tu cama?

Ness: Se sentía sola.

Zac: Pobrecita.

En las palabras de Zac había una ligera crítica, o eso pensaba Vanessa, y fue suficiente para que se pusiera en guardia.

Ness: Si quieres ayudar en algo, puedes decirle a Jessica que vaya a lavarse las manos. La cena estará enseguida -dijo, con frialdad-.

Zac: Esta noche voy a salir.

¿Dónde vas a ir?, hubiera querido preguntar Vanessa.

Ness: ¿Necesitas que te lleve a alguna parte?

Zac: No. Penny vendrá a buscarme.

El monstruo de ojos marrones despertó en ella inmediatamente.

Ness: Ah, muy bien.

Zac: Tú también estás invitada…

Ness: Gracias, pero no me gustan las fiestas.

Zac no pudo replicar porque, en ese momento, escucharon los pasos de Jessica en el pasillo.

Jess: ¡Tío Zac! Me pareció haber oído el taxi en la puerta.

Zac: Has oído bien, enana -sonrió acariciando la cabecita de la niña que se había lanzado a abrazarlo-. La cena está lista, así que tienes que ir a lavarte las manos. Yo iré a decirle a tía Dolly que nos espere en el comedor.

Sus voces se perdieron por el pasillo.

Y Vanessa se quedó apoyada en la mesa de la cocina, pensando: Zac iba a salir con Penny.

Zac pensaba que Penny era guapa. A Penny se le daban bien los niños. A Jessica le gustaba Penny.

Jessica necesitaba una madre.

Vanessa nunca había sido particularmente buena en álgebra, pero sumara como sumara aquellos factores siempre le daba el mismo resultado, ella lo sabía muy bien, significaba familia.


Cuando el timbre de la puerta sonó a las ocho de la tarde, Jessica estaba en el cuarto de estar viendo la televisión, Dolly en el salón haciendo punto y Vanessa colocando las tarjetas de Navidad sobre la chimenea.

Vanessa ignoró el timbre y aguzó el oído para escuchar las pisadas de Zac. Pero no escuchó nada.

El timbre volvió a sonar.

Dolly dejó su punto sobre el regazo y la miró, sorprendida.

Dolly: ¿Es que no has oído el timbre, jovencita? ¡Ve a abrir la puerta!

Vanessa apretó los labios para no contestarle como se merecía y salió al vestíbulo. No había ni rastro de Zac.

Cuando abrió la puerta, esperando encontrarse con Penny, se quedó sorprendida. Frente a ella, había un joven atlético, con el pelo muy corto y unos ojos verdes que brillaban alegremente.

**: ¿Señora Efron? -preguntó el chico. Vanessa asintió-. He venido a buscar a Zac.

Vanessa miró por encima de su hombro y vio un coche verde aparcado frente a la puerta.

Ness: Creí que Penny… -empezó a decir-.

**: Los gemelos se han puesto muy pesados, así que ella irá más tarde a la fiesta.

Ness: ¿Los gemelos?

**: Chuck y Dani. Acaban de cumplir dos años y están imposibles… pero perdone, no me he presentado. Soy Ben, el marido de Penny. Sus padres dan hoy una fiesta para celebrar nuestro cuarto aniversario…

Zac: Hola, Ben -saludó tras ella-.

Ben: Hola, Zac. ¿Estás listo?

Zac: Sí -contestó pasándole un brazo por los hombros a Vanessa-. ¿Os habéis presentado?

Vanessa se puso tensa. ¿Se habría dado cuenta de que sospechaba que tenía una aventura con Penny? ¿Se habría dado cuenta de que estaba celosa?

Ben: Sí. Señora Efron, usted también está invitada a la fiesta. A los padres de Penny les encantaría conocerla.

Zac: ¿Seguro que no quieres venir?

Llevaba una chaqueta de ante marrón y, debajo, un jersey de cachemira de color caramelo. Probablemente llevaría vaqueros o pantalones de lana marrón, pero Vanessa no quería mirar.

Ness: Gracias -murmuró-. Pero tengo un millón de cosas que hacer esta noche, envolver regalos y cosas así.

Ben: Muy bien.

Vanessa se apartó cuando Zac empezó a moverse hacia la puerta.

Zac: No me esperes levantada. Es posible que llegue tarde -dijo, antes de entrar en el coche-.

Acababa de cerrar la puerta cuando Jessica apareció a su lado, con expresión alegre.

Jess: ¡Tía Vanessa, mira lo que he encontrado! -Dijo con una cinta de vídeo en la mano-. Pone «Los cumpleaños de Anne». ¿Podemos verlo?


Vanessa estaba frente a la ventana de su dormitorio, observando la tormenta que sacudía los árboles del jardín.

No podía olvidar la cara de desilusión de Jessica cuando se había negado a ver la cinta de vídeo.

Ness: Esta noche, no, cariño -le había dicho, intentando disimular sus sentimientos-. Por favor, deja la cinta donde la has encontrado. Otro día la veremos.

Había sido una reacción automática. Cuando se había marchado de aquella casa, lo había dejado todo atrás. No quería recordar.

Se preguntaba si Zac habría vuelto a ver aquella cinta. Una fiesta de cumpleaños tras otra, cuando Anne cumplió un año, mostrando su primer diente, cuando cumplió dos, con el pelo oscuro enmarcando su carita de ángel. A los tres, con un tutu blanco, y a los cuatro, nadando en la piscina sin flotador…

Vanessa cerró los ojos. Estaba a punto de meterse en la cama cuando vio los faros de un coche que paró frente a la casa.

Zac salió de él torpemente con las muletas y se despidió de Ben.

Y entonces levantó la mirada hacia su ventana, como si esperase encontrarla allí.

Vanessa sabía que la había visto. No había tenido tiempo de apartarse.

Él le hizo un gesto para que bajase y después desapareció dentro de la casa. Como un náufrago, Vanessa se dirigió a la puerta.

Zac: Te dije que no me esperases despierta.

Ness: No te estaba esperando… es que no podía dormir.

Zac: ¿Ha pasado algo? -preguntó quitándose la chaqueta-.

Ness: No. No ha pasado nada.

Zac: Entonces, ¿por qué no podías dormir?

Ness: ¿Te apetece tomar un té?

Zac: ¿Qué tal un poco de chocolate caliente?

Ness: Vale. Lo llevaré al cuarto de estar.

Vanessa fue corriendo a la cocina. Zac estaba tan guapo aquella noche, con el pelo revuelto por el viento y las mejillas un poco coloradas, quizá del frío… quizá del whisky.

Calentó dos tazas de leche en el microondas y añadió el chocolate, removiéndolo con la cucharilla.

Después, se dirigió con las tazas al cuarto de estar.

Zac estaba de pie frente a la ventana, mirando las estrellas.

Zac: Ahí están -murmuró-. Las Siete Hermanas.

Ness: Toma. Ven a sentarte.

La chimenea del cuarto de estar era la única de la casa que funcionaba con leña y las brasas seguían encendidas a aquella hora. Vanessa echó unos troncos que pronto empezaron a arder alegremente y, cuando se volvió, Zac estaba sentado en el sofá.

Zac: Ven, siéntate.

Estuvieron en silencio durante unos minutos, escuchando el sonido del viento al otro lado de las ventanas.

Zac: He estado pensando. En ti.

Ness: ¿Y qué has pensado?

Zac: He pensado en lo que dijiste ayer sobre el perfume de Penny. No sabía por qué lo habías dicho, pero me he dado cuenta de que estabas celosa.

Ness: ¡Está casada, Zac!

Zac: Sí, pero tú no lo sabías. Creías que había algo entre nosotros. -Ella iba a protestar, pero Zac no se lo permitió-. Supongo que Jessica te dijo que yo la encontraba guapa.

Ness: Y lo es. Muy guapa -dijo intentando parecer indiferente-.

Zac: ¿Te dijo Jessica lo que dije después?

Ness: No -contestó encogiéndose de hombros-.

Zac: Ella me preguntó si Penny me parecía guapa y yo le dije que sí. Pero también le dije que, para mí, la mujer más guapa del mundo era la tía Vanessa -dijo quitándole la taza de las manos y dejándola sobre la mesa-. Vanessa, te pedí que te casaras conmigo porque eras la única mujer para mí. Lo dije con todo mi corazón entonces y vuelvo a decírtelo ahora.

Ness: No eres tú, Zac -dijo soltando su mano-. Soy yo.

Zac: Es por Jessica, ¿verdad? -suspiró-. He hablado con Jerry esta mañana y me ha contado lo que Bettina te contó a ti. Ellos sufrieron mucho, pero pudieron salir adelante…

Ness: Zac, la situación de Bettina es completamente diferente de la mía -lo interrumpió levantándose. Le temblaban la voz y las manos-. No fue culpa de Bettina que perdiera a su hijo.

Zac: Por Dios bendito, Vanessa -dijo levantándose del sofá con ayuda de las muletas-. ¡No fue culpa tuya que Anne muriese!

Vanessa lo miró, pero no podía verlo por culpa de las lágrimas.

Ness: Yo iba conduciendo el coche, Zac. Yo era quien conducía el coche.


2 comentarios:

Lu dijo...

Wow.. que capitulo.
No me esperaba ese final, con razon Ness se siente tan mal, piensa que fue su culpa.


Sube pronto :)

Maria jose dijo...

Oh pobre vanessa!
Ya novela cada vez se pone mas linda
Siguela.pronto
Saludos

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