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jueves, 13 de julio de 2017

Capítulo 23


Para cuando llegó a la cita que tenía en la clínica de Kingston, Miley tenía la cabeza a punto de estallar después de todo lo que le habían estado diciendo durante horas y horas. La doctora le había dicho que estaba saludable en todos los aspectos y que el embarazo iba ya por su novena semana. Repasó todas las opciones que tenían y urgió a Miley a analizar todas ellas en profundidad, teniendo en cuenta que era una decisión que iba a afectarle durante toda su vida. Le había recomendado que intentara imaginarse su vida al cabo de siete meses, de un año, de cinco años...

Estuviera embarazada o no, era un ejercicio terrorífico. Miley no tenía la menor idea de lo que le depararía el futuro. Y tampoco sabía lo que quería o lo que no quería ser.

Miró a su madre, que conducía a su lado. Menos de doce horas después de que Miley la llamara, había dejado todo lo que tenía entre manos. Por ella, había dejado la Corte Internacional y le había dado la espalda al caso en el que había estado trabajando durante toda su vida.

Miley: Lo siento mucho, de verdad mamá.

Sohpie: Cariño, no lo sientas.

Eran palabras amables, pero a Miley no se le escapaba que su madre estaba intentando batallar contra la desilusión y el miedo. Miley no podía culparla. Probablemente, se sentía como si los papeles estuvieran cambiados.

Miley: Has tenido que dejar el Tribunal Internacional.

Sophie: Pero volveré. Todo el mundo tiene emergencias familiares. Es algo que sucede continuamente.

Miley permaneció en silencio, pensando en todas las opciones que tenía. Había considerado seriamente la posibilidad de la adopción, incluso había visto vídeos de parejas que querían y estaban dispuestas a criar un hijo. Pero por mucho que lo intentara, no se imaginaba entregando a su hijo recién nacido para siempre. En cuanto a la opción de tener un bebé, ya había tenido que enfrentarse a esa realidad. La psicóloga le había entregado un bebé virtual, que era un aparatito, una especie de busca con el que se había visto obligada a vivir durante veinticuatro horas con un auténtico recién nacido que lloraba a todas horas, ensuciaba los pañales y, según la media nacional, costaba al menos doscientos cuarenta dólares a la semana durante dieciocho años. Además, estaba también la opción del aborto, un procedimiento legal y seguro.

Miró por la ventanilla el gris paisaje invernal que atravesaban. Tener un hijo era la clase de sueño que todo el mundo esperaba cumplir en algún momento. Pero no en cuestión de meses. Al cabo de siete meses, terminaría el instituto. En un año, a lo mejor ya había averiguado qué pensaba hacer con su vida. Y cuando hubieran pasado cinco años, seguramente ni siquiera tendría ganas de recordar ese día.

Miley: Gracias por estar haciendo todo esto -le dijo a su madre-.

Sophie: No tienes por qué agradecérmelo.

Miley: Me gustaría que me dijeras de verdad cómo te sientes.

Sophie: Miley, no puedo decírtelo porque la verdad es que no lo sé. No es fácil enfrentarse a esta situación.

Miley: Tú te quedaste embarazada a los diecinueve años, te casaste con papá y me tuviste. ¿Habrías preferido no haberlo hecho? ¿Crees que fue un error? ¿Te arrepientes de haber tenido a Max, o de lo que ha pasado en estos últimos dieciocho años?

Sophie: Por supuesto que no. Tenerte a ti fue lo mejor y lo más difícil que he hecho nunca. Ir a la universidad y hacer las prácticas no era nada comparado con conseguir que durmieras por las noches y que no te ocurriera nada. Y lo único que lo hacía soportable era que tenía a tu padre, a mi marido, a mi lado para apoyarme.

Miley: Pero ahora que os habéis divorciado nuestras vidas son deprimentes.

Sophie: Nuestras vidas han cambiado, pero no son deprimentes.

«Habla por ti», pensó Miley. Ella sí que estaba deprimida.

Su madre le acarició el dorso de la mano.

Sophie: No me arrepiento de nada de lo que he hecho en los últimos dieciocho años. Éramos una familia feliz, pero tu padre y yo dejamos de ser felices estando juntos. Es algo que ocurre a veces -se interrumpió-. A lo mejor deberías volver a considerar la posibilidad de hablar con Logan.

Miley: De ninguna manera.

Esa decisión había sido fácil de tomar. Logan tenía un ego descomunal y una peligrosa afición a la cerveza y a cosas peores. Vivir con él sería como tener que criar a dos niños.

También había pensado mucho en lo que sería criar un hijo ella sola. Para una madre soltera sin estudios universitarios y con poca experiencia laboral, representaría todo un desafío. La psicóloga se lo había explicado muy bien: el compromiso era total. Criar a un hijo sola significaba prescindir de otro par de manos para ayudarte, significaba no poder contar con un segundo ingreso para llegar a fin de mes y no tener un hombro en el que apoyarse en los momentos difíciles. Una madre soltera, incluso en un caso como el suyo, en el que contaba con una familia dispuesta a apoyarla, en última instancia, dependía únicamente de ella misma. A Miley, eso era lo que más le asustaba, pensar que podía fallar a aquel niño, pensar que sin querer, podía terminar haciéndole daño por culpa de su ineptitud y su falta de preparación, podía convertir a un niño inocente en la víctima de su propia estupidez. Y, de acuerdo, también estaba siendo egoísta. Sabía que si tenía a ese hijo, tendría que poner fin a su juventud. No estaba preparada para renunciar a la libertad y a la aventura, a los conciertos, a salir por las noches, a conocer el mundo y, quizá, a convertirse en una fotógrafa famosa.

En la clínica, un edificio sorprendentemente acogedor situado a sólo unas manzanas del hospital, recibió nuevos consejos. Le explicaron exactamente lo que podía esperar, la progresión exacta de los acontecimientos. Al cabo de veinticuatro horas, dejaría de estar embarazada. Estaría... vacía. Era una auténtica agonía preguntarse si estaba haciendo lo que debía. Pensó en Sarah, cuya madre había tenido que enfrentarse al mismo dilema. Pensó en su prima Vanessa, que no habría nacido si su madre hubiera decidido no tenerla. Una vez terminado aquel proceso, no podría dar marcha atrás, y la irreversibilidad de todo aquello la hizo estremecerse.

La sala de espera estaba medio llena. Había una mujer con la mirada clavada en el suelo, como si le avergonzara lo que estaba a punto de hacer. Otra se reclinaba en su asiento con aspecto de desesperación. Había otra que parecía absolutamente furiosa. Dos chicas más jóvenes que Miley y, a juzgar por su parecido, hermanas, susurraban y reían, probablemente por culpa de los nervios. Por lo que a ella concernía, uno no se dedicaba a estar de cháchara con un tema como aquél.

Había que rellenar unos formularios y firmarlos. En ellos se reconocían los riesgos que se asumían y se eximía a la clínica de toda responsabilidad en el caso de que se produjera algún percance. A Miley le pareció terrorífica la forma de expresarlo. Su madre le acarició la espalda, como solía hacer cuando Miley era pequeña.

Sophie: Todo saldrá bien. He estudiado las estadísticas. Los riesgos son menores que cuando se lleva el embarazo a término.

Miley asintió, esperando recibir una señal de los cielos, cualquier cosa que le indicara lo que tenía que hacer. Pero los minutos continuaban pasando lentamente sin que recibiera señal alguna. Esperó junto a su madre hasta que la llamaron. Se levantaron juntas y se abrazaron.

Sophie: Te quiero, cariño -susurró su madre-.

Miley: Ahora nos vemos.

Sophie: Estaré aquí esperándote.

Miley: De acuerdo.

Retrocedió, tomó aire y cruzó la puerta.

Greg continuaba caminando con impaciencia. Le sorprendía no haber dejado un surco en el suelo con tanto paseo. ¿Dónde demonios estaban?

Podía oír la televisión en la habitación de al lado, conversaciones en las que se intercalaban las risas enlatadas. Max estaba en una edad en la que no discriminaba: podía ver cualquier cosa con tal de que la emitieran por televisión.

Por alguna razón tenía ganas de llorar. Sabía que en realidad debería sentirse aliviado. Miley regresaría a casa habiendo dejado de estar embarazada y su vida volvería a la normalidad.

Aunque, dada su situación, tampoco podía decirse que la normalidad fuera una gran cosa, pensó mientras oía en la televisión un anuncio de un producto con el que combatir los hongos de las uñas de los pies. Allí estaba él, en medio de su vida, empezando de nuevo. Por supuesto, no echaba de menos la locura y la ingenuidad de la juventud para salir adelante. Pero sí la rutina de las preocupaciones sobre los niños y el trabajo.

E incluso la terrible soledad que lo perseguía cuando permanecía en la cama despierto por las noches.

Había una cosa que sí sabía sobre sí mismo y era que no le gustaba estar solo. Era algo que le resultaba imposible. Sophie solía decirle que, al ser el hermano pequeño, no estaba acostumbrado a conformarse con su propia compañía.

Sophie, Sophie, Sophie. Sophie le hablaba sobre un montón de cosas. Era abogada, se le daba bien hablar.

Metió la mano en el bolsillo trasero del pantalón y sacó la tarjeta que Ashley Tisdale le había dado. En ella aparecía una rueda hidráulica, que era el símbolo de Avalon, la propia Ashley Tisdale y tres números de teléfono más una dirección electrónica. Greg giró la tarjeta y vio que Ashley había escrito en ella, «¡Bienvenido!». ¿Sería un gesto que tenía con todos los recién llegados al pueblo o algo especial para él?

El sonido de un coche le sobresaltó y guardó rápidamente la tarjeta. Abrió la puerta bruscamente y salió.

Greg: ¿Ha ido todo bien? -preguntó mientras Sophie salía del asiento del conductor de un coche alquilado-.

Sophie asintió con expresión seria.

Sophie: Miley está bien.

Las manos le temblaban mientras le invadía una intensa oleada de alivio. Greg abrió la puerta del lado de los pasajeros y salió Miley. Tenía un aspecto inesperadamente bueno, las mejillas sonrojadas y los ojos brillantes.

Greg: Déjame ayudarte a entrar.

Miley: Espera un momento, necesito decirte algo.

Greg miró a Sophie. Su fría expresión no le indicaba nada.

Miley: Papá, no lo he hecho -había un deje de nerviosismo casi histérico en su voz-.

Greg: ¿Qué no has hecho?

Miley: He cambiado de opinión. Voy a tener a este bebé.




¡Qué valiente, Miley!
Has tomado la decisión correcta 😊

¡Gracias por leer!


2 comentarios:

Lu dijo...

Me encantó!
Que bueno que tomó la decisión correcta.

Me pregunto que pasará entre Ashley y Greg...

Sube pronto

Maria jose dijo...

Que bien que miley hace lo correcto
Me gusto mucho el capitulo
Siguela pronto


Saludos!!!

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