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jueves, 20 de julio de 2017

Capítulo 25


1998

Querida mamá:

Estoy comprometida con Derek. Ya sé que, si en realidad te importara, dirías que soy demasiado joven para comprometerme, pero hemos optado por un compromiso a largo plazo porque él no quiere dejarme sola en una base del ejército, lejos de casa. Lo más lógico es que nos casemos cuando Derek haya dejado el ejército. La abuela no está muy bien y necesita que esté cerca y Derek está dispuesto a instalarse en Avalon y hacer aquí su vida. La abuela está encantada con él. Se pasa el día diciéndome lo maravilloso que es y el gran marido que será. Cuando vino el año pasado, elegimos las alianzas de matrimonio en Palmiquist's. Las hemos pagado a plazos. Hace poco que las he traído a casa y cuando las veo siento algo extraño en el estómago, ¿nervios, quizá? Supongo que es porque al ver las alianzas el futuro me parece más real.

De todas formas, no vamos a precipitarnos. Las alianzas tendrán que esperar. Todo tendrá que esperar. Han movilizado a Derek y como ahora forma parte de los Rangers, no puede decir dónde está porque sus misiones son secretas. Tenía cuarenta y ocho horas para despedirse de mí. Zac y yo le hemos acompañado a la estación. Zac ahora es jefe de policía, ¿te lo he contado? Se graduó en la academia y está trabajando en Avalon. Creo que su familia está horrorizada, es el único hijo del senador Efron y se supone que debería estar haciendo algo más importante que trabajar como policía en un pueblo, pero ésa es otra historia. Se supone que ahora estoy hablando de Derek. Mi prometido. Mi prometido. Cuando lo escribo, me parece algo muy serio. En la estación, Derek me prometió que volvería de una pieza. Yo tuve que hacer un esfuerzo enorme para no llorar, pero Derek era todo sonrisas. Está completamente entregado a su misión.

Esta vez venía con una nueva noticia: le ha pedido a Zac que sea el padrino de nuestra boda y, por supuesto, él ha aceptado. También le ha pedido que se haga cargo de mí mientras él no esté. Sus palabras exactas han sido: «Cuida de ella, Zac. Ya sé que suena anticuado, pero lo digo en serio. Cuida de ella».

Zac ha dicho que lo haría, como si fuera a tener opción.

¿Por qué pensarán los hombres que tienen que cuidar a las mujeres? Estamos casi en el siglo XXI y desde que tengo diecisiete años he estado dirigiendo una panadería. Creo que he demostrado que soy capaz de cuidar de mí misma. Me parece un gesto muy dulce por parte de Derek, pero también un poco posesivo.

Y después me ha dado un beso tan largo y tan ardiente que casi me asfixia. No me interpretes mal, yo también quería que me besara. Es un soldado y estaba a punto de marcharse. Quería que dejara alguna huella en mí. Sin embargo, mientras me besaba, yo sólo podía pensar en que estábamos rodeados de gente mientras él me besaba como si no hubiera mañana. Me habría gustado que su beso me hubiera hecho olvidarme del mundo, pero mi mente continuaba pendiente de cuantos nos rodeaban. Después, Derek ha subido al tren y se ha despedido de mí con un «hasta luego, cariño», como si se fuera al pueblo de al lado en vez de al otro extremo del mundo. Y luego se ha ido.

Mientras el tren se alejaba de la estación, no he sido capaz de volverme hacia Zac. No podía. Tenía miedo de lo que podía ver en sus ojos.

¿Alguna vez has tenido ese sentimiento, mamá? ¿Has tenido la sensación de que si ves algo, te verás obligada a reconocerlo y todo cambiará?

Así que Derek está ahora al otro lado del océano, haciendo cosas que ni siquiera puedo imaginar y la vida continúa. Dirijo la panadería y cuido de la abuela. Últimamente no veo mucho a Zac. Él sigue saliendo con muchas chicas y trabajando duro. Me llama de vez en cuando para preguntar por la abuela y la panadería, supongo que intentando cumplir con la promesa que le hizo a Derek.

Lo que no sé es por qué me estoy cuestionando todo. Derek me quiere y yo le quiero. Cuando nos casemos, quiere vivir con la abuela durante todo el tiempo que ella nos necesite. Tiene un padre encantador y yo quiero a Bruno como si fuera mi propio padre. Cada vez que nos vemos, Bruno me envuelve en un fuerte abrazo. Huele a gomina para el pelo y a chicle de menta y siempre me dice que Derek tiene el corazón de un león.

Y Derek está muy seguro de nuestro futuro. Sabe, sin ninguna sombra de duda, que soy la mujer para él y que siempre lo he sido. Dice que lo sabía desde que éramos niños.

Me gustaría poder decir lo mismo, pero, ¿sabes una cosa? Todavía no lo sé.

Todos los años me digo lo mismo, mamá, que por fin he crecido y ya no te necesito. Y de pronto, me descubro a mí misma deseando que estés cerca porque tengo muchas preguntas que hacerte. ¿Cómo puedo saber si estoy haciendo las cosas bien? ¿Hay alguna forma de saberlo, o lo que tienes que hacer es seguir adelante, esperar lo mejor y rezar para que todo no sea un gran error?

¿Qué sentido tiene desear algo que nunca he podido tener? Y aquí está el quid de la cuestión. A lo mejor me equivoco, pero no lo creo... Y estoy empezando a pensar que Zac siente lo mismo que yo. Y está tan asustado como lo estoy yo.


El presidente Clinton estaba siendo entrevistado en la radio. Hablaba de la intervención de los Estados Unidos en la guerra de Kosovo y Zac quería escucharle porque sospechaba que era allí adonde habían destinado a Derek. Pero en vez de prestar atención a la radio, se volvió hacía Naomi, su novia. Bueno, en realidad había dejado de ser su novia diez minutos atrás. Una vez más, las cosas no habían funcionado.

Naomi: Eres un auténtico cerdo -le dijo poniéndose la camiseta para cubrir sus senos. Cuando volvió a asomar la cabeza por el cuello de la camiseta, le fulminó con la mirada-. Un completo y auténtico cerdo.

Zac se preguntó una vez más por qué se tomaría tantas molestias. Había iniciado aquella relación pensando, esperando, que fuera la definitiva, que Naomi fuera la chica que estaba buscando. Pero las cosas se habían ido deteriorando de forma inevitable. Desear que una relación funcionase no era suficiente.

Cansado, apartó las sábanas, se levantó y se puso los pantalones cortos. Que a uno le dejaran ya era suficientemente humillante. Lo menos que podía hacer para preservar parte de su dignidad era vestirse.

Zac: Nunca he querido hacerte daño.

Eran tantas las veces que había pronunciado aquellas palabras que estuvieron a punto de atragantársele.

Clinton estaba explicando en aquel momento que la nación estaba en una situación económicamente estable, que habían conseguido equilibrar el presupuesto, y había llegado el momento de mirar hacia el exterior y luchar para mantener la paz en el mundo.

Naomi: Ni siquiera me has visto. Ni siquiera sabes cómo soy.

Dios. Tenía razón. Zac no sabía quién era Naomi. De lo único que estaba seguro era de quién no era.

Zac: Lo siento.

Y era cierto. Lo sentía por ella, pero lo sentía también por sí mismo. Y lo sentía porque continuaba aspirando a algo que no podría tener.

Naomi se marchó sin decir una sola palabra. Era una mujer maravillosa que iba a sufrir por él. Se odiaba a sí mismo por hacer eso, por infligir heridas a quien no se las merecía. Pero para cuando Naomi estuvo de nuevo en la carretera, de camino hacia Nueva York, Zac ya casi había olvidado cómo se habían conocido. ¿Había sido en un concierto de verano en Woodstock, o en un bar de Kingston? A lo mejor era una de las mujeres que le había enviado su madre. Aunque su padre nunca le había perdonado que decidiera ser policía y mudarse a Avalon, su madre continuaba intentando hacerle entrar en razón. Le presentaba a chicas sofisticadas y de buena familia como si fueran una especie de ofrenda.

Debería renunciar definitivamente a las mujeres. Pero eso era imposible. Las mujeres eran como el aire, necesarias para sobrevivir.

Pero podría conseguirlo. Todo era cuestión de concentrarse y ser disciplinado. Y ambas eran cosas que se le daban bien. Había rasgos de su personalidad que tenía muy desarrollados y que empleaba cada día en el trabajo. Debería resultarle fácil extrapolarlos a su vida privada. De hecho, ni siquiera necesitaba tener una vida privada. Lo que debería hacer era centrarse en aquello que se le daba bien, en su trabajo como policía. Investigar delitos, intervenir en situaciones críticas, velar por la seguridad de sus vecinos y llevar a los delincuentes ante la justicia era lo que había querido hacer siempre. Y ahí estaba el truco. En centrarse en el trabajo.

Cada día, mientras se vestía para la reunión matutina con los hombres que tenía al mando, pensaba en lo irónico que era estar poniéndose el chaleco antibalas. Era su padre el que había conseguido que se subvencionara el equipo de protección de la policía local y casi le resultaba gracioso que David Efron mostrara interés por proteger a su hijo cuando éste se había convertido ya en un hombre adulto.

Zac intentó aferrarse a su propósito, concentrarse en aquello que se le daba bien. Trabajaba a todas horas para los buenos vecinos de Avalon, y también para los malos. A veces pensaba que era una locura haber decidido vivir en Avalon, convertido en un espectador del noviazgo de Vanessa y de Derek, pero sentía una conexión profunda con Avalon. Era allí donde había descubierto siendo todavía un niño lo que era la libertad.

Empleaba el tiempo libre que tenía en estudiar diferentes formas de mediación, administración y relaciones comunitarias. Adoptó perros abandonados y empleó mucho tiempo en domesticarlos. Todas las noches, al salir del trabajo, revisaba el correo electrónico. Derek era un corresponsal ideal y con él la comunicación era instantánea. Zac se enteraba de algunas noticias antes de que aparecieran en los informativos. Derek ofrecía una vivida imagen de su vida en un lugar secreto, una vida que parecía consistir en incomodidades físicas, periodos de aburrimiento y subidas brutales de adrenalina en el momento en el que pasaban a la acción. Derek terminaba todos y cada uno de sus correos con una nota que hacía referencia a Vanessa: cuida a mi chica, cómete un kolache por mí, dile que volveré antes de lo que piensa.

Últimamente, su batallón había tenido que desplazarse y los correos de Derek eran menos frecuentes. Estaba participando en operaciones nocturnas, a menudo transportado junto a su batallón en helicóptero. Tenía problemas de estómago, pero lo ocultaba porque no quería que eso le impidiera entrar en acción, algo muy típico de Derek.

Zac estaba una noche en el patio, dejando que los perros disfrutaran de sus últimas carreras cuando oyó que sonaba el teléfono. Aunque eran más de las diez, le gustaba quedarse hasta tarde con los perros para compensar las muchas horas que pasaban solos cuando él estaba trabajando. Les tiró una vez más la pelota y corrió hacia la cocina, limpiándose las manos en los vaqueros. Buscó el teléfono portátil, pero para cuando lo encontró, ya era demasiado tarde y se había conectado el contestador. Escuchó el mensaje maldiciendo con impaciencia.

**: Soy yo.

Y no tuvo que preguntarse quién era. Normalmente, Vanessa habría saludado con alegría, pero aquella noche había algo especial en su voz. Algo que le heló a Zac la sangre en las venas.

Ness: Por favor -continuó diciendo-, necesito que vengas. Por favor.

Zac olvidó por una noche que era un policía que estaba a cargo de la seguridad de sus vecinos y condujo saltándose los límites de velocidad y todas las señales de stop como si estuviera siendo perseguido por mil demonios. Aparcó en el camino de entrada a la casa, salió del coche y subió los escalones de dos en dos.

Vanessa le estaba esperando en la puerta. Y Zac supo lo que ocurría antes de que dijera una sola palabra. Le bastó verle la cara para adivinarlo: Derek.

Vanessa estaba bebiendo champán; prácticamente ya había vaciado la botella que había estado guardando para celebrar el regreso de Derek. Sacudió la cabeza en silencio y pareció derretirse contra él mientras presionaba la mejilla contra su pecho. Zac dejó la copa a un lado y la abrazó. Vanessa no lloraba, no emitía sonido alguno, pero estaba temblando de la cabeza a los pies.

Zac: Dímelo -susurró mientras le colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja-. Puedes decírmelo.

Ness: Todavía no.

Si Zac tenía todavía alguna esperanza de haberse equivocado, la esperanza murió en ese mismo momento.

En circunstancias normales, Vanessa y él trataban de evitar todo tipo de contacto físico. Era como un acuerdo tácito entre ellos que parecían haber establecido el día que se había comprometido con Derek. Zac y ella juntos eran explosivos, siempre lo habían sido. Cuando estaba cerca de ella, Zac sentía cómo ardía su piel y el mundo parecía reducirse al espacio que Vanessa ocupaba. Y Vanessa seguía siendo territorio prohibido.

Sin embargo, aquella noche, las circunstancias estaban muy lejos de ser normales y aquel abrazo, abierto y crudo, era el único lugar de la tierra que quería habitar en aquel momento.

Respiraban al unísono. Conmovidos por una ternura cargada de dolor, intentaban escapar el uno en el otro para no tener que hacer el siguiente movimiento, para no tener que enfrentarse a lo que había sucedido.

Al cabo de un rato, fue Vanessa la que se separó.

Ness: Hay más champán -indicó, señalando hacia la cocina-.

Zac se sentía como si estuviera en medio de un incendio mientras se dirigía hacia la despensa. Encontró otra botella de champán y la descorchó. Le parecía terrible estar bebiendo champán, era como estar en medio de una celebración, pero aun así, lo hizo. Sabía que aquélla era una de las botellas que le habían enviado sus padres a Derek para felicitarle por su compromiso. Una Krug Blanc de Blanc, una botella de la que sólo había unos miles de ejemplares en todo el mundo. Zac bebió el champán a temperatura ambiente, directamente de la botella. Después fue a buscar de nuevo a Vanessa. Tan pálida, con el pelo tan negro y los ojos tan oscuros le recordó a Blancanieves. Una Blancanieves angustiada, presa de una tristeza tan profunda que Zac casi podía sentirla en su pecho.

Zac: ¿Tu abuela...?

Ness: Está durmiendo. Estaba profundamente dormida cuando ha llamado Bruno. Todavía no sabe nada y creo que prefiero esperar a mañana para decírselo -miró hacia el pasillo que conducía a la habitación de su abuela-. Vamos a hablar arriba. No quiero despertar a mi abuela.

Zac se sentía como si fuera de madera mientras la seguía. Después de sufrir el derrame cerebral, la abuela de Vanessa ya no había podido volver a subir al piso de arriba, así que Vanessa le había montado un dormitorio en la planta baja. Había transformado el piso de arriba en su refugio privado. Allí pasaba mucho tiempo escribiendo y esperando a Derek y era allí donde pensaban vivir cuando se casaran. Después de la boda... Con mano temblorosa, Zac bebió otro sorbo de champán.

Cuando Vanessa por fin pudo hablar, su voz sonaba débil. Hablaba con incredulidad, recitaba la noticia como si la hubiera repasado una y otra vez en la cabeza, como si hubiera memorizado el horror.

«Sufrieron un percance con un helicóptero. No hay ningún superviviente del batallón de Derek».

Zac no se sentía conmocionado por la noticia. Sólo experimentaba una lóbrega y terrible sensación de fatalidad. Se terminaron la botella de champán y abrieron otra.

Ness: Iban diecisiete soldados en un helicóptero, en Kosovo. El helicóptero ha caído en un barracón y no ha habido supervivientes. Todavía no han dado una lista oficial de las víctimas, pero Bruno ya lo sabe. Recibió una llamada telefónica de alguien del batallón -dijo con la voz rota-. No es oficial, todavía tienen que hacer un informe oficial...

Pero no ha habido supervivientes.

Se instaló un frío glacial en el interior de Zac. Derek. Su mejor amigo. Su hermano de sangre. El mejor tipo del mundo. Durante unos segundos, Zac no fue capaz de respirar.

Vanessa alzó la mirada hacia él. Su rostro reflejaba su agonía.

Zac odiaba pensar que estaba sola cuando había recibido la llamada.

Zac: El padre de Derek...

Ness: Está con sus hermanas en Nueva York. Supongo que iré... que iremos a verle. Oh, Dios mío. ¿Habrá un funeral?

Zac: No lo sé. Cómo voy a saber cómo funcionan este tipo de cosas.

Acudían a su mente imágenes de Derek, un niño tontarrón de orejas grandes que se había convertido en un hombre al que todo el mundo adoraba. Habían compartido todos los momentos importantes de sus vidas: la caída de los primeros dientes, la pérdida de sus mascotas, las victorias y las derrotas deportivas, la graduación y, por supuesto, los campamentos de verano.

Zac se sentía como si le hubieran amputado un brazo.

Y aun así, abriéndose paso a través del vacío y la tristeza, había algo más. Algo relacionado con la culpa y la desolación. Con la ternura y la rabia.

Estudió el rostro de Vanessa durante largo rato. Tomó un pañuelo de papel y le limpió la cara. Después, la abrazó como no la había abrazado nunca, ni siquiera cuando ella prácticamente le había suplicado que lo hiciera. La rodeaba con los brazos como si la estuviera protegiendo de un ataque aéreo. La abrazaba de tal manera que sentía todo su cuerpo contra el suyo, podía sentir incluso los latidos de su corazón y, aun así, tenía la sensación de no estar todavía suficientemente cerca. La acarició como había soñado con acariciarla miles de veces: deslizó el pulgar a lo largo de la línea de su mandíbula, le hizo inclinar la cabeza hacia atrás y deseó besarla, ahogarse en ella y olvidar.

De alguna manera, el amor que ambos habían sentido hacia Derek había llegado a enredarse con lo que sentían el uno por el otro. Comenzaron a besarse. Era una locura, pero siguieron besándose. Se dirigieron hacia el dormitorio sin dejar de hacerlo, desesperados por escapar de la verdad, pero atrapados en ella, juntos, arropados por la oscuridad que se cerraba a su alrededor. Fueron dejando un reguero de ropa de camino al dormitorio y para cuando llegaron a la cama ya nada los separaba, nada en absoluto. Vanessa sabía a champán y a lágrimas mientras le rodeaba el cuello con los brazos y le besaba como si no fuera a separarse nunca de él. Era una locura. Vanessa estaba loca, los dos estaban locos, pero Zac sabía que Vanessa no le dejaría marchar.

Vanessa continuó abrazándole, pero dejó de besarle para susurrar:

Ness: Derek te dijo que cuidaras de mí, ¿cómo piensas hacerlo, Zac?


Sonó el teléfono. Su sonido penetró como un cuchillo afilado a través de la niebla del alcohol y el sueño. Vanessa se movió en la cama, gimió e intentó ignorarlo, pero continuaba sonando. La cabeza le pesaba como una piedra, le resultaba imposible levantarla. Al final, afortunadamente, el teléfono dejó de sonar y en el otro extremo de la habitación oyó el sonido de su propia voz en el contestador. Se estiró y encontró otro cuerpo cálido y desnudo bajo las sábanas... Unos brazos fuertes la retenían contra aquel cuerpo. Alguien suspiró contra su cuello. Oh, Dios santo. Zac. Se había acostado con Zac. Derek estaba muerto y ella se había emborrachado y se había acostado con Zac.

Iba a arder eternamente en el fuego del infierno.

Comenzó a hablar la persona que llamaba, y con una voz idéntica a la de Derek. Eso sólo podía significar que todavía estaba borracha, o soñando, porque Derek estaba muerto. Había muerto en un accidente de helicóptero.

Como una autómata, comenzó a caminar hacia la cómoda en la que el contestador continuaba emitiendo aquella voz tan dolorosamente familiar.

**: ... un error -estaba diciendo-. Mi nombre aparece entre las víctimas, pero yo no iba en ese helicóptero.

Vanessa soltó una carcajada. Las lágrimas empapaban su rostro mientras descolgaba el auricular.

Ness: Derek...

Había mucho retraso en la comunicación por la distancia.

Derek: Pequeña, me alegro de que hayas contestado. Ya sé que allí son sólo las cinco de la madrugada, pero quería que supieras que estoy bien. Acabo de hablar con mi padre. Hubo mucha confusión en el último momento. Pero yo no iba en ese helicóptero.

Vanessa no podía hablar. Apenas podía respirar. Temblaba de alivio mientras Derek le explicaba algo sobre que el informe de víctimas lo había transcrito un sargento... Mientras los demás estaban en el helicóptero, Derek estaba en la enfermería.

Derek: Hice una estupidez. No me llevé los protectores de los ojos y tengo una lesión en un ojo.

Zac: ¿Ness? -preguntó desde la cama-. ¿Quién es?

Vanessa se volvió para pedirle que se callara, pero ya era demasiado tarde.

Derek: ¿Qué está haciendo Zac allí a esta hora? -preguntó con la voz repentinamente endurecida-.

Y Vanessa supo en ese instante que probablemente Derek era consciente desde hacía mucho tiempo de lo que había entre Zac y ella.

Ness: Le pedí que viniera en cuanto me dieron la noticia. Es tu mejor amigo. ¿A quién querías que llamara, Derek?

Derek no contestó.

Derek: Van a licenciarme. Los Ranger no le ven mucha utilidad a un soldado con un solo ojo. Vuelvo a casa.

Vanessa continuaba de pie, desnuda, sintiendo todavía el calor de las caricias de Zac en la piel y con el teléfono en la mano cuando Zac cruzó la habitación para dirigirse a ella con el pelo revuelto y expresión confundida. E incluso en ese momento, Vanessa sintió una oleada de puro deseo mezclada con la vergüenza.

Y comprendió que no iba a ir al infierno. En realidad, ya estaba allí.




Ay, Ness...
Ni tenías clara tu vida antes ni la tienes ahora 😕

¡Gracias por leer!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Oh dios que buen capitulo
Quiero respuestas
Osea derek esta vivo??
Que paso con el
Ya quiero seguir leyendo!!!

Lu dijo...

Ay diossss!
Que tremendo todo.
Pero derek está vivo o no?
Con razón Zac y Ness no se llevaban bien...


Sube pronto

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