topbella

sábado, 3 de diciembre de 2016

Capítulo 9


Iban a echar a Ness de su casa y todo por culpa suya. Día tras día, o más bien noche tras noche, había estado allí para ayudarlo y él no había podido darle lo único que Ness le había pedido a cambio.

¿Cómo podía no haberse preparado lo suficientemente bien para la reunión de la junta, y menos aún habérsele olvidado? En circunstancias normales, habría vestido traje oscuro y habría llegado pronto para charlar con los demás. Habría ideado un argumento genial para presentarlo con dinamismo y naturalidad, como si se le acabara de ocurrir. Habría buscado el apoyo de la junta, en vez de obligarles a dárselo.

Pero, por el contrario, había llegado tarde, vestido con una camisa manchada de jarabe rosa y únicamente basándose en unas notas en sucio que expuso de memoria.

Había conseguido distanciar a todos los miembros presentes. Sí, ciertamente había presentado una demanda, pero no fue más que una formalidad. Todo lo que había hecho era darle un mes más antes de que la echaran para siempre.

Después de acostar a Alex y David, Zac empezó a pensar en cómo darle la noticia a Ness.

No llegaría a casa hasta mucho más tarde y Zac esperaba estar durmiendo cuando eso ocurriera. Tampoco quería dejarle un mensaje en el contestador, aunque temiera que cualquier miembro de la junta fuera a soltárselo.

Pero a la mañana siguiente no la telefoneó. Seguramente estaría a punto de meterse en la cama. ¿Por qué interrumpirle el sueño?, se dijo.

Los niños y él pasaron una mañana bastante aburrida en la que Zac no consiguió llevar a cabo muchas tareas, pero en la que tampoco perdió terreno. Ese era el día en que iba la asistenta a limpiar la casa y Zac estaba contentísimo de poder recuperar el aspecto inmaculado de su apartamento.

Stephanie llegó a las dos, justo en medio de la siesta. Nada más ver a su cuñada, Zac respiró aliviado. Parecía que las cosas volverían a la normalidad.

Steph: Bueno, ¿qué te ha parecido hacer de padre durante una semana? -preguntó mientras se acercaba al parque sin hacer ruido, con una expresión de anhelo en el rostro mientras miraba al bebé dormido-.

Zac: ¿Has hablado ya con Mike?

Stephanie se retiró de al lado del parque silenciosamente.

Steph: Lo he llamado, pero está en uno de los seminarios y no quería molestarlo.

Estupendo. Le iba a tocar ser el portador de dos malas noticias en un sólo día.

Zac: Bueno, la cosa es así.

Zac resumió los momentos más y menos interesantes de la semana a su cuñada.

Stephanie puso cara de preocupación.

Steph: Han estado enfermos y yo no he estado a su lado -gimió-.

Zac: Sólo han estado resfriados y los llevé al médico. Ahora ya están mucho mejor.

Stephanie salió al pasillo a ver a Alex.

Con una comprensión adquirida a través de la experiencia, Zac se dirigió pacientemente a la despensa y empezó a guardar la comida de los niños que había sobrado, los baberos y los platos. Cuando Stephanie volvió le hizo un gesto para que fuera con él a la cocina.

Steph: No debería haberme ido -dijo llorando-.

Zac: No te sientas culpable. Necesitabas pasar unos días sin sentirte responsable de nadie más que de ti misma. Esta pasada semana me he dado cuenta de que cuidar de unos niños día tras día es una tarea extenuante.

Steph: Has pasado una semana fuera de lo común.

Zac: Es cierto, y tengo que reconocer que me apetece mucho estar solo de nuevo.

Stephanie seguía con la cara triste.

Zac: ¿Bueno, te vas a sentir mejor si te confieso que he llegado a buscar el número de una compañía de vuelos en helicóptero para poder ir a buscarte y traerte a casa?

Como él esperaba, aquello le hizo sonreír.

Steph: ¿Qué te decía yo? Criar a un niño es algo muy duro.

Zac sonrió pesaroso.

Zac: Tenías razón. ¿Habíamos hecho una apuesta? No lo recuerdo.

Steph: Me vale con oírte reconocer que tenía razón.

Zac llenó una taza de agua hirviendo, metió una bolsita de té y se sentó en una de las banquetas junto a Stephanie.

Steph: Vaya, Zac. Te veo muy hogareño.

Zac: Se me pasará.

Stephanie se echó a reír.

Pasaron veinte minutos charlando, algo que Zac no recordaba haber hecho nunca con su cuñada. Estaba contándole lo que había ocurrido en la reunión de la junta cuando alguien llamó a la puerta suavemente.

Zac: Seguramente será Ness -fue hacia la puerta-. Quiero que la conozcas. -Era Ness y nada más verle la cara se dio cuenta de que ya le habían dicho lo ocurrido en la reunión-. Hablaremos más tarde -murmuró-. Está aquí Stephanie que ha venido a llevarse a los niños.

Ness asintió secamente.

Ness: Me alegro de poder despedirme de ellos.

Zac presentó a las dos mujeres, curioso de ver cómo se llevarían.

Stephanie estaba predispuesta a que le cayera bien cualquier mujer que hubiera cuidado de sus hijos mientras habían estado enfermos. Ness era una versión más tranquila de Stephanie, de natural animada, característica que le hacía parecer una persona responsable y de confianza.

En general, Zac pensó que el primer encuentro fue prometedor y la primera impresión era importante.

Stephanie fue a despertar a Alex y a prepararlo para marcharse. Cualquier reserva que pudiera haberle quedado acerca de Ness desaparecería al ver la reacción de Alex.

Alex: ¡Nez! -dijo, señalándola-.

Steph: Sí, esa es Ness.

Ness: ¿Alex, quieres decirme adiós dándome un abrazo? -le preguntó mientras abría los brazos-.

Alex corrió hacia ella y Ness lo abrazó con fuerza.

Mentalmente, Zac adelantó el plan para tener niños. Se veía que Ness estaba preparada para ello. El hecho de no haberle dicho nada a Ness del futuro que había planeado para los dos, no le preocupaba. Todo formaba parte de su plan, y Zac sobresalía en trazar planes.

Cuando finalmente todas las pertenencias de los niños estaban metidas en la furgoneta de Stephanie, se marcharon los tres.

Aún no había cerrado la puerta cuando Ness saltó de repente:

Ness: ¿Qué ocurrió en la reunión de anoche?

Zac: Lo siento mucho, pero todos votaron en contra tuya -le tomó de la mano y la condujo al sofá, que colocó de nuevo en la posición original-. Ni siquiera puedo decir que hice todo lo que estaba en mi mano.

Le contó casi todo, incluida la obra de arte que Alex dejó sobre la mesa.

Cosa rara, Ness se echó a reír.

Ness: ¡Ojalá hubiera estado ahí, sobre todo cuando te dijeron que te iban a enviar una citación!

Zac: No estuve en mi mejor momento.

Ness: Oh, Zac, te imagino regañando a esa mujer tan esnob. Sé lo mucho que de alguna forma te gusta tenerlo todo en orden y preparado; pero aunque no te lo preparases, estoy segura de que lo hiciste lo mejor posible.

Zac: Desgraciadamente, iba armado para cazar una liebre y me topé con un elefante.

Ness se quedó un instante pensativa, con la mirada perdida.

Ness: Ahora que lo dices, la señora Greenborough tiene pinta de elefante.

Zac: La próxima vez iré armado para cazarla. Alcé una apelación en tu nombre y ya tengo un plan para llevar a cabo. Voy a pedirle a mi abogado que le eche un vistazo al Convenio de Residentes. Después, nos vamos a pasar un mes patrullando el complejo y presentando quejas por cada violación de las normas que veamos. El…

Ness: Zac, no vale la pena.

Zac: Pero entonces tendrás que marcharte.

Ness: Conseguirán que mi vida sea más triste de lo que ya lo es. De todas formas, voy a dejar este trabajo, con lo que no importa si tengo que irme a vivir a otro lado.

Zac: A mí sí que me importa -dijo con firmeza-.

Ness: ¿De verdad? -volvió la cabeza para mirarlo de frente-.

Él la miró, intentando imaginarse cómo sería no volver a ver a Ness.

Zac: Me importa mucho -susurró-.

¿Y no era aquel el momento ideal para besarse?

Se le ocurrió pensar eso y también que, cuando Ness se diera cuenta de que la iban a echar, no tendría otra oportunidad para besarla hasta que se le pasara el enfado.

Sin embargo, el beso no estaba planeado hasta que la pidiera salir formalmente. Como últimamente Zac no había tenido mucha suerte al desviarse de sus programaciones, se le ocurrió pensar que besarla en ese momento quizá no iba a ser muy buena idea.

Ness abrió mucho los ojos y separó ligeramente los labios. Estaba muy guapa. Tenía el pelo suelto y llevaba puesto un atuendo que le recordaba a una cantante de música folk.

Zac decidió ampliar la definición de lo que constituía una cita. Estaban juntos y eso era lo que le importaba.

Acercó sus labios a los de Ness.

Sabían a dulces promesas y a objetivos en común. Su beso era nuevo y conocido al mismo tiempo, y tan potente como lo había sido unos días antes.

Pero esa segunda vez estaba preparado. Hundió las manos en su mata de bucles y ladeó la cara, buscando el ángulo perfecto para unir sus bocas.

Y una vez encontrado, dejó de pensar y se rindió ante los sentimientos. Su último pensamiento coherente fue que una entrega total en esa etapa no era probablemente lo más conveniente, pero ya era demasiado tarde.

Besar a Ness era como tirarse de un trampolín muy alto. O bien estabas pensando en tirarte o ibas derecho al agua. No había término medio.

De ese modo, se tiró de cabeza.

Notó las manos de Ness sobre sus hombros y separó la boca de la de ella.

Ness: ¿Zac, qué estás haciendo? -dijo, con voz entrecortada-.

Zac: Te estoy besando. Quiero besarte -le acarició el cuello-. Quiero besarte sin parar -empezó a mordisquearle el lóbulo de la oreja y Ness emitió un sonido como un leve murmullo-. Durante horas y horas. -Todavía no le dejó que volviera a besarla en la boca. Por el momento, se contentaba con explorar las partes más sensibles de su cuello. Pero sólo por el momento-. Quiero besarte hasta que tu olor y tu sabor dejen una huella tan profunda en mi memoria que pueda recordarlos cada vez que quiera.

Ness: Oh, esa es una buena frase.

Zac: No es ninguna frase; es la verdad.

Ness: ¿En serio? Espero que lo sea y, la verdad, no quiero que me hagas daño.

Se apartó y la miró a los ojos; unos ojos grandes y vulnerables. Entonces, sintió que el sentimiento le anegaba el corazón.

Zac: No te haré daño. Es demasiado pronto para nombrar lo que sentimos el uno por el otro, pero es algo real, está ahí y tengo la intención de dejar que siga creciendo.

Ness: Entonces seré yo quien lo nombre: amor.

Zac le retiró unos mechones de pelo de la frente.

Zac: ¿Estás esperando a ver si echo a correr?

Ness: Sí.

Zac sonrió, con los labios aún tibios por sus besos.

Zac: Pues sigo aquí.

Ness: ¿Y ahora qué?

La abrazó y le dijo:

Zac: Esto es lo que me apetece a mí.

Ness: ¿Oh, Zac… -suspiró- no quieres que te bese?

Zac: Muchísimo.

Ness: Bueno, entonces, dame la oportunidad de hacerlo.

Vaya.

Ness lo rodeó con sus brazos y acercó los labios a los de Zac, suave y provocativamente hasta que el beso se tornó apasionado.

La empujó suavemente contra el respaldo del sofá, o al menos eso dedujo pues su cuerpo estaba más pegado al de ella que antes y eso le gustaba.

Le pasó la mano por los costados y ella le acarició la espalda. Las sensaciones de cada uno se fundieron en una sola mientras se exploraban el uno al otro.

Para Zac fue como si el tiempo se hubiera detenido, algo que rara vez le ocurría.

Ninguno de los dos oyó que llamaban a la puerta ni el tintineo de unas llaves.

Lo que sí que oyeron fue un grito.

Se separaron con tanta rapidez que Zac se sentía mareado y pestañeaba intentando orientarse. A su lado, Ness se estiró la ropa y atusó los cabellos en una décima de segundo.

La señora Petrovich, su asistenta, estaba a la puerta del salón, sujetando con fuerza unos botes de productos de limpieza.

Petrovich: ¡Señorr Efron! -dijo con un fuerte acento, mientras todavía asustada se apoyaba contra el marco de la puerta-. Me ha dado un susto muy grrandísimo. ¿Qué hace aquí en medio del día, con una joven? -chasqueó la lengua-. ¿Quierre que vuelva luego?

Zac: No, no -se apresuró a decir-. Mis sobrinos han estado aquí de visita toda la semana y me hace mucha falta que me arregle la casa. -Agarró a Ness de la mano y se deleitó al darse cuenta de que estaba temblando de un modo encantador-. Esta es Ness, del piso de abajo.

Petrovich: Hola Ness del piso de abajo.

Zac: Había pensado pedirle a la señora Petrovich que me diera ideas para un capítulo que trate de las normas de limpieza para mi Manual Doméstico.

Zac lo dijo más por romper el silencio que por otra cosa; pero en realidad era una idea genial.

Petrovich: Normas, gorrmas -dijo mientras caminaba con determinación por el salón, ordenando todo a su paso con una precisión que Zac admiraba-. Si todo está limpio, funciona; si no, es que está sucio.

Ness: ¿Qué ha dicho? -preguntó hablando por primera vez-.

Zac: No estoy muy seguro, pero me ha parecido algo muy profundo. Señora Petrovich, vamos a tomar café y así la dejamos trabajar.

Petrovich: Bien. ¡Fuera!

Cerraron la puerta y fueron en silencio hasta el hueco de la escalera; entonces se miraron y de pronto se echaron a reír los dos a la vez. Zac le tomó de la mano.

Zac: Siento lo que ha pasado. Me olvidé de que la señora Petrovich venía esta tarde.

Ness: Menos mal.

Para sus adentros, Zac prefería haber sido interrumpido y se alegró de que Ness lo comprendiera también. Se trataba de construir un futuro en común. Primero tenían que establecer una base sólida antes de pasar a otras etapas.

Zac: Mi coche está en este lado del aparcamiento.

Ness: No tenemos por qué marcharnos -dijo mientras iban bajando las escaleras; entonces le sonrió con una timidez irresistible-. Mi casa está justo en la esquina.

Zac: Me parece estupendo.

Zac estaba deseando ver el lugar que había sido el motivo de disputa entre Ness y la junta de residentes durante meses y meses.

Se imaginó que sería de estilo ecléctico con originales piezas de arte y cerámica. Ness parecía una amante de la cerámica; quizá también del cristal de colores.

Esperaba que el sofá fuera cómodo.

Se volvió y le sonrió con indecisión antes de abrir la puerta.

Zac entró con ella, se detuvo y la agarró del brazo.

Parecía que había caído una bomba o que alguien había registrado la casa de arriba abajo. Quizá el intruso estuviera aún allí.

Tiró de Ness para protegerla.

Ella se echó a reír mientras se tambaleaba hacia atrás y caía sobre él.

Tardíamente se dio cuenta de que Ness no había gritado o retrocedido espantada al ver el desorden de su estudio.

Seguramente el apartamento estaba así muy a menudo.

Se le puso el vello de punta y se le hizo un nudo en el estómago al ver el caos que reinaba allí.

Ness estaba esperando a que le explicara por qué la había agarrado así.

Zac: Sólo quería tenerte cerca -murmuró, sorprendido de poder articular palabra-.

Ness: Qué detalle… -suspiró y le cubrió los brazos con los suyos-.

Se quedaron un momento balanceándose ligeramente; se veía que a Ness la situación se le antojaba muy romántica.

Zac estaba intentando simplemente no caerse tras el asalto al que su sentido del orden había sido sometido.

Ness: Bueno, aquí estamos. Hogar, dulce hogar. ¿Qué te parece?

Zac: Es más pequeño de lo que yo creía.

Sobre todo por lo lleno que estaba.

Ness le hizo pasar. Se acercaron a un sofá tapizado con una tela escocesa que ningún escocés en su sano juicio habría llevado. Fue haciendo un montón con revistas, catálogos, cartas, folletos de publicidad, un disquete y el envoltorio de una chocolatina, hasta que pudo agarrarlo todo a la vez y lo dejó en el suelo junto al sofá.

Ness: Creo que tengo todo un poco desordenado esta semana.

Zac: Has estado muy ocupada -consiguió decir-.

Y era cierto. Sabía que era perfectamente capaz de ser ordenada por cómo le había dejado la casa cuando había estado con los niños. Zac se sintió un poquito mejor. Sonrió a Ness, que llevaba un rato mirándolo con preocupación.

Zac: ¿No habías dicho algo de un café?

Ness: ¡Ah, el café! -se echó a reír, gesticulando con las manos-. Se me había olvidado… Ahí está.

En la cocina de Ness había una cocinilla de dos quemadores, un horno, un microondas que ocupaba toda la encimera que había pegada al fregadero, y una nevera que dominaba el pequeño espacio, aun sin ser tan grande como la de él. La totalidad del frigorífico estaba cubierta de imanes que sujetaban notas, menús y postales.

Había dos sillas de hierro forjado con asientos de plástico a rayas rojas y blancas junto a una minúscula mesa a juego. Ness apartó la ropa que las cubría e invitó a Zac a que se sentara. Al hacerlo se tambaleó un poco porque la silla que había elegido tenía una pata más corta que la otra.

Ness llenó de agua un hervidor y lo puso sobre el fogón; luego abrió un armario lleno de tarros, botellas, latas y cajas de cereales, que se veía que había metido allí al buen tuntún. Tuvo que sacar algunos tarros y luego volver a meterlos hasta que dio con el que buscaba.

Vaya, era un tarro de café instantáneo.

No habían hablado desde que habían entrado y Zac temía que Ness se hubiera percatado de su desaprobación. No quería herir sus sentimientos… pero, ¿cómo podía vivir así?

Zac: Tenemos que comentar un par de cosas -dijo, sin la diplomacia habitual en él-.

Ness: Me doy cuenta de que hay algo que te está molestando.

Abrió otro de los armarios y Zac se estremeció al ver los platos; todos eran de diferente color aunque el dibujo era el mismo. Sacó una taza rosa y otra turquesa.

Zac esperó que le diera la turquesa.

Zac: Creo que deberías luchar para evitar que te desalojen.

Ness: Volverás a perder la votación.

Zac: A lo mejor, pero quiero ponérselo difícil.

Se apoyó contra la nevera y se cruzó de brazos.

Ness: ¿Para qué?

Zac: Pues porque no tienen razón.

Ness: Hablas como si no formaras parte de su grupo.

Había dejado de sentirse parte de la junta desde la última reunión.

Zac: Si siguen votando a favor de tu desalojo, voy a presentar mi dimisión al consejo.

Ness: Técnicamente, sí quebranté las normas.

Zac: Y me pregunto por qué lo hiciste. Después de las primeras citaciones, deberías haberte dado cuenta de lo picajosos que son.

Ness: Francamente, nunca he tenido la intención de saltarme ninguna de sus estúpidas normas. Pero quizá subconscientemente quería que me obligaran a marcharme.

Zac: No lo entiendo.

Aunque quería que se lo explicase.

Ness: Me mudé justo después de dejar los estudios. Fue mi padre el que encontró este lugar. Mi madre y él decidieron que era el mejor sitio para que viviéramos mi amiga y yo. Ya sabes, un lugar respetable, bien situado… Y es verdad que lo es. Pero también el ambiente es aburrido y anticuado.

A Zac le parecía un lugar tranquilo y de buen gusto. Echó una mirada al saloncito de Ness y comprendió por qué las normas la agobiaban.

Ness: Queríamos un complejo donde vivieran grupos de solteros. Pero resulta que, si accedíamos a vivir aquí, nuestros padres pagarían la mitad del alquiler; pero si escogíamos otro lugar no iban a darnos nada.

No había hecho nada que miles de personas en su lugar no hubieran hecho antes.

Zac: En tales circunstancias me parece que tomaste la decisión más adecuada.

Ness: Sólo es que… Bueno, parece que el lugar donde vivo es lo único bueno que he hecho según mis padres. Le dicen a todo el mundo dónde vivo y la gente se queda impresionada. Creen que me va muy bien, y eso compensa el no haber terminado ninguna carrera.

Zac: Ya me voy enterando. ¿Y no crees que tus padres se van a disgustar cuando te desalojen?

Ness: Todo lo que hago disgusta a mis padres.

Zac: ¿Entonces por qué…?

Ness: Mira, lo he fastidiado todo, ¿vale? Se me olvidó lo de las macetas y lo de la papelera de reciclaje y todo lo demás. No lo hice a propósito. ¿Pero qué hace esta gente todo el día? ¿Memorizar el Convenio de Residentes? Ni siquiera sé dónde tengo el mío.

A Zac no le sorprendió.

Zac: Ness, déjame ayudarte -se estaba refiriendo a ayudarla a que se organizara además de a enfrentarse a la junta de residentes-.

Ella sacudió la cabeza.

Ness: Si no lo consiguen esta vez, seguirán intentándolo hasta que lo hagan. No te enfrentes a ellos por este asunto. Cuando me haya marchado, buscarán un nuevo objetivo.

Estaba seguro de que Ness tenía razón, pero aun así pensaba luchar.

Ness echó una cucharada de café instantáneo en cada taza, añadió el agua hirviendo, lo removió y lo llevó a la mesa. Puso una taza delante de él: la rosa, claro estaba.

Ness: Te gusta tomarlo sin leche, ¿verdad?

Za: Sí, sin leche está bien -se inclinó hacia delante y apoyó los codos sobre la pequeña mesa redonda; en seguida los retiró al ver que también se movía un poco-. También quería comentarte otra cosa. No sé cómo -empezó y la miró significativamente- Tess cree que tú eres mi ayudante en el proyecto del Manual Doméstico.

Ness, sonrió.

Ness: En ese momento me pareció oportuno.

Zac: Me preguntaba si te gustaría hacerlo oficial.

Ness: ¿Qué quieres decir?

Zac: Te estoy ofreciendo un empleo. Para media jornada, o si decides dejar de escribir críticas de música, con dedicación exclusiva.

Ness: ¿En serio? -parecía tan encantada que Zac se alegró de habérselo propuesto-. ¿Qué tendría que hacer?

Zac: Yo elaboraría una encuesta y tú tendrías que entrevistar a la gente, encargarte de la correspondencia, transcribir notas y hacer otras tareas que puedan surgir. Probablemente tendrás que hablar mucho por teléfono con Tess.

Ness: Eh, me gusta la idea. No creo que sea mi profesión ideal pero valdrá como ocupación transitoria -dio un sorbo de café-. A mis padres les va a encantar.

Zac: ¿Para media jornada o con dedicación exclusiva? Elige tú.

Ness: Con dedicación exclusiva -admitió con una tímida sonrisa-. ¿Te acuerdas que te dije que iba a dejar mi trabajo? Bueno, pues escribí suficientes artículos para cubrir toda esta semana y los he enviado junto con mi carta de dimisión.

Zac se puso contentísimo pero no quiso demostrarlo.

Zac: Estupendo.

Agarró la taza y bebió del asqueroso brebaje que se hacía pasar por café.

Ness: ¿Dónde voy a trabajar?

Zac no había llegado ten lejos porque no había anticipado que Ness ya hubiera dejado el trabajo de las noches.

Zac: Trabajarás conmigo en el edificio Efron. Ya encontraremos un sitio donde colocarte.

Aunque tuviera que ser en un rincón de su despacho. Las cosas iban mejor de lo que había deseado. Trabajando a su lado, Ness acabaría asimilando los principios Efron. Y, al mismo tiempo, probaría las teorías del Manual Doméstico.

En el plazo de veintiún días, el tiempo habitual para una sesión Efron completa, Ness Hudgens estaría viviendo al estilo Efron y preguntándose cómo podía habérselas apañado antes.




¿Qué creéis que pensará Vanessa de todo el plan de Zac? ¿Admitirá que es un desastre y dejará que Zac la cambie? ¿O le tirará el manual con todas sus normas a la cabeza?
Los descubriremos en el próximo capítulo!

¡Gracias por los coments!
¡Comentad, please!

¡Besis!


2 comentarios:

Lu dijo...

Me encantó el capitulo.
Aunque no creo que Zac debería cambiar la forma de ser de Ness pero bueno, necesita un poco de orden en su casa.



Sube pronto

Maria jose dijo...

que buen capitulo
yo creo que vanessa no soportara las normas de zac
creo que zac hace algo por ella, pero no podra cambiarla
solo espero que se entiendan
y se ve que el siguiente capitulo estara muy bueno
y divertido
sube pronto



saludos!!!

Publicar un comentario

Perfil