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miércoles, 26 de julio de 2017

Capítulo 28


Vanessa estaba intentando recrear una escena que apenas recordaba. Tal como le había dicho a Zac por teléfono, aquél era un día perfecto para trabajar en el libro. Se había despertado en medio de un mundo iluminado por el reflejo del sol sobre la nieve recién caída y había llamado a todos aquellos a los que había prometido llamar cada día: a Ashley, Leslie, Olivia y Zac. Les había llamado porque sabía que si no lo hacía, llamarían ellos.

Era un día perfecto para trabajar. Encendió la estufa de leña y colocó la tetera encima para que hirviera el agua. Abrió las cortinas para disfrutar de la vista del lago, una vasta extensión blanca con una isla diminuta en el centro, también cubierta de nieve. Se preparó el té y se puso unos vaqueros y un jersey. Se sentó en el sofá, delante del fuego, encendió el ordenador portátil y...

Nada.

Era terrible.

Estaba en un entorno ideal, sola con sus pensamientos y recuerdos, y parecía incapaz de escribir. Cuando intentaba forzarlas, las palabras no acudían a su mente, o sonaban trilladas.

No entendía lo que le pasaba.

Ni siquiera se sentía como si fuera la misma persona que escribía las columnas para el periódico justo antes de la hora de cierre. Las palabras escapaban entonces de sus dedos y capturaban la escena con la misma nitidez que una fotografía. Después, escribía la receta para ilustrar lo que decía. Entonces apenas tenía tiempo para nada, escribía la columna deprisa y corriendo, pero la entregaba sintiéndose confiada y satisfecha.

En aquel momento, sin embargo, tenía todo el tiempo del mundo, pero estaba nerviosa, insegura. Al principio, ponía como excusa el hecho de que hubieran ardido las recetas manuscritas de su abuela en el incendio. Sin poder apoyarse en ellas, ¿cómo iba a revivir el pasado?

Pero no había tardado en admitir que eso era sólo una excusa. Sobre todo después de que el Troubadour hubiera dado cuenta del incendio y Ashley hubiera solicitado fotografías y recuerdos a todo el que pudiera ofrecerlos. Al volver de Nueva York, había descubierto con asombro que Ashley había recopilado varias cajas de objetos: una fotografía aquí, la página de un libro allá, una antigua lista de productos de la panadería, un par de álbumes de fotografías del instituto, uno de ellos de la época en la que estudiaba allí Anne... La mayor parte de los objetos iban acompañados de una nota, sentimos mucho tu pérdida, y algunos también con alguna donación económica que Vanessa había llevado inmediatamente a la iglesia. Y todo ello de los habitantes de aquel lugar del que tantas ganas tenía de marcharse, de un lugar que consideraba cerrado y provinciano. A lo mejor Zac tenía razón, después de todo. A lo mejor estaba en el lugar al que realmente pertenecía.

Aun así, Martin Greer le había encomendado una tarea que no se parecía nada a lo que había hecho hasta entonces. No bastaba con las recetas y las imágenes de la panadería. Tenía que examinar la historia de su familia a un nivel más profundo. Quería detalles y sentimientos, algo que no necesitaba para escribir sus columnas. Quería patetismo: el abandono de su madre, la ausencia de su padre y su repentina aparición. Y aunque Greer sólo había mencionado a Derek de pasada, también se había olido la tragedia en aquel episodio de su vida. Pero Vanessa no sabía si sería capaz de encontrar las palabras adecuadas para hablar de aquello.

Frustrada, se levantó del sofá y comenzó caminar. Encendió la radio.

Desde allí sólo se oía una emisora con claridad. La selección de canciones era antigua y aburrida, pero a veces aquel murmullo de fondo era preferible al silencio. Continuó caminando por la habitación mientras sonaba en la radio My Sharona y ni siquiera le entraron ganas de bailar. La canción fue seguida por un anuncio local, bastante chapucero. «Palmquist, el joyero de tu familia desde 1975», concluía el anuncio.

En 1975, la madre de Vanessa era una joven atractiva y después de salir del instituto trabajaba en la joyería como dependienta. Era ambiciosa, le habían contado sus abuelos, trabajaba en la joyería por las tardes y por las mañanas en la panadería. Hasta Jane recordaba aquel rasgo de Anne, siempre estaba intentando salir adelante.

Vanessa hojeó el libro del instituto intentando encontrar una fotografía de su madre. Anne transmitía una energía y una valentía que, según Leslie, atraían a la gente hacia ella. Vanessa no se parecía en eso a su madre. A lo mejor si se hubiera criado con ella, habría aprendido también a ser valiente.

¿Pero de verdad quería ser como Anne? ¿Quería ser tan amante de la aventura como para terminar dejando su casa para siempre?

Ness: Espero que seas feliz, estés donde estés -le dijo a la chica que salía en la fotografía-.

Notó entonces un olor metálico y comprendió que ya estaba hirviendo el agua de la tetera que había colocado sobre la estufa. Se puso un guante de cocina y llevó la tetera al fregadero para añadirle el té. El silbido de la tetera despertó a Rufus que estaba durmiendo frente a la chimenea.

Ness: Lo siento, chico.

Aquel olor a hierro y a vapor le hizo evocar un recuerdo distante. Cerró los ojos. Revivió entonces con detalle una antigua escena del pasado. La cocina olía a hierro y a vapor y en la radio sonaba una canción familiar, 867-5390/Jenny.

Viajó hasta el pasado, su imaginación se adentró en aquella escena que había estado intentando revivir desde hacía años. Era invierno y ella era muy pequeña. Estaba sentada en la mesa de fórmica con una taza de chocolate. La taza tenía forma de cabeza de elefante, las orejas eran las asas.

Su madre permanecía junto a los fogones, moviéndose al ritmo de la música. Cada vez que la canción decía «Jenny, Jenny», se volvía hacia Vanessa y la señalaba, haciéndole reír.

Ness: ¿Qué estás haciendo? -le preguntó mirando hacia la cazuela que estaba en el fuego-.

Anne: Una fortuna -contestó riendo-.

Ness: ¿Qué es eso?

Anne: Ya lo averiguarás cuando seas mayor.

Ness: ¿Puedo ayudarte?

Vanessa se levantó de la silla y comenzó a avanzar con sus zapatillas de Winnie the Poo hacia los fogones.

Anne: No -respondió con voz firme-. Está muy caliente. No toques nada. Son plomos para pescar.

Vanessa continuó observando a cierta distancia. Las ventanas estaban abiertas, su madre decía que para que no se acumulara el humo. Después, vertió el líquido oscuro que había estado calentando en la cazuela sobre una bandeja y continuó bailando hasta el final de la canción. Estaba muy guapa y parecía feliz.

Anne: Creo que voy a salir a celebrarlo. 

Ness: No, mamá -protestó-, siempre te vas.

Anne: Y siempre vuelvo. Ahora, esperaremos hasta que esto se enfríe. Después, guardaremos los plomos en la caja de pesca del abuelo. Y tendrás que tener mucho cuidado de no perder ninguno.

Sonó algo en la cocina y Vanessa abrió los ojos. Pestañeó con fuerza mientras se acostumbraba a la intensa luz que se filtraba por las ventanas. Probablemente, aquél era el recuerdo más nítido que tenía de su madre y había revivido aquella escena en más de una ocasión. Pero había algo que continuaba escapándosele, algo que no conseguía atrapar. A pesar de todos sus sueños y ambiciones, a pesar de las ganas de ser rica y conocer mundo, Anne todavía continuaba pescando con su padre en invierno, cuando para conseguirlo tenían que agujerear el hielo.

Vanessa se preguntó cómo estarían aquellos plomos caseros, en el caso de que estuvieran todavía en alguna parte, y si serían tal como ella los recordaba. A lo mejor continuaban en la caja de pesca de su abuelo, sin dejarse afectar por el paso del tiempo. Se puso la cazadora, los guantes y las botas y salió al cobertizo en el que guardaba todo aquello que habían conseguido rescatar del fuego. Estaba todo nevado y tenía que caminar alzando mucho las piernas para sortear la nieve. Rufus corría junto a ella, dejando sus huellas en la nieve. La zona estaría en estado de emergencia por nevadas durante dos días, quizá más, de modo que sólo podrían circular vehículos cuando fuera completamente imprescindible.

Tuvo que cavar una zanja con sus propias manos delante de las puertas del cobertizo para poder abrirlas. Una vez dentro, buscó entre las cajas hasta encontrar la que contenía el equipo de pesca de su abuelo, que se había salvado del fuego porque estaba dentro de un armario en el cuarto de la lavadora. La acercó a la puerta para poder aprovechar la luz, dejó la caja en el suelo y la abrió, desplegando todas las bandejas con los anzuelos oxidados y otros objetos derretidos por el calor del fuego que seguramente en otro tiempo habían sido cebos y boyas de plástico. Habían sobrevivido algunos plomos, pero la mayor parte se habían derretido. El plomo fundido se había extendido en el fondo de la caja y se había endurecido. Encontró también en el fondo un puñado de guijarros con aristas afiladas. Vanessa se quitó un guante ayudándose con los dientes y tomó uno de ellos; descubrió entonces que no era un simple guijarro. Era demasiado simétrico. Lo frotó contra sus pantalones y lo guardó en el guante. Encontró una navaja e intentó levantar el plomo derretido.

En el silencio de aquel paisaje nevado, su grito ahogado sonó como un aullido de desesperación. Cerró la caja y corrió a toda velocidad hacia el interior de la cabaña. Era una locura. Una completa locura. Tenía que estar equivocada. No podía ser cierto. Pero en el fondo, sabía cuál era la verdad.

Corrió al interior de la cabaña. Dejó pasar a Rufus y se quitó el anorak y las botas. Después se sentó a la mesa y limpió algunos de aquellos guijarros lo mejor que pudo, intentando imaginar qué podía proponerse su madre y rezando para que hubiera alguna explicación inocente para lo que acababa de encontrar. Pero a medida que pasaba el tiempo, iban creciendo sus sospechas. Intentó encontrar la mejor manera de explicarle a Zac lo que había encontrado sin dar la impresión de haberse vuelto loca. La mano le temblaba mientras marcaba el teléfono de la comisaría. El ayudante de Zac le dijo que no estaba disponible, a no ser que se tratara de una emergencia.

Ness: No es una emergencia. Por lo menos, no es algo muy urgente. Pero, por favor, dile que me llame en cuanto pueda.

Colgó el teléfono y marcó el número de Ashley, que tampoco estaba disponible. En un día de nieve, los funcionarios públicos estaban ocupados, intentando proteger a sus vecinos. Probó con la panadería. Cuando había llamado a Leslie, ésta le había dicho que abrirían más tarde y cerrarían antes.

Leslie contestó la llamada.

Leslie: Panadería Sky River.

Ness: Soy Vanessa, ¿va todo bien?

Leslie: Claro que sí -Se adivinaba una sonrisa en su voz-. De hecho, estamos muy ocupados. Sólo ha venido Mariel Gale. La verdad es que no podemos hacer gran cosa porque hay muchos sitios cerrados. ¿Tú cómo estás?

Ness: Rodeada de nieve, pero estoy bien. Mira, ¿está Zac por allí?

Leslie: No, no le he visto.

Ness: ¿Y Ashley?

Leslie: Tampoco. ¿Pero qué necesitas, cariño?

Vanessa tragó saliva y se esforzó en parecer tranquila.

Ness: He estado revisando algunos de los objetos que se salvaron del incendio y he encontrado algo... Bueno, creo que es algo que hizo mi madre hace mucho tiempo. Leslie, no sé cómo contarte esto. Creo que he encontrado una fortuna en diamantes en la caja de pesca de mi abuelo -se interrumpió-. Dime que no crees que esté loca.

Se hizo un silencio tan largo que, por un momento, Vanessa pensó que se había cortado el teléfono. Pero llegaron después hasta ella los sonidos lejanos de la panadería, la campanilla de la puerta, el pitido de la caja registradora, un murmullo de voces.

Ness: Leslie, ¿has oído lo que he dicho?

Leslie: Sí, te he oído.

Leslie sabía algo. Vanessa lo detectó en su voz.

Ness: Tienes que decírmelo -le pidió-. ¿Mi madre robaba en la joyería en la que trabajaba?

Leslie: No, cariño. Tu madre jamás robó nada en la joyería -se hizo una pausa-. Esos diamantes... fueron lo que pidió a cambio de mantener la identidad de tu padre en secreto.




¡Diamantes! 😮
¡Vanessa es rica!

¡Gracias por leer!


2 comentarios:

Lu dijo...

Wowwww que capítulo!!
Así que la madre de Ness pidió diamantes.
Que intriga me da todo.


Sube pronto

Maria jose dijo...

Wooww que gran descubrimiento de vanessa
Le deje bueba herencia jaja
Capitulo muy interesante
Siguela pronto
Saludos!!!

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