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sábado, 31 de diciembre de 2016

Capítulo 8


Zac: Muchas gracias, amigo -fulminó con la mirada al conductor de la Zamboni-.

Larry: No tienes tiempo de agradecérmelo -señaló con el pulgar el quisco del alquiler de patines. Era un hombre tosco y fornido, de aspecto amable e inquieto, de edad indeterminada. Tenía el pelo muy blanco y los ojos brillantes, con una jovial luz de sabiduría y felicidad-. ¿A qué estás esperando? ¿A recibir una tarjeta formal de invitación?

Zac siguió a Vanessa, que apenas lo miraba mientras se calzaba las botas y se incorporaba luego, impaciente. «De acuerdo», pensó. La fiesta había terminado antes de empezar. La acompañó hasta el coche y le abrió la puerta.

Ness: ¿Quieres explicármelo? -le preguntó mientras se abrochaba el cinturón-.

No. En realidad no.

La miró antes de concentrarse en conducir. Se incorporó a una hilera de taxis, limusinas y coches particulares. Volvió a mirarla.

Vanessa Hudgens. No podía creer que hubiera vuelto a verla después de todo ese tiempo. Jamás se había olvidado de Vanessa. Aquella fresca belleza morena, aquel chispeante sentido del humor, la casi oculta vulnerabilidad que solía distinguir en ella cuando no sabía que la estaba mirando. El paso del tiempo había añadido elegancia y sofisticación a una mujer que había sido elegante y sofisticada desde un principio. Y a pesar de todas las razones que se había dado a sí mismo durante años, seguía queriéndola. Locamente.

Ella era el motivo de que no se hubiera casado y sentado la cabeza. Gracias a Vanessa, nunca sería feliz con ninguna otra mujer. Ella no lo sabía, y él no iba a decírselo. Pese a lo que había hecho, o más bien, lo que no había podido hacer, la última vez que la había visto había tenido consecuencias que nunca habría podido imaginar. Por culpa de la decisión que había tomado en aquel instante, le había entregado su corazón para siempre. Y estaba empezando a pensar que eso tal vez había sido cierto también para Vanessa.

Mientras conducía, podía sentir su mirada clavada en él. Esperando una respuesta.

Zac: No tengo la menor idea de lo que estaba diciendo ese tipo.

Ness: Es muy sencillo. Sabe, porque nos vio, que nos estuvimos citando cada año en Nochebuena…

Zac: ¿Cada año, Vanessa?

Ness: Está bien, tres años. Creamos una pauta. Hasta el conductor de la Zamboni se dio cuenta.

Zac no dijo nada durante unos minutos. En la radio, un cantante convertía El pequeño tamborilero en una intemporal balada de amor.

Zac: De acuerdo -reconoció al fin-. Fui aquella noche.

Vanessa contuvo el aliento.

Ness: No te vi.

Zac: Cambié de idea -imaginó que era demasiado orgullosa para preguntarle por qué, pero la pregunta clamaba a gritos en el silencio-. Ni siquiera pude bajar hasta el nivel de la pista. Acababa de salir del hospital, recuperándome de una operación. Estaba en una silla de ruedas.

Ness: ¿Una silla de ruedas? -se inclinó para mirarle detenidamente las piernas-. ¿Qué te pasó?

Zac: Me destrocé la rodilla y no podía patinar. Estuve meses haciendo rehabilitación, sin saber si llegaría a recuperarme.

Un incrédulo silencio reinó en el coche. No sólo se había destrozado la rodilla. Había destrozado también su paso a la liga profesional, sus planes de futuro y la oportunidad de ofrecerle algo a una chica que ya lo tenía todo. Volvió a verse a sí mismo en la silla de ruedas, apoyado en la barandilla desde la que se dominaba la pista, con la rodilla dolorida, siguiendo sus evoluciones con mirada emocionada. Había intentado imaginarse lo que estaría pensando. Recordaba perfectamente todo lo que había sentido y pensado mientras la veía patinar sola, su esbelta figura moviéndose entre los patinadores. Furia. Dolor. Frustración. Vergüenza. Amor.

Zac: Te estuve observando durante un rato -le confesó-. Llevabas una larga bufanda blanca.

Ness: A ver si lo entiendo bien. ¿Te presentaste después de una operación quirúrgica y luego no te molestaste en hablarme?

Zac: Estábamos empezando una relación. No quería estropearla.

Ness: Bueno, pues lo hiciste.

Zac: No tengo excusa -excepto su estúpido orgullo. El traumático descubrimiento de que todo aquello por lo que tanto se había esforzado había desaparecido-. Ni siquiera sabía lo que iba a decirte. Todavía estaba intentando averiguar lo que quería decirme a mí mismo. Tenía que pensar en lo que iba a hacer durante el resto de mi vida. Estaba bastante preocupado por eso. Me dije que me pondría en contacto contigo después, cuando tuviera la cabeza mejor puesta…

Ness: ¿Tu cabeza? ¿Y la mía qué? Yo estaba enferma de preocupación.

Zac: Me figuré que seguirías adelante con tu vida.

Ness: ¿Cómo pudiste pensar eso? Tú no me conocías. Lo habría entendido -estuvo a punto de admitir que le había destrozado el corazón, pero estaba demasiado furiosa como para dejárselo saber-.

Zac: Entonces dime una cosa, Vanessa, y sé sincera. Imagínate que me hubiera acercado a ti en esa silla de ruedas y te hubiera dicho: «Mira, puede que me quede inválido para toda la vida y no vuelva a caminar nunca, pero… ¿qué te parece si planeamos un futuro juntos?». ¿Cuál habría sido tu reacción? ¿Te habrías quedado junto a mí en la rehabilitación y me habrías ayudado a aprender a caminar otra vez?

Se puso pálida, pero no desvió la mirada.

Ness: Nunca lo sabrás, porque ya tomaste esa decisión por mí.

A eso no pudo replicar nada. Vaciló, y optó por ser sincero a su vez.

Zac: Cometí un gran error aquella noche. No quiero volver a repetirlo.

Ness: Dime una razón por la que debería darte otra oportunidad.

Aparcó frente a la dirección que le había dado. Era un lujoso edificio de los años treinta, con portero de librea y todo. «Esto es una locura», pensó mientras veía a un paseador de perros detrás de toda una manada de animales de raza, caminando por la calle flanqueada de árboles. Debería olvidarse de todo aquel asunto. En lugar de ello, sin embargo, apoyó un brazo en el respaldo del asiento de Vanessa.

Zac: Porque tú nunca has estado enamorada.

Ness: Yo no he dicho eso.

Zac: Claro que lo has dicho.

Ness: ¿Qué va a pasar con nosotros?

Zac: Quizá nada. O quizá todo.

Vio que entreabría ligeramente los labios, y pensó en besarla. No se permitió ceder a la tentación. «Más adelante», se dijo. Definitivamente, más adelante.

Ness: Gracias por el patinaje -murmuró y se lo quedó mirando por unos segundos-. ¿Quieres subir?




¡Dios mío! ¡Esto se pone cada vez más interesante!
A ver qué excusa ponen ahora 😆, porque ya no hay nada que les impida ser felices, ¿no?

¡Gracias por los coments!
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HAPPY NEW YEAR 2017! 🎉🎆


2 comentarios:

Lu dijo...

Me encantó el capitulo de hoy. Fue muy tierno. Pobre Zac... Que feo lo que le paso pero no era excusa para no ver a Ness ese día.
Ojalá Ness le de una oportunidad, nunca se olvidaron.
Ame el capitulo.


Feliz año!!!!! 🎆
Sube pronto :)

Maria jose dijo...

Puede pasar nada o pasar todo
Muy bien zac!!!
Me encantó sube pronto
Otro año con novelas!!!


Feliz año!!!!

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