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viernes, 28 de julio de 2017

Capítulo 29


1983

Anne: Hemos llegado a un acuerdo -le dijo a Leslie-. No tienes por qué saber nada más.

Leslie no salía de su asombro mientras miraba a su amiga. Estaban las dos en la panadería. Leslie había llegado a las cuatro menos cuarto de la mañana, la hora a la que normalmente se abría el negocio. Normalmente estaba una hora sola, hasta que empezaban a llegar los demás, pero aquella mañana, Anne la había sorprendido apareciendo a primera hora. Pero en vez de ponerse a trabajar, le había pedido a Leslie que se acercara con ella a la cámara de refrigeración. Allí le había enseñado una cajita de terciopelo negro. Al ver lo que contenía, Leslie había pensado que estaba sufriendo alucinaciones. Anne le había asegurado que eran diamantes de un quilate y de una pureza absoluta, lo que significaba que eran completamente transparentes. Le explicó que se los habían dado el señor y la señora Lightsey, de la joyería Lightsey Gold & Gem de Nueva York. Habían llegado a un acuerdo.

Leslie: No entiendo nada. ¿Quiénes son ésos? ¿Y por qué te han dado unos diamantes?

Anne: Acabo de decírtelo -cerró la caja y se la llevó al pecho-.

Leslie: Sí, me has dicho lo del acuerdo, ¿pero eso qué significa? ¿Y quién es esa gente?

Anne se guardó la caja en la riñonera que llevaba atada a la cintura.

Anne: Tengo que sacar esto de aquí. Pensaba que la cámara refrigerada sería un buen escondite, pero después del apagón de ayer, ya no estoy tan segura. Y estoy empezando a ponerme nerviosa.

Leslie: ¿Nerviosa por qué?

Anne: Tengo la sensación de que alguien me vigila.

Leslie: ¿Quién?

Anne: No lo sé, alguien. Por eso tengo que encontrar un escondite mejor. También quería decírselo a alguien por si... bueno, ya sabes.

Leslie: ¿Por si acaso qué?

Anne: Por si me ocurre algo. Sé que no me pasará nada, te lo juro. Sólo es una medida de precaución. De todas maneras, eres la única persona en la que puedo confiar.

A Leslie comenzaba a ponerle nerviosa aquel tono que no parecía presagiar nada bueno.

Leslie: Si confías en mí, tendrás que contármelo todo.

Regresaron a la panadería, donde todo estaba reluciente, esperando un nuevo día. Leslie miró a su amiga. Anne estaba más guapa que nunca. Sus constantes viajes le habían aportado un estilo especial. Parecía salida de una revista de modas. Llevaba una bufanda de seda y un bolso de cuero informal, e incluso a aquella hora de la mañana parecía imbuida de una energía inagotable. A Anne le encantaba viajar y encontraba la vida en Avalon insoportablemente aburrida. Aunque adoraba a su hija, puesto que era imposible no querer a Vanessa, no era capaz de quedarse tranquila en el pueblo. Y de repente, otra novedad, pensó Leslie. Justo cuando pensaba que Anne ya no podía tener más secretos, dejaba caer aquella bomba.

Mientras Leslie se ocupaba de preparar una masa de trigo y miel, Anne comenzó a hablar.

Anne: El señor y la señora Lightsey son los padres de Pamela Lightsey, la chica con la que iba a casarse Philip.

En ese momento, Leslie se acordó. Los Lightsey eran amigos de los Hudgens y a veces iban a Avalon a veranear.

Anne: Estaban desesperados porque Philip se casara con Pamela y sabían que él no lo haría si yo seguía con él -continuó-. Yo también estaba segura de que en cuanto le dijera a Philip que estaba embarazada, se acabaría todo entre Pamela y él. La cuestión es que los Lightsey también son conscientes de eso. Por eso me dijeron que si rompía con Philip y le hacía creer que realmente era cosa mía, no me arrepentiría. Ellos están en el negocio de los diamantes, así que... -palmeó la riñonera que contenía las piedras preciosas-.

Aquella noche, ante la insistencia de Anne, Leslie salió con ella y pararon en Scootter's, un establecimiento muy popular situado en la carretera del río.

Se sentaron en una de las mesas y allí estuvieron tomando una copa y captando las miradas de algunos de los chicos. Bueno, por lo menos Anne. A su lado, Leslie se sentía completamente invisible y más simple que el pan blanco.

Se sentaron unos chicos de Avalon en la mesa de al lado, Terry Davis, que trabajaba en el campamento Kioga, Jimmy Tisdale, profesor del instituto, y Matthew Alger, que trabajaba para el Ayuntamiento. En lo que se refería a las artes del coqueteo, Anne era toda una experta, pero Leslie se conformaba con permanecer callada y observar. Le parecía todo un arte ser capaz de llamar la atención de un hombre y retentarla sólo con la mirada y el lenguaje del cuerpo. Aunque requería una intensa concentración, tenía que parecer algo espontáneo y natural.

A los pocos minutos, Anne estaba riendo e intercambiando secretos al oído con Matthew, que parecía tener ganas de comérsela. Leslie se disculpó y se fue al cuarto de baño. A los pocos minutos, Anne se reunió con ella.

Anne: ¿Qué te pasa?

Leslie se dio cuenta de que su amiga estaba bebida.

Leslie: No puedo dejar de pensar en lo que me has contado hoy. En lo que hiciste...

Anne: Tenía que hacerlo, ¿sabes? No sé si te acuerdas, pero la panadería no iba particularmente bien ese verano.

Leslie: Sí, ya lo sé.

Anne: Es una especie de inversión.

Leslie: Philip te habría ayudado. Si le hubieras contado que estabas embarazada y te hubieras casado con él, los Hudgens te habrían ayudado.

Anne la miró fijamente.

Anne: ¿Y cómo habría quedado yo? Como una idiota que se quedó embarazada y se casó con un inocente para quedarse con su dinero. Ya me conoces, Leslie, yo jamás haría una cosa así.

Sí, Anne siempre había sido una mujer muy orgullosa.

Leslie: Entonces, preferiste ser madre soltera y aceptar un soborno que casarte con un hombre del que estabas enamorada.

Anne: Tenía 18 años cuando salía con Philip, por el amor de Dios. En ese momento no sabía nada del amor y del matrimonio. A veces creo que continúo sin saberlo. Pero siempre he comprendido el valor del dinero.

Sonó entonces la cisterna de uno de los cubículos del baño. A Leslie se le heló la sangre en las venas. Dios santo, eso significaba que alguien había oído la conversación. Salió del cubículo una mujer morena y se acercó al lavabo. Era una chica de la familia Tisdale. Angela, quizá, aunque no recordaba muy bien el nombre.

Cuando salió del baño, Leslie miró a Anne asustada.

Leslie ¿Crees que sabe de lo que estamos hablando?

Anne: No me importa. Hoy ya me he encargado de todo. La única que me ha visto esconder los diamantes ha sido Vanessa y es demasiado pequeña como para entender lo que estaba haciendo.

Leslie: ¿Eso no es ilegal?

Anne: Mira, sólo tengo algo que me han dado los Lightsey -replicó exasperada-. Y creo que no me has visto comprar coches nuevos, ni ropa cara ni nada de eso. No quiero levantar sospechas.

Cuando necesitara dinero, le explicó, vendería alguno de esos diamantes en Nueva York, o en Toronto, o incluso sería capaz de ir a venderlos a Europa.

Leslie: ¿Y por qué me lo has contado hoy? ¿Por qué ahora?

Siempre había admirado el aspecto de Anne, su valor, su confianza en sí misma. Pero en aquel momento sentía algo más que admiración: sentía sorpresa y desaprobación.

Anne: A lo mejor necesito pasar algún tiempo fuera. Más tiempo del habitual.




El día que abandonó a Ness... 😡

¡Gracias por leer!


2 comentarios:

Lu dijo...

Wow que capítulo.
Ahora ya se de donde salieron los diamantes. Y donde se fue ahora y porque por más tiempo de lo normal? Cuántas intrigas tengo.


Sube pronto

Maria jose dijo...

Que buen capitulo
Me encanta todo este misterio

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